Kitabı oku: «Paso a la juventud», sayfa 4
Como muestra la carta con que se inicia este apartado, el desarrollo de las organizaciones juveniles de los diferentes partidos fue uno de los factores que influyó en la decisión de crear una organización juvenil anarcosindicalista, la Federación Ibérica de Juventudes Libertarias (FIJL), a propuesta de un grupo de jóvenes de la organización de Madrid, donde se estableció su dirección, el Comité Peninsular. La memoria del congreso constitutivo de la organización, celebrado en junio de 1932, decía que el objetivo era crear «un organismo que recogiera los entusiasmos revolucionarios de la gran cantidad de jóvenes que entonces comenzaba a afluir a los Sindicatos» y «apartar de las organizaciones políticas a la juventud rebelde, pero inconsciente». Y esta influencia llevaría a algunos militantes anarcosindicalistas a decir que las juventudes libertarias se crearon «como copia, más que como necesidad».90
El carácter educativo que se pretendía dar a la organización también explicaría que en algunos lugares de España y en su primer congreso se hablara de Juventudes de Educación Libertaria (JEL) y que uno de los temas principales del congreso fuese la propaganda y las labores educativas para formar a los jóvenes en el anarquismo. Aunque los delegados al congreso sólo representaban a 1.490 afiliados, la nueva organización decía contar con 85 secciones y aproximadamente 5.000 militantes teniendo en cuenta las localidades que habían enviado adhesiones al congreso pero no habían podido asistir. Las juventudes libertarias se estructuraron de forma federalista y no se estableció ningún programa juvenil. Por el contrario, se aprobó que «ante todo, la juventud ha de velar por los principios federalistas de la C.N.T. y tender en todo momento a conservar la pureza de nuestros ideales», además de extender las ideas anarquistas en los sindicatos, aunque se planteaba, como hacía la FJS, que en un movimiento revolucionario «las juventudes serán fuerza en vanguardia», por lo que el nuevo Comité Peninsular de la recién creada FIJL debía dedicar especial atención a la «coordinación revolucionaria».91
Al igual que había sucedido cuando se formó la FJS con los dirigentes del PSOE, algunos militantes libertarios consideraron que la organización juvenil no era necesaria. Por ejemplo, las secciones de la FAI de Cataluña y de Centro se mostraron contrarias a su creación, por actuar «al margen de nuestra organización específica» y «sin aceptar la tutela de ninguna organización». Desde Cataluña se llegó a citar a una representación de las juventudes «conminándolas a que aceptaran el control de la FAI o de lo contrario serían saboteadas», aunque se aceptó la explicación del delegado de la FIJL que planteó que éstas aceptaban «por entero los postulados anarquistas y se mueven bajo el control de la FAI». La organización juvenil provincial de Valencia decía todavía en agosto de 1935 que en la capital del Turia tenían «serios inconvenientes que entorpecen el desarrollo de estas J.L [Juventudes Libertarias] ya que hay muchos militantes de la C.N.T. y la FAI que no están de acuerdo con las J.L. y debido a esto muchos jóvenes no ingresan», y había militantes que defendían «ingresar en la F.A.I. como sección de cultura y propaganda»; mientras que la organización alicantina planteaba que «por parte de la F.A.I. desde que se organizaron las Juventudes ha habido siempre una tirantez formidable en contra de las mismas» (sic).92
A partir de su primer congreso, la FIJL vivió también un proceso de organización, con más sobresaltos que el desarrollado por las juventudes socialistas por las sucesivas insurrecciones anarquistas, y marcado por diferentes posturas en cuanto a su relación con las organizaciones hermanas, especialmente con la FAI. Por ejemplo, la Regional del Norte celebró un pleno en Bilbao, en enero de 1933, en el cual estuvieron representados algo más de 200 afiliados, repartidos entre Vitoria, Bilbao, Miranda del Ebro, Santander, Baracaldo y Vizcaya. Se destacó que «las Juventudes Libertarias son las Escuelas donde se han de formar los nuevos anarquistas», por lo que se rechazó formar parte de la FAI. Son también los temas de propaganda y puramente organizativos los que predominan en las actas: así, se rechazó el sello y el carnet «peninsular» por «no creerlos propios de libertarios». Por el contrario, las Juventudes Libertarias de Cataluña decidieron ingresar en la FAI y darse de baja de la FIJL, lo que el Comité Peninsular definió como un error porque significaba convertirse en «menores» tutelados, lo que, a su juicio, dificultaría la labor de captación de jóvenes.93
