Kitabı oku: «Psicología y psicoterapia transpersonal», sayfa 7
Chamanismo
Psicodélicos y Alucinógenos. No podía faltar un apartado sobre lo chamánico por cuanto esta forma de entender el mundo ha ejercido una poderosa influencia sobre una gran parte de las últimas generaciones y sobre las psicologías que contienen un cariz espiritual.
Todavían resuenan los ecos poderosos y discutidos de las andanzas de Carlos Castaneda, cuyas obras parecen contener una encomienda de despertar a las personas hacia otra concepción de la realidad.
He conocido el mundo chamánico del sur de México, donde he encontrado que un buen chamán es transracional, no se ha quedado en estadios mágicos y simbólicos prepersonales; cuando está arriba domina lo que hay arriba, y cuando desciende a lo racional domina lo que está abajo, y además con una soltura que apabullaría al más exigente de los informatizados. En un relato de la revista Año Cero, resumí una de las experiencias. Es cierto que hay que ir con cuidado porque los astutos cazan a los turistas. El chamán realiza un trabajo paralelo a los curanderos que se esparcen por la geografía española. No realizan “viajes” con una intención hedonista o curiosa, sino que su camino es el de la curación. Concretamente don Patricio lleva tomando el hongo desde su juventud, tiene actualmente sobre los ochenta y cinco y afila el machete con dos piedras como un adolescente, y por supuesto trabaja como los demás vecinos. Es uno más en su pueblo.
El chamanismo es una forma de entender el mundo, la más antigua, integrándose en la naturaleza, en comunión con ella, conociendo sus secretos, sus leyes más íntimas. ¿Y quién puede negar que esta vía haya seguido su propio curso de evolución desde la noche de los tiempos y por ello haya transcendido lo racional? El chamán pasa primero por unas experiencias dolorosísimas para atravesar con su carne lo que después tendrá que curar y orientar en su pueblo. No se puede enseñar si antes no se ha aprendido, no en acumulación sino en la propia transformación. Es el libro del cuerpo. El chamán se sirve de plantas de poder que por alguna razón existen repartidas por todo el planeta; su transformación es guiada por un espíritu, así tiene acceso a la medicina sagrada. El chamán tiende a ser un hombre de conocimiento, diferenciándose del hechicero. El chamanismo, hoy, se transvasa a muchos buscadores occidentales que recogen así el testigo, lejos de la connotación variopinta de la choza y la maraca. El chamanismo ha alcanzado grandes perspectivas en las psicoterapias occidentales, sobre todo, como ya hemos expresado en otras ocasiones, por lo que conlleva de chamanización del terapeuta en su condición de transformación previa, de curador herido, lejos de una formación racional acumulativa y sin transformación. Antropólogos, profesores de diversas áreas (psicología, religiones, medicina, psiquiatría y psicología, etc.), se han dedicado a estudiar esta antiquísima tradición de comprensión de la vida en los cuatro rincones del planeta donde aún persiste. Tradición –lo que ha sido legado– que no pocos investigadores consideran similares a sus hallazgos; por ejemplo, Grof considera compatibles sus teorías con los antiguos sistemas de cartografiación chamánica.
Con una mayor dedicación a lo chamánico tenemos a Michael Harner, que es uno de esos antropólogos que pasaron de ser observadores asépticos que miran a los indios como “bichitos de estudio”, a involucrarse y ser uno más, y por supuesto a quedarse pasmado de lo que se “cocía” en aquellos extraños rituales. Michael Harner se caracteriza por su interés en transvasar la formación del chamán a escala occidental y procurar la formación de los mismos en sus cursos. No cabe duda de que la explosión Castaneda dejó sembrado el terreno. Harner distingue entre chamanes, médiums y conductores ceremoniales, como hechiceros y hechiceras. El chamán (palabra original de los tungus de Siberia) es de carácter activo, viaja hacia los espíritus, buscándolos en su propio mundo, conservando el control mientras permanece con ellos, a diferencia del médiun que es poseído voluntariamente. El hechicero es más bien un ritualista que actúa en la realidad ordinaria como un sacerdote, aunque también hay chamanes que son a la vez sacerdotes. El chamán se comunica con la naturaleza, habla con las plantas, los animales, pleno de humildad, totalmente afianzado en la realidad ordinaria. Es curioso que el buen chamán no se reconozca a sí mismo como tal; ello lo tiene en la realidad no ordinaria, donde el contacto con los espíritus le valida como tal.
