Kitabı oku: «El canto de las gaviotas», sayfa 3

Yazı tipi:

CAPÍTULO 5

⎯¡Muy bien! ¡Suficiente!

Giró el volante y el coche se salió de la carretera, pasando por encima de la cuneta y deteniéndose, envuelto en una nube de polvo, a un costado de los matorrales que tapizaban ese lado de la vía. Cuando sintió que su cuerpo no rebotaba más, Palmer soltó la mano del asidero en el techo y empujó a su compañero contra la puerta.

⎯¡Casi nos matas! ¿Qué demonios fue eso?

⎯Todo fue calculado a la perfección ⎯dijo separando la mano de Palmer con un movimiento indiferente⎯. Y tú tienes la culpa.

⎯¿Yo? Ahora sí comiste demasiadas tortillas y se te llenó el cerebro de grasa.

⎯No te metas con mis tortillas ⎯dijo Rosas acomodándose en su asiento y arrancando el auto⎯. Además, sabes a qué me refiero. Te lo pregunté en la playa y esquivaste la pregunta como toda una anguila. ¿Qué rayos te pasa hoy?

⎯Nada ⎯dijo Palmer agachando la cabeza y recuperando su compostura⎯. Imaginas cosas.

⎯Llevo siendo tu compañero más tiempo de lo que se pueden jactar muchos matrimonios.

⎯No sabía que te importaba tanto. Me siento halagado.

⎯Deja el sarcasmo y no trates de desviar el tema. Tienes una mirada perdida, que solo he visto en drogadictos entrando en un síndrome de abstinencia. Llevo tratando de entablar una simple conversación desde que salimos del hospital y tus respuestas monosilábicas me terminaron agotando. Está bien que tenemos un caso de los mil demonios entre las manos, que la única testigo tiene todos los boletos necesarios para un viaje al más allá y todas las estadísticas del mundo en su contra, pero no puedes hacer nada al respecto. Además, puedo ver a leguas que algo te come y tú insistes…

⎯Dana está embarazada ⎯lo interrumpió Palmer.

Estas palabras parecieron tomarlo por sorpresa, pues el resto de la frase se le congeló en los labios y las dos veces que trató de responder tuvo que tragar saliva.

⎯¿Dana está…? ¿Cómo?

⎯Pensé que tu papá había tenido esa conversación contigo. En fin, cuando un hombre y una mujer se aman mucho, el papá deja su semillita en…

⎯No me refiero a eso ⎯dijo Rosas sonriendo a pesar de todo⎯. Siempre dijiste que no querías hijos. No me lo esperaba, eso es todo. ¿Cuándo cambiaste de opinión?

⎯No he cambiado de opinión ⎯dijo mirando por la ventana. Un solitario árbol en medio de un potrero se deslizó delante de ellos. Varias vacas, chocolates y blancas, pastaban bajo su sombra.

⎯Si no cambiaste, entonces ¿qué? ¿Un accidente?

⎯Las píldoras son 99,7 % seguras. Dana tiene el dudoso honor de pertenecer al 0,3 %.

Rosas lo miró de reojo, pero guardó silencio.

⎯Ayer regresé de trabajar. Dana me esperaba con la cena lista. Bistec a la pimienta, papas asadas con salsa agria y plátanos en tentación. Mi comida favorita.

⎯¿Sobró algo? Tengo hambre.

⎯Después de terminar ⎯siguió Palmer ignorando el comentario⎯me dio la noticia. Estaba… radiante. No recuerdo haberla visto así de feliz en mucho tiempo.

⎯Dime, por favor, que no la miraste con la cara que tienes ahora.

⎯¿Estás loco? No quiero niños, pero no soy un desalmado. No iba a arruinar todo el esfuerzo que puso en querer darme la sorpresa.

⎯¿Y es buena idea? ¿A su edad me refiero? Dana tiene como 40 años. Tú no te has jubilado, porque eres un necio que disfruta demasiado su trabajo. ¿Qué pasa si viene enfermo o algo así?

