Kitabı oku: «De la deconstrucción a la confección de lo humano», sayfa 10

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Diferencias genético-biológicas: el sexo biológico

Desde el punto de vista de la ciencia biológica,24 pertenecer al sexo masculino o femenino está determinado, desde la concepción, por factores genéticos, gonádicos, hormonales y morfológicos. En biología se habla de:

Sexo cromosómico. Éste se constituye por la presencia o ausencia del cromosoma Y en el patrimonio genético del individuo. El sexo femenino, además de otros 44 cromosomas, está determinado por dos cromosomas iguales, que se indican con la letra X; en la especie humana, la mujer se constituye con la fórmula 44+XX. El sexo masculino, además de los otros 44 cromosomas tiene un cromosoma igual a la X de la mujer y otro diverso indicado por la letra Y. “El sexo nace antes que nosotros. Hemos sido varones o mujeres desde el día de la concepción y lo hemos sido de modo irreversible. El desarrollo hormonal, la centralización neurológica, el ciclo fisiológico y la configuración morfológica de nuestra sexualidad no son sino fenómenos subsiguientes, pero también consecuentes, al fenómeno de la determinación genética del sexo”.25

Sexo gonádico. El sexo cromosómico orienta el desarrollo de las gónadas en sentido masculino (testículos) o femenino (ovarios). El cromosoma Y o X activa algunos genes que dan origen a la diferenciación de las gónadas. El crecimiento y diferenciación de las glándulas sexuales se realiza sucesivamente sobre una base de tejidos diferentes, bajo la influencia de genes encargados del mecanismo de diferenciación gonádica en sentido masculino o femenino. El sexo gonádico está, por lo tanto, basado en las características histológicas de las gónadas: el varón posee tejido testicular, la mujer posee tejido ovárico. Las gónadas producen células germinales aptas para la reproducción; los espermatozoides para el varón y los óvulos para la mujer. Las gónadas, además, producen determinadas hormonas que influyen en la sucesiva formación y fisiología de los órganos genitales, lo que hace hablar de sexo hormonal, es decir, la testosterona producida por los testículos, y los estrógenos y progesterona producidos por los ovarios.

Sexo ductal. Está formado sobre la base de los genes y las gónadas; en el varón se compone del epidídimo, conductos deferentes, vesículas seminales, próstata, glándulas bulbouretrales y parte de la uretra. En la mujer comprende el útero, trompas de Falopio y parte de la vagina.

Sexo fenotípico o genital. Está determinado por las características anatómicas en el nivel de genitales externos. Mientras el sexo interno (cromosómico y gonádico) deriva de las estructuras diversas en los dos sexos, los genitales externos tienen un esbozo embrionario común, que después, bajo el influjo genético y de las hormonas sexuales masculinas y femeninas, se desarrolla de modo diferente: glande, pene y escroto en el varón; clítoris, pequeños y grandes labios (que forman la vulva) en la mujer. Sobre la base de este nivel de referencia se da, en el momento del nacimiento, la atribución legal y social del sexo.26 El desarrollo sucesivo lleva, en la pubertad y en la madurez, al crecimiento de los órganos sexuales internos y externos según las características propias de cada uno de los dos sexos.

Diferencias genético-biológicas. Sobre la base de estas precisiones terminológicas y conceptuales, se puede decir que el individuo crece y se desarrolla a partir del patrimonio genético, bajo la acción de sustancias excitantes e inhibidoras, llamadas hormonas. En la formación del organismo, respectivamente masculino o femenino, tienen importancia fundamental las hormonas sexuales producidas por las gónadas testicular u ovárica, que a su vez dependen de los genes X y Y. En condiciones normales, el organismo se plasma en sus componentes genéticos, anatómicos, morfológicos y fisiológicos de modo diverso y complementario. El femenino de manera que sea un día apto a todas las funciones de la maternidad. El masculino para desarrollar las funciones de la paternidad. La diversidad-complementariedad atañe, por lo tanto, dos caracteres cromosómicos (presencia de X o Y en la última pareja de cromosomas), y caracteres endocrino-neurológicos, los caracteres fenotípicos y los fisiológicos.

