Kitabı oku: «Reposo divino para la inquietud humana», sayfa 2
La referencia a una fiesta de dedicación que duró siete días difícilmente puede tomarse como prueba de la existencia de una semana de siete días, sobre todo cuando “existen documentos de la dedicación de muchos otros templos en otras fechas y por otros reyes, con un período de celebración más corto o más largo”.36 Del mismo modo, los períodos de siete días mencionados en las historias mesopotámicas del Diluvio pueden representar una vaga reminiscencia de la existencia de una semana de siete días en tiempos del diluvio bíblico, pero no son necesariamente el reflejo de las costumbres seguidas en el tiempo de la composición de dichas historias. El relato bíblico del Diluvio contiene reiteradas referencias a períodos de siete días (Gén. 8:8-12), aludiendo, como reconocen generalmente los comentaristas, a la existencia de una semana de siete días. Las historias cuneiformes del Diluvio, a pesar de sus distorsiones y embellecimientos legendarios, se mantienen mucho más cerca del relato bíblico que todas las demás narraciones del Diluvio existentes en el mundo.37 Esta semejanza sugiere la perduración de la noción bíblica de la semana de siete días en textos literarios, aun cuando su uso civil hubiese caído en olvido siendo reemplazado por ciclos “semanales” más cortos.38 “La conclusión lógica –dice acertadamente Horn– es que hubo en un tiempo una semana de siete días que se perdió antes de que quedara constancia de ella en documentos históricos y de la que solo se conservaron imprecisos recuerdos”.39
2. Ocupación de Canaán
Institución social. El fracaso de las fuentes extrabíblicas en explicar el origen del sábado ha forzado a los especialistas a volverse de nuevo en sus investigaciones hacia los textos del Antiguo Testamento. Esta nueva orientación de estudios ha llevado a algunos a la conclusión de que el sábado fue instituido después de la ocupación de Canaán.40 Las principales razones alegadas para su introducción son esencialmente de orden social y económico. La necesidad de conceder un día de descanso a los esclavos y la conveniencia de tener un día de mercado para dedicar a la compraventa de productos habrían producido la introducción del sábado como un “día libre”.41 Con el tiempo, según esta hipótesis, el sábado sufrió una evolución, pasando de ser una institución social a una religiosa; es decir, de un día dedicado al reposo de los siervos y al mercado, a un día dedicado a Yahvéh. Este paso se debería especialmente al esfuerzo de los profetas y los sacerdotes, quienes durante el Exilio habrían desarrollado una teología del sábado para promover su observancia religiosa.42
En apoyo de esta teoría, se han señalado aquellos textos que presentan el sábado en términos sociales, particularmente Éxodo 23:12 y 34:21. El primero prescribe el descanso en el séptimo día “para que descanse tu buey y tu asno, y recobren sus fuerzas tus esclavos y el extranjero”. El segundo insiste en la necesidad de observar el séptimo día incluso en plena temporada de trabajo agrícola: “descansarás aun en tiempo de siembra o de cosecha”. La importancia concedida a estas declaraciones radica en el hecho de que no contienen motivos teológicos aparentes; por lo tanto, se las ha contemplado como “la más antigua versión de la ley del sábado”.43 Además, como esos textos se refieren a actividades agrícolas, difícilmente practicables durante el éxodo por el desierto, se ha supuesto que el sábado fue introducido después del asentamiento en Canaán, como respuesta a las nuevas necesidades sociales.
