Kitabı oku: «Las profecías y revelaciones de santa Brígida», sayfa 12

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Los cuartos son aquellos judíos y paganos que quisieran ser cristianos, si tan sólo supieran cómo y en qué forma complacer a mi Hijo y si tan sólo tuvieran quien los ayudara. Ellos oyen de gente en regiones vecinas todos los días, y también saben de las súplicas de amor dentro de ellos mismos, así como de otras señales, cuánto mi Hijo ha hecho y sufrido por todos. Es por esto que claman a Él en su conciencia y dicen: ‘Oh Dios, hemos oído que prometiste darte a nosotros. Así es que te estamos esperando. ¡Ven y cumple tu promesa! Vemos y entendemos que no hay poder divino en aquellos que son adorados como dioses, sin amor por las almas, sin apreciar la castidad. Sólo encontramos en ellos motivos carnales, un amor por los honores del mundo actual. Sabemos acerca de la Ley y oímos sobre las grandes obras que has hecho en piedad y justicia, escuchamos lo dicho por tus profetas que están esperándote a Ti, a quien han predicho. Así es que, ¡ven amable Dios! Queremos entregarnos a Ti, porque entendemos que en Ti hay amor por las almas, el uso correcto de todas las cosas, pureza perfecta, y vida eterna. ¡Ven sin demora e ilumínanos, pues estamos casi muertos de esperarte!’ Así es como claman a mi Hijo. Esto explica por qué su puerta está medio abierta, porque su intención es completa con respecto al bien, pero aún no han alcanzado su cumplimiento. Éstas son personas que merecen tener la gracia y consuelo de mi Hijo.

En la quinta casa hay amigos de mi Hijo y míos. La puerta de su mente está totalmente abierta para mi Hijo. A ellos les da gusto que Él los llame. Ellos no sólo le abren cuando les toca sino que alegremente corren a su encuentro cuando entra. Con los martillos de los divinos preceptos destrozan lo que encuentran distorsionado en ellos mismos. Preparan un lugar de descanso para mi Hijo, no de plumas de pájaros sino de la armonía de sus virtudes y el refreno de afectos diabólicos, el cual es la misma médula de todas las virtudes. Ellos ofrecen a mi Hijo una clase de calor que no viene de la lana sino de un amor tan ferviente que no sólo le brindan sus pertenencias sino también se brindan ellos mismos. También le preparan comida más fresca que cualquier carne: es su corazón perfecto el cual no desea ni ama nada sino a su Dios.

El Señor del Cielo mora en sus corazones, y Dios quien nutre todas las cosas es dulcemente nutrido por su caridad. Ellos mantienen continuamente sus ojos en la puerta no sea que entre el enemigo, ellos mantienen sus oídos vueltos hacia el Señor, y sus manos dispuestas a dar batalla al enemigo. Imítalos, hija mía, tanto como puedas, porque sus cimientos están fundados en roca sólida. Las otras casas tienen sus cimientos en el lodo, por lo cual serán agitados cuando llegue el viento.”

Las palabras de la Madre de Dios a su Hijo de parte de su novia, y acerca de cómo Cristo es comparado a Salomón, y sobre la severa sentencia contra los falsos cristianos.

Capítulo 4

La Madre de Dios habló a su Hijo, diciendo: “Hijo mío, mira cómo está llorando tu novia porque tienes pocos amigos y muchos enemigos.” El Hijo respondió: “Está escrito que los hijos del reino serán arrojados fuera y no heredarán el reino. También está escrito que cierta reina vino de lejos a ver la riqueza de Salomón y a escuchar su sabiduría. Cuando ella vio todo, se quedó sin aliento del puro asombro. Sin embargo, las personas de su reino no prestaron atención a su sabiduría ni admiraron su riqueza. Yo soy prenunciado por Salomón, aunque soy mucho más sabio y rico que lo que Salomón lo fue, tanto como que toda la sabiduría viene de mí y cualquiera que es sabio, de mí obtiene su sabiduría. Mis riquezas son la vida eterna y gloria indescriptible. Yo prometí y ofrecí estos bienes a los cristianos como a mis propios hijos, para que puedan poseerlos para siempre, si me imitan y creen en mis palabras. Pero no prestan atención a mi sabiduría.