⎯Creo que Dana prefiere evitar pensar en eso, por ahora. Ella siempre quiso salir embarazada. Yo no estaba de acuerdo, pero lo intentamos un par de años. Al llegar a los 35 se resignó y se enfocó en su trabajo. Recibir esta noticia, cuando ya se había despedido de la posibilidad de ser madre, es un milagro. Nada dañará ese momento. No por ahora.

⎯De repente no pasa nada ⎯dijo su compañero con una tímida sonrisa⎯. Además, creo que un hijo es lo que necesitas.

Palmer dejó de mirar hacia afuera.

⎯¿Recuerdas el caso que tuvimos cuando regresaste de vacaciones? ¿El hijo de los Parker? ¿Juan?

⎯Eso no es justo. Es un caso aislado.

⎯Uno que vemos a cada rato ⎯le recordó sin misericordia.

⎯Somos policías. Viene con la descripción del puesto de trabajo.

⎯No recuerdo haber leído en el manual, que tendríamos que recoger el cuerpo de un niño de dos años del interior de una olla de miel hirviendo.

Rosas sintió un escalofrío. Comprendía a su colega. Una escena propia del infierno de Dante.

⎯¿Cómo está la mamá?

⎯Lo último que supe ⎯dijo con un soplido de resignación⎯fue que estaba recluida en un hospital psiquiátrico bajo sedación permanente. Cada vez que recupera la conciencia empieza a gritar.

⎯No la puedo culpar ⎯dijo disminuyendo la velocidad al ir entrando al pueblo ⎯. Dejar a tu hijo a cargo de tu hermano y que este lo mate solo porque no lo dejaba escuchar el juego de béisbol. ¿A dónde hemos ido a parar?

⎯A un lugar donde es mejor no tener hijos.

⎯No todos los hijos tienen problemas. Nosotros fuimos niños alguna vez y aquí estamos.

⎯Sí… Trata de decirle eso a la mamá de Juan.

Rosas lo miró de soslayo y siguió manejando sin decir palabra hacia la estación de policía. Siendo día de semana las calles estaban atestadas de coches, por lo que en poco tiempo quedaron reducidos a un suave progreso.

⎯¿Ya pensaste en un nombre? ⎯preguntó Rosas.

⎯¿Cómo? ⎯. Su compañero se dio la vuelta en su asiento.

⎯¿Un nombre? ¿Para el niño?

Palmer arrugó la frente, pero con el pasar de los segundos se fue relajando y sin saber de dónde salía la sensación empezó a reír.

⎯Eres un maldito demente ⎯le dijo cuando logró controlarse lo suficiente, secándose las lágrimas de los ojos con la palma de la mano.

⎯Soy realista ⎯le dijo avanzando dos metros y deteniéndose. Ya podían ver la estación de policía a unos cien metros, pero a la velocidad que avanzaban bien podía estar en otro planeta⎯. Que tú tengas ciertos problemas con la idea de traer un niño al mundo, no cambia el hecho de que el pedido ya está hecho. El paquete va a llegar en… ¿cuánto tiempo de embarazo tiene Dana?

⎯Tres meses ⎯dijo, no pudiendo evitar el tono de resignación en su voz.

⎯¿Tanto? ¿Y no te habías dado cuenta? Se supone que eres un detective. Deberías ser más observador.

⎯Muy gracioso. Ya veré cuando llegue tu turno.

⎯No soy muy bueno en matemáticas ⎯dijo aprovechando un espacio en el compacto tráfico para acelerar un par de metros, antes de verse obligado a detenerse de nuevo⎯, pero tú mismo dijiste que la tasa de falla de las pastillas es del 0,3 %. ¿Cuáles son las posibilidades de que a las esposas de dos compañeros de trabajo les pase lo mismo?

⎯No me lo puedo imaginar, pero te recuerdo que tú y Evelyn aún no se casan.

⎯Semántica. No cambies el tema. Mi punto sigue siendo el mismo ⎯aceleró y esquivando dos autos logró llegar a la entrada de la estación de policía. Con la música de fondo del rechinar de llantas se detuvo en un espacio cerca de la entrada principal⎯. Lo siento mucho hermano, pero lo que te pasó me protege mejor que cualquier pastilla. No puedes vencer a las estadísticas.