En 1933, el mayor desarrollo de la organización juvenil libertaria se había alcanzado en Asturias y Andalucía. La regional andaluza contaba con 68 secciones, mientras que la Regional del Norte tenía 10; estaban a punto de constituirse la Regional de Centro, con 18 juventudes, y la de Aragón, Rioja y Navarra, con 12, entre las que destacaba la de Zaragoza, y la de Canarias. La FIJL contaba también con grupos en Galicia, Palma de Mallorca, Tetuán, Ceuta y Melilla.94 En enero de 1933 se creó la Regional de Asturias y León con sede en León, y con algo menos de 600 afiliados, concentrados principalmente en León capital y en Sama y La Felguera (Asturias). Se rechazó pertenecer a la FAI aunque se aprobó que los Grupos Anarquistas tuvieran un delegado en la organización juvenil. Se acordó que los jóvenes debían esforzarse por «emanciparse de los prejuicios políticos y religiosos y de los vicios del alcohol, que degradan y embrutecen», pudiendo llegarse a la expulsión de aquellos que tuvieran problemas de alcoholismo, pero también de quien «por imposición de la familia» o «por falta de carácter claudicara en la cuestión religiosa».95
Planteamientos similares se habían realizado ya desde la FJS: en 1931, en Renovación se escribió que «tres enemigos terribles tiene la juventud en los naipes, el alcohol y el tabaco, pues los primeros la envilecen, el segundo la embrutece y el tercero corona la obra destructiva»; considerando que era la «burguesía» la que había «sumido» a los trabajadores en «los antros de la taberna, donde con el juego y la bebida se fomentaba nuestro embrutecimiento», mientras que diversos congresos regionales de la organización juvenil socialista habían analizado la cuestión de las relaciones de sus afiliados con la religión: el primer congreso de la Federación Provincial Socialista Montañesa aprobó recomendar a sus militantes que optasen por los actos civiles; en Alicante, la organización de Elda sugirió que los afiliados que realizasen actos «solicitando el servicio de la Iglesia» fueran recriminados y se les separase de sus cargos por un año; y, en Vizcaya, la organización de Gallarta propuso que «todo compañero que se casase por la iglesia fuera expulsado» y la de La Arboleda que no se admitiese en la FJS a nadie que «practicase ritos religiosos».96
Como muestra el caso asturiano, el debate sobre la existencia de la FIJL y su relación con la FAI no se circunscribió a la regional catalana. El 14 de junio de 1934, a propuesta del Comité Peninsular, las organizaciones de Santander y el País Vasco aceptaron constituir el Comité de Relaciones del Norte de España, tras la dimisión del Comité Regional del Norte existente previamente. Esta dimisión había sido provocada porque las organizaciones juveniles locales de Santander, Bilbao y Vitoria querían ser autónomas. Una asamblea general de las Juventudes Libertarias de Bilbao, realizada el 26 de mayo de 1933, había decidido que «las juventudes libertarias en su misión de propaganda y capacitación» podían «desenvolverse fácilmente sin necesidad de estar federadas comarcal, regional e ibéricamente» y que los «comités superiores impiden el libre desenvolvimiento de las juventudes locales»: «la labor de coordinación solo es necesaria para estructurar los planes defensibos y ofensibos (sic) de lucha frente al sistema» y para esta misión coordinadora «existe ya de hecho la F.A.I.». La organización de Villena (Alicante), por su parte, decidió, el 15 de enero de 1933, «darse de baja de la Federación de Juventudes, pues cree que aisladamente puede hacer su labor local».97