Desde el punto de vista anatómico-morfológico, la diferenciación se refiere a los órganos genitales y la forma general del cuerpo. Además de las diferencias estrictamente conectadas a los órganos de reproducción, se dan las morfológicas generales: estatura, esqueleto, piel, pelo, etc. Alexis Carrel, autor del célebre libro La incógnita del hombre, en relación con el problema femenino, escribe:

Las diferencias que existen entre el hombre y la mujer no provienen de la forma particular de sus órganos, de la presencia del útero, de la gestación o del modo de educación. Son de naturaleza más fundamental, determinadas por la estructura misma de los tejidos y por la impregnación de todo el organismo de sustancias químicas específicas secretadas por el ovario. La ignorancia de estos hechos fundamentales ha llevado a las promotoras del feminismo a creer que ambos sexos debían tener la misma educación, los mismos derechos y las mismas responsabilidades. En realidad, la mujer difiere profundamente del hombre. Cada una de las células de su cuerpo lleva la marca de su sexo. Lo mismo ocurre con sus órganos y, sobre todo, con su sistema nervioso. Las leyes fisiológicas son tan inexorables como las del mundo sideral. No pueden ser sustituidas por los deseos humanos. Estamos obligados a aceptarlas como son.27

Toda la corporeidad en su morfología, desde la más externa hasta la más íntima, queda señalada por la diferencia sexual. Fisiológicamente, el metabolismo basal desde el nacimiento es más bajo en la mujer; la temperatura es inconstante, disminuye antes de la rotura del folículo ovárico, sufre después un incremento. El andar es más sutil, el ritmo fluctuante. El desarrollo de la mujer sigue un ritmo diverso al del hombre. Alcanza la pubertad una media de dos años antes. La madurez sexual se acompaña de fenómenos más intensos; la producción de óvulos es cíclica, con los fenómenos que hacen posible la anidación del embrión. La concepción y el desarrollo de una nueva creatura ocurren en el vientre, durante un periodo de nueve meses. El parto es propio de la mujer.

Estados de intersexualidad biológica

En la sexualidad física normal hay armonía y concordancia entre los componentes antes mencionados. Sin embargo, existen situaciones genéticas anómalas, como el síndrome de Turner en el que se tiene sólo un cromosoma X, o en el síndrome de Klinefelter que tiene “XXY”. Pueden darse otros casos como “XXX” o “XXXY”. Como se puede comprobar empíricamente, donde está la Y, aunque haya más X se da un fenotipo prevalentemente masculino, aunque sea anormal; en cambio, cuando falta la Y el fenotipo es prevalentemente femenino. Existen, además, estados de intersexualidad biológica; el más relevante, aunque muy raro, es el hermafroditismo donde hay tejidos ováricos y testiculares simultáneamente; el caso más común es el que presenta un fenotipo prevalentemente masculino, incluso con genitales externos rudimentarios, alguna vez con el acompañamiento de menstruaciones después de la pubertad, debidas a la presencia de un útero rudimentario.

Es necesario distinguir estas diversas formas de anomalías, que bien pueden ser patologías clínicas recogidas todas ellas en libros de medicina, y que atañen a los componentes físico-biológicos del sexo, del transexualismo verdadero donde los elementos biológicos se entrelazan con los psíquicos. El transexualismo es la situación de inadecuación y discordancia entre el sexo físico-biológico en sus componentes mencionados, y la tendencia psicológica que se percibe en sentido opuesto. Esta inadecuación a menudo se manifiesta en forma de conflicto entre la dimensión biológica y la psicológica. El rasgo distintivo del transexual es la percepción consciente de sentir su pertenencia al sexo opuesto al genético, endocrino, fenotípico y, obviamente, también anagráfico que posee. En el transexual verdadero, este sentirse “otro” puede surgir de una disconformidad orgánica (sobre todo de tipo hormonal y fenotípica) y va acompañado de una tendencia a identificarse física, psíquica y culturalmente con el “otro sexo”. En el análisis del fenómeno transexual, el caso más frecuente sucede en personas de sexo físico masculino que psicológicamente se sienten mujeres y tienden a identificarse con el sexo femenino, tanto en las características biológicas como en las psicológicas y culturales. Tendencia que a menudo se asocia con el deseo obsesivo de librarse de los atributos genitales/hormonales que se poseen y adquirir los del sexo opuesto. Si esta tendencia y comportamiento arraigan profundamente en la persona, se llega a una cierta irreversibilidad que le lleva a pedir la intervención quirúrgica correctiva.

