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Uno de los jóvenes de los que hablaba Asturias en las entrevistas antes citadas llega a escribir en el mismo año (1966) una reseña para la revista cultural Ad libitum que acababa de iniciar sus publicaciones. El joven de veintidós años se llamaba Antonio Melis y dedica una de sus primeras contribuciones críticas justamente a Miguel Ángel Asturias, a partir de un punto de vista bastante original:

La comprensión de la obra de Asturias no se ha beneficiado del compromiso político del autor, detectable sobre todo en la fase que va de El Señor Presidente a Los ojos de los enterrados, que ha terminado por desviar la atención del significado más auténtico de su obra, que se puede individuar en la extraordinaria experiencia lingüística, en la creación de una prosa fantástica inimitable. Este malentendido ha juntado los detractores, para los cuales resultaba obvia la insulsa y estereotipada acusación de literatura de propaganda, con los entusiasmados alabadores de los contenidos sociales de su obra, que no se han dado cuenta de invertir a fondo perdido en un pretendido compromiso revolucionario del escritor. (41)

Melis hace una breve referencia, por otro lado, a las desavenencias políticas de Asturias en esos años, con lo que evidencia por primera vez las discusiones con la inteligencia cubana de Casa de las Américas y demuestra un conocimiento profundo del mundo literario latinoamericano; pero, en ese momento, las desliga completamente de las consideraciones de ámbito literario, discrepando en esto con la gran mayoría de la crítica contemporánea, e introduciendo elementos que darán frutos abundantes en el futuro.

De hecho, ya en 1966 se publica también el libro fundamental de Giuseppe Bellini sobre la narrativa de Asturias, en el que estaba trabajando desde hacía años, y que se imprimirá en español en 1969 (Losada, Buenos Aires). A pesar del tiempo pasado desde entonces, el texto de Bellini sigue marcando un hito en la historia de la crítica, ya que supera las interpretaciones propuestas hasta entonces y amplía notablemente las perspectivas y el marco del campo cultural en que se inscribía el escritor guatemalteco, gracias a una mayor atención acerca del valor específicamente literario y lingüístico de sus novelas. El análisis detallado de Bellini fue propiciado también por la relación estrecha que se había establecido entre el intérprete y el autor, que se testimonia, por ejemplo, por el texto que Bellini le pide a Asturias sobre Mulata de tal durante la redacción del libro (42).

El valor del aporte de la crítica y de la experiencia italiana, y de Bellini en particular, será reconocido años después por Gerald Martin:

En 1970 terminé mi doctorado sobre Asturias. Ya para entonces me daba cuenta de que no existían muchos críticos dedicados a la obra de ese escritor: el primero y el más importante, sin lugar a duda, fue un profesor italiano de la Universidad de Milán, el mismo que está aquí con nosotros esta noche [Giuseppe Bellini]. […] En 1972 fui invitado a participar en la preparación de sus obras completas por el escritor mismo y por otro estudioso italiano, quien también está con nosotros esta noche [Amos Segala]. (43)

Terminando el examen de los años entre 1962 y 1966, en los cuales caben las largas temporadas vividas en Italia, hay que convenir con Amos Segala cuando afirma que este periodo tuvo importantes repercusiones, para Asturias, para el estudio de sus obras y para el hispanoamericanismo italiano:

– Su voz, su carisma y su atormentada y discutida historia personal y el mensaje integrador de sus concurridas conferencias tuvieron varias consecuencias generales y personales:

– El hispanoamericanismo italiano a partir de su magisterio fortaleció su presencia y peso en la Universidad peninsular.

– La figura y la obra de Asturias empezaron a apreciarse y discutirse, ya no a través de los estereotipos de la guerra fría, sino por lo que efectivamente eran y decían.

– Asturias transitó velozmente de un estatuto de símbolo ideológico fabricado a una realidad histórica y literaria compleja y real (44).

Todo esto se verá claramente a partir de 1967, el año del Nobel.