Y, siquiera parcialmente, se inició un debate sobre la legalización de la organización que se mantendría –y acrecentaría– durante la guerra civil, como muestra la correspondencia cruzada entre la llamada Juventud de Educación Libertaria de Granada y el Comité Peninsular en el otoño de 1932. La primera reconocía actuar desde su constitución con un reglamento que parecía el de «una sociedad deportiva», lo que le permitía «organizar mítines y conferencias en toda la provincia sin que se metan con nosotros para nada» y agregaba que esto le facilitaba la labor proselitista entre los jóvenes socialistas, «acostumbrados a los reglamentos». El Comité Peninsular de la FIJL, por el contrario, consideraba que «el sentido legalista que tenéis acerca de vuestra juventud, es una de tantas lacras de origen burgués que no habéis podido desechar» y ponía como ejemplo la actuación de la FAI: la juventud «tiene que romper con todo el pasado, no reconociendo más autoridad que su temeridad y entusiasmo, ni más legalismos que la razón de ser y vencer en sus luchas» y la FIJL podía «aumentar y controlar sus cuadros juveniles al margen de la ley, desarrollando una propaganda de captación en talleres, fábricas, campos y barriadas».98 Sin embargo, no parece que desde la FIJL se hiciera una actividad propiamente juvenil destacada: el Comité de Relaciones de Levante publicó una octavilla en septiembre de 1934 llamando a los jóvenes a apoyar las ideas libertarias y organizarse para la revolución pero sin ninguna referencia específica a temas juveniles. Ya en enero de 1936, preparando su segundo congreso regional, el mismo comité diría que se había hecho un trabajo escaso por los problemas económicos y la «difícil» situación existente desde octubre de 1934.99
Durante la Segunda República, por tanto, todas las organizaciones juveniles obreras se desarrollaron, pero la única que adquirió verdadera importancia fue la Federación de Juventudes Socialistas, que se puede decir que se conformó como un verdadero movimiento juvenil, dado que desarrolló un programa propio y una autonomía cada vez mayor con respecto a las organizaciones de los adultos, buscando, por una parte, influir en el PSOE y, por otra, desarrollar su propia política hacia la juventud. En este sentido, se puede decir que fue, hasta la formación de la Juventud Socialista Unificada (JSU) –que se puede considerar la prueba definitiva de la transformación que la FJS sufrió en los años treinta– una organización más juvenil que la UJCE, porque ésta mantuvo una dependencia mucho mayor del PCE, y que la FIJL, cuyo desarrollo antes de la guerra civil parece haber sido escaso.
2.3. MOVILIZACIÓN POLÍTICA JUVENIL Y PROCESOS UNITARIOS
En el planteamiento y realización de la revolución de Octubre en el año 34, fue donde la Juventud Hispánica quedó consagrada definitivamente como puntal irrenunciable para cualquier tentativa de tipo revolucionario.100
Las posibilidades de una acción común entre la Federación de Juventudes Socialistas y las demás organizaciones juveniles prácticamente no existieron durante el primer bienio republicano (1931-1933), por la participación del PSOE en el gobierno entre abril de 1931 y septiembre de 1933 y las duras críticas que esta colaboración recibió por parte de las organizaciones anarcosindicalistas y comunistas. Pero la situación cambió a lo largo de 1933 con el desarrollo de movimientos autoritarios y/o fascistas en Europa en general y en España en concreto; la creciente dificultad en la aplicación de las reformas republicanas y la salida de los socialistas del gobierno. Entonces, la FJS publicó una nota viendo con satisfacción la ruptura de los compromisos con «los partidos burgueses» y considerando que había «llegado el momento de organizar nuestras fuerzas en forma que se basten por sí solas para impedir el desarrollo del fascismo en nuestro país» y que era «necesario conquistar la democracia social recurriendo para ello a cuantos procedimientos se consideren precisos hasta llegar a la total implantación del socialismo».101 Las elecciones de 1933 dieron el triunfo a las organizaciones de centro-derecha y llevaron, en la práctica, a la paralización de muchas de las reformas desarrolladas durante el primer bienio, lo que influiría en la radicalización de las bases socialistas,102 especialmente importante en su organización juvenil.
