Kitabı oku: «Compañero Presidente», sayfa 3

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El Partido Socialista adopta como método de interpretación de la realidad el marxismo, enriquecido y rectificado por todos los aportes científicos del constante devenir social. La actual organización capitalista divide la sociedad humana en dos clases cada día más definidas, una clase que se ha apropiado los medios de producción y que los explota en su beneficio y otra clase que trabaja, que produce y que no tiene otro medio de vida que su salario.

Al contrario de lo que tradicionalmente se sostiene, el Partido Socialista habló en aquel documento de la necesidad de una suerte de dictadura del proletariado:

El régimen de producción capitalista, basado en la propiedad privada de la tierra, de los instrumentos de producción, de cambio, de crédito y de transportes, debe necesariamente ser reemplazado por un régimen económico socialista en que dicha propiedad privada se transforme en colectiva. Durante el proceso de transformación total del sistema es necesaria una dictadura de trabajadores organizados.

Incluso descartó la posibilidad de construir el socialismo «por medio del sistema democrático» (Arrate y Rojas, 2003: 170):

La transformación evolutiva por medio del sistema democrático no es posible porque la clase dominante se ha organizado en cuerpos civiles armados y ha erigido su propia dictadura para mantener a los trabajadores en la miseria y en la ignorancia e impedir su emancipación. La doctrina socialista es de carácter internacional y exige una acción solidaria y coordinada de los trabajadores del mundo. Para resolver este postulado el Partido Socialista propugnará la unidad económica y política de los pueblos de Latinoamérica para llegar a la Federación de las Repúblicas Socialistas del continente y a la creación de una política antiimperialista.

A finales de 1932, Salvador Allende recibió el título de licenciado en Medicina con su tesis de grado titulada Higiene mental y delincuencia[7]y, al no hallar oportunidades de trabajo en la capital, regresó a Valparaíso, ejerció en la Asistencia Pública y fundó la revista Medicina Social. En 1971, le explicó a Roberto Rosellini, en una entrevista grabada para varias televisiones, algunos episodios de aquellos años y sus dificultades para hallar trabajo debido a su participación en las luchas estudiantiles y su militancia socialista (Archivo Salvador Allende, 12, 1993: 67-74):

Tuve muchas dificultades, porque, aunque fui un buen estudiante y me gradué con una calificación alta, me presenté por ejemplo a cuatro concursos en los que era el único concursante y sin embargo los cargos quedaron vacantes. ¿Por qué? Por mi vida estudiantil.

En Valparaíso tuve que trabajar duramente en el único puesto que pude desempeñar: asistente de anatomía patológica. Con estas manos he hecho 1.500 autopsias. Sé qué quiere decir amar la vida y sé cuáles son las causas de la muerte. Terminando mi trabajo de médico me dedicaba a organizar el Partido Socialista. Yo soy el fundador del Partido Socialista de Valparaíso. Me enorgullece haber mantenido desde cuando era estudiante hasta hoy una línea, un compromiso, una coherencia. Un socialista no podía estar en otra barricada que en aquélla en la que yo he estado toda mi vida.

Como dirigente socialista, criticó en distintos actos al Gobierno conservador de Arturo Alessandri y a consecuencia de ello fue detenido por funcionarios de Investigaciones y relegado entre julio y noviembre de 1935 al puerto nortino de Caldera. Allí desarrolló una interesante actividad ya que, al comprobar el estado deficiente de la salud pública, procedió a vacunar a toda la población y, en su condición de dirigente socialista, su labor de adoctrinamiento fue asimilada por una gran parte de la población (Nolff, 1993: 29-30).

Al regresar a Valparaíso volvió a difundir por los cerros las propuestas de su organización al tiempo que ejercía la medicina con un marcado sentido filantrópico, como lo hiciera su abuelo. Su subsistencia la garantizaba trabajando como médico legista y con una consulta privada en una oficina que le prestaba su cuñado, el doctor Eduardo Grove. En 1935, promovió la creación de la Sociedad Médica de Chile y se encargó de la redacción del Boletín Médico de Chile. En el Partido Socialista su trayectoria fue ascendente: jefe de núcleo en 1933, secretario de seccional al año siguiente y secretario del Comité Regional de Valparaíso en 1935. En aquellos años también ingresó en la Masonería (Rocha, 2000).