Apagó el auto y en el silencio que acompañó el movimiento escucharon el sonido de un celular. Palmer metió la mano en su bolsillo y se llevó el aparato al oído.

⎯Detective Palmer ⎯dijo por saludo.

Se quedó en silencio durante casi un minuto. Unas cuantas preguntas muy generales interrumpieron el silencio, pero ninguna que sugiriera el motivo de la llamada. Cuando Palmer cerró el celular su expresión facial era inescrutable.

⎯Era del hospital. Andrea Sposito sobrevivirá después de todo. Está delicada, pero saldrá adelante.

Abrió la puerta del auto. Antes de salir dijo por encima de su hombro ⎯Andrea tenía las estadísticas en su contra, ¿recuerdas?

Empezó a caminar hacia la entrada del recinto. Cuando puso la mano sobre la puerta de vidrio escuchó a su compañero preguntar a sus espaldas ⎯¿Qué marca de anticonceptivo usaba Dana?

***

⎯Espero que no estés hablando en serio ⎯dijo el detective jefe Ratner, levantando la mirada del grupo de papeles que tapizaban la mesa.

Palmer, a quien el comentario iba dirigido, no respondió. Su rostro parecía esculpido en piedra.

⎯No estás bromeando ⎯dijo Ratner después de unos segundos⎯. ¿En serio?

Palmer tomó aire para luego dejarlo salir por la nariz con lentitud. Cuando terminó dijo con absoluta calma ⎯Tenemos a un individuo que secuestra a una simpática joven. No quiero saber por lo que habrá pasado, pero creo que todos podemos hacernos una idea bastante acertada. Luego, la obliga a caminar por esa linda playa al amanecer y la entierra hasta el cuello en un profundo hoyo en la arena, el cual por cierto él mismo cavó la noche anterior, y la deja para que la marea se encargue de ella. Ese nivel de sadismo y dedicación no es fruto de una mala semana. Se cultiva con el tiempo.

⎯Me disculpas Mauricio, pero no recuerdo un solo caso similar en todo el tiempo que llevo detrás de este escritorio.

⎯Por supuesto. El agujero en la arena es solo una forma más de tortura. Yo tampoco recuerdo ni un solo caso en todo el tiempo que llevo en la fuerza y una cabeza en la arena no puede pasar desapercibida por mucho tiempo. No. Este personaje disfruta cada segundo de dolor, pero una vez la víctima muere, la desentierra y dispone del cuerpo de otra forma.

⎯Estás asumiendo.

⎯No. Pura lógica. Ahora ⎯dijo levantando la mano y deteniendo las palabras que venían a continuación⎯, acepto que puedo estar equivocado si es la primera vez de este individuo, pero no me lo trago. Creo que lo ha hecho antes y la única razón por la que sabemos de su existencia es porque cometió un error. No pudo terminar su ritual.

⎯Si fuera verdad, debería ser fácil atraparlo. No pudo limpiar la escena del crimen. Nos dejó toda la evidencia que no pudo recoger.

⎯Si dejó algo de interés, Poseidón se lo llevó a las profundidades del océano. No se haga muchas ilusiones, jefe.

Ratner se le quedó mirando por cinco segundos completos. Luego, giró la cabeza y clavó sus ojos en Rosas.

⎯¿Piensas igual?

⎯Es la primera vez que escucho esa teoría ⎯respondió el aludido torciendo los labios. Mauricio lo había tomado por sorpresa con la descabellada idea y le molestaba que no se lo hubiera comentado primero. Pensó hacerlo sufrir un rato, pero recordó los problemas personales que le habían caído encima a su amigo y decidió ser compasivo por esa ocasión. Con una sonrisa triste agregó⎯. Mi respuesta inmediata sería que no. Lo malo es que ¿cuántas veces se han equivocado las corazonadas de Mauricio?

⎯Ha pasado ⎯le recordó su jefe, aunque su voz revelaba lo poco convencido que estaba de su propia aseveración.