Un aspecto interesante de Harner es el asesoramiento chamánico en cuanto a lo pedagógico se refiere, aunque él estuvo en su proceso de aprendizaje en contacto con tribus (conibos, jívaros, etc.) participando de la ingestión de sustancias alucinógenas tales como ayahuasca, guayusa, maikua, y así comenzó su antropología de los espacios no ordinarios. Hoy actualiza los medios sirviéndose de la electrónica, partiendo de la premisa de que no somos indios: de ahí el Harner Method Shamanic Counseling. El sonido de los tambores por auriculares y la narración simultánea permiten tener una visión completa del ECC: el estado de consciencia chamánica. El viaje es de búsqueda de contacto íntimo entre el individuo y el mundo del espíritu, sin intermediarios, aconsejadores ni interpretadores, hacia el encuentro de respuestas de importancia vital para la vida del “aventurero”, siendo en la realidad no ordinaria en donde las hallará y donde hallará a los verdaderos asesores. El auténtico asesor chamánico tiende a que el que realice el viaje no dependa de nadie para responder a las preguntas. Por ello no se practica la psicoterapia, e incluso a los psicoterapeutas se les previene con cierta “desprogramación;” por ello Harner aconseja a los asesores potenciales que brinden al chamanismo la oportunidad de funcionar por su cuenta ya que no necesita de “mejoras” con conceptos y técnicas de otros sistemas. En sus libros y en su cursos de formación Harner explica su proceso tanto personal como pedagógico.
Como hemos expresado anteriormente, son muchos los estudiosos del chamanismo, lo cual diversifica las posturas. Hay quien compara el éxtasis cha-mánico con la mística cristiana y quien los diferencia; se discute si es o no un fenómeno religioso; se propone la existencia de un neo-chamanismo, etc. Parecen más bien asuntos de tipo intelectual que poco revierten sobre la esencia del proceso.
Entre otros autores-vivenciadores están Miguel Palafox Vargas y Alvaro Estrada, aunque menos conocidos, pues no están dentro del poderoso contexto económico norteamericano. El primero convivió con los huicholes dándonos una completa descripción de sus vidas y sus costumbres, así como de experiencias con la peregrinación del peyote. El segundo relata su relación con María Sabina, quien con sabia ingenuidad respondía: «las cositas (hongos) me dicen qué decir y cómo cantar». María Sabina se revela como una de las maestras del chamanismo mexicano desde que la noche del 29-30 de julio de 1955, R. Gordon Wasson se iniciara en su primera velada de hongos –puro derrumbe– en plena sierra Mazateca. El chamán mazateco, vocablo que significa “hombre venado” procedente de la sabiduría chichimeca y del maya quitxé distingue entre chotá-a-chi-née “la persona sabia” y el tji-ée “el hechicero”, en un plano interior. En un plano intermedio estaría el chotáa-xi-bendáa, el “curandero”.