Toman mis escrituras y promesas con desdén y respecto a mi riqueza, como despreciable. Entonces, ¿qué debo hacer con ellos? Con seguridad, si los hijos no quieren su herencia, entonces los extraños, es decir, los paganos, la recibirán. Como esa reina extranjera, a quien tomo para que represente a las almas fieles, vendrán y admirarán las riquezas de mi gloria y caridad, tanto que se apartarán de su espíritu de infidelidad y serán llenados de mi Espíritu. ¿Entonces, qué debo hacer con los hijos del reino? Los manejaré en la forma en que lo hace un hábil alfarero quien, cuando observa que el primer objeto que hizo de arcilla no es ni hermoso ni utilizable, lo tira a la tierra y lo despedaza. Manejaré a los cristianos de la misma forma. A pesar que deberían ser míos, puesto que los hice a mi imagen y los redimí con mi sangre, resultaron estar lamentablemente deformes. Por lo tanto, serán pisoteados como la tierra y arrojados al infierno.”

La palabra del Señor en presencia de la novia concerniente a su propia majestad, y una maravillosa parábola que compara a Cristo con David, mientras que los judíos, malos cristianos, y paganos son comparados con los tres hijos de David, y cómo la iglesia subsiste en los siete sacramentos.

Capítulo 5

Yo soy Dios, no hecho de piedra o madera ni creado por otro sino el Creador del universo, permanente sin principio ni fin. Soy aquel que vino dentro de la Virgen y estuvo con la Virgen sin perder mi divinidad. A través de mi naturaleza humana estuve en la Virgen mientras que aún retenía mi propia naturaleza divina, y soy la misma persona que, a través de mi naturaleza divina, continúa mandando sobre cielos y tierra junto con el Padre y el Espíritu Santo. A través de mi Espíritu encendí el fuego en la Virgen – no en el sentido que el Espíritu que le encendió en fuego fuese algo separado de mí, ya que el Espíritu que le prendió fuego fue el mismo que estaba en el Padre y en Mí, el Hijo, tanto como el Padre y el Hijo estaban en Él, estos tres siendo un solo Dios, no tres dioses.

Yo soy como el Rey David que tuvo tres hijos. Uno de ellos se llamó Absalón y buscó la vida de su padre. El segundo, Adonías, buscó el reino de su padre. El tercer hijo, Salomón, obtuvo el reino. El primer hijo denota a los judíos. Ellos son las gentes que buscaron mi vida y muerte y desdeñaron mi consejo. Consecuentemente, ahora que su retribución es conocida, puedo decir lo que dijo David con la muerte de su hijo: ‘¡Hijo mío, Absalón!’ es decir: Oh judíos hijos míos, y ahora ¿en dónde están vuestras añoranzas y expectativas ahora? Oh hijos míos, ¿ahora cual será vuestro fin? Sentí compasión por vosotros porque anhelabais que viniera – porque Yo, quien ustedes supieron por las muchas señales, que había venido – y porque ustedes anhelaron gloria que rápidamente se desvanecía, toda lo cual ya ha desaparecido. Pero ahora siento mayor compasión por ustedes, como David repitiendo esas primeras palabras una y otra vez, porque veo que terminarán en una muerte desdichada.