La lógica de esta argumentación no se puede negar, pero, en nuestra opinión, se basa en unas premisas injustificadas. Se da por sentado, por ejemplo, que las inquietudes humanitarias precedieron a las reflexiones y formulaciones teológicas, y por consiguiente, los textos del Pentateuco que hablan del séptimo día estrictamente en términos sociales deben reflejar la forma originaria de la observancia del sábado, mientras que los textos que contienen implicaciones religiosas o teológicas deben ser fechados en un período cronológicamente posterior.44 ¿Qué pudo motivar esas consideraciones y legislaciones humanitarias en una época en que la vida humana tenia tan poco valor? Las supersticiones y las concepciones religiosas de aquellos tiempos y pueblos difícilmente dan lugar a tales motivaciones, de las que, además, no queda ningún vestigio. Por otra parte, ¿desde cuándo las supersticiones han promovido la causa de los derechos humanos? Ese no es, por lo menos, el caso de los pueblos contemporáneos del antiguo Israel, que defendían la esclavitud y tenían un sistema legal para mantenerla.45 Sin embargo, entre los israelitas las instituciones sabáticas proveían un día de descanso para todos, incluidos los siervos, y unas disposiciones destinadas a la cancelación de las deudas (la causa principal de la esclavitud entre ellos) y la emancipación de los esclavos.46
Este sentido humanitario del sábado ¿no presupone razones y motivaciones religiosas? Los motivos teológicos, sin embargo, no siempre necesitan ser explícitamente expresados, especialmente cuando el sábado forma parte de una legislación a la vez civil y religiosa (ver Éxo. 23:12; 34:21). Los códigos civiles casi nunca explican racionalmente las leyes en ellos contenidas. Sin embargo, por ejemplo, en Éxodo 23 (un capítulo que contiene una gran variedad de leyes civiles y litúrgicas), la observancia del sábado es justificada teológicamente. En efecto, la llamada “primera versión del mandamiento del sábado” (Éxo. 23:12) está colocada en el contexto de una amonestación encaminada a tratar humanitariamente a los menos privilegiados: “No oprimirás al extranjero, pues extranjeros fuisteis vosotros mismos en Egipto” (Éxo. 23:9). Esta referencia a la dura esclavitud en Egipto de la que Dios libró a los israelitas ¿no es una importante razón teológica para amonestarlos a portarse humanitariamente con los demás?47 El sábado semanal tanto como el año sabático ¿no eran medios valiosos para expresar el aprecio por el favor recibido, manifestando compasión hacia otros? “Guardar el sábado por amor al hombre –escribe Abram Herbert Lewis– es guardarlo por amor a Dios”.48 Aun en nuestros días ¿no es cierto que el agradecimiento por las bendiciones divinas recibidas sigue siendo un importante motivo religioso para un comportamiento humanitario?
Y ¿qué decir acerca de las referencias al ganado, a siervos y a esclavos, cuyo descanso era requerido incluso en los momentos cruciales de las labores agrícolas? ¿Se deduce realmente de esta reglamentación que el sábado fue introducido por primera vez después de la ocupación de Canaán, cuando los israelitas asentados en el nuevo país comenzaron a tener asalariados?49 Una conclusión semejante no tendría en cuenta dos factores significativos. El primero, que los israelitas en el período que precede inmediatamente a la conquista de Canaán, según las más recientes investigaciones, no vivieron como nómadas sino como seminómadas, con asentamientos prolongados en los límites del desierto (probablemente, de Néguev).50 Esta circunstancia explicaría la introducción de leyes relacionadas con la agricultura antes de la colonización de Canaán. El segundo, que aun aceptando que los israelitas viviesen como nómadas en el desierto, y no poseyesen bueyes, asnos, esclavos ni tierras cultivables, un excepcional legislador como Moisés pudo perfectamente ver más allá de la condición inmediata de su pueblo y promulgar leyes para situaciones futuras. Los “Padres Peregrinos”, cuando desembarcaron en Cape Cod, ¿no firmaron el “Mayflower Compact”, que fue durante años el principal reglamento de gobierno de la colonia de Plymouth?51 ¿Por qué negarle esa capacidad de previsión a Moisés?
Los días de mercado y el número siete. Para explicar cómo los israelitas llegaron a escoger el séptimo día como día de descanso después de la ocupación, se han aducido a veces las influencias cananeas del día de mercado o del número siete. ¿Adoptaron los israelitas el sábado de los cananeos, como algunos sugieren?52 Esta posibilidad parecería válida siendo que los cananeos ejercieron una influencia considerable sobre los israelitas. El hecho es, sin embargo, que no se ha encontrado ningún vestigio relacionado con el sábado ni entre los cananeos ni entre sus principales vecinos, los fenicios.53 ¿Desarrollaron los israelitas el sábado a partir de un determinado día de mercado semanal?54 Días de mercado, sucediéndose regularmente cada cinco, seis, ocho o diez días, existen en numerosos pueblos. El problema de esta teoría reside en que no se conserva ninguna huella de este tipo de mercado semanal en Palestina y mucho menos sucediéndose a intervalos de siete días. Al contrario, la condena rotunda hecha por los profetas contra las actividades comerciales en sábado sugiere más bien que ese día en algún momento degeneró en día de mercado, en lugar de lo que fue originariamente (Neh. 13:14-22; Jer. 17:19-27; Amós 8:5).
