Kitabı oku: «El código del capital», sayfa 19
Ha habido ya desde hace algún tiempo un encendido debate sobre las diferencias entre las familias de derecho común y de derecho civil y sobre sus pros y contras. Los abogados comparativos concluyeron hace tiempo que la diferencia está menos en el contenido de las normas legales que en las características llamadas en términos generales “cultura legal”. No obstante, hay economistas que han pedido una reevaluación de las virtudes del derecho común frente al derecho civil, un área que llaman “nueva economía comparada”.[24] Pusieron sobre la mesa herramientas estadísticas y codificaron lo que consideraban que eran los elementos clave en el derecho corporativo y las leyes de quiebras y concursos para demostrar que el nivel de protección de accionistas y acreedores varía entre las principales familias legales en forma estadísticamente significativa. El derecho común sale arriba en derechos de los accionistas; en derechos de los acreedores, la familia del derecho civil alemán está apenas en segundo lugar, pero el sistema de derecho civil francés sale bajo en ambos frentes.[25] Algo clave es que estas diferencias legales han sido identificadas como determinantes importantes de resultados financieros: los sistemas de derecho común tienden a tener mercados financieros más grandes y más líquidos que los países con derecho civil, especialmente los del tipo francés.[26]
Estos hallazgos han provocado una pequeña industria artesanal que usó esos datos para probar el impacto del origen legal ( derecho común vs derecho civil) en el tamaño del gobierno, los niveles de inversión, la corrupción, el paso de aplicación de la ley en las cortes y demás, pero también se ha granjeado críticas por la calidad de los datos y ha habido cuestionamientos sobre la robustez de los hallazgos.[27] Éste no es el espacio para repasar este debate, sino solamente para decir que se ha omitido una variable clave: la de los abogados y su papel en los diferentes sistemas legales. Si el argumento presentado en este libro es correcto y el capital está codificado en la ley y los abogados son los amos y maestros del código, y la mayor parte de los codificadores maestros se originan de solamente un sistema legal —el derecho común—, entonces es hora de revisitar el origen legal del debate.
El jurista inglés Simeon E. Baldwin describió el papel de los abogados en el derecho común como sigue: “El desarrollo de la ley (…) es principalmente obra del abogado. Es la adopción por el juez de lo que se propone en la barra”.[28] Baldwin correctamente pone el énfasis en el desarrollo del derecho, no en los contenidos de normas específicas. Efectivamente, lo que distingue al derecho común del derecho civil es el margen que da a los privados en la confección de la ley. No solamente aconsejan sobre la legislación vigente, sino que también tejen nuevos derechos legales con telas viejas. No necesitan la aprobación de nadie cuando se embarcan en la codificación de activos como capital. Lo único que deben hacer es imitar las estrategias argumentativas que han convencido a las cortes en el pasado para que respalden la codificación de nuevos activos, adaptando el argumento a los nuevos activos y a las necesidades específicas de sus clientes. En ocasiones tendrán que defender su trabajo en una corte legal, pero ahí confrontarán a un juez que hasta hace poco era uno de ellos, porque en los sistemas de derecho común los jueces son reclutados en la barra de abogados.
En Inglaterra el rastro de los profesionales legales puede seguirse hasta tiempos tan lejanos como el siglo xii, en documentos que hablan de un “considerable grupo de hombres que se organización para tener habilidades específicas, profesionales, en la representación de los litigantes”.[29] Era una nueva raza de abogados que no servía a la Corona ni a las cortes del Estado, sino al interés de clientes privados en prácticas privadas. Con el tiempo, y como resultado de la casualidad más que de eventos importantes o de motivos políticos bien razonados, la profesión legal en Inglaterra se dividió entre abogados litigantes y transaccionales. Los litigantes, los barristers, se entrenan en el colegio de abogados (los Inns of Court) y, en su mayoría, no tienen contacto directo con clientes, mientras que los abogados transaccionales hacen el trabajo que indica su nombre e interactúan con su cliente en preparación del litigio, y esta división del trabajo se ha mantenido en gran medida hasta nuestros días.[30] La codificación del capital ha sido en su mayor parte obra de los abogados transaccionales, pero en otros tiempos, cuando las nuevas estrategias de codificación eran revisadas más a menudo por las cortes, los litigantes jugaban un papel clave, el de convencer a las cortes de la validez de sus esfuerzos de codificación innovadora. Los litigantes tienen desde hace tiempo más prestigio y eran vistos como políticamente más poderosos que los transaccionales.[31] Sin embargo, conforme la codificación del capital ha pasado de las cortes a los despachos privados de abogados, no solamente el número de abogados transaccionales, sino su poder, ha aumentado considerablemente, como muestra la cita de Lord Campbell al inicio de este capítulo.
