Kitabı oku: «Psicología y psicoterapia transpersonal», sayfa 8
6. LO TRANSPERSONAL: HACIA UNA SÍNTESIS ORIENTE-OCCIDENTE
El eje Guénon-Godel-Brosse
En este eje nos encontramos con ciertos investigadores occidentales no suficientemente reconocidos y apenas tenidos en cuenta en las nuevas corrientes estadounidenses. Todos ellos se adentraron en el campo de la consciencia recurriendo a Oriente como llama viviente.
Son personas importantísimas en el acercamiento cognoscitivo entre los dos extremos clásicos. Es cierto que otros investigadores, como Mircea Eliade, superaron la línea oficialista de la antropología occidental, lo que llegará a una implicación máxima con Carlos Castaneda. Entre esos investigadores encontramos nombres como sir J. Woodroffre (Arthur Avalon), que escribió sobre los secretos de la serpiente (Kundalini) y sus centros. Sir Raynaud de La Ferrière, maestro de la Gran Fraternidad Universal, que recorrió y conoció la India en su formación; sus enseñanzas sobre el yoga son de las más completas. Lassalle sembrará el zen entre los cristianos. Recordemos que Krishnamurti crecerá en medio de la sociedad teosófica hasta caminar por su cuenta. Otros autores, como Lupasco, Bachelard (historiador de la ciencia), Julian Huxley etc., están en mayor o menor medida dentro de este eje, por sus estudios sobre la consciencia y la materia, y por una nueva concepción científica de la vida y de sus modelos, aunque sea desde otras perspectivas, como en el caso de Korzybsky, el semanticista; Whitehead, el logicista aplastante; Thomas Kuhn, teórico de los paradigmas científicos, sin olvidar a Francisco Varela por su trabajo, directo a contrastar perspectivas acerca de la cognición: el budismo y las ciencias cognitivas, y muchos otros.
Son citas claves en el pensamiento occidental actual.
Digamos que esta síntesis tan buscada actualmente entre investigadores de diversas procedencias se da a lo largo de todo el libro, en la senda de los maestros y ahora aquí en un grupo simbólico de personas que han recorrido ambos mundos. Es de tener en cuenta que el binomio Oriente-Occidente es también más simbólico que real, pues es en realidad de una síntesis transcultural de lo que aquí hablamos, pues las culturas de los aborígenes americanos y del resto de los continentes están también en el camino de una síntesis que no ha de ser un simple aglutinamiento, sino un engarce enriquecedor con los diferentes aportes de los sentidos culturales de la vida. Podemos hablar de pioneros creadores de la mentalidad de un Occidente estamentado en pensamientos como el de Sartre, Unamuno u Ortega y Gasset, y de otros que, como Jung, T. Brosse, etc., saltan hacia el otro lado: el del espíritu, tan simbolizado en la vida de los hindúes o en la tradición del mundo entero.
Debemos de recalcar también que Occidente recapitula y realiza su propia síntesis, la de su periplo histórico y cultural, desde una visión que no se encarcela en la estrechez racionalista. Tal es el caso del trabajo de Jung, que, como también lo es el de Joseph Campbell, escudriñando las verdades escondidas en las figuras religiosas y mitológicas, en su lenguaje simbólico, recapitulando los procesos rituales como procesos de iniciación y evolución, los sacramentos portadores de la gracia y demás mensajes entregados a la antigua humanidad por sus redentores, dirigidos a despertar la llamada interior hacia el reconocimiento de la vida universal, atravesando el «laberinto que todos conocemos y que visitamos en sueños», realidad transpersonal que siempre ha estado buscada y peligrosamente ganada en el corazón del Héroe de las Mil Caras. Esta recapitulación obedece a ese anhelo de poner en limpio lo que ha sido nuestra historia: la historia del ser occidental, la pasión de su propia mente hecha recapitulación para poder saber qué ha sido de ella a lo largo de los siglos. Ésta es también la propuesta de Richard Tarnas, en la que une lo cultural y lo espiritual: comprender el cambio de concepción de la realidad histórica y cultural para así saber cómo hemos llegado a nuestra condición presente. Es recalar en las profundas fuentes de nuestro mundo presente, y es obvio que Tarnas se fundamenta en la antigua Grecia como fuente de interiorización, inspiración y renovación, para seguir la pasión de la búsqueda por sus principales derroteros históricos hasta nuestros días. También como Salvador Pániker, que nos amplía una visión que, profundamente consolidada en Occidente, resulta de igual manera sabedora del ya cercano y vecino Oriente para apuntar a la diversidad y a la incertidumbre: visos virginales necesarios para nuevas irrupciones. Pániker lo integra en ese nuevo paradigma con el que está comprometido, acogiéndolo a la sensibilidad mística que unirá la diversidad porque tiene sobre sí el mismo techo cósmico.