Por lo tanto, como David, digo con todo mi amor: ‘Hijo mío, ¿quien me dejará morir en tu lugar?’ David sabía bien que no podía traer de regreso a su hijo muerto si muriera por él, pero, para mostrar su profundo afecto paternal y el ansioso anhelo de su voluntad, aunque sabía que era imposible, estaba preparado para morir en lugar de su hijo. De la misma manera, ahora digo: Oh mis hijos judíos, aunque tuvisteis una mala voluntad hacia mí, e hicisteis todo lo que pudisteis en mi contra, si fuera posible y mi Padre lo permitiera, voluntariamente moriría de nuevo por vosotros, ya que me da lástima la miseria que vosotros mismos os habéis acarreado como requiere mi justicia. Os dije lo que debíais haber hecho a través de mis palabras y os lo mostré con mi ejemplo. Fui por delante de vosotros como una gallina protegiéndoos con sus alas de amor, pero vosotros lo rechazasteis todo. Por lo tanto, todas las cosas que anhelabais han desaparecido. Vuestro fin es la desgracia y todo vuestro trabajo desperdiciado.

Los malos cristianos son simbolizados por el segundo hijo de David quien pecó contra su padre a avanzada edad. Razonó consigo mismo de esta manera: ‘Mi padre es un hombre anciano y le fallan sus fuerzas. Si le digo algo equivocado, él no me responde. Si hago algo en su contra no se venga. Si acometo contra él, lo soporta pacientemente. Por consiguiente, haré lo que yo quiero.’ Con algunos de los sirvientes de su padre David, se fue a una arboleda de pocos árboles para jugar a ser rey. Pero cuando la sabiduría e intención de su padre se hicieron evidentes, cambió su plan y los que estaban con él cayeron en descrédito.

Esto es lo que los cristianos me están haciendo ahora. Piensan dentro de ellos: ‘Las decisiones y señales de Dios no se manifiestan tanto ahora como lo hacían antes. Podemos decir lo que queramos, ya que Él es misericordioso y no presta atención. ¡Hagamos lo que nos plazca, ya que cede fácilmente! Ellos no tienen fe en mi poder, como si fuera más débil ahora de lo que era antes en hacer mi voluntad.

Ellos se imaginan que mi amor es menor, como si ya no estuviera dispuesto a tenerles piedad como a sus padres.

También piensan que mi juicio es cosa de risa y que mi justicia no tiene sentido. Por lo tanto, ellos también van a una arboleda con algunos de los sirvientes de David para jugar al rey con presunción. ¿Qué es lo que significa esta arboleda con algunos árboles, si no la Santa Iglesia subsistiendo a través de los siete sacramentos como si fuesen algunos árboles? Ellos entran dentro de esta iglesia junto con algunos sirvientes de David, es decir, con algunas buenas obras, para ganar el reino de Dios con presunción.

Hacen un modesto número de obras buenas, confiando que por éstas, sin importar en qué estado de pecado se encuentren o qué pecados hayan cometido, aún pueden ganar el reino del cielo como por derecho de herencia. El hijo de David quería obtener el reino en contra de la voluntad de David pero fue sacado en desgracia, ya que tanto él como su ambición eran injustos, y el reino le fue dado a un mejor hombre y más sabio. De la misma manera, estas personas serán expulsadas de mi reino.

Les será dado a quienes hagan la voluntad de David, puesto que sólo una persona que tiene caridad puede obtener mi reino. Sólo una persona que es pura y es conducida por mi corazón puede acercarse a mí que soy el más puro de todos.

Salomón fue el tercer hijo de David. Él representa a los paganos. Cuando Betsabé oyó que otro que no era Salomón – a quien David le había prometido sería rey después de él – había sido elegido por ciertas personas, ella fue a David y le dijo: ¿Señor mío, me juraste que Salomón sería rey después de ti. Ahora, sin embargo, otro ha sido electo.

Si éste es el caso y continúa así, terminaré siendo sentenciada al fuego como adúltera y mi hijo señalado como ilegítimo.’ Cuando David oyó esto, se puso en pie y dijo: ‘Juro por Dios que Salomón se sentará en mi trono y será rey después de mí.’ Enseguida ordenó a sus sirvientes que pusieran a Salomón en el trono y lo proclamaran como el rey que David había elegido. Llevaron a cabo las órdenes de su amo y encumbraron a Salomón otorgándole gran poder, y todos aquellos que habían dado su voto a su hermano fueron dispersados y reducidos a servidumbre. Esta Betsabé, que había sido tomada como adúltera si se hubiese elegido a otro rey, no simboliza otra cosa que la fe de los paganos.