Diferencias psíquicas: el sexo psicológico-cultural

Las diferencias biológicas profundamente ligadas a la constitución masculina o femenina, no pueden sino incidir en la vida psíquica del hombre y de la mujer.28 Cualquier parte del cuerpo de la mujer, incluso la menos diferenciada del hombre, manifiesta la feminidad. Porque:

No son las formas corporales que luego vamos a calificar de peculiarmente femeninas las que nos señalan un extraño modo de ser humano profundamente distinto del masculino y que llamamos feminidad, sino más bien al contrario: todas y cada una de las proporciones del cuerpo nos co-presentan, nos hacen entrever la intimidad de aquel ser que desde luego, nos es la Mujer, y esta feminidad interna, una vez advertida, rezuma sobre su cuerpo y lo feminiza. La advertencia es paradójica, pero me parece innegable: no es el cuerpo femenino quien nos revela el alma femenina, sino el alma femenina quien nos hace ver femenino su cuerpo.29

Este texto de Ortega y Gasset define bien el concepto de sexo psíquico como dimensión constitutiva de la sexualidad humana. Si por sexo biológico se entiende el formado por los caracteres cromosómicos, gonádicos, ductales y fenotípicos; el sexo psicológico es la conciencia o percepción de pertenecer a un determinado sexo (masculino o femenino); ocurre en los primeros años de la infancia. Se forma en base al desarrollo infantil, educación, medioambiente. Suele coincidir con el sexo biológico. Es muy importante que el niño o niña encuentre su identidad sexual y se identifique con ella en los primeros años de la infancia. Como todo lo psicológico, esta dimensión de la sexualidad humana se aprende. Como los niños, en los primeros años de desarrollo, aprenden las cosas fundamentalmente por imitación, el niñito aprende que es varón y la niñita que es mujer; por eso la figura paradigmática para ellos es importante.

Esta identidad sexual psíquica impregna la vida de la persona y tiene un específico modo de expresarse. De todos es conocido el diferente modo de ser y manifestarse del hombre y de la mujer. La raíz no es sólo la diversa constitución biológica, sino también la psíquica y espiritual. En el campo biológico hay elementos que uno posee y otro no (útero, testículos, etc.); otros que ambos poseen en diversa medida o proporción. En el campo psíquico y espiritual no se trata de presencia o ausencia de varias dotes, sino de variaciones de intensidad y de tonalidad en cada uno de los dos sexos. No hay que olvidar que las diferencias entre los individuos son importantes, y lo que en general se dice del varón o de la mujer, puede ser contradicho por individuos concretos en los que se encuentra una realización diversa. Desde el punto de vista psíquico se puede decir que en la masculinidad está presente la feminidad, pero predomina la masculinidad, y por eso una persona es masculina. Del mismo modo, en la feminidad está presente la masculinidad, pero predomina la feminidad, y por eso una persona es femenina. Varón y mujer tienen un modo típico y diferente de vivir las características psíquicas comunes. Dicho esto, hay algunos aspectos más acentuados en uno u otro sexo.