⎯Sí. Mi pregunta es, ¿quiere ir en contra de las estadísticas?

⎯Tú y tus estadísticas ⎯murmuró Palmer. En su rostro Rosas pudo ver una sonrisa, que le confirmó que había hecho lo correcto en apoyarlo.

Ratner ignoró el comentario. Después de unos segundos de silencio terminó asintiendo con lentitud.

⎯Me caes bien Mauricio ⎯dijo echándose hacia atrás en su asiento⎯, pero te juro que quiero que esta vez estés equivocado.

⎯Somos dos ⎯dijo él.

Ratner recogió los papeles de la mesa y los empezó a ordenar en dos pilas. Mientras arreglaba la información dijo ⎯¿Qué sabemos de la víctima?

Rosas sacó una libreta de su bolsillo. Pasó varias páginas hasta que encontró lo que buscaba. Palmer se apoyó contra la pared y se cruzó de brazos. Con la cabeza baja escuchó los datos que se conocía de memoria.

⎯Andrea Sposito ⎯dijo Rosas leyendo en voz alta⎯24 años, sin hijos. Estudiante de Turismo en la Universidad de Panamá. Se hospedaba con unos amigos en el hotel White Orca. Llegaron hace dos semanas… el 16 de febrero. Planeaban quedarse cuatro días.

⎯¿El White Orca? Eso está a casi una hora de aquí. ¿Cuándo ocurrió el secuestro? ⎯preguntó Ratner. Una línea vertical entre las dos cejas se marcó en su piel.

⎯El 17 de febrero, en horas de la madrugada. Estuvieron todo el día en los predios del hotel, cenaron y vieron el espectáculo nocturno, uno de esos programas de variedades. Al terminar el show, según los empleados fue como a las 11:00 pm, decidieron irse de paseo a una playa cercana.

⎯¿Están en un hotel en la playa y se van a otra? ⎯preguntó Ratner sorprendido. Rosas solo alzó los hombros, como si las explicaciones sobraran.

⎯Según pudimos establecer ⎯intervino Palmer sin levantar la mirada ⎯era un grupo de ocho jóvenes. Llegaron a la playa alrededor de la media noche. Iban en dos carros.

⎯Luz de luna, aire marino, cervezas ⎯dijo Rosas embelesado⎯. ¿Qué más se puede pedir?

⎯Que un loco no te secuestre en la oscuridad ⎯murmuró Ratner.

Un silencio incómodo llenó la oficina. Rosas siguió leyendo de su libreta, pero las palabras se le habían quedado atascadas en la garganta. Su compañero acudió al rescate.

⎯Nuestro trabajo comienza cuando las pesadillas de otros terminan. Gajes del oficio.

⎯Según sus compañeros ⎯siguió Rosas más tranquilo⎯se bajaron de los autos y armaron una fogata. Bailaron y tomaron. Cuando llegó la hora de irse, sería como a las 3 de la mañana, se dieron cuenta de que uno de los carros había desaparecido. Un RAV-4 color plata. El carro aún no aparece. Según una de las muchachas del grupo, Andrea dijo sentirse indispuesta y le dieron la llave del auto para que descansara. Fue la última vez que la vieron.

⎯Eso es imposible ⎯dijo Ratner⎯. No pretenderás que crea que nadie la vio desaparecer. ¿Nadie escuchó el auto arrancar? ¿Ocho personas dijiste? Esos son 16 ojos y 16 orejas.

⎯Le está predicando al cura ⎯dijo Palmer frotándose la frente con las yemas de los dedos⎯. Parece increíble, pero eso fue lo que pasó. Debe recordar que hablamos de ocho jóvenes embriagados y con más hormonas que sentido común. Todos reconocen que en algún momento se alejaron de la fogata para caminar por la playa y quemar el exceso de etanol. Andrea se fue caminando al auto sola y nadie se preocupó por ella hasta que llegó la hora de irse.

⎯Me imagino que los pasaron por un tamiz fino. Uno de ellos pudo ser el responsable.