¿Proviene el sábado israelita del gran valor simbólico conferido al número siete por muchos pueblos del antiguo cercano Oriente? Algunos han supuesto que el número siete, a causa de su prestigio, fue usado en un primer tiempo para fijar la duración de las fiestas de primavera y otoño (la fiesta de los Ázimos y la de las Cabañas duraban siete días cada una), y que más tarde esas unidades de siete días fueron usadas para medir el tiempo a lo largo del año.55 Esta hipótesis es interesante pero no llega a explicar, en primer lugar, por qué el número siete consiguió tal prestigio. En realidad, sería más lógico pensar que la existencia de un ciclo semanal de siete días haya influido en la duración de las fiestas anuales que viceversa.56 Es evidente que existe una relación entre la semana de siete días, la duración de las fiestas anuales y el número siete. Pero, dado que el número siete no corresponde a ninguna medida astronómica de tiempo conocida, la mejor explicación acerca de su procedencia y su uso sigue siendo el relato bíblico de la bendición y santificación divinas del séptimo y último día de la Creación.
Este rápido vistazo nos ha permitido observar algunas de las inconsistencias de los actuales criterios usados para defender el origen del sábado como una institución social originada durante el asentamiento de Israel en Canaán. Hemos visto que esta teoría no aporta ninguna alternativa convincente que explique el origen del sábado, porque se basa en una arbitraria selección de textos y en una hipotética influencia de un posible día de mercado o del número siete.
3. El exilio
¿Innovación o consolidación? El período del exilio judío en Babilonia (605-539 a.C.) ha sido generalmente considerado de crucial importancia para la historia del sábado. Para algunos estudiosos del tema, aludidos anteriormente, el Exilio fue la circunstancia precisa que le dio origen. Para otros, el período exílico y el posexílico representan el punto de partida del desarrollo teológico y litúrgico del sábado. No necesitamos detenernos en la primera de estas opciones, pues, como ya hemos visto, es desmentida abiertamente por las referencias bíblicas preexílicas acerca del sábado. La segunda tesis, sin embargo, merece ser tomada en consideración. Se pretende en ella que el Exilio contribuyó por partida doble a transformar el sábado de una institución social (un día de descanso para los esclavos y el ganado) en una festividad religiosa (un día para el culto divino). Por una parte, la pérdida de la patria, los bienes y los esclavos habría eliminado las razones sociales para el descanso sabático, al tiempo que habría inducido a los israelitas a buscarle otras justificaciones teológicas. Por otra parte, la pérdida de un lugar sagrado propio (el Templo de Jerusalén, 586 a.C.) habría sido compensada por un tiempo sagrado propio (el sábado) capaz de proporcionarles un marco para la adoración, incluso en el Exilio.