La mujer es, en general, más sensible, atenta a los detalles pequeños, advierte más cosas que para el hombre pueden parecer insignificantes. Ortega y Gasset describe esta diferencia en algunas páginas que pueden ser criticables.30 Aunque Ortega no está en la estela filosófica de Tomás de Aquino, al contrario, es muy crítico y distante de él, me parece que la idea de fondo es la misma que la tomista de la unidad sustancial entre cuerpo y espíritu, por la que hay una influencia recíproca de las dos dimensiones en la unidad de la persona. La mujer tiene una relación más intensa con el propio cuerpo que trasciende las sensaciones orgánicas y toca la dimensión psíquica:

[…] el cuerpo de la mujer está dotado de una sensibilidad interna más viva que el del hombre, esto es, que nuestras sensaciones orgánicas intracorporales son vagas y como sordas comparadas con las de la mujer. […] La relativa hiperestesia de las sensaciones orgánicas de la mujer trae consigo que su cuerpo exista para ella más que para el hombre el suyo. […] Las consecuencias son claras: toda la vida psíquica de la mujer está más fundida con su cuerpo que en el hombre.31

Nada más natural entonces, dice Ortega, que la tendencia femenina al cuidado, ornato y embellecimiento del propio cuerpo.32

La mujer es más afectiva y emotiva. Todos tenemos emociones y experimentamos cada día su influencia en nuestro comportamiento. La emotividad no es exclusiva de la mujer, sino que está fuertemente presente en todas las personas y se manifiesta según su carácter y temperamento. Sin embargo, en general se puede decir que la mujer se conmueve con más facilidad que el hombre. Expresiones típicas de la emotividad, como la sonrisa, el llanto, el cambio del estado de ánimo, son más dominantes en las mujeres. La afectividad emotiva tiene la gran ventaja de la empatía, lo que lleva a la mujer a ser más compasiva, más tierna que el hombre. A causa de la afectividad, existe en la mujer la inclinación a dar prioridad a las razones del corazón más que a las de la razón.33

Pero como es bien sabido y probado por estudios reconocidos por su seriedad, la sensibilidad y la emotividad influyen en las facultades intelectivas34 y la inteligencia de la mujer se explica generalmente de modo diverso de la del hombre.

La inteligencia de la mujer es más intuitiva, la del hombre más discursiva. En correlación con el punto precedente, se encuentra también éste de la inteligencia intuitiva. La capacidad de comprender las cosas se puede explicar de dos modos: por intuición y por razonamiento discursivo. El razonamiento discursivo necesita a menudo de una elaboración larga y atenta. La intuición es una especie de relámpago y fulguración intelectiva, por la que se capta con un solo acto y en un instante la causa en el efecto. Hombre y mujer gozan de ambos modos de aprehender; pero la mujer parece más rica de intuición. La inteligencia, ayudada por el amor, quema etapas y llega enseguida a donde la inteligencia discursiva llega mucho más tarde.

Toda la vida de Miguel de Unamuno es una lucha entre la razón y la emotividad; él había puesto en evidencia la importancia de la inteligencia emotiva en el inicio de su obra Del sentimiento trágico de la vida: “El hombre, dicen, es un animal racional. No sé por qué no se haya dicho que es un animal afectivo o sentimental”.35 Se puede definir la inteligencia emotiva como la capacidad de comprender la realidad a través de la gestión de nuestra emotividad. No hay duda de que en esto la mujer tiene capacidades mucho más desarrolladas que el hombre.

La mujer es alocéntrica, el hombre es egocéntrico. Esta característica parecería a primera vista en contraste con la “hiperestesia de las sensaciones orgánicas” femeninas de la que hablaba antes. Lo que intento decir está bien descrito en el libro de Gina Lombroso, El alma de la mujer,36 y que se puede resumir así: la mujer tiene un centro de interés fuera de sí, en una persona distinta de sí, a la que puede comunicar y manifestar su afectividad. Quien ha tenido un poco de experiencia con matrimonios sabe que el amor en la mujer sobrepasa generalmente el problema del placer, para entrar por completo en el dominio psíquico; y la unión moral, sentimental y espiritual con aquel a quien ama, quita fácilmente el puesto principal en su ánimo y supera el placer físico sexual. La misma estructura biológica femenina evidencia esta estructura psicológica de recepción y acogida.

