Kitabı oku: «Las profecías y revelaciones de santa Brígida», sayfa 5
Por lo tanto, a pesar que la PFN no interfiere directamente con el acto del matrimonio en sí, tal como sus defensores gustan enfatizar, no hay diferencia alguna. La PFN está condenada porque subordina el fin primordial (o propósito) del matrimonio y del acto matrimonial (la procreación y educación de los hijos) a los fines secundarios.
La PFN subordina el fin primordial del matrimonio a otras cosas, intentando deliberadamente evitar hijos (es decir, evitar el fin principal) mientras se tienen relaciones maritales. Por lo tanto, la PFN invierte el orden establecido por el mismo Dios. Hace lo mismísimo que el Papa Pío XI solemnemente enseña que no puede hacerse lícitamente. Y este punto destruye todos los argumentos hechos por aquellos que defienden la PFN; ya que todos los argumentos dados por aquellos que defienden la PFN están enfocados en el acto marital en sí, mientras que ignoran ciegamente el hecho de que no hay diferencia alguna si una pareja no interfiere con el acto en sí, si subordinan y desbaratan el PROPÓSITO principal del matrimonio.
A pesar que esta enseñanza Magisterial condena la Planificación Familiar Natural, la lógica sencilla le dirá a los católicos que es malo. Si la Iglesia ha condenado la contracepción artificial porque previene la concepción de la progenie, ¿por qué sería permisible hacer lo mismo por medio de un método diferente? Es como si el deseo o pensamiento de asesinar a alguien no fuese pecaminoso, de acuerdo a los defensores de la PFN, sino únicamente el acto del asesinato en sí.
En las publicaciones que promueven la PFN, el período fértil de la esposa está clasificado a veces como “no seguro” y “peligroso”, ¡como si el generar una nueva vida fuese considerado una seria violación de la seguridad nacional y un infante pequeño un criminal traidor! Esto es realmente abominable.
¿Podría ser más claro que aquellos que se suscriben a este tipo de comportamiento y a este método echan fuera a Dios y a los hijos y los reemplazan con su propia agenda egoísta?
Tobías 6:17 – “El santo joven Tobías se acerca a su novia Sara después de tres días de oración, no por lujuria carnal sino solo por el amor a la posteridad. Habiendo sido instruido por el Arcángel San Rafael que para comprometerse en el acto marital debe de estar movido por el amor a los hijos en vez de la lujuria. Porque aquellos que de tal manera reciben el matrimonio, como para echar fuera a Dios de ellos mismos, y de sus mentes, y entregarse a su lujuria, como el caballo y la mula que no tienen comprensión alguna, sobre ellos tiene su poder el Demonio.”
La palabra matrimonio significa “el oficio de la maternidad.” Aquellos que usan la PFN intentan evitar el matrimonio (el oficio de la maternidad) y echan fuera a Dios de sí mismos.
La Planificación Familiar Natural también involucra una falta de fe por parte de aquellos que la usan y la promueven. ¿Poseen las parejas que usan la PFN, o los sacerdotes que la promueven, la fe natural en la providencia de Dios? ¿Creen que Dios es quien envía la vida? ¿Tiene cualquiera el derecho de tener tres hijos cuando Dios les ha mandado tener diez? Dios está perfectamente conciente de las necesidades de cada pareja y él sabe precisamente lo que pueden manejar. Aquellos que tienen la verdadera Fe católica deberían estar totalmente despreocupados de los calendarios y los cuadros. Todos ellos son instrumentos no naturales que frustran la voluntad de Dios. Hacer caso omiso de esta tontera y aceptar el hecho de que Dios no les enviará hijos que no pueden manejar. Él no los agobiará con algo demasiado pesado, porque Su yugo siempre es fácil y Su carga siempre es liviana. Si los que usan la Planificación Familiar Natural se saliesen con la suya no habría familias con más de 10 niños, ni santos que provinieran de estas familias (por ejemplo, Santa Caterina de Siena, la hija 23 de 25). Los sacerdotes que promueven la Limitación Familiar “Natural”, así como las parejas que la usan, son culpables de un serio pecado. Es contrario a las enseñanzas de la Iglesia y es contrario a la ley natural. Es un insulto a la providencia de Dios y es una absoluta falta de fe. Por qué no practican la castidad en vez de cometer el pecado mortal de la Planificación Familiar Natural. ¡La verdadera santificación proviene a través de la virtud de la castidad!