Asimismo, fue un miembro muy activo de las Milicias Socialistas, creadas en respuesta a la actuación de las derechistas Milicias Republicanas y del Movimiento Nacional Socialista de Chile, con cuyos militantes solían enfrentarse en las calles (Veneros, 2003: 88-89). Waiss recuerda que fue Allende el dirigente de las Milicias en Valparaíso (Jorquera, 1990: 181):

Nosotros, en Santiago, recibíamos informes de los enfrentamientos en Valparaíso entre nuestros camaradas y los nazis. Y entonces empezamos a oír mencionar continuamente el nombre de Salvador Allende. Porque él dirigía a nuestra gente en el Puerto.

En diciembre de 1956, en el Senado, Allende recordó de manera elogiosa la actuación de las Milicias Socialistas, que se disolvieron cuando el gobierno del Frente Popular prohibió la existencia de este tipo de organizaciones (Martner, 1992: 186):

Cuando muchos senadores de la derecha –no todos, por suerte– miraban con complacencia el «nazifascismo», fueron los jóvenes de la Juventud Socialista los que dieron su sangre generosa en las calles de todo Chile para lograr que el régimen democrático, que no nos satisface plenamente, se mantuviera. Y no hay ningún partido, ni el Conservador, ni el Radical, ni el Liberal, que tenga más víctimas que el Partido Socialista, que nosotros, que los socialistas de todos los sectores, en la lucha contra el fascismo.

La fundación del Partido Socialista cerró el periodo fundacional del movimiento popular chileno. Si el «Estado Portaliano» consagró a partir de 1833 la voluntad de la oligarquía como ley, desde los albores de la República hubo grupos sociales que se rebelaron contra su hegemonía. Así, Ramírez Necochea rescató el levantamiento de los mineros de Chañarcillo en 1834 y de otros sectores laborales en unas acciones caracterizadas por las interrupciones del trabajo y el saqueo de los almacenes de las compañías (1956: 130). Fue en 1850 cuando las ideas socialistas se expusieron públicamente por primera vez. Dos años después de la publicación del Manifiesto Comunista, Santiago Arcos y Francisco Bilbao, junto con otros intelectuales y trabajadores manuales, fundaron la Sociedad de la Igualdad, la primera organización que se propuso como objetivo el cambio social. La Sociedad de la Igualdad llegó a reunir a más de tres mil adherentes hasta que a los siete meses de su creación fue clausurada por el Gobierno conservador de Bulnes, quien declaró el estado de sitio y apresó a Arcos y a otros dirigentes. Su discurso contestatario, expuesto en su periódico El Amigo del Pueblo y transmitido también en escuelas y talleres de educación popular, alcanzó un cierto eco social.

En el último cuarto del siglo XIX surgió ya una notable prensa obrera, a consecuencia de la llegada de las ideas marxistas y anarquistas llevadas a América por los inmigrantes europeos. En 1890 tuvo lugar la primera huelga general de la historia del país, iniciada en Iquique el 2 de julio por los estibadores y que se extendió hasta las minas de carbón de Lota y Coronel. Asimismo, una fuerza política que contaba con el apoyo de sectores obreros, como el Partido Democrático, conquistó un espacio en el Congreso Nacional y alcaldías tan relevantes como la de Valparaíso.

En el cambio de siglo, tuvo lugar el proceso de prusianización del ejército, dirigido por el general Emil Körner, y la oligarquía asestó un golpe magistral a la clase trabajadora al imponer por ley el servicio militar obligatorio: en las décadas siguientes los hijos de las clases populares fueron adiestrados y utilizados para reprimir en repetidas ocasiones las expresiones de rebeldía de su clase social. Así sucedió en 1903 con la huelga de los estibadores de Valparaíso, que originó un levantamiento popular sofocado por unidades militares enviadas desde la capital, o en octubre de 1905, con la «huelga de la carne» en Santiago, aplastada también por el ejército. Pero la masacre obrera que más ha perdurado en la memoria popular, por los más de tres mil trabajadores asesinados y por la emocionante Cantata creada por Luis Advis e interpretada por Quilapayún, es la de la Escuela Santa María de Iquique en diciembre de 1907.[8]

