Kitabı oku: «Acercamientos multidisciplinarios a las emociones», sayfa 2
En efecto, la vertiente del giro afectivo propone que no hay que comprender las emociones solamente como estados psicológicos, sino también como prácticas sociales y culturales que inciden en la vida pública. La vergüenza funciona para sostener la posición subordinada de las trabajadoras sexuales, y para que siga existiendo la injusticia de que el estigma recaiga solamente en ellas. Esto| es precisamente lo que la autora denomina la “marca del género” en el comercio sexual y alude a que únicamente las mujeres son víctimas de violencia simbólica. La reproducción social de ciertas emociones —como el rechazo o el desprecio— hace que las trabajadoras se sientan culpables o pecadoras en lugar de sentirse víctimas del sistema y su doble moral. El tránsito de muchas trabajadoras sexuales de vergonzosas a desvergonzadas es resultado del proceso que han vivido por el trabajo de acompañamiento político y afectivo de Brigada Callejera en Apoyo a la Mujer “Elisa Martínez”. Esta asociación civil se ha dedicado a promover que se deje de considerar a este oficio como una actividad denigrante; y en esa línea lee, bajo otra clave, las experiencias dolorosas y traumáticas, su perspectiva interpretativa vuelve política una vivencia que ellas suelen reducir a su propia voluntad. Lo que esta asociación ha logrado es ir más allá de alimentar su autoestima: ha consistido en devolverles la dignidad y potenciar el orgullo de participar en una lucha política compartida con otros sectores sociales.
El capítulo 6, de Zeyda Rodríguez, aborda el tema de las emociones juveniles en torno al amor, sus auto-regulaciones del yo y sus imaginarios amorosos. El trabajo se centra en analizar una variedad de emociones que se presentan entre jóvenes de clase media de la ciudad de Guadalajara cuando han entablado relaciones amorosas, poniendo atención en sus capacidades de auto-regulación del Yo y los imaginarios amorosos que las orientan. Ante el supuesto del sentido común de que la irracionalidad e impulsividad forman parte de la naturaleza de las emociones de los jóvenes, Rodríguez argumenta sobre el papel fundamental que juega la cultura en la configuración de las emociones. Para abordar el problema de la auto-regulación de las emociones, retoma la propuesta de Mead sobre la distinción entre el Yo, el Mí y el Otro Generalizado resaltando en ella la capacidad reflexiva y, en ese sentido, de auto-regulación; incorpora la distinción que hace Goffman del Sí-mismo entre personajes (quienes desempeñan roles de acuerdo con las normas) y actor (le atribuye la experiencia emocional), y considera también la propuesta de Hochschild sobre la regulación de las emociones y su actuación profunda de acuerdo con las normas sociales y culturales vigentes en una sociedad. Para el estudio de los imaginarios se apoya en la perspectiva cognitiva, sustentada por autores como Ortony, Clore y Collins. Desde esta perspectiva lo expresivo, fisiológico y conductual de las emociones suponen un proceso cognitivo.
A través de la realización de entrevistas, Rodríguez obtuvo información sobre las experiencias emocionales de jóvenes de la ciudad de Guadalajara que han entablado relaciones amorosas o románticas. En particular, son analizadas las narrativas de cuatro jóvenes a partir de dos ejes: el de la auto-regulación, lo cual implica la agencia emocional y los imaginarios amorosos representados por las creencias, normas, valores y saberes. La autora incorpora los aspectos cognitivos y observa que los jóvenes se encuentran inmersos en un contexto de alternativas socializadoras (familia, religión, comunidad, escuela, medios masivos de comunicación y redes), lo cual configura un escenario simbólico con múltiples conceptos, significados, normas y valores; heterogéneo, pero también contradictorio. Lo anterior les permite ejercer esa capacidad reflexiva y de autorregulación del Yo mediante la cual, dependiendo de sus recursos personales (materiales, culturales, afectivos, etc.), interpretan lo aprehendido y regulan más tarde o más temprano, la intensidad de las emociones que experimentan.
