Kitabı oku: «Comentario de los salmos», sayfa 10

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83 Véase la importante obra en torno la traducción de los salmos, en Heber F. Peackock, A Translator’s Guide to Selected Psalms (New York: American Bible Society, 1981).

Dios es nuestro amparo y fortaleza,

nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.

Por tanto, no temeremos,

aunque la tierra sea removida

y se traspasen los montes al corazón del mar;

aunque bramen y se turben sus aguas,

y tiemblen los montes a causa de su braveza.

Salmo 46.1-3

Honrad al Hijo, para que no se enoje,

y perezcáis en el camino;

pues se inflama de pronto su ira.

Bienaventurados los que en él confían.

SALMO 1: «EL JUSTO Y LOS PECADORES»

La sección inicial del Salterio (Sal 1–41) comienza la serie de poemas que se conocen tradicionalmente como los salmos de David, pues en su gran mayoría el título hebreo los relaciona con el famoso monarca y poeta de Israel –con la excepción de los Salmos 10 y 33–.

Posee una estructura interna que revela coherencia teológica y delata la presencia de grupos temáticos y literarios de salmos (p.ej., Sal 3–14; 15–24; 25–34; 35–41). Los Salmos 15 y 24, p.ej., son liturgias de entrada al Templo, y los Salmos 35 y 40, ubicados en disposición paralela, presentan la vergüenza y la confusión de los adversarios de la persona que ora. Los primeros dos salmos constituyen la introducción de todo el Salterio.

El primer salmo afirma las virtudes de las personas justas que «meditan en la Ley del Señor», y puede entenderse no solo como el poema inicial del Salterio sino como la introducción a toda la obra. Posiblemente,, en algún momento de su historia de redacción estuvo unido, o por lo menos relacionado, al segundo salmo. La referencia en Hechos 13.33 puede ser un indicio de que estos primeros dos salmos se entendían en la antigüedad –p.ej. el Talmud, Berakot, 9b– como una unidad; y esa percepción aumenta al notar que ninguno de estos poemas tiene título hebreo, y que el segundo salmo finaliza con la enseñanza de la bienaventuranza (Sal 2.12), que es el tema central del primero (Sal 1.1).

Este poema inicial debe haber sido escrito en círculos sapienciales, donde los maestros de la sabiduría cumplían sus responsabilidades pedagógicas con la comunidad (véanse, p.ej., Jer 8.9; 18.18; Ec 12.9; Pr 8.1-36). La finalidad era instruir al pueblo en torno al conocimiento de la vida y respecto a las formas de actuar con fundamentos éticos y morales firmes (véase Sal 32; 34; 49). Posiblemente,, el editor final del Salterio incluyó este salmo al comienzo de la colección, para subrayar el particular propósito pedagógico del libro de los Salmos: Invitar a la comunidad a vivir vidas piadosas fundamentadas en las enseñanzas de la Ley del Señor.

La redacción del salmo es compleja. En primer lugar, su estilo más que un himno de alabanza o plegaria individual o colectiva es una afirmación educativa, una enseñanza, una exhortación piadosa. Posiblemente,, el poema se escribió no tanto para la adoración pública y el culto de los fieles en el Templo, sino para ser utilizado en los contextos pedagógicos de la comunidad y contribuir a los procesos forMtivos del pueblo.

El poema no presenta varias de las características tradicionales relacionadas con la poética hebrea, particularmente su métrica es irregular. Algunos estudiosos describen el escrito como un buen ejemplo bíblico de prosa poética. Y su fecha de composición se devela al analizar el vocabulario utilizado, evaluar los conceptos expuestos, ponderar la influencia de la literatura de sabiduría en el salmo, estudiar la referencia a la Ley escrita, revisar la exposición de los temas de castigos y recompensas, y entender su similitud con Jeremías 17.5-8: El salmo es producto de la época post-exílica.

