Kitabı oku: «Pequeño circo», sayfa 12

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IR DE GIRA POR ESPAÑA EN 1989

JOAQUÍN PASCUAL: En la primera gira de los Surfin’ tocamos en sitios inimaginables. A veces eran más casas que bares; un rollo infra total. Como no teníamos dinero ni para comprar patas de teclado, llevábamos en la furgoneta unos cajones de madera a los que llamábamos «púlpitos» y encima de los púlpitos poníamos los amplificadores y los teclados. Nos lo llevábamos todo de casa, como las orquestas de los años 50. En los sitios donde íbamos a tocar no tenían nada. Te ponían una caja de Mahou, una banqueta o lo que tuvieran allí. Te llamaban de Burgos y tocabas en una discoteca rara, decorada como en los años 70, con asientos de cuero. No eran sitios preparados para hacer conciertos. A lo mejor hacían un par al año.

El Playa Club de A Coruña y La Iguana de Vigo sí eran locales míticos. Cuando llegabas a Galicia flipabas: parecían salas europeas. No recuerdo salas con tanto carácter como La Iguana. También íbamos al Fun Club de Sevilla, a la sala Roxy de Valencia, al Garatge Club de Barcelona…

FERNANDO ALFARO: El circuito de salas era muy primitivo, pero aún había un reflujo del circuito de contratación de los años 80 de los ayuntamientos y todavía te caía algún concierto de esos. Además, se juntaba la cultura del pelotazo y el blanqueo de dinero, que está relacionada con lo anterior, y los cachés de los grupos, para los tiempos que eran, estaban bastante inflados. Siempre se pone un caché alto y a partir de ahí se negocia, pero entonces era normal porque había mucho despilfarro y porque resulta que a veces te lo pagaban, como nos pasó en Salobreña o en Carballo.

Entonces había dinero en la música. No era descabellado intentar vivir de la música. En 1990, a los Surfin’ Bichos nos llegaron a pagar seiscientas mil pelas. Yo dejé la carrera de Derecho porque estaba convencido de que podría vivir de la música; de mi música. No eras un iluso si pensabas eso. Era un sector económico viable, boyante. Pero pronto se produjo ese cambio de paradigma y los ayuntamientos dejaron de contratar. Y ya a mediados de los años 90 empezaron los festivales alternativos, que no eran como las fiestas mayores, pero han acabado siendo lo mismo. Ahora, en vez de dinero público, hay más marcas.

JOAQUÍN PASCUAL: Siempre tocábamos solos. Diría que una vez compartimos cartel con Las Ruedas. Pero, vamos, muy pocas veces nos pasó. Tuvimos muy poca relación con otros grupos. No es que nos sintiéramos solos ni que lo echáramos de menos, pero no conocimos a Cancer Moon ni a Lagartija Nick. No había relación con otros grupos. Por Albacete pasaban muy pocos y, cuando nos separamos, Los Planetas acababan de empezar, como quien dice.

FERNANDO ALFARO: Coincidimos con los años del garaje. Con La Secta y Cancer Moon sí pudo haber un sentimiento de camaradería, pero nos veíamos un poco por libre. En eso siempre hay un poco de voluntad propia y un poco de despecho. Nos gustaba ir por libre, pero también nos daba un poco de rabia porque cuando hacían recopilaciones de la escena independiente española aparecían todos los grupos coetáneos y no habíamos coincidido en la vida con ninguno.

En Malasaña nos debían de ver como bichos raros. Los conocíamos, pero muy de lejos. Nos gustaban Los Nativos, Los Potros… Pero al mismo tiempo nos molestaban un poco esas capillitas. Teníamos un sentimiento como de bichos aparte. Supongo que por causas geográficas. Y que, esencialmente, no teníamos nada que ver con la escena de garaje o con la mod.

JOAQUÍN PASCUAL: Malasaña era como una jungla. Había mucho desparrame. Nosotros éramos un pelín pardilletes, un poco provincianos. Siempre que íbamos a Madrid, pasábamos las noches en Malasaña. Allí estaban los Pleasure Fuckers y los Sex Museum, pero no los conocimos.