Ahora pasaremos a desarrollar la obra de estos tres pioneros de un acercamiento que ha de culminar en la síntesis de Oriente y Occidente.
René Guénon. Se muestra como un gran investigador de los estados múltiples del ser así como del proceso sobre la iniciación; es también un gran conocedor del mundo islámico, del taoísmo y la civilización china. Guénon se convierte en un lugar de cita para los interesados en el tema. De él sacamos una panorámica que nos da el dulce sabor que ya suponíamos: el de unas enseñanzas que difieren en los mapas pero que convergen en un solo territorio. Guénon utiliza la palabra “esoterismo” como conocimiento verdadero de la última realidad para referirse a estos estudios, lo cual en este caso no quita un correcto sentido de uso y su valor psicológico correspondiente. Esoterismo que si es verdadero tiene al exoterismo como aspecto exterior. Dos caras, pues, de una misma doctrina.
René Guénon nos explica con profundidad el simbolismo de una vía islámica hacia el conocimiento, con la necesidad de una práctica, más que de un saber intelectual que como máximo será soporte para la meditación. Todo ello representa una guía para conocer el sentido de la búsqueda tradicional y perenne, requisito de la verdad, también de los espacios interiores y de los efectos de toda patología iniciática, inducida o encontrada espontáneamente, dentro de una concepción transpersonal que ve en el hombre un destino de luz y conocimiento, y no un estado terminal de tecno-industria y consumo. Observemos la coherencia de sus conceptos: Es-shariyah es el gran camino, y el-haqiqah, la verdad interior. La shariyah es lo religioso, y la haqiqah es conocimiento puro. La tariqah es la vía o sendero que conduce de la shariyah a la haqiqah. Partiendo de la imagen simbólica de la circunferencia la tariqah será representada por el radio: a cada punto de la circunferencia corresponde un radio, constituyendo una multitud indefinida que acaban igualmente en el centro. (Et-turuqu ila Llahi Ka-nufusi bani Adam) «las vías son tan numerosas como las almas de los hombres». Como vemos, una concepción nada fundamentalista. El esoterismo, et-taçawwuf sólo puede ser traducido por iniciación. El sufismo, según Guenón, no es una escuela, –turuq– y el verdadero sentido de la palabra Çufi es nombrar al que ha alcanzado el grado supremo. El sufismo no sería sobreañadido a la doctrina islámica, en contra de las críticas de su origen griego, persa o indio. Sin embargo todas las docrinas tradicionales son necesariamente idénticas en su esencia, según Guénon. La transmisión de los conocimientos lleva una cadena iniciática silsilah, y aunque se adapten métodos particulares las ciencias del ritmo son invariables. El proceso iniciático reproduce en todas sus fases el proceso cosmológico, utilizando términos alquímicos para señalar ciertos estados. La adhesión a una silsilah regula la transmisión de una influencia espiritual, trabajo puramente interior, con los apoyos exteriores necesarios hasta llegar a la identidad suprema, estado del verdadero Sufí. La corteza y el núcleo, terminología de Ibn-Arabi, explica las relaciones entre el esoterismo y el exoterismo. El núcleo (el-lobb) es la haqiqah, verdad o realidad esencial, que al contrario que la shariyah, no está al alcance de todos, sino de los que saben descubrirla bajo las apariencias. Es decir la corriente de las formas y el invariable medio. Para pasar de una a otra, es decir de la circunferencia al centro, hay que seguir uno de los radios, que es la tariqah, la vía estrecha. Partir de la multiplicidad de lo manifestado para llegar a la unidad. Esta ley de la circunferencia tiene dos movimientos: el circular, al que la mayoría de los hombres se limita en una vida exterior, aunque a una distancia constante del centro. Para librarse de la rotación indefinida, del Samsara budista se ha de agujerear la corteza, tomando consciencia del radio que corresponde a la propia posición y comenzar un movimiento rectilíneo: el segundo movimiento, y allí, lo que es un obstáculo para los demás se convierte en apoyo y en medio de realización. El exterior: la circunferencia, marca la diferencia de tiempos y lugares, aunque la doctrina es única. La pluralidad politeísta no sería más que una desviación por el apego de las masas a la multiplicidad de lo manifestado, confundiendo el símbolo con lo que está destinado a expresar. Notemos en esto la importancia en relación con la génesis de las disfunciones psíquicas.
