Kitabı oku: «Paso a la juventud», sayfa 5
Las dos organizaciones sólo parecieron llegar a un acuerdo en el cese de los ataques mutuos y en el planteamiento, muy general, de que en las acciones concretas ambas organizaciones trabajarían juntas: el 28 de julio, Renovación recomendó a sus secciones que «en los casos de acción directa contra el fascismo se inteligencien localmente con las demás juventudes obreras». La UJCE, por su parte, dio instrucciones a los jóvenes comunistas de Madrid para que apoyaran la venta de Renovación, defendiéndola contra las recogidas policiales. El órgano de las juventudes socialistas anunció que en lugares como Sama o Badajoz las organizaciones de la UJCE habían ingresado en las Alianzas Obreras y dijeron saber que «en el seno de las células comunistas madrileñas se han producido actos de oposición» a la postura mantenida por los representantes de la UJCE en las conversaciones. Informó también de que muchas secciones de la UJCE estaban ingresando en la FJS, citando, por ejemplo, las de Móstoles, Ciempozuelos, El Pardo y Morata de Tajuña en Madrid, pero ésta es la única referencia con la que contamos de la existencia de organizaciones juveniles comunistas en pueblos donde parece que no había ni organización del PCE.128
Las juventudes socialistas planteaban sus relaciones con las organizaciones juveniles del Bloc Obrer y Camperol e Izquierda Comunista de distinta forma. Ya ante las elecciones de 1933 y la formación de una alianza entre el PSOE y el BOC en Cataluña, dijeron que dicha organización tenía más «conciencia» que «los de la Tercera Internacional». Posteriormente, Renovación agregó que «si trotskistas y bloquistas (…) vinieran a nuestro campo a ayudarnos a dar la batalla a la fracción reformista, los frutos serían más rápidos».129 Ya fuera por su menor número, por unas posiciones parcialmente más cercanas o porque no estaban implicados en organizaciones internacionales fuertes como la Internacional Comunista parece que veía factible una integración de las organizaciones comunistas heterodoxas en las socialistas.
Así, las diferencias hicieron difícil la unidad de acción de las organizaciones juveniles que se produjo a través de la misma acción colectiva y principalmente a partir de la primavera de 1934. La visión de la CEDA como origen de una amenaza fascista, compartida por todas las organizaciones obreras y que se acrecentaría en la FJS con la subida al poder del canciller socialcatólico Dollfuss en Austria, al que identificaron con Gil Robles,130 llevó a la FJS a convocar, el 22 de abril de 1934, una huelga general que paralizó por primera vez la capital de la República por motivos políticos, en este caso contra la concentración de la JAP en El Escorial, que era el colofón de su Primera Asamblea Nacional.131
Aunque la huelga no hubiera triunfado sin la participación de las organizaciones sindicales, tanto las ugetistas como las anarcosindicalistas, es significativo que las octavillas que convocaron la huelga y las que la dieron por concluida fueran firmadas sólo por la FJS. También los participantes en los enfrentamientos violentos que se produjeron desde el 20 de abril, y que fueron especialmente abundantes el 22, fueron principalmente jóvenes, al igual que la mayoría de los heridos. Desde la ICE se criticó que «el movimiento nació espontáneamente a última hora (…) Nada había preparado: el partido socialista decía que se bastaban los jóvenes; los jóvenes decían que se bastaban ellos, pero preferían gesticular y amenazar que arrostrar la preparación de la jornada», pero esta improvisación en todo caso también muestra la capacidad de movilización de las organizaciones socialistas y la concienciación de sus bases ante lo que consideraban peligro fascista dado el éxito que tuvo la convocatoria.132
