Kitabı oku: «Pandemia. Bienvenidos al Nuevo Orden Mundial», sayfa 6

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Volvemos a casa

Capitulo 13

Dudaba si habría sido buena idea volver a casa. Quienes habían intentado darle caza podían saber su dirección.

Llevaba un año ya en su nuevo apartamento en Badalona.

Era posible que nadie supiera exactamente su nueva ubicación. En la Comisaria sólo lo sabía Oleguer. Nadie más.

La documentación y las nóminas aún reflejaban su antigua dirección en Cornellá.

Recordó que fue el propio Oleguer quien insistió en no informar del cambio de dirección. Según argumentaba el Comisario, su seguridad ganaría enteros si mantenía la antigua.

Lo hizo por protegerlo. Estaba claro.

Lo que no estaba tan claro era si ya entonces conocía la información que había intentado compartir con él apenas media hora atrás.

Eso le haría estar implicado en el turbio asunto que había acabado con su vida.

Aunque él no lo quería creer.

Oleguer mostró ser siempre un hombre íntegro, entre otras muchas cosas, que le apartaban, a priori, de la senda de la sospecha.

Aunque bien era verdad que algunos detalles de su último y desafortunado encuentro hacían, cuanto menos, dudosa su forma de actuar.

Pero después de todo, quizás gracias a Oleguer, aún tendría una oportunidad. Si los asesinos del comisario quisieran darle boleto irían a su antiguo domicilio en Cornellá.

Seguramente no tardarían en localizarle, pero al menos tendría unas horas.

Hizo bien en apagar el móvil. El I-phone no gritaría así a los cuatro vientos su ubicación.

No había tiempo para mucha historia. Recogería un par de mudas, la mochila que preparó con armas el día anterior, y dinero para moverse fuera de casa el suficiente tiempo. Hasta que todo se aclarase. En una pequeña bolsa impermeable, escondida bajo el bidé, guardaba 4000 euros. Preparados para una ocasión como esa.

No sería sabio usar la tarjeta bancaria. Por la misma razón que le motivó llevar apagado el móvil.

Miró el reloj. Calculando.

Se tomaría unos minutos para darse una ducha caliente.

Una ducha rapida, por supuesto.

El olor a sudor que comenzaba a desprender dejaba pocas opciones aparte. Por otra parte, pensó que el agua caliente cayendo por su espalda vendría bien para calmar la tensión muscular de su cuello dolorido.

Tocaba ya hacer una visita a Mónica. La vecina de su madre. En su gabinete de osteopatía.

Pero tal como estaba el tema, su cuello habría de esperar.

Había cosas bastante más importantes en que pensar.

Apenas el agua había bañado su piel, el sonido del timbre le apartó de sus cavilaciones. Asustándolo por un momento, inmerso como estaba en ellas.

Cerró el grifo lentamente. Pensando.

Se secó cómo pudo y salió al pasillo. Tomando la pistola que en la mesa esperaba, con la toalla del baño como única vestidura. Acercándose hasta la puerta.

El espejo del recibidor le hizo sentirse estúpido, en virtud de la apariencia que reflejaba. Medio desnudo y dispuesto a liarse a tiros.

El tipo de la entrada, impacientado, dió tres toques en la puerta, con el nudillo. A modo de contraseña.

-Pére, soy yo.

Escuchar la voz de Joán le tranquilizó. Mostrando esto al deshinchar lentamente sus pulmones.

Una vez quitó el puntal de obra que aseguraba la puerta, se dispuso a abrir.

-¿Porqué tardaste tanto? -Joán entró desbocado, con su arma reglamentaria en la mano- ¿Crees que es el momento de perder tiempo con una ducha? - Inquirió al ver a Pére con una toalla que alcanzaba para poco más que para tapar sus vergüenzas.

-¿Te han seguido? -Preguntó. Asomando la cabeza al pasillo, arma en mano también, mientras empujaba adentro a su primo.

-No.

-¿Llevas el móvil apagado?

-Sí. ¡claro! -Respondió, molesto. Conocía el protocolo.

-Iba a ir a buscarte. - Indicó. Dando la espalda a su primo. Dirigiéndose al cuarto para vestirse. -Las cosas están peor de lo que parecen.