René Guénon coloca el ejemplo del desierto donde la diversidad de las cosas está reducida a lo mínimo y donde al mismo tiempo los espejismos revelan todo lo que de ilusorio tiene el mundo manifestado.
También señala la necesidad del desapego e indiferencia con respecto a los frutos de la acción, esencia del Bhagavad-Gita. En el taoísmo se tiende a escapar de la corriente de las formas, de la alternancia de vida-muerte, condensación-disipación, pasando de la circunferencia de la rueda cósmica a su centro, designado como el vacío, lo No Manifestado que une los radios y constituye el núcleo de la rueda. El que ha llegado al máximo del vacío, dice Lao-Tsé, estará restablecido sólidamente en el reposo. Aquí la simplicidad, la pobreza, el estado de infancia bien entendido, son términos que se identifican en el hinduismo, cristianismo, islamismo, y se caracterizan por el alejamiento de la riqueza. Lo contrario es el apego a la multiplicidad, a la dualidad del árbol de la ciencia, a la acumulación en todos sus sentidos, que imposibilitan la elevación a un estado primordial: el de la extinción del yo en la unidad. Llegando al centro nace el tchenn-jen el hombre verdadero del taoísmo, quien, mediante una elevación posterior hacia la totalización perfecta de sus posibilidades, se convertirá en cheun-jen, el Hombre Universal, El-Insanul-Kamil de los musulmanes.
Guénon se lamenta de la pérdida en Occidente de las ciencias tradicionales: astrología, numerología, geometría simbólica, etc., la mayoría están completamente perdidas; sólo quedan más o menos vestigios informes, a menudo degenerados, reducidos a meras artes adivinatorias desprovistas de todo valor doctrinal. También se lamenta del olvido de la influencia de los árabes en Europa, los grandes transmisores de Oriente.
Para acabar, señalemos algunos aspectos relacionados con el taoísmo y el confucianismo en la tradición china, cuya riqueza se remonta a unos 3.700 años antes de la era cristiana. El comienzo (emperador Fo-hi, o dinastía que establece el trigrama cielo-tierra-hombre) podría ser el despertar de una tradición muy anterior. Creo que las doctrinas tradicionales contienen en sí mismas las posibilidades de todos los desarrollos concebibles; por ello taoísmo y confucianismo, base común de la tradición china, no serían antagónicos, sino dos ramas de una misma doctrina; nunca fueron dos escuelas rivales. Lao-Tsé y Kong-Tsé (Confucio) son los respectivos fundadores. El taoísmo ya lo hemos conocido, implica una metafísica pura; el confucianismo implica un dominio práctico y se mueve en el terreno de las aplicaciones sociales. El confucianismo no se puede comparar con el positivismo occidental, puesto que lleva en sí una aplicación de los principios superiores, que serían los principios del Tao, Vía-Principio Supremo, y el Te (Tao Te-king): la virtud, rectitud, dirección específica en una existencia en conformidad con el Principio. Es una no-acción móvil. Colocado en el centro de la rueda cósmica, el sabio la mueve sin tener que preocuparse de ejercer ninguna acción. Su estado interior es la imperturbabilidad; por lo tanto no se pierde en especulaciones relativas, análisis e investigaciones del detalle en el que se enredan las múltiples divergencias de opiniones. Ése es el centro inmóvil de la meditación. Como ello no aparece en el exterior, ha sido un desconocido para Occidente. El confucianismo, cuyo punto de vista es la acción, no pierde de vista el “invariable medio”, el equilibrio perfecto, aunque se dedique a la vida ordinaria.
