Kitabı oku: «Siempre tú. El despertar», sayfa 3
Se reunieron en la estancia más alejada de la habitación para no estorbar mi descanso y estuvieron hablando un buen rato. No intenté averiguar a qué conclusiones llegaban en su conversación. Me dejé llevar por una sensación de rendición y agotamiento total y quedé profundamente dormido.
El ruido de la persiana que se movía me despertó. Ya era de noche y Anna la bajaba. Al verme despierto se acercó a la cama y me preguntó cómo estaba.
—Después de esta dormidita parece que me encuentro mejor —dije, aunque con voz débil.
Me quedé mirándola, esperando que fuera ella quien hablara. Me había prometido a mí mismo que no me opondría a su decisión, fuera cual fuese.
PRIMER INSTITUTO
Inicio de curso
El Masnou, 1998
Lunes, 14 de septiembre
07:30 h
Hoy empiezo tercero de ESO en un nuevo instituto. Está en las afueras y he de ir en autobús. Por lo que dicen Anna y Jordi, es uno de los institutos de más prestigio de la zona y vamos todos uniformados.
He pensado que era una buena fecha para empezar a escribir mi diario. Parece el comienzo de una nueva etapa.
Este cuaderno que ahora empiezo a escribir es un regalo que me hizo mi madre, el único que yo recuerdo. Qué comienzo más triste y estúpido para un diario, pero es mi base. ¡Solo mi diario y yo! Bueno, solo solo tampoco estoy. Ahora vivo unos días con los tíos y otros con los abuelos.
No me compadezco y tampoco pienso escribir cada día. Solo lo haré cuando me haga falta.
A ver qué me depara el día.
20:00 h
El día no ha sido muy bueno. Mis compañeros de clase han estado estudiándome con la mirada como lo harían con un bicho raro en un laboratorio. Eran miradas de recelo y alguna también burlona.
Supongo que mi aspecto no ayuda mucho. Mi pelo rojo y mi altura por encima de la normal junto con mi peso, muy por debajo de la media, me dan un aspecto muy descompensado y parezco un lápiz con brazos que camina con unos pies del 45. Por si eso fuera poco, debo añadir a mi aspecto otro complemento: mis megagafas de cristales gruesos, que dan a mi rostro alargado un contrapunto de caricatura. Mi acento inglés tampoco me ayuda.
Creo que al final del día muchos ya se han formado una opinión sobre mí y me deben haber colgado la etiqueta de empollón o..., no sé, algo así.
Aunque entre ellos se conocen por el nombre, a mí me llaman Martínez.
De acuerdo, yo también les he estado observando y también he empezado a hacerme alguna opinión. Creo que son un grupo de niños consentidos. Móviles punteros, cortes de pelo a la última y las niñas todas maquilladas y las uñas pintadas.
¡Parezco un pulpo campando por el desierto! Muy pero que muy fuera de lugar. Eso sí, es divertido ser el pulpo. El uniforme obligatorio es lo único que me hace parecer igual a ellos.
Viernes, 18 de septiembre
Hemos hecho equitación. Es la única ventaja que veo a ir a un instituto de esta categoría. Me ha encantado la clase. Los caballos son unos animales magníficos. Subido a uno de ellos, me siento invencible. He querido hacer una galopada al estilo Indiana Jones, pero el profesor ha parado mi caballo y he pasado el resto de la clase mirando desde fuera. Los demás se han reído de mí, pero he disfrutado tanto de esta pequeña galopada que no me ha importado mucho. Espero con ansia la próxima clase de equitación.
Parece que los compañeros se decantan por el trato burlón. Se meten conmigo por mi forma de hablar y mi acento peculiar. Además he tenido la mala suerte de que en clase de Mates la profe, la señorita Gertrudis, me ha preguntado la solución de un problema un poco liado y he contestado bien, claro... Ha quedado gratamente sorprendida y me ha puesto como ejemplo para los demás. Así pues, seguro que estoy en la lista negra de los clasificados como repelentes. ¡Ahora sí que me los he metido en el bolsillo!
Estoy viendo que será un curso difícil si mi propósito era pasar desapercibido y encontrar algún amigo/a. Lo seguiré intentando. Aún no me conocen. Seguro que cuando lo hagan conseguiré entablar alguna amistad.