Las juventudes socialistas prestaron una especial atención a la extensión de los movimientos fascistas en Europa: ya el 21 de mayo de 1932 Renovación preveía que «será Alemania, a no tardar, quien tenga posiblemente que resignarse a soportar el fascismo», aunque todavía expresaba cierta confianza en la socialdemocracia de este país, «que sucumbiría antes que permitir la dictadura», y, al igual que la Internacional Comunista, veía en el avance del fascismo «el fin inminente del capitalismo».103 El triunfo de Hitler les convenció de que la democracia burguesa y las tácticas reformistas socialdemócratas eran incapaces de frenar al fascismo. El 15 de junio de 1933 la Comisión Ejecutiva de la FJS publicó en Renovación un manifiesto en que se decía partidaria de la democracia, pero siempre que se garantizase «el libre ejercicio de la misma» y, ante las primeras formulaciones fascistas españolas, llamaba a los jóvenes a impedir «por todos los procedimientos» que creciera el fascismo en España. En otro artículo publicado ese mismo día se apoyaba adaptar las formas de lucha a las «necesidades de cada hora»: «cuando nuestros enemigos nos tienden la celada para que nos estrellemos, el instrumento democrático no nos sirve».104
La crisis política española del segundo semestre de 1933 y la derrota del partido socialdemócrata austriaco –junto con el alemán, espejo en que se miraba la socialdemocracia europea de entreguerras–, en su tardía insurrección frente al autoritarismo de Engelbert Dollfuss en febrero de 1934, acentuaron estas posiciones, como refleja un pleno celebrado por la organización juvenil socialista alicantina para la que el ejemplo austriaco demostraba que era necesario «el triunfo de la revolución social», que «no se debe atrasar más de lo preciso». Ya tras la primera vuelta de las elecciones de 1933, la ejecutiva de la Federación Provincial Madrileña de la FJS había expresado a la dirección del PSOE su opinión de que se daban «las condiciones necesarias para poder intentar con éxito el asalto al Poder». La vía legal hacia la toma del poder quedó cerrada definitivamente con el fracaso electoral: Renovación planteó que las Cortes no representaban la voluntad popular y los trabajadores sólo tenían un camino: «el de la insurrección».105
El desarrollo de movimientos autoritarios y fascistas en el conjunto de Europa también aumentó la atracción que ejercía la URSS sobre las juventudes socialistas,106 lo que también se reflejó en los planteamientos culturales de Renovación. Así, aunque éstos pasaron a un segundo plano en el órgano juvenil ante las exigencias políticas, también sufrieron cambios importantes: es en 1934, por ejemplo, cuando Renovación empezó a destacar las «realizaciones» culturales soviéticas en el cine o el deporte.107 No se abandonó la conmemoración de fechas tradicionalmente destacadas de la historia socialista, como la muerte de Pablo Iglesias (9 de diciembre), la Comuna de París, el asesinato, en 1914, del dirigente socialista francés Jean Jaurés, convertido en día de lucha por la paz por la Internacional Juvenil Socialista (31 de julio); o la muerte de Tomás Meabe, considerado fundador de la FJS (4 de noviembre).108 Sin embargo, a finales de 1933 y principios de 1934, Renovación conmemoró la revolución bolchevique rusa y el aniversario de la muerte de Lenin.109
También cambiaron los libros y folletos reproducidos o recomendados por Renovación. En 1931 se reprodujeron extractos de la obra Para ser socialista, del dirigente francés Leon Blum. Intermitentemente a lo largo de 1932 se publicaron programas del socialismo alemán del siglo XIX, y en 1932 y 1933, artículos sobre la revolución rusa de 1905 o partes del libro de Julián Zugazagoitia, Rusia al día.110 En 1933 el peligro fascista se adivinaba en la recomendación del libro Alemania ayer y hoy, de Antonio Ramos Oliveira, centrado en la relación entre el fascismo y el nazismo y en cómo habían llegado al poder, o del análisis realizado por el secretario del Partido Socialista Italiano (PSI), Pietro Nenni, sobre el asesinato de Matteoti, diputado del mismo partido. Y de la publicación de los programas reformistas del socialismo alemán se pasó a las «Palabras de Lenin» en El Estado y la revolución.111 Significativamente también, se inició 1934 con una nueva sección titulada «Literatura revolucionaria» en la que pretendían recoger «escritos de trabajadores empapados de preocupaciones de clase» y otros que «empujen hacia la revolución».112