Ninguna clase de adulterio es peor que venderse uno mismo en prostitución lejos de Dios y de la fe verdadera y creer en otro dios distinto al Creador del universo. Justo como hizo Betsabé, algunos de los gentiles vienen a mí con humildad y con corazones contritos, diciendo: ‘Señor, nos prometiste que en el futuro seríamos cristianos. ¡Cumple tu promesa! Si otro rey, si otra fe que distinta a la tuya ganase nuestra ascendencia, si te retiraras de nosotros, arderíamos en la miseria y moriríamos como una adúltera que ha tomado un adúltero en vez de un esposo legítimo. Además de que, aunque Tú vives por siempre, aún así, estarás muerto para nosotros y nosotros para ti en el sentido que retirarías tu gracia de nuestros corazones y nos pondríamos en tu contra por nuestra falta de fe. Por lo tanto, ¡cumple tu promesa y fortifica nuestras debilidades e ilumina nuestra oscuridad! ¡Si tardas, si te retiras de nosotros, pereceremos! Habiendo oído esto, me enfrentaré resueltamente como David a través de mi gracia y piedad.

Juro por mi divina naturaleza, la cual está unida a mi humanidad, y por mi naturaleza humana, que está en mi Espíritu, y por mi Espíritu, el cual está en mis naturalezas divina y humana, estas tres no siendo tres dioses sino un solo Dios, que cumpliré mi promesa. Enviaré a mis amigos para que traigan a mi hijo Salomón, es decir, los paganos, dentro de la arboleda, es decir, dentro de la iglesia, la cual subsiste a través de los siete sacramentos como siete árboles (a saber bautismo, penitencia, la unción de la confirmación, el sacramento del altar y del sacerdocio, matrimonio, y extremaunción). Ellos estarán apoyados en mi trono, es decir, en la fe verdadera de la Santa Iglesia.

Además, los malos cristianos serán sus sirvientes. Los primeros encontrarán su gozo en una herencia imperecedera y en el dulce alimento que Yo les prepararé. Los segundos, sin embargo, gemirán en la miseria que para ellos dará principio en el presente y perdurará por siempre. Y por tanto, ya que aún es el tiempo de estar vigilantes, ¡que mis amigos no se duerman, que no desfallezcan, ya que una gloriosa recompensa les aguarda a su duro trabajo!”

Las palabras del Hijo en presencia de la novia concernientes a un rey parado en un campo de batalla con amigos a su derecha y enemigos a su izquierda, y acerca de cómo el rey representa a Cristo quien tiene cristianos a la derecha y paganos a la izquierda, y acerca de cómo los cristianos son rechazados y Él envía sus predicadores a los paganos.

Capítulo 6

El Hijo dijo: “Soy como un rey parado en un campo de batalla con amigos a su derecha y enemigos a su izquierda. La voz de alguien gritando llegó a aquellos que estaban parados a la derecha donde todos estaban bien armados. Sus yelmos estaban ceñidos y sus rostros vueltos hacia su señor. La voz les gritó: ‘¡Vuélvanse a mí y confíen en mí! Tengo oro para darles.’ Cuando oyeron esto, se volvieron hacia él. La voz habló por segunda vez a aquellos que se habían volteado: ‘Si quieren ver el oro, desabróchense sus yelmos, y si desean conservarlo, yo se los abrocharé nuevamente cuando yo lo desee.’ Cuando asintieron, les abrochó los yelmos con la parte delantera hacia atrás. El resultado fue que la parte delantera con las rendijas para ver estaba en la parte trasera de sus cabezas mientras que la parte trasera de sus yelmos cubría sus ojos de manera que no podían ver. Gritando de esta manera, los condujo a él como hombres ciegos.