Yo también he empezado a conocer más a mis compañeros. No por la conversación que me dan, que es tan escasa que se podría decir que no existe. Soy buen observador. De acuerdo, tal vez no lo soy tanto, pero es lo único que he podido hacer y no ha ido tan mal.
En clase somos veintitrés alumnos. Por la manera en que se relacionan entre sí, los podría dividir en tres grupitos y yo, que de momento voy por libre.
El grupo más numeroso está integrado por la popular people y su séquito, que les ríen todas las gracias y les obedecen en todo. Los líderes de este grupo siguen, evidentemente, el estereotipo de personas físicamente atractivas y representan a las familias más importantes de los alrededores. En realidad, los líderes del grupo son solo tres: Roberto Camprubí, Eloy Casamitjana y Ona Puig Domènech.
Roberto es alto y rubio, tiene pinta de nórdico y parece muy inteligente, aunque lo que mejor sabe hacer es manipular a los demás. Tiene madera de líder y lo que él dice va a misa. Con estas cualidades, su ego está por las nubes y es un narcisista y un creído de categoría.
Eloy también es alto, pero es más corpulento y tiene el cabello negro siempre de punta. No parece tan inteligente, pero es más atrevido y solo se deja mandar por Roberto. Lleva un pequeño tatuaje en el brazo que le gusta enseñar a las niñas porque sabe que las impresiona. El tatuaje es un grafismo oriental. Él dice que es ninja.
Y Ona... Oh, my God! ¡Es guapísima! De piel morena y cabello azabache, largo y brillante como si fuera de hilos de seda negra. Sus ojos son oscuros, de mirada muy intensa y pícara. Es alta y su figura esbelta no esconde la sinuosidad de sus pechos redonditos como dos naranjas. Su físico destaca sobre el de las demás compañeras de curso. Diría que es inteligente, pero sus conversaciones son muy superficiales y todo el día se está mirando en cualquier superficie que la refleje. ¡Ah!, tiene un tic nervioso en la cabeza que mueve constantemente para ponerse bien el cabello. Evidentemente es consciente de que todo el mundo se fija en ella, y parece que este hecho le encanta. Como todas las otras chicas, va muy pintada. Creo que, si no fuese tan retocada, aún resultaría más bonita. El maquillaje le oculta algo sincero y espontáneo. Bueno, I don’t know.
Otro grupo es el de los puritanos y empollones. De hecho, son cuatro: tres chicas y un chico. Son tan callados y tímidos que aún desconocería sus nombres si no fuera porque algún profe les ha llamado en algún momento. Solo se relacionan tímidamente entre ellos. Miran con desconfianza a los demás. Desconfianza que se vuelve mayúscula cuando se fijan en mí. Supongo que en algún momento han sido víctimas de alguna bromita por parte de los compañeros y deben pensar que yo también me divertiré a su costa. Cuando hablan entre ellos lo hacen en voz baja y en una actitud extraña, como si siempre estuvieran criticando. No parecen tan felices con su rol como los del primer grupo.
Por último está el grupito de los extraños. Son muy raros y no solo por su aspecto. Destacan dos personas. Una es Sira Carbonell, que lleva el cabello a lo afro. Unas gafas demasiado pequeñas y redondas, de pasta negra, logran encapsular su mirada penetrante en una jaula de cristal grueso. Siempre lleva colgado del cuello, con una cinta de terciopelo negro, un crucifijo de tamaño exagerado que busca y toca constantemente con la mano, como si temiera perderlo. Está decorado con unas bolitas de diferentes tamaños y colores llamativos, desgastadas por la fricción constante. También pertenece a este grupo Carlos Mir, que tiene el cabello pelirrojo, algo más claro que el mío, y es un chico enorme. Lleva la camisa abrochada hasta arriba aunque siempre está sudado. Tiene los ojos demasiado juntos y una boca pequeña, o unas mejillas muy grandes, dilo como quieras. Aunque por la manera de abrocharse la camisa puede parecer un chico cohibido, en realidad hace lo que sea necesario para imponer su presencia a los demás. La primera vez que me habló yo estaba sentado en el comedor del instituto. Se acercó y sin que hubiera abierto la boca se me puso delante como un luchador de sumo, con las piernas abiertas y poniendo las manos sobre las rodillas flexionadas. Me observó fijamente de arriba abajo mientras masticaba su chicle de forma exagerada. Después, se marchó diciendo: «Espaguetis más largos que tú me los desayuno yo en un pispás». Tal vez dice estas cosas para que los demás no nos metamos con él. Yo, por si acaso, no pienso acercarme mucho. No me gusta la idea de ser su bocadillo de media mañana.