-¿Me lo dices o me lo cuentas ? - Ya se como está el tema. Hablan de un Golpe de Estado. -Dijo. Siguiendo a su primo hasta el cuarto. Quedando parado en la puerta. Callando cuando vio asentir a Pére.-¿Tienes algo que contarme al respecto?

-Tengo mucho que contarte. Pero este no es el momento ni el lugar. Aquí no estamos seguros.

-Quizas haríamos bien con marcharnos de Barcelona

-¿Y el trabajo? -Preguntó.

-Digamos que me he tomado unos días libres. -Dijo Joán. Dejando para más tarde las explicaciones. -Algo me dice que lo que vas a contarme hace que eso no sea una mala idea.

- Creo que es una muy buena idea. -Contestó Pére. -Habia pensado ir a Mora. Hablar con Rottweiler.

-Por eso he venido. Hemos de irnos ya.

-¿Y eso? - Preguntó sorprendido. Aún estando en su hoja de ruta llegar hasta Mora, Pére quería saber el porqué de las urgencias de su primo.

-El bloque donde vive tu madre ha saltado en mil pedazos.

Pére palideció

-Tranquilo. Rottweiler me dijo que está bien. No estaba en casa cuando ocurrió.

Pére respiró tranquilo.

-¿Pero qué ha pasado?

- Rottweiler no me dijo mucho. Al parecer hubo un enfrentamiento entre el ejército y otro grupo armado. Un grupo que les atacó.

-¿El ejército?

-Si. El ejército. Estaban en la entrada. Controlando las entradas y salidas de Mora. Desde que comenzó el Estado de Alarma.

-¿Se sabe algo del grupo atacante?

El antidisturbios se encogió de hombros. Mostrando ignorar la respuesta, y desinterés por conocerla.

-No me dijo mucho más. Y yo solo pregunté por tu madre y el abuelo. -Explicó. -Rotweiler se aseguró de que estuvieran bien.

El que su viejo amigo Rottweiler, antiguo legionario veterano de Siria, y uno de los intendentes de la Comisaria de los Mossos en Mora D'Ebre, se hubiera hecho cargo de la seguridad de su familia le daba a Pére un plus de tranquilidad. No sólo por su experiencia. Su viejo amigo se habría tomado esa cuestión como algo personal. En virtud de la amistad que les unía.

-Hay mucho que contar. Hablaremos por el camino.- Dijo Pére. La trama que había tras los atentados, según el finado Oleguer, requería de un tiempo que en ese momento no tenían. -Ahora debemos irnos de aquí.

-Ahora mismo no me sorprende nada.-La experiencia reciente en La Diagonal habían colocado el listón de Joán bastante alto.

Pero quizás no tanto, según Pére.

-Creeme que sí.-Apostilló asintiendo, mirándolo serio. -Acaban de cargarse a Oleguer delante de mis narices.

Joán recibió la noticia como un gancho de boxeo. Mostrando dificultades para encajar aquel golpe, amigo como era también del comisario.

-¿Cómo ha sido? -Acertó a arrancar pasado un instante.

-No hay tiempo para explicaciones. -Dijo. Acabándose de vestir. -Ahora solo debemos pensar en llegar a casa.

Joán negó con la cabeza. Poco convencido de las posibilidades de éxito de intento alguno.

-Ahora mismo no encuentro manera alguna de poder burlar los controles. Ni siquiera confío en poder llegar hasta alguna de las salidas de Barcelona.

- Para poder salir no debemos ir hacia fuera de la ciudad. Al menos ahora mismo.

-No te entiendo. -Dijo Joán dibujando una mueca de extrañeza para apoyar sus palabras. -¿En qué estás pensando?

-Para poder salir debemos llegar hasta el centro. Hasta el Meciers Palace.

-¿Hasta el hotel? -Preguntó incrédulo.

-Sí, si conseguimos llegar allí, tendremos al menos una posibilidad.

El Meciers Palace era un hotel para clientes poco preocupados por el dinero, y cuyo dueño, Carlos Meniere, debía algún que otro favor a Pére.

Era el momento oportuno para hacerle una visita, por tanto.

-No será fácil llegar hasta allí.

