Kitabı oku: «Mal que sí dura cien años», sayfa 2

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En cuanto a las fuentes primarias, las notas necrológicas de diversa procedencia se constituyeron en la principal veta de información para ayudar a estructurar el esqueleto inicial de la biografía31. Luego, se prosiguió con sus obras publicadas. El primer texto analizado de Jorge Bejarano fue su tesis de grado de la Universidad Nacional que data de 1913, un estudio sobre la importancia de la educación física32. Posteriormente, se ubicaron artículos en revistas médicas y algunos libros, cuyos temas van desde lo exclusivamente científico hasta reflexiones sobre la vida cotidiana, la sociedad y los valores universales ligados a la medicina. Cabe resaltar acá una conferencia sobre alcoholismo pronunciada en Buga en 1914 en la que se halla la primera referencia publicada sobre la lucha que Bejarano libró a lo largo de su vida en contra de este problema33.

En sus trabajos más extensos encontramos reflexiones sobre temas de interés primordial durante su trayectoria intelectual, como la maternidad, la alimentación, los vicios, la Cruz Roja, entre otros34. Lo que caracteriza a dichas obras es la presentación de un esquema narrativo que entrelaza el contexto histórico y la crítica social con el conocimiento técnico y científico de los elementos expuestos. La contextualización histórica amplia no se utiliza solamente como un recurso literario, sino también, como un mecanismo de legitimación del saber, es decir, algo que permite dar un carácter de objetividad y veracidad a sus escritos. La crítica social trasciende en ocasiones los ámbitos académico y político, dejando ver uno de los rasgos típicos de los intelectuales. Por último, el aspecto técnico y científico de su producción escrita (la especificidad de su conocimiento) no solo forma parte de su condición de profesional; también es utilizado como estrategia discursiva frente a diferentes destinatarios y en diferentes contextos, con sus respectivas consecuencias políticas y sociales.

Gran cantidad del material de opinión sobre Jorge Bejarano se halla a partir de la década de 1920. Desde muy temprano, la prensa bogotana, principalmente El Tiempo, comenzó a interesarse por este personaje gracias a las relaciones sociales que estableció cuando regresó a la capital en 1917. Entrevistas y comentarios sobre su trabajo en el Concejo, el Ministerio y en las oficinas y dependencias a las que estuvo vinculado, sus planes de gobierno en épocas de campaña electoral y una columna de opinión forman parte del repertorio de Jorge Bejarano35. Comentarios Médicos, por ejemplo, es el nombre de la columna que dedicaba El Tiempo a las reflexiones de Jorge Bejarano desde 1940. Su antecedente inmediato fue la “Página Médica”, aparecida por primera vez en abril de 1929 y que perduró hasta bien entrados los años cincuenta. En esta sección, a cargo de Bejarano, se trataban asuntos exclusivamente médicos y sanitarios, por lo que la expresión abierta de opiniones frente a diversos temas debía hacerse por otro medio: editoriales o columnas de opinión. Tal necesidad, sumada a factores coyunturales de 1940, motivó la aparición de “Comentarios Médicos”. Esta columna estándar, ubicada en el centro de la página 4, junto al Editorial, cuya extensión no superaba usualmente las 1200 palabras, mezclaba cuestiones sanitarias con asuntos políticos, sobre la base de un lenguaje técnico, pero sencillo, dirigido a diversos destinatarios, principalmente, miembros de las élites.

Diferentes artículos fueron tomados también de la prensa para contextualizar la época, los asuntos y los problemas relacionados con Jorge Bejarano. Sin perjuicio de la información que de allí se obtiene, la crítica de este tipo de fuentes prevaleció sobre su uso directo, teniendo en cuenta que la prensa escrita ha sido utilizada primordialmente como medio de expresión de los grupos políticos dominantes. Su influencia, su tiraje y su tiempo de circulación reflejan también la capacidad económica de los dueños de estos medios, de modo que la independencia, la objetividad y la veracidad de las informaciones solo pueden ser analizadas mediante la contextualización, la comparación y la crítica.