Los miembros de este grupo se relacionan con los demás, pero guardando las distancias y dejando muy claro que son diferentes.
Supongo que, para los otros, pertenezco a este último grupo, el de los extraños, pero yo no me identifico. Tendré que crear mi propio grupo aunque, de momento, solo esté yo. Será un grupo abierto, no como los demás. Será el grupo de los normales, los que no se esconden bajo falsa apariencia, los que viven la vida y dicen las cosas tal como las sienten. ¡Hala! ¡Venga, chicos! Venid a engrosar las filas de este grupo.
Martes, 20 de octubre
El grupo de los populares ―o, mejor dicho, Ona y Roberto― están preparando una fiesta de Halloween al estilo americano.
Curiosamente, han invitado a toda la clase menos a mí. Reconozco que no sé cómo tomármelo, si como un cumplido, como un insulto o como un desafío. Me sigo sintiendo como un pulpo fuera de lugar que trata de encontrar su océano. Durante todo este tiempo he intentado caerles bien, entenderlos. He hecho un poco el payaso para que se rieran conmigo y no de mí. Debo confesar que incluso he intentado pertenecer a un grupo, el de los extraños, claro, pero no ha resultado. Primero parecía que funcionaba, pero de pronto los compañeros se han cerrado, como si hubiera hecho alguna cosa mal. Ahora, cuanto más intento acercarme, más lejos me siento de ellos. La verdad es que estoy enfadado porque no lo entiendo. ¡No quieren conocerme!
Además, Ona me mira de manera extraña, con los ojos cargados de odio. Bueno, todos me miran mal, pero su mirada es la que me hace más daño. Siento su desprecio como una pesada carga que llevo cuando estoy en el instituto. Cuando me marcho a casa se convierte en una profunda tristeza. A la hora de ir a dormir no me la puedo quitar de la cabeza. Intento averiguar cómo empezó todo. Encontrar el motivo de su odio... Quisiera que me lo explicara, tal vez así lo podría arreglar... Pero no me atrevo a preguntárselo. Ya la conozco un poco para saber que sus palabras pueden tener un tono afilado y lleno de rencor que no podría soportar. ¡Caray, me gusta mucho esta chica!
¿Cómo puedo averiguar qué demonios he hecho mal?
Bueno, hoy me ha quedado claro que en mi grupo, de momento, solo estaré yo. Como diría mi abuela, mejor solo que mal acompañado.
Sábado, 31 de octubre
Hoy es la fiesta de Halloween. Me he enterado de que la haces en tu casa, Ona. Deseo que lo pases muy bien, de corazón.
Lunes, 2 de noviembre
Todos habéis llegado a clase radiantes y felices. Parece que la fiesta os gustó. Incluso se podría decir que los tres grupos parecéis más cohesionados entre vosotros. Algún miembro de los extraños ha conversado de forma inusual con seguidores de los populares y parecían conversaciones bastante amistosas. Todo parece un poco diferente. Todo menos las miradas de desprecio que tú y los demás me dedicáis. Puede que nuestra relación haya cambiado un poco, pero a peor. Ahora, además de odio y desprecio, capto de vuestra parte un tono de burla. Parece que has aprovechado la fiesta para dejarme como un trapo sucio y poner al día a los demás de lo que sea que haya hecho mal.
He de acabar con esto de una vez. Al menos quiero saber de qué va. Tengo que preguntártelo. Sea lo que sea no podrá causarme más daño del que ya me hace.
Lunes, 16 de noviembre
¡No lo he podido aguantar más! Hoy, por fin, el dolor de sentir tu odio me ha dado el empuje para enfrentarme y preguntarte de qué vas. Debo confesar que me has dejado de pasta de boniato, aunque supongo que eso ya lo sabes porque la expresión de mi cara te lo debe haber dejado bien claro.