Los abogados transaccionales ingleses se establecieron como los consejeros de confianza de clientes con los que en un principio habían formado relaciones de largo plazo. Los aspirantes a abogados eran formados por otros abogados transaccionales en una relación uno a uno, un escenario que se asemeja a la relación maestro-aprendiz que se veía en los gremios, en los que los aprendices pasaban años bajo la guía y supervisión de su maestro. Muchos abogados tenían títulos universitarios, pero en el pasado lo más probable es que fueran en historia o en literatura clásica, no en derecho. Esto cambió apenas a lo largo del siglo xx, cuando la demanda de abogados aumentó dramáticamente y el modelo tradicional basado en aprendices resultó incapaz de satisfacer esa demanda. Fue apenas entonces que los departamentos de derecho de las universidades empezaron a jugar un papel central en la capacitación de la profesión legal inglesa.
En contraste, en la Europa continental el derecho era, junto con la teología y la medicina, una de las disciplinas fundacionales de las universidades más viejas de Europa, como Boloña, Toulouse, Orleans o Palermo, algunas de las cuáles datan del siglo xiii. En aquellos tiempos, los estudiantes de derecho estudiaban sobre todo el derecho romano, basado en los almanaques compilados por el tardío emperador romano Justiniano y que habían sido redescubiertos en torno a 1135.[32] Esto no era solamente un ejercicio académico de interpretación de antiguos textos legales, sino que tenía aplicaciones en el mundo real, porque el derecho romano se usaba como respaldo en casos en los que las normas de ciudades, regiones o Estados no ofrecían una respuesta o entraban en conflicto las unas con las otras.[33]
En el continente, el estudio del derecho se convirtió en un camino hacia altos puestos en el Estado o, a lo más, a la consejería interna en los tratos comerciales. Los abogados independientes que aconsejaban sobre el derecho a clientes que les pagaban una cuota eran mal vistos. Esto es evidente ya en la temprana formación de la profesión legal. En Francia una ordenanza legal fechada en 1345 estableció las condiciones para la admisión en la profesión legal, incluyendo las obligaciones y libertades de sus integrantes. Solo las personas que cumplían las condiciones marcadas en la legislación del Estado tenían permitido llamarse abogados y solamente ellas podían representar acusados ante una corte. La profesión legal francesa “fue parte de la formación y desarrollo del Estado y del sistema judicial y estuvo gobernada por un órgano regulatorio” al menos durante los primeros siglos después de que se estableció, y no por sus propias reglas, como ocurre con la profesión legal en Inglaterra o en Estados Unidos.[34] El respeto por la profesión legal en Francia sufrió mucho conforme más y más altos cargos que ocupaban se convertían en oficinas venales que se entregaban al mejor postor.[35] Se reorganizó en el siglo xvii y en ese momento empezó a poner sus propias reglas. Finalmente, en el siglo xviii muchos abogados pelearon por una mayor autonomía respecto del Estado y se opusieron abiertamente a la monarquía absolutista antes de su caída, aunque otros colaboraron con la monarquía en un intento por reformarla antes de que fuera demasiado tarde.[36]
Los abogados también trabajaban para clientes privados. De hecho, la demanda por abogados que trabajaban como consejeros internos o representantes de las empresas ha aumentado enormemente desde los años 1970. Sin embargo, las fronteras entre la práctica pública y la privada están mucho más claras en el sistema legal francés de lo que lo han estado en Inglaterra o, como se verá, en Estados Unidos. Los abogados cursan diferentes posgrados en derecho dependiendo de si quieren llegar a ser jueces, fiscales o abogados privados. No hay un camino directo de la barra al estrado. Esto también implica que los jueces están menos abiertos a las estrategias innovadoras de codificación que los abogados que aconsejan a clientes privados pueden crear.