⎯Lo dudo jefe ⎯dijo Palmer⎯. Cuando se dieron cuenta de la desaparición regresaron al hotel. El dueño del auto estaba furioso, así que la buscaron apenas llegaron. En recepción les confirmaron que Andrea no había regresado. Allí empezaron a preocuparse de verdad, su mayor temor era que se hubiera estrellado en el camino de vuelta. Avisaron a la policía y se pusieron a peinar el área de forma exhaustiva. A la mañana siguiente seguía sin aparecer. Pusieron anuncios en los medios, fueron de puerta en puerta por todas las casas ocupadas, pero Andrea desapareció sin dejar rastro.

⎯¿Y su familia?

⎯Andrea es hija única. Sus padres murieron en un accidente automovilístico hace cuatro años. No tiene familia a quien avisar. Algunos conocidos y amigos, pero hasta allí. Su núcleo cercano estaba con ella en el hotel ese día.

⎯En vista de lo cual ⎯intervino Rosas⎯se empezó a barajar la posibilidad de que Andrea desapareciera por voluntad propia. Después de todo, no había una sola señal que sugiriera la intervención de una mano criminal. Tal vez tenía algún problema y huir fue la solución.

⎯Recuerdo los anuncios sociales en la televisión ⎯comentó Ratner entrecerrando los ojos⎯. No había hecho la conexión hasta ahora. Sin embargo, sigo sin entender por qué no piensas que alguno o varios de ellos fueron los responsables.

⎯Porque al acabar el fin de semana regresaron a la ciudad. Todos tienen coartadas para la mayoría de los días que siguieron. La evidencia por el momento sugiere ataques sexuales a repetición. Las lesiones presentes en Andrea se encontraban en diferentes momentos del proceso de cicatrización, lo que indica que los ataques se dieron a lo largo de varios días. No hay forma de que ellos lo hicieran. El responsable se quedó cerca de ella, haciéndole compañía.

⎯Si no hubiera cometido el error de dejarla con vida, su desaparición hubiera quedado como un caso sin resolver ⎯dijo Ratner.

⎯Exacto ⎯respondió Rosas cerrando su libreta⎯. Si Mauricio tiene razón, después de morir en el agujero pudo desenterrarla, tirarla al mar y aunque su cuerpo hubiera aparecido después, la muerte se hubiera atribuido al día de la fiesta en la playa. Una joven borracha se escapa en un auto ajeno, conduce hasta otra playa y se mete al mar, ahogándose. Un trágico accidente provocado por el exceso de alcohol.

⎯¿Cuándo nuestras playas se convirtieron en la antesala del infierno? ⎯masculló Ratner antes de agregar⎯. ¿Qué pasó con la vainilla? Mencionaron algo de eso en el informe.

⎯Andrea logró decirnos en la primera entrevista que el culpable le untó vainilla o alguna loción con vainilla en el cabello y en el cuerpo ⎯dijo Rosas⎯. No pensé que fuera importante, pero el olor era evidente a corta distancia.

Ratner miró a Palmer: ⎯¿Qué piensas? ¿Es importante?

El detective lo pensó un segundo antes de decir: ⎯Creo que sí. Un simple violador no se toma tanto trabajo ni prepara a la víctima de esa forma. El comportamiento suena casi… ritual. Una especie de firma.

Ratner levantó la mirada y clavó sus ojos en Palmer, quien al sentir el peso de la mirada alzó la cabeza.

⎯Odio que siempre tengas la razón ⎯dijo sacudiendo la cabeza.

⎯Aún no sabemos… ⎯trató de protestar, pero su jefe cortó las palabras con un gesto de su mano.

⎯Tú y yo llevamos suficiente tiempo en este miserable trabajo para saber que todo esto suena demasiado ensayado para ser un ataque al azar. El violador la tuvo que seguir desde el hotel, esperar con paciencia infinita una oportunidad apropiada en la playa, incapacitarla y llevársela del lugar sin que ninguno de sus compañeros se diera cuenta. Por supuesto, pudo ser un crimen de oportunidad, pero no le resta importancia al resto del acto.

⎯Si le sirve de algo, me hubiera gustado estar equivocado.