La matanza de Iquique hundió durante algunos años a las organizaciones obreras, ya que las sociedades de resistencia tuvieron que soterrarse y se disolvieron las grandes mancomunales. Pero en 1911 el Partido Demócrata firmó un pacto con los partidos Conservador y Liberal Democrático que supuso la división de sus filas y la salida de los sectores obreros más combativos, encabezados por el tipógrafo Luis Emilio Recabarren, quien junto con un grupo de trabajadores de Iquique acometió la fundación de un verdadero partido de los trabajadores con implantación en todo el territorio nacional. El 21 de mayo de 1912 Recabarren, en un artículo periodístico titulado «Vamos al socialismo», llamó a los obreros del salitre a abandonar el Partido Demócrata para crear en Tarapacá «el formidable pedestal del Partido Socialista de Chile». En los días posteriores los trabajadores de 22 agrupaciones demócratas de la provincia acogieron su llamamiento (Pinto Vallejos, 1999: 315-316).

Después del fracaso de distintas experiencias partidarias de inspiración marxista, el 4 de junio de 1912 Recabarren y sus compañeros fundaron en Iquique el Partido Obrero Socialista (POS), la primera gran organización política de la izquierda chilena, que tan sólo tres años después ya tenía una estructura nacional y un influyente diario obrero, El Despertar de los Trabajadores, que se publicó hasta 1927.[9]Además, la presencia de militantes del POS fue decisiva para que la Federación Obrera de Chile (FOCh), creada en 1909 por sectores católicos conservadores, virara en 1917 hacia posiciones marxistas y dejara de ser una organización mutualista de ferroviarios para convertirse en la primera central sindical de ámbito nacional.

El triunfo de la Revolución bolchevique tuvo una gran repercusión en el movimiento obrero de matriz marxista en Chile y, si en su IV Congreso de diciembre de 1921 la FOCh aprobó su incorporación a la Internacional Sindical Roja, el 1 y 2 de enero de 1922 el Partido Obrero Socialista celebró su IV Congreso en Rancagua y concluyó su proceso de adhesión a la III Internacional, por lo que, en virtud de las 21 condiciones establecidas por Lenin, pasó a denominarse Partido Comunista de Chile.

La crisis del salitre a partir de 1919 ocasionó el cierre de decenas de oficinas, por lo que miles de trabajadores del Norte Grande se desplazaron a otros puntos del país y llevaron consigo el ideario socialista. En 1925, en medio de la peor crisis política desde 1891 (antesala de la dictadura de Ibáñez), el Partido Comunista logró elegir a su primer senador y a siete diputados. Pero el suicidio de Recabarren en diciembre de 1924 y la involución hacia posiciones sectarias minaron su influencia social durante algunos años y no se recuperó hasta una década después, cuando contribuyó a forjar el Frente Popular y optó por una línea política que mantuvo durante cuatro décadas.

En la creación del Frente Popular tuvo una gran importancia la Guerra Civil española. Por la prensa de izquierdas, la heroica lucha de la República contra el fascismo fue seguida día a día e influyó en la gestación del clima político que permitió la conformación de una coalición de este tipo.

Salvador Allende era el presidente del Frente Popular en Valparaíso en 1937, cuando sólo tenía 29 años, y en los comicios de aquel año fue elegido diputado por la zona, en la que fue la primera de sus cinco victorias en elecciones parlamentarias. El Partido Socialista eligió un total de 19 diputados y obtuvo el 11,1 % de los votos. Allende alcanzó 2.021 votos (1.800 de ellos en Valparaíso y 221 en Quillota) y fue el único socialista de los doce candidatos elegidos en esta circunscripción.[10]

En su primera etapa como parlamentario, que se prolongó hasta 1939, impulsó varios proyectos de ley sobre la alfabetización obrera y campesina, la prohibición de los monopolios, la reforma del Código del Trabajo o la creación del Consejo Superior de Protección a la Infancia y la Adolescencia (Nolff, 1993: 31). El 26 de julio de 1937 intervino en nombre de los diputados socialistas para fijar su posición frente a un proyecto de ley promovido por el Gobierno de Alessandri para establecer los servicios de medicina preventiva en el país (Quiroga, 1988: 32):