En la creciente división interna del PSOE, la mayoría de la FJS tomó enseguida una posición clara de apoyo al sector izquierdista dirigido por Francisco Largo Caballero y atacó el reformismo de Julián Besteiro y el centrismo de Prieto: considerando que las únicas fuerzas revolucionarias en España eran las socialistas, planteó que dentro de ellas había que luchar «por vencer toda orientación reformista… obstáculo para toda acción revolucionaria de las masas»; «lastre» para una acción revolucionaria, que «si no se retira buenamente, será preciso desarraigar con violencia». Esto implicaba criticar a los partidarios de los otros sectores socialistas dentro de la misma organización juvenil: así, en un artículo firmado por Carlos Hernández Zancajo se criticó que José Castro, presidente de la organización, hubiera votado en contra de apoyar la táctica del partido en la Federación Española de Trabajadores de la Tierra y se pidió que todos los que pensasen así abandonasen el PSOE y sus juventudes. Tras la salida de los besteiristas –contrarios a toda acción insurreccional– de la dirección de la UGT, se inició la lucha contra la postura de Prieto, que defendía un movimiento que recuperase y radicalizase el proyecto del 14 de abril, pidiendo «la depuración del Partido». Renovación defendió, además, una independencia para la organización juvenil mayor de la que tenía: rechazó que las Juventudes Socialistas fueran «órganos secundarios» del PSOE. Por el contrario, eran «las fuerzas de asalto del Partido», «mientras éste siga su línea política, de acuerdo con el pensamiento de Largo Caballero», pero si se «desviara» de esta línea, «no nos consideraríamos obligados a nada con él». Muy lejos parecía ya el momento en que en el Cuarto Congreso habían acordado que «nunca se podrá pensar que los organismos juveniles (…) puedan considerarse obligados a señalar ni la doctrina ni la táctica del Partido».113
Renovación, más que otros periódicos socialistas y desde fechas más tempranas que éstos, desarrolló justificaciones de la violencia y realizó numerosas llamadas a la juventud para que se militarizara. Ya el 4 de noviembre de 1933 planteó que «al fascismo es preciso combatirlo en su terreno», el de la violencia, con una «violencia colectiva y constante». Y, como he analizado en otro trabajo, la misma conformación de las milicias socialistas que participaron en la insurrección de octubre de 1934 en Madrid no hubiera sido posible sin la participación de la FJS, que dio instrucciones para su constitución a través de diversas circulares, mientras Renovación asumió un papel de canal de información sobre su organización y las juventudes socialistas reivindicaron su papel en la creación de una organización paramilitar: «de estas columnas es de donde primeramente salió la consigna de militarizar nuestros cuadros».114
La nueva postura juvenil fue refrendada en el Quinto Congreso de la FJS, celebrado en abril de 1934, en el que incluso algunas organizaciones propusieron que «en los Estatutos de nuestra Federación conste de manera categórica la presión sobre el Partido Socialista para que éste no colabore con ningún partido republicano». Ya no se habló tampoco de milicias de carácter defensivo, como en el Cuarto Congreso, sino que se plantearon con una clara concepción de lucha por el poder. Este congreso eligió también una nueva Comisión Ejecutiva formada por Carlos Hernández Zancajo, como presidente; Enrique Puente y Rodolfo Obregón como vicepresidentes; Santiago Carrillo de secretario general; José Laín Entralgo, vicesecretario; y Federico Melchor, contador. Los vocales eran Segundo Serrano Poncela, Leoncio Pérez, Juan Pablo García y José Cazorla. Esta dirección no era sólo más radical, sino también, en líneas generales, más joven que la anterior: aunque no contamos con la edad de todos sus miembros, en 1934, José Castro tenía 32 años, Mariano Rojo 28 y Antonio Cabrera, 34; mientras que Carrillo tenía sólo 20 años, Enrique Puente, 25; Federico Melchor, 19; y Serrano Poncela, 22,115 a pesar de que desde la UJCE se dijo que en este Congreso de la FJS la mayoría de los delegados «pasaban de los treinta años» y había muchos que «nunca fueron obreros». La organización juvenil tercerista consideraba que sólo había habido «frases y más frases»: «“insurrección armada”, “dictadura del proletariado”»… Mentiras, palabras para contener el anhelo de lucha de sus propios afiliados»; mientras que desde las organizaciones comunistas heterodoxas se habló de «sinceridad revolucionaria» de la FJS, pero se agregó que el PSOE la dejaba «vociferar» sabiendo que las decisiones no dependían de ella.116
