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1.2 La vuelta a Italia

Según lo que sabemos, la deseada vuelta a Italia tardará muchos años en realizarse: aparte de un viaje diplomático en 1952, del cual no quedan testimonios escritos, Asturias volverá a Italia solo en 1963, para participar en el Tercer Festival de Cine Latinoamericano, organizado por el Columbianum en Génova, una ocasión que le permitirá encontrar por primera vez a Giuseppe Bellini. A partir de este momento su presencia en Italia será constante, como afirma el mismo Bellini:

Italia estaba destinada a tener una gran importancia en la vida y la obra de Miguel Ángel Asturias. Hasta había pensado el Maestro en establecerse definitivamente en mi país, en Génova, donde en el «Columbianum» el Dr. Amos Segala procuraba encontrarle una sistematización económica y de trabajo: el gran proyecto era una revista dedicada a América Latina, que realizaría en Milán el editor Rizzoli. (12)

Reconstruir a partir de esta fecha todos los viajes de Asturias a Italia no es una empresa fácil, sobre todo después de la desaparición en 2016 de Amos Segala, quien fue su principal colaborador. (13) Parece evidente, en todo caso, que esta relación se puede dividir claramente en dos partes, con el Premio Nobel como punto de inflexión. Los años anteriores a 1967 han sido resumidos por Fernando Colla en un texto en homenaje al mismo Amos Segala:

Dada la precaria situación económica en la que se encontraba la pareja [Asturias], el Columbianum, a través de Amos Segala, tomó contacto con varias universidades italianas para organizar un ciclo de cursos que le permitiera sobrevivir durante un tiempo en el país. Nueve universidades aceptaron la propuesta, gracias a lo cual Asturias pudo contar con un trabajo retribuido hasta el año siguiente.

Terminado el periplo, Miguel Ángel Asturias se radicaría en Génova para asumir, en estrecha colaboración con Segala, funciones de asesoría permanente en el seno del Columbianum. El resultado de esta colaboración –además de afianzar una amistad que sería indefectible– fue la realización de un congreso monumental, en 1965 –el “Congreso para la fundación de la revista América Latina del Columbianum”– en el que participaron decenas de personalidades entre las más representativas del pensamiento y la creación latinoamericana y latinoamericanista del momento […] Este congreso marcaría uno de los momentos más importantes de la presencia de la cultura latinoamericana en Europa (en su marco se fundaría la “Comunidad Latinoamericana de Escritores”). (14)

Sin embargo, la gira por las universidades italianas y el contacto del guatemalteco con el Columbianum no nacían de la nada: en Italia se habían publicado ya las primeras traducciones de sus novelas y algunos estudios iniciales sobre su obra, y Asturias mantenía relaciones epistolares con algunos estudiosos italianos. Después de un artículo pionero de Cesco Vian de 1956 (15), en 1958 había aparecido la primera versión de El Señor Presidente, con el título de L’uomo della Provvidenza, que enlazaba el dictador de la novela con Mussolini, como recordará años después Bellini: «[el título] aludía a un personaje nuestro: el Hombre de la Providencia. Así se llamó a Mussolini cuando firmó los “Pactos Lateranenses”, que pusieron fin a la “Cuestión Romana” [con el Estado Pontificio]» (16). Una relación posiblemente no del todo involuntaria, si se recuerda aquel lejano encuentro de 1925 y la impresión que seguramente dejó en Asturias.

En 1959 vio la luz una traducción de El papa verde en la editorial Editori Riuniti –por entonces, del Partido Comunista Italiano–, en una edición poco cuidada y probablemente no autorizada por el autor. Bellini había empezado su estudio de la obra de Asturias en un ensayo titulado La protesta nel romanzo ispano-americano del Novecento (1960) y, a partir de este texto, entabla el largo contacto epistolar que continuará hasta la muerte del escritor (17). De mi parte pude rastrear una huella de estos contactos iniciales en una carta, fechada 5 de marzo de 1960, dirigida a Dario Puccini, en la que Asturias hablaba de sus impresiones sobre la Revolución Cubana:

