Kitabı oku: «Pequeño circo», sayfa 9

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THE WORST AROUND, EL NUEVO ROCK VASCO

JUAN HERMIDA: Cancer Moon estaba a disgusto con la producción de su disco, que además era inencontrable. Yo conocía a Los Bichos, que trabajaban con Oihuka, y siempre hablábamos de trabajar juntos. Por otro lado, estaba La Secta, con Gorka, el hermano de Iñigo, como cantante. Y en San Sebastián surgió La Perrera con su punk-rock.

JAIME GONZALO: La Perrera recuperaba el espíritu de La Banda Trapera del Río y del rock de Detroit. A muchos les parecía poco sofisticado que tocasen en colegios y espacios autogestionados, pero a mí me parecía honesto. Eran de Buenavista, un barrio obrero. No me extraña que se cerrasen en un local a hacer música. Ahí no podías hacer otra cosa. Son una gran descarga de energía, igual que todo lo que deriva de ellos: Señor No, Nuevo Catecismo Católico… Es la antítesis al Getxo Sound.

JUAN HERMIDA: Se me ocurrió sacar un recopilatorio de nuevos grupos vascos, alejados del rock radical vasco. Quería plasmar la nueva escena que se estaba gestando allí. Así surgió The Worst Around51. Dudo que se vendiesen más de mil quinientos discos. Justo después surgieron Los Clavos, que hubiese sido el quinto grupo de ese disco.

FERNANDO GEGÚNDEZ: Yo era muy amigo de Juan Hermida. Le mandaba todas las maquetas que salían y le tenía muy al loro de La Secta y todos estos grupos. A Romilar le iba bien, y me pidió hacer un recopilatorio. Yo planifiqué qué grupos iban a salir. La portada es de Josetxo Ezponda.

IÑIGO PASTOR: La tendencia entonces eran esos grupos vascos, pero todo lo que tenía un sonido más británico acabó teniendo una mayor proyección. El rollo indie se fue convirtiendo en una especie de tendencia en paralelo al rollo británico más obvio. Fue lo que más caló porque las personas que estaban detrás fueron las mismas que montaron el festival de Benicàssim. Eso fue lo que trascendió más y parece que lo otro no existió, pero, desde el punto de vista artístico, los grupos de mayor interés no estaban ahí.

ROBER!: Cuando empezaron a aparecer estos grupos, ya había pasado la explosión inicial del rock radical vasco. Kortatu estaban con el Kolpez kolpe; ya no eran tan punkarrillas, empezaban a hacer lo que después sería Negu Gorriak. Y, en cualquier caso, aunque los primeros discos de Los Bichos y Cancer Moon tuvieron mucha prensa, quedaron casi como una anécdota. No fueron un fenómeno social como el rock radical vasco. También porque tocaron muy poco. No porque no pudiesen tocar, sino porque no les daba la gana. Y si no tocas, es muy complicado.

FERNANDO GEGÚNDEZ: Lo de Cancer Moon no llegó a más, entre otras cosas, por cómo eran ellos. Al final el que traiciona es el propio carácter del músico. Generalmente son gente complicada, y ellos dos lo eran.

Tenían muy buena opinión de lo que hacían. No solo esto, cuando un bar les pedía una canción para el típico recopilatorio de grupos de la casa, ellos decían que no. Y, claro, la gente decía, «¡estos van de estrellas!». Pues sí, pero con todo su derecho. Ellos estaban muy por encima. Y eran conscientes de ello. Es el mismo caso que Josetxo «Bicho»: estrellas venidas a menos que han nacido en el sitio equivocado.

Y tampoco iban a tocar a cualquier sitio. Eran muy exigentes. Había que dignificar al músico.

¿Cuántas veces tocaría Cancer Moon en directo? ¿Quince? Muchas más, no.

IÑIGO PASTOR: A Cancer Moon los vi cuando hicimos el Festival del Ruido en Madrid. No era un grupo que se expusiese mucho en directo. No estaban cómodos ni les gustaba.