⎯Sí, sí, sí ⎯dijo con un tono de cansancio que no era frecuente escuchar en su voz⎯. Me imagino que pidieron el listado de los huéspedes del hotel para ese fin de semana.

⎯Clarines ⎯dijo Rosas⎯. Tenemos que pasarlo a buscar esta tarde. Primero iremos al hospital a hablar con el doctor London.

⎯Ojalá sean buenas noticias ⎯dijo Ratner⎯. Las necesitamos.

Levantó la mano y señaló en dirección de Palmer.

⎯Y tú, deja de ser tan pesimista y disfruta la vida. No todos pueden ser padres.

Palmer se dio la vuelta. La intensidad de su mirada fue tan profunda que Rosas casi la pudo sentir atravesándolo.

⎯¡Eh! No me mires así ⎯dijo levantando las manos en señal de protesta⎯. Yo no dije nada.

⎯¿Entonces cómo…?

⎯Me encontré a Dana en el supermercado esta mañana ⎯dijo Ratner con una sonrisa cómplice⎯. Me contó del encargo. Parece estar muy feliz.

⎯Sí, lo está. Gracias.

⎯De nada. Ahora, dejemos el sentimentalismo. A trabajar.

⎯Ese es el jefe que recordamos y queremos ⎯dijo Rosas levantándose y saliendo de la oficina. Palmer iba dos pasos detrás. Llegando a la puerta agregó⎯. Por un segundo pensé que lo habían secuestrado los alienígenas y…

El resto del comentario se perdió en el bullicio del pasillo de la estación de policía.

La sonrisa que Ratner aún sostenía desapareció al cerrarse la puerta de la oficina.

Extendió la mano y levantó la foto de Andrea que Palmer había dejado sobre su escritorio. La joven se veía radiante en ella. Sus ojos de un color verde jade brillaban como joyas en una máscara de marfil.

⎯Demonios ⎯pensó con tristeza⎯. ¿Por qué ahora?

CAPÍTULO 6

VERANO DE 1982

El muchacho nunca dijo lo que le pasó con la serpiente.

Su madre le preguntó qué le pasaba. Él respondió que se sentía bien. Ella lo miró como si no entendiera a qué se refería, pero no insistió sobre el tema.

Su padre, como siempre, ni cuenta se dio del cambio.

Él mismo no entendía qué pasó el día de la serpiente. Había despertado con la sensación de pesadez e incertidumbre que caracterizaba su vida desde que tenía uso de memoria. El diario pasó por la vida sin el más mínimo interés en nada, excepto la llegada de la noche para poder irse a dormir y sentir el delicado abrazo de la oscuridad.

Después de dejar caer la roca sobre la extraña criatura en negro y amarillo, fue como si un gigantesco peso hubiera sido levantado de algún punto en todo el centro de su ser. Al golpear la arena y ver desaparecer la cabeza, una corriente eléctrica recorrió todo su cuerpo. Sintió el corazón acelerarse y los segundos que vinieron después quedaron impresos en su memoria como una película.

Para ser vistos y disfrutados una y otra vez.

Sus pasos esa mañana lo llevaron a una playa que nunca había visitado. La marea estaba bajando y la arena húmeda se hundía con cada pisada. El aire marino era una caricia acuosa en su piel. Fresca y purificante.

Se detuvo al lado de una pequeña roca y su mirada se perdió en la inmensidad del océano que se extendía delante de él. Hubiera vendido su alma por poder atravesarlo y desaparecer con su madre a un lugar donde nadie los conociera.

Lejos de su padre. No importaba donde, con tal de que fuera muy lejos de él.

Sintió que algo tocaba los dedos de su pie. Bajó la mirada sin moverse un centímetro. Un cangrejo de colores rojo y azul rodeaba la roca. Una de sus pequeñas patas lo había rozado sacándolo de su estado de sopor.

Sin pensarlo siquiera dobló las rodillas agachándose. Su mano envolvió con fuerza al cangrejo. Una de sus gruesas pinzas se abrió y se cerró sobre el borde de la piel de su mano. Sintió como si le hubieran clavado un cuchillo y un grito de dolor escapó de sus labios, pero no lo soltó. Estaba acostumbrado al dolor.