Escritas esas líneas de mi carta, he pensado que debo comunicarle mis impresiones de Cuba: brevemente: Fidel Castro y los que lo secundan, el Che Guevara y su hermano Raúl Castro, están realizando en Cuba una revolución de tipo nacionalista, nacionalista y socialista, como lo soñamos en Guatemala. Nada hay raro, exótico RUSO, en lo que hacen. Es simple y llanamente la entrega de tierras a los desposeídos gajiros [sic], la apertura de muchísimas escuelas, con muchísimos maestros que se conformaron, por la REVOLUCIÓN, a ganar la mitad del sueldo, para los analfabetos y los niños de Cuba; y la reducción a la mitad de los alquileres de las casas, reducción de la electricidad de la Compañía Norteamericana que sirve La Habana, y se estableció que por kilovatio se pagaría en La Habana lo mismo que en los otros Estados de los Estados Unidos –sin que esto quiera decir, ni mucho menos, que La Habana lo sea ¡Dios guarde! ¡y ahora menos que nunca!– y la reducción en los medicamentos, a precios al alcance del pueblo. ADEMÁS, ellos presuponen que existe, que hay, en América Latina, una cultura latina y eso también se defiende en escuelas, universidades etc. […] y si algo con lo que yo le digo, haciendo uso de mi nombre si quiere, puede decir en Italia, hágalo, que la revolución cubana es la continuación, en grande, de la de nuestra Guatemala. (18)

Como decíamos antes, no es fácil reconstruir lo que ocurre entre el primer viaje de 1963 y la vuelta a París en 1966, pero el análisis de los testimonios, los recortes de prensa y las primeras reseñas en los periódicos y en las revistas académicas de este periodo temprano, nos remiten una imagen de Asturias que se mueve entre las universidades, la prensa especializada, las entrevistas en los diarios italianos, el compromiso político y las muchas amistades que empiezan justamente en esos años.

Una de las primeras reseñas que aparecen en la prensa italiana figura en el periódico milanés Il Giorno y se refiere a Il papa verde. El autor era Angelo Mele, un crítico literario especializado en la literatura italiana, que se acerca al mundo latinoamericano marcando en su texto una línea interpretativa que será preponderante en los primeros años de la década de los sesenta:

De Miguel Ángel Asturias conocíamos solo “El Señor Presidente”, al que se añade ahora la novela “El papa verde”, publicada en la colección “Los narradores realistas” de Editori Riuniti: una obra cargada de acaecimientos, que resultan tanto más iluminantes en cuanto el escritor incide en la realidad social y humana de sus criaturas. Las retrata con una atención dirigida a conocer y expresar el mundo en que ellas viven. Así el ambiente humano, los personajes, los sentimientos, las condiciones de vida de los países del Caribe se trasladan a la página, dejando la marca de la tangibilidad e historicidad, también en relación con las pasiones, la fe, las creencias mágicas, a las que muy a menudo esas criaturas y poblaciones están sometidas, con un fanatismo digno de mejores causas. […] “El papa verde” es entonces una obra comprometida, llevada a cabo con espíritu realístico, que se adhiere a la realidad y a la verdad humana de su gente. A pesar de esto nos parece encontrarnos delante de una fábula, en la cual la fantasía actúa de manera atenta y diligente, para proyectar en el mundo de la leyenda lo que en cambio es un drama vivido humanamente, en un ambiente subdesarrollado. (19)

Estos primeros ecos dejan una impresión inicial de escritor comprometido, como se observa, por ejemplo, en un artículo publicado en el más importante periódico italiano, el Corriere della Sera, el 20 de abril de 1962, que relata lo que está ocurriendo en Argentina: «La policía argentina ha empezado ahora la caza a los militantes de izquierda y comunistas. Entre las personalidades arrestadas figuran el escritor guatemalteco Miguel Ángel Asturias y el periodista Juan Mora y Araujo». (20)

En todo caso se puede apreciar un nuevo interés de la prensa italiana hacia Asturias precisamente a partir de su gira por las universidades en 1964 y de la decisión de establecerse por un tiempo en Italia. Las clases, las conferencias y las actividades públicas se entrelazan con las entrevistas en periódicos italianos, entre las cuales destacan la realizada con Alfredo Barberis, otra vez en Il Giorno (el 23 de marzo de 1964), y una con Augusto Livi en Paese Sera de Roma (el 1 de abril de 1964), además de la publicación de un fragmento de Hombres de maíz que aparece en L’Unità (21 de junio de 1964) (21), el periódico oficial del Partido Comunista Italiano.