Tal como lo pueden leer, ninguna razón sin importar cuán grave sea, puede aceptarse si subordina el fin (o propósito) principal del matrimonio y el acto del matrimonio (la procreación y la educación de los hijos) a los fines secundarios.
El Papa Pío XI en su Casti Connubii (#’s 53-56), del 31 de diciembre, 1930: “Pero ninguna razón sin importar cuán grave sea...”
El infierno será largo para aquellos que practican la Planificación Familiar Natural en contra de la ley natural. Nosotros le imploramos a todos los sacerdotes y laicos que acepten la enseñanza de la Iglesia sobre este tema, y recobren la fe en la providencia de Dios. Si usted ha sido convencido en creer en esta herejía abominable que contradice a la ley natural, arrepiéntase y confiese su pecado inmediatamente.
Acá hay un artículo más detallado sobre la Planificación Familiar Natural (PFN). ¡Haga clic aquí!
Palabras de la Madre a la esposa sobre cómo hay tres cosas en una danza, sobre cómo esta danza simboliza al mundo y sobre el sufrimiento de la Madre en la muerte de Cristo.
Capítulo 27
La Madre de Dios habló a la esposa, diciendo: “Hija mía, quiero que sepas que donde hay danza hay tres cosas: alegría vacía, voces confusas y trabajo sin sentido. Si alguien entra en la danza angustiado y triste, entonces su amigo, que se encuentra en pleno disfrute de la danza pero que ve a un amigo suyo entrando triste y melancólico, deja inmediatamente su diversión, abandona la danza y se conduele con su angustiado amigo. Esta danza es el mundo, que siempre se encuentra atrapado por una ansiedad que a los vacuos les parece gozo. En este mundo hay tres cosas: alegría vacía, palabrería frívola y trabajo sin sentido, porque un hombre ha de dejar tras de sí todo aquello en lo que se afana.
¡Quién, en la plenitud de esta danza mundana, va a considerar mis fatigas y angustias y se va a condoler conmigo –que abandoné todo gozo mundano—y va a apartarse del mundo! Cuando mi Hijo murió yo era como una mujer con el corazón traspasado por cinco espadas. La primera fue su vergonzosa y afrentosa desnudez. La segunda espada fue la acusación contra Él, pues le acusaron de traición, de falsedad y de perfidia. Él, quien yo sabía que era justo y honesto y que nunca ofendió ni quiso ofender a nadie. La tercera espada fue su corona de espinas, que perforó su sagrada cabeza tan salvajemente que la sangre saltó hasta su boca, su barba y sus oídos. La cuarta espada fue su voz mortecina en la cruz, con la que gritó al Padre diciéndole: ‘Padre ¿por qué me has abandonado? Era como si dijera: ‘Padre, nadie se apiada de mí, sólo tú’. La quinta lanza que cortó mi corazón fue su amarguísima muerte.
Su preciosísima sangre se le derramaba por tantas venas como espadas traspasaron mi corazón. Las venas de sus manos y pies fueron horadadas, y el dolor de sus nervios perforados le llegaba hasta el corazón y desde su corazón volvía de nuevo a recorrer sus terminaciones nerviosas. Su corazón era fuerte y vigoroso, al haber sido dotado de una buena constitución, esto hacía que su vida resistiera luchando contra la muerte y que su amargura se prolongara aún más en el colmo de su dolor. A medida que su muerte se aproximaba y su corazón reventaba ante tan insoportable dolor, de repente todo su cuerpo se convulsionó y su cabeza, que se le iba hacia atrás, pareció erguirse de alguna manera.