Pienso que Chile es una sola y gran choza, en la cual sólo hay un enfermo: todo el pueblo de Chile. He recordado esto, porque pienso, asimismo, que, si bien es verdad el profesor Cruz Coke tira hoy día de la carretilla del Gobierno, no se va a producir el milagro, no va a llegar el sol a la cama del enfermo, que es el pueblo de Chile; y digo «no va a llegar el sol», porque no es sólo el sol del reposo preventivo lo que este pueblo necesita, sino que es una legislación que se aplique en su integridad, y que vaya al substratum profundo de los males sociales, y que de una vez por todas terminen con el agio y la especulación, y que rompa la indiferencia del Gobierno ante los grandes problemas de interés nacional que subsistiendo en toda su crudeza, estrangulan a los sectores medios y propulsores del país.

Chile fue el único país americano donde las izquierdas y el centro progresista organizaron una coalición antifascista y, al igual que en Francia y España, también allí resultó vencedora, en este caso en las elecciones presidenciales del 25 de octubre de 1938, cuando la candidatura del maestro radical Pedro Aguirre Cerda derrotó por un margen de tres mil votos al derechista Gustavo Ross. El Frente Popular imprimió un viraje histórico a la economía nacional, con la puesta en marcha de la política de sustitución de importaciones y la creación en 1939 de la Corporación de Fomento de la Producción (CORFO), que impulsaron el desarrollo de la industria nacional tras los graves efectos de la crisis del 29.

En diciembre de 1938, cuando sólo habían transcurrido cinco años de su fundación y apenas hacía un mes y medio de la victoria del Frente Popular, el V Congreso del Partido Socialista dejó al descubierto la existencia de dos sectores que discrepaban sobre el papel del partido en el Gobierno de Aguirre Cerda. En aquel Congreso, que eligió a Allende como subsecretario general, los socialistas aprobaron la participación en el Ejecutivo, pero su heterogeneidad ideológica dio paso a tres lustros de divisiones y ya en 1940 un grupo de dirigentes encabezados por César Godoy Urrutia fundó el Partido Socialista de los Trabajadores (PST).

En una de sus últimas intervenciones como diputado, en junio de 1939, Allende exhibió la oratoria didáctica que le caracterizó y expresó cuál era su concepción del marxismo, en respuesta a un diputado de la oposición derechista (Quiroga, 1988: 59):

Los diputados socialistas a cuyo nombre hablo analizamos los fenómenos sociales a través del marxismo, que no es un dogma, sino un método para interpretar la historia, y cuyos fundamentos lo constituyen el materialismo y la lucha de clases. Ésta nos evidencia que existen en la sociedad capitalista sectores sociales, grupos humanos antagónicos. Antagonismos que emanan de sus distintos intereses económicos. Los detentadores de la riqueza y del poder son los opresores o explotadores que oprimen a los que viven de su salario o jornal, a quienes explotan política y económicamente.

Al defender en aquella ocasión al Frente Popular, expresó tempranamente su apuesta por la formación de bloques políticos amplios que permitieran realizar las transformaciones que a su juicio el país requería:

Para realizar nuestro camino y de acuerdo con la realidad, adoptamos diversas tácticas políticas. Ayer el block de izquierdas; hoy el Frente Popular. Al hacerlo hemos claramente expuesto lo que esto significa. No se puede confundir un gobierno socialista con un gobierno de Frente Popular. Un gobierno frentista está creado para defender las garantías democráticas en contra de la amenaza tenebrosa del fascismo, cuya acción empieza ya a sentirse en estas tierras de América.

Al prohijar al Frente Popular, no hemos depuesto nuestro acervo doctrinario, ni nuestra acción combativa. No hemos renunciado a nuestro derecho a exponer nuestras ideas y nuestra finalidad como partido. No. Hemos, sí, comprometido nuestra fe, para mantener la democracia, en la lucha sin cuartel en que estamos empeñados contra la oligarquía, el fascismo y el imperialismo. Lo hemos dicho al país y lo recalcamos nuevamente que un programa socialista no es lo mismo que uno del Frente Popular.