Sin embargo, la radicalización de esta nueva dirección juvenil era clara y una de sus primeras medidas fue buscar reforzar la propaganda de sus posiciones políticas, para lo que la FJS creó una revista teórica (Espartaco), cuyo primer número se publicó en julio de 1934 y que se estrenó con un duro ataque a la minoría parlamentaria socialista: «La Federación de nuestras juventudes no reconoce como suyas las voces socialistas alzadas en el Parlamento frente a muchos problemas. Para ella, la minoría no ha logrado encarnar el ambiente renovador del Partido ni la orientación revolucionaria del socialismo español».117
Los congresos provinciales también reflejaron la radicalización que vivían las Juventudes Socialistas. Al alicantino, por ejemplo, se presentaron varias peticiones de que la minoría socialista abandonase el congreso o «ver con disgusto» su actuación. La organización de Elda propuso que «las juventudes procuren que las Agrupaciones Socialistas no se aparten de la línea revolucionaria» y «que el congreso se dirija al partido manifestándole que vería con satisfacción se separe de la Segunda Internacional». El congreso de la Federación Provincial de Juventudes Socialistas de Vizcaya aprobó, a propuesta de la sección de Bilbao, «ir a la instauración de la República Social» y mostrar su adhesión a la campaña realizada por Largo Caballero y Renovación. Curiosamente, por su posterior fidelidad largocaballerista, en el segundo congreso Provincial de las Juventudes Socialistas de Valencia, una propuesta de Buñol para que el Partido Socialista estableciese en su programa «la dictadura del proletariado como medio para la implantación del Socialismo» fue rechazada por 261 votos en contra y 27 a favor.118
Sin embargo, las relaciones entre las organizaciones juveniles obreras estaban plagadas de las mismas dificultades y diferencias que las de sus correspondientes organizaciones de adultos y los primeros acercamientos solo fueron posibles como respuesta a los inicios de una movilización fascista en España, como la publicación de El Fascio, el 16 de marzo de l933. Estos primeros ejemplos de unidad de acción fueron todavía frenados por la dirección juvenil socialista, que, tras los actos para impedir la venta de esta publicación en Madrid y ante la propuesta comunista de constituir alianzas para evitar su distribución en provincias, envío una circular planteando que «no hace falta, por el momento, pacto o inteligencia alguna».119
Como planteó la Federación Provincial de Juventudes Socialistas de Vizcaya, ante las numerosas consultas de sus secciones por las «reiteradas invitaciones» hechas por los comunistas, no se podía «contraer ningún compromiso con ninguna entidad política ajena a la nuestra, sino sujetándose a lo dispuesto por el Comité Nacional del Partido». Esta federación llegó a expulsar a un afiliado por realizar un viaje a la Unión Soviética a pesar de la oposición de la dirección provincial, aunque en su congreso las proposiciones presentadas incluyeron que se pudiera pertenecer a la «Unión de Amigos de Rusia», hecha por la sección de Lejona; o que la juventud se dirigiese al PSOE para que no hubiera más alianzas con los republicanos y se viera la forma de «hacer una conjunción estrecha entre los elementos revolucionarios», presentada por Gallarta. Una petición similar a esta última hizo La Arboleda, que también propuso que las juventudes socialistas vieran la forma de mandar afiliados a la Unión Soviética y que se declarasen «enemigas del reformismo y fieles defensoras de la dictadura del proletariado», mientras que las secciones de Las Carreras y Valmaceda pidieron que se solicitase al PSOE que en caso de que se establecieran alianzas con otros sectores políticos fuera sólo con comunistas.120
También las proposiciones para el congreso provincial de Alicante incluyeron peticiones unitarias bajo diferentes formulaciones: de unidad de acción con los comunistas hablaba Novelda; de Alianza Antifascista, Alcoy; y de unidad o acuerdo con todos los partidos obreros, Alicante, Orihuela y Elda. Esta última propuso también la «unidad entre las juventudes proletarias en un frente único juvenil proletario», mientras que Villena planteó que no se pactase con los partidos republicanos. Así, también en el Quinto Congreso de la organización juvenil las propuestas de unidad fueron numerosas: por ejemplo, las secciones de Villarreal, Alcalá de Henares y Abarán pidieron «que se busque la más estrecha armonía con el Partido Comunista y las asociaciones obreras»; mientras que la de El Puerto de Santa María propuso suprimir la norma de no colaborar con los comunistas en los comités antiguerra y antifascistas; y la de Madrid, «que el congreso acuerde dirigirse al Partido Socialista para que éste estudie la posibilidad de llegar a una acción común con el proletariado marxista, al objeto de lograr lo más rápidamente la conquista del Poder político».121