1.3 El año del Nobel

El año que terminará con la atribución del Premio Nobel se abre en Italia con un artículo del escritor que aparece en Paese Sera sobre un tema aparentemente distante de la reflexión literaria: el de la canción de protesta latinoamericana. El texto nace de la publicación en Francia de un volumen sobre la canción revolucionaria en América Latina y es la traducción de una reseña en francés, sucesivamente traducida también al español en el volumen Latinoamérica y otros ensayos (1968). En italiano se titula Chitarre ribelli in America Latina y aquí Asturias sigue un recorrido histórico, a partir de las guerras de independencia, sin olvidar los cantos de los indios y de los esclavos. El panorama es variopinto, con los “zambos” a lado de José Mármol, pero el resultado final es evocador y fascinante, totalmente en línea con el espíritu de esos años:

Las guitarras en América latina —piensa en Francisco Marín, el paraguayo, que esfuérzase por mantener en toda su pureza el folklore guaraní— siguen siendo los instrumentos populares de lucha, de rebeldía.

Las canciones de la Revolución Mexicana, las canciones de las Revoluciones de Guatemala, Bolivia, aquéllas de estudiantes, éstas de mineros, las canciones de la Revolución Cubana: el canto viene de abajo, la melodía puede ser rica o elemental, deslizarse o percutir, mas siempre continuará, en América latina, el coloquio entre los desposeídos, los explotados, los que no tienen bienes ni tierra, y por toda herencia el hambre de los siglos y el porvenir de la tristeza de sentirse siempre explotados. Si en el siglo XIX y principios del siglo actual las canciones se enderezan contra las tiranías, las dictaduras personales, personalísimas e inconfundibles, que señorean nuestros suelos americanos, ahora todas las canciones abren sus fuegos de lucha contra todas las nuevas formas de sufrimiento de estos pueblos, invitándoles no a la conformidad, sino a la revuelta. Son canciones de denuncia, de protesta, de batalla: testimonio de una América latina unida frente a los nuevos conquistadores. (45)

La publicación de este texto en el periódico romano es una consecuencia de la permanencia de los Asturias en la capital italiana, donde había dejado vínculos de colaboración y de amistad que, no obstante, se fueron perdiendo un poco en los años posteriores.

A pesar de todas las actividades llevadas a cabo en Italia en los años que hemos reconstruido en las páginas precedentes, la adjudicación del Premio Nobel sorprende bastante al mundo editorial italiano, como evidencia una nota anónima de la columna “L’informatore librario”, del periódico romano Il Tempo:

La asignación del Premio Nobel 1967 para la literatura al narrador guatemalteco Miguel Ángel Asturias nos permite hacer, con relación a Italia, dos consideraciones, una positiva y otra negativa. La primera, confortante, es que entre nosotros ya se traduce mucho, y pronto. Es prueba de esto que de Asturias tenemos seis obras en versión italiana: [sigue la lista]. La segunda, desalentadora, es que, entre nosotros, se lee siempre poco. Es prueba de esto el hecho que de las obras mencionadas las tres de Nuova Accademia y la de Feltrinelli (considerada la mejor) han acabado en los estantes de la cadena del Remainder’s Book italiano, donde se pueden comprar a mitad de precio, más barato que en las casetas de libros viejos. (46)

Dada la situación, las editoriales italianas buscarán recuperar el tiempo perdido, y en pocos meses salen a la venta las primeras traducciones de Uomini di mais (Rizzoli, 1967), Mulatta senza nome (Mondadori, 1967) y Gli occhi che non si chiudono (Rizzoli, 1968), todas gracias al trabajo de Cesco Vian; asimismo, se reimprimen Vento forte (Rizzoli) e Il Signor Presidente (Feltrinelli), por fin con su título original.

Como es natural, en la prensa italiana aparecieron abundantes comentarios sobre el Nobel, entre los cuales vale la pena destacar algunos, que pasaremos en reseña por orden de publicación.

