Kitabı oku: «Introducción al Nuevo Testamento», sayfa 6
Desarrollo del canon
Los autores de los libros de nuestro Nuevo Testamento no sabían que estaban escribiendo las Escrituras, nuestros libros actuales de la Biblia. No sabían que el Nuevo Testamento alguna vez existiría, mucho menos que sus escritos serían parte de él. Sin embargo, estos escritos le deben su prominencia e influencia al hecho de que llegaron a ser incluidos en esa colección.
canon: literalmente «regla» o «estándar»; usado por los grupos religiosos para referirse a un listado autoritativo de libros que son aceptados oficialmente como Escrituras.
Para entender este punto importante, imaginemos por un momento que la carta de Pablo a los Romanos simplemente llegó a nosotros como un escrito independiente, un documento de la antigüedad que presenta los pensamientos de un misionero cristiano en la cumbre de su carrera. ¿Quién lo leería y por qué? Con toda probabilidad, sería una obra interesante para los eruditos que querían reconstruir la historia antigua de una de las religiones más importantes del mundo. Pero los hombres y las mujeres de avanzada edad no lo leerían en los asilos, los profesionales de negocios no se reunirían cada semana para leerlo en los desayunos de oración y los adolescentes no memorizarían pasajes de él en los campamentos de verano. Sin duda se le consideraría un clásico de la literatura epistolar antigua (como las cartas de Cicerón), y tal vez se citaría de vez en cuando, pero probablemente no hubiese inspirado cientos de pinturas, miles de himnos y millones de sermones. El impacto y la importancia de todos los escritos del Nuevo Testamento se deben en gran parte a su inclusión en el canon cristiano.
La palabra canon significa literalmente «regla» o «estándar», pero los grupos religiosos la usan para referirse a un listado de libros que oficialmente son aceptados como Escrituras. En los primeros años, los cristianos simplemente reunían escritos que les parecían útiles y los compartían entre sí. Pablo animó a las iglesias a las que les escribió a intercambiar esas cartas entre sí, para que ellos pudieran leer lo que él había escrito a otras congregaciones, así como a su propia comunidad (véase Col. 4:16). De igual manera, estamos razonablemente seguros de que múltiples copias del Evangelio de Marcos se produjeron y distribuyeron a diferentes partes del Imperio romano unos cuantos años después de que fue escrito (parece que tanto Mateo como Lucas habían tenido copias). Ya que no había imprentas en ese tiempo, la producción de manuscritos era un proceso costoso y requería de mucho tiempo; sin embargo, los cristianos en todo el mundo querían copias de estos documentos y parecía que habían hecho un trabajo extraordinario al hacer y compartir copias unos con otros.
Figura 3.1. Conservación de los manuscritos. No poseemos ninguna copia original de los documentos del Nuevo Testamento tal como sus autores los produjeron. Durante siglos, los monasterios y otras instituciones copiaron los manuscritos a mano. En algunos casos, el trabajo se hizo apresuradamente y produjeron copias llenas de errores. Pero la reproducción de las Escrituras también podría considerarse como un llamado supremo, que se llevó a cabo con una seriedad meticulosa que produjo resultados sorprendentemente precisos. (Bridgeman Images)
Al principio, no era necesario un acuerdo oficial en cuanto a qué libros había que leer; por lo general, las obras que circulaban eran los escritos producidos por la gente que había fundado o dirigido las primeras iglesias, gente como Pablo y los discípulos originales de Jesús, o por lo menos, gente que había conocido a Pablo o a los discípulos originales. Esta cadena de conexión con Jesús o Pablo llegaría a ser conocida como la «tradición apostólica», y siempre y cuando las iglesias copiaran y compartieran escritos que seguían esta tradición, no era tan necesario decidir cuál de estos escritos era digno de ser etiquetado como «Escrituras».
tradición apostólica: materiales orales o escritos que se cree que tienen una conexión estrecha con Jesús, con sus discípulos originales o con el misionero Pablo, o que se cree que son congruentes con lo que esas personas enseñaron.
Sin embargo, casi desde el principio hubo voces dentro del cristianismo que estaban en tensión con esa tradición en desarrollo. Con las cartas de Pablo, aprendemos que había gente que discutía por las versiones de la fe cristiana que el mismo Pablo rechazaba; esta gente predicaba un mensaje que pensaban que era «el evangelio», pero que Pablo afirmaba que era una perversión del evangelio (véase Gá. 1:6-9). Algunas de estas voces alternativas del movimiento cristiano probablemente también hayan producido escritos (véase 2 Ts. 2:2), pero al parecer sus obras no han sido conservadas ni incluidas en el Nuevo Testamento. En un sentido, entonces, el Nuevo Testamento no es una colección de los primeros escritos cristianos; más bien es una selección de esos escritos. El Nuevo Testamento contiene esas obras que se consideraron como las más representativas de lo que llegó a ser la corriente principal y ortodoxa.