La idea de Baldwin de que los abogados hacen la ley y las cortes solamente la reconocen no es aplicable en Francia. De hecho, los poderes de los jueces para legislar están explícitamente limitados en los grandes códigos de primeros del siglo xix, y el artículo 5 del código civil francés explícitamente prohíbe que los jueces hagan leyes.[37] Podría descartarse esto como puro formalismo legal, pues inclusive en Francia los jueces deben interpretar la ley y al hacerlo inevitablemente la adaptan, si no es que alteran su significado con el tiempo. Con todo, hay una diferencia importante en el énfasis, que reduce el alcance para legislar que tienen los abogados y los jueces en comparación con el derecho común inglés. En Francia y otros sistemas con derecho civil el estatuto guía el análisis legal, no los hechos, y los cambios sobre el terreno más bien tienden a ajustarse al estatuto que el estatuto a adaptarse a ellos.
Si bien son menos rígidos de lo que podría pensarse desde fuera, los códigos civiles encasillan las relaciones legales y una corte siempre empezaría por las clasificaciones de las relaciones legales según están marcadas por escrito al revisar nuevas estrategias de codificación. Al igual que el derecho común, los sistemas de derecho civil respaldan la libertad para hacer contratos, pero los tipos de contratos, y sobre todo los tipos de derechos de propiedad, se hacen conforme a la ley, no conforme a los amos y maestros privados del código del capital, que por tanto enfrentan una batalla mucho más cuesta arriba a la hora de tratar de cambiarlos.
Alemania se desarrolló tarde, tanto económica como políticamente, y podría añadirse que inclusive legalmente.[38] Mientras que en Francia las fuerzas sociales impulsaron a la profesión legal a convertirse en un poderoso actor político en el siglo xviii, durante el mismo periodo el Estado de Prusia (el Estado residual en la Alemania unificada en 1871) realizó una purga de la profesión legal privada que redujo sus números a la mitad.[39]
El Estado asumió la regulación de la entrada en la profesión y las cuotas que los abogados podrían pagar y anunció severos castigos para cualquiera que se atreviera a practicar el derecho sin la debida autorización. Antes de eso la profesión legal en Prusia era relativamente densa (en torno a un abogado por cada dos mil habitantes), bien educada y en gran medida desregulada. El único boleto de entrada a la profesión legal era un título universitario, pero ganarse la vida practicando el derecho era otra cosa inclusive antes de la intervención del gobierno. Los abogados se adaptaron a los pilares políticos y económicos prevalecientes y muchos representaban los intereses aristocráticos “como asesores legales, agentes o administradores”, provocando que un autor sugiriera que la profesión legal “había sido en cierto sentido comprada”.[40]
Después de la dura intervención, los abogados privados estuvieron vigilados de cerca por el Estado. Una norma de 1781 llegó inclusive a prohibir a los abogados que aparecieran en la corte y los remplazó con gente designada por el Estado. Si bien este arreglo duró poco, documenta la honda desconfianza que el Estado sentía hacia los abogados que trabajaban para los intereses privados y no para los estatales. Efectivamente, el Estado prusiano retuvo el control sobre el número de abogados que podía ser admitido en la barra. Ya en 1850 Prusia tenía en torno a un abogado por cada doce mil personas, en comparación con Inglaterra, que tenía un abogado por cada 1 240 o Francia, que tenía uno por cada 1 970. Las cuotas de los abogados se fueron al cielo en respuesta y muchos jueces decidieron dejar el estrado y convertirse en abogados —la práctica exactamente opuesta a la inglesa, donde los abogados eran designados para ocupar el estrado después de una carrera larga y exitosa—.