El Antiguo Testamento, sin embargo, no corrobora esta teoría. Los profetas del Exilio no introdujeron ninguna innovación en la teología o la observancia del sábado. Ezequiel, por ejemplo, no prescribe nada nuevo ni en cuanto al modo ni en cuanto a los motivos de la celebración del sábado. Al contrario, este profeta llega a considerar la profanación del sábado en el pasado como la causa principal de las calamidades que habían caído sobre Israel (Eze. 20:15, 16, 21, 36; 22:26, 31). Para promover el regreso a la correcta celebración del sábado, Ezequiel no apela a unas nuevas razones teológicas sino al antiguo significado histórico del sábado, concretamente, el de servir como “signo” o señal del pacto existente entre Israel y Dios (Eze. 20:12, 20). Esta función del sábado como señal de alianza se hizo más patente durante la experiencia del Exilio, al haberse convertido en una realidad presente la amenaza de dispersión, e incluso de extinción. Ezequiel, sin embargo, presenta el significado y la función del sábado en el marco de la alianza entre Dios y su pueblo, no como un nuevo concepto aparecido con la experiencia del Exilio sino como una creencia tradicional arraigada en el origen histórico de Israel durante el Éxodo. En otras palabras, la fuerza del argumento del profeta reside en la aplicación de un sentido que el sábado había tenido desde mucho antes de la deportación a Babilonia.57
¿Se convirtió el séptimo día en un tiempo sagrado como resultado de la pérdida de un lugar sagrado, el Templo de Jerusalén? De nuevo, las declaraciones de Ezequiel se oponen a ello, pues en sus escritos encontramos frecuentes referencias que relacionan el sábado con los objetos del culto (Eze. 22:26; 23:38) y con los servicios del futuro Templo (Eze. 45:17; 46:1-4, 12).58 La carencia de un lugar de culto durante el Exilio no parece haber contribuido tanto a la introducción de grandes innovaciones ideológicas o rituales como a la consolidación de las instituciones ya existentes; entre ellas, el sábado. Así lo corroboran los mensajes dados por Jeremías y las medidas tomadas por Nehemías después del Exilio, por ejemplo, para impedir las actividades comerciales en Jerusalén durante el sábado (Jer. 17:19-27; Neh. 10:31, 33; 13:15-22). Esas medidas no van encaminadas a transformar el carácter del sábado sino a corregir a sus transgresores.
Estas observaciones no pretenden negar que más tarde (durante el período intertestamentario) el concepto del sábado sufrió considerables cambios. De hecho, el sábado llegó a ser tenido por los judíos como un don exclusivo de Dios para Israel. Este exclusivismo fue alimentado tanto por el judaísmo rabínico como por el sectario, ambos empeñados en levantar en torno a ese día barreras protectoras para asegurar su correcta observancia.59 Desgraciadamente, como denuncian severamente los evangelios, esas barreras se convirtieron en una pesada carga legalista en vez de una guía espiritual para la genuina celebración del sábado. Esta evolución ocurrió, sin embargo, después de terminado el Antiguo Testamento.
¿Qué conclusiones podemos sacar de este somero examen de las principales hipótesis sobre el origen del sábado? Hemos visto que todas las conjeturas relativas a la época (Éxodo, asentamiento, Exilio) y a las causas (astronómicas, sociológicas, mágicas) del origen de la celebración del séptimo día de la semana complican el problema más que aclararlo. No se puede presentar ninguna prueba de que el sábado derive del culto al planeta Saturno, de las fases de la Luna, de los días de mercado, del valor sagrado del número siete o del Exilio. Nos preguntamos si muchos de esos esfuerzos por reducir el sábado a un fenómeno mítico o sociológico no serán un reflejo del deseo (consciente o no) de algunos de liberarse a sí mismos de la necesidad de enfrentarse con el sentido y la observancia de ese día. Esperamos, sin embargo, que los infructuosos intentos por descubrir la “prehistoria” del sábado en fuentes extrabíblicas sirvan para contribuir a la revalidación del relato bíblico sobre su origen y significado.
Parte III: El sábado de la creación
1. Objeciones y objetores al sábado de la creación
Las teorías sobre el origen del sábado que acabamos de ver reflejan las conclusiones de la critica reciente. Pero, por extraño que parezca, la relación entre el sábado y la Creación ya había sido impugnada desde mucho antes por sectores tan “conservadores” como los judíos de Palestina, los Padres de la iglesia, algunos reformadores y, más recientemente, los modernos dispensacionalistas. ¿Cuáles son las razones de ese continuo rechazo, a lo largo de los siglos, del origen edénico del sábado a pesar de las reiteradas declaraciones del Pentateuco (Gén. 2:1-3; Éxo. 20:11; 31:17)? Son varias. Veamos brevemente algunas de las principales.
