Kitabı oku: «Pequeño circo», sayfa 13
JOAQUÍN PASCUAL: Nunca pensamos en términos de carrera. No digo que me sienta orgulloso de ello, pero fue así. Quizá porque supimos desde el primer momento que era un disparate absoluto tener un grupo en España y querer vivir de ello. Sabíamos que pasaríamos la juventud juntos, pero que ni de coña había dinero para vivir de eso. Éramos conscientes de que no iba a pasar y esa herencia la hemos llevado siempre. A mí, sinceramente, me ha venido bien pensar así para aguantar todos estos años. Si hubiese tenido ese objetivo, me hubiera frustrado hace tiempo.

FERNANDO ALFARO: La disolución de Chucho fue a principios de 2005, casi a la vez que la de Mercromina. La reunión de Surfin’ Bichos fue en 2006. La propuesta surgió del Primavera Sound a través de Mariano Tejera, que era mánager mío y de Chucho. La idea era hacer solo el Primavera. Tanto Joaquín como yo teníamos nuestros proyectos. Carlos estaba con Joaquín en Travolta y José Manuel estaba conmigo en Los Alienistas.
El grupo había quedado cerrado en falso y estaba bien retomarlo. No es que no hubiese habido gira de despedida, sino que salió un disco del que no hicimos gira. Todos estos grupos que se reúnen vivimos momentos espídicos. Parecía que todo tenía que pasar rápido y se precipitaban las separaciones cuando aún no estaba todo dicho. Si nuestra disolución o la de los Pixies fue fruto de la velocidad interna del grupo, no es tan raro volver. Yo puedo explicar la disolución de Surfin’ Bichos, pero no tengo claras las razones. No pondría la mano en el fuego por las razones por las que la provoqué. Ni siquiera la de Chucho. Alguna vez Joaquín me lo ha dicho: si en vez de disolvernos hubiéramos seguido a lo mejor tendríamos un estatus muy superior. Y, sí, tendríamos otro estatus, eso seguro.
La reunión de Surfin’ Bichos aún fue en época de vacas gordas. El Primavera Sound nos ofreció veinticinco mil euros por un concierto. Y por los cuatro del Wintercase nos pagaron ochenta mil. Nunca habíamos cobrado nada así. Ni por asomo. Económicamente fue muy rentable, pero además daba gusto tocar. Tenía todo el sentido del mundo hacerlo.
Surfin’ Bichos tuvo una vida azarosa y extraña. Esa gira de reunión con mogollón de público celebrando nuestros hits de ultratumba era una especie de cuenta pendiente. Los conciertos fueron un acontecimiento. Esa es la clave: «acontecimiento». «Yo estuve en la reunión de Surfin’ Bichos» no es lo mismo que «yo he ido a un concierto de Travolta o de Fernando Alfaro».
La leyenda de Surfin’, si la hubo, fue posterior a la disolución del grupo. Y con la gira recogimos el feedback de esa leyenda. Pero ese acontecimiento tuvo un reverso oscuro. Tanto Joaquín como yo pensamos que la reunión tiraría un poco de nuestras carreras en solitario. No fue así para nada, y eso fue un palo muy gordo. Uno nunca termina de aprender.
GRANADA
CON ANTONIO ARIAS Y ERIC JIMÉNEZ (LAGARTIJA NICK), FINO OYONARTE (LOS ENEMIGOS), FLORENT Y J (LOS PLANETAS), MANUEL ARANZANA (AUTOMATICS), BLAS FERNÁNDEZ (RADIO ALJARAFE / ABC SEVILLA), ABEL HERNÁNDEZ (MIGALA), JESÚS ORDOVÁS (RADIO 3), JOSEMA «DALTON» (LOS HERMANOS DALTON), JUAN HERMIDA (ROMILAR-D), IÑIGO PASTOR (MUNSTER) Y FERNANDO PARDO (SEX MUSEUM).
Lagartija Nick es el mejor ejemplo de grupo bisagra entre el rock sólido de los 80 y el vértigo alternativo de los 90. La banda de Antonio Arias creció en la Andalucía de los concursos y las giras subvencionadas por el PSOE, rompió ese cordón umbilical, forjó un estilo único y apenas imitado, fichó por la multinacional Sony, se alió con el cantaor Enrique Morente y marcó el terreno que seguirían después Los Planetas.