El 20 de octubre, el día después de la noticia oficial, aparece en el Corriere della Sera un primer comentario firmado por Mario Luzi, gran poeta italiano que en esos años dedicó muchos artículos a la literatura hispanoamericana. En esta primera reflexión, Luzi va enmarcando en primer lugar el nombre de Asturias dentro de una tradición continental todavía bastante desconocida para el público italiano:

En la invención y el acento de la prosa y de los versos de Asturias se encuentran, llevados a un extremo de tensión crítica y moral, todos los temas que –más o menos míticos en la poesía de Joaquín Pasos, de Mistral, de Neruda– se fueron realísticamente precisando en las novelas de Azuela y Gallegos, y han adquirido violencia de denuncia política en las páginas de José Eustasio Rivera, colombiano, Jorge Icaza, ecuatoriano, Ciro Alegría, peruano, y del brasileño Jorge Amado, si queremos recordar por lo menos los nombres que han llegado hasta nuestra ignorancia.

Son temas y motivos propios de una literatura natural y cada vez más conscientemente comprometida en el rescate del hombre –que conserva los rasgos del indio– y de la nación de la explotación económica y del abuso político. Su proceso es conforme a la naturaleza de nuestros tiempos apremiantes, en los cuales más allá de formas o etiquetas, tantos países toman conciencia de su condición colonial y de los reales términos de la injusticia; inevitablemente la antigua tribulación que se había expresado en términos míticos y patéticos ahora se perfila con sus ásperos perfiles políticos, con todas las adquisiciones y pérdidas en autenticidad y poesía. (47)

Este encasillamiento en una lectura prevalentemente política, que seguía las líneas trazadas en los años anteriores, se irá matizando en una segunda intervención que el mismo Luzi escribe después de la publicación de los volúmenes enumerados antes, a un mes exacto de la noticia del Nobel, donde expresa su predilección por Hombres de maíz:

[…] se trata de un artista muy lejos de ser uniforme, con una intensidad discontinua y con intenciones diversas, difícil, en suma, a definir con un libro solo. […] en la producción que busca y encuentra el alma profunda del pueblo indio, el tono oscila entre una apacible fabulación de narrador a la europea, casi naturalista, y la expresión interior, mágica o, si se quiere, típica de la mentalidad y condición india. Es en este último acento donde hay que buscar lo mejor de la variada, rica y potente voz de Asturias. […] para encontrar ese acento nada vale más que Hombres de maíz, con esa irrefrenable y natural mezcla de realidad y mito que representan las dos dimensiones, perfectamente recíprocas, en las cuales vive el alma y la mente del indio, y donde respira también el arte de Asturias cuando es en su mejor momento y corre al centro de su expresión lingüística. […] ¿Qué sentido se puede dar a la compleja imagen de este escritor? Su obra no es legible, por suerte, en un sentido obligado. En el perfil fijo y mutable de su Guatemala fabuloso y sufrido, trágica fatalidad y libertad del hombre ya están marcadas. El mal cósmico y atávico de la vida no excluye la euforia vital y la rebelión contra las injusticias. Pero más allá de estas noticias previsibles, a la vieja Europa llega un inusitado mensaje de libertad y de alegría creativa. (48)

Entre estas dos aportaciones de Luzi, se sitúan otros dos textos, ambos de gran interés por el renombre de sus autores y por las consideraciones que expresan. El primero es de Paolo Milano (1904-1988), cosmopolita y genial crítico literario del prestigioso semanario L’Espresso desde 1958 a la mitad de los ochenta. Sin embargo, su conocimiento de la literatura latinoamericana fue siempre el de un sofisticado amateur, con todas sus consecuencias. El título del artículo, Miguel Ángel Asturias tra azteco e parigino, revela ya el hilo que sigue Milano en sus argumentaciones. La confusión entre el “azteca” del título y el “maya” del texto ya muestra poca atención a la peculiaridad, individual y nacional, del autor del que se está hablando, que se despliega claramente en la terminante separación entre las dos fases de la formación de Asturias, descritas también con cierta condescendencia europea: «En la privada prehistoria de Asturias están los tres o cuatro años pasados por el chavalín mestizo, de padre español y madre india, en un pueblo guatemalteco al margen de la selva, en estrecha cercanía al mundo campesino todavía “maya”, empapado de animismo y magia. […] A esa infancia se remonta, sentimentalmente, la “vocación precolombina” de Asturias. Intelectualmente, en cambio, la historia es completamente otra cosa, y empieza en París» (49).

