Kitabı oku: «Y va a caer... como decíamos ayer. Tomo 1: Informes mensuales de coyuntura política 1980-1984», sayfa 14

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INFORME MENSUAL DE COYUNTURA POLÍTICA Nº 14

Santiago, agosto de 1981

DE LEJOS, ¿NO ES CIERTO?

El tema del mes es evidentemente el de la recesión económica, ajuste recesivo, moderación en el crecimiento. O como quiera llamarse a los actuales problemas que está padeciendo el modelo económico… Ya no se trata sólo de la quiebra del grupo Ross con su CRAV y lo que la circunda. Ahora resulta que eso era síntoma de un problema general del modelo económico. Más aún, se trata de una situación que comenzó a desencadenarse desde el segundo semestre del año pasado.

Algunos críticos –infaltables después de las calamidades– han comenzado a preguntarse si el gobierno o los sectores en el poder no pudieron prever las dificultades económicas que se aproximaban, de manera de adoptar las medidas del caso. Pues sí, sucede que las previeron, y no sólo las previeron, sino hasta las vieron.

En los momentos que se celebraba el Plebiscito Constitucional y Presidencial, justo cuando una entusiasta y monopólica campaña publicitaria hacía alardes sobre el éxito del modelo económico, como piedra angular de la legitimidad del régimen, justo entonces, ya se sabía de las dificultades que encontraba la economía y su futuro agravamiento.

Extraña cosa. El Plebiscito se produce precisamente en los momentos en que el Gobierno puede señalar los éxitos del modelo económico, a partir de la recesión de 1975, y justo antes que se empiecen a sentir los efectos de la recesión de 1981.

Los que estaban al lado de acá de la pantalla de televisión no sabían los problemas que, ya en el segundo semestre del año pasado, se estaban produciendo en el modelo. Pero los que estaban detrás de la pantalla sí que lo sabían. Y se adoptaron las medidas del caso.

Ahora bien, he aquí un nuevo elemento que concurre a explicar la inusitada velocidad con que se fueron sucediendo políticas gubernamentales de envergadura en diferentes esferas de la vida nacional. Aun antes que se iniciara el nuevo período presidencial. Dichas medidas se orientaban en parte a conferir nuevos recursos al sector empresarial, como sucede fundamentalmente con la Reforma Previsional, el traspaso de la cuenta única fiscal y otros. Pero, también, en gran medida, parecen orientadas a obtener ciertos efectos políticos que permitan que sea más manejable las crisis. En efecto, la Reforma Universitaria, el Plan Laboral, la Ley de Asociaciones Gremiales, son, entre otras, medidas que concurren a desarticular núcleos de poder social que eventualmente pudieran movilizarse frente al deterioro del modelo económico.

No es tampoco casual que, después de ciertas ilusiones aperturistas, el régimen se volviera a cerrar, aumentando las medidas represivas en contra de la oposición.

En el momento actual se insiste en seguir vendiendo el modelo económico. No obstante, se reconoce que atraviesa por ciertas dificultades. Ellas son ahora demasiado visibles. Dificultades naturales, producidas desde fuera, dificultades buenas, pletóricas de futuros beneficios, pero, al fin y al cabo, dificultades. Más aún, ya se acepta que, de superarse éstas, surgirán luego otras, aunque, se asegura, el modelo seguirá su marcha de grandeza.

Se discute internamente entre los grupos en el poder la alternativa más adecuada para enfrentar el actual momento. Y, hasta ahora, parece imponerse el llamado «ajuste recesivo».

Más allá del conflicto interno, los grupos en el poder requieren de dos condiciones para hacer viable la solución propuesta. Económicamente tienen que obtener un fuerte ingreso de recursos externos; para ello cuentan con la posibilidad de enajenar la Gran Minería del cobre o masivos préstamos del Gobierno norteamericano, hoy más favorable que nunca. Políticamente les es necesario controlar la protesta social proveniente de los sectores más negativamente afectados por ese «ajuste recesivo»; la represión del movimiento sindical de protesta parece tener en esto prioridad.