Cuando había hecho esto, algunos de los amigos del rey informaron a su amo de que sus enemigos habían engañado a sus hombres. El le dijo a sus amigos: ‘Vayan entre ellos y griten: ¡Desabróchense sus yelmos y vean cómo han sido engañados! ¡Regresen a mí y les daré la bienvenida en paz!’ Ellos no quisieron escuchar, y pensaron que era burla. Los sirvientes oyeron esto y se lo comunicaron a su señor. El dijo: ‘Bien, entonces, puesto que me han desdeñado, vayan rápido hacia el lado izquierdo y díganle a todos aquellos que están parados a la izquierda estas tres cosas: El camino que los conduce a la vida ha sido preparado para ustedes. La puerta está abierta. Y el señor mismo desea venir a encontrarlos con paz. ¡Por lo tanto crean firmemente que el camino ha sido preparado! ¡Tengan una inquebrantable esperanza en que la puerta está abierta y sus palabras son verdaderas! ¡Vayan a encontrar al señor con amor, y él les dará la bienvenida con amor y paz y los conducirá a una paz imperecedera! Cuando oyeron las palabras del mensajero, creyeron en ellas y fueron recibidos en paz.

Yo soy ese rey. Tuve cristianos a mi derecha, ya que les había preparado una recompensa eterna. Sus yelmos estaban abrochados y sus caras estaban vueltas hacia mí en tanto tuviesen la intención total de hacer mi voluntad, de obedecer mis mandamientos, y siempre que todo su deseo apuntase al cielo. Con el tiempo la voz del diablo, es decir, el orgullo, sonó en el mundo y les mostró riquezas mundanas y placer carnal. Se volvieron hacia cediendo su consentimiento y deseos al orgullo. Debido al orgullo, se quitaron los yelmos llevando a cabo sus deseos y prefiriendo bienes temporales a los espirituales. Ahora que ya hicieron a un lado sus yelmos de la voluntad de Dios y las armas de la virtud, el orgullo los ha dominado de tal forma y se han ligado tanto al mismo, que se sienten demasiado felices de seguir pecando hasta el fin y les gustaría vivir para siempre, con la condición de que pudieran pecar por siempre.

El orgullo los ha cegado tanto que las aberturas de los yelmos por las cuales deberían de ver están en la parte trasera de sus cabezas y en frente a ellos hay oscuridad. ¿Qué otra cosa representan estas aberturas en los yelmos sino la consideración del futuro y la circunspección providente de realidades presentes? A través de esta primera apertura, deberían de ver las delicias de las futuras recompensas y los horrores de castigos futuros, como también la terrible sentencia de Dios. A través de la segunda apertura, deberían de ver los mandamientos y prohibiciones de Dios, también cuánto pudiesen haber transgredido los mandamientos de Dios y cómo deben mejorar. Pero estas aberturas están en la parte de atrás de la cabeza donde nada puede verse, lo que significa que la consideración de realidades celestiales ha caído en la indiferencia.

Su amor a Dios se ha enfriado, mientras que su amor por el mundo es considerado con deleite y abrazado de tal forma que los conduce como una rueda bien lubricada adonde vaya a dar. Sin embargo, viéndome deshonrado y las almas alejándose y el diablo ganando control, mis amigos me suplican diariamente por ellos en sus oraciones. Sus oraciones han alcanzado el cielo y llegado a mi oído. Conmovido por sus oraciones, he enviado mis predicadores diariamente a estas personas y les he mostrado señales y les he incrementado mis gracias. Pero, en su desdén por todo, han acumulado pecado sobre pecado.

Por lo tanto, le diré ahora a mis sirvientes y haré que mis palabras con toda certeza entren en vigor: Sirvientes Míos, vayan al lado izquierdo, es decir, a los paganos, y digan: ‘El Señor del cielo y el Creador del universo tiene que decirles a ustedes lo siguiente: El camino del cielo está abierto para ustedes. ¡Tengan la voluntad de entrar en él con una fe firme! La puerta del cielo se mantiene abierta para ustedes. ¡Tengan firme esperanza y entrarán por ella! El Rey del cielo y Señor de los ángeles vendrá personalmente a encontrarlos y a darles paz y bendiciones imperecederas. ¡Vayan a encontrarlo y recíbanlo con la fe que les ha revelado a ustedes y que ya ha preparado como camino al cielo! Recíbanlo con la esperanza con la que ustedes esperan, ya que él mismo tiene la intención de darles el reino.