Joan Halifax, antropóloga y exploradora del budismo y del chamanismo, opina que el psicoterapeuta tiene que aprender mucho del “curador herido”. Esto es tan importante que incluso el chamán no puede curar lo que él mismo no haya atravesado. Ya sabemos que nuestra estupidez racionalista tacha a estos chamanes de esquizofrénicos; lo doloroso es que se atreva a opinar por soberbia, lo que desde esa perspectiva ni se entiende, ni se puede entender. Joan Halifax apunta la conveniencia de que el psicoterapeuta investigue ciertas maneras de curar del chamán. Por ejemplo: la prescripción de soledad a la gente enferma, a veces en sitios acogedores, ayunando durante tres días y noches, costumbre que no es muy diferente de la terapia morita que se basa en el budismo zen, donde el paciente es puesto en una habitación vacía para pasar por un período de aislamiento. La utilización de la ermita para la búsqueda de visión interna es otro contexto usado por los indios de las praderas americanas, donde se busca el contacto con el Espíritu para encontrar el propio camino. Joan Halifax critica a las psicoterapias convencionales porque su contexto prohíbe o inhibe la expresión de la negatividad del sufrimiento originado en los estados más profundos, tendiendo a moldearlos en conceptos y en símbolos, lo cual producirá comprensión, pero también un distanciamiento con respecto a la vivencia de los estados «en carne viva». Añade que las terapias humanistas y transpersonales sí que se acercan a ello, pero critica en el caso de algunas terapias transpersonales que aunque provocan estados muy profundos, suelen dar mucha importancia a estados altos de consciencia, estados placenteros del ser que no siempre llegan a lo realmente esencial, para añadir que mucha gente usa las tradiciones espirituales para encubrir sentimientos de extrema negatividad, aferrándose a sus almohadones de meditación como si fueran balsas. Es interesante recalcar el vínculo estrecho que Halifax establece entre chamanismo y budismo marcado por sus propias experiencias e investigaciones en ambos campos. El budismo Vajrayana floreció en la religión chamánica bompo del Tíbet. (Recordemos a Trungpa.) lo que también sucedió en la orden zen chogie de Corea. Para Halifax el chamanismo es primordialmente un diálogo con la verdad a través del vehículo de la naturaleza, es decir una tradicición terrenal que conduce hacia lo celeste, mientras que el budismo sería lo contrario, es decir, lo mismo, (conclusión mía). El Nierika – la mente en forma de flor inacabable– en el rostro del huichole Don José, hecha de múltiples generaciones de todos aquéllos que han recibido el influjo de la sabiduría, también se produjo en Bhután en compañía de un maestro tibetano. El silencio de la mente carente de movimiento –principio zen– facilita el inicio del viaje chamánico. En ambas perspectivas se parte de lo mismo: la danza de la impermanencia contenida en la danza de la interdependencia.
Halifax ya no está en Ohio, donde programaba enseñanzas junto a otros maestros. Hoy día, después de superar algún obstáculo, vive en el sur de California, en esos pueblos de raigambre hispánica. Sus enseñanzas siguen esas dos vías chamanobudistas, en sus publicaciones y en sus cursos, revertiendo a las personas hacia sí mismas en la soledad silenciosa del desierto. Es una mujer viajera e incansable que recorre los cuatro rincones del planeta.
Para Holger Kalweit el mensaje del chamanismo se basa en que la demencia es una salvación, aunque las experiencias extrañas por sí mismas no son suficientes para convertir a una persona en chamán. Completada la crisis iniciática, los chamanes pueden entrar y salir a voluntad de los estados no ordinarios. Son capaces de curar, objetivo de su tarea, e incluso pueden inducir estados similares en otras personas. Dice Holger que si fuésemos capaces de entender el sufrimiento y la muerte como procesos de transformación física y psíquica, como hacen los pueblos de Asia y las culturas tribales, ganaríamos una visión más profunda y menos desviada de los procesos psicosomáticos y psicoespirituales, y empezaríamos a darnos cuenta de las muchas oportunidades que ofrecen el sufrimiento y la muerte del ego. Para estas culturas tradicionales, la enfermedad, el sufrimiento y la muerte son manifestaciones de la sabiduría inherente del cuerpo, a la que basta rendirnos para alcanzar áreas de percepción capaces de revelar el verdadero fundamento de nuestra existencia terrenal.