Todas estas fuentes se organizaron de dos maneras: en primer lugar, se agruparon cronológicamente por décadas para tener un registro más claro de la cantidad de fuentes obtenidas; en segundo lugar, se separaron los textos de Jorge Bejarano teniendo en cuenta una estructura temática: sus obras principales, los artículos científicos, las columnas de opinión y los discursos políticos en épocas de campaña proselitista.

Las fuentes se sometieron a análisis de contenido para identificar los elementos más relevantes de su discurso en cada periodo histórico (las unidades de registro, las macroproposiciones, etc.)36. A partir de un análisis cuantitativo elemental, en el que se resaltaron los conceptos que más se repetían en cada fuente, se fueron construyendo las unidades de registro (política, mujer, educación, etc.). Dichas unidades se organizaron en una base de datos que relaciona cada una de las fuentes escritas por Jorge Bejarano (desde 1913 hasta 1966) con la cantidad de veces que aparece la unidad de registro. Para el caso de fuentes como los Anales del Concejo o los Anales del Congreso, donde se relacionan las intervenciones de Bejarano en estas dos corporaciones, se elaboró otra base de datos que registraba la fecha de cada sesión, la participación o ausencia de Bejarano, la forma como había participado, lo que el intelectual había dicho o lo que se había dicho sobre él.

Luego se aplicaron técnicas de análisis discursivo para casos específicos (como las concepciones sobre la mujer o el seguimiento de la prensa en algunos contextos electorales)37. El análisis discursivo partió en un primer momento de los resultados del análisis de contenido, que luego derivaron hacia una revisión de la estructura de las fuentes: su concordancia y coherencia temática, el estilo del discurso, los parámetros de enunciación utilizados por Bejarano, entre otros elementos. Posteriormente, entramos en una fase del análisis que implica la interpretación de los contextos en los que se plantea el discurso, los otros discursos de los que toma referentes o a los que quiere dar respuesta y los efectos que produce, es decir, el entorno de intertextualidad. Este análisis fue muy relevante para identificar los cambios y continuidades en el pensamiento del intelectual y para identificar la forma como Bejarano asumió la práctica de la academia y de la política. Por último, todo lo anterior se complementó con análisis cualitativos para interpretar acontecimientos y contextos específicos de su vida38.

Conceptualizar a Jorge Bejarano

El Diccionario de la Real Academia Española define higiene como la parte de la medicina que tiene por objeto la conservación de la salud y la prevención de las enfermedades, y salud como el estado en que el ser orgánico ejerce normalmente todas sus funciones. En la actualidad, para la gente del común, el término higiene está asociado exclusivamente a limpieza y aseo; sin embargo, para la medicina de la primera mitad del siglo XX, la higiene estaba asociada a todos los elementos del entorno social que permitían a las personas tener salud física y mental: alimentación, vivienda, acceso a servicios como agua y alcantarillado, vestuario, deporte, recreación, educación, justicia y acceso a los servicios médicos, entre otros. La higiene se configuró como una categoría sociológica, pues atendía gran parte de los asuntos inherentes a la sociedad.

Fue el mismo Jorge Bejarano quién recalcó la importancia de la higiene como categoría sociológica al criticar el cambio de nombre que se le dio al Ministerio de Higiene por Ministerio de Salud Pública en 1953:

De la mismísima Grecia nos vino el vocablo que ahora repudiamos. Esculapio, dios de la medicina, dio a su hija el nombre de Higieia, que desde entonces se consagró como diosa de la salud. Así pues, “sano”, “salud” es lo que traducen los vocablos “hygiees” e “hygieia”, vocablos contemporáneos de la cultura del hombre, y que nosotros los médicos estamos obligados a perpetuar por su origen médico y a traducir como el arte de vivir en plena salud; como el conjunto de normas para preservarla y conservarla; como ciencia de la vida porque enseña al hombre a rodearla de ambiente propicio para lograrla; porque lo magnifica y hace libre enseñándole a desarrollar y conservar las facultades del cuerpo y del espíritu y porque en fin, prolonga la existencia, haciéndola grata y amable a quien la disfrute. La salud pública, no es la higiene misma. Es el resultado de su aplicación. Es su consecuencia.39

