Kitabı oku: «Sin miedo al fracaso», sayfa 7

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12 de febrero - Adventismo

El Gran Chasco

“Tomé el rollito de la mano del ángel, y me lo comí; y en mi boca era dulce como la miel, pero una vez que me lo comí, se me volvió amargo en el estómago. Entonces me dijeron: ‘Tienes que comunicar nuevos mensajes proféticos acerca de muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes’ ” (Apoc. 10:10, 11).

Cuando William Miller predicó sobre el inminente regreso de Jesús, otros predicadores ahondaron aún más en la Biblia para descubrir de qué se trataba. En 1840, Josiah Litch señaló que la Biblia afirmaba que el juicio de Dios sobre los pecadores del tiempo del fin sucedería antes de la segunda venida de Jesús. En 1843, Charles Fitch predicó un sermón basado en Apocalipsis 18, instando a los “milleritas” a “salir de Babilonia”, a abandonar, según dijo, esas iglesias que no aceptaban el inminente regreso de Jesús. Más y más seguidores de Miller abandonaron o fueron expulsados de sus iglesias. Aunque a los seguidores de Miller les dolía perder amistades y lazos espirituales, sabían que eso poco importaría en unos meses, cuando estuvieran disfrutando en el cielo.

Pero 1843 llegó y se fue sin que Jesús apareciera. Los milleritas se sentían decepcionados, pero no deprimidos. Finalmente, descubrieron algo que habían pasado por alto en sus cálculos: el año 0 nunca existió (porque el año 1 d.C. siguió inmediatamente al año 1 a.C.). Eso significaba que la profecía se cumpliría en 1844.

En marzo de 1844, un eminente erudito, el Dr. George Bush, de la Universidad de Nueva York, publicó una carta a Miller. En ella, le decía que los cálculos parecían correctos, pero que la profecía no se estaba refiriendo a la Segunda Venida. “Su error, según veo, no está tan relacionado con la cronología. Usted ha confundido completamente la naturaleza de los acontecimientos que ocurrirán cuando estos períodos se cumplan”.

En agosto de 1844, el pastor Samuel S. Snow hizo una apuesta riesgosa. Tras estudiar el calendario ceremonial judío, declaró que la profecía se cumpliría el Día de la Expiación, es decir, el décimo día del séptimo mes del año judío: el 22 de octubre de 1844.

Cuando los milleritas lo escucharon durante un campestre en New Hampshire, quedaron fascinados. ¡Estaba clarísimo! Jesús estaba a la vuelta de la esquina y había que advertírselo al mundo. Ya no tenían que preocuparse por el dinero, la salud o el éxito, solo por la salvación de las almas. Pero llegó el 23 de octubre, y faltaron lágrimas para tanto llanto.

13 de febrero - Biblia

De ida y de vuelta

“Así fue como el Señor los dispersó por toda la tierra, y ellos dejaron de construir la ciudad” (Gén. 11:8).

Luego de que el diluvio destruyó el planeta dejando apenas un puñado de sobrevivientes luchando por adaptarse a un mundo nuevo, Dios renovó su pacto con su pueblo. Primero, envió viento para separar el agua de la tierra seca, tal como lo hizo en su creación original.

Dios les había dicho a Adán y a Eva: “Sean fructíferos y multiplíquense; llenen la tierra y sométanla” (Gén. 1:28, NVI). Ahora les decía a Noé y a sus descendientes que hicieran lo mismo, con la diferencia de que ahora los animales del mundo les temerían. Así como Dios dijo a Adán y a Eva que comieran frutas y verduras, también le dijo a Noé: “Todo lo que se mueve y tiene vida, al igual que las verduras, les servirá de alimento. Yo les doy todo esto” (Gén. 9:3, NVI).

Aunque los descendientes de Noé se multiplicaron como Dios les ordenó, ignoraron la parte que los instaba a extenderse y llenar la tierra. “Tenemos que mantenernos unidos, o terminaremos dispersos”, dijeron, por lo que se trasladaron al este, hacia Sinar (tal vez lo que hoy conocemos como Sumeria, en el actual Irak, donde decidieron ver qué podrían lograr sin la ayuda de Dios. Pensaron que podían “hacerse un nombre” (vers. 4, RVR95), ya que, anteriormente, las cosas y las personas siempre eran bautizadas según el nombre de alguien más: la creación de Dios, los animales de Adán, los hijos de fulano, etcétera. Pero los presuntuosos habitantes de Sinar tenían un problema de ego.

Ese pueblo llamó a su ciudad Babel, que significaba “puerta de los dioses” (de donde proviene el nombre Babilonia), pero debido a una palabra hebrea de sonido similar que significa “confusión”, así es como los recordamos. Cuando intentaron construir una torre que llegara hasta el cielo (y que tal vez pensaban que los protegería de otra inundación) Dios decidió que había llegado el momento de intervenir. Antes de ese acontecimiento, todos hablaban el mismo idioma, así que Dios hizo que comenzaran a hablar idiomas distintos, lo cual produjo que se crearan grupos que se podían entender entre sí, y que luego se marcharon a otros lugares.

Dios no deseaba que existieran divisiones; así que, comenzando con Abraham (en quien todas las naciones serían bendecidas), Dios ha obrado para unir nuevamente a la raza humana. En la Nueva Jerusalén, la gran ciudad de Dios, todos los pueblos, lenguas y naciones finalmente se reunirán para siempre.

14 de febrero - Ciencia

Por qué a los adolescentes les encanta la emoción

“Cierto día Jonatán, el hijo de Saúl, dijo a su ayudante: “Ven, crucemos el río y ataquemos al destacamento filisteo que está al otro lado ” Pero Jonatán no dijo nada de esto a su padre” (1 Sam. 14:1).