Esto me permite concluir que la identidad sexuada de la persona no puede reducirse a su estructura biológica; al mismo tiempo, hay que afirmar que no puede prescindir, separarse, o peor, contraponerse a ella. La identidad sexuada no depende sólo de la “soberanía de la voluntad”, sino de la naturaleza de la persona humana, que es biología, psique, espíritu. Ya lo decía bien claro Cicerón:

Si los derechos se fundaran en la voluntad de los pueblos, en las decisiones de los príncipes y las sentencias de los jueces, sería jurídico el robo, jurídico el adulterio, jurídica la suplantación de testamentos, siempre que tuvieran a su favor los votos, o los plácemes, de una masa popular […]. Y es que para distinguir la ley buena de la mala no tenemos más norma que la naturaleza, con la que se discierne lo justo de lo injusto […]. Pensar que esto depende de la opinión de cada uno y no de la naturaleza, es cosa de locos.37

Estados de intersexualidad psíquica

Ya hablé del transexualismo precisando que tiene componentes biológicos y psíquicos. Ahora me voy a referir a la homosexualidad. A diferencia del transexual, aquí los aspectos de la sexualidad no se sienten en sentido ambiguo y conflictivo; más bien es la atracción erótico-afectivo-sentimental a personas del mismo sexo. El homosexual no desea cambiar de sexo, sino simplemente tener relaciones sexuales y afectivas con personas del mismo sexo.38

El vocablo “homosexualidad” es la traducción del término alemán homosexualität, neologismo que une la palabra griega omoios (semejante, igual) y la latina sexus (sexo). El vocablo fue acuñado en 1869 por el doctor prusiano Kertbeny, para indicar las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo. La intención de Kertbeny era usar un término neutro para indicar las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo, dado que los términos usados hasta entonces (pederastia, sodomía) tenían una fuerte connotación negativa. Desde el punto de vista del análisis existencial humano, la homosexualidad es tan antigua como el hombre. Ya la filosofía griega intentaba darle explicación con el famoso mito del andrógino.39 Hombres ilustres, como Julio César, y emperadores, como Adriano, practicaban la homosexualidad. La homosexualidad (mejor bisexualidad) de César la describen Cicerón, Plutarco y Suetonio. Adriano tenía como amante preferido al joven esclavo Antinoo. Cuando el amante murió, Adriano lo transformó en un dios, erigiendo multitud de estatuas en todo el imperio. Desde el punto de vista social-político, la historia muestra un vaivén entre tolerancia y represión. Hubo aceptación y exhibición pública, en el arte, cultura, etc., en la Atenas clásica, el imperio romano, el renacimiento, y parte de la cultura occidental actual. Dura represión en el medioevo, la contrarreforma, la segunda guerra mundial, y aun no pocos países hoy día.

La cultura actual ha focalizado la atención de los medios de comunicación y de la política sobre ella. La filosofía, sin embargo, no puede contentarse con la constatación del fenómeno, sino que tiene la tarea de hacer una reflexión seria sobre sus causas.40 De ahí que sea necesario hacer algunas distinciones conceptuales fundamentales.

La primera es distinguir entre tendencia homosexual y comportamientos homosexuales.41 Hay homosexuales “no-practicantes”, que rechazan la etiqueta de “gay”, se abstienen de comportamientos y actos homosexuales; sin embargo, experimentan la tendencia hacia personas del mismo sexo como un aspecto innegable de su psicología y personalidad. Estas personas viven un contraste entre los valores en los que creen y sus tendencias sexuales. El otro grupo son los homosexuales “practicantes”, los que se reconocen gay, viven como tales, practican actos homosexuales, y —sobre todo— reivindican para este comportamiento y estilo de vida un reconocimiento de paridad con el heterosexual, incluso en el plano jurídico del matrimonio. En este grupo se trata de vivir y hacer valer una identidad sociopolítica y un estilo de vida homosexual, típicamente representado en los días del orgullo gay. En lo que sigue dejo de lado el segundo grupo, porque su análisis ya se ha hecho en la primera parte de este trabajo, y tiene muchos aspectos de tipo psicológico, social, político, ideológico, económico, etc., que concurren en su práctica y difusión. Más pertinente es la clarificación del primer grupo, es decir ¿cómo explicar la tendencia homosexual?