Recapitulando los procesos que se atraviesan para convertirse en chamán, indígenas de diversas partes del globo manifiestan que sus poderes curativos provinieron de la superación de una enfermendad. Esto sucede en la tribu sagay junto al río Yes, de la misma manera que sucede en la comunidad siberiana soyot, y entre los zulúes, indios peruanos, etc.. Las niñas pasan por las crisis iniciáticas entre los 10-12 años. Los jóvenes a los 20-25 años. En casi todos ellos un espíritu atormenta al futuro chamán, un animal aparece en escena, bien sea el lobo, el cuervo, etc. Holger se debe referir al animal totémico, decisivo en la personalidad futura de quien lo encarna. Así, la enfermedad se convierte en una limpieza radical de las impurezas, es una resurrección que sigue a los terribles tormentos que acercan a la muerte para convertirse en la puerta de la vida. Entre los indonesios sucede algo parecido: la enfermedad es enviada por los espíritus celestiales que proveen a los iniciados de sus conocimientos y poderes. En Corea, el 90% de los chamanes son mujeres. El señor de la montaña, de barba blanca, arquetipo de la sabiduría, promete salud y buena fortuna. Los relatos que cuentan indican que no estamos ante mentes descarriadas, sino ante una forma elevada de percepción interna intuitiva. Y, como vemos, existe una forma común a pesar de las diferencias de raza y cultura. En todas, si el futuro chamán no acepta el camino, se convierte en una persona infeliz para toda su vida, si es que no se le fuerza a través de la enfermedad a aceptar el mensaje. Según Holger esta enfermedad puede tomar formas puramente físicas, como vómitos, transpiración, inapetencia, dolor, fiebre, agotamiento extremo, una enfermedad real que hace aflorar obstáculos e impurezas a la superficie, etc. Todo ello es rechazado por la medicina occidental pues pone demasiado énfasis en la manipulación puramente tecnológica y por ello se ha alienado cada vez más de la experiencia real del estado del paciente.
Añadamos a estos criterios que el chamán, el curandero, todavía surca la geografía de nuestros pueblos occidentales, sobre todo allí donde el racionalismo interesado no ha acabado con ellos. He conocido curanderos que curan a través del sueño, otros con las típicas hierbas, y otros más ocultos y extraños. Es obvio que nos visitan también desde hace un tiempo ciertos chamanes, como es el caso de Gerardo Pizarro, quien comenta con gracia su iniciación cuando fue lanzado a las pirañas del Amazonas.
Psicodélicos-Alucinógenos-Enteógenos
Como sabemos, la palabra droga tiene hoy una connotación negativa, puesto que en Occidente, por alguna razón no ajena a su propia crisis social, se ha convertido en un cáncer colectivo. Las drogas adulteradas y desacralizadas son verdaderos caballos de Troya para el organismo. Pero no es de estas drogas perniciosas, heroína, cocaína, etc., –saldos químicos sacados de plantas consideradas sagradas por los indígenas– de lo que lógicamente nos ocupamos aquí. Mas bien tengo que manifestar que muchos indios de los que conocí afirmaban de corazón haber sido curados en Huautla por el hongo y los buenos oficios de María Sabina, lo cual contrasta con estas drogas urbanas. El LSD es uno de los mayores exponentes en la cultura actual, derivado del cornezuelo del centeno, sintetizado en 1938 por Hoffman, S. Grof lo utilizó en pacientes terminales en Checoslovaquia y posteriormente junto a Joan Hali-fax, en Maryland (EE.UU.). Al parecer, esta planta ya se utlizaba en la antigüedad, en los misterios de Eleusis, camino del que nos dan una visión R. Gordon Wasson, A. Hoffman y C.A. Ruck. El LSD tuvo una rápida difusión no siempre conveniente, en el mercado. En psicoterapia se ha utilizado