El poema puede dividirse estructural y temáticamente en, por lo menos, dos secciones básicas:

• La vida piadosa y justa: vv.1-4

• Las consecuencias de la maldad y el pecado: vv.5-6

El propósito principal del autor del salmo es poner de relieve las virtudes que se relacionan con los estilos de vida que rechazan abiertamente la maldad y el pecado en sus diversas manifestaciones. En efecto, la gente que entiende las implicaciones extraordinarias de vivir a la altura de las exigencias divinas son como los árboles bien plantados y alimentados, ¡producen fruto abundante! Por el contrario, el futuro de las personas que viven de acuerdo a la maldad es desastroso, y el destino de la gente que actúa según los consejos pecaminosos es la muerte. ¡Esos hombres y mujeres de iniquidad no tendrán espacio en los lugares que Dios tiene preparado y reservado para el disfrute de su pueblo!

vv.1-3: La palabra hebrea traducida en la versiones castellanas como «bienaventurado», describe a la persona feliz, dichosa y alegre, y revela el particular y distintivo tono educativo del salmo. La expresión, además, pone de manifiesto la relación estrecha del salmo con la literatura sapiencial de la Biblia. La felicidad de la persona bienaventurada o del grupo dichoso se fundamenta esencialmente en lo que son –p.ej., «pobres» (Lc 6.20)– o en lo que hacen –p.ej., «pacificadores» (Mt 5.9)–. Las Sagradas Escrituras incluyen diversas «bienaventuranzas» que ponen de relieve la afirmación divina para personas fieles (p.ej., Sal 2.12b; Mt 5–7; Ap 1.3).

En las Sagradas Escrituras las bienaventuranzas presentan una estructura literaria bien definida que incluye dos componentes primordiales. El primero presenta la fórmula de la bendición –p.e., «bienaventurado es el varón...»–; y el segundo identifica un tipo de comportamiento o conducta positiva –p.e., «...no anduvo en consejo de malos...»– (véase Sal 34.8). En el contexto del salmo inicial, la bienaventuranza identifica, en primer lugar, las conductas impropias de las personas (v.1), para posteriormente presentar las acciones que deben emularse (v.2).

El salmo es parte de esa importante tradición literaria en la Biblia, que afirma que el comportamiento diario debe fundamentarse en los principios y los valores que se promulgan en la Ley. La sabiduría, que de acuerdo a los Proverbios (1.7) es el temor o la reverencia al Señor, debe ser la base y el fundamento moral de la vida. La persona piadosa, religiosa, sabia, prudente o, en términos del salmo, «bienaventurada», es la que incorpora la sabiduría bíblica en su estilo de vida diario, pues, según el texto, ese tipo de sabiduría no es una virtud hipotética, especulativa o filosófica, con alguna repercusión de mayor o menor interés. Meditar en la Ley, entonces, no solo es motivo de contentamiento y felicidad, sino objeto de análisis sobrio, ponderado, profundo y crítico, pues el ser humano bienaventurado desea descubrir la voluntad divina para llevarla a efecto.

La comparación del ser humano y el árbol frondoso en común en el Antiguo Testamento (véase Sal 92.12-15; Jer 11.19; 17.8; Ez 17.5-10,22-24; 19.10), y también se repite en el Oriente Medio (p.ej., en la literatura egipcia y en Qumrán). Por lo común de las palmeras en la región, algunos estudiosos las identifican con el «árbol» del salmo (Sal 92.12). El uso de la palabra hebrea traducida como «plantado», puede ser una referencia a que el ser humano es feliz a la medida que se relaciona íntimamente con Dios, de la forma que el árbol se nutre junto a las fuentes de agua. Y la alusión a las aguas puede poner de manifiesto no solo los ríos y manantiales naturales sino los canales de irrigación que eran comunes en Egipto y Mesopotamia. De esa forma ordenada y efectiva el árbol recibía los nutrientes necesarios, independientemente de los caprichos del tiempo y sus inclemencias, para mantener sus hojas y brindar buenos frutos en la época precisa. Más que algún símbolo relacionado con la inmortalidad, la imagen afirma la importancia de vivir amparado en la Ley divina, que produce en las personas bienestar, seguridad, paz y prosperidad.

v.4: Las personas malvadas no siguen el camino de los justos ni disfrutan de sus abundancias. La imagen del «tamo que arrebata el viento», en contraposición a la gente bienaventurada de la primera sección del salmo (vv.1-3), posiblemente alude tanto a la gente pecadora como a su destino final. La referencia al tamo presenta lo efímero de la vida, lo superficial de la existencia humana, lo pasajero de la humanidad. La imagen del tamo perecedero que es movido por el vaivén continuo del viento caprichoso contrasta abiertamente con el árbol sobrio que permanece seguro junto a las corrientes de aguas. Esa metáfora frecuentemente es utilizada como referencia al juicio divino (p.ej., Sal 33.5; Os 13.3). El contraste es claro y directo: La gente fiel tiene estabilidad y seguridad en la vida; las personas pecadoras están a la merced de los vientos caprichosos e inimaginables de la existencia humana.