El programa del Frente Popular está basado en la aceptación de puntos comunes en el orden económico, político y social por parte de todos los partidos que integran esta combinación, aunque pueda entre ellos existir diferencias doctrinarias.

El Frente Popular es una barricada defensiva en la que se cobijan todas las fuerzas democráticas. Su acción no está ligada a ningún compromiso y su orientación está basada en el conocimiento pleno de la chilenidad. Su destino, servir los intereses populares a través de un gobierno del pueblo.

En aquel discurso también leyó un párrafo de un documento doctrinario del Partido Socialista que permaneció entre las ideas centrales de su pensamiento político:

El Partido Socialista plantea que, mientras existan clases sociales antagónicas, oligarquía explotadora, aliada y servidora del imperialismo, y multitudes trabajadoras oprimidas, y el Estado esté convertido, por la fracción dominante, en instrumento de represión, será utópica una auténtica democracia política y no se logrará tampoco el bienestar económico de las capas laboriosas. Por eso, el Partido Socialista lucha contra los soportes financieros del régimen dominante: el latifundio y el imperialismo. La victoria sobre estos factores semicoloniales de nuestra economía será el primer paso firme hacia una legítima democracia y un avance en la marcha ascendente hacia el Socialismo.

Y, en septiembre de aquel año, tomó la palabra en la Cámara para defender un proyecto de ley de alfabetización pensado para los obreros y los campesinos. El diputado Allende diseccionó la magnitud del analfabetismo que caracterizaba la realidad del país, que «lesiona tan directamente la existencia misma de la vida democrática de la nación», y por ello instó al Gobierno del Frente Popular, «que nació del pueblo y vive para el pueblo» (y cuyo Presidente había proclamado: «Gobernar es educar»), a emprender dos acciones inmediatas: alcanzar el número de escuelas y maestros necesarios para incorporar al sistema educativo primario a los 350.000 niños sin escolarizar y crear un cuerpo de instituciones alfabetizadoras a lo largo de todo el país para las personas adultas que se hubiesen visto privadas del acceso a la enseñanza o accedido a ella de manera insuficiente. Para ello, el primer artículo del proyecto de ley planteó la creación del Departamento de Alfabetización Obrera y Campesina en el Ministerio de Educación. «¡Por un Chile sin analfabetos! ¡Porque todo Chile sea una escuela!», exclamó (Quiroga, 1988: 139-148).

Fue también durante su breve periodo como diputado cuando inauguró su costumbre de pronunciarse desde el Congreso Nacional sobre los asuntos centrales de la coyuntura internacional y así el 26 de noviembre de 1938, dos semanas después de la «noche de los cristales rotos», remitió junto con otros 75 parlamentarios un telegrama de protesta a Adolf Hitler (Pey, 2005: XI):[11]

... en nombre de los principios que informan la vida civilizada, consignamos nuestras más vivas protestas por la trágica persecución de que se hace víctima al pueblo judío en ese país y formulamos votos porque su Excelencia haga cesar tal estado de cosas y restablezca para los israelitas el derecho a la vida y a la justicia, tan humana y elocuentemente reclamados por el Presidente Roosevelt.

El 24 de enero de 1939, la noche en que un violento seísmo causó más de treinta mil muertos en el sur del país, Salvador Allende conoció a una joven y hermosa estudiante de Historia, natural también de Valparaíso, Hortensia Bussi, y el 16 de septiembre de 1940 contrajeron matrimonio. Pronto nacieron sus tres hijas: Carmen Paz, Beatriz e Isabel.

Si repudió los primeros crímenes del nazismo, también participó en la acogida a los más de dos mil republicanos españoles que llegaron procedentes de Burdeos a Valparaíso el 4 de septiembre de 1939 a bordo del Winnipeg, en un viaje organizado por Pablo Neruda, designado Cónsul Especial para la Inmigración Española por Aguirre Cerda. Como miembro del Comité de Ayuda a los Refugiados Españoles, Allende asistió en Santiago a varios actos de solidaridad con los pasajeros del Winnipeg y con el tiempo algunos de ellos, como el destacado pintor José Balmes o Víctor Pey, se convirtieron en grandes amigos suyos.