Como las acciones del gobierno no se realizan en un vacío político, resulta difícil vaticinar el desenlace de este cuento. No obstante, parece probable que el énfasis que ponga el régimen en el aspecto económico o político dependerá del éxito que logre en uno u otro sector. Así, si obtiene una fuerte inyección de capitales externos podrá no ser excesivamente riguroso en las medidas represivas. En cambio, si tales capitales son insuficientes, es posible que el régimen sea más proclive a la represión de la protesta.

Todo esto en el entendido de que no haya cambio en la línea que parece haberse adoptado. Y sin que se sepa en qué va a terminar todo esto, pues, repetimos, no se funciona en un vacío político.

EL DESPELOTE POLÍTICO

Esto no es extraño, pero también sucede. Frente a los problemas que sufre la economía se produce una fuerte reactivación política.

Se intenta crear un Movimiento Cívico de apoyo al Gobierno, la Democracia Cristiana vuelve a tener presencia, la izquierda se agita. Los sectores sociales organizados se mueven y opinan. El «ajuste recesivo» no opera en política.

En cuanto a los grupos en el poder, quizás sí lo más espectacular haya sido el intento de crear un Movimiento Cívico de apoyo, no tanto al régimen o al Gobierno, como a la persona del general Pinochet.

No es la primera vez que se intenta. Baste recordar aquí el Movimiento de Unidad Nacional, que hoy languidece en actividades inocuas, o el Movimiento Pinochetista, abortado en sus inicios.

El Movimiento Cívico fue impulsado por algunos personeros de los denominados sectores «duros» y tuvo dos características que precipitaron en su contra la crítica demoledora de otros sectores en el poder, particularmente los grupos económicos. En primer lugar, pretendió organizarse a partir de instituciones que pertenecen al régimen mismo, como en el caso de las alcaldías y el voluntariado orgánico que apoya el Gobierno, particularmente CEMA. En segundo lugar, en una situación difícil para la economía, se planteó como contrario a algunos aspectos de la política económica.

Es extremadamente difícil saber si contó con el beneplácito del general Pinochet, ni siquiera si algún pariente le prestó su apoyo. En todo caso, su rechazo fue unánime entre los grupos y el equipo económico, lo cual terminó por sumirlo en el fracaso. Las acusaciones de tendencia fascista o de que constituirían un régimen de partido único no pasan de ser simple retórica frente a intereses mucho más concretos que se habrían visto amenazados.

Sin embargo, el episodio de la tentativa de crear un Movimiento Cívico conduce a reconsiderar la real situación que se da dentro de los sectores que están o apoyan al actual régimen. Acostumbrados ya a la división clásica entre «duros» y «blandos», parece estarse perdiendo ciertas sutilezas que presenta la política al interior del régimen.

Podría sostenerse que la distinción entre «duros» y «blandos», sigue vigente. Pero es necesario distinguir. Entre los sectores duros hay algunos más ideologizados que conciben la idea de lograr la integración política a través de un movimiento o partido que logre organizar a la sociedad. Tal es el caso de Pablo Rodríguez y los que impulsaron el proyecto del Movimiento Cívico. Otros, talvez más vinculados a los militares, adoptan una posición de índole «nacionalista», que pretende la consolidación de un régimen militar que despolitice a la sociedad y que la conduzca hacia la realización de un programa de «grandeza nacional». El general Gastón Frez, que ha sido señalado por algunos como líder de la oficialidad joven, podría ser visto en esta vertiente. Ambas corrientes compartirían la idea del autoritarismo político y de una cierta intervención estatal en la economía que redujera la influencia de los grandes grupos económicos.

Entre los «blandos» también habría diferencias. Algunos, entre los cuales se ubicaría el grupo Vial y, talvez, el de Cruzat, tendrían una definición funcional de la política. Los grupos económicos y su equipo, se harían cargo de la economía del país, mientras que los militares se harían cargo del control de la sociedad, sin que ninguno interviniera en los asuntos que son propios del otro. Para otros sectores, dentro de los cuales se incluiría al grupo Edwards y su poderoso Mercurio, el proyecto sería no tan sólo controlar la economía, sino que, a partir de ahí, organizar políticamente a la sociedad en un sistema estable de consenso que reproduzca el sistema político anterior, aunque con exclusión de los elementos que pudieran poner en peligro la ordenación económica vigente.