Eric Jiménez y Antonio Arias, de Lagartija Nick, abducidos por la estética afterpunk. (Cedida por Antonio Arias.)
RUIDO EN LAS CUEVAS
ANTONIO ARIAS: Nací en Granada en 1965. En mi familia por parte de mi padre son barberos desde mi bisabuelo. Mi padre tenía una barbería y mi abuelo, una taberna. En la taberna tocaba flamenco y en la barbería, rondallas. Tocaba la bandurria y el laúd. Mi madre era ama de casa hasta que se hizo auxiliar de enfermería. A mí también me hubiera gustado montar una barbería, pero mi padre se empeñó en que no aprendiera.
ERIC JIMÉNEZ: Nací en Granada en 1967. Somos tres hermanos y yo soy el pequeño. Mi padre era abogado. Tenía en casa una bandurria de puta madre, de palo de santo. Él decía que la tocaba, pero no le vi tocarla nunca.
El padre de Antonio sí tocaba pulso y púa. «Pulso y púa» se llama a una reunión de rondallas, generalmente de viejos, donde se toca la mandolina y la bandurria agitando mucho la muñeca. Era muy popular en fiestas y bares de pueblo y también en barberías. En Andalucía, las barberías eran un centro social donde la gente se reunía, aunque no fueran a pelarse.
ANTONIO ARIAS: Somos tres hermanos: Jesús, José Ángel y yo, que soy el pequeño. Jesús fue el primero que tuvo guitarra y banda. Cuando yo tenía quince años, le llamaron de una formación anterior a 091, Al-Dar, porque iban a reestructurar el grupo. Mi hermano ya tocaba en los T.N.T. y les dijo, «yo no quiero, pero mi hermano toca». Hice una prueba con «No Woman, No Cry» de Bob Marley, «So Lonely» de Police y «God Save the Queen» de los Sex Pistols; las tres que sabía tocar con el bajo. Dejé el grupo que tenía en el instituto. Era el año 81.
ERIC JIMÉNEZ: Empecé a hacer rabonas en el colegio con once años; rabonas de cinco meses. Mi madre tenía un hostal. Me metí a musulmán con unos moros que estaban en el hostal vendiendo bisutería. Me bautizaron y me pusieron de nombre Abdullah. Por la noche, hacían artesanía y yo me iba a su cuarto. Claro, cuando llegaba la hora de ir al colegio, yo estaba rendido porque había estado toda la noche con ellos.
Yo era un showman. Iba a una discoteca de críos y me ponía a bailar. El guitarrista de Lagartija Nick, M.A.R. Pareja73, también era un gran bailarín. Bailábamos las horteradas: «Tocar madera», Patrick Juvet, «My Sharona»… En el mismo barrio donde estaba el club de baile, ensayaba un grupo. Buscaban un batería y me hicieron una prueba. En esa batería los platillos estaban metidos en un cubo lleno de arena y sujetos sobre unos rieles de cortina. Como era muy rápido con las manos, me cogieron. Luego me llevaron a un local de ensayo, me pusieron delante de una batería de verdad y me cagué: ahí descubrí que eso tenía un pedal de bombo y más historias.
ANTONIO ARIAS: Los Cero ensayábamos en unas cuevas que había en la carretera que iba para Murcia. Al decaer las orquestas, empezaron a ir a ensayar los grupos. Había un montón. El alquiler serían unas seiscientas pesetas al mes.
Un día, Tacho74 entró y dijo, «¡tenéis que ver al batería que están probando los KGB!». Me asomé, vi a ese personaje y me quedé fascinado de por vida. Ese día ya se veía que Eric tenía algo especial: un tempo y un ángel. Ya llamaba la atención. Tenía catorce años. Yo tenía dieciséis.