FERNANDO ALFARO: Quizá los que más se parecían eran Aventuras de Kirlian, pero tampoco los conocíamos.

Nos preguntaban mucho qué tipo de música hacíamos y una vez respondí: «pop bastardo». En una entrevista con Rafa Cervera, en Ruta 66, lo puso. Y se quedó un poco como coletilla.


FERNANDO ALFARO: Mi relación con los Pixies fue la siguiente. Mi primo José Mari y yo éramos muy fans de The Gun Club. Me enteré de que habían sacado un disco y en un bar de Albacete, el Velvet, oí una canción. Pregunté si era del nuevo de The Gun Club y me enseñaron la portada de un disco de los Pixies. Era «Where Is My Mind?» del Surfer Rosa. La salida del Doolittle coincidió con la de La luz en tus entrañas. Lo escuché porque la gente nos comparaba y me gustaba mogollón, pero no se parecía nada. Por un lado me daba un poco de bajón porque lo nuestro sonaba peor. Pero eso no me importaba tanto porque durante toda la puta vida me acostumbré a oír música en malas condiciones. Me molaba que lo nuestro fuera diferente.

Pergeñé una teoría sobre los Pixies. La forma de componer y tocar la guitarra acústica de Black Francis era muy parecida a la mía. Me ponía el It’s Alive de los Ramones y lo tocaba entero con la guitarra acústica. Un paso importante aunque simbólico fue ponerle una correa a la guitarra y empezar a tocar de pie con la acústica. Al tocar supercañero tienes que rellenar mucho armónicamente y aprendes a desarrollar acordes diferentes, más propios de la guitarra acústica. Imagino a Black Francis de joven tocando en su habitación canciones cañeras con guitarra acústica.

Los Pixies tuvieron más influencia en algunas canciones de Fotógrafo del cielo, pero es una influencia difusa, porque teníamos un abanico muy amplio. Ese disco tenía cosas de blues y country, algo que desde el indie se nos echó en cara. «El fantasma en la botella» es una canción rallante. En el fanzine Las lágrimas de Macondo dijeron que les parecía aburrida y larga. Lo dijeron porque era un blues. Eso estaba fuera del ámbito indie.

Javier Bennassar71 era muy fan de Surfin’ Bichos. Él nos llevó a RCA, y con Servando pergeñó el subsello Virus, algo que se estaba poniendo de moda a nivel internacional. Las multis creaban subsellos indies con la idea de que el grupo se beneficiara de la inversión, del aparato promocional y de la red de ventas de la multi y, a su vez, de la promoción más especializada y de la red de tiendas pequeñas que dominaba la independiente. Pero al final eso no era así. Virus era una entelequia que solo se encargaba de la producción ejecutiva, y de la promoción no se encargaban ni unos ni otros. Fotógrafo del cielo no tuvo más promoción que La luz en tus entrañas y pasó algo desapercibido por ser el primer disco de ese acuerdo. Éramos un grupo indie en una estructura enorme, y la promoción que debía hacer Virus no existió porque La Fábrica Magnética tenía otros problemas.

AMBICIÓN MUSICAL, ECONÓMICA Y VITAL

SERVANDO CARBALLAR: Para el tercer álbum de Surfin’ Bichos, Ariola nos aumentó mucho el presupuesto de grabación y nos fuimos a grabarlo a Inglaterra. Allí hicimos Hermanos carnales.

JOAQUÍN PASCUAL: El día antes de ir a Inglaterra dormimos en Madrid. Esa misma tarde nos hicimos la famosa foto sin camiseta que sale en la portada.