En la comprensión de la tendencia homosexual hay que tener en cuenta los diversos aspectos implicados: biológico, psicológico y sociológico. Desde el punto de vista biológico, un atento análisis de los datos científicos revela que los factores genéticos y hormonales no desempeñan un papel determinante en el desarrollo homosexual, si bien puede haber algunos factores que predispongan a ello. Queda ciertamente excluido el factor hereditario a nivel genético. Estudios serios, aún no superados, como los de Masters, Johnson y Kolodny, afirman que hoy “la teoría genética de la homosexualidad está casi totalmente descartada”;42 y Karlen concluye que “la realidad de los hechos demuestra cada vez más decisivamente que los genes no causan la homosexualidad”.43 Se puede admitir la existencia de algunos factores fisiológicos que pueden predisponer a carencias sexuales, y en consecuencia a la homosexualidad, pero no de factores predeterminados y mucho menos del “gen de la homosexualidad”. En este sentido, un desequilibrio hormonal podría tener cierto influjo en la predisposición si se dan las verdaderas causas de tipo psicológico.

Superada la explicación biológica, hay que reconocer la influencia causal de factores psicológicos y sociales. Un hecho es claro para los psicólogos y educadores: es muy importante que el niño o la niña encuentre su identidad sexual y se identifique con ella en los primeros años de la infancia. Una falta de realización en este campo no quedará sin consecuencias. En el homosexual resultan evidentes carencias de la identidad sexual. La identidad sexual sustancial se conserva intacta —y en esto se distingue del transexual— pero hay una percepción subjetiva de incompleta identificación sexual que se repercute en la psicología de la persona. Esta carencia de identidad sexual se refiere a una situación interior asincrónica en relación con el propio sexo, que hace percibir su inadecuación en la expresión del propio Yo. Dicha inadecuación se manifiesta prevalentemente en la psicología y en la personalidad, y no necesariamente se hace explícita en rasgos de afeminamiento o masculinidad. La carencia de identidad sexual es frecuentemente un problema del desarrollo, ligado a relaciones familiares problemáticas, sobre todo con la figura masculina/femenina importante para el niño/niña.

Dicho así, parecería que toda relación familiar conflictiva conduce necesariamente a la homosexualidad, mientras la realidad de los hechos nos muestra situaciones de conflicto que no han generado esta tendencia. Por eso, la causa primaria no es tanto el conflicto o la ausencia de la figura paradigmática, cuanto la incapacidad del niño/niña para identificarse con la propia sexualidad a causa de un rechazo psicológico-emotivo hacia —o por parte de— una figura paradigmática. Si el infante es receptivo hacia la influencia paradigmática, el conflicto puede ser superado y la figura sustituida por otra, como hermanos, hermanas, familiares, educadores, etc.; pero cuando este impulso se frustra, la tendencia homosexual emerge como “esfuerzo reparador”.44 En psicología y en los centros de especialización se ha constatado que una actitud materna hiperprotectora, un excesivo autoritarismo paterno, conflictos entre padre-hijo —incluso inconscientes— no resueltos, la ausencia paterna/materna no sustituida por otra figura paradigmática, pueden ser los principales factores para que surja la tendencia homosexual.

Esta perspectiva evidencia que “el planteamiento determinista” de la homosexualidad, según el cual se nace homosexual y no hay nada que hacer, puede ser superado por “el planteamiento reconstitutivo” basado en la recuperación de la identidad sexual. La recuperación de las relaciones familiares auténticas, la autoaceptación y la eliminación de los sentimientos de culpa, el cultivo de una sana autoestima, el desarrollo de buenas amistades, son elementos fundamentales en este planteamiento. Reconstruir se puede, sobre todo, cuando la persona toma conciencia de que esto no es una fatalidad determinista que atenaza, sino un camino abierto.

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