v.5: La comprensión adecuada de este versículo presenta algunas dificultades extraordinarias para los estudiosos de la Escritura. El Reino de la gente bienaventurada, en efecto, se relaciona con la capacidad que pueden desarrollar los seres humanos para vivir en un peregrinar que les lleve al futuro fundamentados en la lectura y meditación de la Ley de Dios, y les mueva al porvenir con aprecio e incorporación de las enseñanzas divinas.

SALMO 2: «EL REINO DEL UNGIDO DEL SEÑOR»

Mientras el primer salmo articula los desafíos a los que deben responder los individuos en la vida, el segundo revela la actitud de la comunidad de fe ante los problemas que se relacionan con las naciones en busca de poder. En el primero se afirma la importancia de la Ley divina, en el segundo se presenta al ungido del Señor, que tiene el poder para liberar a las naciones. Mientras en el primero se pone de relieve el proceso educativo y la sabiduría, en el salmo segundo se manifiesta la voz poética del mesías, que indica: «Servid al Señor con temor, y alegraos con temblor» (Sal 2.11).

La relación entre los primeros dos salmos puede verse en los siguientes detalles: Ninguno de los dos poemas tiene títulos hebreos o suscripciones, las bienaventuranzas juegan un papel de importancia en el escrito (1.1 y 2.12), y en la antigüedad se estudiaban unidos (Hch 13.33). En cierto sentido, el primer salmo presenta el tema de los dos caminos para los individuos, y el segundo continúa el mismo tema desde la perspectiva comunitaria, nacional e internacional. Estudiados desde esta perspectiva se puede afirmar que la unión de estos salmos es una magnífica introducción a todo el salterio, que tiene como finalidad inspirar y desafiar a individuos y pueblos a ser fieles a Dios, mediante el estudio profundo de la Ley y a través de la afirmación de sus implicaciones personales y nacionales.

El segundo salmo puede clasificarse claramente como un Salmo Real, en el cual el rey sin duda está detrás de la ideología del escrito. Y, posiblemente era parte de las ceremonias cultuales de entronización y coronación del monarca, o de las festividades anuales que recordaban y recreaban esos eventos. Esas actividades no eran rituales superficiales y pasajeros, sino eventos religiosos y políticos de gran significación social, militar y espiritual. El evento incluía el poner la corona real sobre la cabeza del rey, la presentación oficial del documento de iniciación del reinado, y la proclamación y unción del monarca (2 R 11.12). Algunos estudiosos piensan que el salmo incluye la primera afirmación del rey a sus súbditos (2.7-9).

Por las referencias directas al rey de Israel, se piensa que el salmo efectivamente proviene de la época preexílica, cuando la monarquía israelita jugaba un papel fundamental en la vida del pueblo. El autor posiblemente estaba relacionado a algún monarca de turno, o quizá era un profeta que tenía responsabilidades de importancia en el culto del Templo de Jerusalén.

Otros estudiosos, sin embargo, han relacionado el salmo con el período posexílico, y lo interpretan de forma profética y escatológica: ¡El rey aludido en el poema es el «David venidero», el Mesías esperado, el ungido que llegará en el futuro (Jer 23.5; 30.9; Ez 34.23; 37.24)! Y esa comprensión del salmo puede dar base a las importantes interpretaciones y lecturas cristianas y mesiánicas, que aplican sus temas fundamentales y sus enseñanzas básicas a la vida y ministerio de Jesús de Nazaret (véanse p.ej., Hch 4.25-26; 13.33; Heb 1.5; 5.5; Ap 2.27; 19.18).

En efecto, la lectura sobria y sosegada del poema descubre la universalidad del escrito, que evade hacer referencias históricas precisas y evita la identificación concreta de detalles que puedan ubicar el salmo en algún momento preciso en la vida del pueblo de Israel. Esa característica general y universal del salmo ha contribuido sustancialmente a sus interpretaciones mesiánicas. Además, esa misma peculiaridad le brinda al escrito el poder para ser parte de la introducción general al Salterio. El primer salmo afirma la Ley; y el segundo, al mesías.