ERIC JIMÉNEZ: Había muchísimos grupos en Granada: Beat Club, Averno, Magic, SOS… Pero los más modernos y con los ojos más puestos en Inglaterra eran 091, T.N.T. y KGB. Lo otro era más añejo: blues, heavy, rock sinfónico… Jesús Arias de T.N.T. le habló de nosotros a DRO y nos grabaron en el Punk Qué? Punk, un recopilatorio a nivel nacional en el que también estaban Seguridad Social, N-634, los Espasmódicos… Luego nos hicieron un single, pero me tomé tan en serio lo del punk que en un programa de Canal Andalucía dije que los de DRO eran unos ladrones y unos cabrones que se gastaban el dinero en producciones de Julián Ruiz. Y ya no hubo LP.
FINO OYONARTE: En Almería ya se hablaba de Eric. Era muy célebre. Almería era como un pueblo y para nosotros ir a Granada era como ir a La Meca. Los cuatro que nos dedicábamos a la música decíamos, «¡he visto a Eric con sus pintas punkies!». Y ver a KGB en Almería fue revelador. Tocaron con Ilegales, que estaban en todo lo alto. Un amigo que tenía una tienda de música le llevó doce pares de baquetas a Eric y las rompió todas.
ERIC JIMÉNEZ: Me casé con dieciséis años. Siempre había tenido muchísimos miedos, me follé a la que sería mi mujer y creí que ya no iba a volver a follar en mi vida. Me quedé pillado. Me casé por la iglesia. Fue un acontecimiento. Vinieron todos: T.N.T., KGB, 091… Mi suegro iba vestido de militar y el monaguillo que hacía de backliner del cura era subnormal. El primer baile con la novia lo hice con el «Killing Moon» de Echo & the Bunnymen.
FLORENT: Se casó con la hija del director de la banda militar. Yo conocía a la novia, a la Isa, pero a él, no. Se vino a vivir a mi barrio, en los bloques de los militares, y aquello era ya vivir con una rock and roll star. Eric era un tipo muy raro: entre tímido… o directamente no te hablaba. Se ponía un tupé echao palante a lo Jesus and Mary Chain y no le veías los ojos.

ANTONIO ARIAS: Los Cero tenían el equipo que habían heredado de Al-Dar y una manera de rentabilizarlo era haciendo mítines. Montabas el equipo para Felipe González o Alfonso Guerra y luego tocabas. Lo hicimos en bastantes pueblos. En el paseo del Violón cerramos la campaña del 82. Veíamos a Felipe González por allí, pero nunca me lo llegaron a presentar.
J: Eran el grupo que lideraba la escena de rock and roll. Era una banda sólida, profesional. Muchas veces los vi tocar en mítines del PSOE. El mánager de 091, Paco Ramírez, era consejero de cultura en la Junta de Andalucía. Había mucha gente del PSOE culturalmente inquieta que organizaba cosas interesantes desde el ayuntamiento: festivales y conciertos de grupos de rock.
ANTONIO ARIAS: El tito Paco, le llamábamos. Era el tío de Tacho y también era mánager de [Enrique] Morente. Había estado exiliado en París, trabajando en la UNESCO, y llevaba y traía a gente al Olympia. Buscaba cosas a Enrique, a Quilapayún, a Paco Ibáñez… a toda aquella intelectualidad medio exiliada. Cuando volvió a Granada, montó una oficina. Enrique acababa de sacar Sacromonte y había una escena muy interesante.
ERIC JIMÉNEZ: Yo era el más pequeñito de KGB y Antonio era el más pequeño de 091. Los dos nos enamoramos de Siouxsie & the Banshees, los Mighty Lemon Drops, los Damned… De grupos que en 091 estaban un poco prohibidos. Montamos un grupo paralelo a 091 con una novia de Antonio. La llamaban «La Pelos» porque tenía el mismo look que Siouxsie. Nos juntábamos en el local de 091 y tocábamos todas las canciones de Siouxsie.
ANTONIO ARIAS: La primera vez que me fui de 091 fue por el impacto de haber tenido a Joe Strummer produciendo un disco75 y ver que el resultado era tan desalentador. Joe había pagado hasta las mezclas y al final lo remezclaron a sus espaldas. Más que rebelarme contra ese mundo, pensaba, «para eso me voy con el Eric, montamos un grupo y duramos lo que duremos».