El capítulo 7, de Tania Rodríguez, analiza las consecuencias paradójicas del uso de lo que denomina tecnologías afectivas por parte de jóvenes urbanos en el ámbito del amor y la pareja. La autora propone que las nuevas prácticas íntimas en el flirteo, el emparejamiento y la expresión afectiva, con mediaciones tecnológicas, abren oportunidades para cambios socioculturales, aunque los usos que se hacen de las tecnologías afectivas (como distintos dispositivos y redes sociales digitales utilizados para expresar, visibilizar, comparar, compartir, inhibir, evocar y almacenar afectos y emociones) indican tendencias claras de reforzamiento de ciertos componentes del imaginario romántico (por ejemplo, la idealización del ser amado, la concepción de la pareja como una relación de propiedad, las exigencias de transparencia absoluta para obtener la confianza anhelada, entre otros) en el sector de los jóvenes heterosexuales de una región urbana de México. Estas tendencias, no obstante, convergen con nuevas rutas para el emparejamiento, formas de cortejo más flexibles y ambiguas, y mayores oportunidades para hacer búsquedas amorosas especializadas. La interacción a través de tecnologías contribuye a transcender los límites espaciales y temporales del emparejamiento, permite y libera a las prácticas sexo-afectivas de múltiples controles normativos y propicia comportamientos más desinhibidos o libres.
El internet amplía posibilidades, por ejemplo, en el mercado romántico, pero no es ilimitado y, como sostiene la autora, también es importante considerar las continuidades entre la comunicación presencial (off-line) y digital (on-line). Incluso, la mayoría de las relaciones digitales importantes (de amistad o de pareja) provienen de relaciones presenciales; mientras que las conexiones iniciadas online no suelen transformarse en relaciones cara a cara la mayoría de las veces. La mediación tecnológica, en consecuencia, está cambiando las formas de cortejo y búsqueda de pareja. Como se anotó antes, estas prácticas se han vuelto más informales, intencionalmente ambiguas, e involucran una mayor racionalización sobre sí mismo, sobre quién se es y qué se anhela en una pareja. Pero las tecnologías afectivas por sí mismas no mejoran ni empeoran las relaciones íntimas de los jóvenes. Su agencia en los usos de estas tecnologías es la que mantiene, actualiza y transforma las formas de concebir y actuar el amor en las prácticas del cortejo, el ligue, y la expresión afectiva. Los resultados muestran que los jóvenes realizan múltiples prácticas afectivas en el ámbito de la pareja que tienden a reforzar componentes claves del imaginario romántico, aunque lo hacen con mayores libertades, recursos, y disposiciones a la experimentación de rutas, ritmos, criterios, para buscar. Las experiencias en la vida íntima son cada más diversas, conllevan más opciones, así como se nutren de acervos culturales provenientes de diversas fuentes que revitalizan el imaginario romántico, pero también lo ponen en duda, abriendo opciones legítimas distintas a la hegemonía heterosexual y romántica.
En el capítulo 8, Rosario Esteinou aborda el tema de la depresión adolescente en el contexto familiar. Se trata de una reflexión que trata de vincular algunas teorías desarrolladas en el campo de la filosofía con la sociología, la psicología y algunos de los resultados obtenidos en una encuesta sobre jóvenes. En la primera parte del trabajo realiza una discusión conceptual sobre si la depresión puede ser entendida como emoción, como conjunto de emociones o estados emocionales, o como estado de ánimo. Desde su punto de vista, la depresión es un estado de ánimo y su análisis incorpora aspectos fisiológicos y corporales, pero también cognitivos, sociales y culturales. A partir de una encuesta realizada en el 2010 en adolescentes mexicanos sobre educación parental y competencia social adolescente, el estudio incorpora tres niveles de análisis o de observación que tratan de recuperar los aspectos corporeizados, cognitivos, evaluativos, sociales y culturales de la sintomatología depresiva y de las emociones presentes en ella, así como las distintas influencias familiares. El primer nivel de análisis se centra en cómo el/la adolescente se coloca como objeto de observación de sí mismo con respecto a la sintomatología depresiva; en el segundo, considera la observación del/la adolescente respecto de sus relaciones con sus padres, es decir, como objetos relacionales, a través de sus comportamientos percibidos y otros aspectos; en el último, la observación se centra en los resultados estadísticos provenientes de la asociación entre las relaciones padres-hijos y la sintomatología depresiva, lo cual arroja algunos de los condicionantes sociales y de valores que parecen regir la parentalidad y las dinámicas familiares en nuestro país, y que parecen estar ligados a esa sintomatología.