-Parece que te ha pasado un tren por encima- Dijo Pére, apercibido del aspecto del antidisturbios. Una vez pudo mirarlo con detenimiento. Aún estando limpio y con el uniforme impecable, Joan llevaba grabadas en su cara las señales de su paso por la Diagonal hacía unas horas. El labio partido, el ojo izquierdo amoratado y una pequeña brecha en el pómulo derecho daban prueba de ello.

-Tuvimos que emplearnos a fondo en La Diagonal. -Dijo el antidisturbios.- No era la típica turba de gente que solo buscaba alborotar. Era un grupo organizado. Incluso diría que con formación militar. Gran parte de ellos, al menos. Aquello estaba preparado a conciencia. -Siguió, afirmando convencido. -Incluso había pintadas indicando que nos esperaban. Dándonos la bienvenida.

-¿Que tipo de pintadas?

-No sé. Creo que era como si quisieran firmar su destrozo. Vimos varias pintadas iguales. Con la tinta aun fresca.

Pére quedó quieto un instante. Pensando.

-Asómate a la calle. -Ordenó. -Esas pintadas, ¿Eran como esa de ahí? -Preguntó, refiriéndose a la que se podía ver en el muro frente al apartamento.

Joán quedó perplejo un par de segundos.

-Eran exactamente igual a esa. -Repondió. Manteniendo fija la mirada en una calavera sonriente en llamas. Con el lema "Catalunya Reisteix" escrito en rojo debajo.

Textocorrido Textocorrido

Pi Gross

Capitulo 14

Vasia sacó su copia de la llave. Con no poca dificultad consiguió abrir la cerradura de la puerta principal de la casa de Marco.

Tras cruzar el umbral, siguió hasta un recibidor, desde donde se distribuía el resto de estancias de la planta baja.

A la derecha, una escalera ascendía al piso superior, conduciendo a las habitaciones. Cinco en total. Con un baño completo.

A la izquierda, un arco de ladrillo rústico toledano comunicaba con un amplio salón, que hacía las veces de comedor, biblioteca, y sala de reuniones, cuando La Casona vivió tiempos más felices. Tiempos en los que había cosas que celebrar, y gente con quien hacerlo.

Al fondo, tras otro arco de diseño y materiales similares, pero no tan grande como su vecino, un pequeño pasillo se dirigía a la cocina, desde donde se oía el discurrir de Marco y Roberto.

A un par de metros del arco, Vasia detuvo el paso. En la blanca pared que hacía esquina, colgaba un retrato de Katia en el día de su boda con Marco.

Sin duda Katia fue en vida una mujer muy bonita. Pero ese día estaba especialmente hermosa. Sus ojos negros brillaban por la emoción , iluminando con su sonrisa toda la estancia. El pelo, en una especie de recogido, dejaba caer varios mechones negros que no hacían sino realzar aun más su imagen angelical.

El cuadro era perfecto, según opinaba el ucraniano.

El fotógrafo no solo supo captar la belleza natural de Katia, además consiguió plasmar en la imagen la dulzura que solía acompañar a sus gestos.

Marco solía decir que al encontrar a Katia había encontrado un ángel, y aunque en su momento fue objeto de todo tipo de bromas por parte de Roberto y él mismo, fue en ese momento cuando cayó en la cuenta de la razón que tenía su amigo al decir aquello.

Su hermana en verdad parecía un ángel en aquella imagen. No pudo evitar el que sus ojos tornasen vidriosos por un momento, logrando controlar a duras penas que una lágrima furtiva escapara por su mejilla.

Un año hacía ya que la perdió.

Vasia bajó la cabeza, respiró profundamente y esperó un par de segundos para recomponerse. No le gustaba dar una imagen de debilidad.

Pero las lágrimas que no se derraman, suelen ser las que mas duelen, enquistando un dolor que va pudiéndose por dentro.

Calmado ya, dirigió sus pasos a la cocina, donde Marco y Roberto lo esperaban.

En la mesa, un buen queso ocupaba el centro, acompañado de más viandas. Un pan del horno del pueblo daba cobertura a todo aquello. El buen tinto extremeño que siempre solía tener Marco por casa rogaría las gargantas. De buena añada , aterciopelado y con un muy ligero toque amaderado. Perfecto para el uso que en ese momento le estaban dando.