Solo en la última parte del siglo xix adquirió la profesión legal en Alemania un mayor grado de autonomía. Empezó a autoorganizarse y a parecerse a la profesión legal en Francia e Inglaterra en términos de su cantidad y (relativa) independencia respecto del Estado.[41] No obstante, los restos del intento de Prusia de poner a los abogados privados al servicio y bajo el control de los intereses estatales siguen ahí. Aún hoy los estudiantes de derecho en Alemania son entrenados para convertirse en jueces, no en abogados, y solamente después de calificar como juez pueden asumir la profesión legal privada.[42] Más aún, la formación universitaria en derecho no termina con el diploma universitario, sino con un examen del Estado, y la admisión a la barra requiere que pasen un segundo examen del Estado después de pasar tiempo trabajando con jueces y fiscales, además de hacer prácticas en un despacho privado. Algo clave es también que los jueces son reclutados para ocupar el estrado directamente después de pasar este segundo examen del Estado sin trabajar antes como abogados privados, como se requiere de los jueces en los países con derecho común.
En resumen, en los países con derecho común los abogados privados surgieron después que en Inglaterra y nunca obtuvieron el tipo de autonomía respecto del Estado que caracteriza a la profesión legal privada en Inglaterra. Esta autonomía, combinada con el hecho de que, en el derecho común, tienen la oportunidad de confeccionar nuevas leyes sujetas solo ocasionalmente al escrutinio de la corte, ha dado al derecho común una ventaja comparativa en la codificación de capital. Los abogados civiles se han emparejado con sus pares anglosajones en las décadas recientes, pero su propio sistema legal les deja un campo de juegos menos cómodo, y es por eso que a menudo se someten al sistema de derecho común y buscan acceso a ese mundo legal fusionándose con despachos de ese origen legal.
La mejor manera de describir la profesión legal estadounidense es como una versión más desinhibida —es decir, menos regulada y más competitiva— del modelo inglés. Es, por supuesto, mucho más joven, pero no solamente porque el país se formó en fecha relativamente tardía. La educación y capacitación legales formales estuvieron casi completamente ausentes en la mayor parte de Estados Unidos hasta finales del siglo xix, inclusive cuando había muchos abogados por ahí. Se estima que eran unos cuarenta mil en 1970, lo que quiere decir que había unos 970 abogados por persona en una población de en torno a los 38 millones de personas, de los que solamente un tres por ciento había ido a la escuela de leyes. Había poca necesidad de invertir en educación en un tiempo en que solamente quince estados impusieron requisitos formales para entrar a la profesión legal.[43] Con todo, Estados Unidos era calificada de “economía legal” ya en los primeros años del siglo xix, y por buenas razones.[44] Los abogados no solamente abundaban, sino que eran muy demandados. En un país vasto que, antes de la Guerra Civil, no tenía un Estado central poderoso, los abogados jugaban un papel clave en el mapeo y entrega de la tierra en la frontera del Oeste, la codificación de instrumentos crediticios, el establecimiento de empresas, la localización de activos de deudores incumplidos o el rescate empresas muertas por su valor, así como ofreciendo otros servicios a clientes que rogaban por certeza jurídica en condiciones que eran por lo demás muy inciertas.[45]
En Estados Unidos el ímpetu por formalizar la educación y capacitación legales y la organización de una barra profesional vino por una mezcla de proteccionismo y la urgencia de más profesionalismo. En los centros comerciales la competencia entre abogados era a menudo muy dura, dado el influjo constante de recién llegados al mercado laboral legal por la migración. Los abogados establecidos buscaban diferenciarse de ellos, y ¿qué mejor manera de hacerlo que aumentar las barreras de entrada a la profesión? Otra razón fue que los mejores abogados no podían aprovechar plenamente sus habilidades porque los jueces en el estrado a menudo no tenían una capacitación legal formal, lo que afectaba la calidad de las disputas legales y la generación de derecho.[46] Como un efecto colateral afortunado, la capacitación y educación legales formales, se esperaba, harían que esos jueces estuvieran menos entregados a las “maquinarias” políticas, la estrecha alianza de los políticos y la riqueza corporativa que tenían amarrada la vida política y económica.