ROBER!: Esa noche tocaban La Secta, Parkinson D.C., Cancer Moon… Yo estaba en Madrid ese fin de semana. En el concierto había gente que se subía al escenario y se tiraba. Uno de ellos era Carlos no-sé-qué-pollas, el de Subterfuge. Entonces llevaba rastas y era underground. Cuando salió Cancer Moon, nadie se atrevió a subir al escenario. Por Josetxo. Le tenían miedo. Era tan intenso… Percibías esa sensación de peligro, de que algo podía pasar.

CÉSAR ESTABIEL: Ese concierto no lo olvidaré en mi vida. Cuando salió Cancer Moon, yo estaba en primera fila. Josetxo pasó la mirada por todos los de la primera fila, clavándola en cada uno, y me dejó absolutamente helado. Marcó una línea de respeto absoluta. Yo ya ni bailé ni nada. Me quedé todo el concierto mirándole la cara. Tenía una pose muy intensa, cogía el micro con las dos manos y lo apretaba mucho.

Veías a Josetxo y te quedabas helado, aunque a lo mejor no sabías por qué. Ahí había una comunicación distinta.

ROBER!: Josetxo se transfiguraba. Se metía mucho en el concepto de las canciones. Es de las cosas que había que ver. Es de los pocos cantantes de aquí a los que le he visto hacer eso. Notabas que no estaba ahí. O estaba más que nadie. Metía la cabeza para dentro, le salía la espalda hacia arriba, se ponía rojo… Se transformaba. Y no era solo en los conciertos. Yo he ensayado con él muchas veces, y era empezar a cantar y se ponía así. Los demás estábamos todavía calentando o pensando en la cena, y él ya se había transformado. Estaba el chiste del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, porque era un tío muy educado y suave, pero en directo era una mala bestia.

RICARDO ANDRADE: Josetxo no era un destroyer. Lo veías babeando mientras cantaba, todo revirado, pero controlaba la situación. Toqué con él varias veces y Josetxo mandaba, eh. Estaba perdido en su vida, pero le gustaba estar en el escenario porque ahí lo guiaba todo. Y transmitía. Era acojonante.

ROBERTO HERREROS: Parecía Lux Interior. Se retorcía como un reptil. Y Jon Zamarripa creaba atmósferas con su guitarra entre Television y Spacemen 3, aunque a veces también podían sonar a los Stooges. Eran buenísimos.

FERNANDO GEGÚNDEZ: El concierto histórico fue el que dieron en Urduña, una ciudad de unos seis mil habitantes a unos cuarenta kilómetros de Bilbao. Yo era veterinario y cuando llegué allí aquel verano me junté con la flor y nata del pueblo. Dijimos de montar un concierto y todos querían meter hardcore, pero yo dije, «no, vamos a meter a Cancer Moon y a Los Bichos; los dos grupos juntos va a ser un lujo». Fue la única vez que tocaron juntos.

No recuerdo dónde lo montamos. Tengo muy memoria mala de esos años. Fueron años de mucho crapulismo. Era un sitio cerrado, eso seguro. Y vino mucha gente. No sería de pago. Igual era en el marco de las fiestas. Ellos ya eran muy amigos. Josetxo «Bicho» y Asio venían a Bilbao cada poco porque habían confraternizado con nosotros y en Pamplona estaban solos. Se corrían la juerga y volvían. Aquello para los dos grupos fue una revelación. Fue decir, «joder, menos mal que no estamos tan solos». El sonido no estuvo muy allá, pero Jon estaba de muy buen humor ese día y eso siempre influía.

RICARDO ANDRADE: Para nosotros era increíble ver que a nivel local había gente que no tenía nada que envidiar a los grupos de fuera. Siempre hemos tenido esa vergüenza, pero ver surgir grupos como Cancer Moon y Los Bichos…

FERNANDO GEGÚNDEZ: También se habla muy bien de una actuación en Sevilla. La organizó Blas Fernández, que era muy fan de Cancer Moon. Josetxo y Jon tenían un excelente recuerdo de aquel concierto.