FERNANDO ALFARO: Esa foto con el pecho descubierto es un síntoma muy claro de ambición, de ir a saco, del momento de euforia que vivíamos. Explica la falta de pudor de una gente tímida que decide ir en plan rock and roll. Esa foto no iba a ser la portada del disco, sino solo de promoción. El fotógrafo nos iba diciendo, «¡mojaros el pelo!, ¡quitaos las camisetas!»…

JOAQUÍN PASCUAL: Desde Londres, fuimos en furgoneta con David Gwynn a los Chapel Studios, en el condado de Lincolnshire, a ciento cincuenta kilómetros de la capital. Estábamos emocionados. El estudio estaba en medio del campo. Nos pasábamos el día grabando. Era un estudio de primerísima categoría. Aunque no lo fuéramos, nos sentíamos unos musicazos. Estábamos en la gloria. Y aprendimos mucho a tocar. Nos exigimos un montón: sacar arreglos bonitos, pianos, baterías bien hechas… Intentamos dar un salto en la calidad de las canciones.

Había una taberna a un par de kilómetros del estudio donde íbamos a beber unas pintas. Allí vimos a los primeros grunges. Eran como extraterrestres. Nosotros aún íbamos con nuestros botines y chupas de cuero, y allí la gente empezaba a ir superguarra, con los pantalones rotos, con el pelo oxigenado… Volvimos a España y, al poco, en un vídeo, yo ya llevaba una pinta un poco grunge, con camiseta larga debajo y una corta encima.

FERNANDO ALFARO: Habíamos visto grunges en la MTV, en casa de un amigo, pero en la vida real, en el campo, jugando al billar en una ciudad inglesa, pequeña como Albacete… No es que nos hiciéramos grunges, pero nos influenciaron en la imagen. Incluso hay un solo de guitarra en plan J Mascis en Hermanos carnales. No he vuelto a hacer solos de guitarra desde entonces. Dinosaur Jr. fueron muy influyentes. Sobre todo el Bug.

Yo tenía la sensación de que ese era el último disco que grabaría. En esa época se destapó lo del sida. Muchos de los amigos con los que había compartido drogadicción y jeringuillas descubrieron que tenían el virus. Parece una cosa de subnormales, pero a veces en una ciudad pequeña o en un barrio de una ciudad grande al farmacéutico de guardia no le salía de los huevos venderte una jeringa y terminabas volviendo a donde la habías tirado el día anterior o compartiéndola con otro tío.

Estaba convencido de que tenía el sida. Me entró la paranoia. Los del grupo sabían que tenía ese miedo. Las pruebas salieron negativas y entonces decidí que íbamos a ir a muerte. Fue un momento de mucha ambición: estética, musical y económica. Exigí al grupo poner toda la carne en el asador. Para mí era un momento de todo o nada. Yo quería grabar un disco doble, aunque al final entre Servando y Javier Bennassar me convencieron de que era mejor hacer un solo disco y más directo. Sabía que empeñarme en hacer un doble podía perjudicar al grupo porque subiría mucho el precio del disco y no iba a tener salida. Y tampoco quería poner palos en las ruedas.

Justo después de grabarlo me llamaron de RCA para tener una reunión con el equipo de promoción. Lydia Fernández, la nueva directora, se disculpó ante toda la compañía por no haber hecho caso a Fotógrafo del cielo y dijo que Hermanos carnales le parecía la bomba. Este era el discurso que yo recibía de la compañía y que reafirmaba mi ambición. A partir de aquí nos llevó directamente el equipo de promoción de RCA y nos metieron en Los 40 Principales. Ese disco es el pico de ventas de mi carrera.

JOAQUÍN PASCUAL: Toda la relación con la compañía la llevaba Fernando. Yo no conocía a nadie. Solo iba a firmar contratos. Fernando nos explicaba lo que le habían propuesto y le decíamos, «perfecto, Fernando, adelante». Jamás hablamos de royalties. Todo nos parecía bien.

FERNANDO ALFARO: El resto del grupo no se involucraba en ninguno de estos temas, pero yo me puse muy en primera línea y también fue una parte importante de lo que me quemó. Yo estaba expuesto a todos los marrones.