en numerosas ocasiones, y muchos terapeutas afirman que es el mejor fármaco. Su efecto positivo es esclarecedor, se accede a planos elevados de la realidad; desde allí se puede otear el horizonte personal y tomar nota al respecto. Es un proceso de autoconocimiento nada hedonista. El mal viaje es una visita a la negrura de los infiernos, por ello su uso ha de ser cuidadoso y orientado. Grof explica en sus obras, concretamente en Más allá de la muerte la gran importancia de las sustancias alucinógenas a lo largo de la tradición. Señala precisamente cómo desde tiempos inmemoriales de la humanidad se han utilizado plantas que contienen sustancias que alteran la mente, para diagnosticar y curar enfermedades. Al analizar el polen de las plantas que se encontraron enterradas junto a un chamán durante las excavaciones de un poblado neolítico en Çatal Hüyük, Turquía, se descubrió que eran alucinógenas. Se conocen informes de la utilización de drogas alucinógenas en la medicina china que datan de hace más de tres mil quinientos años. Como el mejor exponente de la droga como compañera de nuestras culturas se encuentra la recapitulación de Antonio Escohotado. Al mismo tiempo Grof afirma, con autoridad, que el efecto amplificador y catalizador sobre la mente humana que ejercen hoy los alucinógenos sobre sujetos elegidos al azar sugiere claramente que los elementos necesarios para estas sensaciones se encuentran en el inconsciente como elementos normales de la personalidad. Con respecto a la experiencia psicodélica, Grof nos comenta cómo las personas que se encuentran bajo los efectos del LSD sienten corrientes de energía poderosa que fluyen por sus cuerpos y una acumulación enorme de tensión alternada con descargas violentas.
Las experiencias inimaginables que se producen en las sesiones con LSD las atribuye Grof a que el enfrentamiento con la muerte es uno de los aspectos de la experiencia psicodélica. Otro aspecto importante es la lucha por renacer, en la que muchos individuos reviven el trauma del nacimiento. En el proceso de muerte-renacimiento, la muerte, el nacimiento y el alumbramiento se encuentran íntimamente ligados. La sucesión de sufrimiento físico y psíquico extremos viene seguida de experiencias de liberación, nacimiento o renacimiento, con visiones llenas de luz blanca o dorada muy brillantes. Sobre el viaje de curación, Claudio Naranjo desarrolló todo un libro poético y explicativo The Healing journey.
Además del LSD, la investigación ha descubierto otros productos entre los que podemos seleccionar algunos tan conocidos como:
El MDMA, Adam, también conocido como éxtasis, fue sintetizado en diciembre de 1912 y calificado como droga peligrosa por la ONU en 1985; se extendió por el mundo terapéutico por sus efectos menos duros que el LSD. Produce, como todo alucinógeno, un estado de salud mental artificial, como expresa Claudio Naranjo. Son cuatro horas en las que se anestesia el ego, la neurosis infantil, en un estado amoroso y sereno, donde evolucionan y se clarifican las relaciones. Si el uso es repetido se produce un agotamiento de los receptores, con sus consecuencias psíquicas y con el correspondiente peligro que proviene de utilizarla en fiestas para una satisfacción que obvia la limpieza personal y el dolor. El MDMA (metilendioxianfetamina) provoca sensaciones sociales y perceptivas no ordinarias; no es claramente un alucinógeno según algunos, sin embargo sí que hay que diferenciarlo del MDA o píldora del amor, de efectos aparentemente más tóxicos, lo que afecta a las consecuencias legales. Los efectos del MDMA, según son descritos, abren a la persona a sus sentimientos e intuiciones, a su propio despertar de la consciencia y a la empatía con los otros.