BLAS FERNÁNDEZ: La conexión Cancer Moon-Sevilla fue brutal. Yo ponía las maquetas en mi programa de radio52 antes de que saliera Hunted by the Snake, y cuando salió el disco mi novia hizo camisetas con la portada. No sé cuántos centenares de camisetas hicimos, pero las vendíamos como churros en un puestecillo que montamos en la calle. Esa primera vez que tocaron en Sevilla se quedaron flipaos con la reacción de la gente. Por supuesto, les regalamos camisetas. Los recuerdo bajando de la furgoneta y al pobre Josetxo deshaciéndose del calor.

Poquísimo después volvieron a Sevilla como teloneros de Died Pretty en la sala Roll Dancing.

ANTONIO LUQUE: Descubrimos a Cancer Moon en Plastic53. Fue un grupo superimportante para Chinarro. Tocaron en Sevilla dos o tres veces y fui a verlos todas. Se notaba que sabían de música, que se procuraban unos sonidos raros, las canciones eran bonitas… Éramos muy fans.

JAVIER CORCOBADO: Josetxo Anitua y yo nos sentíamos muy cerca y vivimos unas cuantas aventuras juntos. Cancer Moon era un grupo excelente, así como Los Bichos de Josetxo Ezponda. Recuerdo que, a veces, cuando yo iba a tocar a Bilbao, nos emborrachábamos y automedicábamos los tres juntos al borde de la ría de Bilbao, en la zona industrial oxidada de Zorrotzaure, cantando canciones de Boney M.

MAESTROS SIN ESCUELA

UNAI FRESNEDO: A Josetxo lo conocí cuando yo ya estaba en Munster. Un fin de semana que volví a Bilbao, salí por la noche y me haría algún comentario de que tanto Jon como él estaban muy a disgusto con Polar, que estaban libres de contrato y que querían hacer otro disco. A la vuelta le propuse a Iñigo que les sacara el disco en Munster.

Iñigo les mandó cuatro días a Burdeos a grabar el Flock, Colibri, Oil con Kid Pharaon. Y, claro, para estos, cuatro días era meterles un estrés máximo. No quedaron contentos. Pero tampoco quedaron contentos conmigo, cuando luego les di cinco o seis meses para grabar el Moor Room. Estuvieron tres meses en el estudio Tío Pete y no terminaban de arreglarse en la mezcla con el técnico de allí. Estábamos paralizados y me había gastado el doble de lo que tenía previsto. Al final, dijeron, «ponemos nosotros la pasta que cueste ir dos días a IZ54 y hacemos la buena mezcla».

Es, sin duda, el disco más caro que he hecho. Solo en Tío Pete ya pagaría quinientas o seiscientas cincuenta mil pesetas; el doble de lo que costaba un disco de Maddening Flames grabado con Paco Loco o de El Inquilino con Ian Burgess. Y porque había que terminarlo, que si no podían haber estado toda la vida, como My Bloody Valentine, y no sacarlo nunca.

Y ese fue el palo: quedaron tan contentos con el disco que la mala repercusión les jodió más. Ninguno de los dos lo entendía. Muy buenas críticas, disco del año en Rockdelux, pero no terminaba de sonar en Radio 3. La gente no lo apreció. Pedíamos reportes de venta y… Fue un bajón. Sobre todo para Jon. Él se echó para atrás y dejó de interesarle salir y hacer.

Había una cinta, las TV Tapes, que habían hecho en un ocho pistas. Me pasó una casete Josetxo y estuvimos hablando de editarla, pero tuvimos una discusión a raíz de lo que habían pagado en IZ y no prosperó.

ROBERTO HERREROS: Entrevisté a Josetxo Anitua para Rockdelux en un BAM55. A la salida de la feria discográfica, Josetxo y yo nos sentamos en su coche, a petición suya, para estar más tranquilos. Tuvimos una conversación larga, agradable y sustanciosa. Era amabilísimo y bastante tímido. En la entrevista dijo, refiriéndose a la explosión indie, «a todos esos grupos les falta un sentido; el sentido de saber por qué hacen lo que hacen. Yo creo que no lo saben, ¿no?».