Abrió levemente sus ojos semicerrados y a la vez abrió su boca, de forma que pudo verse su lengua ensangrentada. Sus dedos y brazos, que habían estado muy contraídos, se le estiraron. Nada más entregar su espíritu, su cabeza se abatió sobre su pecho. Sus manos se corrieron un poco desde el lugar de las heridas y sus pies tuvieron que soportar la mayor parte del peso. Entonces, mis manos se resecaron, mis ojos se nublaron en oscuridad y mi rostro se quedó lívido como la muerte. Mis oídos no oían nada, mis labios no podían articular palabra, mis pies no me sostenían y mi cuerpo cayó al suelo.
Cuando me levanté y vi a mi hijo, con un aspecto peor que un leproso, le entregué toda mi voluntad, sabiendo que todo había ocurrido según su voluntad y no habría sucedido si él no lo hubiese permitido. Le di las gracias por todo y cierto júbilo se entremezcló con mi tristeza, porque vi que Él, quien nunca había pecado, por su grandísimo amor, quiso sufrirlo todo por los pecadores. ¡Que esos que están en el mundo contemplen lo que pasé cuando murió mi Hijo, y que siempre lo tengan en su memoria!”.
Palabras del Señor a la esposa describiendo cómo fue juzgado un hombre ante el tribunal de Dios, y sobre la horrible y terrible sentencia dictada sobre él por Dios y por todos los santos.
Capítulo 28
La esposa vio que Dios estaba enojado y dijo: “Yo soy sin principio ni fin. No hay cambio en mí ni de años ni de días. Todo el tiempo del mundo es como una sola hora o momento para mí. Todo el que me ve, contempla y entiende todo lo que hay en mí en un instante. Sin embargo, esposa mía, al estar tú en un cuerpo material no puedes percibir ni conocer igual que un espíritu. Por ello, por tu bien, te explicaré lo que ha sucedido. Yo estaba, por así decirlo, sentado en el tribunal para juzgar, porque todo juicio me ha sido dado, y cierta persona vino a ser juzgada ante el tribunal.
La voz del Padre resonó y le dijo: ‘Más te valiera no haber nacido’. No era porque Dios se arrepintiese de crearlo, sino como cualquiera que sintiera preocupación por otra persona y se compadeciese de él. La voz del Hijo intervino: ‘Yo derramé mi sangre por ti y acepté una durísima penitencia, pero tú te has enajenado completamente y eso ya no tiene nada que ver contigo’. La voz del Espíritu dijo: ‘Yo busqué por todos los rincones de su corazón para ver si podía encontrar algo de ternura y caridad, pero es tan frío como el hielo y tan duro como una piedra. Este hombre no me concierne’.
Estas tres voces no se oyeron como si fueran tres dioses, sino que han sido hechas audibles para ti, esposa mía, porque de otra forma no habrías podido comprender este misterio. Las tres voces del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo se transformaron inmediatamente en una sola voz que retumbó y dijo: “¡De ninguna manera merece el reino de los Cielos! La Madre de la misericordia permaneció en silencio y no desplegó su merced pues el defendido no era digno de ello. Todos los santos clamaron a una voz diciendo: ‘Es justicia divina para él el ser perpetuamente exiliado de tu reino y de tu gozo’. Todos en el purgatorio dijeron: “No tenemos una penitencia suficientemente dura para castigar tus pecados. Habrás de soportar mayores tormentos y, por lo tanto, tienes que ser apartado de nosotros’.