El incremento de los enfrentamientos callejeros entre grupos de jóvenes de ideologías opuestas a lo largo del primer semestre de 1934 llevó al gobierno a tomar medidas que limitaban la participación política de los jóvenes. Los incidentes del 10 de junio de 1934 en la provincia de Madrid, en los que murieron una joven socialista –Juanita Rico–, y un falangista, y resultaron heridos otros seis jóvenes en diversos enfrentamientos producidos entre grupos juveniles falangistas y socialistas o comunistas; y los enfrentamientos producidos ese mismo día en la capital de la República entre guardias de asalto y grupos de excursionistas obreros (jóvenes principalmente), llevaron al Ministerio de la Gobernación a prohibir «los grupos en formación con insignias, banderas, emblemas», frente a la «reiteración de manifestaciones que a pretexto de jiras [sic] campestres o ejercicios de gimnasia se celebran en los alrededores de Madrid, constituyendo a veces actos políticos más o menos disimulados, y degenerando en ocasiones en reyertas que han producido diversas víctimas». Se estableció también que se impondrían multas a las organizaciones que realizasen estos actos y que se realizarían cacheos, principalmente los días festivos, en las salidas de Madrid. Renovación habló de «la continuas recogidas [del periódico juvenil], los camaradas encarcelados, la clausura de juventudes, la prohibición de actos y otras arbitrariedades más», para concluir que «en breve nos veremos precisados a actuar en la clandestinidad».133
Las medidas gubernamentales no frenaron la violencia juvenil: por ejemplo, el 7 de julio hubo un nuevo enfrentamiento entre falangistas y socialistas, con 3 jóvenes heridos; y el 24 de agosto otro en el que murió una persona y otras dos resultaron heridas, todas ellas jóvenes. El gobierno optó por prohibir –por decreto de 28 de agosto de 1934– la militancia política a menores de 16 años y a los que tuvieran menos de 23 sin el consentimiento de sus padres. La FJS consideró que era un «decreto fascista que pretende inutilizar nuestras actividades revolucionarias» y anunció que no lo cumpliría.134 Al día siguiente, 29 de agosto, la muerte de un miembro del Comité Central de la UJCE, Joaquín de Grado, en un enfrentamiento en Madrid con miembros de los sindicatos falangistas, llevó a las tres organizaciones juveniles obreras más importantes de la capital –la Juventud Socialista Madrileña (JSM), la Juventud Comunista Madrileña (JCM) y las Juventudes Libertarias– a firmar un llamamiento conjunto con numerosos sindicatos de oficio, para que se asistiese a su entierro, el 31 de agosto, como «homenaje a todos los militantes obreros asesinados». Los jóvenes socialistas y comunistas desfilaron juntos y uniformados, en la cabecera del cortejo fueron delegados de las organizaciones socialistas y comunistas, incluyendo diputados y dirigentes de ambas organizaciones, y en el acto intervino Enrique Puente, presidente de la JSM.135
Mientras tanto, se iba afirmando en la FJS el rechazo a la posición de la Internacional Juvenil Socialista, tras la reunión celebrada por su buró político en Lieja el 3 de agosto, en la cual uno de los temas tratados fue el frente único y la lucha contra el fascismo. La organización juvenil socialista española consideró que esta reunión había ratificado una «línea claudicante», al rechazar las posiciones de la izquierda de la IJS (las secciones francesa, española, belga e italiana), que habían propuesto iniciar conversaciones con la Internacional Juvenil Comunista, y que era «de todo punto imposible salvar a la Internacional». Esta ruptura con la Internacional Juvenil Socialista no supuso todavía un acercamiento a la comunista, ya que la FJS planteó que la organización juvenil tercerista debía «renunciar a la idea de que las secciones que se desgajen» de la IJS entraran en su seno y que eran «muchos los errores» de la Tercera Internacional. Definió como «peregrina» la propuesta que le hizo la UJCE de ingresar en la IJC y dijo que eran los jóvenes comunistas los que debían ingresar en la organización juvenil socialista: «Porque somos los más, porque nuestra influencia es mayor y porque vamos directamente a la conquista del poder proletario».136
A pesar de la continuación de las discrepancias, el rechazo al decreto que limitaba la militancia política de los jóvenes hizo que la FJS y la UJCE realizaran por primera vez acciones conjuntas no derivadas del asesinato previo de algún miembro de sus organizaciones. Sus secciones de Madrid convocaron una manifestación de protesta para el 6 de septiembre, que tuvieron que suspender al no ser autorizada. Finalmente, el 14 de septiembre, la JSM y la JCM celebraron por primera vez un acto unitario. Aunque convocado formalmente contra el decreto sobre la militancia juvenil, intervinieron no solo representantes nacionales de la FJS y de la UJCE, sino también del PSOE y del PCE, y los oradores se centraron en criticar la situación de la República, defender la toma revolucionaria del poder por parte de las organizaciones obreras y apoyar la unidad de acción.137