La higiene, y todos los elementos asociados a ella, formaba parte de la cognición social de muchos miembros de la clase política, lo cual le permitió trascender lo eminentemente médico para llegar al campo de la ideología. Esta, por su parte, es la forma como se manifiestan ciertos comportamientos, valores y representaciones en un grupo social y actúa como un eje que transversaliza todos los aspectos individuales y colectivos en los que dicho grupo está inmerso. La ideología se manifiesta con acciones políticas directas y se difunde por medio de estrategias discursivas. Según el lingüista Teun van Dijk, las ideologías:

[…] representan el conjunto de intereses variados de los grupos sociales (a menudo en relación con otros grupos o con temas sociales), como son su identidad, sus tareas, objetivos, valores, posición y recursos sociales. En este sentido, las ideologías son como un conjunto de esquemas de los que dispone un grupo y que tratan de sí mismo y de su posicionamiento en la estructura social.40

Teniendo en cuenta esa caracterización, se puede afirmar que la higiene era parte integral del imaginario social (ideología) de gran parte de las élites gobernantes de la primera mitad del siglo XX, quienes pretendían llevar a Colombia a un estado de modernidad y progreso. La higiene y sus prácticas eran el instrumento por medio del cual el pueblo colombiano podía dejar de lado aquellos rasgos ancestrales que los acercaban a la barbarie (como el consumo de chicha o el uso de alpargatas) para convertirse en el pueblo civilizado, disciplinado y laborioso necesario para el desarrollo requerido por la economía capitalista. La higiene debía transformarse en un valor moral inherente a la persona y, a su vez, en un hábito social perteneciente a un imaginario colectivo. Por esta razón, debía ser enseñada, difundida y asimilada; inclusive, en muchas ocasiones debía ser impuesta si la tradición luchaba contra la modernidad.

Esto último remite al carácter político de la higiene. La política se puede interpretar como el espacio en el que el poder circula y en el que se aplican una serie de saberes y prácticas. La higiene como política se entiende como un dispositivo de poder, como un mecanismo de control y gestión social necesario para el gobierno de la población41. Esto significa que durante la primera mitad del siglo XX, los asuntos higiénicos no eran necesariamente una cuestión técnica ni médica cuyo ámbito de aplicación fuera exclusivamente el individuo. La higiene como política se manifestó en el entorno social por medio de prácticas como la adecuación de espacios urbanos (construcción de barrios obreros y viviendas para campesinos, acueductos y alcantarillados, hospitales, etc.); el fomento de la inmigración de ciertos grupos étnicos (preferiblemente anglosajón) y de la educación primaria como base de la formación de nuevos ciudadanos; la legislación sobre bebidas fermentadas o el uso de vestuario para trabajadores, entre otros aspectos.

Con respecto al concepto de intelectual orgánico, Antonio Gramsci estableció mediante el estudio de los mecanismos culturales utilizados para el sometimiento del proletario que los intelectuales son los encargados de ayudar a realizar dicho proceso de dominación, de una manera no violenta. Para Gramsci: “todo grupo social, al nacer en el terreno originario de una función esencial en el mundo de la producción económica, crea a la vez orgánicamente, una o más capas intelectuales que le dan homogeneidad y conciencia de sus propias funciones”42. Esto significa que el intelectual orgánico es aquel que cumple la función de, por un lado darle identidad a la clase dominante y por el otro, llevar a cabo la dominación y la hegemonía social de las clases subalternas43. Para el caso del modo de producción capitalista, el intelectual orgánico por excelencia es el organizador técnico, es decir, un especialista en ciencia aplicada que mantiene todos sus rasgos característicos de orden y disciplina intelectual en función del ordenamiento social necesario para la economía capitalista44.