La condena de la dictadura franquista estuvo presente en su discurso político hasta el final de su vida. Así, por ejemplo, el 12 de septiembre de 1945, al intervenir en el Senado para fijar su posición frente a la Carta de las Naciones Unidas, recordó la complacencia de la mayor parte de los parlamentarios de la derecha con las potencias del Eje y con el fascismo en la Guerra Civil española y expresó su deseo de que la derrota del totalitarismo en Europa alcanzara también a España (Martner, 1992: 134):

Nuestro Gobierno y ciertos políticos no quieren recordar que la guerra comenzó en España; que la revuelta de Franco, apoyada por las potencias del Eje, fue el primer estallido de la conflagración internacional. Esta guerra debe terminar en España y con la instauración de un régimen de acuerdo con la voluntad soberana del pueblo español.

¡Ah, si recordáramos la defensa que se ha hecho del régimen franquista; si repitiéramos las palabras que han pronunciado en este Honorable Senado los senadores de derecha y las que pronunciaron en la Honorable Cámara los diputados de esta combinación política...

En octubre de 1939, por encargo de su Partido, Allende asumió el Ministerio de Salubridad, Previsión y Asistencia Social en el Gobierno de Aguirre Cerda y tomó posesión como el ministro del ramo más joven de la historia nacional.[12]Su amigo y compañero Carlos Briones evocó su enorme interés por estos aspectos (Jorquera, 1990: 177):

Con Salvador pasábamos horas y horas analizando temas como salud, vivienda, educación, ingresos y su distribución, condiciones de vida de la clase trabajadora, política de salarios, alimentación, mortalidad, estructura de los servicios de salud, tanto del Estado como de los organismos de previsión... Esos fueron los asuntos que más apasionaron a Salvador.

Allende inició su labor con la redacción del libro La realidad médico-social chilena, un crudo diagnóstico de las condiciones de vida de las grandes mayorías que fue distinguido con el premio Carlos Van Buren de la Asociación Médica de Chile (Quiroga, 1988, 103-104):

Nuestro país vive un momento de su historia en que pugna por desprenderse de formas económicas antiguas, autocráticas y de libre competencia, para canalizar su vida social por cauces de cooperación y de bienestar efectivo que abarque a todas las capas populares y de clase media. Éste es el significado fundamental que para Su Excelencia el Presidente de la República, el Partido Socialista y sus Ministros tiene el gobierno de Frente Popular que la ciudadanía instauró hace apenas un año: reconquistar la riqueza social y la potencia económica de la nación, controlarla, dirigirla, fomentarla, al servicio de todos los habitantes de la República, sin privilegios ni exclusivismos. Pero, además, y como consecuencia, devolver a la raza, al pueblo trabajador, su vitalidad física, sus cualidades de virilidad y de salud que ayer fueran su característica sobresaliente; readquirir la capacidad fisiológica de pueblo fuerte, recobrar su inmunidad a las epidemias; todo lo cual habrá de permitir un mayor rendimiento en la producción nacional a la vez que una mejor disposición de ánimo para vivir y apreciar la vida. Y, finalmente, conquistar para todas las capas sociales el derecho a la cultura en todas sus manifestaciones y aspectos. Un pueblo vitalizado, sano y culto, he ahí la consigna a la cual debemos atenernos todos los chilenos que anhelamos ardientemente servir a la patria, y que luchamos sin descanso por que el pueblo supere la etapa de explotación y de ignorancia en que ha vegetado. (...)

Ciento veinte años de vida política independiente no han bastado para incorporar a la vida cívica a las clases proletarias dentro del juego normal del progreso; apenas han sido suficientes para que las capas modestas, en escaso porcentaje, disfruten de una mínima parte de los adelantos económicos, técnicos y culturales alcanzados por la humanidad.

El formidable auge del industrialismo, los progresos de la ciencia, los adelantos realizados dentro de la higiene y de la medicina, los beneficios del acervo cultural, les han estado prácticamente vedados a la gran masa de los chilenos, que es en definitiva la forjadora de la riqueza pública.