Alfredo Barberis fue un conocido periodista italiano que entrevistó a autores de gran relevancia de la cultura italiana y extranjera en su larga carrera. El inicio de su pieza sobre Asturias se volverá casi una cantinela en otros artículos venideros: «Nariz larga y fuerte, ojos penetrantes y febriles, pliegue del labio hacia abajo. La comparación parece hasta demasiado obvia: Miguel Ángel Asturias tiene la cara de una milenaria máscara Maya». (22) La conversación se desarrolló en un hotel de Milán y las preguntas se alternan a las consideraciones del entrevistador, con la intención de construir una imagen muy detallada para los lectores italianos que en ese momento no conocían mucho al guatemalteco. Las preguntas y las respuestas no añaden nada significativo a la idea del escritor latinoamericano comprometido que se estaba gestando en esos años, mientras las breves notas sobre su persona proponen una figura curiosa e intrigante:

Asturias ha sido también diplomático y de esta labor, además del rasgo señorial que vuelve elegante su maciza figura envuelta en un vestido de lana rasposa, ha guardado la imperturbabilidad. Habla de los angustiosos problemas de su tierra con oratoria finísima, sin curarse del bullicio que a sus espaldas hacen los cómicos personajes de Hanna y Barbera. […] Una mujer rubia, menuda, vestida de negro, se acerca a nuestra mesita: es la mujer de Asturias, una señora argentina que ha compartido con el marido las durezas del exilio, y que ahora vive con él en Buenos Aires. Le recuerda que tienen que preparar las maletas para la próxima etapa de su itinerario por las universidades italianas. (23)

Entre las preguntas, hay dos que merecen una especial atención: la primera es sobre Borges, bastante sorprendente, considerando que el autor argentino era entonces conocido en Italia por un grupo muy selecto de lectores. La respuesta de Asturias no deja lugar a dudas:

Dramáticamente comprometido con los problemas de su pueblo, es evidente que, como escritor, Miguel Ángel Asturias se encuentra en el polo opuesto de Jorge Luis Borges. Le pregunto así cuál es su opinión sobre este refinadísimo literato hispanoamericano, más de una vez candidato al Nobel.

Asturias tiene un destello en los ojos y sonríe, burlón. «Borges –recalca con atención, como si quisiera morder cada sílaba es un gran escritor, un gran estilista, un gran entendedor de estéticas, pero es un europeizante, su obra vive dentro de una órbita europea. Mis raíces, y las de otros escritores hispanoamericanos como Nicolás Guillén, Pablo Neruda, Elvio Romero, Bernardo Verbitsky, Carlos Fuentes, Roa Bastos, Rómulo Gallegos, ahondan bien firmes en América Latina. La nuestra es una literatura que se alimenta “del” y “para” el pueblo latinoamericano. (24)

La otra interrogante, con la cual se cierra la entrevista, concierne sus impresiones sobre Italia, e inaugura un tema al que Asturias volverá más de una vez:

Pregunto a Asturias cómo ha ido este primer encuentro con Italia.

“Siento decirlo –contesta lentamente– pero en general Italia no conoce a América Latina. Pero entre los más jóvenes he notado un vivo interés. Los estudiantes me han asediado con preguntas que me han hecho comprender que algo se mueve, que, por lo menos vuestros veinteañeros tienen los ojos bien abiertos hacia América Latina y sus problemas”. (25)

La entrevista con Augusto Livi es marcadamente más política, como no podía ser de otra manera. Augusto Livi (1920-2008) fue un periodista muy ligado al Partido Comunista Italiano, dirigió Paese Sera, el periódico “no oficial” del partido y, en representación de dicho diario, viajó como corresponsal a varios países de América Latina.