El político francés Hugues Portelli, en su estudio del concepto gramsciano de bloque histórico, nos presenta una síntesis muy acertada de la forma como Gramsci identificaba la función del intelectual orgánico:

Los intelectuales son las células vivas de la sociedad civil y de la sociedad política, ellos son quienes elaboran la ideología de la clase dominante, dándole así conciencia de su rol y transformándola en una “concepción del mundo” que impregna todo el cuerpo social. En el nivel de la difusión de la ideología, los intelectuales son los encargados de animar y administrar la estructura ideológica de la clase dominante en el seno de las organizaciones de la sociedad civil (iglesia, sistema escolar, sindicatos, partidos, etc.) y su material de difusión (mass media). Funcionarios de la sociedad civil, los intelectuales son también los agentes de la sociedad política, encargados de la gestión del aparato de Estado y de las fuerzas armadas […] Cada una de estas funciones —hegemónica, coercitiva, económica— contribuye a la unidad de la clase fundamental y a su hegemonía en el seno del bloque histórico.45

Lo anterior significa que el intelectual no es un agente pasivo ni independiente; y esto es de gran relevancia porque nos remite a dos asuntos esenciales dentro de la caracterización de Jorge Bejarano como intelectual orgánico: la autonomía del intelectual y la lucha por el poder. En el primer caso, Gramsci explica que, aunque los intelectuales se sientan una clase autónoma, no lo son, sino que forman parte del bloque hegemónico o son cooptados de otros sectores sociales, por ejemplo, del clero. En el segundo caso, los nuevos intelectuales de la era industrial entran en pugna con los intelectuales “tradicionales” (es decir, con los que caracterizan el orden económico y social de las sociedades rurales) por el control hegemónico del nuevo entramado social. Esta lucha refuerza el vínculo orgánico entre los intelectuales y la clase dirigente que busca consolidarse en el poder. Además, dicha clase permite que algunos intelectuales tradicionales sean cooptados con el fin de consolidar su dominio. Pero esta cooptación se da en la medida en que el intelectual, nuevo o tradicional, asuma los postulados ideológicos del grupo dominante y le sirva para sustentar su hegemonía.

De esta manera, se concluye que Jorge Bejarano es un intelectual orgánico de la élite gobernante de la primera mitad del siglo XX, pues en su larga vida política e intelectual y, en especial, en su lucha por la higienización del país, se observa ese proceso de dominación no violenta o de “consentimiento espontáneo de las grandes masas de la población a la dirección impresa de la vida social por el grupo fundamental dominante”46.

El concepto de política se aborda no solo como la competición electoral y la distribución burocrática del poder, sino como una relación más compleja entre acciones y conocimientos aplicados a un entorno social. Lo anterior se guía por los preceptos del investigador italiano Giovanni Sartori, para quien la política es el espacio en el que se relacionan la teoría y la práctica, el saber y el hacer, y de cómo por ello, los proyectos políticos triunfan o fracasan en la acción47. Este autor parte de un análisis teórico del momento en que se separan la esfera política de la social en el siglo XIX para hacer una aproximación a dos rasgos de la política: la autonomía y la identidad. Estos rasgos se ligan a los comportamientos políticos, lo que fue parte del interés por estudiar a Bejarano: “En la política no se da un comportamiento que tenga características de uniformidad asimilables a los comportamientos morales y económicos […] no equivale a indicar un tipo particular de comportamiento sino un ámbito y un contexto”48.