Apuntes. Ampliando lo anterior con nuestra opinión, podemos ver que estas dos concepciones, taoísmo y confucianismo representan al mundo interior y al exterior, tienen que ver con los procesos primarios y los secundarios, con el centro y la superficie de la circunferencia; son dos aspectos complementarios que en absoluto se excluyen. Desde el exterior se prepara el viajero, se mantiene en lo Manifestado para un día después de conocer su sitio personal, introducirse en lo No Manifestado. El exterior tiene que ver con el devenir, el flujo continuo de Heráclito, el eterno retorno. El interior, con el presente eterno de Parménides, el ojo del huracán. Las dos concepciones se dan en el camino correcto, como está expresado en “Todo cuanto necesitas está en tí”, un cuento de Fun Chang, donde un sabio y un emperador se encuentran frente a una catástrofe natural. Es una prodigiosa enseñanza entre el aspirante y el maestro.
«Ah…, de eso te hablaré más tarde, antes es preciso que tengas la base necesaria, que puedas percibir lo que eres», contesta el sabio a ¿qué es la energía? También «una planta que vive cerca del océano se asegura de que sus raíces se introduzcan profundamente para no ser arrancada por el viento»… Muchas personas… huyen de la realidad presente diciendo «si pudiera saber de dónde vengo, entonces sí podría»… para no servirse de los instrumentos que tienen… y evitar mirarse de frente…. Al sabio no le preocupa más que el momento presente. Puede ver el porvenir y el pasado pero no se deja llevar ni por uno, ni por otro.
El emperador comenzó a sacar cadáveres…y pronto se le unieron otros ciudadanos. Al ir a marcharse el sabio y requerirle el emperador por su presencia de confianza y de paz, el sabio le contesta «¡Esas personas que te rodean tienen la misma impresión contigo!».
En todo ello está el engranaje de la realidad útil, de la circunferencia exterior confuciana dentro de la que se desarrollla la expresión de la realidad del presente eterno, del centro, de la energía taoísta.
No hay centro sin circunferencia.
No quisiera acabar sin decir algo más sobre sufismo, particularmente en lo que se refiere a las enseñanzas de Abenarabi (Ibn Arabi) (Murcia, 1165), quien tuvo contactos con Averroes. Arabi habló de la vía de la verdad, que varía según la condición de quien habla. El estado de fana (iluminación), es la contemplación del Reino, distinto al dado. Se ha de buscar al rey fuera de su prisión: el mundo; eso es adab la conducta correcta. Hay que entrar en el khalwa (el retiro) teniendo a la imaginación bajo control con un corazón separado de lo superfluo, del engaño, para dedicarse al dhikr, representación de Dios, dedicando tu hinna –el poder de la intención del corazón–, a nadie más que a Él.
«… Si te quedas con lo que te ha ofrecido Él, se te escapará; si conoces esto, debes saber que Dios te está probando».
Arabi recomienda que se obre con el Divino Nombre de al-Sattar, el que vela. Después sigue un proceso a través de los seis reinos que recuerdan los campos alquímicos, aparecen al-asma al ilahiya, el manifestado y el oculto, la conducta adecuada para dar y recibir, contracción y expansión; llegando incluso, si no te detienes en las dádivas de los procesos, al «mundo de la barbarie, del desamparo, la incapacidad y las tribulaciones; y éste es el cielo más elevado».
También aquí tenemos a quienes son absorbidos en Dios Mustahlikun y a los que regresan Mardudun y a quien es enviado con un mensaje de dirección y guía alim, que es el heredero del conocimiento. Según las teorías de Arabi vemos que las tradiciones, sean budistas, mahometanas o cristianas, tienen mucho en común. El origen de la inspiración es siempre el mismo, sólo que adecuado a las circunstancias y culturas planetarias. Arabi, con sabiduría, expresa que todo buscador ha de experimetar inevitablemente el impacto de los estados, a lo cual añadimos que todos los mapas correctos tienen esa conexión, tal que, superpuestos, mantienen las mismas coordenadas esenciales y que más allá de esa información se ha de descender al impacto del territorio, sin perderse.