El texto se abre curiosamente con una cita de la frase sobre Mussolini que hemos citado antes: sabiendo que era casi imposible que Livi hubiese podido leer –o recordar– aquel artículo de 1925, con toda probabilidad fue el mismo Asturias a recordárselo, proporcionando a Livi el inicio perfecto para su entrevista, que en realidad se reduce a tres preguntas, ninguna de ellas relacionadas con la obra literaria del guatemalteco. En una de las respuestas Asturias hace referencia a un encuentro con un anónimo periodista italiano, ocurrido después del golpe contra Árbenz, una anécdota que ya aparecía en la introducción al libro de Gregorio Selser sobre Sandino, publicado en Argentina en 1957 (sobre el cual volveré más adelante): «Recuerdo en particular una conversación: “Hemos visto perpetrar un enorme crimen internacional.” –dijo mi interlocutor. “Habéis sido testigos –contesté– así que tenéis que decirlo en Europa.” “No será fácil –replicó el otro– después del delito, quien lo ha cometido no quiere que se hable de él.”» (26). En las respuestas, hay también otra referencia al recorrido por Italia, con las mismas afirmaciones sobre el interés de los jóvenes participantes: «He hablado de la historia y del significado de nuestras novelas en Venecia, Padua, Nápoles, Milán, y hablaré de esto en Roma. Más que conferencias se trata de un diálogo con los jóvenes, especialmente universitarios: hay en ellos un vivo interés hacia nuestra realidad; un interés que a menudo desaparece en los de más de treinta años». (27)

En abril de 1964 el periódico L’Unità entrevista a Asturias sobre el golpe militar de Brasil: el autor de la entrevista firma solo con sus iniciales (a. s.) y los temas tratados son todos sobre la actualidad política latinoamericana. Sus respuestas confirman la posición del escritor, así como sus esperanzas en el futuro: «Se está llevando a cabo un duro y amargo proceso de clarificación que dará sus frutos. Millones de campesinos sin tierra, de trabajadores hambrientos, de proletarios explotados, de estudiantes que anhelan la libertad están haciendo –a paso acelerado– su experiencia política, están buscando una guía y terminarán por encontrarla. La época del engaño, de la retórica y la demagogia está llegando a su fin en toda América Latina». (28)

Durante ese mismo año, verdaderamente crucial para entender la relevancia de la presencia de Asturias en Italia, Giuseppe Bellini le dedica un curso entero en la Universidad de Milán, para el cual prepara una pequeña antología de su obra narrativa en español, en una edición no comercial publicada por una imprenta universitaria milanesa. El mismo Bellini publicará, años más tarde, el texto de una de las clases-conferencias que dictó el escritor: la lectura de este texto nos revela que el plan general de las conferencias, que Asturias traía consigo al llegar a Italia, giraba alrededor de cuatro temas principales: la peculiaridad de los espacios americanos, la relación con la historia, la atención al lenguaje y el compromiso político.

Amos Segala recuerda cómo se organizó la gira de Asturias por las universidades italianas, en un clima que él mismo resume de esta manera: «América Latina era entonces ignorada en las Universidades, en los periódicos, en las editoriales. En los circuitos culturales más frecuentados, el eurocentrismo activo, era la regla». (29)

Asturias en sus maletas de manuscritos que siempre lo acompañaban, tenía el esbozo de un cursillo sobre la novela latinoamericana repartido en seis conferencias. Hice diligencias con mis amigos o con los amigos de mis amigos, y seis meses más tarde pude proponerle un periplo italiano en nueve universidades (Venecia, Florencia, Roma, Milán, Turín, Pisa, Nápoles, Cagliari, Génova), que se organizó de la manera siguiente: el Columbianum asumía los gastos de viaje y los viáticos; las Universidades visitadas cubrían el hospedaje y la organización logística del cursillo y, sobre todo, lo incluían en los calendarios de los cursos académicos de español y de hispanoamericano. Los cursillos duraban un mes y Asturias pudo así entrar en contacto directo con profesores, estudiantes, rectores, periodistas, colegas escritores. Pudo sobre todo, hacerse nuevos amigos y despertar un vivo interés, inédito y popular, hacia la literatura hispanoamericana. (30)

Este interés queda reflejado en un testimonio que Bellini deja a Patrizia Spinato sobre las conferencias de Asturias dictadas en Milán: «Las conferencias del escritor guatemalteco tenían lugar por la tarde y llenaban el paraninfo de oyentes; sus intervenciones duraban generalmente media hora, a la que seguían las preguntas de profesores y estudiantes sobre el tema de la ponencia, pero también acerca de la vida del escritor, su obra, su país, el destierro, y tanto se alargaba la charla que solo se interrumpía cuando el recinto universitario cerraba». (31)

Del mismo modo, el impacto de su presencia permitió que en el mes de junio se presentara un programa de la Radio Nacional italiana sobre la narrativa latinoamericana, siguiendo un texto preparado por Asturias, sucesivamente publicado en la revista Terzo Programma y que presentamos traducido en este volumen. (32) La participación en un medio de comunicación de masa como la radio confirma aún más el interés de Asturias en dar a conocer literaturas y culturas muy poco conocidas en Italia: de hecho en el texto preparado para el programa hay una larga serie de citas de novelas que en ese entonces todavía no eran traducidas al italiano, cuyos autores eran verdaderos descubrimientos para el público radiofónico.