Todos estos sectores –y algunos más que un análisis de más rigor pudiera encontrar– se enfrentan duramente tratando de imponerse como línea definitiva en el actual proceso. Como ahora no hay Parlamento ni partidos, la lucha se da a través de la prensa –donde no hay prácticamente medio que no sea identificable con alguna o varias tendencias–, la creación de centros de estudio y el control de organizaciones oficiales u oficiosas.

Entre todos está quien detenta el sumo poder, el general Pinochet y su propio equipo, así como los ministros que no son del equipo económico. El general Pinochet es un dato ineludible cuyo peso puede inclinar la balanza en cualquier sentido.

Por lo pronto, para la coyuntura que aquí examinamos, parece predominar el empuje de los blandos, pero ello en un solo sentido, cual es la mantención del modelo económico y el rechazo a los sectores duros ideologizados. De todas maneras, es digno de tener en consideración que la línea sostenida por El Mercurio parece resultar bastante bien aceptada por el Gobierno, lo que no es de extrañar si se recuerda las muy buenas relaciones que el grupo Edwards mantuvo históricamente con el capital norteamericano. Por ello es necesario tener en cuenta que, para el momento actual, El Mercurio definió sólo tres esferas de la política: El Gobierno, las municipalidades y los centros de estudio.

En cuanto al Gobierno, su inclusión es obvia. Los centros de estudio no tienen nada que ver con la decisión, sino con el análisis teórico. En cambio, las municipalidades parecen ser vistas como lo que fue la hacienda en su época, es decir, el núcleo de la dominación que integra a la sociedad y a partir de la cual –de sus dirigentes– se van formando los cuadros políticos del futuro. Al parecer, el proyecto político a largo plazo requiere reconstituir un sistema de control atomizado parecido a lo que fue la hacienda.

¿CUÁNTO VALE EL SHOW? (Ud. podrá cantar, bailar, recitar, ser un cómico o actor)

Se demoró el ministro. Desde principios de mes se sabía que hablaría. La economía estaba compleja y alternativas dispares se especulaban entre los entendidos y los otros. Había casi un clamor público exigiendo que el Gobierno explicitara cuál iba a ser su política.

Y habló el ministro. Para los que estaban al lado de acá de la pantalla del televisor (otra vez), lo mismo hubiera sido que se leyera en japonés antiguo. Así de fácil de entender. Es que estaba dirigida a un grupo bien selecto de empresarios nacionales y extranjeros. Como un favor especial de traducción –y aunque todo el mundo ya lo sabe– diremos que la política económica del Gobierno consiste, precisamente, en no tener política económica de Gobierno. Claro que este es un chiste. Pero, en suma, se trata de no hacer nada y asegurar que la economía se las arregla solita; pero esta opción se impone.

Después de todo, resulta que el modelo es bastante rígido. No puede volverse a las barreras arancelarias. Y esto no sólo por rigidez dogmática, sino porque ello implicaría una reactivación del proceso inflacionario. No puede subirse el dólar. Y esto no sólo por el impacto inflacionario, sino porque los grupos económicos, endeudados en dólares, no pueden soportar que estos se les hagan más caros para pagarlos. En suma, porque la fuerza del modelo, para dentro y para afuera, está en que el modelo se mantenga.

Ahora bien, ¿quién paga la recesión, el ajuste recesivo o el crecimiento moderado? Esa pregunta ni se pregunta. Baja de salarios y cesantía y quiebra de los chicos que pasan a engordar a los grandes.

Por supuesto que esto tiene consecuencias políticas. Esto fue advertido por algunos «duros». Ellos consideran que actualmente el régimen cuenta con ciertas bases sociales entre sectores medios y populares que, además de tener la tranquilidad de verse librados del marxismo, se han visto económicamente beneficiados. Una recesión que se haga recaer sobre ellos podría alejarlos de una adhesión al Gobierno. De aquí al Movimiento Cívico y a propiciar una política económica más «populista» solo hay un paso. Pero hay rigideces, es cierto, y el movimiento fracasa.

Pero no se trata solamente de los populares, hay un malestar creciente entre los sectores empresariales que no constituyen los grandes grupos económicos.

POQUITA FE

Algunos han percibido un cambio de estado de ánimo en los sectores empresariales. Parece desgastarse el triunfalismo reciente y perderse la fe en el funcionamiento del modelo.