JOAQUÍN PASCUAL: La compañía apostó mucho por nosotros. Hermanos carnales le costaría un ojo de la cara. Nosotros teníamos la sensación de que podíamos llegar a vivir de la música unos años. Hasta ese momento todos trabajábamos: yo en el colegio, Fernando en la gasolinera… De repente, sonábamos en Los 40 Principales, salíamos en televisión y parecía que podía pasar… pero no pasó. Presión por parte de la compañía tampoco sentimos y tampoco tuvimos ninguna desilusión porque no funcionara.

FERNANDO ALFARO: En las multinacionales siempre tienes la presión de que, si el disco no funciona, te echan a la calle, y cuando sacamos Hermanos carnales, la teníamos. Depende de las personas con las que trates, te lo plantean de una forma más diplomática o menos, pero hay una cosa que se llama P&L, profit & loss, que es una cuenta de ingresos y gastos. Cuando les pedías algo, te lo sacaban como quien saca el bate de béisbol. Si les pedías carteles de apoyo para la gira, ellos sacaban el P&L y te decían que no podían invertir más. Era una forma de decirte que para el siguiente disco te tendrías que esforzar más. Nosotros sabíamos que si estábamos allí era en parte por el prestigio que les dábamos. Las compañías tienen artistas que les dan muchísimo dinero y otros que solo les dan un aura de mecenazgo.

SERVANDO CARBALLAR: BMG-Ariola nunca fue capaz de romper la barrera de ventas. Básicamente no funcionó porque quien domina una reunión de márketing en una multinacional es el equipo de ventas. Y esa gente vende mucho mejor un producto limpio y claro en El Corte Inglés que un grupo de raritos. Un equipo de ventas funciona con unos objetivos y no se esforzará para que un grupo que vende dos mil venda cinco mil discos; se esforzará en colocar treinta mil copias de un grupo que vende diez mil. Nos encontramos una y otra vez con que nuestro plan no funcionaba. Ese sistema [del subsello en una multinacional] es una falacia, por lo menos en España. No es que la idea no funcione, sino que el equipo de ventas no es capaz de hacer ese trabajo.

Participé en esas reuniones de márketing de BMG-Ariola. Yo tenía que vender el disco a los de la compañía, cosa que nunca había tenido que hacer en DRO. En DRO poníamos el disco y nos gustaba a todos. No hacía falta generar el interés. La primera reunión en la que participé fue para presentar Hermanos carnales. Había veinte tíos ahí plantados. Pusimos el primer single, «Fuerte», y la gente se quedó superfría. Yo tampoco me supe desenvolver bien. Para mí era una situación nueva y anómala. Entonces dijeron, «¿cómo vamos a vender esto?». Era una reunión de márketing tradicional con un producto nada tradicional. Salí bastante preocupado. Empecé a darme cuenta de que había mucho más trabajo que hacer. Tenía que hacerles el márketing porque ellos no podían adaptar su márketing, pero yo no soy un tío de márketing. ¿Cómo te explico que «Fuerte» es una canción buenísima?

Cámara cumplió en los primeros tiempos. Los Surfin’ le gustaban muchísimo y su equipo creativo estaba totalmente convencido. El disco sonó e invirtieron en promoción, pero no vendió lo que pensaban que debía vender un disco de éxito. Nosotros habíamos vendido cinco o seis mil copias, y en RCA vendieron ocho o diez mil. No estaba mal, pero supongo que esperaban una reacción como la que después se produjo con Los Planetas.

FERNANDO ALFARO: Todo eso coincidió con el boom de Nirvana. Geffen, el sello que publicaba a Nirvana, también estaba distribuido por BMG. Era 1992 y la compañía intentó vendernos como los Nirvana españoles. A mí ya me valía, pero luego hubo el affaire de la gira con Nirvana. Íbamos a ser sus teloneros en Madrid, Valencia y Bilbao. Se hicieron carteles y cuñas en Los 40 Principales, y pocos días antes de la gira nos dijeron que no tocábamos. Solo hubo un telonero en esa gira: Teenage Fanclub. Aun así, hay gente que me dice que nos vio tocar con Nirvana. ¡Fascinante!