Este salmo contiene las características básicas de la poesía hebrea. Incluye buena métrica y cuatro estrofas bien definidas. La primera estrofa (vv.1-3) describe las conspiraciones nacionales e internacionales contra el Señor y su ungido; la segunda (vv.4-6) presenta las reacciones del Señor ante los motines humanos; en la tercera (vv.7-9) se incluye el decreto divino a favor del ungido y su misión; y, finalmente, en la cuarta (vv.10-12), se da el ultimátum divino a las naciones y sus líderes, y se añade una bienaventuranza para las personas que confían en el Señor.

Desde la perspectiva literaria el salmo revela complejidades estilísticas, pues manifiesta un carácter dramático. El poeta incluyó en el escrito a diversos personajes, que levantan su voz en el salmo. En primer lugar hablan las naciones y sus reyes con arrogancia (vv.1-3), luego el Señor presenta al ungido (vv.4-5), posteriormente habla el rey, que brinda la proclamación divina (vv.7-9) y añade una palabra de consejo a las naciones y sus gobernantes (vv.10-12).

La estructura literaria y temática del poema es la siguiente:

• Lo que piensan y hacen las naciones: vv.1-3

• La respuesta divina: vv.4-6

• El decreto del ungido: vv.7-9

• Ultimátum a los líderes y a las naciones: vv.10-12

vv.1-3: El salmo comienza con una importante pregunta retórica. El poeta inquiere en torno al porqué los pueblos se amotinan o conspiran. Su pregunta es válida e importante. Intenta explicar el origen de los disturbios y las inestabilidades en las naciones, desea comprender la razón de los conflictos que producen en los individuos y los pueblos malestar, dolor, desesperanza, angustias, guerras, desolación y muertes. El salmista se hace la pregunta fundamental de la existencia: Entender el origen del sufrimiento.

Las preguntas del salmista pueden relacionarse con las transiciones de monarcas en la antigüedad. La muerte o deposición de algún rey se constituía, generalmente, en el comienzo de una serie de eventos que generaban instabilidad política y social en los pueblos. Las transferencias de mando y poder en el Medio Oriente comúnmente estaban acompañadas de rebeliones internas, guerras fratricidas, reorganizaciones socio políticas, amenazas enemigas y conflictos internacionales. Aunque no podemos identificar en la lectura del salmo algún problema histórico particular, es importante notar que el pueblo de Israel regularmente debía enfrentar las amenazas de sus vecinos, y en ocasiones llegaba a la guerra para defender sus territorios y autonomía.

La afirmación de que los pueblos piensan «cosas vanas», al conspirar y rebelarse contra el Señor y su ungido, es una clara declaración de esperanza y seguridad. ¡Es inútil el esfuerzo humano de rechazar la voluntad divina! ¡Es inefectiva la actitud de rebelión contra la revelación de Dios! Y aunque las naciones o los individuos se amotinen y se levanten, y sus líderes consulten y se organicen contra Dios, esas actitudes enemigas serán impotentes, pues el Señor se reirá de ellos (2.4). Para el salmista, los esfuerzos humanos de oponerse a la voluntad divina son inefectivos, aunque provengan de reyes y príncipes.

El verbo hebreo traducido por «piensan» en el versículo 2, es el mismo que se incluye en el Salmo 1.2 como «meditan», y también transmite la idea de murmurar. La idea de que las naciones estaban «pensando cosas vanas», alude a una actitud adversa y hostil de murmuración contra el pueblo de Dios, y revela lo fútil e inoperante de sus planes. Aunque los reyes tienen el poder y la autoridad de hacer planes bélicos y organizarse militarmente para la batalla contra otras naciones, esas campañas contra Dios no prosperarán ni serán exitosas.

Los reyes y príncipes del salmo son los enemigos del Señor (véase Sal 76.12; 102.15; 148.11), representan las fuerzas antagónicas a la voluntad divina, y son símbolos de la maldad oficializada e institucionalizada.