ERIC JIMÉNEZ: En un año, KGB y 091 podían tener diez o doce bolos. Pero en esos conciertos no generabas público y tampoco había salas. Solo había pubs o discotecas grandes en las que tenías que meter un buen equipo de sonido, y como no tenías capacidad de convocatoria, no podías pagarlo.
Estaba todo tan bien pagado por el PSOE que en Granada el mundo del rock llegó a ser un poco pijo. Los grupos decían, «¿cómo voy a ir yo a tocar a Salamanca si no me pagan?». Eso la mayoría de grupos de Andalucía no lo querían hacer. Vivíamos en otro mundo.
ANTONIO ARIAS: Los Cero no necesitábamos apenas salir de Andalucía para vivir de la música. Eras contratable sin necesidad de haber tenido un éxito importante. En el año 82 cobrábamos cuatrocientas mil pesetas de caché. Pillabas diez conciertos de esos y estabas forrado, pero no salías al ámbito nacional. Podías vivir de plazas de toros de Andalucía, pero a lo mejor no habías hecho una sala en dos años.

MANUEL ARANZANA: Nací en Linares en 1965. Cuando entré en Preceptos Devotos, ya tenían el maxi de «Bajada de anfetas». Yo entré al año y grabé otra versión que editó la Junta de Andalucía en un disco76 contra las drogas. Ahí estaban 091, Sendero Luminoso, Dulce Venganza… Me extrañaba que quisieran esa canción para un disco antidrogas, aunque tuvimos que cambiar una frase para que encajase en el rollo del disco. La letra decía, «es muy normal, es muy normal / que con bajada de anfetas todo pueda pasar» y la cambiamos por «es muy normal, es muy normal / cuando salga el sol todo puede pasar».
Eran los 80, cuando todo estaba permitido, y eso nos permitió hacer una gira por toda Andalucía. Podíamos dar treinta conciertos con un caché potente. Yo me dedicaba exclusivamente a la música. Funcionábamos como los grupos de verbena. Ibas como de puta; una puta moderna que toca sus canciones. Hacíamos los cuatro programillas de Canal Sur y con eso nos conformábamos.
BLAS FERNÁNDEZ: Durante los 80 y principios de los 90, había muchos concursos. Eran fundamentalmente municipales. El que partía la pana era el Alcazaba. De ahí salieron Danza Invisible, 091, Tarik y la Fábrica de Colores… Lo organizaba el ayuntamiento de Jerez y tenían el acierto de llamar a gente de Radio 3 para que hicieran de jurado. Eso les aseguraba que luego el concurso tuviera repercusión, por lo menos en Radio 3.
JESÚS ORDOVÁS: He sido jurado de cientos de concursos: en Mallorca, Gijón, Galicia, Jerez, Jaén, Castilla-La Mancha… Desde que empezó Radio 3, fui prácticamente el representante de la emisora en todos los jurados. Cada mes podía ir a dos o tres concursos. Casi todos los fines de semana de mi vida los he dedicado a festivales y a hacer de jurado de concursos.
BLAS FERNÁNDEZ: Había un despilfarro absoluto. En Almería se hizo un concurso en el que no estuve de jurado, pero sí me invitaron a la presentación del disco de los grupos ganadores. Te llevaban a comer a unos restaurantes fantásticos. Preguntabas qué presupuesto habían destinado al disco y era una barbaridad para unos discos que no tenían recorrido alguno.
ERIC JIMÉNEZ: Era el rollo de cuando entra el Partido Socialista en España y da cancha a la cultura. Hay pasta para hacer discos de la diputación, hay pasta para que la gente pinte cuadros, hay pasta para que una televisión regional haga programas de cultura… Pero todo sin ninguna relevancia porque la gente no consumía eso. Era meter pasta en la cultura, pero sin tener muy claro cómo hacer la difusión. No servía absolutamente para nada.