Crisis de identidad. El imperioso deseo de preservar su identidad judía en un tiempo en que la presión helenística los impelía a abandonar el judaísmo llevó, al parecer, a algunos rabinos de Palestina a reducir el alcance del sábado, haciéndolo pasar de una norma establecida en la Creación para toda la humanidad a un precepto dado por Moisés exclusivamente para Israel. Los enérgicos esfuerzos del rey sirio Antíoco Epífanes por llevar a cabo su programa de radical helenización de los judíos favorecieron especialmente esta evolución. Como resultado de la prohibición de ofrecer sacrificios y de guardar el sábado (175 a.C.), muchos judíos abjuraron de su fe, “sacrificaron a los ídolos y profanaron el sábado” (1 Mac. 1:43). Los judíos piadosos resistieron heroicamente contra la helenización, prefiriendo el martirio a quebrantar el sábado (1 Mac. 2:32-38). La necesidad de preservar su identidad religiosa en ese tiempo de crisis fomentó una visión nacionalista y exclusivista del sábado. En el libro de los Jubileos, se lee: “Él (Dios) no permitió a ningún otro pueblo observar el sábado en ese día sino solo a Israel; a él solo le fue otorgado celebrarlo” (2:31).60 Si se encuentra alguna mención de la observancia del sábado por los patriarcas, se la considera como una excepción “antes de que (el sábado) fuese dado” a Israel.61
Esta noción del sábado como una institución exclusivamente judía establecida no en la Creación y para toda la humanidad, sino por Moisés y para Israel solo, hace aparecer a Dios como culpable de favoritismo y discriminación. Debemos decir, en honor a la verdad, que esta concepción representa solo una tendencia del pensamiento judío, desarrollada tardíamente al margen de la tradición original. Surgió en oposición al concepto del sábado en el judaísmo helenístico (griego), en el que se lo consideraba como un legado dado en la Creación a la humanidad entera. De hecho, incluso en la literatura palestina (tanto apocalíptica como rabínica), hay abundantes menciones a Dios, Adán, Set, Abraham, Jacob y José como fieles observadores del sábado.62
Necesidad apologética. Algunos Padres de los primeros siglos adoptaron la noción del origen mosaico y del carácter exclusivamente judaico del sábado, y la usaron como arma apologética contra aquellos cristianos que mantenían la vigencia del mandamiento del sábado en la dispensación cristiana. Su argumento más común, al que recurrían frecuentemente, decía que si los patriarcas, siendo hombres justos, no practicaron esta costumbre es porque se trataba de un precepto temporal, dado por Moisés y destinado a ser observado exclusivamente por los judíos a causa de su infidelidad.63 La reducción del día de reposo a un infame signo judío de desobediencia puede reflejar la falta de buenos argumentos apologéticos en un momento dado, pero no la comprensión de los valores permanentes que la Escritura había conferido al séptimo día.
Ausencia de la palabra “sábado”. En el texto de Génesis 2:2 y 3 se encuentra una triple referencia al “séptimo día”, pero no se menciona la palabra “sábado”. Para algunos, esta ausencia indica que el sábado no fue instituido en la Creación sino en tiempos de Moisés.64 Es cierto que el término “sábado” no aparece en este pasaje, pero también lo es que la forma verbal utilizada es sabat (cesar, descansar, reposar) y, tal como ha señalado Cassuto, esta forma “contiene una alusión al nombre del sábado”.65 Además, como observa inteligentemente este mismo autor, el uso de la expresión séptimo día en lugar de sábado puede reflejar la intención del escritor de subrayar la vigencia permanente de ese día, independientemente y al margen de cualquier asociación con los “sábados” astrológicos de los pueblos paganos.66 Al señalar un orden permanente, el séptimo día refuerza el mensaje cósmico del relato de la Creación, a saber, que Dios es a la vez el Creador y el Señor de este mundo. En el libro del Éxodo, sin embargo, donde el séptimo día es mencionado en el contexto del origen no del cosmos, sino del pueblo de Israel, el séptimo día es llamado específicamente “sábado”, quizá para enfatizar su función histórica y soteriológica. Sobre esta dimensión del sábado trataremos en los capítulos III y V.
Ausencia de un mandamiento. La ausencia en Génesis 2:2 y 3 de un mandato específico sobre la observancia del séptimo día se ha interpretado como una prueba adicional de que el sábado no tiene que ver con ningún precepto divino ni con ninguna norma ética destinada a la humanidad entera, siendo tan solo una institución ceremonial introducida por Moisés en Israel justificada con un presunto origen en la semana de la Creación.67 Este argumento acusa a Moisés de distorsionar la verdad, o por lo menos, de haber cometido el grave error de pretender que el sábado era una creación divina, cuando en realidad era su propia creación. Tal acusación pone seriamente en duda no solo la integridad de Moisés, sino también la fiabilidad del texto bíblico.