La dicotomía entre las raíces “sentimentales” indias y las elaboraciones intelectuales “europeas” sustenta todo el texto, pero las consideraciones sobre las diferentes novelas revelan que el crítico italiano las había leído de manera bastante superficial, ya que asimila Hombres de maíz a la Trilogía Bananera sin grandes distinciones, y él mismo confiesa haber echado solo un vistazo a la versión original, de manera que no puede expresar un juicio cabal sobre la novela. El artículo termina haciendo referencia al ensayo publicado en la revista Terzo Programma, en el que se presentan los tres motivos principales de la obra de Asturias: la humanización del paisaje, la alquimia lingüística y los temas sociales. Sin embargo, la síntesis entre ellos no se consigue: «en su obra de novelista se encuentran los tres elementos. Así es en efecto: pero su convivencia es difícil, y los resultados muy desiguales» (50).

El segundo artículo es de Giuseppe Cintioli, que en ese entonces era traductor multilingüe (del español, del francés y del portugués) y colaborador de la editorial Mondadori. En los primeros años de los sesenta había traducido a Mariano Azuela, Ciro Alegría, Germán Arciniegas y Guillermo Cabrera Infante, con resultados desiguales e introducciones que mostraban en todo caso un sincero interés hacia América Latina. El artículo sobre Asturias, publicado en Il Giorno, con el título Il cosmo allucinante degli uomini di mais, confirma defectos y virtudes de Cintioli.

El texto se centra en particular sobre Hombres de maíz, que él también considera «la obra mejor de Miguel Ángel Asturias», proponiendo una definición histórico-social de estos “hombres de maíz” y de su relación con los mitos ancestrales. La lectura es atenta y puntual, con referencias a los personajes y a los eventos de la novela, y el razonamiento de Cintioli parece alejarse programáticamente del de Milano, con una apertura que en 1967 resulta casi profética por su modernidad, aun incluyendo varias contradicciones. Por esto vale la pena reproducir casi integralmente la segunda parte de su artículo:

¿Consigue finalmente Asturias dominar toda esta materia? Diría que no. Se arroja en ella, cae en trance, se vuelve objeto, piedra, agua, viento. Y observa como alucinado. Pero es justamente gracias a esto que consigue sacudirse de encima la etiqueta de escritor convencional que lo persigue desde siempre y salir de ciertos esquemas naturalistas en los cuales, generalmente queda prisionero; […] En efecto: si Hombres de maíz es apreciable, lo es en cuanto magma, materia bruta anterior a la forma. ¿Por qué entonces buscar valores literarios? Se trata de otra cosa: material etnológico, antropológico que hoy en día, en cuanto nos da un conocimiento diferente de lo puramente literario, nos es más útil. Por muchas razones.

Porque no se trata solo de Asturias. Se trata de un continente. Porque la tendencia al caos en el hacer y en el formar es el elemento calificador de toda una cultura –y de la vida– indoamericana. […] Así las razones de Asturias son las mismas de tantos otros escritores de ese mismo mundo. Escritores que en general no tienen posibilidad de elección cultural porque no tienen posibilidad de elección histórica. O arrojarse al caos, sujetándose a su proprio cordón umbilical, o sacarse un sitio (ambiguo) en una cultura ajena. […] Por esto los mejores entre ellos se presentan siempre con un rostro de piedra. Porque su fuerza es la de ser “bárbaros”, de pertenecer a otra historia y de haber experimentado de la nuestra solo lo sucio. ¿Qué significa entonces definirlos románticos o barrocos? Lo que intentamos haciéndolo es de recuperarlos en nuestra área, de cortarles las uñas encajándolos en una medida preestablecida. Esto lo llamaría colonialismo cultural.