Escrituras: los escritos sagrados de una religión, se cree que fueron inspiradas por Dios y se consideran como autoritativas para la fe y práctica.
El proceso por el que se hicieron esas selecciones fue complejo, y hay controversia entre los eruditos modernos en cuanto a cómo se hicieron los dictámenes. Sin embargo, en el siglo II dos acontecimientos hicieron que el asunto del canon fuera una presión para los cristianos.
Primero, ahora había cristianos que querían excluir los escritos que tenían vínculos con la tradición apostólica que no eran de su agrado. La figura más prominente en este aspecto fue el erudito y evangelista cristiano Marción (ca. 110-60), que llegó a ser importante en la primera parte del siglo II. Parece que Marción había sido influenciado por un movimiento llamado «gnosticismo», que valoraba lo que era espiritual, pero despreciaba cualquier cosa material o física (véase «En el horizonte: El gnosticismo» en el cap. 1). También quería depurar del cristianismo las influencias judías y hacerlo una religión más puramente gentil. Marción exhortaba a sus seguidores a rechazar escritos que enseñaran una versión de la fe distinta a la que él promovía. Con el tiempo, produjo un listado aprobado de escritos que él creía que debían ser considerados como Escrituras para los cristianos: diez cartas de Pablo (todas excepto 1 Timoteo, 2 Timoteo y Tito) y una copia del Evangelio de Lucas. Él también editó estos once libros para retirar las referencias positivas al Dios judío, o a las escrituras judías, o a otros asuntos que no encajaban con su versión antijudía e hiperespiritual de la fe (afirmaba que los escritos habían sido modificados previamente por los heréticos y que, al editarlos, estaba simplemente restaurándolos a su forma original). De cualquier manera, muchos escritos que actualmente están en nuestro Nuevo Testamento fueron rechazados por Marción y sus seguidores, no porque se considerara que estuvieran en desacuerdo con la tradición apostólica, sino más bien porque esa tradición en sí se consideraba que era corrupta (impregnada de judaísmo y demasiado interesada en la vida física en un mundo material).
Cuadro 3.2
De Jesús a nosotros: Seis pasos en la transmisión de la tradición del Evangelio
Primera etapa: El Jesús histórico
Jesús dice y hace cosas que se consideran extraordinarias.
Segunda etapa: La tradición antigua
Oral | Escrita | |
La gente recuerda lo que Jesús dijo e hizo y comparte esas memorias con otros. | o | La gente escribe relatos breves de cosas que Jesús dijo e hizo. |
Tercera etapa: Composición de los Evangelios
Los escritores de los Evangelios compilan sus libros, y se inspiran tanto en la tradición oral como en las primeras fuentes escritas para formar narraciones de la vida y obra de Jesús.
Cuarta etapa: Conservación de los manuscritos
La gente hace copias de las narraciones del Evangelio y las distribuyen.
Quinta etapa: Traducción
Los eruditos traducen copias de las narraciones del Evangelio a otros idiomas, que incluyen, con el tiempo, el nuestro.
Sexta etapa: Recepción
En las ediciones modernas de los Evangelios, escuchamos o leemos de lo que Jesús dijo e hizo.
Segundo, había cristianos en el siglo II que comenzaron a producir escritos nuevos y a atribuirlos a la gente que había pertenecido al círculo original de testigos apostólicos. En prácticamente cada caso, estos escritos nuevos eran versiones que imitaban los libros que habían sido escritos en el siglo I: alguien escribía una carta que promovía ideas gnósticas y afirmaba que era una carta de Pablo recién descubierta; alguien más escribía un evangelio que presentaba a Jesús como un seguidor importante del gnosticismo y afirmaba que era una obra de uno de sus doce discípulos recién descubierta. Estos libros siguieron produciéndose hasta buena parte del siglo IV. Sus anacronismos e idiosincrasias hacen que las atribuciones ficticias de autoría sean fácilmente obvias hoy día, pero la producción de esos escritos sí ocasionó confusión entre los cristianos de los primeros siglos.