¿Qué es lo que da a un mandato divino su carácter moral y universal? ¿No se considera ley moral aquella que refleja la naturaleza divina? Si es así, ¿pudo revelar Dios de un modo mejor la naturaleza moral del sábado que convirtiendo en precepto su propia conducta divina? ¿Hay algún principio que establezca que el ejemplo divino tiene menor autoridad que su mandato? ¿No tienen más valor los actos que las palabras? “El modo de actuar de Dios –escribe John Murray– es el modelo que sirve de ejemplo para la actuación humana. No cabe duda de que en Génesis 2:3 hay por lo menos una alusión a la observancia del séptimo día de la semana por parte del hombre”.68 El hecho de que el sábado sea presentado en el texto de la Creación como un ejemplo divino y no como un mandato puede muy bien expresar la intención divina de que el sábado fuese entendido, en un mundo sin pecado, no como una imposición alienante sino como una respuesta libre del hombre ante la bondad de su Creador. Al aceptar ponerse especialmente a la disposición divina en el sábado, el hombre podía experimentar una renovación y un enriquecimiento físico, mental y espiritual constantes. Siendo que esas necesidades no desaparecieron con la Caída sino que fueron aumentando, la función moral, universal y perpetua del precepto del sábado fue reiterada más tarde bajo la forma de un mandamiento.69
Ausencia de ejemplos. El argumento más antiguo y quizás el más fuerte que se haya lanzado contra la procedencia edénica del sábado es la ausencia de menciones explícitas de su observancia durante todo el período patriarcal desde Génesis 2 hasta Éxodo 16.70 Las fuentes extrabíblicas, como vimos anteriormente, solo aportan unas cuantas indicaciones acerca de algún tipo de “sábado” primitivo entre los pueblos semitas de la antigua Mesopotamia. En realidad, teniendo en cuenta la naturaleza del sábado, difícilmente podemos esperar que se encuentren claras evidencias de su observancia entre los pueblos paganos. Sin embargo, esas evidencias deberían encontrarse en el caso de los patriarcas. ¿A qué se debe ese aparente silencio? ¿Es posible que desde Adán hasta Moisés, por alguna razón inexplicable, el sábado dejase de ser observado? Un caso parecido a este ocurrió con la fiesta de las Cabañas, que dejó de celebrarse desde el tiempo de Josué hasta el de Nehemías, durante casi mil años (Neh. 8:17). También es posible que la costumbre de guardar el sábado no se haya mencionado por considerarla demasiado evidente. Esta última posibilidad parece más verosímil por varias razones.
Primera: En la Biblia encontramos otro caso semejante, pues tampoco se menciona el sábado desde Deuteronomio hasta 2 Reyes. Este silencio difícilmente puede interpretarse como una prueba de no observancia del día de reposo, ya que la primera referencia que rompe este silencio (2 Rey. 4:23) lo hace considerándolo como una festividad comúnmente celebrada. Segunda: El libro de Génesis no contiene leyes, como el libro de Éxodo, sino solo un esquemático relato acerca de los orígenes. Al no mencionar ninguno de los otros mandamientos, su silencio en cuanto al sábado no es nada excepcional.71 Tercera: A lo largo del libro del Génesis y en los primeros capítulos del Éxodo,72 hay varias referencias a la semana de siete días, que implican, por consiguiente, la existencia del sábado. El período semanal de siete días se menciona cuatro veces en el relato del Diluvio (Gén. 7:4, 10; 8:10, 12). El término “semana” se usa también para describir la duración de los festejos nupciales de Jacob (Gén. 29:27), así como para la duración del duelo por su muerte (Gén. 50:10). Un idéntico período de tiempo dedicaron los amigos de Job para expresar su condolencia al patriarca enfermo (Job 2:12). Probablemente los ceremoniales referidos terminen con la llegada del sábado.