Con la otra mano tomó la pata con la pinza y comenzó a torcerla hasta que la sintió ceder. Un crujido resonó en el silencio de la playa, que le recordó una papita partiéndose en decenas de pedazos. La otra pinza se extendió tratando de alcanzarlo, sin éxito.

El punto donde la pinza presionó su piel quedó marcado como una línea irregular de color morado rojizo. El dolor que surgía del mismo era como una insistente pulsación que no cesaba de vibrar.

El muchacho hizo lo que siempre hacía con el dolor. Lo concentró en su mente, como si fuera un manojo de fibras que se agrupan en una firme y resistente soga. Lo enfocó en un solo punto en el exterior. Algunas veces eran botellas o ramas de árboles. Otras veces insectos.

Esta vez lo único que pudo ver fue el cangrejo, con sus patas moviéndose en el aire.

Con lentitud movió la mano y agarró una de las mismas. La giró con total calma, hasta sentirla separarse del cuerpo. La dejó caer y prosiguió con la siguiente.

En menos de dos minutos pudo soltar la presión que ejercía con la mano lastimada y se inclinó para colocar el cangrejo sobre la roca. Lo que quedaba de sus patas trataba de empujarlo sin éxito. Era como ver un pescado fuera del agua.

Hizo un puño con la mano, levantó el brazo por encima de su cabeza y lo dejó caer con fuerza. Sintió un líquido correr bajo sus dedos, entre los pedazos irregulares del fragmentado caparazón. No lo levantó, sino que presionó aún más. Pudo sentir los movimientos extinguirse bajo su piel y una sensación de paz, muy similar a la que había sentido al dejar caer la roca sobre la serpiente, lo invadió.

La sonrisa en sus labios desapareció al escuchar la voz a sus espaldas.

⎯¿Qué estás haciendo?

***

⎯Se los advertí ⎯dijo Baker metiéndose en la boca uno de los bollos de queso blanco.

⎯Sí, lo sé ⎯dijo Rosas con la taza de café en la mano. Le pareció una idea saludable traer una bolsa de café de regalo y varios bollos y roscas de pan para el personal de urgencias. Ya solo quedaba Baker en la cocineta, pero las caras de agradecimiento de todos los que se aprovecharon, incluyendo el enfermero que le gruñó, le confirmó que había sido una sabia decisión.

⎯El doctor London habló sin parar por casi treinta minutos ⎯dijo Palmer⎯y al final sentí ganas de abrazarlo y darle las gracias por tener el privilegio de respirar el mismo aire. Si el ego se pudiera vender por libras, el doctor London sería multimillonario.

⎯Es cierto ⎯aceptó Baker⎯. Espero acepten las disculpas de todo el personal del hospital. ¿Les quedó alguna duda?

⎯Como mil ⎯dijo Rosas con sinceridad. Después del primer minuto de conversación estaba tan mareado por los términos médicos y los procedimientos salvadores de vida en manos del doctor London, que su cerebro decidió apagarse por el resto de la entrevista.

Palmer lo miró con cara de desaprobación. Rosas alzó los hombros y se tomó su café.

⎯Bueno, la versión resumida es la siguiente ⎯dijo Baker deslizando una mano sobre la otra para remover cualquier fragmento de maíz o queso⎯. Andrea sobrevivirá, pero estuvo cerca. En la primera cirugía London logró reparar todos los desgarros vaginales que encontró, pero el trauma fue mucho más severo de lo que aparentaba. Tenía un hematoma en la pelvis que empezó a sangrar y ese fue el motivo de la segunda cirugía. London trató de reparar el daño, pero fue imposible. Tuvo que realizarle una histerectomía.

⎯¿Una histerectomía? ⎯preguntó Palmer con seriedad⎯. ¿Eso no es...?

⎯Sí. Le tuvo que sacar el útero. Y un ovario, además. Nunca podrá tener hijos, pero por lo menos está viva. Si he de ser franco, no pensé que lo lograría.