La referencia al ungido es de vital importancia en el salmo, en el libro de los Salmos, en el Antiguo Testamento, en la Biblia y en la teología. Desde el comienzo del Salterio se pone de manifiesto la importancia del ungido del Señor. Respecto a este tema del ungido, es importante señalar que únicamente en este salmo, en todo el Antiguo Testamento, se incluyen unidos los temas del rey divino, el ungido o mesías y el hijo de Dios. Esa trilogía temática fue vital en la presentación que hacen los evangelistas de Jesús de Nazaret, y también en el desarrollo de la cristología. El tema del Mesías o ungido es de tal importancia en el Salterio y la Biblia, que se incluye de forma destacada al comienzo mismo de toda la obra.

Los ritos de unción en el Medio Oriente no estaban confinados a los círculos reales ni se llevaban a efecto únicamente en Israel. En el Antiguo Testamento se alude a la unción de objetos o lugares –p.e., el altar (Éx 29.36; Nm 7.10), el arca (Éx 30.26) y el tabernáculo (Lv 8.10)–, de personas –p.ej., sacerdotes (Éx 28.41), profetas (1 R 19.16; 1 Cr 16.22; Sal 105.15) y reyes (1S 10.1; 16.3; 1R 1.39; 2 R 9.6)–. Estas ceremonias eran actos extraordinarios de separación e identificación de los lugares, objetos o personas especiales, consagradas y santificadas. En el segundo salmo se hace referencia a la unción del rey, que era visto por el pueblo como seleccionado y protegido de Dios. La particular fórmula posesiva, «contra el Señor y su ungido», pone de relieve la relación íntima, la cercanía, la interdependencia entre Dios y el mesías. En efecto, los procesos de unción en la antigüedad eran eventos especiales de santidad (1S 24.6,10; 26.9,11,23; 1R 21.10,13).

Las «ligaduras» y las «cuerdas» que deben ser rotas se refieren claramente a las ataduras de cuero que se ponían en los cuernos o el cuello de los animales, para sujetarlos y mantenerlos en sus lugares (véase Jer 27.2). En este contexto aluden de forma apropiada al cautiverio, sujeción y servidumbre. Sirven de metáfora para describir en el poema la rebelión contra el Señor y su autoridad.

vv.4-6: Ante la rebelión de las naciones y sus líderes, el Señor reacciona con autoridad y valor: Se ríe, se burla, les habla con ira y los turba en su furor. ¡La confabulación humana genera la ira divina! ¡La soberbia de las naciones incentiva el juicio de Dios! ¡La insensatez de los pueblos prepara el camino para su propia destrucción!

La referencia al que «mora en los cielos», a Dios, literalmente en hebreo es a quien «se sienta en los cielos», en alusión al trono divino como monarca del universo. El Rey de reyes, cuyo trono extraordinario está en los cielos (Sal 11.4; 103.19) y su poder es absolutamente superior al de los líderes humanos, responde a las actitudes impropias y rebeldes de las naciones. Las expresiones antropomórficas –es decir, las que atribuyen a Dios características humanas– revelan la creencia antigua de que la divinidad poseía sentimientos de las personas. Esas afirmaciones, sin embargo, no cautivan al Señor en las dinámicas humanas, ni son indicadores de impotencias ni debilidades divinas. Son esencialmente declaraciones poéticas y figuradas que intentan poner en lenguaje humano y común la capacidad divina: El Dios bíblico no resiste las confabulaciones egoístas de individuos, ni aprueba las rebeliones altaneras de las naciones.

La traducción del versículo seis presenta algunos desafíos particulares para las personas que leen y estudian el salmo. A diferencia del texto hebreo que sigue la traducción de Reina-Valera, las versiones de la Septuaginta (en griego) y la Vulgata (en latín) vierten el texto antiguo como «y yo he sido puesto como rey en Sión, su santa montaña». Y aunque esta alternativa de traducción no es imposible, pensamos que la comprensión tradicional del manuscrito hebreo es la adecuada. De esa forma se presenta el contraste entre el Rey de reyes y los monarcas humanos.