CÉSAR ESTABIEL: Josetxo fue el primero que planteó este tema. Sería en el 94-95. Cuando le preguntaban si creía que la escena indie se estaba acomodando, decía, «lo que tenemos que empezar a preguntarnos los grupos a nosotros mismos es por qué estamos haciendo lo que estamos haciendo». ¡La de bandazos que hemos dado desde entonces!

FERNANDO PARDO: Que llegara gente que usara ciertos códigos que Josetxo creía que eran solo para iniciados tenía que joderle. Era como, «te gusta mucho y eres capaz de imitarlo, pero no lo sientes, no lo haces tuyo en lo más profundo».

Tiene mucho que ver con esa época de los 80. Parecía que, si estirabas fuerte de la asidera por donde tenías agarrada tu parte del mundo, podías cambiar un poco la órbita de la Tierra. Igual tampoco era para tanto, pero esa era la impresión que daba. Después, llegó un momento en que parecía que te iba menos la vida en ello. Más tarde, ya era, «lo que hay es lo que hay; no te engañes y no pienses que puedes».

ROBER!: No crearon tanta escuela. A nosotros nos marcaron mucho, pero la mayoría de los grupos que salieron luego fueron por otro lado. Cantaban en inglés y a todos les gustaba Sonic Youth, pero eran muy diferentes.

JUAN CERVERA: Estos grupos tenían más chicha. Es una generación perdida que nunca se ha revalorizado. Ni siquiera por los propios indies. Algunos citan a Fernando Alfaro, pero a Cancer Moon no los cita casi nadie. Es una generación puente, pero un puente roto, porque la generación del indie no se fijó en ellos. Es como si se la hubieran saltado.

Esos grupos tenían un nivel mucho más alto que la mayoría de indies posteriores a la hora de recibir y resolver las influencias. Y en eso también influye la cultura de cada uno: lo que has leído, las películas que has visto… Todo eso te sirve a la hora de componer. No a nivel musical, pero sí para lo que quieres transmitir. Los grupos que llegan después estaban más por la labor de mirarse en el espejo del grupo que les gustaba y ahí cometían un error, porque, si te lees los créditos de los primeros discos de Sonic Youth, están llenos de referencias a Harry Crews, Flannery O’Connor, Richard Kern… Escritores, pintores, directores… Ellos ya tenían esas referencias. Sin embargo, estos grupos nuevos se fijan solo en Sonic Youth. Se quedan en la superficie. El Inquilino Comunista ya copiaban directamente a Sonic Youth.

ROBER!: Si somos justos, tanto en Cancer Moon como en Los Bichos también había imitación. Había cosas que notabas que habían pillado al pie de la letra, pero esto ha pasado siempre y no es tan grave. El original total no existe.

IÑIGO PASTOR: Esta gente tiene un bagaje anterior. Es gente que fue asumiendo la poca información que recibían. Josetxo Anitua era de Eibar, un pueblo entre San Sebastián y Bilbao. ¿Qué coño llegaba allí? ¿Cómo? Lo suyo viene muy de abajo y muy de dentro. Ante todo son personalidades muy definidas. Ahora todo el mundo te sabe hablar de Joy Division, pero es muy distinto haberlo vivido en una adolescencia de bicho raro. Hoy a todo el mundo le gusta la Velvet Underground, pero estas personas llevaron ese testigo. Y eso se nota en cómo vestían, cómo hablaban, cómo caminaban, cómo respiraban y, claro, en la música que hacían. Luego hubo lo que hubo.

JAIME GONZALO: Tanto Josetxo de Cancer Moon como Josetxo de Los Bichos eran gente con vidas atormentadas. Por muchos factores. Y no los más románticos, sino los más cotidianos. En el caso de Ezponda, una madre enferma; en el de Anitua, una sexualidad mal asumida. Esa gente llevaba una vida ingrata. Dentro de sí tenían que haber muchos fantasmas, y veías que en otros grupos eso no existía: solo estaba el hedonismo de hacer música, el puro placer intelectual de hacerla. No había una necesidad de exorcizar fantasmas.