En las acciones violentas más importantes realizadas en Madrid durante la insurrección de octubre de 1934 participaron principalmente jóvenes e, ineficaz el comité revolucionario socialista, la escasa coordinación y dirección que hubo en la capital de la República fue realizada por los miembros jóvenes de las milicias, como José Laín Entralgo, del que se dijo que fue el que dio la orden de vuelta al trabajo a los milicianos, o Fernando de Rosa, destacado socialista italiano. Ellos eran también los responsables de los dos sectores de las milicias que más actuaron en octubre y la organización juvenil tuvo también un «mártir» madrileño, Ángel San Juan, de 21 años, muerto en un enfrentamiento con las fuerzas de orden público en uno de los círculos socialistas de la ciudad.138
Y sí el importante papel de la juventud en los sucesos de octubre fue destacado ya en su momento por mayores de diferentes tendencias políticas, también los jóvenes fueron muy conscientes de éste, como indica la frase con que se inicia este apartado. José Leiva agregaba que en Asturias «las juventudes marxistas y libertarias desempeñaron funciones responsables y principalísimas», pero desde la juventud socialista ya se había dicho en abril de 1936 que los jóvenes habían sido «la vanguardia del proletariado en octubre».139
La represión de los sucesos de octubre de 1934 afectó en mayor o menor medida a todas las organizaciones juveniles progresistas y de izquierdas, no sólo a las relacionadas con los diferentes partidos obreros. Como cuenta Tagüeña, «las asociaciones profesionales de estudiantes habían sido expulsadas de sus locales universitarios y los falangistas, prácticamente, eran los dueños de la Universidad. El fracaso de la revolución de octubre resolvió la pugna entre la FUE y la Falange en provecho de esta última»: se anuló definitivamente la representación escolar de la UFEH, se cerraron sus locales y se prohibió que celebrara asambleas y congresos.140 Sin embargo, las organizaciones juveniles de izquierda continuaron actuando y relacionándose aunque fuera clandestinamente y con limitaciones.
La nueva situación política no impidió el funcionamiento de las Juventudes Libertarias –probablemente, además, más acostumbradas que las socialistas a la actuación en clandestinidad. Por ejemplo, el 22 de octubre de 1934 las Juventudes Libertarias de La Unión (Murcia) informaron al Comité Peninsular de que habían empezado a organizar el primer congreso provincial de la organización. El congreso se celebró finalmente el 13 de enero de 1935, con representantes de ocho secciones locales, mientras otras seis no pudieron asistir por falta de medios económicos.141 Sin embargo, los distintos grados de represión implicaron numerosas diferencias regionales y locales, como muestran los informes enviados por el Comité de Relaciones del Norte, que en agosto y septiembre de 1935 decía que poco a poco se iban reorganizando las secciones que habían quedado «destrozadas» tras octubre. El comité juvenil libertario reconocía su escasa influencia, cifrando en unos 64 los militantes concentrados en Beasain, Rentería, Reinosa y San Sebastián, mientras que no tenía noticias de otras cuatro secciones: Tolosa, Vitoria, Pasajes y Santander. La Federación Local de Juventudes Libertarias de Melilla decía el 21 de marzo de 1935 que «en el protectorado no hay libertad ninguna y se persigue toda la prensa obrera y liberal». Hablaba de la existencia de organizaciones juveniles libertarias en Melilla, Ceuta, Larache, Acila (sic) y Tetuán, aunque desde esta última se decía tener, en enero de 1936, sólo unos 15 afiliados.142
También las juventudes socialistas se empezaron a reorganizar rápidamente: por poner solo algún ejemplo, ya el 20 de noviembre de 1934 se reestructuró la sección de Gijón de la Juventud Socialista, acordando «eliminar (sic) transitoriamente (…) a los camaradas que hayan estado al margen del movimiento o que no merezcan confianza en estos momentos» y ya entonces se dio lectura a una circular de la dirección nacional de la FJS que pedía que se enviaran direcciones particulares para mantener el contacto. En diciembre, la ejecutiva nacional juvenil envió otra circular con «instrucciones para la estructuración de las secciones para la actuación en la clandestinidad», organizándose en células, según el modelo comunista. A finales de diciembre, la Juventud