En los tiempos de la monarquía, Sión era un montículo que se relacionaba con la ciudad de David (2 S 5.7), posteriormente el nombre se dio al monte donde estaba ubicado el Templo de Jerusalén (Sal 132.13; Miq 4.2), y también se utilizó para referirse a toda la ciudad (Is 10.24; Jer 3.14; Am 6.1). En el contexto particular de este salmo, Sión se relaciona con Jerusalén, lugar que afirma la elección de la dinastía de David, donde el Señor puso a su rey (v.6).

vv.7-9: De acuerdo al texto hebreo del salmo, quien habla en esta sección –y posiblemente en la próxima sección también (vv.10-12)– es ciertamente el rey. El propósito específico es declarar el «decreto» del Señor, que posiblemente alude a un tipo particular de protocolo divino que daba validez a la dinastía de David. El contenido y las formas de estos protocolos son similares a los que se han descubierto en Egipto y Canaán. En los documentos egipcios se incluían particularmente los títulos del faraón y las responsabilidades y privilegios que le confería la deidad.

La expresión «mi hijo eres tu» es la fórmula de adopción antigua (véase, p.ej., el importante y antiguo Código de Hamurabi), que no necesariamente indicaba la deificación del monarca. Con esta fórmula, es probable que el salmo aluda al proceso de elección, unción e instalación del monarca. Con la expresión «yo te engendré hoy» se identifica el día preciso de la entronización, que se recordaba anualmente en ceremonias y rituales de otoño. Y la referencia a la adopción, aunque puede reflejar algunas prácticas antiguas extra-israelitas, afirma, en efecto, la intimidad y cercanía entre el monarca y Dios. La idea pone claramente de manifiesto la importancia de la institución de la monarquía en la teología de los salmos.

Como resultado de la adopción, el rey recibirá por herencia las naciones hasta los confines de la tierra. Como Dios es el Señor del Universo y la humanidad, y su poder se manifiesta con autoridad sobre el mundo entero, el rey como hijo adoptivo de Dios, recibirá poder para gobernar hasta los pueblos distantes, «los confines de la tierra». Y si fuera necesario, ese poder incluye niveles de quebrantamiento y destrucción.

La imágenes de la «vara de hierro» y el «alfarero» revelan el juicio y la violencia hasta donde puede llegar el rey, por ser hijo adoptivo de Dios. La vara de hierro alude al cetro real, que podía ser una vara larga o un bastón con un mazo. En este contexto, representa el poder y la autoridad del rey como hijo de Dios. Y la referencia a la «vasija del alfarero» revela la destrucción completa que puede estar en las manos del monarca. Como una vasija que no puede utilizarse con efectividad en piezas, el rey puede destruir a los adversarios de Dios de forma absoluta, definitiva y final.

vv.10-12: La sección final del salmo presenta el ultimátum divino a las naciones y sus líderes. Si desean evitar la destrucción y evadir la ira de Dios deben servir al Señor, que ciertamente es el principio de toda decisión sabia y prudente. En el pasaje pueden verse ideas universalistas, que ciertamente pueden aludir a la conversión de los gentiles. La persona que habla es posiblemente el rey como representante de Dios, aunque al Señor se le atribuyen expresiones similares (Jer 6.8). La palabra divina se dirige a los «reyes» y «jueces»: El texto hebreo se refiere particularmente a las personas que en su entorno original debían ejercer autoridad, gobernar y guiar al pueblo. El llamado divino es a la prudencia y la humildad, el reclamo es a superar la actitud de rebeldía y prepotencia.

La frase «servir al Señor» contiene los conceptos religiosos de adoración y humillación ante el Señor, y desde la perspectiva política transmite la idea de sujeción y reconocimiento del poder real. Las expresiones paralelas «servid» y «alegraos», ponen de relieve el gozo del servicio al Señor, la felicidad de reconocer la autoridad y el poder de Dios, la dicha de aceptar la voluntad y la revelación divina. Y las palabras «servid» (v.11) y «perezcáis» ponen de manifiesto la intensión teológica del mensaje: ¡Sirvan al Señor si no quieren perecer! El «temor» le añade al texto el componente teológico de la sabiduría, y el temblor revela el juicio. Las acciones no sabias de individuos y naciones generan la ira de Dios.

El texto hebreo de la primera parte del versículo 12 es complejo, y presenta un gran desafío para la comprensión, interpretación y traducción del salmo. Literalmente el manuscrito dice: «y regocíjense con temblor. Besen al hijo». El problema, que posiblemente se debe a alguna corrupción del manuscrito hebreo disponible, se revela inicialmente con el uso de las palabras «regocijar» y «temblor», que son muy difíciles relacionar en este contexto, pues manifiestan sentimientos contrarios en la misma frase. La complicación aumenta aún más, pues la palabra hijo en el pasaje se incluye en arameo –bar–, en vez de la esperada expresión hebrea –ben–.