JOSEMA DALTON: Cuando desapareció el Alcazaba, el Certamen de Pop-Rock de San Fernando fue el concurso que llamaba la atención de más grupos andaluces. Los Invitados éramos más o menos lo mismo que Los Hermanos Dalton, pero más verde. En el 88 ganamos el certamen. El premio era un disco que grabamos en el 89, Invitados por error, pero que no tuvo ninguna repercusión. Servía para tu currículum, pero para nada más.
BLAS FERNÁNDEZ: Más allá de los cuatro o cinco programas que hacíamos la gente a la que nos interesaba ese tipo de música, esos discos no llegaban al mercado. Todo eso se hacían con dinero público, con la intención de apuntarse al carro de no sé qué pretendida modernidad.
¿VALEMOS PARA ESTO? ¿VALEMOS PARA ALGO?
ANTONIO ARIAS: Cuando nos pusimos a tocar con el Eric, decíamos, «lo raro será que no nos contraten, ¿no?». Sonábamos fuerte y sonábamos bien.
ERIC JIMÉNEZ: Antonio venía de algo muy blando, y yo de algo muy duro. Pensamos que compaginándolo se podía hacer algo interesante. Buscábamos algo sucio que tuviera la energía del punk y la melodía del pop.
ANTONIO ARIAS: Siempre he tenido buena relación con José Ignacio [Lapido]77 y siempre volvíamos a tocar juntos, pero cuando volvía a 091, pensaba, «no me gusta esta visión del rock tan académica». Me entendía mejor en un entorno más caótico, de montar tu grupo y defenderte solo. Me dijeron, «sabes que en cuanto salgas por esa puerta tu carrera habrá terminado, ¿no?». Y yo respondí, «¡eso es precisamente lo que quiero saber! ¿Valemos para esto? ¿Valemos para algo?». Está claro que, si me iba, perdería todos los contactos, pero a lo mejor me salían otros. Les propuse seguir con ellos mientras tenía los Lagartija Nick, pero me dijeron que no se podía estar en dos sitios a la vez.
ERIC JIMÉNEZ: M.A.R. Pareja tenía un grupo siniestro, Museo de los Sueños. Antes de grabar Hipnosis78, íbamos a hacer un playback en un programa de marujas de la televisión andaluza. Como faltó Juan [Codorniu], lo invitamos. Daba una imagen de puta madre con el pelo así a lo Robert Smith.
A Juan nos lo recomendó Vicente, un amigo siniestro de Algeciras con el que escuchábamos discos de Psychic TV, Diamanda Galas y Swans en su casa. Eran de lo más siniestro que había. Yo estaba harto del punk y me dio por eso. Luego también acabé hasta los huevos de tanto bute79.
ANTONIO ARIAS: La diputación hizo varios volúmenes del recopilatorio Rock GRX y en uno de esos llegamos a entrar80. Ahí aún estábamos solo Eric y yo. Las guitarras de esas dos canciones las grabó José Ignacio Lapido.
ERIC JIMÉNEZ: Luego la misma diputación llevaba a los grupos del recopilatorio por mogollón de pueblos de Granada. Era la hostia porque grupos que no tenían ni disco tenían diez o doce fechas de verano a cachés de doscientas mil pesetas. Eran conciertos en fiestas de pueblo. En la primera época de Lagartija Nick, tocamos con La Frontera, Desperados, Seguridad Social…
La gente pasaba muchísimo de nosotros. Incluso a tus colegas se les cortaba el rollo al estar entre abuelas, niñas con carricoches y el tonto del pueblo con un helado. En los pueblos te veían con el pelo cardado y te decían, «¿quién es el chulo de la piara?». A mí me echaron de una caseta por pegarme un morreo con mi novia. Me dijeron, «¡a follar a la calle!».
ANTONIO ARIAS: En Granada existía una escena. Salían grupos como La Guardia. Lo que no había era la mentalidad. Los Cero se emperraron en la necesidad de ser reconocidos, de ser famosos, de ser número uno. A mí el éxito de los demás me encanta, pero no puedes identificarte con eso y decir, «a mí no me hacen caso y a estos, sí». Una manera de seguir en este mundo es la de «tengo que ser famoso porque, si no, no puedo volver a Granada», y la otra es «estamos en un buen punto para hacer cosas». Y lo primero que aprendí fue el aburrimiento de las multinacionales, el desencanto.