Socialista (JS) de Gijón acordó adoptar «la nueva estructura» propuesta por la dirección nacional.143 Y no fue solo la sección de Gijón la que se reorganizó: también lo hizo la de Oviedo que fue la que prestó los fondos que permitieron volver a funcionar a la comisión provincial, que celebró un pleno el 21 de abril de 1935.144 La Juventud Socialista Asturiana (JSA) organizó a sus secciones en células, aunque parece que las secciones juveniles socialistas prefirieron volver a la vía legal en cuanto fue posible: de 9 de enero de 1936 es un reglamento de una «organización juvenil socialista de Asturias» presentado el día 11 al gobierno civil provincial, mientras que la Federación Provincial de Alicante de la FJS celebró un pleno el 3 de noviembre de 1935 en el que se acordó legalizar la federación, lo que se hizo en diciembre.145 Esto no quiere decir que la represión no hubiera hecho mella en la FJS: por ejemplo, la JSA informó de que tras octubre de 1934, entre exiliados, presos, enfermos, y otros de los que se decía que se habían «alejado» de la organización, sólo habían permanecido activos dos miembros de su ejecutiva, Ramón Suárez y Rafael Fernández Álvarez.146
Probablemente aprovechando el fin del estado de guerra, la comisión ejecutiva provincial de Santander convocó el 19 de abril de 1935 un pleno de militantes que se celebró el día 28 y al que asistieron representaciones de 12 secciones, lo que nos hace suponer que asistieron todas las existentes, dado que en su congreso anterior contaba con 11. En ese pleno se debatió la organización en células propuesta por la Ejecutiva de la FJS, que rechazó la sección de Astillero considerando que «con la actual [estructura] realizan su misión con completa normalidad» y que era «una copia de la organización comunista», que podría usarlo a su favor. Santander planteó que el funcionamiento ilegal era necesario en las capitales con gran número de afiliados y se aprobó finalmente dar libertad a los pequeños pueblos de la provincia para implantar o no la nueva estructura organizativa. Se debatió también la posición de la FJS después de octubre y fue nuevamente la sección de Astillero la que, tras expresar su apoyo a la «posición revolucionaria», precisó que había «llegado el momento de emplear la táctica oportunista» y mostró su «profundo desagrado» con la campaña que desde el periódico clandestino de la FJS, Octubre, se realizaba contra «algunos elementos del partido»: la atención debía centrarse en conseguir la libertad de los presos y la conducta de los militantes debía enjuiciarse «en el seno de la organización». A propuesta de esta sección, se aprobó enviar un comunicado a la ejecutiva nacional solidarizándose con «la posición revolucionaria del periódico, pero no así con la campaña que sostiene contra algunos hombres del partido».147
Y es que el enfrentamiento entre las distintas tendencias del PSOE continuó, y la FJS, en la línea de los ataques realizados por Renovación antes de octubre, mantuvo en sus publicaciones clandestinas una postura muy radical frente a centristas y besteiristas. Ya en diciembre de 1934, los dirigentes besteiristas Andrés Saborit, Trifón Gómez y Lucio Martínez pidieron a la ejecutiva del PSOE que le comunicara a la FJS «su proceder inoportuno» por las críticas que estaba realizando. La ejecutiva respondió que no podía desautorizarla públicamente por «tratarse de notas publicadas en periódicos clandestinos», pero envió una carta a la Juventud Socialista Madrileña (que editaba un periódico llamado UHP), pidiéndole, «en previsión de que tengáis contactos con los inspiradores de esas hojas», que les hicieran ver que tenían que suspender su «campaña sobre divisiones necesarias». En marzo de 1935, la ejecutiva juvenil nacional elaboró un manifiesto en que ratificaba «su ferviente deseo de seguir luchando por el triunfo de la dictadura proletaria, llevando su combatividad hasta aniquilar la fracción reformista dentro de las Juventudes y del Partido».148