Eso fue un duro revés para nuestra moral. Cuando estás en un grupo, grabas un disco, sales de gira, grabas otro disco y quieres que suene mejor que el primero, vuelves a la misma sala y quieres que haya más gente… Buscas de forma casi obsesiva una progresión ascendente. Hasta entonces había sido así, pero ahí hubo un punto de inflexión que fue el principio del fin. Me descubrí a mí mismo con una ambición de crecimiento constante. Yo exigía demasiado a los demás y a mí, pero, por primera vez, esa exigencia no se veía compensada. Y cuando eso no se cumple, tiendes a culparte.

JOAQUÍN PASCUAL: Quizá no había público para nosotros y nuestro fracaso estaba cantado. Pero entonces las compañías funcionaban invirtiendo muchísima pasta. Y con una décima parte del dinero que gastó RCA en nosotros puedes conseguir hoy que un grupo por lo menos dé la cara. No hay que ser muy listo para saber que, antes, para sonar en Los 40 bastaba con poner un fajo de dinero. La grabación en Inglaterra tuvo que ser carísima y a la vuelta nos montaron un concierto para prensa en la sala Di Mauer. Tocamos medio desnudos para mucha gente que ni sabía quiénes éramos y que estaba tomando unas copas como si fuera una presentación de Rocío Durcal. Allí les regalaban el disco envuelto en tela de saco.

FERNANDO ALFARO: Me daba mucha rabia el despilfarro. No me molaba que nos invitaran a una fiesta de BMG, nos llevaran a un Melià de cinco estrellas y nos metieran a cada uno en una habitación enorme. Y se lo decía: «Está muy guay el hotel, pero ¿no sería mejor invertir el dinero en promocionar el disco?». Más que nada porque al cabo de dos días ibas a tocar y dormías en una pensión de mierda. Una vez en Logroño fuimos a un hostal, por usar un eufemismo, y dormí con la parca y la capucha puestas para no tocar las sábanas. Parecía la Sábana Santa. ¡Tenía marcada la silueta humana!

JOAQUÍN PASCUAL: Ahora las compañías saben más cuál es el mecanismo para mover a los grupos. Los circuitos están más claros. Antes sonabas igual en Los 40 que en Radio 3. Les daba igual la revista Cuore que El País Semanal. Hoy el público al que le interesa la música independiente está más localizado y los grupos y los sellos sabemos dónde están los puntos de apoyo y las salas. Si quieres promocionar a un grupo, sabes muy bien dónde poner el dinero. En esa época, RCA pensó que la manera de dar un salto al gran público era sonar en Los 40 y tocar medio desnudos para la prensa. Gastarse el dinero en todo eso no tenía ningún sentido.

FERNANDO ALFARO: En BMG-Ariola existía esa rivalidad interna entre súbditos típica de las estructuras capitalistas. El grupo bandera indie de Ariola eran Los Sencillos, que habían sacado «Bonito es», y el de RCA éramos nosotros, con «Fuerte». «Bonito» y «fuerte»: ¿se ve la diferencia? En esa batalla interna fuimos los perdedores.

La siguiente conversación con Álvaro de Torres, el nuevo director, fue para decirle que teníamos nuevas canciones, nuevo bajista, y que el grupo sonaba como nunca. Su respuesta fue que no estábamos maduros. ¡Yo ya tenía veintiocho años! ¡Si me descuidaba, estaría podrido! Dijo que no era el momento de grabar otro disco. No creía en nosotros. Ahí se me ocurrió hacer un disco de versiones. Con todo el cariño del mundo, pero motivado por las circunstancias.

EL PRINCIPIO DEL FINAL DE UNA QUIMERA

DAVID LÓPEZ: Entré a trabajar en RCA cuando Surfin’ Bichos acababan de sacar el disco de versiones, el Family Album. Era mi grupo español favorito. Había descubierto a los Surfin’ en la mili. Allí me junté con algunos colegas que me pasaban cintas. En una de ellas había canciones de Los Flechazos, de los Pleasure Fuckers y no sé si algo de Los DelTonos, pero ninguna me golpeó como aquella canción. Era «Sonidos», de Fotógrafo del cielo. Le dije a mi colega que me grabase el disco porque no lo encontraba en las tiendas.