La solución propuesta para ambos problemas, la competencia y la calidad, fueron las asociaciones de barra y las escuelas de derecho. Las asociaciones se establecieron primero en los principales núcleos comerciales. Empezaron como clubes sociales para los “mejores hombres” (a las mujeres se les negó la admisión a la barra hasta bien entrado el siglo xx), pero evolucionaron hasta convertirse en asociaciones para la regulación de la profesión.[47] Los despachos legales más prestigiosos se comprometieron a contratar solamente asociados que hubieran recibido una educación formal en una escuela de derecho acreditada y, bajo la rectoría de Christopher Columbus Langdell, la Escuela de Leyes de Harvard tomó el liderazgo en la formación de abogados que integrarían la élite de la profesión legal. La barra organizada también presionó respecto del proceso de nombramiento de los jueces y exigió que el acceso a los estrados estuviera limitado a abogados con al menos alguna formación legal. La barra también comprometía a los abogados en ejercicio a asumir ciertas normas éticas. Debían trabajar diligentemente por los intereses de sus clientes y evitar ponerse en conflicto con ellos, pero también defender el Estado de derecho. En una imagen quizá un tanto idealizada del abogado estadounidense tradicional, Anthony Kronman describe a un “abogado sobresaliente” como alguien que “no es simplemente un técnico consumado, sino también una persona prudente y con sabiduría práctica”, para añadir después que a finales del siglo xx los abogados perdieron el rumbo al sucumbir al llamado del dinero privado.[48]
Pronto las escuelas de leyes empezaron a florecer por todo el país y han formado a un número cada vez mayor de abogados desde entonces.[49] Para 1950 la mayoría de los abogados practicantes en Estados Unidos podían presumir alguna educación legal, incluyendo programas de capacitación vespertinos que eran frecuentados especialmente por nuevos inmigrantes.[50] Para 1964 había 135 escuelas de leyes en el país, con más de 22 000 estudiantes inscritos en primer año, y para 2013 el número de escuelas de leyes había aumentado a más de doscientas y el número de estudiantes inscritos en primer año se había duplicado.[51] Para 2018 había 1.3 millones de abogados en el país, el número más alto hasta la fecha, pero la tasa de crecimiento ha decrecido de 1.8 a apenas 0.2 por ciento en el último año.[52]
Estos cambios en educación legal han tenido un notable impacto en la práctica legal. Los despachos legales de élite a finales del siglo xix habían asesorado a una combinación de grandes corporaciones e intermediarios financieros líderes, como Lehman Brothers y Goldman Sachs. Se apoyaban en clientes de largo plazo y ponían atención a no mancharse las manos con prácticas legales que podrían ponerlos en conflicto con los intereses de ninguno de ellos. Esto ayuda a explicar por qué los socios en estos despachos eran reticentes a emplear estrategias legales abiertamente agresivas, como las adquisiciones corporativas hostiles, que podrían ponerlos en conflicto con alguno de sus clientes, pues fácilmente podían verse en los lados opuestos de esas transacciones.[53]
La expansión de la educación legal implicó que más abogados y nuevos despachos poblaron el mercado, particularmente después de la ii Guerra Mundial. Con cada vez más competencia entre los abogados bien capacitados, la red de lazos personales entre los despachos más prestigiosos y las principales las empresas manufactureras y financieras de Estados Unidos empezó a tensarse. Los viejos despachos de élite habían sido tercamente blancos, anglosajones y protestantes (wasp, como se les conoce en inglés), pero de las escuelas de leyes se graduaban cada vez más abogados bien capacitados de ascendencia judía o inclusive mujeres.[54] Si estos candidatos tenían suficiente suerte como para conseguir un trabajo como asociados en un despacho de prestigio después de graduarse de la escuela de leyes, era casi seguro que se les negaría llevar a socios porque no encajaban en el molde establecido de esas entidades. Estos nuevos integrantes del mercado de abogados formaron sus propios despachos, construyeron su propia base de clientes y crearon nuevos mercados para romper las viejas redes de relaciones y emprenderla contra los “grandotes”, como llamaban a esos despachos de prestigio.[55] No eran reticentes a asumir estrategias legales agresivas y llevaron la innovación legal en Estados Unidos a un nivel completamente distinto y pronto llevaron esas habilidades a otras jurisdicciones.