El desarrollo de las organizaciones fascistas o que se consideraban fascistas, las convocatorias políticas de las organizaciones derechistas que eran vistas como ejemplo del retroceso de la República, y las medidas del gobierno que buscaban frenar el creciente activismo político juvenil hicieron que a lo largo de los primeros meses de 1934 se sucedieran diferentes llamamientos a la unidad desde todas las organizaciones juveniles obreras. Ya en enero de 1934, informando sobre la Alianza Obrera de Cataluña,122 la FJS reclamó «un frente único juvenil en toda España entre socialistas, comunistas y sindicalistas», a través de un acuerdo de sus direcciones. La UJCE, por su parte, elaboró un comunicado llamando a las juventudes socialistas y a las libertarias a formar un frente único por la base, pero mantuvo sus críticas a la FJS, a la que acusó de «infantilismo revolucionario», por lo que ésta consideró que «no quieren sinceramente el frente único». También en enero, la Izquierda Juvenil Comunista pidió la formación de un frente único y, al igual que los socialistas, creía que debía organizarse desde las direcciones y creando un frente juvenil. Las reivindicaciones que planteaba se centraban en la defensa de las conquistas logradas, la respuesta a la crisis económica y el freno de las organizaciones «fascistas», lo que a la FJS, ahora radicalizada, le parecieron objetivos limitados: el frente único había que realizarlo «para hacer triunfante la revolución».123
Los dirigentes de Renovación dejaron clara en varios artículos cual era su idea sobre el funcionamiento del «frente único juvenil»: rechazo del frente único por la base, pudiendo organizarse por localidades sólo si se ponían de acuerdo las direcciones, «autonomía de acción de las Juventudes Socialistas que actuarán con la consigna de todo el poder al Partido Socialista» –lo que, en la práctica, impedía la unidad-; las organizaciones juveniles trabajarían con sus respectivos partidos para la formación de un «frente proletario» de las mismas características, y estos organismos unitarios se podían romper si así lo decidía la dirección nacional de la organización.124 Probablemente estas explicaciones iban dirigidas no sólo a las otras organizaciones sino a las propias filas juveniles socialistas que estaban siendo literalmente bombardeadas por propuestas de unidad de acción sobre las que, generalmente –aunque no siempre–, consultaban a su dirección. Por ejemplo, en el País Vasco, la Federación Provincial Juvenil Socialista de Vizcaya recibió consultas de diversas secciones que habían recibido propuestas de los comunistas de realizar un frente único o de colaborar en el Frente Juvenil Antifascista. Sin embargo, en la primavera de 1934 desde Lejona directamente se informó de que habían organizado el «frente único local» con la juventud comunista, para defenderse de «los posibles ataques fascistas» e incluso habían «acoplado a nuestras milicias las comunistas».125
A propuesta de la UJCE se reunieron el 26 y 30 de julio de 1934 una delegación de ésta y otra de la FJS.126 En este debate se reflejaron las importantes diferencias que en cuanto a la misma definición de la situación española, estrategias, tácticas y objetivos había entre las dos organizaciones juveniles. Así, no hubo acuerdo sobre los objetivos que debía tener el frente único (lucha antifascista para los comunistas y conquista del poder político según los jóvenes socialistas); su composición (la UJCE defendía la participación de las juventudes republicanas y rechazaba que estuvieran las juventudes de la izquierda comunista heterodoxa –definidas como trotskistas–, lo que la FJS no aceptaba); el papel de las luchas parciales (que los comunistas defendían como medio de concienciar a las masas y los socialistas consideraban un desgaste de fuerzas); o sobre cual debía ser el órgano dirigente de la revolución (los soviets para la UJCE, en un simple traslado mecánico de la experiencia rusa, las Alianzas Obreras, para la FJS). Ambas organizaciones usaron profusamente ejemplos internacionales, desde las revoluciones rusas a la subida de Hitler al poder en Alemania –que para la FJS había supuesto el fracaso tanto de la táctica de la IC como de la de la IOS, por lo que ninguna de las dos internacionales obreras era adecuada–,127 o la insurrección de febrero de 1934 en Austria, lo que muestra la importancia de las experiencias internacionales, aunque las enseñanzas que sacaran de éstas fueran diferentes.