Por esa razón, el problema doble: por un lado, la mayoría de las iglesias cristianas querían usar solamente aquellos escritos que pudieran estar razonablemente relacionados con la tradición apostólica; por otro lado, querían usar todos los escritos que estuvieran relacionados con esa tradición, no solo los que encajaban con las preferencias ideológicas de algún maestro en particular. De esa manera, para el final del siglo II comenzaron a aparecer listados que especificaban qué escritos se pensaba que satisfacían esos criterios. Según esos listados, llega a ser evidente que la mayoría de los escritos que ahora se encuentran en nuestro Nuevo Testamento eran aceptados universalmente como testigos confiables de la tradición apostólica. Sin embargo, a siete libros les resultó difícil obtener esa aceptación: Hebreos, Santiago, 2 Pedro, 2 Juan, 3 Juan, Judas y Apocalipsis. No tenemos ningún indicio de que estos libros alguna vez fueran denunciados o rechazados directamente, pero parece que los líderes eclesiásticos más cautelosos fueron renuentes a considerarlos a la par con los otros (es decir, como obras que debían ser consideradas como Escrituras). Sin embargo, con el tiempo surgió un consenso, y para inicios del siglo V, el canon de nuestro Nuevo Testamento actual de veintisiete libros estaba bien establecido.
Dos conclusiones en cuanto al canon de los escritos del Nuevo Testamento serían aceptadas por la mayoría de los eruditos hoy día. Por un lado, todos los libros de nuestro Nuevo Testamento actual son libros que fueron encontrados compatibles con lo que llegó a considerarse como «cristianismo apostólico»: hay ciertos asuntos básicos de fe en los que parece que hablan con unanimidad. Por otro lado, la selección de los escritos canónicos no fue estrecha, que eliminara la diversidad de opinión: los veintisiete escritos del Nuevo Testamento presentan una amplia variedad de puntos de vista, incluso posturas que a veces son difíciles de reconciliar. En efecto, si todos los autores de estos escritos se hubieran reunido en un solo salón en un momento y tiempo determinado, es casi seguro que ellos habrían discutido entre sí muchos asuntos que han seguido siendo de interés para los cristianos a lo largo de los siglos. En pocas palabras, los escritos del Nuevo Testamento demuestran una unidad básica, pero también una diversidad extraordinaria.
Cómo estudian los eruditos el Nuevo Testamento
El campo académico del estudio del Nuevo Testamento se ha desarrollado en una disciplina que abarca distintos enfoques y emplea una variedad de métodos.
La crítica textual
Los críticos textuales analizan los diversos manuscritos del Nuevo Testamento que se han conservado a través de los siglos y los comparan, los fechan y emplean diversas técnicas para determinar cuáles son los más confiables. Su meta es reconstruir lo que los manuscritos originales probablemente decían, y también observan las «variantes de un texto» cuando una o más de las copias que se han hecho a través de los años dicen algo distinto. Las variantes de texto significativas, a veces, se observan en las notas al pie de página en las Biblias en español (p. ej., véase la nota al pie de página de Mt. 10:3 en la NTV, que indica que al discípulo de Jesús que se llama «Tadeo» se le llama «Lebeo» en algunos manuscritos).
variante: en la crítica de texto, otra interpretación de un texto, apoyada por algunos manuscritos.
La arqueología
Los arqueólogos excavan las ciudades antiguas y otros sitios importantes del mundo del Nuevo Testamento, y han descubierto una enorme cantidad de pruebas físicas que proporciona información de contexto para interpretar estos textos. También han descubierto documentos antiguos de este período. Los hallazgos más importantes son la biblioteca de los Rollos del Mar Muerto, que nos dice mucho de la diversidad de la religión judía del siglo I, y la biblioteca gnóstica Nag Hammadi, que nos dice mucho de la diversidad del cristianismo primitivo.
La crítica sociológica
Los eruditos examinan el Nuevo Testamento con perspectivas y herramientas que se derivan de las ciencias sociales, como el campo de la sociología. Prestan atención a varios asuntos que caracterizaban al mundo social del Imperio romano durante la era del Nuevo Testamento: el fenómeno de la Pax Romana; las migraciones de la diáspora del pueblo judío; la ocupación militar de Palestina y un sistema económico que prácticamente eliminó la clase media, dejó a poca gente rica y pobres a casi todos los demás. Los eruditos del Nuevo Testamento que están especializados en sociología examinan los escritos del Nuevo Testamento para ver cómo se tratan los efectos de estos fenómenos sociales.