No. No pueden ya cabalgar nuestros “ismos”. Nos damos cuenta de esto por síntomas a millares. Como escritores descienden de una cultura nacida para celebrar – borrar (la ambivalencia es una señal de una neurosis continental) el ultraje y el genocidio: el inicio de un sistema. Como hombres llevan en sus entrañas lo podrido de un colonialismo inventado aposta para ellos y viejo de cuatro siglos. […] ¿Qué es su caos-paraíso (otra ambivalencia) si no la nunca alcanzada libertad de los dominadores? A lo largo de los siglos, siguiendo las huellas de Colón, los hemos observados con los ojos de los exotistas. Aún más: los obligamos, con nuestras razones “prioritarias”, a hacerse exotistas en su patria. ¿Pero hoy? Muerto y sepultado el exotismo, en agonía el colonialismo, me parece no queda otra cosa que clavar los ojos en su oscuridad. Agarrarse a lo que está debajo. Penetrar en ese magma. Pero con gusto e intenciones de investigadores, no de moralistas o de estetas. Y tampoco como precipitados agitadores. Observamos. Encontraremos allí sus formas humanas. Y su historia: la verdadera. Y la parte más turbia de la nuestra. (51)

Si una de las categorías centrales del texto de Cintioli es la ambivalencia, él mismo parece sufrir esta característica: la individuación de una diversidad radical de la cultura latinoamericana a partir de su condición subalterna resulta sorprendentemente precoz si la leemos en el contexto de 1967, pero al mismo tiempo Cintioli vuelve a construir una clasificación cultural que encasilla a los escritores latinoamericanos en las categorías de lo antropológico, del “bárbaro”, casi excluyéndolos de otras posibilidades y perspectivas. A pesar de esta no resuelta ambigüedad, su lectura de la obra de Asturias abre perspectivas realmente nuevas que, como veremos, no encontrarán muchos seguidores, por lo menos en tierras itálicas.

Otro testimonio del interés que despertó en Italia el Premio Nobel es un texto publicado en una de las más prestigiosas revistas literarias de esos años, La Fiera Letteraria, escrito por Piero Sanavio (1930-2019). El autor fue un intelectual italiano con una considerable experiencia internacional, que viajó entre Estados Unidos, Puerto Rico y Francia, donde trabajaba en la UNESCO cuando encontró a Asturias en los días siguientes a la concesión del galardón. El artículo originado por este encuentro nace como una entrevista, pero la escritura de Sanavio la transforma casi en una narración, donde el escritor guatemalteco termina por ser al mismo tiempo casi el protagonista de un cuento y el autor entrevistado, mientras las preguntas se entremezclan con las descripciones, la biografía con las respuestas, hasta volverse casi un monólogo. Esta hibridez se nota ya desde el título, Parla il Re Maya que podría ser el de un relato. En dos páginas muy densas Sanavio sintetiza después biografía y obras, siempre con una mirada muy atenta al hombre Asturias, que describe con unas pinceladas al inicio del texto:

Abre la puerta de la embajada, en rue de Courcelles, una especie de sardo fatídico, vestido de negro, pequeño, sin corbata, mal afeitado: es un guatemalteco. Me mira y no habla. Me presento. Después agrego: «Su excelencia me espera. Llamé ayer anoche». […]

La puerta de la oficina se vuelve a abrir. Un hombre de mediana estatura, pesado, cuadrado, con un vientre que quizás no es un vientre sino la exacta, natural dimensión de su cuerpo pasa en plano largo delante de la mesa con las flores, abre una puerta. Habla con una bella voz pastosa, baritonal, hacia alguien al interior: «Lourdes… Lourdes… mejor que empiece a cocinar el pollo».

Va vestido de gris. Se gira, me levanto, me acerco. Me estrecha la mano y sigue caminando hacia la puerta de donde ha salido. «Sea amable. ¿Puede esperar un poco más? Desde ayer me parece vivir en un mundo enloquecido.»