Entonces, el mismo defendido exclamó con una horrenda voz: ‘¡Ay, ay de la semilla que fecundó en el vientre de mi madre y de la que yo me formé!’. Por segunda vez exclamó: ‘¡Maldita la hora en la que mi alma se unió a mi cuerpo y maldito aquél que me dio un cuerpo y un alma!’. Volvió a clamar una tercera vez: ‘¡Maldita la hora en la que salí a vivir del vientre de mi madre!’ Entonces llegaron tres voces horribles del infierno, que le decían: ‘¡Ven con nosotros, alma maldita, como el líquido que se derrama hasta la muerte perpetua y vive sin fin!’ Por segunda vez, las voces lo volvieron a llamar: ‘¡Ven, alma maldita, vaciada por tu maldad! ¡Ninguno de nosotros dejará de llenarte de su propio mal y dolor!’. Por tercera vez, agregaron: ‘¡Ven, alma maldita, pesada como una piedra que se hunde y se hunde y nunca alcanza fondo en el que descansar! Descenderás más bajo que nosotros y no pararás hasta que no hayas llegado a lo más profundo del abismo’.
Entonces, el Señor dijo: ‘Como un hombre con varias esposas, que ve caer a una y se aparta de ella y se vuelve hacia las otras, que permanecen firmes, y se alegra con ellas, así Yo he apartado de él mi rostro y mi merced y me he vuelto a los que me sirven y me obedecen y me alegro con ellos. Por tanto, ahora que has sabido de su caída y desdicha, ¡sírveme con mayor sinceridad que él, en proporción a la mayor misericordia que te he dispensado! ¡Apártate del mundo y de sus deseos! ¿Acaso acepté yo tan acerba pasión por la gloria del mundo, o por que no podía consumarla en menos tiempo y con más facilidad? ¡Claro que podía! Sin embargo, la justicia exigía eso. Como la humanidad pecó en todos y cada uno de sus miembros, se tuvo que hacer cumplida justicia en todos y cada uno de los miembros.
Por esto, Dios, en su compasión por la humanidad y en su ardiente amor hacia la Virgen, recibió de ella una naturaleza humana a través de la cual pudo soportar todo el castigo al que estaba abocada la humanidad. Al haber tomado Yo vuestro castigo sobre mí, por amor, permanece firme en la verdadera humildad, como mis siervos ¡Así no tendrás nada de que avergonzarte ni nada que temer más que a mí! Guarda tus palabras de tal forma que, si esa fuera mi voluntad, tú no hablarías. No te entristezcas por las cosas temporales, que tan sólo son pasajeras. Yo puedo hacer a quien yo quiera rico o pobre. ¡Así pues, esposa mía, deposita toda tu esperanza en mí!”.
EXPLICACIÓN
Este hombre era un canónico de noble reputación y subdiácono, quien, habiendo obtenido una falsa dispensación, se quiso casar con una rica doncella. Sin embargo, fue sorprendido por una muerte repentina y no consiguió su objetivo.
Palabras de la Virgen a la hija, sobre dos señoras, una que se llama “soberbia” y la otra “humildad”, simbolizando esta última a la más dulce de las Vírgenes, y sobre cómo la Virgen acude a reunirse con aquellos que la aman a la hora de su muerte.
Capítulo 29
La Madre de Dios se dirigió a la esposa de su Hijo diciéndole: “Hay dos señoras. Una de ellas no tiene un nombre especial, pero no merece nombre; la otra es la humildad, y se llama María. El demonio es el maestro de la primera señora, porque tiene dominio sobre ella. Uno de sus caballeros le dijo a esta dama: ‘Señora mía, estoy dispuesto a hacer lo que pueda por ti, si pudiera copular contigo al menos una vez. Al fin y al cabo, soy poderoso, fuerte y tengo un corazón valiente, no temo nada y estoy hasta dispuesto a morir por ti’. Ella le contestó: ‘Sirviente mío, tu amor es grande. Sin embargo, yo estoy sentada en un trono muy alto, tan sólo tengo un asiento y hay tres puertas entre nosotros.
La primera puerta es tan estrecha que cualquier prenda que un hombre lleve sobre su cuerpo se engancha y queda rota y arrancada. La segunda puerta es tan aguda que corta hasta las fibras nerviosas. La tercera, arde con un fuego tal que nadie escapa a su ardor sin quedar derretido como el cobre. Además, estoy sentada tan en lo alto que cualquiera que quiera sentarse conmigo –al tener yo un solo trono— caería en las grandes profundidades del caos debajo de mí’. El demonio le respondió: ‘Daré mi vida por ti, pues una caída no representa nada para mí’.