Vasia entró, cerrando la puerta de la cocina tras de sí.

- ¿Qué habéis pensado? -Preguntó, sin saludar siquiera, tomando asiento, apuntándose a almuerzo y tertulia, mirando a Marco. Esperando respuestas.

-Lo que imaginas. Por mi parte no había mucho que pensar. Lo difícil es cómo llevar a cabo las conclusiones. -Apuntó. - Mónica está en Mora D'Ebre. En Tarragona. -¿Lo conoces?

El ucraniano asintió. No dando más información al respecto. Eso supondría tener que dar muchas explicaciones. Y ya habría tiempo para ello.

- La idea es llegar hasta allí . El problema está en cómo llegar. Por el Estado de Alarma las salidas y entradas de los pueblos y ciudades están muy controladas por la policía y el ejército. -Recordó. -Llegar hasta allí por las rutas normales será casi imposible. Eso sin contar lo que pudiéramos encontrarnos en el camino.

-Como gente que aprovechará el caos que ahora existe para su propio beneficio. -Advirtió Vasia.

- Exacto.

- ¿Cual es el plan B?

-Ahí es donde entra Roberto.

-Entiendo. -El ucraniano soltó un pequeño resoplido. Ya imaginaba el resto. Contaba con ello.

Roberto sonrío irónico al ver la cara del ucraniano. Acto seguido se dispuso a explicarle en que consistía el plan B que estaban considerando, y que tan poca ilusión parecía hacerle al ucraniano.

- El camino no va ser fácil. Y las condiciones seguramente tampoco. Pero creo que tampoco serán tan difíciles como tu esperas. - Dijo, intentando espolear a su amigo, conocedor como era del poco entusiasmo que manifestaría al conocer su plan. -Conozco varias rutas para llegar hasta allí, y he pensado en las que creo más apropiadas para vosotros dos, en virtud de vuestra poca experiencia en estas cosas . Tenemos por delante 170 kilómetros. Unas 35 horas de camino. La idea es salir mañana lunes , poco antes de amanecer, y estar allí cuanto antes. Entre jueves y viernes.

Vasia le miró unos segundos, poco convencido. Madurando otra posibilidad. Consciente de que usar ese as en su manga conllevaría dar muchas explicaciones. Explicaciones que quizás variaran el rumbo de su amistad apartir de entonces.

-Quizás podríamos llegar antes, economizando tiempo y energías.

El extremeño y el valenciano cruzaron una mirada. Perplejos. Incrédulos.

-Todas las rutas en las que pudiéramos usar un vehículo están descartadas. -Matizó Roberto. Conocedor como era del terreno. Un poco molesto por ver cuestionado el plan por su amigo.

-No todas. -Corrigió el ucraniano - Depende del vehículo que queramos usar, y la ruta que elijamos seguir.

Marco y Roberto volvieron a intercambiar miradas. Sorprendidos por la salida de su amigo. Según habían estudiado la situación, todas las vías donde poder utilizar algún vehículo quedaban descartadas para así evitar problemas con las fuerzas de seguridad que encontrarían sin duda. Y en cuanto a las rutas por el monte que Roberto propuso, ninguna se prestaba a circular con vehículo alguno.

Vasia abandonó el almuerzo. Tomando la mochila que había dejado en el suelo. Invitando a los otros dos a seguirlo al salón. Donde sacó un gran rollo de papel, extendiéndolo en la mesa de cerezo del salón.

-Mirad esto. -Pidió, mientras desplegaba un gran mapa de La Comunidad Valenciana, Cataluña, Baleares y Andorra sobre la madera.- Quizás tengamos algo de suerte después de todo. - Indicó. Pisando los extremos del papel con unos libros que previamente había tomado de la estantería. Encorvándose ligeramente para subrayar varios puntos en el mapa.

Roberto miró extrañado el papel. Después de los problemas y la inestabilidad política de los últimos años, llevar un mapa donde aparecía la cartografía de las dos comunidades autónomas del Mediterráneo bajo el epígrafe de Países Catalanes, no era lo más apropiado

Ni lo más conveniente, en un país donde el ejército español y la Guardia Civil controlarían todos los accesos a las grandes ciudades.

Marco se preguntaba que hacía Vasia con ese tipo de papeles, y que significaban los puntos subrayados y con anotaciones en cirílico.