El erudito Miguel Asín Palacios ha estudiado prolijamente el islam y sus relaciones con el cristianismo. En concreto nos interesan sus investigaciones sobre el sufismo y sobre Arabi.
Por una parte Asín afirma rotundamente que existe una espiritualidad en el islam que tiene similitudes estrechas con el cristianismo. De hecho ya sabemos que se comparten las creencias en el Cristo y diversos santos. Las identidades de las que habla Asín se extienden a la doctrina, la vida ascética y mística que por una parte se han explicado como evolución del Alcorán, la doctrina de Mahoma, según Massignon, y como imitación de los monacatos cristianos según Asín. Lo importante quizás de esto es señalar los posibles contactos enriquecedores de ambas religiones. De hecho Asín reconoce la influencia de Averroes y Avempace sobre santo Tomás de Aquino, y de los sufíes sobre Ramon Llul.
Es importante señalar que el sufismo, según Asín, forma parte de una tradición heterodoxa dentro del islam, de una mística que propone como único camino el gustar de la experiencia, lo que verdaderamente nos recuerda a los místicos españoles. El murciano Abenarabi sería el representante de esa mística heterodoxa que, según Asín, tiene una identificación panteísta como meta de perfección y que obra como los místicos cristianos e incluso se llegaron a llamar isauíes, seguidores de Jesús.
Podemos añadir con respecto a lo expresado que, más allá de las disputas de propiedad a la que pertenecen los místicos, ya sean musulmanes o cristianos etc., tal vez sean ellos los que realmente vivan los presupuestos religiosos, verdaderamente, alejándose de la sobriedad de las instituciones que con su ortodoxia sobria apagan los sentimientos encendidos de éxtasis y devoción.
Roger Godel. Forma parte de este eje de reconocimiento a intelectuales occidentales buscadores, en quienes lo científico se moldeaba en lo filosófico. Desgraciadamente nos encontramos con que hoy están oficialmente bastante fagocitados por esa tecnología de utilitarismo exclusivamente mercantil y de consumo acaparador; Godel, como T. Brosse, es de esos científicos que han podido saltar la barrera del método aprisionante sin que les cause rubor. ¡Qué pocos quedan!
Mircea Eliade habla de Godel como médico, psicólogo, apasionado por los métodos del pensamiento científico contemporáneo, que toma la India como campo de sus observaciones.
Godel está preocupado por el psicólogo, de ahí que esté continuamente en sus referencias, espera que imite el ejemplo del físico moderno que se acerca al místico occidental y al sabio hindú, estudiosos de “los condicionamientos” para poder librarse de ellos. Ese esfuerzo le acercará al sabio hindú, precursor de los psicólogos occidentales en busca de la consciencia transpersonal. Tanto Guénon como Godel desarrollan su actividad, poco antes uno, y poco después el otro, de la mitad de este siglo XX. Godel dice que al psicólogo se le ha de exigir un despojo: liberación respecto de las rutinas del espíritu y de los modos clásicos de pensar, se ha de vivir una exaltación del nivel de consciencia. Existe una singular analogía que vincula simétricamente el orden que rige la materia y el que preside los dinamismos psíquicos. Godel va en pos de la experiencia liberadora que sería en verdad el conocimiento de lo intemporal en nosotros, sería una experiencia de inmortalidad. Nuestra cultura, ¿representa realmente el término último de las posibilidades humanas? Serios motivos incitan a creer que al hombre puede haberle sido dado llegar a una consciencia de lo real en una absoluta trascendencia del pensamiento. Godel, después de estas reflexiones, lo que busca es encontrar al liberado: al jivan-mukta, el liberado en vida. Nos comenta: «los jivan-muktas a quienes nos acercamos tenían en alta estima a santa Teresa de Jesús, a san Juan de la Cruz, y se complacían en citar trozos de sus escritos». En sus relatos viajeros, Godel consulta a los sabios, siendo ayudado por uno de ellos, haciéndosele evidente que el viaje exigía, para llegar a término, una luz que el pensamiento científico solo no puede proveer. Aconseja que el psicólogo atienda al liberado en vida, puesto que el intelecto como el deseo son condicionados por la psique. Un jivan-mukta se muestra plenamente humano, cumple sus funciones sociales y profesionales de un modo ejemplar, el fakir de la esquina hace más milagros que él.