Los resultados arrojan diferencias de género importantes tanto entre las y los adolescentes como en las relaciones de cada uno con la madre o el padre. Por ejemplo, algunos de los factores que promueven la depresión en las muchachas en su relación con el padre son la intrusión psicológica, la comunicación negativa, el conflicto y la autoridad legítima, pero también hay otros resultados paradójicos como el apoyo que parecen mostrar una relación problemática con el padre. En el caso de los adolescentes, el conflicto y la autoridad legítima aparecen como promotoras de sintomatología depresiva respecto de ambos padres. Los resultados sobre el impacto que tienen algunas variables de relación sobre la sintomatología depresiva parecen mostrar algunas pautas sociales y culturales que influyen en la parentalidad y en el surgimiento de emociones ligadas a la depresión y su sintomatología. Algunas de esas pautas refieren a los aspectos normativos ligados a la autoridad legítima. La influencia de ésta en promover la depresión puede estar mostrando que ese tipo de autoridad es ineficaz para fincar una parentalidad que promueva una conectividad emocional empáticamente regida, por lo cual ésta tiende a ser de tipo adaptativo, manifestada en la simple obediencia.
El capítulo 9, de Ana Josefina Cuevas, analiza el miedo y el orgullo que han vivido madres solas en el proceso de crianza en algunos pueblos y ciudades de Jalisco y Colima. A partir de una reflexión sobre el papel y función que tiene para las mujeres el matrimonio en el México contemporáneo, en términos de su identidad y su vida familiar en un marco patriarcal, estudia los valores que detentan las mujeres en el momento de ruptura por separación, divorcio y viudez, y las emociones que experimentan en su nueva condición, en el proceso de crianza y como proveedoras. La transición de una familia nuclear a una monomaternal en el contexto estudiado, redefine la posición de las mujeres dentro del grupo social y su identidad de género. Esto implica un proceso dual de introspección y de valoración social de la nueva posición social. En ese proceso de transición sufren estigmatizaciones, así como acoso y violencia sexual por parte de la familia y su círculo cercano. Su análisis lo realiza a partir de 48 entrevistas a mujeres madres solas de distintos estratos socioeconómicos, y se basa en una perspectiva cognitiva.
En el caso concreto de las madres solas estudiadas, el orgullo se deriva de criar, educar y mantener a los hijos sin el apoyo de la pareja, sujeto a quien de manera histórica —y aún legal— se le reconoce la custodia legal y moral de la esposa e hijos en muchas sociedades contemporáneas. El proceso de ruptura y la muerte de la pareja confronta a las mujeres con la realidad de la responsabilidad de convertirse en la cabeza de la familia. Una posición que es contradictoria ya que, por un lado, se visualiza como la única salida ante los problemas conyugales mientras que por otro, abruma —incluso retrasa el rompimiento conyugal— por la enorme responsabilidad que conlleva. Es justo en esta disyuntiva, que orgullo y miedo surgen como emociones emparentadas y con valencias positivas tras la ruptura del vínculo conyugal y viudez. El miedo que expresan las madres solas en las narrativas es una emoción cotidiana que se liga a una variedad enorme de situaciones entre las que destacan principalmente cuatro tipos: miedo a fallar en la educación moral de los hijos, miedo a la escasez de dinero para alimentarlos, para pagarles su educación y a volver a la soltería con la responsabilidad total de los hijos.