El primer disco de Surfin’ que compré fue Hermanos carnales. Días después fui a la taquilla de la sala Revolver y me compré una entrada para el concierto de presentación. Me vendieron la 0001.

Era muy ilusionante estar trabajando en RCA, pero pronto conocí la realidad del grupo. Allí no tenían ningún valedor. Tras la salida de la anterior directora, Lydia Fernández, y por no haber conseguido las ventas deseadas con Hermanos carnales, aquello se desmontó. Me daba mucha pena que allí dentro nadie les dedicara ni un minuto de atención. Yo promocionaba el disco a escondidas. Llamaba casi a hurtadillas para que lo pusieran en Radio 3. Si me pillaba el jefe perdiendo el tiempo con eso, me la podía ganar.

FERNANDO ALFARO: Hicimos playbacks en directo. Era muy habitual en esa época. Eran encerronas. Te liaban, el mánager intentaba convencerte de que, si no lo hacías, te iban a putear en la emisora y, de repente, tenías que hacer un playback ante cuatro mil personas dentro de un camión de Los 40 Principales que se abría por un lateral. Esto nos pasó en el parque más grande de Albacete. El cerebro humano tiende a olvidar los traumas y las cosas chungas, pero es posible que lo hiciésemos alguna vez más, compartiendo escenario con grupos del momento tipo Modestia Aparte o cosas así.

DAVID LÓPEZ: Surfin’ Bichos sonaron en Los 40 y RCA haría todos los esfuerzos para conseguirlo, pero en ese momento no había un tejido independiente para promover a un grupo de ese perfil. Como mucho, se usaría la palabra alternativo, y ni siquiera creo que Surfin’ Bichos nacieran con esa vocación. Habían nacido para ocupar un lugar en el pop español, y en RCA tuvieron que intentarlo de todos los colores porque en los cajones encontré ediciones especiales de singles de los Surfin’ con el logotipo de Los 40.

FERNANDO ALFARO: La gira Alternative Tour se le ocurrió a Servando. Fue en el año 93, con el Family Album. Y no se llamaba Alternative Tour, sino Alternative TV Tour. Me pidieron un nombre que llevase la palabra alternativo, porque era una réplica a la gira Noise Pop. «Alternativo» se llamaba en esa época a Pearl Jam, que a mí ya no me gustaban entonces. No me gustaba la palabra «alternativo» y la única forma de resolverlo era ponerle el nombre del grupo Alternative TV. No les gustó y al final en el diseño del cartel el «TV» salía difuminado.

La propuesta inicial fue El Regalo de Silvia y Los Hermanos Dalton. No tenía nada contra Los Hermanos Dalton, pero los veía muy power pop. Me veía más cercano a Los Planetas. Julio Ruiz ya los estaba pinchando en Radio 3, me molaban más e insistimos en que tocasen ellos.

FLORENT: Fuimos a Barcelona, Madrid, Valencia y Zaragoza. Tocamos en sitios donde no habíamos estado y ante gente que iba a ver a Surfin’ Bichos. Era un reto chulo: tocamos media hora, hacías «La caja del diablo», tres o cuatro más y salías hecho un dios. No tenías delante un público exigente. Nadie conocía las canciones y la gente se movía por intuición o por la caña que dabas. Era como salir de fiesta: nos íbamos de viaje, teníamos camerino, compartíamos vivencias con otros grupos… Te sentías como una estrella del rock. Te sentías parte de una escena en la que siempre habías querido estar.

FERNANDO ALFARO: En la gira del Alternative Tour, Los Planetas lo petaron. De hecho, nos merendaban. Técnicamente, nosotros sonábamos mejor, pero ellos estaban encendidos. Nosotros íbamos con el cuarto disco y el momento de apoteosis inicial había pasado. Nuestro público se había calmado, pero ellos estaban en su momento de romper, de ahora o nunca.