Aunque las traducciones antiguas y las versiones modernas han tratado de superar las dificultades lingüísticas y textuales del pasaje de diversas maneras, posiblemente la solución más sensata es la que identifica el gesto de besar los pies como una forma reconocida de aceptación de autoridad y de humillación, un gesto físico que se convierte en una manera de honrar (véase, p.ej., Is 49.23; Miq 7.17; Lc 7.38,45). En esa tradición, el famoso rey asirio, Senaquerib, reportó en sus informes de batallas cómo los monarcas de Siria y Palestina le llevaron regalos y besaron sus pies.

El sentido del versículo es el reconocimiento de la autoridad real del monarca, que se convirtió en hijo adoptivo de Dios. Esa aceptación de la autoridad y afirmación de la voluntad del Señor evitan el enojo divino, detiene la ira de Dios y elimina las posibilidades de perdición. La imagen del fuego como símbolo de la ira de Dios es común en las Escrituras.

El salmo culmina con una bienaventuranza para toda gente que confía en el Señor. De esta forma se cierra un paréntesis teológico y literario que se inició con la bienaventuranza del salmo inicial: Son dichosos los individuos que meditan en la Ley (1.1), y también son felices las comunidades que confían en el Señor. Las bienaventuranzas divinas se manifiestan tanto en las personas que fundamentan sus decisiones en las instrucciones divinas, como en los pueblos que ponen su confianza en la revelación de Dios.

Las lecturas cristianas del segundo salmo han identificado dos temas de importancia capital en el desarrollo de la cristología: El primero es la afirmación del rey como hijo de Dios; y el segundo se relaciona con la oposición de las naciones y sus monarcas al reinado del Señor y su ungido. Desde la perspectiva de la iglesia, este salmo introduce dos temas de gran significación teológica y escatológica: El reconocimiento del Mesías cristiano como hijo de Dios, y el rechazo de la humanidad al proyecto divino del establecimiento del Reino de Dios.

La afirmación del salmo, «mi hijo eres tú», se convirtió en la descripción fundamental de la relación entre Dios y Jesús de Nazaret. Y aunque en el Antiguo Testamento las referencias al rey y al ungido tenían gran importancia, la teología cristiana enfatizó la relación paterno-filial de Jesús y Dios. Jesús era particularmente Hijo de Dios, y desde esa perspectiva teológica introduce el Reino de los cielos en Palestina. El Reino era la implantación de la voluntad divina en medio de la sociedad y las vivencias del pueblo.

Según el Nuevo Testamento, Jesús fue presentado como Hijo en varias ocasiones (p.ej., Mr 1.11; 9.7; 2 P 1.17), posiblemente para poner de manifiesto la singularidad de su naturaleza divina y humana. Esa particular característica es la que contribuye a la transformación del lenguaje bélico y político del segundo salmo en enseñanzas de paz evangélica y esperanza transformadora. Y en sus reflexiones cristianas en torno al salmo, los creyentes subrayan la universalidad del ministerio de Jesús y su importancia para la historia de la humanidad.

Este mismo salmo se utiliza en el libro de los Hechos de los Apóstoles (4.23-31) para describir la oposición que recibió la iglesia primitiva y Jesús de parte de las autoridades de las naciones, específicamente las romanas. Según la interpretación cristiana, los creyentes no debían temer ante las amenazas y persecuciones de los poderes humanos, pues debían confrontar a las naciones y sus gobernantes con el mensaje liberador de la palabra divina. Ese mensaje, fundamentado en las enseñanzas de Cristo, tenía el poder de salvar individuos, redimir comunidades, transformar pueblos y liberar naciones.

La teología cristiana respecto al salmo llega a un punto culminante en el libro del Apocalipsis de Juan (11.18; 19.19). En la gran batalla escatológica, el Rey de reyes y Señor de señores se levantará triunfante contra los poderes antagónicos de la humanidad. El Señor se levantará airoso en medio de las calamidades extraordinarias del final de los tiempos, pues los reinos humanos pasarán a ser del Señor y de su Mesías para siempre (Ap 11.15). De acuerdo a la lectura cristológica del salmo, la victoria definitiva será del Mesías y de su pueblo (Ap 2.26-29).

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