Ese mismo mes de marzo la FJS editó un boletín interno con el objetivo de «conseguir que todos los militantes socialistas tengan unas ideas generales acerca del marxismo» para fundamentar la lucha contra el reformismo –al que consideraba que había que «eliminar» de todos los puestos que ocupase en los sindicatos porque no era suficiente con que no estuviera presente en la dirección nacional de la UGT– y porque la «educación marxista» de los jóvenes socialistas era inferior a la de «los militantes comunistas». En el boletín se defendía la bolchevización de los cuadros de la juventud («reconocerse en posesión de las doctrinas leninistas. Militante convencido de la consigna: A la dictadura del proletariado por la insurrección armada»); se rechazaba el llamado «mesianismo de la legalidad», de la que se consideraba que nada se podía esperar por lo que recomendaba no legalizar las secciones juveniles que se constituyeran; y se insistía en que la organización juvenil estaba transformando su organización para adaptarla a la situación de clandestinidad, formando células. La caída de este boletín en manos de las fuerzas de orden público hizo que elaboraran otro, más reducido pero en el que se reprodujeron bastantes de las ideas del anterior incluso con las mismas frases, y que pedía, además, que los jóvenes influyeran en las agrupaciones locales para que se pronunciasen por abandonar la Segunda Internacional, ya que, una vez fuera de ésta, el PSOE «será el verdadero partido bolchevique», lo que tendría que reconocer la Internacional Comunista, que debía «modificar sus normas rígidas actuales (…) y entonces se producirá la reconstrucción del movimiento obrero internacional». Informaba también de que José Laín estaba en Moscú y se había reunido con los dirigentes de la IJC que habían expresado «su satisfacción por las acciones revolucionarias del proletariado español» y por «la línea política trazada y seguida» por la FJS; y se indicaba que se habían abordado «otros problemas (…) de vital interés», de los que se informaría en «ocasión más propicia», lo que parece indicar que fue Laín el que inició las conversaciones para la unidad. No obstante, se seguía defendiendo que los militantes de la FJS luchasen por la unificación del proletariado español en el PSOE y se indicaba que «las Juventudes Socialistas consideran como jefe iniciador de este resurgimiento revolucionario al camarada Largo Caballero».149
En el folleto Octubre: Segunda etapa la dirección de la FJS culpó del fracaso de la insurrección de octubre al reformismo y el centrismo, que habrían traicionado a la revolución. Defendió la primacía del PSOE como fuerza revolucionaria, y a la izquierda del partido, proponiendo la «depuración» de este último con «la expulsión del reformismo y la eliminación del centrismo en la dirección». Consideraba que la estructura orgánica de las organizaciones socialistas estaba hecha para la lucha legal y era ineficaz para la revolución y para la nueva situación de semiclandestinidad, por lo que abogaba por su centralización, transformándola según el modelo leninista. En cuanto a la política de alianzas, se rechazaba la propuesta comunista de bloque popular antifascista y cualquier posible acuerdo electoral con los republicanos y se defendía el mantenimiento de las alianzas obreras como «organismos que preparasen la insurrección». Se insistía en la unión de las diferentes fuerzas obreras en un único partido y una única central sindical, que habían de ser el PSOE y la UGT; y se proponía, por último, la salida del PSOE de la Segunda Internacional, mientras que se continuaba criticando el centralismo de la Internacional Comunista y se planteaba que ésta tenía que darse cuenta de que el PSOE era «el partido bolchevique de nuestro país» y, por tanto, «el único Partido con el cual tiene que tratar».150
La respuesta de la corriente centrista fue dada por Indalecio Prieto en una sucesión de artículos que, bajo el título de Posiciones Socialistas, publicó el periódico El Liberal, de Bilbao, entre abril y mayo de 1935, y en los que partía de rechazar la misma edición del folleto juvenil porque la discusión no debía haberse hecho pública. Insistía en que la revolución social no era posible en España, por lo que la labor de los socialistas era consolidar la República mediante una conjunción electoral con los republicanos, considerada también como la única fórmula para lograr la amnistía, a la vez que criticaba duramente la bolchevización defendida por las juventudes. Prieto también decía que del folleto Octubre discrepaban públicamente organizaciones juveniles socialistas «que acaban de elegir Directivas de criterio contrario, como las de Asturias, Badajoz, [y] Madrid». La JSM negó la versión de Prieto alegando que no había elegido comité directivo desde enero de 1934, y que el cinco de mayo de 1935 se había constituido una Comisión Gestora con los miembros de la anterior dirección que no estaban en la cárcel.151