FLORENT: De aquella gira tengo una imagen de Alfaro después de un concierto, con la frente apoyada en la pared, mirándola durante media hora o más, sin moverse, como si fuera el muro de las lamentaciones. Yo decía, «¿qué le pasa a este tío?». No entendía el porqué. Era por todo lo que llevaba encima y por su historia. Te llamaba mucho la atención, Alfaro.

JOAQUÍN PASCUAL: Para nosotros era muy divertido. Llegabas a las pruebas de sonido, compartías un rato con los grupos, echabas unas risas… Tocábamos con grupos que ya parecían que iban a ser importantes y que estaban encantados de tocar con nosotros. Eso te hacía sentir bien. Estábamos en los camerinos con J y todos los demás fumando petas. Estaban todos superlocos… No es que montes un grupo para vivir esto, pero convivir con otros grupos está muy bien y apenas lo habíamos hecho con los Surfin’.

El indie empezó a existir cuando nosotros ya acabábamos. Lo rascamos un poco de refilón.

FERNANDO ALFARO: Me sorprendió mucho que los grupos que salieron luego nos consideraran algo suyo. Desde el principio me gustaron Los Planetas y muchos de aquellos grupos, pero yo tampoco me veía tan cercano. Cuando escuchamos el primer EP de Los Planetas, Joaquín decía, «esto es como los Surfin’», y yo le contestaba, «¡qué dices, tío! A mí no me lo parece».

Cuando apareció Luis Calvo y el círculo de gente que montó Elefant, la revista Spiral y el festival de Benicàssim, en principio nos rechazaban. No teníamos buenas críticas en Spiral, donde ponían por las nubes cosas que con el tiempo se han desvanecido como hojas de otoño. Nunca me sentí parte de la escena indie cuando se referían a nosotros como los padres del indie. The Gun Club, los Cramps, los Violent Femmes, Dream Syndicate, Hüsker Dü… ¿Todo eso es indie o no? Para mí, sí. Hasta Nick Cave y Tom Waits lo son, pero entonces no existía esa etiqueta. Y más independiente que Robyn Hitchcock, no veo nada. Yo me identificaría más con los grupos del C86 tipo The Wedding Present que con grupos españoles posteriores.

Hay una frase que sé que J dijo cuando Los Planetas llegaron a RCA. Les comentaron, «qué bien, estáis aquí con Surfin’ Bichos, un poco como la nueva generación». Y J dijo, «los Surfin’ Bichos ya están. Nosotros somos la nueva generación que venimos a partir la pana». Era un síntoma de esa actitud lógica de matar al padre, pero sirvió para cerrar el coto de caza, para que lo que hoy entendemos como «indie de los 90» sea algo muy reconocible. Definir el indie tuvo éxito. Sirvió para tener algo que poner en los medios, pero eso también tenía sus peligros. Eso empobreció el panorama.


JOAQUÍN PASCUAL: Cuando grabamos El amigo de las tormentas, la compañía estaba un poco cansada de nosotros. Lo intentaron, no salió y eso repercutió en que Fernando sintiera presión para seguir. Él lo llevaba bastante en privado y no transmitía sensación de agobio. Solo en la última etapa vimos que estaba muy saturado.

Lo que invirtió RCA, comparado con lo que pondrían para la Pantoja, sería ridículo. Pero vieron que no salió la jugada y debieron de pensar: «A tomar por culo». A partir de ahí, como había un contrato que cumplir, les salía más barato gastarse dos millones de pesetas, que grabásemos el disco y que acabásemos el contrato, antes que ponerse con abogados.

FERNANDO ALFARO: Después de las expectativas over the top que hubo con Hermanos carnales, llegó el desencanto. En el grupo seguíamos siendo amigos y José Manuel72 se integró de puta madre, pero empezamos a distanciarnos. Con el tiempo entiendo por qué: Joaquín y José Manuel ya tenían hijos y tenían otros hábitos. Ellos dos crearon un núcleo, y por otro lado estábamos Carlos y yo. Yo con mis mierdas, y él con su vida.