En carta al biólogo Julian Huxley, Godel se queja de la tendencia a cerrar el estudio a los caminos inexplorados –terra incognita– en nombre del sentido común, en Occidente. Profundiza sobre la extinción de todas las actividades psicosensoriales para llegar a la experiencia última, a un ejercicio de la consciencia más allá del espacio y del tiempo. Y las cree respuestas para esta época nuestra, perturbada. Godel, preocupado por llegar a la verdad, se asesora para escoger a los verdaderos hombres liberados, respondiendo a una investigación empírica llevada hasta la última posición axil de la consciencia, según sus propias palabras. También expresa, refiriéndose a unas investigaciones en la India: «hemos evitado con cuidado todo contacto con milagreros y adivinos; los impostores son muy hábiles y abundan». Sobre el jivan-mukta, expresa que nuestro mundo se les aparece a través de una visión de impermanencia y de flujo que le recuerda a los teóricos de la relatividad. Hablando con ellos sobre los procesos de liberación, los miedos a la renuncia, el derrumbe de los soportes que Godel les plantea (soportes del ego), tan presentes para un occidental, el liberado argumenta que lo que se encuentra al final del trabajo es la paz del espíritu. Godel habla de Ramana Maharshi, que era tal su poder de atracción en Tiruvanamalai, que su ambiente ofrecía un espectáculo de los más heteróclitos y desconcertantes, de poderoso interés.
Godel quiere esclarecer los procesos del dominio sobre ciertas funciones neurovegetativas (metabolismo hístico, respiración celular, motricidad del tracto digestivo y urinario, ritmo cardíaco, acción sobre los fenómenos de despolarización y repolarización del miocardio), campo en el que se encuentra el hatha-yoga. También sobre ciertos fenómenos parapsicológicos: telepatía, clarividencia, precognición, psicoquinesis. El estado de consciencia produce una transformación que conlleva un enriquecimiento ético, un potencial benéfico y la agilización de las funciones mentales. Se supera la ilusión de la dualidad, testimoniando la unicidad de consciencia y cosmos; es el sunyata del budismo, la plena realidad de la beatitud de Meister Eckhart.
En el jivan-mukta, la experiencia liberadora conlleva: una llegada súbita, fulgurante y a veces inesperada. Se produce una transformación profunda. Todo ello nos recuerda a Gopi Krishna. Está desprovista de contenido intelectual y de imágenes, y es permanente y definitiva a diferencia de los yoguis. Godel, que se sorprende del equilibrio mental y la perspicacia, hace preguntas intentando desmenuzar la experiencia del jivan-mukta; le responden que ellos realizan en su pureza absoluta la naturaleza original de la Consciencia, y ello no se puede comprender si no es viviéndolo. Godel critica las explicaciones superficiales de psiquiatras y psicoanalistas sobre la patología mental, y deposita su esperanza en la búsqueda de ese eje de polarización trascendente como lugar de fuerza equilibrante para la psique. Investigar lo sagrado sería una tendencia instintiva puesta de manifiesto en los ritos de iniciación «porque no me buscarías si no me hubieses ya encontrado».