ERIC JIMÉNEZ: En Granada había sellos, pero era todo muy cutre. No había afición de montar una oficina o una compañía de discos. Las contrataciones las manejaban los cuatro tíos que tenían orquestas y traían al grupo de moda. No tenía nada que ver con montar un sello y darle una identidad.
ANTONIO ARIAS: Estaba La Cacería, una gente muy vanguardista y heredera de la música industrial. No funcionaba a nivel de sello; era más distribuidora de discos del extranjero. Igual Diseño Corbusier y Neo Zelanda editaron algo en Granada, pero lo normal era grabar en Madrid. Volver de Madrid te daba más empuje y reconocimiento en tu ciudad.
Cogimos la furgoneta de los Cero, un poco de dinerillo y nos fuimos Eric y yo a Madrid a buscar compañías. Fuimos primero donde nos conocían, a DRO, pero no hubo muy buen feeling y dijimos, «insistir aquí es una tontería». A Romilar-D los conocíamos por Sex Museum. Decíamos, «¡qué disco más guay y encima es de una compañía española!». Romilar también editaba grupos extranjeros que nos molaban, como los Cosmic Psychos y los New Christs.
JUAN HERMIDA: Vinieron a Madrid el día que presentábamos Independence de Sex Museum en la sala Ya’Sta. Me llamaron desde el locutorio de Telefónica que había en la plaza de Colón. Les dije que estaba muy liado y que mejor viniesen al día siguiente, pero insistieron en pasarse por la oficina. Tardaron horas en venir. Justo cuando salía, aparecieron, agitados. Me dejaron la demo El rostro de nuestro tiempo hasta la mañana siguiente. Les advertí que era imposible que la escuchase, pero insistieron.
ERIC JIMÉNEZ: No teníamos dinero para un hotel y nos quedamos a dormir dentro la furgoneta, en el parking que hay debajo del Hotel Plaza España. Pasamos un frío de puta madre. Le dije a Antonio, «algún día dormiremos en este hotel». Cuando fichamos por Sony, tuvo mucha gracia porque nos dijeron, «¿queréis quedaros en el Plaza España?».
JUAN HERMIDA: Al día siguiente, según abrí la oficina, aparecieron con aspecto de no haber dormido. Les devolví la demo, quedaron en enviarme una copia y volvieron a Granada. Luego me enteré de que, cuando me llamaron desde el locutorio, les habían robado la bolsa donde tenían la maqueta y tuvieron que apostarse en la puerta hasta que salió el individuo para recuperarla. Por eso vinieron tan tarde a la oficina y, como no tenían dinero, pasaron la noche en el coche. Conocer esta historia hizo que decidiera trabajar con ellos.

Lagartija Nick en su primer concierto, en 1987. (Cedida por Antonio Arias.)
BLAS FERNÁNDEZ: Lagartija Nick actuaron en la fiesta de Ventana al pop en la plaza mayor de Tomares [Sevilla]. Sería en verano del 90. Allí firmaron el contrato con Romilar-D. Juan Hermida vino expresamente desde Madrid para firmarlo. Fue un conciertazo brutal: Lagartija Nick y Cancer Moon.
JUAN HERMIDA: El hasta entonces mánager de Sex Museum, Javier González, se había mudado a Granada y le puse en contacto con ellos. Javier se encargaba de montar las giras de los grupos australianos y suecos como los New Christs o Died Pretty.
IÑIGO PASTOR: Con Javier monté algunas giras en Munster con grupos holandeses, suecos y franceses. Yo lo dejé, Javier continuó y Munster Tourin’ se convirtió en una de las primeras oficinas de representación de grupos de esa onda: Los Bichos, Lagartija Nick, Sex Museum…
ERIC JIMÉNEZ: Javier González nos metió de teloneros de Sex Museum en Granada cuando vinieron a presentar el Independence. Sex Museum fue el primer grupo español al que vi vender discos en los conciertos.
ANTONIO ARIAS: Veíamos los discos de Sex Museum, Surfin’ Bichos, Cancer Moon, Los Bichos… Era la escena a la que nos queríamos acercar.