En el contexto de esa separación de esferas, en el que no hay un control político, sino un control social, y en el que las estructuras de los conglomerados humanos crean una relación de verticalidad entre las esferas, Sartori afirma que conceptos como poder y coerción no bastan por sí solos para caracterizar y circunscribir la esfera de la política49. Se debe tener en cuenta la existencia de otros poderes y otros estilos de coerción (jurídicos, económicos, religiosos) que interactúan en la esfera social. En el siglo XX, a la verticalidad de las esferas sociales y políticas se le une una dimensión horizontal con la democratización o masificación de la política. La política, antes identificada exclusivamente con los asuntos del Estado, aparece ahora articulada a los procesos sociales de manera más horizontal, lo que nos lleva a pensar la sociedad y el Estado en términos de sistema político y de subsistemas. Sin embargo, la verticalidad no se pierde. Con respecto a los procesos electorales afirma Sartori: “Basta observar que los procesos electorales son un método de reclutamiento del personal que irá a ocupar posiciones políticas; de lo que se desprende que son parte de los procesos verticales del sistema político”50. Además, aclara que no se debe confundir la influencia sobre el poder con tener poder; así, debemos distinguir el cómo y el dónde se genera el poder político, del cómo y dónde se lo ejerce.

Sobre estos elementos se puede afirmar con Jorge Bejarano que la política, por ende, es el espacio en el que se entrelazan elementos objetivos como las diferentes estructuras sociales, económicas, académicas, profesionales, etc., con elementos subjetivos como la vocación y la ambición política, entendida esta última no en sentido negativo, sino como la necesidad de integración a una estructura política jerarquizada en la que se escalan posiciones.

Por su parte, la relación entre el saber y el poder, base del comportamiento político de Jorge Bejarano, se abordó desde los planteamientos teóricos de Michel Foucault. En la obra Microfísica del poder, el filósofo francés parte de la observación de que el ejercicio del poder crea perpetuamente saber e inversamente el saber conlleva efectos de poder51. Esta relación se manifiesta en acciones de carácter político para el control sobre los individuos (legislación penal, teorías y prácticas médicas, organización del trabajo, etc.) y en formas discursivas de expresión del poder. Pero para entender el poder en su verdadera dimensión, Foucault afirma que este debe ser analizado desde sus formas menos jurídicas, desde los mecanismos sutiles que permiten que sea ejercido (como la influencia o difusión de ciertas ideas sobre el manejo del cuerpo), desde sus intenciones, desde su funcionamiento como un factor circulante entre todos los individuos de la sociedad y no solo desde aquellos que lo detentan. El poder, más que un “algo” que se posee, es una relación de diversos elementos. Lo que se forma con esta relación entre poder y saber es una sociedad de la normalización52. Los avances de la medicina, por ejemplo, la medicalización general del comportamiento, de las conductas, de los discursos, de los deseos, etc., tienen lugar en el frente en el que se encuentran los dos planos heterogéneos de la disciplina y de la soberanía53.

Foucault también se refiere a los intelectuales, la relación que sostienen entre teoría y praxis, y la forma como asumen el concepto de verdad. Parte del contexto de mayo del 68 para afirmar que la idea del intelectual como “agente de conciencia”, situado al margen de la sociedad, se ha desdibujado desde el momento en que las masas descubren que no necesitan de ellos para saber54. Este intelectual era por excelencia el escritor, aquel que se situaba fuera de la esfera del Estado y defendía una verdad universal. Pero a partir de la segunda mitad del siglo XX, se produce una politización del intelectual en cuanto se aleja de aquella universalidad mencionada y da un giro hacia la especificidad de su saber. Se convierte entonces en un “intelectual específico”, que deriva sus rasgos de su condición de científico-experto, y que defiende un régimen de la verdad que es reglamentado desde las instancias de poder55. En el transcurso de esta biografía se demuestra que la transformación del intelectual que explica Foucault se presenta de manera mucho más temprana en el caso de Jorge Bejarano.

Para entender las estructuras cognitivas de la clase dirigente con respecto a la higiene, en esta investigación se consultó al historiador Carlos Ernesto Noguera, quién logró plasmar con claridad los postulados foucaultianos a la realidad colombiana. Según Noguera, los asuntos higiénicos no eran necesariamente una cuestión técnica ni médica. Estaban vinculados a intereses políticos y concepciones ideológicas. El control de las clases obreras y campesinas trató de imponerse por medio de lo que identificó como el dispositivo higiénico, es decir, una forma de mecanismo de poder en el que antes que el mejoramiento de las condiciones de vida prima un interés político dominante56. Los acueductos, alcantarillados, la vivienda higiénica, la buena alimentación, la protección materna e infantil, la prohibición de ciertos vicios, la prevención de enfermedades y demás aspectos relacionados formaban parte de una cognición social que, junto con los condicionamientos del desarrollo del capitalismo y el progresivo avance de los movimientos reivindicativos de las clases obreras, se propusieron imponer un prospecto de sociedad moderna que necesitaban las élites nacionales para insertarse en el mundo exterior.