Ámenlo con todo su corazón y pongan su amor en práctica y entrarán por las puertas de Dios, de las que fueron arrojados aquellos cristianos que no quisieron entrar y quienes se hicieron indignos por sus propios actos.’ Por mi verdad les declaro que pondré mis palabras en práctica y no las olvidaré. Los recibiré como hijos míos y seré su padre, Yo, a quienes los cristianos han mantenido desdeñoso desprecio.

Entonces ustedes, amigos míos, quienes están en el mundo, vayan adelante sin temor y griten fuerte, anúncienles mi voluntad y ayúdenlos a llevarla a cabo. Yo estaré en sus corazones y en sus palabras. Yo seré su guía en la vida y su salvador en la muerte. Yo no los abandonaré. ¡Vayan audazmente – cuanto más duro sea, mayor la gloria!

Yo puedo hacer todas las cosas en un instante y con una sola palabra, pero quiero que crezca su recompensa a través de sus propios esfuerzos y que mi gloria crezca con su valentía. No se sorprendan con lo que digo. Si el hombre más sabio del mundo pudiera contar cuantas almas caen en el infierno cada día, sobrepasarían el número de granos de arena del mar y de guijarros en la orilla. Esto es un asunto de justicia, porque estas almas se han separado ellas mismas de su Señor y Dios. Estoy diciendo esto para que los números del diablo puedan disminuir, y se conozca el peligro, y se llene mi ejército. ¡Si tan sólo escucharan y entraran en razón!”

Jesucristo habla a la novia y compara su divina naturaleza a una corona y usa a Pedro y a Pablo para simbolizar los estados de clérigo y laico, y sobre las maneras de lidiar con los enemigos, y sobre las cualidades que los caballeros en el mundo deberían tener.

Capítulo 7

El Hijo habló a la novia, diciendo: “Yo soy el Rey de la corona. ¿Sabes por qué dije ‘Rey de la corona’? Porque mi naturaleza divina fue y será y es sin principio o fin. Mi naturaleza divina es aptamente comparada a una corona, porque una corona no tiene punto de principio ni de fin. Justamente como una corona está reservada para el futuro rey en un reino, así también mi naturaleza divina fue reservada para ser la corona de mi naturaleza humana. Tuve dos sirvientes. Uno era un sacerdote, el otro un laico. El primero era Pedro quien tuve un oficio de sacerdocio, mientras que Pablo fue, como era, un laico. Pedro estaba vinculado en matrimonio pero cuando vio que su matrimonio no era consistente con su ministerio sacerdotal, y considerando que su recta intención podría ser puesta en peligro por falta de continencia, se separó del por lo demás lícito matrimonio, y se divorció del lecho conyugal, y se dedicó a Mí de todo corazón.

Pablo, sin embargo, observó el celibato y se mantuvo sin mancha del lecho conyugal. ¡Ve que gran amor tuve por estos dos! Le di las llaves del cielo a Pedro de manera que lo que atara o desatara en la tierra pudiera quedar atado o desatado en el cielo. Le permití a Pablo ser como Pedro en gloria y honor. Como fueron iguales juntos en la tierra, ahora están unidos en gloria imperecedera en el cielo y glorificados conjuntamente. Sin embargo, aunque mencioné expresamente a estos dos por nombre, por y a través de ellos deseo también mencionar a otros amigos míos. En una forma similar, bajo el anterior pacto, Yo solía hablarle a Israel como si me dirigiese a una sola persona, aunque me refería a toda la gente de Israel con ese único nombre. De la misma manera, ahora, utilizando a estos dos hombres, me refiero a la multitud de aquellos a quienes he llenado de Mi gloria y amor.