Javier era de Portugalete y en seguida nos pusimos a currar por los gaztetxes. Era un mundo curioso. Allí teníamos amigos de Granada que se habían hecho guardia civil pero que también eran rockeros. Allí los más abertzales se juntaban con los guardia civiles en los camerinos, pero notabas cuál era el guardia civil porque era el que miraba debajo del capó del coche.
JUAN HERMIDA: Les propuse editar un single, meterles en una fiesta de Romilar-D y darles a conocer por el circuito antes de grabar el álbum.
En la fiesta tocaron Sex Museum, The Amateurs, The Pleasure Fuckers y los recién salidos Lagartija Nick. Fue en octubre de 1991, en la sala Fundadores de Madrid. La intención era mostrar una escena cohesionada. Debo reconocer que, para sorpresa mía, y sospecho que de todos, se llenó.
ANTONIO ARIAS: Todos los grupos que nos juntamos allí sonábamos sucios, pero no todos sonábamos igual. Y esa apertura de influencias la podías comprobar en el público. El carácter venía marcado por esa nueva independencia. El fondo y la forma eran volver a trabajar con gente que amase la música y rondase tu edad. Y llegar hasta el final, aunque el recorrido siempre desembocaba en la misma calle, que era la multinacional.
También se buscaba la integración con grupos de otras zonas: Los Amateurs, La Perrera… Esa voluntad de unión y de crear escena estaba en los conciertos de Romilar. Los grupos vascos tocaban mucho en Andalucía. Ellos bajaban y nosotros subíamos. Había más tiqui-taca.

FINO OYONARTE: Cuando ya vivía en Madrid, tuve una novia en Granada y, si no tenía concierto con Los Enemigos, me bajaba allí. En el Factoría me encontraba a Antonio Arias y nos cogíamos unos pedos de escándalo.
Ya había hecho mis primeras producciones para Los Marañones y el primero de Los DelTonos. Tenía muy poca experiencia, pero muchas ganas de dirigir o participar en una grabación. Y no solo hacía discos de blues.
ANTONIO ARIAS: Yo sabía que Fino estaba trabajando en Sonoland y le entré. No quería un productor, sino alguien que pudiera hacer de puente entre un estudio y nuestro sonido. Yo ya había estado grabando en un estudio grande y había visto lo fácilmente que te puedes perder. En seguida dices que sí a sonidos que no te gustan, para no molestar y no liarla.
JUAN HERMIDA: Fino transmitió su emoción al oír las canciones de Lagartija Nick a su mánager. Lalo [Cortés], de la agencia Attraction, rápidamente desplazó a Javier González y también lo intentó conmigo. Llamó al A&R de CBS-Sony y le invitó al estudio el día que arrancábamos la grabación.
Ni siquiera los habían escuchado y ya me pedían que parase la grabación para negociar su contrato. Gentilmente, les pedí a los dos que se marchasen del estudio.
FINO OYONARTE: El disco se grabó en seis días. Sonorizamos la base de todas las canciones en una sesión: el bajo de Antonio y la batería de Eric. Aquello ya era una brutalidad. Luego conectamos los amplis y los dos guitarristas tocaron a la vez. Ese disco es una piedra en bruto, como los que se grababan en los 60 o los 70. La banda tocó prácticamente en directo.
JUAN HERMIDA: La referencia 37 de Romilar fue Hipnosis. Era el primer CD que editaba. No tenía libreto ni nada. Adapté la portada y la contraportada del LP a las medidas del CD, pero no tenía letras ni fotos.
Cuando lo llevé a Radio 3, nadie lo pinchó. Solo Jesús Ordovás, ese mismo día, y haciendo referencia a Antonio Arias de 091. A las dos de la mañana, cuando ya había acabado el Diario pop, aún tenía la radio encendida. Estaba absolutamente decepcionado porque, para entendernos, seguía sonando Loquillo. ¡Y era 1991! Solo Luz Elez81, que se había comprado el disco, dedicó un programa entero al disco y luego lo pinchó durante semanas y semanas. Pero, claro, a esas horas mucha gente ya había apagado la radio.