Al final del recorrido italiano, Asturias se establece en Génova, ya que el Columbianum, como ya hemos recordado, le ofrece una colaboración estable para la coordinación de las actividades culturales del Instituto. La descripción de la casa donde se hospedó el escritor con su esposa, doña Blanca, se encuentra en varios testimonios, entre los cuales uno de los más entrañables es el de Luis Harss:

Estamos en Génova, en una tarde clara de la primavera de 1965. Una figura de corpulencia churchilliana e impresionante perfil aguileño nos recibe detrás de una amplia mesa redonda en el último piso del Palacio Doria que se alza soberbio sobre los techados, con vistas a la pintoresca Piazza San Matteo. Génova es una ciudad de chimeneas humeantes, callejones tortuosos, fábricas, pesquerías, azoteas donde se agita fantasmagórica la ropa tendida al sol. El cuarto que tirita al atardecer es enclenque, y está apenas amueblado. Asturias posee pocos bienes: libros y revistas diseminados al azar, adornos pasajeros en los estantes, recortes de periódicos pegados en una pared desnuda. Lo preocupan poco sus alrededores. Una aspiradora resopla como un fuelle en la habitación vecina. Un paquete de comestibles –el dueño de casa ha estado de compras y acaba de volver, frotándose las manos con anticipación gastronómica– se comba en un estante, tambaleándose. Hay visitas ruidosas en el pasillo, amigos que llegan. La casa de Asturias está en la encrucijada de todos los caminos. Entra y sale la gente apurada, de paso rumbo a los cuatro rincones del mundo. Asturias es bondadoso, comedido y monosilábico. Acoge a todos por igual, con una mirada tranquila, distraída y sonriente en los ojos profundos. Cuando entramos, las corrientes de aire atraviesan la casa como brisas marinas, haciendo golpear las puertas. Una pequeña estufa eléctrica parpadea huraña en medio del piso. Este es el cuarto de trabajo, que acaba de salir del invierno. Estamos prácticamente a la intemperie. Asturias se excusa del frío. «Con el mal tiempo hace meses que no entramos aquí», dice levantándose pausadamente para saludarnos. (33)

Toda la labor de Asturias en la ciudad de Colón gira alrededor de dos grandes proyectos que, junto con Amos Segala, han ido pensando e imaginando a lo largo de 1964: un gran congreso en Génova y la fundación de una revista literaria que debía ser el gran escaparate europeo de los escritores latinoamericanos.

La preparación y el desarrollo del Congreso de enero de 1965 han sido relatados en todos sus pormenores por Segala en el texto ya citado, a partir de las primeras actividades del Columbianum: la fundación por el padre Angelo Arpa, un extraordinario jesuita con visiones de futuro, las primeras conferencias a partir de 1958, los proyectos editoriales, los Festivales de Cine y las exposiciones de arte mexicano precolombino y de artistas contemporáneos. De manera que el Congreso de Génova, en sus tres Comisiones y las dos iniciativas paralelas, fue el verdadero colofón de seis años memorables, pero, como dice el mismo Segala, sus animadores fueron «víctimas de nuestros propios aciertos». En efecto, en los meses siguientes, el Columbianum fue arrollado por problemas financieros y una hostilidad política que lo llevaron al cierre, y con él, gran parte de las iniciativas que se habían programado en el Congreso. Por esto, el discurso oficial que Asturias pronunció en esa ocasión –emocionado y comprometido– y que se reproduce en este volumen, queda como testimonio de una gran ocasión perdida.