El capítulo 10, de Dubravka Mindek, aborda el amor de pareja en un pueblo del medio rural y describe los estilos de amor que conocen y experimentan las parejas de una localidad rural de origen indígena del centro de México. A partir de lo anterior, busca comprender el significado, la importancia que adjudican al sentimiento amoroso en la formación, la preservación y la disolución de sus uniones conyugales. Su estudio indica que la relación heterosexual de pareja ha sido la forma predominante de unión, la cual desde hace tiempo se da a través de la elección libre del cónyuge —no a través de los arreglos por parte de los padres— y de la atracción física.
En efecto, Mindek señala que de manera creciente se ha consolidado el noviazgo como etapa previa a la unión y propone que los procesos de individualización han tenido un efecto en las vidas conyugales y de elección de pareja, de tal forma que hombres y mujeres, especialmente los jóvenes, eligen cada vez más a sus parejas con mayor libertad y entablan relaciones basadas no tanto en el amor romántico —fenómeno más común en las generaciones mayores— y más en un estilo de amor confluente que enfatiza el conocimiento mutuo y depende de las gratificaciones emocionales que brinda la relación misma para cada uno de los miembros de la pareja, como ha sostenido Giddens. Sin embargo, y en el caso concreto de las mujeres, lo anterior puede estar más presente al inicio de la relación pues Mindek observa que las separaciones y divorcios son más un resultado de la falta de cumplimiento de los papeles convencionales de género que social y culturalmente aún perviven. Los rompimientos, por lo tanto, no derivan del agotamiento de las emociones —el amor— que le dieron inicio, sino más bien de las necesidades de contar con una pareja estable que sea solvente económicamente y que cumpla con su papel de padre.
El capítulo 11, de Guillermina Natera, aborda la restauración de emociones en mujeres indígenas con parejas que abusan del alcohol. A partir de las propuestas de varios autores sobre la naturaleza de las emociones, destaca el papel de los valores, las normas sociales y la historia de cada sociedad en la configuración de las emociones y también del comportamiento. Natera realiza un análisis del proceso emocional por el que transitan las mujeres para enfrentar el problema del consumo excesivo de un familiar cercano en una comunidad indígena Ñhañhú (otomí) en el valle del Mezquital del estado de Hidalgo. La autora presenta el panorama problemático en el que se inscriben las mujeres indígenas de esa comunidad, donde además de las condiciones de pobreza y de vulnerabilidad se suman las dificultades de conciliar la atención de la medicina alópata con la visión y atención tradicional indígena de la salud, y la deficiencia tanto de recursos como de servicios dirigidos a los problemas de salud mental, como los programas de intervención breve que propone y han aplicado en el Instituto Nacional de Psiquiatría Juan Ramón de la Fuente.
La intervención ofrecida es un modelo de atención psicológica de corte cognitivo dirigido a los familiares consiste en cinco pasos (en los cuales se incorporan las distintas fases del drama social definidas por Turner: ruptura, crisis y liminalidad, reajuste, y restauración de las emociones) éstos no necesariamente siguen un orden, sobre todo si es la primera vez que se habla del problema. El primer paso trata de explorar las preocupaciones del familiar, sus emociones y sentimientos de manera específica; en el segundo se da información necesaria para aclarar dudas sobre qué es un consumo nocivo o no de alcohol. Después de avanzar en el primero y segundo pasos, por lo general, las mujeres aceptan su propio malestar y se clarifica lo que para ellas significa vivir con una persona que consume alcohol en exceso y se les motiva a que se centren en su propia problemática más allá de si el consumidor deja o no de beber alcohol. En el tercero, se analizan las formas que han utilizado para enfrentar la problemática y se exploran otras nuevas, a través de una revisión de las ventajas y desventajas de cada una de ellas. En este punto es notorio que ya han puesto en marcha muchas formas de enfrentar la situación con resultados negativos. Se asume este paso como el corazón del modelo pues es cuando se transforman las emociones y sentimientos. El cuarto paso consiste en identificar redes de apoyo en la familia y en la comunidad. Y el quinto promueve la búsqueda de una atención más profunda y especializada si es necesario.