Godel recalca el problema de la dualidad ya que la trascendencia de los opuestos permitió a los rishis penetrar en el corazón de la experiencia liberadora, la realización de lo incondicionado de naturaleza ultra-mental. Las técnicas de liberación persiguen bajar el nivel de tensión de los complementarios, disminuir las cargas mediante procesos catárticos, o acrecentando el dipolo hasta que salte la chispa iluminativa, como en el zen. También, afectando ignorar el juego de los opuestos por vía directa, se suscita una epifanía de luz oculta. Godel no esconde los peligros de la liberación, el de los monstruos guardianes del paraíso; observando en sus investigaciones casos de muerte aparente, insomnio prolongado, desnutrición. Necesariamente los vasana (complejos) deben aparecer y manifestarse, dicen los “psicólogos hindúes”, para agotar sus frutos. Las potencialidades psíquicas, que desde hace tiempo dormían, ahora germinan, crecen, agotando la virulencia de todos sus gérmenes en latencia. De esto que nos explica Godel es interesante comprender que la carga psíquica inconsciente sufre desgaste en sus manifestaciones; como no sucede ese progresivo desgaste es manteniéndola en el inconsciente en estado de hibernación represiva, con la amenaza de que pueda irrumpir de forma imparable. Este proceso, que como ya vimos, no es en sí más que limpieza, se produce también en el chamán. La sabiduría es fuerza, el fuego sacrificial siembra el espanto por su violencia; como tal, Agni se asocia a Indra, el héroe matador del dragón Vitra. Indra desafía la muerte, su fuerza la ha tomado de un brebaje místico: el soma. Se producen fisuras por donde el pensamiento parece huir, toma formas, visiones, y estallan en escenas grandiosas o terroríficas, en fenómenos parapsicológicos incontrolables, verdaderas tormentas psíquicas. Son como los caballeros malditos que rodean la Sala del Centro en la búsqueda del Grial. Las tendencias esquizofrénicas que estallan presagian la muerte del ego. Un profano observador diagnosticaría una crisis fatal. Uno no se debe acercar a esos parajes sin haber desatado los vínculos con la dualidad. Toda la imaginería oriental nos ilustra al respecto. La máscara india de Kirttimukha forma un círculo de espanto alrededor del árbol de la vida.
En el ascetismo, sacrificador y víctima se encuentran en la combustión pu-rificadora, hacia la ruptura en el éxtasis o samadhi, con miras a la reabsorción última en la no dualidad como hace el jnanin, y no dilapidándola en manifestar sus poderes. Godel protesta sobre las consideraciones materialistas occidentales en las que los dioses son concebidos por un pensamiento simbólico deseoso de personificar conceptos abstractos, para descerrajar que semejantes criaturas solo existen en los catálogo de los mitógrafos –herbarios de flores secas–. Godel compara los caminos taoístas, budistas, búsqueda del Grial, vías de ascenso al conocimiento, en oposición al reino de la máquina, a la reja de números, lamentándose del poco progreso de la psicología.
Propone esta tarea al psicólogo: disciplina rigurosa, llegar más allá del mundo de las formas, que busque el valor y las significaciones funcionales sobre el juego antagonista de las fuerzas psíquicas, ahí la psique se mueve en un campo inestable de rupturas y reconversiones de equilibrio, hasta llegar a la consciencia unitaria. También le propone que profundice sobre la muerte y el mundo ilusorio y sobre la homología que enfrenta a los mediadores del espíritu con los psicoquímicos, y que investigue sobre el sueño despierto y las técnicas orientales de imágenes-piloto, tomadas de los grandes mitos, para ir más allá de la interpretación sexual psicoanalítica.
Como cardiólogo, Godel nos habla de la importancia del corazón sensible al desequilibrio psíquico más que a una disfunción fisiológica, centro de paz del universo, como un ser viviente de maravilloso equilibrio.
Para acabar, detallamos aspectos de una conversación con lo que él llama un «psicólogo hindú». A unas preguntas típicamente occidentales por parte de Godel sobre lo infranqueable, el hindú expone la libertad del movimiento de la psique y su energía como fuerza creadora de la consciencia en sus caracteres temporales. Consciencia que no es objetivadora, que no es «consciencia de». Con respecto a la multiplicación de los puntos de vista, el hindú argumenta que muchos yoguis cayeron en esto, llamándolo la vida cosmogónica, lo cual acaba en el agotamiento, la demencia o la explosión del aventurero. Hay respuestas que de nuevo se encuentran con la barrera de la vivencia, el hindú expresa que es tan difícil explicarlo como a un ciego los colores, que se ha de trascender la razón. Incluso habla de un consejo dado a un psicólogo por un sabio, sobre que se eclipsara en presencia del enfermo para que la intuición llegara al observador. Le decía: «muera usted para que él viva». Es una referencia clara a que el ego del terapeuta no se interponga en el camino de la curación. Para el «psicólogo hindú» los dinamismos complejos de la emoción y del pensamiento son comparables a ondas que vibran y corren en la superficie de un lago donde se entrecruzan en todos los sentidos. A este fenómeno le llama writis. El yo no es sino una red impermanente de writis asociadas fortuitamente en ese campo de energías que es la consciencia.