Fue ministro hasta 1941 (cuando renunció y asumió como administrador de la Caja de Seguro Obligatorio) y durante aquel periodo de dos años reformó el Seguro Obrero Obligatorio y organizó en la Alameda (junto al aristocrático Club de la Unión) una exposición sobre la situación nacional de la vivienda, que puso de relieve las enormes carencias del país. El 14 de agosto de 1945, en el Senado, Allende recordó aquella iniciativa (Quiroga, 1988: 356):

El año 1939, en plena Alameda de las Delicias, hicimos una exposición pública sobre el problema de la vivienda (...) En Chile más de un millón quinientas mil personas viven en habitaciones insalubres; el 83 % de nuestras viviendas tienen piso de tierra; en término medio, 7,5 personas viven por habitación y 3,2 por cama. Manifestamos que existía un déficit de arrastre de 300.000 viviendas, déficit que se aumenta anualmente, porque no se construyen las casas necesarias para hacer frente al aumento vegetativo de la población.

Entre quienes trabajaron con él durante aquella etapa también estuvo Hernán Santa Cruz (Jorquera, 1990: 238-239):

El Ministerio de Salubridad estaba al lado del Mapocho. Salvador decidió inaugurar una política masiva de salubridad. Y formó un equipo que se reunía todas las tardes en la oficina del Ministro a diseñar esta nueva política. Comenzamos con la reforma a la ley de Seguro Obrero (la 4.054, que llegaría a ser famosa). Chicho consiguió con la OIT que nos enviaran al mejor de sus expertos. ¡Y reformamos la ley! Redactamos, asimismo, una larga serie de proyectos que después serían leyes. Como la de Accidentes de Trabajo, por ejemplo. Yo tenía alguna experiencia porque, en el fondo, la previsión social –seguros, pensiones...– nació en el ejército, como consecuencia de la Guerra del Pacífico. Por lo tanto, ésas eran materias de las que debía ocuparme, en mi condición de Auditor General de Guerra, y también tuve mucho que ver con la seguridad social de los carabineros: la Mutualidad, la Caja de Carabineros... De manera que todos aportamos lo que sabíamos, bajo la dirección de Chicho. Y en este punto, hay que señalar algo muy importante: Salvador fue el primero que supo consolidar el concepto de seguridad social, no solamente en Chile, sino también en América Latina.

El triunfo del Frente Popular tuvo un significado trascendental puesto que fue la primera ocasión en que las fuerzas progresistas apartaron a la oligarquía del poder político. La participación destacada de Allende acrecentó su prestigio en el Partido Socialista y entre las clases populares y le persuadió de que en su país podía ser posible la construcción del socialismo sin el recurso a la violencia revolucionaria. El 25 de octubre de 1943 pronunció un discurso en un acto partidario de homenaje a la victoria de Pedro Aguirre Cerda (Archivo Salvador Allende, 6, 1990: 33-43):

El 25 de octubre de 1938 es para el pueblo de Chile y para sus masas obreras un acontecimiento político que quiebra el rumbo de nuestra vida nacional. Significa el desplazamiento de los viejos sectores tradicionalistas, que mantuvieron el Gobierno por más de ciento veinte años, y el triunfo de los grupos democráticos y populares que, unidos en torno a un maestro y un estadista, conquistaron el poder político. (...)

A Pedro Aguirre Cerda se le respetó, porque fue leal con el pueblo; porque creyó en el destino de las clases trabajadoras, porque bregó contra la incomprensión de muchos, la maldad de sus adversarios políticos y la terquedad de sus propios partidarios; porque anheló organizar un destino mejor para las masas ciudadanas, y para Chile un desarrollo económico e industrial que le permitiera su independencia. Porque ejerció su misión con dignidad de hombre y con dignidad de gobernante, por eso los socialistas, que fuimos leales con él en vida, hoy, en este instante de inercia política, en medio de la apatía en que vivimos, frente a la indiferencia culpable de muchos y a las vacilaciones del propio Gobierno, miramos a Aguirre y vemos en él al padre espiritual de una etapa que fue promisoria en su significado y en su iniciación y que debemos continuar, en función no de la voluntad de un hombre o de un Partido, sino de las esperanzas de un pueblo.

Ya como Presidente de la República, analizó la trascendencia, pero también las limitaciones de la experiencia frentepopulista (Debray, 1971: 66):