Jamás habría imaginado que tienes vocación de detective y que te pone tanto conocer los detalles más tristes de la vida de los demás para airearlos a los cuatro vientos. Lo tuyo ha sido un gran trabajo de investigación periodística. Chica, ¡tienes futuro! Lo has hecho muy bien. Habrás disfrutado mucho buscando información sobre mí y mi familia. Te habrás quedado bien ancha, cacareando que mi madre está internada por padecer una enfermedad depresiva y que mi padre murió en extrañas circunstancias. Ahora que cuando me ha parecido que disfrutabas más ha sido cuando me has acusado de delincuente y drogata.
Sí, chica. Me has desmontado por completo. Afortunadamente, he tenido un momento de lucidez para decirte que eso pasó hace ya tiempo y que no me conoces ni me conocerás lo suficiente para entender por qué lo hice. Después me he hundido en un tortuoso abismo de impotencia y desesperación, del que espero que me veas salir algún día.
¿Por qué? ¿Por qué te has puesto a buscar detalles de mi vida? ¿Lo haces con todo el mundo? ¿Intentas controlar a todos para ponerte por encima de ellos, dejándoles bien clarito que conoces hasta el último detalle de sus vidas? ¿O es que sientes un interés especial por mí? Si es eso, yo realmente esperaba que tu interés por mí fuera de otra manera.
Bien. Ya está todo dicho. Ahora no tengo más ganas de escribir.
Jueves, 10 de diciembre
Sigo solo en el grupo de los delincuentes drogadictos. Parece que ya os habéis hartado de mostrarme vuestra aversión, o tal vez soy yo que ya no me entero. Disimulo y me hago el fuerte ante ti y los demás, haciendo ver que paso de vosotros. En casa trato de ser el de siempre para no preocupar a Anna y a Jordi. Ya hacen bastante por mí. En todo caso, no sé si lo consigo. Anna, siempre tan observadora, me estudia con la mirada y de vez en cuando pregunta si tengo algún problema. Yo me hago el despistado.
Hoy nos han dicho que el día 18 de diciembre haremos el amigo invisible. Ya han repartido las papeletas para que sepamos a quién le debemos dar nuestro regalo. A mí, como muestra de mi mala suerte, me ha tocado hacerle el regalo a Roberto. Supongo que le haré un regalo simbólico, tipo gorra de policía o una porra para que esté preparado si quiere enfrentarse conmigo. Seguro que hay alguien que se habrá sentido muy decepcionado al ver que le ha tocado hacerme el regalo. También supongo que será un regalo simbólico, como unas esposas o un pasamontañas. No espero nada mejor.
El tiempo me pasa como en una nube. Todo es disperso y todos estáis distantes. Y en medio de esta niebla espesa estás tú, como una lucecita a lo lejos que se aparta más si intento acercarme. Guardaré las distancias solo por miedo a que, si me acerco demasiado, te alejes tanto que todo quede oscuro.
Viernes, 18 de diciembre
El regalo del amigo invisible han sido las esposas. Todo el mundo estaba enterado y esperaban ver mi cara al abrir el regalo. Yo he hecho como si nada. Me las he puesto colgando del bolsillo del pantalón y me he quedado tan ancho. Mi reacción parece que les ha sorprendido. También le ha sorprendido su regalo a Roberto. ¡Tal vez ha sido él quien me ha regalado las esposas!
Feliz Navidad, Ona.
Día de Navidad
Lo hemos celebrado en casa de los abuelos. Es mi primera fiesta familiar en mucho tiempo. Ha estado bien, aunque me hubiera gustado tener una familia más larga llena de primos. Me han dado una gran sorpresa cuando Jordi y Anna me han regalado una bici de montaña y los abuelos el casco. Aunque parezca mentira, es mi primera bicicleta y me hace mucha ilusión. Jordi dice que haremos alguna salida él y yo.
Año 1999
Lunes, 25 de enero
Ha pasado algo diferente. Por primera vez en todo este tiempo no me has dirigido una mirada de rencor o resentimiento. No porque hayas cambiado de opinión sobre mí. Más bien parecía que tú, como yo, también vives en una nube. Estás en otro sitio. Tu mirada y tu pensamiento se alejan cada dos por tres del mundo real. Revives una y otra vez algo que te angustia y no te deja tranquila. ¿Qué te pasa, Ona?