Con el paso del tiempo, la maldad empezó a multiplicarse y la carne se hizo más débil y más propensa al mal que lo usual. Por lo tanto, establecí normas por cada uno de los dos, es decir, para los clérigos y los laicos, representados aquí por Pedro y Pablo. En mi piedad decidí permitir al clero poseer una moderada cantidad de propiedad de la iglesia para las necesidades corporales para que pudieran crecer más fervientes y constantes al servirme. También le permití al laicado el unirse en matrimonio conforme a los ritos de la iglesia. Entre los sacerdotes había cierto buen hombre quien pensó para sí mismo: ‘La carne me arrastra hacia el placer básico, el mundo me arrastra hacia dañinas visiones, mientras que el diablo prepara varias trampas para hacerme pecar. Por lo tanto, para no ser atrapado por el placer carnal, observaré moderación en todos mis actos. Seré moderado en mi descanso y esparcimiento.

Le dedicaré el tiempo apropiado al trabajo y la oración y refrenaré mis apetitos carnales a través del ayuno. Segundo, para que el mundo no me arrastre alejándome del amor de Dios, renunciaré a todas las cosas mundanas, ya que todas ellas son perecederas. Es más seguro seguir a Dios en la pobreza. Tercero, para no ser engañado por el diablo quien siempre nos está mostrando falsedades en vez de la verdad, me someteré a la regla y obediencia de otro; y rechazaré todo egoísmo y demostraré que estoy listo para tomar cualquier cosa que me ordene la otra persona.’ Este hombre fue el primero en establecer una regla monástica. Él perseveró en ella de forma elogiable y dejó su vida como un ejemplo a seguir por los demás.

Por un tiempo la clase de los laicos estuvo bien organizada. Algunos de ellos cultivaron la tierra y valientemente perseveraron trabajando la tierra. Otros zarparon en navíos y llevaron mercancía a otras regiones para que los recursos de una región abastecieran las necesidades de otra. Otros fueron hábiles artesanos y artífices. Entre estos estaban los defensores de mi iglesia a quienes ahora se les llama caballeros.

Tomaron las armas como vengadores de la Santa Iglesia para poder combatir a sus enemigos. Ahí entre ellos apareció un buen hombre amigo mío quien pensó para sí: ‘Yo no cultivo la tierra como un granjero. No trabajo en los mares como un mercader. No trabajo con mis manos como un hábil artesano.

¿Entonces, qué puedo hacer o con qué trabajo puedo agradar a mi Dios? No tengo la energía suficiente para servir a la iglesia. Mi cuerpo es muy blando y débil para soportar daños físicos, a mis manos les faltan fuerzas para derribar enemigos, y mi mente se inquieta considerando las cosas del cielo. ¿Entonces qué puedo hacer?

Ya sé lo que puedo hacer. Iré y me sujetaré con un juramento estable a un príncipe secular, jurando defender la fe de la Santa Iglesia con mi fuerza y con mi sangre.’ Ese amigo mío fue al príncipe y le dijo: ‘Mi señor, soy uno de los defensores de la iglesia. Mi cuerpo es muy débil para soportar daños físicos, mis manos carecen la fuerza para derribar a otros; mi mente es inestable cuando se refiere a hacer lo que es bueno; mi libre voluntad es lo que me complace; y mi necesidad de descanso no me permite una postura firme por la casa de Dios. Me vinculo por lo tanto con un juramento público de obediencia a la Santa Iglesia y a ti, o Príncipe, jurando defenderla todos los días de mi vida para que, aunque mi mente y mi voluntad sean tibias con respecto a la lucha, pueda yo ser obligado a trabajar debido a mi juramento.’ El príncipe le contestó: ‘Iré contigo a la casa del Señor y seré testigo de tu juramento y tu promesa.’ Ambos vinieron a mi altar, y mi amigo hizo la genuflexión y dijo: ‘Tengo un cuerpo muy débil para soportar daños físicos, mi libre voluntad me complace demasiado, mis manos son muy tibias cuando se refiere a dar golpes.