Una profesión legal global
Las diferentes tradiciones legales presentadas a grandes rasgos en la sección anterior pusieron la escena para la globalización del derecho. Sin un Estado global ni un derecho global, la clave era aumentar el alcance del derecho nacional o local al entorno transnacional. Los abogados que habían pulido sus habilidades en el pasado codificando capital para sus clientes y encontrando soluciones innovadoras para nuevos problemas y, por supuesto, para nuevos activos, estaban en mucho mejor posición de hacerlo que sus pares en países con una historia de mayor supervisión de la profesión legal por parte del Estado.
Los despachos ingleses también se beneficiaron del pasado colonial del país. Gran Bretaña aportó durante mucho tiempo a sus antiguas colonias y miembros del Commonwealth abogados bien versados no solo en la administración colonial sino también en el derecho común, y había capacitado a miembros de las élites locales de todo su imperio en su propio derecho. Debían dominar los módulos del código del capital, pero quedaban exentos del derecho inglés de bienes raíces y en cambio se les examinaba en derecho hindú, islámico y romano. Alguien comentó al respecto que el derecho inglés sobre la tierra estaba más allá de la capacidad de comprensión de cualquiera que no hubiera nacido y se hubiera criado en el Reino Unido.[56] Para la profesión legal inglesa, el contexto colonial supuso un entorno natural para la expansión de las redes legales que sustentaban la globalización de los negocios realizada por clientes de Inglaterra y otros sitios.
Los abogados estadounidenses tenían otra cosa que ofrecer. El país no era un colonizador importante, pero su propio sistema legal ofrecía múltiples oportunidades para que los abogados desarrollaran sus habilidades en más de un orden legal y aprovecharan las diferencias entre ellos para perseguir los intereses de sus clientes. Estados Unidos tiene un sistema legal muy fragmentado, más que la mayoría de los Estados federales. Las áreas del derecho que componen el módulo del capital, incluyendo las leyes sobre contratos, propiedades, garantías, trusts y fideicomisos, y el derecho corporativo, son gobernadas no solamente por la legislación federal (central) sino por la estatal.[57] El campo está aún más lleno en cuanto a regulación financiera, en la que los estados no solamente compiten los unos con los otros, sino que compiten con la legislación federal, y a nivel federal múltiples dependencias regulatorias compiten la una con la otra.[58]
Los abogados rápidamente aprendieron a aprovechar esta pluralidad de leyes con fines competitivos. Si no les gustaban las leyes de un estado, codificaban los activos de sus clientes en las leyes de un estado distinto. Esto no les costaba la validez legal de su estrategia de codificación porque las cortes interpretaban la Cláusula comercial de la Constitución como una prohibición a los estados de negar el reconocimiento legal a transacciones u organizaciones empresariales que hubieran sido codificadas bajo las leyes de otro estado en el sistema federal.[59] Esto supuso una incubadora ideal para desarrollar estrategias de codificación legal altamente competitivas, y cuando los despachos estadounidenses empezaron a tener vástagos internacionales, los abogados estadounidenses simplemente trasladaron estas habilidades de codificación al globo.