No era el momento de divagar, en cualquier caso.

-Roberto. -Vasia señaló un circulo en negro que englobaba un punto en el mapa- ¿podríamos llegar hasta aquí?

El valenciano giró ligeramente el mapa. Para visualizar mejor la ubicación.

-Llegar hasta aquí supone desviarnos varios kilómetros de la ruta más rápida y segura.-Respondió. No entendiendo la razón.

-Sólo dime si podrías llevarnos hasta aquí.

-Si hubiera alguna razón importante para ello, sí, desde luego.-Indicó, buscando en su cerebro esa posible razón mientras miraba el punto y sus alrededores.

Marco observó el nombre que Vasia había subrayado al envolverlo con la marca negra del rotulador.

-¿Pi Gross? ¿ El Pi Gross? -Preguntó, mirando a Vasia. Esperando una confirmación innecesaria. Luego a Roberto. -Seguro que Vasia tiene una buena razón para llegar hasta ahí.- Apostó, conociendo a su amigo, aún desconociendo el motivo.

-Sí. Conozco la forma de llegar allí.

-¿Evitando cualquier tipo de población?

-¡Por supuesto! -Respondio Roberto, un poco herido en su orgullo. -Solo dinos qué hay ahí tan importante.

-Ahí está el medio de transporte alternativo que nos llevará hasta este otro punto. -Indicó colocando el dedo sobre la marca negra que acababa de hacer y que remarcaba Mora D'Ebre.

- ¿Que medio?

-Conozco alguien allí que puede ayudarnos. Unos viejos amigos. -Informó. -Sólo tenemos que llegar hasta ellos.

-¿Viejos amigos? ¿Y son de fiar, aún ahora?- Preguntó el extremeño. Intrigado por saber a quien podría conocer Vasia en esa zona, tan alejada de Burriana. Y porqué habría guardado el secreto hasta ese momento.

Eso obviando el detalle de que situaciones como la que estaban viviendo reducían sobremanera el número de personas en quienes poder confiar, ya bastante ridículo en condiciones normales.

-Pondría mi mano en el fuego por ellos.- Indicó con contundencia.

-Pasamos por cosas peores que esto. Aunque de eso hace ya mucho tiempo. -Confesó. Dando una ligera pista al extremeño acerca de quienes podria tratarse.

-¿Aún peor que esto? -Roberto, sorprendido, no entendía cómo podría ser peor que lo que estaban viviendo. Acostumbrado a vivir al abrigo de un país occidental del primer mundo.

-Amigos de tu país, imagino- Indagó Marco, dando por sentado que Vasia se refería a los tiempos de la guerra con Rusia. Un poco molesto, celoso tal vez.

-Exacto.-Aclaró el ucraniano. Asintiendo.

-Entiendo. Comprendió al fin Roberto. Cayendo en la cuenta. Un poco avergonzado. -No habrá problema. Os llevaré hasta allí. A partir de ahí, seguiremos con tus amigos. -Sonrió ante la posibilidad de acortar plazos y ahorrar tiempo y energías.

-Supongo que habrá tiempo para que nos hables un poco de esos amigos tuyos en el camino. -Dejó caer Marco.

-Supones bien. -Respondió, sonriendo a medias, dejando en el aire la respuesta.

Dando por zanjado el tema, el extremeño introdujo otro.

- ¿Qué ha pasado con el bar.? Recuerdo tus palabras de hace tan solo un par de horas. No parecías muy convencido de querer salir de allí.

Vasia arqueo una ceja y ladeó ligeramente su boca, y tomando aire se dispuso a dar una explicación.

-Hace menos de una hora querías que todos viniéramos aquí. -Dijo. Alzando las cejas, dibujando media sonrisa en su cara. -Imaginaba que irías a por Mónica. Imaginaba que iriais los dos. -Continuó.-Pensé que alguien debía cuidaros. -Concluyó. Bromeando. -Supongo que cuando dije eso no pensé que tuvieras que ir tan lejos.

-Bienvenido entonces. -Agradeció Marco. Sabiendo que aquella broma encerraba mucha verdad, según pintaban las cosas y según la experiencia que le suponía a su antiguo cuñado. Sabiendo también que al ucraniano le habría costado mucho el cruzar el umbral de La Casona, algo que no había hecho desde el fallecimiento de su hermana.