⎯¿Ya salió de peligro?

⎯Aún no. El grado de hemorragia fue mayúsculo. No estaba orinando y encontramos evidencia de una falla renal. Con las pérdidas de sangre, sus riñones dejaron de funcionar. Esperamos que sea algo temporal, pero no estaremos seguros por algún tiempo. Permanecerá en la Unidad de Cuidados Intensivos para diálisis y vigilancia.

⎯¿Cuánto tiempo? ⎯preguntó Rosas. Su taza de café estaba vacía, pero no parecía dispuesto a soltarla por el momento.

⎯Yo diría que unas 48 horas más. Si todo va bien para entonces, podrán hablar con ella.

Palmer suspiró con fuerza. Dos días más de espera para saber que tanto recordaba. Podía ser que nada o podía recordar cada segundo vivido desde el momento del secuestro.

Detalles que hacían toda la diferencia.

***

Dana se miró en el espejo una vez más.

Tenía levantado el suéter de color gris a nivel de las costillas. En su abdomen apenas era perceptible el pequeño bulto que indicaba el crecimiento de un nuevo ser en su interior.

Un hijo de ella y Mauricio.

O dos, si tenía suerte.

Sonrió ante la posibilidad. Esa tarde se haría su primer ultrasonido para saber cómo iba todo. No se lo había dicho a Mauricio, pero le aterraba que saliera algo malo. Lo amaría, de eso estaba segura, pero rezaba para que viniera sano. Su esposo había tratado de evitar acompañarla aludiendo exceso de trabajo, pero ella sabía cómo girar sus tuercas para que hiciera lo que ella quería. En el fondo presentía que su reticencia no era más que miedo. El mismo terror que la invadía cada vez que se tocaba la panza. No le gustaba forzarlo, pero era necesario. En unos meses sería padre, quisiera o no, y si el médico les daba alguna mala noticia, no quería estar sola.

Se deslizó la mano por la barriga y sonrió.

⎯No es que papi no te quiera ⎯le dijo con ternura⎯. Es que tiene miedo. De lo desconocido y de lo que pueda pasar en el futuro. Papi ve cosas muy feas todos los días. Tiene miedo de que algo así te pueda pasar.

Sabía que era muy temprano para eso, pero juraría haber sentido una patada.

⎯Es por eso ⎯continuó diciéndole⎯que será el mejor papi del mundo. Porque hará hasta lo imposible para mantenerte a salvo de todo el mal que hay en la tierra.

Se agachó como si quisiera decirle un secreto.

⎯Además, tiene permiso para portar armas. Lo siento mucho por tus futuros novios.

En su mente y en su corazón sentía que era una niña. Mauricio pensaba que era una tontería, aunque nunca se atrevería a enunciarlo en voz alta, pero ella estaba segura. Era algo tan cierto para ella como el amor de su esposo.

⎯No te preocupes pequeña ⎯dijo bajándose el suéter⎯. Papi quiere un hijo. El problema es que todavía no lo sabe. Tú te encargarás de hacerlo entender. Ya verás.

El repicar del teléfono la hizo salir de sus elucubraciones mentales. Aún parada delante del espejo estiró la mano y tomó el auricular.

⎯¡Omar! ⎯dijo al escuchar la voz del que, a estas alturas, era un miembro más de la familia⎯. ¿Cómo está mi segundo detective favorito?

Escuchó el mensaje y la alegría en su rostro se convirtió en una expresión de incertidumbre.

⎯No entendí. ¿Me repites todo de nuevo?

Dana caminó con el teléfono hasta una cómoda cercana y en una pequeña libreta apuntó el mensaje. Se sintió tentada a preguntar, pero al final prefirió esperar.

Ya obtendría las respuestas de su esposo.

₺310,68

Türler ve etiketler

Yaş sınırı:
0+
Hacim:
276 s. 27 illüstrasyon
ISBN:
9788412375435
Editör:
Telif hakkı:
Bookwire
İndirme biçimi:

Bu kitabı okuyanlar şunları da okudu