Pasan cinco minutos. Me enciendo un puro. La fotógrafa está preparada, con sus dos máquinas. La puerta de la oficina se vuelve a abrir, salen los camarógrafos con sus equipajes. Asturias reaparece en la puerta, con una sonrisa que parece una mueca, bajo la hermosa nariz larga, aguileña, la boca carnosa, como un rey maya, las espaldas un poco dobladas, el brazo derecho que se le cae. «Si quieren entrar…» […]

Vivía en Génova, antes de convertirse en embajador: en el último piso de Palazzo Doria. Allí también, cuando residía allí, la primera vez que lo encontré, hacia 1961 [sic], sus habitaciones mostraban la misma indiferencia decorativa de este departamento. Quizá más de la mitad de su vida Asturias la transcurrió en el exilio. Así adquirió la costumbre de vivir acampado […] Habla con las manos cruzadas sobre el vientre o golpeando con los dedos en la mesita, con el tono de quien hace un esfuerzo para ser claro y no ser malinterpretado. Después me doy cuenta de que se trata de la tensión de quien se siente obligado a salir de su mundo e intenta darle una forma verbal, una existencia fuera de sí. Cada vez que habla de sus libros, la impresión precisa es de someterlo a una violación. Bastante a menudo, este esfuerzo expresivo se esconde detrás de una aparente apatía, como si físicamente buscara las palabras dentro de sí, con los dedos, y su cuerpo fuera un bolsón lleno de objetos que él identifica en la obscuridad antes de proponerlos al interlocutor. (52)

Las consideraciones del entrevistador y las respuestas de Asturias no agregan mucho a lo que ya se había escrito y se sabía de él, salvo unas apreciaciones críticas sobre otros escritores hispanoamericanos que no volverán a aparecer en otras intervenciones:

Nuestra lengua, la de hoy, de nosotros novelistas suramericanos, por lo menos de algunos, como Juan Rulfo y Gabriel García Márquez, es parte de la lengua española, aunque ya no es española. Es más flexible del castellano. […] Hay buenos escritores ahora, en América Latina; además de Rulfo y García Márquez, hay Otero Silva, en Venezuela, y Mario Monteforte Toledo en Guatemala. De Rulfo me gustó mucho Pedro Páramo. […] Toda nuestra literatura nace como literatura de protesta. En 1770 el jesuita guatemalteco Rafael Landívar, expulsado de Guatemala por Carlos III, publicó en Modena, en latín, su “Rusticatio Mexicana”, para protestar contra la explotación del continente de parte de los europeos. (53)

La serie de las reseñas relacionadas con el Nobel se cierra con la de Dario Puccini, publicada en Paese Sera, que coincide con un viaje del autor en Italia. La reseña –bastante breve– se centra en la publicación de las últimas novelas, y termina con una reflexión acerca de Mulata de tal y una pregunta sobre la posible recepción de estas obras:

Con Mulata de tal Asturias ha vuelto a su primigenia vena imaginativa y barroca, a sus historias grotescas y fantásticas. Mas si la prosa sigue fluyente e insistida como ciertas letanías sagradas o embrujadas, y el tono de la narración es todavía alucinado y de ensueño, algo ha cambiado en la perspectiva y en la estructura del indefinido e infinito narrar de Asturias. Se diría casi que los jugos afrodisiacos y las pociones exorcizantes de su primera manera se hayan sustituido con drogas alucinógenas más rápidas y sintéticas, creando una fragmentación más evidente de la narración, una implícita carga humorística, una leve capa de ironía. […] Queda por ver, ahora, cómo el público italiano, todavía inexperto de sabores tropicales y de los frutos de una cultura remota y largamente desconocida, acogerá –de un aliento– este escritor obscuramente exótico y volcánico. Será una experiencia nueva y en parte abrumadora, pero por cierto muy significativa. (54)

La pregunta, enunciada a finales de 1967, queda abierta y encontrará una respuesta, no tan positiva, en los años siguientes.

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9789929605954
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