Un argumento más: El sábado es presentado en Éxodo 16 y 20 como una institución ya existente. Las instrucciones para recoger doble porción de maná en el sexto día presuponen el conocimiento del significado del sábado. “En el sexto día prepararán para guardar el doble de lo que suelen recoger cada día” (Éxo. 16:5). La falta de explicación sobre la necesidad de recoger doble cantidad el sexto día sería incomprensible si los israelitas no hubiesen tenido ya un conocimiento previo del sábado. Del mismo modo, en Éxodo 20, el sábado aparece como algo familiar. El mandamiento no dice “desde ahora guardarás el sábado” sino “acuérdate del sábado” (Éxo. 20:8), lo que implica que ya era conocido. Más aún, el mandamiento presenta el sábado como originado en la Creación (Éxo. 20:11) y, por lo tanto, no deja opción a la idea de una festividad introducida tardíamente.73
Especular sobre el modo en que los patriarcas guardaron el sábado es un esfuerzo estéril, pues se basaría más en la imaginación que en los datos. Considerando, sin embargo, que la esencia del sábado no es un lugar donde ir para cumplir con unos ritos, sino un tiempo para dedicar a Dios, a los demás y a sí mismo,74 es perfectamente verosímil que los patriarcas ocupasen ese tiempo sagrado junto con los suyos en actos religiosos tales como la oración (Gén. 12:8; 25), los sacrificios (Gén. 12:8; 13:18; 26:25; 33:20) y la enseñanza (Gén. 18:19).
Tendencias legalistas. Las anteriores objeciones contra un sábado procedente de la Creación han sido planteadas por algunos cristianos en reacción contra la manera excesivamente legalista en que el sábado ha sido guardado por la mayoría de los defensores de esa procedencia.75 Su reacción es, desde luego, justificada. Lo que no se puede justificar es el rechazo de un precepto por el hecho de que alguien lo haya pervertido. Desgraciadamente, los legalistas tienden a olvidar que Cristo, por su enseñanza y ejemplo, hizo del sábado un día de “gracia” y no de “sacrificio” (Mat. 12:8); un tiempo destinado a amar a Dios y al prójimo, y no a exhibir la piedad personal cumpliendo ciertos ritos. Una comprensión correcta de la experiencia del sábado puede ser un buen antídoto contra el legalismo. Porque el sábado no nos enseña a trabajar en favor de nuestra salvación (legalismo) sino a descansar de todos nuestros trabajos, para que, como muy bien dijo Calvino, “Dios pueda trabajar en nosotros”.76
Conflicto con la ciencia moderna. Para terminar este vistazo a las objeciones contra el sábado creacionista, debemos mencionar también a aquellos que rechazan esta enseñanza bíblica porque no pueden conciliarla con las teorías actuales acerca de los orígenes. La teoría más generalmente extendida propone que al final de un largo proceso que duró millones de años la vida apareció “espontáneamente” en la superficie de la Tierra, y fue evolucionando a partir de su forma unicelular más simple hasta las formas actuales. Para conciliar esta idea con el relato de la Creación, algunos bienintencionados teólogos han interpretado la semana de la Creación, no como un período de seis días literales, sino como seis eras geológicas.77 Otros prefieren ver la semana de la Creación como un tiempo durante el cual Dios fue revelando al hombre sus actividades creadoras y sus extraordinarios atributos. Es obvio que ambas interpretaciones rechazan el sentido del sábado, puesto que presuponen que Dios no santificó realmente ni el séptimo día ni ningún otro.
El problema que encontramos en la lógica científica es, como muy bien lo plantea Herold Weiss, que esta “se niega a dejarse informar por la teología”.78 Cuando alguien se limita a creer solo lo que puede demostrarse en los laboratorios, ha optado por seguir la pista de sus raíces descendiendo hasta el más bajo espécimen biológico, en vez de seguirla ascendiendo hasta la imagen de Dios. En última instancia, esta actitud conduce al ser humano a no creer más que en sí mismo. La trágica consecuencia de tal filosofía es que acaba por vaciar la vida y la historia humana de todo sentido, despojando a ambas de su origen y su destino divinos. La vida se reduce a un mero ciclo biológico cuyos principio y fin solo se explican por el azar. Y así, la realidad última no es Dios sino la materia, considerada históricamente como eterna o mala. El registro de la Creación, con el sábado como memorial, es un reto a este nihilismo. Es un desafío a cada generación (esté alienada por las supersticiones o por la técnica) a reconocer que el mundo es una creación y un don de Dios al hombre, y que la vida humana tiene sentido porque está enraizada en Dios.