La antropología cultural
La antropología cultural, que se deriva de las ciencias sociales, busca entender lo que ocurre en determinada cultura por medio de la comparación con lo que se sabe de otras culturas. Los antropólogos culturales estudian asuntos como las relaciones familiares, las estructuras de poder, los roles establecidos en función del sexo, los sistemas económicos y las estrategias para la educación. En cuanto al Nuevo Testamento, ellos han analizado los códigos de pureza que definían lo que la mayoría de la gente consideraba que era «puro» e «impuro» y el sistema de valores sociales que hizo que la gente valorara la adquisición de honra por encima de todo lo demás.
La crítica histórica
La «crítica histórica» se ha usado a veces en los estudios del Nuevo Testamento como un término genérico para aquellos planteamientos que se enfocan en las circunstancias de la composición del texto (p. ej., la crítica de las fuentes, la crítica de las formas, la crítica de la redacción [todas se discuten a continuación]) a diferencia de la «crítica literaria», que abarca planteamientos que se enfocan en la interpretación del texto que ahora tenemos enfrente (p. ej., la crítica narrativa, la crítica retórica, la crítica de la recepción, la crítica ideológica [también se discuten a continuación]). Sin embargo, en un sentido estricto, la «crítica histórica» se refiere a las formas en las que un historiador puede usar el Nuevo Testamento para aprender acerca de la historia. Los historiadores (ya sean cristianos o no) ven a Jesús, a Pablo y a otras figuras del Nuevo Testamento como personas importantes e interesantes, y entienden que el surgimiento del cristianismo es uno de los desarrollos más significativos de la historia humana. De esa manera, usan el Nuevo Testamento como un recurso para entender las vidas y circunstancias de estas personas y para reconstruir los acontecimientos que ocurrieron concernientes a ellas.
La crítica de las fuentes
La disciplina de la crítica de las fuentes intenta desplazarse detrás de los textos del Nuevo Testamento para postular hipótesis en cuanto a los materiales que los autores bíblicos pudieron haber usado al componer sus documentos. Pablo habla de una liturgia cristiana primitiva en 1 Corintios 11:23-26 y parece que incorpora un himno cristiano en su carta a los filipenses (véase Fil. 2:6-11). Al parecer los autores de nuestros cuatro Evangelios también poseían algunos materiales escritos en los que se inspiraron cuando escribieron sus libros (véase Lc. 1:1). Los críticos de las fuentes tratan de identificar estos materiales y a veces, incluso, tratan de reconstruirlos.
La crítica de las formas
La disciplina de la crítica de las formas busca clasificar distintos materiales que se encuentran en el Nuevo Testamento, de acuerdo al género o tipo literario («forma») y sacar conclusiones pertinentes a la interpretación, con base en estas clasificaciones. Se pueden distinguir distintos tipos de material: genealogías, parábolas, historias de milagros, discursos, himnos, credos, proverbios y muchos más. El fruto de esas investigaciones se hará obvio en este libro cuando consideremos «Tipos de material en los Evangelios» (en el cap. 5) y «La estructura o formato típico de una carta» (en el cap. 11). Los críticos de las formas generalmente están interesados en identificar el sitz im Leben («situación en la vida») en que cada uno de estos tipos de literatura habría encajado, lo cual implica ciertas suposiciones en cuanto a propósito: una broma podría emplearse para entretener, mientras que una oración podría emplearse para adoración. Los críticos de las formas han practicado su disciplina en conjunto con la crítica de las fuentes, pero con la visión de discernir las fuentes orales que están detrás de los textos del Nuevo Testamento.
La crítica de la redacción
La crítica de la redacción, que se usa principalmente en los estudios de los Evangelios, trata de determinar las intenciones particulares de los autores del Nuevo Testamento al analizar cómo ordenaron y editaron su texto fuente. La disciplina típicamente involucra dos métodos: (1) el análisis de la composición considera cómo están ordenadas diversas unidades dentro del libro en particular, el orden o ubicación de las unidades individuales, la secuencia del material y la organización general del libro; y (2) el análisis de la enmienda considera las alteraciones que el autor del Evangelio probablemente haya hecho en el texto fuente: adiciones, omisiones y otros cambios que revelan las prioridades y preferencias del autor. Para los resúmenes de los análisis de la crítica de la redacción de los Evangelios de Mateo y Lucas, véase el cuadro 6. 2 y el cuadro 8.2.
análisis de la composición: el estudio de cómo las unidades están organizadas en un libro particular, orden o ubicación, secuencia y arreglo estructural.
análisis de la enmienda: el estudio de las alteraciones que el autor probablemente hacía al texto fuente, adiciones, omisiones y otros cambios que revelan las prioridades y preferencias del autor.