FERNANDO PARDO: Cancer Moon, como Los Bichos o como El Desvän del Macho, era otro grupo que tenía ese «reconcentrado del Norte». Un reconcentrado muy reconcentrado. Con esa mirada torva…

Cualquiera de los dos Josetxos eran un licor demasiado puro. Tú puedes pensar, «he conseguido el licor que tanto quería», se lo das a beber a tu abuela y la matas. ¡Eso hay que aguarlo! Ni siquiera se ha reivindicado demasiado con el tiempo. Era un quejido demasiado profundo que solo lo puede recibir alguien que emita el mismo quejido.

IÑIGO PASTOR: Eso es justamente a lo que un artista no debe renunciar. Otra cosa es un oficiante de música, que sí tiene que hacer concesiones. Para los dos Josetxos su misión era sacar adelante sus historias. Y a tomar por culo lo demás. Eso es lo más grande y lo que los diferencia. Con ambos grupos tuve que negociar y hacer contratos. Y no eran fáciles, precisamente porque lo tenían muy claro.

ROBER!: Con Josetxo hablaba alguna vez de reportajes donde se les metía en el indie, y él decía, «¿por qué me metéis aquí? Os llevo a todos cinco años y mi cultura es otra». Los Bichos y Cancer Moon eran grupos con mucho fondo. Uno de los males de la hornada indie es que tenían referencias muy obvias y cercanas. El tópico era: más atrás de los Pixies no han oído nada. Y se cumplía. Y si haces algo tan parecido a alguien sin tener más referencias, pierde interés.

JAIME GONZALO: Entiendo que una vez muerto el perro, muerta la rabia. No dejaron nada. Igual escuchas hoy esos discos de Cancer Moon y Los Bichos y están trasnochados. No han conseguido superar el Zeitgeist del momento. Sencillamente son eso: chispazos. Tampoco le podemos dar más magnitud.

ESA FORMA DE MIRAR

IBON ERRAZKIN: Cuando estábamos grabando Entresemana56, me encontré a Josetxo [Anitua] un día y le dije que viniera al estudio. Hasta ese momento solo éramos conocidos, pero Teresa y Josetxo se conocieron allí y se hicieron muy amigos.

TERESA ITURRIOZ: La primera vez que vi a Josetxo, no me lo podía creer. ¡No se podía ser más guapo! Parecía una estrella. Con ese pelo rubio ceniza largo, ese cinturón de nácar… «Pero, Ibon, ¡¿este chico quién es?! ¿De dónde ha salido?» Parecía salido de una foto de los grupos americanos que nos gustaban. Como si fuera de Love. Y era tan majo… Nos gustamos mucho desde el minuto cero, pero no fuimos novios.

Coincidimos en el BAM. Él había ido a cantar en unplugged. Yo ni lo vi porque estaba muy cansada, pero luego estuvimos hasta las tantas leyendo el Corriere della Sera y riendo. Nos parecía interesante estar tomando cervezas a las cinco de la madrugada y leyendo la prensa italiana. Hacíamos el tonto, pero lo pasábamos muy bien.

ROBER!: Daba gusto hablar con Josetxo. ¡Cómo clavaba sus opiniones! Era muy bonito cómo expresaba las cosas. «Es lo que yo pensaba, pero no sabía cómo decirlo, Josetxo», le decía. Y cuando tenías un problema, era el primero que aparecía para ayudarte y preocuparse. Un tío de esos que dices, «como este voy a conocer uno en la vida».