Otros tipos de sustancias, en este caso naturales, como el peyote de los hui-choles, los diversos hongos, sobre todo del sur mexicano psilocibina y psilo-cina, las ayahuasca en suramérica, las archiconocidas hachis, marigüana, las típicas de la tradición europea: beleño, mandrágora, amanita, belladona, estramonio, etc., han estado presentes en nuestra cultura. La bebida soma del Rig-Veda y el haoma del Zend-Avesta estaban hechas de amanita según Robert Gordon Wasson, quien además afirma su generalidad como mecanismos expansores de la mente en las culturas antiguas. Patañjali ya afirmaba que “los poderes sobrenaturales se obtienen de nacimiento o mediante drogas, el poder de la palabra, la autodisciplina o el samadhi”. Aldous Huxley y otros clásicos nos pusieron al corriente sobre estos caminos, sobre los que Occidente apenas tiene nada sistematizado. Sin embargo, las tribus indias lo conocen con exactitud. La sustancia psicodélica en un trabajo organizado puede servir, si se desea, como un vehículo de profundización del propio investigador y del terapeuta, para explorar sus zonas desconocidas y cartografiar las distintas regiones de la mente, para atravesarlas y así tener las claves de los procesos por donde puedan encallar sus clientes. Sin embargo no se puede despreciar la dureza secundaria de los productos farmacológicos, ya que no es fácil controlarlos. Cuando el LSD sube, sube; es imparable, aunque se desee bajar fervientemente. A eso hay que añadir las molestias de los productos fijadores del ácido. Por el contrario, el chamán recalca el efecto beneficioso y curativo de sus productos naturales, usados para curar. No olvidemos que en nuestra cultura religiosa, en su núcleo, la misa, el sacerdote bebe y come, y da de beber y comer. Tal vez entre los antiguos cristianos de las catacumbas se llevaba más lejos la experiencia.
Como colofón de lo estudiado, no podemos confundir un trabajo organizado con personas responsables, con un indisciplinado y a veces perverso uso de lo que se llama comúnmente “drogarse”.
El producto psicodélico, la planta psicotrópica, no podemos ocultarlo, es un vehículo tan poderoso de transformación que nos abre a realidades que desde una consciencia ordinaria aparecen como imposibles. Por ello su uso es delicado en extremo.
En este apartado no podría faltar nuestro amigo Richard Yensen, quien se formó como investigador de drogas psicodélicas en el ya mítico hospital de Maryland, además de estar en relación con el chamanismo mexicano y con Castaneda. Yensen trabaja actualmente con su compañera Donna Dryer en investigaciones con alucinógenos en el campo psicológico, en el único programa aprobado por la administración americana soportando las dificultades que tienen para llevar esta empresa a flote, pero de sus comunicaciones se desprende la ilusión del pionero por acceder a esos planos de realidad a los que tanto miedo les tiene nuestra humanidad consumista. Desde hace años Yensen escribe artículos muy valorados sobre este tipo de investigaciones; de ellos se desprende la ilusión del buscador humano abierto a lo desconocido e invocando a la sociedad para que admita que la investigación con potenciadores psicotrópicos y psicodélicos, además de echar mano de la forma en que las antiguas culturas los usaban como método de curación y organización, es una labor que puede ofrecernos nuevas cotas de evolución y de curación, pues el panorama que estos productos abren, como telescopios interiores, es un enigma independiente del punto de vista que se tenga, aunque a la hora de la práctica se ha de tener en cuenta quién lo hace como terapeuta, dónde y cómo, pues el principio de incertidumbre también está presente en el uso del LSD y otras drogas, de tal manera que hay que sopesar “los métodos de medición” y las posibles influencias sobre los procesos.
Me llama mucho la atención esa forma tan humana de investigar de Yensen, pues se implica en ello y nos da a conocer sus propias posiciones internas. El caso de Joe, paciente de 70 años con un cáncer terminal que se sometió a una terapia con DPT, (droga psicodélica cuya acción es menos duradera que el LSD), sirvió para recapitular la vida personal y preparar la antesala de su muerte de una manera serena y aceptada. Richard comenta que en la terapia psicodélica –donde se enfrentan profundamente las claves de la enfermedad y de la muerte, la inminencia de ésta o la psicosis– no hay separación de sujeto y objeto, de terapeuta y paciente, lo que supone una previa y decisiva preparación profesional y personal.