FERNANDO PARDO: Apostar por Lagartija sí era revolucionario en ese momento. Es como cuando La Fábrica Magnética apostó por Surfin’ Bichos: son momentos en los que notas que, uy, aquí pasa algo.
BLAS FERNÁNDEZ: En el caso de Lagartija no era solo el volumen. Nadie en esa época estaba haciendo unas letras como las de Antonio Arias en Lagartija Nick. Quizá Fernando Alfaro, pero en un registro completamente diferente. El caso de Lagartija Nick era un punto y aparte.
ANTONIO ARIAS: En inglés no había mucha manera de competir. Cuando te defiendes en otro idioma, aunque tus ideas sean muy buenas, pareces más tonto, ¿no? Y también estaba la intención de buscar otro tipo de escritura.
Había en España una técnica muy ochentera que fue la que sobre todo quise evitar: eso que los músicos llamamos el zinglés: sacar primero las letras en inglés —«wanna hold and a mirror and a holder and a mili baby…»— y luego convertir eso en dos frases en español. Es un camino sin salida porque te acostumbras a un sonido que en absoluto vas a poder emular en español. Es mejor que el primero tortazo sea inmediato y partir de cualquier tontería en español.
ERIC JIMÉNEZ: A esa edad no entendía mucho las letras de Antonio, pero me producían un impacto que me agradaba, porque cuando veía La edad de oro y salían los subtítulos de las canciones de los grupos extranjeros, yo notaba que, a diferencia de las que se escribían en España, eran letras muy gráficas. Eran como visiones.
ANTONIO ARIAS: La primera lección para escribir letras de otra manera e incorporar aspectos sociales la recibí de Joe Strummer. Una de las técnicas que utilizaba era escribir una frase; por ejemplo, «la mujer del coronel va paseando por la catedral». Luego hacía una lista de diez o veinte palabras que rimaran con «catedral», y luego, lo más difícil: rellenar el hueco de las frases de en medio. Y ahí empezaba a meter la estructura de collage con la mayor perfección que he visto en mi vida. Era capaz de introducir nombres de marcas y a la vez un pensamiento social. Es como si das un giro de trescientos sesenta grados en el centro de la ciudad y describes todo lo que eres capaz de retener. Eso ya conformaba un mensaje. Y el collage siempre ha sido muy pop y muy adelantado.
Escribir sobre la realidad se asociaba a cosas que en seguida dejaron de gustar. La misma influencia de los Clash desapareció muy rápido porque en seguida te asociaban con Kortatu, a un planteamiento de radicalización contrario a la sociedad. Y una forma de no radicalizarte era escribir como empezaron haciendo Los Planetas en sus primeras letras: hablar de un mundo más naíf. No digo que describir sea más valiente, pero quizá luego la cosa progresó hacia la evasión, a reflejar una sociedad más indolente.
JUAN HERMIDA: Cuando se presentó Hipnosis en directo fue un shock. Enlazaron todas las canciones. No hubo ni el mínimo parón. Fue un trallazo, un muro de sonido. Al cabo de una hora se fueron y la gente se preguntaba qué había pasado. Decían que el batería era como Thor con los martillos.
FERNANDO PARDO: El primer disco de Lagartija marcó un camino diferente. Era lo que yo creía que los grupos madrileños podrían haber hecho si hubiesen optado por cantar en castellano. Me daba la impresión de que en Madrid siempre se tiraba a lo facilón y autocomplaciente.
JUAN HERMIDA: Para mí, hay tres discos que marcan un antes y un después en la escena independiente española. El primero, indudablemente, es Independence, de Sex Museum; empezando por el título. Ese disco es el «podemos». Demostraron que cantando en inglés y haciendo música de garaje no comercial en un sello independiente de tercera división como el mío se podía funcionar. El segundo, que reafirma eso un año y medio después, fue el de Lagartija Nick. Ahí ya íbamos muy adelantados a los demás: cuando la gente empezaba a asumir a Sex Museum, salió Hipnosis con esa portada y esas letras surrealistas. Y el tercero ya sería el Super 8 de Los Planetas.