Por lo tanto, ahora les prometo obediencia a Dios y a ti, jefe mío, vinculándome por un juramento a defender la Santa Iglesia contra sus enemigos, confortar a los amigos de Dios, hacerle el bien a viudas, huérfanos, y a los fieles a Dios, y nunca hacer nada que esté en contra de la iglesia de Dios o de la fe. Además, me someto a tu corrección, si llegara a cometer algún error, para que, obligado por obediencia, pueda temer aún más al pecado y egoísmo y aplicarme más fervientemente y de buena gana a llevar a cabo la voluntad de Dios y tu propia voluntad, sabiéndome más merecedor de condenación y desacato si yo me atrevo a violar la obediencia y trasgredir tus mandamientos.’ Después de haber hecho esta profesión en mi altar, el príncipe sabiamente decidió que el hombre debería vestir en forma distinta a los otros laicos como símbolo de su autorrenuncia y como un recordatorio que tenía un superior a quien debía someterse.

El príncipe también puso una espada en su mano, diciendo: ‘Esta espada es para que la uses para amenazar y dar muerte a los enemigos de Dios.’ Él puso un escudo en su brazo y le dijo: ‘Defiéndete con este escudo contra los proyectiles del enemigo y pacientemente aguanta lo que se arroje contra el mismo. ¡Que primero lo puedas ver abollado que haber huido de la batalla!’ En la presencia de mi sacerdote quien que estaba escuchando, mi amigo hizo la firme promesa de cumplir todo esto. Cuando hizo su promesa el sacerdote le dio mi cuerpo para proporcionarle fuerza y fortaleza para que, ya unido conmigo a través de mi cuerpo, nunca pueda mi amigo separarse de mí. Ese fue mi amigo Jorge, como también muchos otros. Así también deben ser los caballeros. Se les deberá permitir mantener su título como resultado del mérito y usar su atuendo de caballeros como resultado de sus acciones en defensa de la Santa Fe. Escuchen cómo mis enemigos van en contra de las primeras acciones de mis amigos. Mis amigos solían entrar al monasterio por su sabia reverencia y amor a Dios. Pero aquellos quienes ahora están en los monasterios salen al mundo debido al orgullo y a la codicia, siguiendo su propia voluntad, satisfaciendo el placer de sus cuerpos. La justicia exige que la gente que muere con tal disposición no debe experimentar el gozo del cielo sino por contrario obtener el castigo sin fin del infierno. Sepan, también, que los monjes enclaustrados que son forzados en contra de su voluntad a ser prelados por amor a Dios, no deben de ser contados entre su número. Los caballeros que solían portar mis armas estaban listos para dar sus vidas por la justicia y derramar su sangre por la causa de la santa fe, llevando la justicia al necesitado, derribando y humillando a quienes hacían el mal.

¡Pero ahora oigan cómo se han corrompido! Ahora prefieren morir en la batalla por el bien del orgullo, la avaricia, y la envidia a las incitaciones del diablo en vez de vivir de acuerdo a mis mandamientos y obtener el gozo eterno. Pagas justas, por lo tanto, serán otorgadas en el juicio a todas las personas que mueran en tal disposición, y sus almas serán enyugadas al diablo para siempre. Pero los caballeros que me sirvan recibirán su debida paga en la hueste celestial para siempre. Yo, Jesucristo, verdadero Dios y hombre, uno con el Padre y el Espíritu Santo, un Dios desde siempre y para siempre, he dicho esto.”

Palabras de Cristo a la novia sobre la deserción de cierto caballero del verdadero ejército, es decir, de la humildad, obediencia, paciencia, fe, etc., al falso, es decir, a los vicios opuestos, orgullo, etc., y la descripción de su condenación, y sobre cómo uno puede encontrarse con la condenación debido a una voluntad maligna, tanto como a actos malignos.

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