Con respecto al concepto de discurso político se trabajó a partir de los postulados hechos por el sociólogo y semiólogo argentino Eliseo Verón57. Para Verón, el discurso político debe ser tratado como campo discursivo en el que se presentan intercambios (juegos) y en el que interactúan diferentes tipos discursivos y sus variantes. Dichos intercambios, por una parte, ocurren en un sentido diacrónico, lo que hace variar la estrategia discursiva a lo largo del tiempo; por otra parte, se manifiestan de diferentes maneras en cuanto a los medios de difusión en que aparecen —prensa, radio, televisión, etc.—, hecho que debe ser tenido en cuenta. Para el caso de Bejarano, los modos de manifestación del discurso se identificaron con la prensa, la tribuna pública y la academia.

Verón también considera que el discurso político se construye desde la identificación de un “adversario”, lo cual le permite definir tres tipos de destinatarios que surgen desde el enunciador: el primero es el de los prodestinatarios, de carácter positivo, los cuales tienen una relación con el enunciador de “colectivo de identificación”, unidos por un lazo de “creencia presupuesta”. En otras palabras, se está hablando de los seguidores del discurso, del “nosotros”. El segundo es el de los contradestinatarios, de carácter negativo, aquellos excluidos del colectivo de identificación y cuyo lazo de creencia se da en sentido inverso, es decir, el “otro”. El tercero y último es el de los paradestinatarios, aquellos a los que va dirigido todo lo que en el discurso político se encuentra en el campo de la persuasión. En el discurso de Jorge Bejarano se identificaron estos tres destinatarios en diversos contextos.

Por otra parte, se usó el concepto de comunidad epistémica de Teun van Dijk y los planteamientos que presenta este autor con respecto al análisis de la prensa, medio de expresión por excelencia de Jorge Bejarano. Van Dijk parte del hecho de que la noción de episteme —saber o conocimiento verdadero según su acepción clásica— no debe entenderse simplemente como un “conocimiento compartido”, sino que dicho concepto debe definirse en términos socioculturales a partir de los criterios y estándares que la comunidad construye sobre ese conocimiento. Lo anterior significa que una comunidad epistémica es una agrupación social poseedora de un conocimiento al que se aplican ciertos criterios de valoración propios de dicho grupo. Esos estándares de conocimiento que identifican a una comunidad epistémica son desarrollados por expertos e instituciones en diferentes sociedades y momentos, lo cual implica que los discursos manejados por ellos no deben ser analizados solo desde la estructura discursiva per se, sino también, desde las relaciones de poder de quienes los emiten y hacia quienes son emitidos58.

En relación con lo anterior, para el lingüista holandés el análisis de las opiniones —editoriales, columnas de opinión, etc.— debe hacerse desde un triángulo que relaciona la cognición, la sociedad y el discurso59. Esto lleva a entender la opinión como una representación mental y como una creencia evaluativa, es decir, un conocimiento que puede estar sujeto a criterios de verdad o falsedad, compartidos social y culturalmente. Más importante aún es la diferenciación que hace Van Dijk entre opiniones mentales —representaciones y valoraciones de algo— y opiniones discursivas —opiniones localmente emergentes o fabricadas que se expresan, de manera verbal o escrita, en un contexto específico—60, pues son estas las que se tomaron como uno de los referentes para el análisis de Jorge Bejarano. El discurso de opinión se caracteriza por una estructura argumentativa y una construcción semántica particular de su contenido, a lo que se agrega un estilo de entonación específico según la intención del discurso o sus destinatarios. En palabras de Van Dijk, “[…] a menudo las opiniones no se expresan tanto por lo que se dice, sino por cómo se dice”61.