Este fracaso dejó, sin embargo, dos herencias de gran alcance para el futuro: por un lado, la colaboración con Amos Segala, que se irá fortaleciendo en los meses y los años siguientes hasta lograr los resultados conocidos por todos, y por otro lado, como afirma el mismo Segala:

Con una simetría apenas creíble, y milagrosa, el fracaso del Columbianum coincidió con el ascenso público de Asturias. Su imagen se había fortalecido en Italia, ya no era un fellow traveler banalmente comprometido sino un autor leído y adoptado por las Universidades de toda Europa, sus conferencias (las de Italia) eran solicitadas en Alemania y en Francia y sus traducciones se multiplicaban (en idiomas escandinavos sobre todo). Su rol en Génova, su posición central y el evento en el cual tanto se lució (que fue la reunión latinoamericana más importante de la década por el número y la calidad de los participantes) arrojaron sobre su persona y sobre su obra nuevas luces y una visibilidad internacional que luego el premio Lenin y el premio Nobel confirmaron. Estos reconocimientos, como lo dijo sin vacilaciones, tenían su origen estratégico en el período italiano que había vivido con nosotros. (34)

Antes de volver definitivamente a París para el encargo diplomático que le creó tantos problemas, Asturias pasa en efecto unos meses en Roma, a donde llega en octubre de 1965, para quedarse hasta mayo de 1966, en una estancia que se prolongó más de lo previsto, «porque Roma está muy linda –así nos ha parecido esta vez–, para huir un poco del gris parisino, aquí hay cielo azul y sol» (35). Más allá de las condiciones meteorológicas favorables, los Asturias en Roma vuelven a encontrarse con Rafael Alberti y María Teresa León, amigos entrañables de los años argentinos, y otra vez el escritor se ve involucrado en varios proyectos editoriales que no tendrán mayor éxito, pero que dejarán un recuerdo importante, como se puede observar por ejemplo en un recorte de prensa que recuerda su participación en un encuentro en Roma:

Autoridades del mundo político y parlamentario y de la cultura italiana y latinoamericana se pronunciaron anoche a favor de la amnistía de los presos políticos y del restablecimiento de las libertades democráticas en Venezuela. El diputado Alberto Jacometti, que presidió el evento junto con Alberto Carocci, Carlo Levi, Pier Paolo Pasolini, el escritor guatemalteco Miguel Ángel Asturias, el poeta paraguayo Elvio Romero y otros, abrió la reunión con unas breves palabras, destinadas a destacar la magnitud asumida por el movimiento internacional de la amnistía y los estrechos vínculos entre éste y los ideales democráticos y antifascistas europeos. [...] Finalmente, Asturias aportó un vivo y cálido testimonio sobre el drama de la opresión imperialista en América Latina.

Entre los participantes hubo Alberto Moravia, Rafael Alberti, la diputada socialista Tullia Carettoni, Dacia Maraini, Guido Aristarco, Valentino Orsini, Dario Puccini y otros. (36)

Si estas eran las ocasiones públicas de encuentro donde se juntaban los intelectuales comprometidos, en especial con el Partido Comunista, un testimonio sobre momentos más amenos y aun así de enorme espesor cultural lo dejó Luciana Stegagno Picchio, en esos años joven académica lusitanista:

La cita era los domingos, a las cinco (precisamente “a las cinco de la tarde”) en Via Garibaldi 88, donde Rafael y María Teresa León se habían trasladado en 1965 desde la casa de Via Monserrato, que había sido su primera dirección tras su llegada a Roma en 1963. Catorce años de Italia, catorce años de exilio, hasta el regreso definitivo del poeta a Madrid en 1977. Para nosotros, entonces jóvenes estudiosos y ardientes antifascistas, fue una época única de convivencia con personalidades excepcionales de las que quizás sólo ahora, más de treinta años después, somos capaces, en nuestra nostalgia, de medir el privilegio. Todavía recuerdo a la gente en la terraza, la paella en medio del gran salón con su piso de mayólica azul, el poeta Murilo Mendes y su esposa Saudade en un puesto de prestigio, junto a Vinicius de Moraes inclinado sobre su guitarra, de la que extraía acordes tenues, Alberto Moravia en acalorada conversación con Miguel Ángel Asturias, Vanni Scheiwiller, Achille Perilli y Piero Dorazio en la ventana con Giuseppe Ungaretti y luego allí cerca Vittorio Bodini, quien estaba traduciendo con enorme participación Degli Angeli en discusión con Dario Puccini, primer traductor de los Retratos de Contemporáneos y ahora empeñado en la traducción de la Lozana Andalusa. Y luego Angelo Maria Ripellino y Ruggero Jacobbi, Oreste Macrì y Lore Terracini. Se hablaba de todo y de todos. (37)

La lista de los nombres citados nos puede dar una idea del fermento intelectual en el cual Asturias juega un papel determinante, representando de hecho toda la parte del continente americano de habla española, en un contexto donde se reúnen escritores y críticos italianos, españoles y brasileños.