TERESA ITURRIOZ:Tenía una forma de mirar… Prestaba atención incluso a las cosas más pequeñas que dijeras. Prestaba una atención como yo no he visto nunca. Pero sin agobiarte. Era muy sensible, pero la sensibilidad máxima la mostraba hacia los demás. No hablaba mucho de sí mismo. Era un tipo bastante reservado. Tampoco se ocultaba en ningún aspecto, pero no era alguien que te diera la lata con sus cosas. Estaba muy para los demás. Era muy generoso. Y cuando hablaba, no decía tonterías, pero, si las decía, eran tonterías muy divertidas.

IBON ERRAZKIN: A partir de ese momento, nos unimos todos mucho más. Venía a Londres a verme a mí, venía a Madrid a vernos a los dos… Con Josetxo hemos viajado mucho de vacaciones a todas partes.

A Josetxo le gustaban mucho Suicide, Television, Lou Reed y todo el rollo de Nueva York, que a mí también me gusta mucho. También le gustaba mucho el jazz, y cuando viví en Londres, escuché mucho jazz, así que ahí teníamos otro punto en común.

ROBER!: Josetxo curró pinchando en el Kafe Antzokia todos los fines de semana durante años y años. Allí no podía poner la música que quería. Tenía que poner mucha música de grupos euskaldunes porque la chavalería quería oír los hits de entonces en euskera. Y aun así, veías que se lo tomaba en serio. Estaba como un león enjaulado, pensando qué canción podía poner después, aunque tuviese esas cotas tan marcadas. Hacía lo que podía.

FERNANDO GEGÚNDEZ: Estuvo diez años en el Antzokia. La de payasos vasquitos que le iban y le decían «ponme tal, ponme cual»… Josetxo era un santo de la hostia. Nunca se mosqueó con ninguno. A todo el mundo le decía que sí. Nunca quedó mal con nadie, por borracho que estuviera. Luego, con alguno se hacía el loco y no se la ponía.

Era excelente pinchando. Le obligaban a que una de cada tres o cuatro canciones que ponía fuera en euskera. Y sacar tanta música en euskera digna para una sesión de tres o cuatro horas era complicado. Un momento álgido en sus pinchadas era Suicide. En esa nave gigante como es el Antzokia y con esa reverberación, sonaba…

A veces me acompañaba a la radio y me decía, «un día tenemos que hacer un programa, pero de puro terrorismo, puro terrorismo de verdad».

ROBER!: Un día me llamaron del Ruta para que Atom Rhumba hiciésemos un concierto de versiones en su fiesta de aniversario. ¡Qué pereza! A los conciertos de versiones y tributo les tengo bastante manía. Es como ir a un museo de cera. Vale, las figuras se parecen, pero dan dentera. Y cuanto más se parecen, más dentera dan.

Tanto con Anitua como con Josetxo «Bicho» siempre hablábamos de hacer algo juntos. Y se me ocurrió hacer un concierto con «las dos Josetxas», como los llamaba yo. Los dos eran mis referentes, y también era una manera de pincharlos para ver si volvían a hacer cosas. Los llamé, pero Josetxo «Bicho» al final no aceptó. En cambio, el otro Josetxo se apuntó como un loco. Tenía ganas de hacer cosas y fue todo muy rápido. Dos ensayos y el concierto.

Con Josetxo siempre hubo muy buena conexión, personal y musical. No hablábamos, hacíamos. Nos juntamos una tarde a hacer una lista de versiones, y yo las conocía todas. Teníamos un background parecido. Pensando en la versión de Caetano Veloso57, él decía, «yo la haría en plan Soft Boys». Y yo, «¡claro, con esa guitarra!». Nos pisábamos las frases.

TERESA ITURRIOZ: Nunca vi a Cancer Moon. ¡Qué rabia! Pero fui a verle tocar con Atom Rhumba en el Antzokia. Y me llamó mucho la atención ver cómo se metía en el papel. ¡Este es mi Josetxo! Lo veía fumar, con su americana, tan guapo, y pensaba, «¡qué bien se está haciendo mayor Josetxo!». Hicieron «Nature Boy» de Eden Ahbez. Fue maravilloso. Fue la única vez que le vi actuar. Tampoco lo vi como Josetxo Grieta.

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