El disco de versiones y El amigo de las tormentas están dentro del mismo clima de retraimiento. En las fotos del último disco salimos muy tapados. Entre nosotros se puso de moda llevar doble chupa: chaqueta tejana y otra de cuero encima. «Doblechupismo», lo llamaba Joaquín. Para mí es un detalle muy gráfico: en las sesiones de Hermanos carnales salíamos sin camisa y, de repente, volvíamos a encerrarnos, volvimos a retraernos sobre nosotros mismos. «Si no nos habéis entendido, que os den por culo.»

JOAQUÍN PASCUAL: La compañía influye cuando estás en un buen momento, pero también puede hacerte sentir un gusano y decirte, «lo tuyo no vale, lo tuyo ya no nos interesa, graba el disco porque lo tienes por contrato, pero, cuando lo acabes, adiós». Y eso marca una grabación. Hice ese disco yendo y viniendo de Albacete. Fui un par de días a grabar mis guitarras y teclados. Imagino que, entre otras cosas, porque no había dinero para nada más.

Fue una sensación de abandono completo, como cuando cortas con alguien. En la época de Hermanos carnales, los de RCA llamaban todos los días al estudio, como una novia pesada. Cuando grabamos El amigo de las tormentas eso había desaparecido. La compañía no sabía ni dónde estábamos. No querían saber nada de nosotros. Era el vacío absoluto. Sabíamos que aquello estaba tocando fondo, pero nos negábamos a reconocerlo.

Fernando tomó la decisión de separarnos una vez grabado el disco, pero estoy seguro de que él ya sabía que aquello se había terminado.

FERNANDO ALFARO: Grabamos el disco y se precipitó el final. Nos separamos en verano, pero no dimos la noticia. Engañamos a la compañía porque, sin grupo, no hubieran fabricado el disco. Fue mi venganza. Lo sacaron a finales del 94, pero de El amigo de las tormentas ya no hubo gira.

El final de Surfin’ fue cosa mía. La prueba es que ellos siguieron. Joaquín se había comprado un cuatro pistas, aunque ya teníamos el ocho pistas en el estudio. Yo le decía que trajera canciones, pero él ya no las traía, y yo estaba con la mosca detrás de la oreja. Es normal, yo había sido muy exigente. Mi teoría es que ya estaba pensando en montar otra cosa, y lo confirmé cuando salió Mercromina tan poco tiempo después. Me sorprendió y me jodió porque el primer disco de Mercromina me gustó muchísimo.

JOAQUÍN PASCUAL: Mercromina barajamos dos sellos: Radiation y Subterfuge. Subterfuge contestaron en seguida, les gustó la demo y fichamos con ellos. Ni corto ni perezoso, le dije a Carlos Galán que queríamos ir a grabar fuera, y él se partía el culo. «Esos tiempos ya han pasado», me decía.

En Subterfuge hablabas directamente con el director del sello, te fumabas un peta, te tomabas unas litronas… Todo lo que nos dio RCA fue increíble y no lo voy a poder a hacer nunca más, pero en Subterfuge aprendimos a tener los pies en la tierra y a saber bien lo que hay. Nada que ver con lo que habíamos dejado atrás. Todo empezaba otra vez desde cero.

FERNANDO ALFARO: Cuando acabó Surfin’, volví a trabajar en la gasolinera. Cuando Chucho firmamos contrato con Virgin y todo pintaba optimista, dejé el trabajo otra vez. Y terminé volviendo al final de Chucho. Nunca he trabajado en otra cosa. Para mí era el trabajo más cómodo del mundo. Trabajaba día sí, día no, excepto los fines de semana, que no trabajaba. Pero cuando iba estaba desde las siete de la mañana a las diez de la noche. Ahí tenía la guitarra, libros… Tenía mucho tiempo libre. Y una persona del pueblo me sustituía siempre que lo necesitaba. Lo dejé definitivamente en 2005. Traspasamos la gasolinera poco después.

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