Esta señora es la soberbia y cualquiera que quiera llegar a ella pasará como por tres puertas. Por la primera puerta entran aquellos que dan todo lo que tienen para recibir honores humanos, por su soberbia, y si no tienen nada vuelcan toda su voluntad en vivir con orgullo y cosechar alabanzas. Por la segunda puerta entra la persona que dedica todo su trabajo y todo lo que hace, todo su tiempo, todos sus pensamientos y toda su fuerza para satisfacer su soberbia. Y aún así, si tuviera que dejar que hirieran su cuerpo, por conseguir honores y riquezas, lo haría gustosa. Por la tercera puerta entra la persona que nunca se calla ni se aquieta sino que arde como el fuego con el pensamiento de cómo conseguir algún honor mundano o posición de soberbia, pero cuando obtiene lo que desea no puede permanecer mucho tiempo en el mismo estado sino que termina cayendo miserablemente. Pese a todo esto, la soberbia aún permanece en el mundo.
“Yo soy –dijo María—la más humilde. Estoy sentada en un trono espacioso. Sobre mí no hay sol, ni luna ni estrellas, ni siquiera nubes, sino un brillo inconcebible y una calma maravillosa de la clara belleza de la majestad de Dios. Por debajo de mí no hay ni tierra ni piedra sino un incomparable descanso en la bondad de Dios. Cerca de mí no hay ni barreras ni paredes sino la gloriosa corte de los ángeles y de las almas santas. Aunque estoy sentada en un trono sublime, oigo a mis amigos que viven en la tierra, entregándome diariamente sus suspiros y sus lágrimas. Veo sus luchas y su eficacia, que es mayor que la de aquellos que luchan por su dama, la soberbia. Por ello, los visitaré y los reuniré conmigo en mi trono, porque éste es espacioso y hay sitio para todos.
Sin embargo, aún no pueden venir y sentarse conmigo porque hay aún dos muros entre ellos y yo, mediante los cuales los conduciré confiadamente para que puedan llegar hasta mi trono. El primer muro es el mundo, y es estrecho. Así, mis servidores en el mundo recibirán consolación de mi parte. El segundo muro es la muerte. Por eso, yo, su más querida Señora y Madre, acudiré a reunirme con ellos en la muerte, de manera que aún en la misma muerte puedan sentir mi refrigerio y consuelo. Los reuniré conmigo en el trono del gozo celestial de manera que, en la alegría sin fin, puedan descansar eternamente en brazos del amor perpetuo y de la gloria eterna”.
Amorosas palabras del Señor a la esposa sobre cómo se multiplica el número de falsos cristianos hasta el punto de que están volviendo a crucificar a Cristo, y sobre cómo aún Él está dispuesto a aceptar la muerte una vez más por la salvación de los pecadores, si fuera posible.
Capítulo 30
Yo soy Dios. Yo creé todas las cosas para beneficio de la humanidad, para que todo le sirviera e instruyera. Pero, hasta su propia condenación, los seres humanos abusan de todo lo que hice para su beneficio. Les importa menos Dios y le aman menos que a las cosas creadas. Los judíos prepararon tres tipos de castigo para mí, en mi pasión: primero, la madera en la que, después de haber sido azotado y coronado de espinas, fui colgado; segundo, el hierro, con el cual clavaron mis manos y mis pies; tercero, la hiel que me dieron a beber. Además me lanzaron blasfemias, como si Yo fuera un fatuo debido a la muerte que libremente soporté, y me llamaron falso debido a mis enseñanzas.