Los abogados de estos dos sistemas de derecho común aprovecharon su mejor posición de arranque. En efecto, el ascenso de la profesión legal global se entiende con más precisión como la globalización de las prácticas legales anglosajonas, una afirmación corroborada por los datos disponibles sobre el ascenso de los despachos legales globales, es decir, despachos con oficinas en más de un país. La mayoría de los despachos legales están ubicados en Estados Unidos y Reino Unido, aunque su número en China está creciendo.[60] Entre los principales despachos legales hay solamente algunos de Francia y Alemania. Los despachos de estos países con derecho civil solamente llegan a estar entre los cien más importantes si se han fusionado con un despacho inglés o uno estadounidense.[61]
La concentración de despachos legales globales en Estado Unidos y Reino Unido se refleja también en las cifras de sus ingresos. De los cien despachos más altos por ingreso, 81 están basados en Estados Unidos y doce en Reino Unido. Los ingresos globales legales por cuotas alcanzaron los 618 mil millones de dólares en 2014-2015, diez por ciento de lo cual se generó en Reino Unido, donde los servicios legales contribuyeron al Valor Añadido Bruto (vab) un 1.6 por ciento en 2015.[62] Esto es considerablemente menos que la contribución conjunta de los sectores de servicios de seguros y financieros, que alcanzaron el 7.2 por ciento del vab en el Reino Unido durante el mismo periodo.[63] Sin embargo, hay que tener en cuenta que el de servicios legales es un negocio basado en cuotas, lo que implica que los abogados no comparten las ganancias que sus clientes generan con su asesoría. Con todo, las mayores cuotas vienen de los clientes más rentables y en las décadas recientes ése ha sido el sector financiero, responsable de más del 40 por ciento del valor de los tratos realizados por despachos del Reino Unido.[64]
El Reino Unido no solo ha producido sus propios abogados globales, sino que ha sido un centro nodal para los despachos globales. Más de doscientos despachos extranjeros (cien solamente de Estados Unidos) tienen presencia en Reino Unido, la mayor parte de ellos en Londres.[65] Muchos despachos extranjeros han contratado abogados locales además de los socios que trajeron de sus sedes. Esto les ha permitido asesorar a clientes en todas las materias del derecho británico además de los temas legales que pasan por varias jurisdicciones. Ubicarse en Londres dio a los despachos legales acceso a uno de los dos centros financieros globales, pero también al derecho común inglés, que es todavía el derecho más codiciado por el comercio transnacional. Un sondeo sobre el derecho más popular usado para el arbitraje muestra que el 40 por ciento de los pleitos contractuales estuvieron gobernados por el derecho inglés, con otro 17 por ciento gobernado por las leyes del estado de Nueva York.[66]
Finalmente, Londres ha sido una base conveniente para después ampliarse hacia la Europa continental (al menos hasta antes del Brexit), así como a África y Asia. De hecho, los despachos de Estados Unidos y Reino Unido parecen estar desplazando a los despachos locales en las principales economías europeas en áreas del derecho que son clave para la codificación del capital, como el derecho corporativo, las fusiones y adquisiciones y la legislación del mercado de capitales.[67] En Francia los despachos locales todavía controlan la mayor parte de los acuerdos y tratos corporativos y de las fusiones (nueve de cada diez), pero apenas algo menos de un cuarto de todas las transacciones del mercado de capitales; el resto está firmemente en las manos de despachos globales. Además, solamente cinco de los principales despachos alemanes están entre los primeros veinte despachos que practican derecho corporativo y fusiones y adquisiciones en el país, y sólo uno aparece entre los diez más importantes por su cuota de mercado. Todos los demás son despachos anglosajones.[68]
Claro, no todos los despachos en Reino Unido y Estados Unidos se han vuelto globales ni compiten de frente con abogados extranjeros. Inclusive en estos países la mayoría de los abogados todavía practican el derecho en despachos pequeños o medianos, asesoran a sus clientes sobre la compra de hogares o en el mercado de bienes raíces o ayudan a emprendedores locales a elegir la forma legal correcta de su negocio. Para ellos, el mundo del derecho no ha cambiado mucho desde varias décadas. Son expertos en el derecho de sus respectivas jurisdicciones locales y rara vez se asoman más allá de las fronteras. No es ahí, sin embargo, donde los abogados son más creativos, y tampoco es ahí donde se hace más dinero ofreciendo servicios legales.