Richard Yensen explicita que existen tres paradigmas sobre la utilización del LSD:
La psicopatomimética, que afirma que el LSD crea un modelo de psicosis. La psicolítica, sosteniendo que el LSD altera las relaciones entre el consciente y las partes inconscientes de la personalidad, y por lo tanto crea un estado útil terapéutico de orientación psicoanalítica. Y la psiquedélica, que asume que el LSD facilita experiencias cumbre y experiencias místicas cuando se administra en dosis apropiadas y en el contexto adecuado. Este paradigma está unido al ya mítico hospital psiquiátrico de Maryland (USA). Todas estas teorías nacen de estudios que ya se inciaron conjuntamente con las investigaciones químicas modernas, aunque sabemos que el uso de los productos psico-trópicos se remonta a los orígenes de la humanidad.
Richard Yensen, partiendo de la continua crisis de los tratamientos psicológicos y psiquiátricos, demanda que el estudio de estas drogas psicoactivas no sea olvidado ni archivado, puesto que tenemos la necesidad imperiosa de avanzar en el conocimiento del rol y de la función de la mente humana en la salud y en la enfermedad. Así pues, el LSD y otras drogas son una promesa importantísima para la humanidad, de tal forma que el único camino es profundizar en la comprensión de cómo usarlas adecuada y responsablemente, puesto que los resultados experimentados son innegables.
La terapia con LSD y otras drogas se ha llevado a tratamientos paliativos con enfermos terminales, en casos de psicosis o nerurosis graves; en alcohólicos como se ha hecho en Canadá, con resultados considerados como preventivos y ejemplarizantes por la experiencia de locura transitoria en algunas personas, pues así comprenden que esa locura es a lo que definitivamente les puede llevar el abuso del acohol; o por el contrario frente a la experiencia de la belleza trascendente y redentora como curación de esas dimensiones. Para todo ello es necesario que se aclaren las informaciones críticas sobre el LSD asociado a la histeria y a los daños a los cromosomas, al movimiento hippie y a su parafernalia. Los nuevos paradigmas, según Yensen y Dryer, han de incluir también el paradigma de las drogas unido a los conocimientos del pasado para así dar repuesta a nuevos niveles de investigación. Es, pues, necesario seguir un trabajo cuidadoso y científico en todos los niveles posibles, desde las fronteras moleculares de la comprensión del cerebro a sus relaciones con la consciencia, de tal manera que ninguna cultura que aspire a una completa humanidad puede dejar esto de lado.
Richard Yensen y Donna Dryer, –su esposa– viven con esta perspectiva.
Fármacos. No podemos olvidar otro tipo de droga, legal para mas señas, como los fármacos de prescripción psiquiátrica o médica, pues su efecto, de ser necesaria su prescripción en casos determinados y teniendo en cuenta las complicaciones sociales, en ningún momento ha de yugular la experiencia que vive el paciente. Encuentro muy difícil la recuperación en personas que ya se han habituado a la precaria solidez de los fármacos, lo cual da lugar, por un tratamiento seguido de años consecutivos, a que los pacientes se sientan impotentes para dar el salto y conseguir una libertad fundamentada en su propio autoconocimiento. Joan Halifax siente mucha pena por la fuerte medicación que se les pueda dar a personas que experimentan las crisis chamánicas de conocimiento y las crisis de crecimiento, anulándose el potencial para curarse a sí mismas y a los demás, siendo químicamente, si no físicamente, encarceladas. También menciona la dificultad de trabajar con esas personas, una vez quedan atrapadas en ese proceso.