El número de personas así se ha multiplicado ahora en el mundo y hay muy pocos que me consuelen. Me cuelgan en el madero por su deseo de pecar; me azotan con su impaciencia, pues nadie soporta ni una palabra por mí, y me coronan con las espinas de su soberbia, que hace que quieran llegar más alto que Yo. Clavan mis manos y pies con el hierro de sus corazones endurecidos, puesto que se glorían de pecar, y se endurecen tanto que no me temen. Por hiel me ofrecen tribulaciones y, por haber sufrido mi pasión con alegría, me llaman falso y vanidoso.
Soy lo suficientemente poderoso como para hundirlos, y también al mundo entero, si quisiera, por causa de sus pecados. Sin embargo, si les hundiese, los que quedasen me servirían por temor y eso no sería correcto, porque las personas deben servirme por amor. Si viniese personalmente y me mezclase con ellos en una forma visible, sus ojos no soportarían el verme ni sus oídos escucharme ¿Cómo podría un ser mortal mirar a otro inmortal? Aún así, volvería a morir por la humanidad, si fuera posible”.
Entonces apareció la bendita Virgen María y su Hijo le preguntó: ‘¿Qué deseas, Madre mía, mi elegida?’ Y ella contestó: ‘¡Ten misericordia de tu creación, Hijo mío, por tu amor!’ Él agregó: ‘Seré misericordioso una vez más, por ti’. Entonces, el Señor hablo a su esposa, diciéndole: ‘Yo soy tu Dios, el Señor de los ángeles. Soy Señor de la vida y de la muerte. Yo mismo deseo habitar en tu corazón ¡Te amo tanto! Los Cielos, la tierra y todo lo que hay en ella no me pueden contener, pero aún así deseo habitar en tu corazón, que no es más que un pedazo de carne. ¿Qué has de temer o qué te ha de faltar cuando tengas dentro de ti a Dios todopoderoso, en quien se encuentra toda la bondad?
Tiene que haber tres cosas en un corazón para que me sirva de morada: una cama en la que podamos descansar, un asiento donde nos podamos sentar y una lámpara que nos dé luz. Haya, pues, en tu corazón una cama para un sereno reposo, donde puedas descansar de los bajos pensamientos y deseos del mundo ¡Acuérdate siempre del gozo eterno! El asiento ha de ser tu intención de permanecer conmigo, aún cuando a veces tengas que salir. Iría contra la naturaleza que permanecieras continuamente en pie. La persona que está siempre de pie es la que siempre desea estar en el mundo y nunca viene a sentarse conmigo. La luz de la lámpara ha de ser la fe, mediante la cual crees que Yo puedo hacer cualquier cosa, que soy todopoderoso sobre todas las cosas”.
Sobre cómo la esposa vio a la dulcísima Virgen María engalanada con una corona y otros adornos de extraordinaria belleza, y sobre cómo San Juan Bautista explicó a la esposa el significado de la corona y de las demás cosas.
Capítulo 31
La esposa vio a la Reina de los Cielos, la Madre de Dios, luciendo una preciosa y radiante corona sobre su cabeza, con su cabello extraordinariamente bello suelto sobre sus hombros, una túnica dorada con destellos de un brillo indescriptible y un manto del azul de un cielo claro y calmo. Estando la esposa colmada de maravilla ante esta amorosa visión y manteniéndose en su encantamiento como sobrecogida de gozo interior, se le apareció el bendito San Juan Bautista y le dijo: “Presta mucha atención a lo que todo esto significa. La corona representa que ella es la Reina, Señora y Madre del Rey de los ángeles. Su cabello suelto indica que ella es una virgen pura e inmaculada. El manto del color del cielo quiere decir que ella está muerta a todo lo temporal. La túnica dorada significa que ella estuvo ardiente e inflamada en el amor a Dios, tanto internamente como en el exterior.