La gira por Italia, los proyectos en que se vio involucrado, el imponente Congreso de Génova y la idea de la revista –aun con su fracaso– favorecieron sin duda también la publicación en italiano de otros libros suyos en este periodo: en 1964, sale a la venta Week-end in Guatemala (Nuova Accademia, reimpreso el año siguiente en dos volúmenes separados); en 1965, Vento forte (Rizzoli) y la antología de poesía Parla il Gran Lengua (Guanda, Bellini); en 1966 La pozza del mendico (Il Veutro) y finalmente, en 1967, ya después de recibir el Premio Nobel, Mulatta senza nome (Mondadori), Uomini di mais (Rizzoli) y la reimpresión de Il Signor Presidente, por fin con el título original.

El asunto de las traducciones y de las publicaciones fue otro ámbito que Asturias cuidaba con especial atención, como resulta del epistolario de Bellini con Asturias, quien de cierta manera fue su “agente” en las negociaciones con las editoriales italianas. Esta preocupación quedó reflejada en un texto, publicado siempre en 1966 y recogido sucesivamente en el volumen Latinoamérica y otros ensayos (1968), titulado “La literatura hispanoamericana en Italia” (38). El artículo se abre con una presentación de la situación actual de dicha literatura en la península:

En la actualidad, andado ya bastante camino, dificultoso camino algunas veces, empieza a conocerse mejor en los medios cultos italianos y en los centros universitarios y estudiantiles la literatura de América latina, como dependencia o corolario de la literatura española. Y en esto acaso se ha encontrado el mayor escollo, en llevar a la comprensión de los italianos que se interesaban por estos asuntos que la literatura, la narrativa y la poesía hispanoamericanas no forman parte de la literatura española, no son un último capítulo de la misma, así como la literatura norteamericana no es en la actualidad parte ni capítulo de la literatura inglesa, ya que se trata de dos literaturas distintas, complementarias si se quiere, pero distintas. […] Ahora el público italiano empieza a familiarizarse con la literatura de Latinoamérica, a considerarla como un algo distinto de la literatura española y a conocer a los principales autores y poetas hispanoamericanos de los últimos tiempos. Lo demuestra el interés, cada vez mayor, que los editores italianos más importantes manifiestan por nuestra novelística. No son ya publicaciones aisladas, esporádicas, sino que cada vez es más el número de libros de América latina que se traducen y se publican, y muchos son ahora los críticos literarios que comentan esas creaciones, y no ha faltado un director cinematográfico italiano, interesado por esta literatura, que puede llamarse nueva en Italia, pues hasta ahora no se empieza a conocer por el público, que ha arrebatado, cabe el adjetivo, algunos libros publicados en ediciones de bolsillo, a precio barato. (39)

Las reflexiones de Asturias, sin embargo, no se limitan a una observación de la realidad existente, sino que proponen líneas nuevas para la difusión de los nuevos autores, con propuestas muy concretas respecto a los traductores y a la colocación editorial de los textos:

Por otra parte, cabría recomendar a los editores que, lejos de publicar libros aislados de nuestros novelistas y poetas, los sistematizaran en pequeñas colecciones o los incluyeran en colecciones de autores de gran público. La demanda aumentaría el interés, y por este camino se estimularía lo referente a la traducción. Se cuenta con óptimos traductores, desde luego, pero por ser el español, quién sabe por qué, un idioma que parece que no lo hablaran millones de personas, no se le presta la atención debida y se le pagan mal, menos que del inglés, las traducciones, lo que hace que éstas no alcancen la calidad que se precisa, pues un traductor mal pagado traduce al correr de la máquina o al dictado de su micrófono, como salga. Y esto no es posible, sobre todo tratándose de libros latinoamericanos en los que la palabra, más que la frase, cumple una misión sustancial distinta de la que ocupa en una obra española, por ejemplo, y en los que hay giros idiomáticos propios de aquellas regiones y problemas que les son peculiares. Pero, como decíamos, ya se ha andado bastante camino, y después de siete meses en Roma y muchos meses en todas las ciudades italianas, en Universidades, Ateneos, revistas, editoriales, puedo afirmar que en Italia existe hoy un vivo interés por nuestras letras. (40)

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9789929605954
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