Referencias
De Sousa, Ronald. 2014. "Emotion",en Edward N. Zalta (ed), The Stanford Encyclopedia of Philosophy (Spring 2014 Edition), URL = https://plato.stanford.edu/archives/spr2014/entries/emotion/ Consultado el 10-02-17.
Goffman, Erving. 1961. Encounters: two studies in the sociology of interaction. Bobbs-Merrill, Indianapolis, United States of America.
————.1959. The presentation of self in everyday life.
Hansberg, Olbeth. 1996. La Diversidad de las Emociones, México, Fondo de Cultura Económica.
Hochschild, Arlie R. 1983. The managed heart: commercialization of human feeling. University of California Press, Berkeley.
————. 1979. Emotion work, feeling rules, and social structure, American Sociological Review, vol. num. 85, págs. 551-575.
Prinz, Jesse. 2004. “Which emotions are basic?”, en D. Evans y P. Cruse (eds.), Emotion, evolution, and rationality, Oxford University Press, Oxford, págs. 1-19.
1 Agradecemos el apoyo brindado por Katya Hinke y Daniel Soberón a las distintas actividades del seminario.
2 Para una revisión más amplia, véase De Sousa (2014).
1
Emociones, intimidad y confianza
Olbeth Hansberg1
Introducción
Desde la antigüedad, la filosofía se ha ocupado de las emociones aunque con frecuencia se les ha asignado un rol secundario frente a la razón: se ha discutido su naturaleza, su relación con la agencia y, sobre todo, en la filosofía clásica, su influencia para favorecer o impedir la acción moral. Para algunos, las emociones son vicios que hay que controlar, y no dejarse dominar por ellos. Las emociones se consideraban disruptivas de la razón, un obstáculo para la racionalidad práctica y un peligro para la autonomía de las personas. Algunos ejemplos preferidos son la cólera, el miedo en sus diferentes formas y grados, los celos y la envidia. Por otro lado, está la tradición de Hume y Adam Smith de considerar a algunas emociones como fundamentales para la acción moral: simpatía, respeto, compasión, indignación…, porque nos ofrecen razones y motivación para actuar, algunas a favor de nuestras obligaciones con otras personas: respeto, simpatía, empatía, ternura, amor; y otras como incentivos o como sanciones para actuar moralmente: culpa, vergüenza, remordimiento.
En las últimas décadas ha renacido el interés por la afectividad, sobre todo por las emociones. Las emociones constituyen actualmente un tema importante para disciplinas muy variadas,2 entre otras cosas, porque se ha investigado y puesto en duda la dicotomía drástica entre emoción y razón. La filosofía contemporánea se había ocupado más de otros estados mentales, principalmente de las llamadas “actitudes proposicionales”, como creencias, juicios, pensamientos, deseos, intenciones, etc.3 Ejemplos serían: “Juan cree que será posible vivir en Marte” o “María quiere que su hijo sea un gran científico”; y de las percepciones: de colores, de objetos, de estados de cosas, de situaciones, de ruidos, texturas, olores, sabores, etc. Las relaciones entre percepciones y creencias es una preocupación central de la filosofía, dado el interés por la adquisición de conocimiento y por el razonamiento. Sin embargo, la filosofía también ha estudiado otros estados y procesos mentales como las sensaciones, las imágenes, y más recientemente las emociones y otros estados afectivos, como los estados de ánimo, las disposiciones afectivas y temperamentos, entre otros.4 Actualmente existe un gran interés por estudiar los rasgos distintivos de las emociones y su relación con otros estados mentales.5