Su Hijo le colocó siete lirios en su corona y, entre los lirios, siete piedras preciosas. El primer lirio es su humildad; el segundo, el temor; el tercero, la obediencia; el cuarto, la paciencia; el quinto, la firmeza; el sexto, la mansedumbre, pues Ella amablemente da a todo el que le pide; el séptimo es su misericordia en las necesidades, pues en cualquier necesidad que se encuentre un ser humano, si la invoca con todo su corazón, será rescatado. Entre estos lirios resplandecientes, su Hijo colocó siete piedras preciosas. La primera es su extraordinaria virtud, pues no existe virtud en ningún otro espíritu ni en ningún otro cuerpo que ella no posea con mayor excelencia.
La segunda piedra preciosa es su perfecta pureza, pues la Reina de los Cielos es tan pura que ni una sola mancha o pecado se ha encontrado nunca en ella desde el principio, cuando vino al mundo por primera vez, hasta el día final de su muerte. Todos los demonios no podrían encontrar en ella ni la mínima impureza que cupiese en la cabeza de un alfiler. Ella fue verdaderamente pura, pues El Rey de la gloria no podía haber estado sino en la más pura y limpia, en el vaso más selecto entre los seres humanos. La tercera piedra preciosa fue su hermosura, para que Dios sea constantemente alabado por la belleza de su Madre. Su hermosura llena de gozo a los santos ángeles y a todas las almas santas.
La cuarta piedra preciosa de la corona de la Virgen Madre es su sabiduría, pues Ella fue colmada con toda la divina sabiduría en Dios y, gracias a ella, toda la sabiduría se completa y perfecciona. La quinta piedra es su poder, pues Ella es tan poderosa ante Dios que puede aplastar cualquier cosa que haya sido hecha o creada. La sexta piedra preciosa es su radiante claridad, pues ella resplandece tan clara que aún arroja luz sobre los ángeles, cuyos ojos brillan más claros que la luz, y los demonios no se atreven ni a mirar el brillo de su claridad.
La séptima piedra preciosa es la plenitud de todo deleite y dulzura espiritual, porque su plenitud es tal que no hay gozo que ella no incremente ni deleite que no se haga más pleno y perfecto por ella y por la bendita visión de ella, pues está llena y repleta de gracia, más que todos los santos. Ella es el vaso puro en el que descansa el pan de los ángeles y en el que se encuentra toda dulzura y belleza. Estas son las siete piedras preciosas que colocó su Hijo entre los siete lirios de su corona. Por ello, como esposa de su Hijo, dale honra y alábala con todo tu corazón ¡Ella es verdaderamente digna de todo honor y alabanza!”
Sobre cómo, tras el consejo de Dios, la esposa elige la pobreza para ella y renuncia a las riquezas y deseos carnales; sobre la verdad de las cosas a ella reveladas y sobre tres personas notables mostradas a ella por Cristo.
Capítulo 32
Has de ser como alguien que se desprende y, a la vez, cosecha. Tienes que desprenderte de las riquezas y cosechar virtudes, deja estar aquello que pasará y acumula bienes eternos, abandona las cosas visibles y hazte con lo invisible. A cambio del placer del cuerpo, te daré la exultación de tu alma; a cambio de las alegrías del mundo te daré las del Cielo; a cambio del honor mundano, el honor de los ángeles; a cambio de la presencia de la familia, la presencia de Dios; a cambio de la posesión de bienes, te me daré a mí mismo, dador y Creador de todas las cosas. Responde, por favor, a las tres preguntas que te voy a formular: Primero dime si quieres ser rica o pobre en este mundo”.
Ella respondió: “Señor, prefiero ser pobre, pues las riquezas me crean ansiedad y me distraen de servirte”. “Dime –en segundo lugar—si has encontrado algo reprensible para tu mente o falso en las palabras que oyes de mi boca”. Y ella dijo: “No Señor, todo es razonable”. “Tercero, dime si el placer de los sentidos que tú has experimentado antes te agrada más que los gozos espirituales que ahora tienes”. Y ella respondió: “Me avergüenzo en mi corazón de pensar en mis deleites anteriores y ahora me parecen como veneno, más amargo cuanto mayor era mi deseo de ellos. Prefiero morir antes que volver a ellos; no se pueden comparar con el deleite espiritual”.