-¿Que pasará con el bar? En un día o dos, cuando todo se complique, el Racó estará a merced de cualquier vándalo.

-Eso está solucionado. En cuanto te marchaste, caí en la cuenta de lo que queréis hacer. Entonces pensé en la mejor manera de conservar intacto todo aquello hasta que volviéramos. -Dijo, consciente de la dificultad que conllevaba el tener que volver.

-La única razón por la que quisiera entrar alguien allí sería para buscar comida. Algo que sucederá en cuestión de un día o dos. La que se va liar será tan gorda que a nadie le preocupará si dentro hay algo de valor que no sea comida. -Razonó. -Entonces la solución era sencilla. He sacado toda la comida a la calle, y me he encargado de que la gente vea que dentro no queda ya nada aprovechable. Me acerqué al supermercado, reuní a un grupo de ocho o diez personas y los llevé al Racò. En la entrada había todo lo que tenía en las cámaras y en la trastienda. Les dije que cojieran todo el alimento que quisieran. Podían llevarse todo. A los quince minutos no quedaba nada.

Marco sonrió.

-Has hecho buena caja. -Dijo, congratulándose por la salida del ucraniano para convertir un posible problema en una solución que además le daba beneficio económico.

El ucraniano asintió.

-He vendido todo muy por debajo de su valor. El Racò era un objetivo, por su situación en el pueblo y por lo que la gente que buscará alimento dentro de poco supondrá que hay dentro. -Razonó - Ahora ya no se molestarán en querer entrar y destrozarlo todo.

Sabiduría práctica en acción, pensó Marco. En su planteamiento y en su resolución.

- Roberto, ¿qué harán tu padre y tu hermano? ¿Crees que estarán bien en tu casa?

Marco quería acabar de dejar su marcha bien atada.

Roberto, intuyendo las intenciones de su excuñado le dió la respuesta que éste seguramente esperaba.

-Creo que estarían mejor aquí. Alejados del pueblo. Pienso que así todo esto que tienes aquí estaría cuidado y vigilado. Supongo que en casa sólo podrían aguantar un par de semanas, a lo sumo. Y eso siendo optimistas.

-También creo que sería buena idea que vinieran aquí, al menos mientras estemos fuera. ¿Tú qué opinas Vasia?

-Es tu casa y son tus cosas. Tu debes decidir. -Dijo, evitando opinar directamente. -Si te sirve de algo, José se defiende bastante bien con un rifle. Más de una vez hemos ido juntos de batida al monte y nos fue bien. Podría mantener alejados a los curiosos, al menos un tiempo.

José, el padre de Roberto, había trabajado toda su vida de guardia forestal. Era además un apasionado de la caza. Un poco por su trabajo, un poco por su afición, conocía bastante bien la comarca, y se desenvolvía muy bien con cierto tipo de armas. Cualidades esas que le convirtieron en compañero de caza de Vasia en más de una ocasión.

-Parece entonces que todos saldremos ganando.

-Mi padre tiene un pequeño arsenal en casa. Podrá defender bien todo esto - Añadió Roberto, aludiendo no solo a los distintos rifles de caza de los que disponía, si no además a la maestría mostrada en más de una ocasión en la preparación y colocación de trampas oportunas para dar caza a la pieza deseada según el momento. - Y mi hermano tampoco es mal tirador.-concluyó, como intentando dar más fuerza a su argumento. - Se ganaran bien su ración extra de comida.

-De eso no hay duda. - Respondió. Convencido. Apoyando la mano sobre el hombro del albañil. -Diles que vengan ya si quieren. Que se instalen hoy. - Pidió. Deseoso de dejar atado el tema cuanto antes.

No sabía exactamente como podrían volver una vez encontraran a Mónica, pero quería garantizar dentro de lo posible la vuelta a un lugar más o menos seguro.

-Quizás lo mejor sea preparar lo necesario para mañana y descansar.- Sugirió Vasia. - Mañana será un día duro.

Marco lo miró, no pudiendo evitar sonreír, resoplando por la nariz.

-Será una semana dura. Aún no hemos llegado allí. Y luego hemos de volver.

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