Para finalizar, se tuvieron en cuenta los planteamientos de Mijail Bajtín con respecto a los géneros discursivos, con el fin de identificar y describir el o los estilos discursivos utilizados por Bejarano62. Bajtín plantea la existencia de construcciones semánticas a las que llama “enunciados”, en las cuales se conjugan diferentes factores —principalmente culturales y lingüísticos— para dar forma a estilos de discurso o géneros discursivos. Dichos géneros pueden ser simples (primarios) o complejos (secundarios), de acuerdo con la forma en que los enunciados sean presentados o las cargas ideológicas (culturales) que traigan tras de sí. Otro elemento importante de los enunciados es que generan una relación activa entre diferentes sujetos discursivos, es decir, provocan respuestas y construcciones adicionales a los enunciados. Además, Bajtín identifica un rasgo esencial de los enunciados que es la entonación expresiva, la cual representa una expresividad típica del género discursivo del hablante o se trata de un eco del matiz expresivo, ajeno o individual, que hace que la palabra muestre la totalidad del enunciado ajeno como determinada posición valorativa63. En este sentido, se identificaron en el estilo retórico de Bejarano esos matices que permiten ver la intencionalidad de un discurso o una manera de dirigirse a sus destinatarios.

La biografía como género histórico se ha rescatado desde hace varias décadas64. Frente al rechazo y deslegitimación procedente de la consolidación de los temas estructurales de la historia social en los años sesenta en Colombia, se presentan ahora iniciativas para adecuar este tipo de investigación a los parámetros de la disciplina histórica. El historiador Gilberto Loaiza ha tratado de plantear algunos elementos para tener en cuenta al abordar un personaje histórico por medio del esquema biográfico:

[…] la biografía contemporánea trata de reconstruir la vida de individuos en situación. Si la biografía no sitúa al individuo, si no construye en su relato un diálogo intenso entre contexto normativo y el microproceso existencial del individuo, el resultado será muy cuestionable.65

Por otra parte, la biografía

[…] debe estar precedida de un proceso que abarca la definición de criterios de selección del personaje biografiable; la precisión de cuál debe ser el acervo documental que no suele restringirse (y no puede restringirse) a la documentación que proporcionen herederos o albaceas; el aparato teórico interpretativo acompañado de un conjunto de hipótesis; las decisiones sobre la mezcla de narración y explicación en la organización del relato; la conciencia de la continua tensión entre contexto normativo y libertad individual limitada.66

Aunque todos los aspectos destacados por Loaiza son relevantes, vale la pena resaltar lo que menciona sobre el hecho de no restringirse a las fuentes otorgadas por herederos. En primer lugar, la investigación sobre Jorge Bejarano se realizó sin intervención de sus herederos, debido a diversas dificultades que se presentaron para rastrearlos. Hacia comienzos de 2010 se logró encontrar a uno de sus nietos, el señor Juan Manuel Saiz, hijo de Blanca Bejarano Martínez, quien tras una breve entrevista permitió corroborar algunos de los datos obtenidos mediante las fuentes escritas.

Por otra parte, encontrar fuentes críticas sobre un personaje como Jorge Bejarano, identificado como una de las figuras más importantes en el campo de la medicina y la higiene durante la primera mitad del siglo XX, fue bastante difícil, sobre todo desde los ámbitos académicos mencionados. Y desde el ámbito político, la cuestión de la crítica al intelectual se tornó un poco más difícil de rastrear, si se tiene en cuenta que él no es percibido como una figura política. Esto obligó a extender la búsqueda de información a la prensa conservadora de varios lugares del país y a los debates políticos registrados en fuentes como los Anales del Concejo y los Anales del Congreso. El trabajo que se presenta a continuación, aunque se enfoca en un aspecto particular del personaje, trata de mantener la línea crítica y contextual que permite dar una dimensión histórica explicativa de Jorge Bejarano.

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