“Por lo tanto –dijo Él— “puedes comprobar que todas las cosas que te he dicho son ciertas ¿Por qué, entonces, tienes miedo o estás preocupada de que yo retrase todo lo que he dicho que se hará? ¡Ten en cuenta a los profetas, considera a los apóstoles y a los santos doctores de la Iglesia! ¿Descubrieron ellos algo en mí que no fuera la verdad? Es por esto que a ellos no les importó ni el mundo ni sus deseos ¿O por qué crees que los profetas predijeron acontecimientos futuros con tanta antelación si no hubiera sido porque Dios quiso que ellos dieran a conocer las palabras antes que los hechos para que los ignorantes fueran instruidos en la fe?
Todos los misterios de mi encarnación fueron dados a conocer con antelación a los profetas, incluso la estrella que guió a los magos. Ellos creyeron en las palabras del profeta y merecieron ver aquello en lo que habían creído, y se les dio certeza en el momento en el que vieron la estrella. De la misma forma, ahora mis palabras han de ser anunciadas, después vendrán los hechos y se creerá en ellos con mayor evidencia.
Te mostraré tres personas. Primero, la conciencia de un hombre cuyo pecado hice manifiesto y demostré por signos evidentes ¿Por qué? ¿No podría haberlo destruido personalmente? ¿No podría haberlo arrojado a las profundidades en un segundo, si Yo hubiera querido? Claro que hubiera podido. Sin embargo, lo soporto aún para la instrucción de otros y en prueba de mis palabras, mostrando lo justo y paciente que soy y lo infeliz que es este hombre, a quien gobierna el demonio.
El poder del demonio sobre él ha aumentado por su intención de permanecer en pecado y por su deleite en él, con el resultado de que ni las palabras amables ni las duras amenazas o el miedo del Gehenna (el infierno) lo pueden recuperar. Y también en justicia, porque en tanto que él ha tenido una constante intención de pecar, aún si no lo ha puesto en práctica, merece ser enviado al demonio por toda la eternidad. El mínimo pecado es suficiente para condenar a quien se deleite en él y no se arrepienta.
Te mostraré a otros dos. El demonio atormentó el cuerpo de uno de ellos, pero no llegó a entrar en su alma. Ensombreció su conciencia mediante sus maquinaciones, pero no pudo entrar en su alma ni adquirir poder sobre él. Tú puedes preguntar: ‘¿Acaso no es la conciencia lo mismo que el alma? ¿No está él en el alma cuando está en la conciencia?’ Por supuesto que no. El cuerpo posee dos ojos para ver, pero aún perdiendo el poder de la vista el cuerpo puede mantenerse sano. Pasa igual con el alma. Aunque el intelecto y la conciencia a veces se turban en la confusión como medio de penitencia, aún así, el alma no siempre queda dañada de manera que incurra en la culpa. Así pues, el demonio dominó la conciencia de un hombre, pero no su alma.
Te mostraré a un tercer hombre cuyo cuerpo y alma están completamente sujetos al demonio. A menos que lo coaccione con mi poder y gracia especial, nunca podrá ser expulsado ni salir de él. El demonio sale de algunas personas por propia voluntad y disposición, pero de otros tan sólo sale resistiéndose y bajo coacción. Aunque entra en algunas personas, bien debido al pecado de sus padres o a algún oculto designio de Dios –como, por ejemplo, en niños o en los que carecen de inteligencia—en otros entra por su infidelidad o por el pecado de otro.
De estos últimos, el demonio sale voluntariamente cuando es expelido por personas que conocen conjuros o el arte de expulsar demonios, siempre que no lo hagan por vanagloria o por algún tipo de beneficio temporal, pues el demonio tiene poder para entrar en uno que lo expulsa o para volver de nuevo a la misma persona de la que ha sido sacado, si no hay amor de Dios en ninguno de ellos. Nunca sale del cuerpo o el alma de los que posee completamente, excepto mediante mi poder.