Y la cuestión de la «disciplina» de las juventudes socialistas fue otro motivo de enfrentamiento entre los sectores centrista e izquierdista del PSOE. Tras salir de la cárcel en noviembre de 1935, Largo Caballero rechazó tener relación con la edición del folleto Octubre. Segunda Etapa, pero también lo defendió, considerando que las Juventudes Socialistas habían «planteado problemas que el partido tendrá que discutir y resolver» y que habían tenido «más decisión que el partido». Agregó que «con muchas –aunque no con todas» las afirmaciones del folleto estaba totalmente de acuerdo, haciendo especial referencia a la dictadura del proletariado y a la bolchevización del PSOE, que definía como la depuración del partido, reafirmando su ideología marxista y reconstruyendo su organización para que fuera más eficaz.152
Tras la salida de Largo Caballero de la ejecutiva del PSOE en diciembre de 1935, toda la ejecutiva de la FJS se dirigió en un largo comunicado a «sus militantes, a los del Partido y los Sindicatos, a la clase obrera en general», lo que, aparte de inusual, resultaba completamente contrario a las normas socialistas, y que los firmantes justificaban por la «obediencia» que habían mostrado hacia las consignas de la dirección del PSOE y por haber asumido la dirección de la FJS debido a que en su anterior ejecutiva el partido no había encontrado «servidores leales y sinceros». El comunicado planteaba que las bases del PSOE estaban a favor de Largo Caballero, consideraba a la nueva ejecutiva «ilegítima» y pedía su dimisión, mientras que, como ya se había amenazado desde Renovación antes de octubre, la FJS se consideraba libre «de toda obligación para con los actuales poderes del partido», aunque decía mantenerse ligada, «sin reservas», a él. Desde El Socialista se respondió con un llamamiento a la disciplina de la organización juvenil porque «no se llaman juventudes socialistas por generación espontánea», sino que tenían que actuar al servicio del PSOE, idea que se repetía varias veces. Pero no se las atacaba con dureza, seguramente intentando no ahondar en el enfrentamiento, y se justificaba su actitud por su falta de experiencia y por el carácter juvenil «impaciente», mientras se destacaba su papel en el partido, su crecimiento y su fortaleza.153
Las tensiones y las divisiones socialistas se trasladaron a las diferentes federaciones juveniles. Sirve de ejemplo la situación en Bilbao, donde la juventud socialista se propuso, ya en mayo de 1935, celebrar una consulta entre sus afiliados sobre una alianza con los republicanos, ante lo que un militante planteó, desde la cárcel donde cumplía condena por los sucesos de octubre, que no se debía hacer porque había una decisión en contra del último congreso de la FJS. Tras la dimisión de Largo Caballero, en la cárcel de Larrinaga, donde estaban la mayoría de los jóvenes socialistas vascos presos tras octubre de 1934, circuló una carta de defensa de la «unidad del partido», en la línea de la Ejecutiva del PSOE, lo que produjo un debate «bastante lamentable» e inadecuado «dada la próxima contienda electoral y la importancia de ésta», según un afiliado que decía haberla firmado, y que llevó a otro grupo de jóvenes socialistas presos en la misma cárcel a pedir a la Juventud Socialista de Bilbao que expresara su apoyo al Comité Nacional de la FJS y, por tanto, a Largo Caballero, lo que hizo la asamblea de la organización celebrada el 16 de enero de 1936.154
El acercamiento entre los jóvenes seguidores de Largo Caballero y los comunistas oficiales continuó y una octavilla de la Juventud Comunista de Madrid, de fecha muy cercana a los sucesos de octubre, planteaba que, además de «haber luchado juntos jóvenes socialistas, comunistas, libertarios», la juventud socialista y la comunista habían formado un comité de enlace entre ambas organizaciones.155 Una representación de la FJS y otra de la UJCE se reunieron en Madrid el 1 y 3 de noviembre de 1934, en una reunión apenas citada por los historiadores, volviendo a discutir sobre la utilidad de las luchas parciales, la situación en Alemania y el papel de los partidos socialista y comunista en el ascenso de Hitler al poder; los cambios en la política de frente único de la Internacional Comunista y la crisis de la socialista. La FJS informó de un manifiesto