Miércoles, 27 de enero
Sigues intranquila y distraída. Los demás no se dan cuenta porque intentas disimular cuando los tienes cerca. Pero a mí no me engañas. El tono de tu piel bajo los párpados es un poco azulado, como si no durmieras mucho. Tu aspecto, siempre excepcional, tiene ahora unos sutiles matices de descuido. Tu cabello, siempre suelto y que luces de forma llamativa, ahora lo llevas recogido en una sencilla cola, escondiendo así parte de su brillo. Parece que te quieras esconder, pasar desapercibida. Tú no lo sabes, pero yo de esto entiendo un poco.
Lunes, 1 de febrero
Hoy he hablado contigo. No sé de dónde he sacado el valor para hacerlo. He elegido un momento que no había ningún compañero cerca. He dejado caer mis libros a tu lado y mientras los recogía te he hablado. Después de tanto tiempo sin hacerlo me he sentido extraño. Te has sobresaltado. A mi estúpida pregunta «¿Qué te pasa, Ona? ¿Te puedo ayudar?», me has contestado con un ridículo y cortado «No, gracias, estoy bien». No es una respuesta digna de tu natural elocuencia y da a entender claramente que no estás nada bien y que sí que te ha pasado algo. Después me has mirado incrédula, al entender que te he pillado y has huido corriendo por miedo a que pudiera descubrir de qué se trata. Me has estado evitando durante todo el día y casi ha resultado divertido. Este ha sido el primer síntoma de debilidad que has mostrado desde que estoy en el instituto y, aunque no me gusta saber que estás mal, estoy feliz de ver que no eres de hierro, chica.
Jueves, 11 de febrero
Has estado un par de días sin venir al insti. Parece que has pasado una gripe intestinal de esas que están tan de moda. Realmente hoy todavía tenías mala cara. He visto como me buscabas con la mirada y como, cuando me has encontrado, en tus ojos ha refulgido una chispa de pánico.
Chica, ¡no hay quien te entienda! Un día te deleitas dejándome como un criminal y al otro, el hecho de verme te produce pánico. Bueno, dicho así tiene cierta lógica. Es una reacción bien normal tener miedo de los criminales... En todo caso soy un criminal de buena pasta y he optado por darte un poco de tiempo y espacio. No quiero molestarte.
Viernes, 12 de febrero
¡Casi lo estropeo todo! Eloy ha venido a buscarme a la hora de comer con ganas de pelea. Me ha provocado metiéndose con mi comida vegetariana mientras yo intentaba comer algo. Al ver que no le hacía caso, se ha enfadado mucho y ha empezado a meterse con mi familia y con mi madre. Finalmente, ha conseguido sacarme de quicio y ha habido un momento en que no he podido más. Le he mirado fijamente a los ojos con la convicción de que, si no callaba, lo haría callar. Le he dicho: «¡Deja de meterte con mi madre, ninja de mierda!». Él ha dudado un momento. Más que mis palabras, creo que lo que le ha detenido ha sido el cambio de expresión en mi mirada. Pero se ha rehecho y ha continuado provocándome. Tengo que admitir que es valiente. En Inglaterra no encontré a muchos que se enfrentaran a mí cuando me ponía de mala leche. Me he levantado de la silla y me he encarado, empujándolo fuertemente. Él ha hecho lo mismo conmigo y me he desequilibrado. He caído y se me ha echado encima para empezar a darme golpes. Yo también lo golpeaba duro. Dos profesores de tercero se han acercado y nos han separado. Cuando han preguntado por qué nos estábamos peleando, Eloy ha dicho que he empezado a atizarlo cuando él iba hacia su mesa tranquilamente y todos los presentes le han avalado. A mí nadie me ha creído. Finalmente ha venido el director y, tras oír las explicaciones de los dos profesores, me ha dado una buena bronca delante de todos y me ha dicho que haría constar esta falta en mi expediente. Me ha hecho saber que, si volvía a hacer algo semejante, sería expulsado del instituto. Lo peor ha sido después, cuando he tenido que dar la nota a Jordi para que la firmara y demostrar así que mi familia quedaba al corriente de estos hechos. Se ha enfadado mucho conmigo y me ha castigado sin poder salir en dos semanas.
Lo que más me ha dolido es lo que le ha dicho a Anna cuando creía que no le escuchaba: «Ya te decía yo que este gilipollas nos daría problemas muy pronto». Anna ha tratado de quitar importancia al asunto, pero también parecía molesta.