Entre los sectores más afectados, como es la construcción y la producción para la «exportación no tradicional», la situación no sólo es de incertidumbre, sino que, en algunos casos, de verdadera desesperación. Algunos empresarios agrícolas, excesivamente rudos, llegan a pedir la cabeza del ministro.

El problema es que el actual «ajuste recesivo» está afectando sensiblemente la situación de cierto empresariado medianamente grande que había ido desarrollándose a la sombra de los grandes grupos económicos.

Este empresariado no tiene ningún reparo en que el señor Vial o el señor Cruzat obtengan utilidades fabulosas. Incluso puede hasta admirar el extraordinario éxito de esos señores. Siempre, claro está, que a él también le toque lo suyo. El problema surge cuando sus posibilidades, no sólo de desarrollo sino que de supervivencia como empresa, son puestas en peligro precisamente por la política de los grandes grupos económicos.

Es lo que estaría sucediendo ahora. Se produciría el cierre del circuito de los grandes grupos financieros, lo que excluiría al empresariado medio.

Es lógico entonces que menudeen las críticas contra esos grandes grupos financieros –a las cuales éstos han respondido con una campaña publicitaria en que se señala la noble labor de bancos y financieras–; sin embargo, estas críticas no logran ser expresadas a través de las organizaciones gremiales del empresariado.

La Cámara Chilena de la Construcción, la Sociedad de Fomento Fabril, la Sociedad Nacional de Agricultura, la Asociación de Exportadores, constituyen, entre otras, entidades que agrupan precisamente a los empresarios más afectados por la actual situación de la economía. Sus intereses difícilmente resultan bien parados con la política de ajuste recesivo. Sin embargo, sus dirigentes aparecen aplaudiendo la «clase magistral del señor ministro».

Como ya han pasado ocho años desde 1973, es difícil pensar que lo hagan por temor al fantasma. Más bien parece que en tales organizaciones se ha logrado un cierto control político por parte de los grandes grupos económicos, de manera que las cúpulas no expresan las demandas de las bases. Aquí podríamos estar frente a problemas de representatividad empresarial.

En todo caso, la concentración económica parece acentuarse y el actual «ajuste recesivo» la haría aún mayor. En cierta medida se podría decir que los grandes grupos económicos, pasan a sustituir al Estado como núcleos de las decisiones sobre política económica. Cuando hay problemas para algún grupo, los grandes se las arreglan entre ellos (el caso CRAV es el más espectacular). En momentos que la economía nacional atraviesa una situación difícil, no es el ministro de Hacienda o de Economía el que sale a buscar ayuda al exterior, sino que son los banqueros los que salen a buscar créditos públicos o privados.

A Vial parece que le fue bien y trae dólares, los Edwards tampoco tendrían dificultades, se dice que a Cruzat le está costando conseguir créditos externos. En todo caso, cada uno trabaja para cada uno y, lógicamente, no tiene ningún instinto protector hacia el empresariado mediano.

Por su parte, este empresariado necesita de una política estatal, necesita de programas sectoriales frente a los problemas que enfrenta en cada caso. Esto es particularmente claro en la actual coyuntura económica. Las demandas son demandas antiguas: fijación de precios que aseguren rentabilidad, barreras arancelarias, crédito estatal, etc.

Como la opción adoptada está lejos de satisfacer esas demandas, sólo una rápida recuperación económica podría bajar el tono de la crítica. Por el momento esos sectores empresariales mantienen un cierto inmovilismo político, con la expectativa de que la recesión sea cortita –como asegura el Gobierno– y que los grandes grupos económicos no se interesen en comerse todo el queque.

Sin embargo, es preciso considerar que la actual situación cuenta con un factor que es extremadamente peligroso. El nivel de endeudamiento es demasiado elevado tanto nacional como internacionalmente. Un ajuste recesivo en estas condiciones no puede ser muy profundo ni de muy larga duración.

La situación política de los sectores que están, principal o subordinadamente, en el poder es distinta a la que hubo en el «ajuste recesivo» de 1975. Ahora hay más desconfianza y reclamo frente a la política económica impuesta por el régimen. En estas circunstancias, un agravamiento de la crisis económica puede tener consecuencias políticas de importancia entre esos sectores.