que había aprobado su ejecutiva tras la lucha de octubre en el que se hacía un llamamiento a reconstituir la unidad del movimiento juvenil internacional sobre nuevas bases, insistiendo en el fracaso de las dos internacionales obreras y proponiendo unificar las organizaciones juveniles obreras españolas a través del ingreso de las juventudes del PCE, de la ICE y del BOC en la FJS, porque ésta se hallaba «en mejores condiciones que cualquier otra fuerza para realizar la unidad».156 Lo único que se llegó a aprobar fue potenciar las Alianzas Obreras para que actuaran de forma pública, reorganizando sus direcciones –en la línea propuesta por el PCE antes de octubre, con la presencia de delegados directos de comités de fábrica y de barriada– y crear una Alianza Obrera Nacional que presentase candidatos a unas futuras elecciones generales. Los jóvenes socialistas rechazaron la nueva propuesta de frente único desde arriba de la Internacional Comunista, porque incluía a «reformistas», mientras mantuvieron sus críticas al «excesivo dirigismo de Moscú» existente en la internacional, y a los comités antifascistas y asociaciones de amigos de la URSS, donde participaban la «burguesía de izquierdas» y «elementos reaccionarios».157
La juventud socialista informó también de que había contactado con las juventudes de izquierda de la Internacional Juvenil Socialista –las organizaciones británica, belga, francesa, suiza, checoslovaca y austriaca–158 proponiéndoles reunirse para analizar la situación de la Internacional Juvenil Socialista, con la que la organización española consideraba necesario romper. La UJCE planteó que si lo que se hacía era crear otra internacional se dificultaría aún más la unificación de los jóvenes. Propuso a la FJS que ingresara en la Internacional Juvenil Comunista y enviara una delegación a Moscú para discutir con otra de la UJCE y que solicitara que se la invitase al congreso que la IJC iba a celebrar, y que también se invitara a una delegación de esta última a la conferencia de las organizaciones juveniles de la izquierda socialista. Por su parte, el Secretariado Romano de la Internacional Comunista –encargado de los países latinos– se dirigió al PCE el 15 de enero porque consideraba la actitud de la UJCE demasiado «tolerante» hacia la FJS, rechazando especialmente el punto de «no agresión» que contenía el acuerdo proyectado entre ambas organizaciones. Ya el 20 de enero de 1935 se constituyó el comité de enlace de Torrelavega (Santander), «conforme a las instrucciones recibidas de la Federación Nacional», según informó la Juventud Socialista de esa localidad, mientras que el comité de enlace provincial de Asturias habló de la constitución de comités comarcales y locales en la región y agregó que esto no colmaba «las aspiraciones» de ninguna de las dos organizaciones, pero que era el «paso obligado para llegar a la unidad orgánica».159
Por otra parte, a principios de enero de 1935 se inició la ruptura de las relaciones entre la FJS y los grupos juveniles de la ICE. En una carta fechada el 6 de enero, la juventud socialista protestaba por el lenguaje «de traidores y contrarrevolucionarios» con que la juventud de la ICE se había dirigido a ella en una carta anterior, a pesar de que la FJS, aunque afirmaba ser consciente de la «insignificancia numérica» y la «reducidísima y esquilmada esfera de influencia» de la organización juvenil comunista heterodoxa, siempre la había defendido «por espíritu de solidaridad y por el deseo de llegar a una auténtica unidad». Consideraba que la causa de este maltrato era el «estrecho contacto» que mantenía la FJS con las «organizaciones de la Internacional Comunista», y daba por interrumpidas las relaciones «mientras no sean rectificadas las injurias contrarrevolucionarias que nos dedicáis». La respuesta de la organización juvenil de la ICE reconocía su «debilidad numérica» pero decía no encontrar motivos para las críticas que se le hacían. Afirmaba que a pesar de su rechazo al estalinismo nunca había desdeñado el contacto con el PCE y rechazaba tener una vinculación estrecha con Trotski. La UJCE, por su parte, continuaba atacando, como había hecho anteriormente, a las organizaciones «trotskistas», pero es interesante que en estos momentos acusaba a éstas de ser las que proporcionaban a los miembros de la ejecutiva de la FJS argumentos que impedían que se llegase a un acuerdo entre ésta y la UJCE.160