MOVIENDO LAS PATITAS

Como se ha venido señalando en Informes anteriores, la pérdida de la expectativa de normalidad que se tuvo después del Plebiscito del año 80 ha comenzado a gravitar fuertemente en la actitud del movimiento político opositor.

En el caso de la Democracia Cristiana esto resulta claro. Poco a poco este partido tiende a abandonar su visión del largo plazo, entusiasmado por las posibilidades de acción que abre el actual momento. Durante el mes que nos ocupa es posible señalar diversas expresiones tendientes a dar mayor presencia política pública a la DC. Ya sea a través de entrevistas en los medios de comunicación que controla, de reencuentros políticos en misa de difuntos, de participación en Seminarios y Conferencias, o de otros mecanismos, la Democracia Cristiana parece decidida a recuperar una presencia que había perdido.

Es posible que en tal objetivo se produzcan modificaciones en cuanto al tipo y orientación de sus dirigentes. No se trata, como han entendido algunos, de una mera discrepancia generacional entre viejos y nuevos. Aunque algo de eso hay, lo más urgente en este momento parece ser el de cambiar una organización y dirección «de administración» (vale decir de mantenimiento medianamente pasivo mientras se diseñan estrategias de largo plazo) por una de acción. Se requeriría una reconstrucción del aparato partidario y la configuración de una dirigencia dinámica, con capacidad de impulsar al partido a un rol más protagónico en la política contingente.

Sin embargo, la Democracia Cristiana, como el Partido Socialista, más que partido constituye un movimiento político que agrupa a diversos sectores sociales y a diversas tendencias. El Partido Demócrata Cristiano ha sido más exitoso que el socialista en mantener la unidad, pero, no obstante, es una unidad que implica un cierto grado de diversidad interna y la capacidad de uno de los sectores de imponer su línea como la del partido.

En la actualidad parecería estarse imponiendo la línea más cercana a los grupos empresariales (Arriagada-Orrego), la cual vendría a ser una línea intermedia entre el sector más doctrinario o principistas, que ha sido desde siempre crítico y opositor del actual régimen (Etcheberry, Cumplido), y el sector más entrista (Hamilton), partidarios de entrar como base política del régimen.

Es precisamente en estas circunstancias que aparece Tomic, con unas declaraciones que le valieron una avalancha de felicitaciones por parte de los sectores «duros» del régimen y un repudio generalizado en la DC. A ningún demócrata cristiano que no tenga espíritu de suicida pueda agradarle escuchar declaraciones en contra de los partidos políticos. Por tanto, aunque algunos vieron en las declaraciones de Tomic una carta jugada en pos de una alianza de la DC con sectores «duros» del régimen, lo más probable es que correspondiera más bien a una concepción personal de la política cuya influencia en el partido no podría ser muy alta.

El actual predominio de la tendencia más ligada al sector empresarial de la DC viene gestándose desde hace un tiempo atrás y en la actual coyuntura recesiva de la economía puede hacerse aún más marcada. Dicho sector se encuentra estratégicamente bien situado para proponerse como alternativa al empresariado medio que traviesa por una difícil situación.

Naturalmente que en estas circunstancias se agudiza el rechazo a todo acuerdo político con la izquierda. Sin embargo, esto no impide cierta colaboración con organizaciones sociales en las cuales la izquierda tiene presencia. Por el contrario, su interés es participar activamente en la organización del movimiento social, aún cuando no sea capaz de controlarlo totalmente. El supuesto es que siempre estará en condiciones de negociar con esos grupos sociales.

En cierta medida, es posible pensar que la DC aparece más orientada a mejorar su posición con relación a sectores sociales antes que con sectores políticos. En el mediano plazo, de agudizarse la crisis económica, puede tener la pretensión de contar con las bases de un posible pacto social. Teniendo ya fuerte presencia en el sector sindical, un mejoramiento de su posición respecto al empresariado medio (y medio grande) le otorgaría los elementos básicos para la propuesta de tal pacto social en una situación crítica. Cuenta también con suficiente respaldo en la Iglesia como para esperar su apoyo en tal empresa.

Sin embargo, afronta dos problemas de difícil solución. Por una parte, parece difícil que pueda encontrar la favorabilidad de algún sector de las fuerzas armadas. Por otra parte, la administración Reagan no le suministra el respaldo internacional que pudo esperar antes de parte del presidente Carter.

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