Casi siempre tienen hambre y duermen poco. Se adaptan fácilmente y son increíblemente talentosos. Y la mayoría ni siquiera se han graduado de secundaria…

Antes, la gente pensaba que los adolescentes eran como adultos, solo que más jóvenes. “Si puedes hacer bebés, también puedes trabajar”. “¡Haznos sentir orgullosos, muchacho!” Sin embargo, en el mundo de hoy, es más probable ver cómo a los adolescentes se los juzga y critica. Los políticos prometen “mano dura” con la delincuencia juvenil; los periodistas de televisión se explayan en las últimas tendencias perturbadoras en el comportamiento de los adolescentes; y las autoridades desean que los jóvenes actúen como adultos, pero no los dejan.

De repente, debido a una explosión de neurotransmisores nuevos en sus cerebros, los adolescentes comienzan a reprogramarse, causando que anhelen lo novedoso y lo extravagante. Mientras tanto, una mayor cantidad de dopamina en el cerebro estimula la anticipación de la recompensa, y de repente ese adolescente que hasta ahora había rechazado los estimulantes artificiales, los disfruta.

Estudios realizados con ratas demuestran que, antes de la pubertad, estas evitan drogas como la cocaína, pero de repente las desean en la adolescencia. “Las ratas y las personas mayores no se sienten atraídas por la cocaína. […] Cuando vemos el abuso de estimulantes según la edad, hay muy poco riesgo hasta que se llega a la pubertad. […] Pero entre los once y los catorce años, el riesgo es cuatro veces mayor”. Esta investigación explica por qué casi ningún fumador comienza el hábito después de los veinte años.

Sin embargo, escribe Robert Epstein, ex editor de Psychology Today, “la verdad es que los adolescentes son tan competentes o virtualmente tan competentes como los adultos en una amplia gama de habilidades. Estudios sobre inteligencia, habilidades perceptivas y funciones de la memoria, demuestran que los adolescentes son en muchos casos muy superiores a los adultos. […] Casi sin excepción, el comportamiento imprudente e irresponsable de los adolescentes es la manera que ellos tienen de declarar su adultez o, a través del embarazo o de cometer delitos graves, convertirse instantáneamente en adultos para la ley. […] Sin embargo, cuando tratamos a los adolescentes como adultos, casi inmediatamente se ponen a la altura del desafío”.

Tal vez depende de la iglesia liderar el camino.

15 de febrero - Espiritualidad

¿Saldrá esto en el examen?

“El Señor puso su mano sobre mí, y me hizo salir lleno de su poder, y me colocó en un valle que estaba lleno de huesos” (Eze. 37:1).

El último año de secundaria, la clase en la que me fue mejor eran anatomía, impartida por el incomparable señor Lee.

El Sr. Lee nunca levantaba la voz ni contaba chistes, pero a mis compañeros y a mí nos caía fenomenal. Tenía una facilidad increíble para que la anatomía fuera fascinante y divertida. Aprendimos que cada agujero y protuberancia de nuestro cráneo tiene su propio nombre, como la protuberancia occipital interna (donde las cuatro partes principales de la parte superior del cráneo se fusionan) y el agujero occipital (la ranura por donde entra la médula espinal). Aprendí que, a la hora de realizar una disección, no hay nada como escoger a un compañero de laboratorio inteligente, pero con buen pulso (gracias, Sean).

En una ocasión en la que el Sr. Lee anunció un examen sobre el esqueleto, sabíamos que no debíamos preocuparnos. Nos fuimos a estudiar a la biblioteca, donde memorizamos los nombres de los huesos desde el cráneo hasta las falanges. ¿Húmero? Me lo sé. ¿Fémur? Me lo sé. ¿Vértebra torácica? Me lo sé. Solo teníamos que recordar cuál estaba conectado con cuál. El hueso de la cadera está conectado al de la pierna (también conocido como fémur). El hueso de la pierna está conectado al de la rodilla (también conocido como rótula). Tan fácil como un rompecabezas.

Entramos al aula confiados, listos para la ronda de preguntas. Pero las sonrisas con las que llegamos ese día desaparecieron. Algo no salió como esperábamos. Había huesos esparcidos en varios lugares del salón, despojados no solo de músculos y piel, sino de contexto. No era la actividad para la que nos habíamos preparado. ¡Parecía más la escena de un crimen! Cuando terminó la prueba, todos sabíamos que nos había ido mal (bueno, excepto Sean).

Cuando nos entregaron las notas, descubrimos que el Sr. Lee había ignorado el puntaje más alto y le había dado un diez al segundo. Gracias a ese ajuste, pude pasar el examen y la materia. Hoy Sean es enfermero, y yo, bueno, me casé con una neuróloga.

Por mucho que nos preparemos para el día del juicio final, no sabemos ni la mitad. La única forma en que pasaremos la prueba es a través de la gracia de Dios, con el puntaje perfecto de Jesús, que sustituye nuestros infructuosos intentos de aprobarlo por nuestra propia cuenta.

16 de febrero - Vida

Camina seguro con Jesús a tu lado

“En la tranquilidad y la confianza estará su fuerza” (Isa. 30:15).

Si conoces las películas de Jackie Chan, tal vez te has fijado en que cada escena es básicamente un andamio en el que se escenifican luchas. En todas las películas se muestra como un tipo que tiene el control, calmado y sereno. Incluso con los ojos vendados y balanceándose en un carrito de supermercado, luchando contra una pandilla sedienta de sangre, tiene tiempo para soltar una máxima filosófica.

Toma a cualquier héroe, bien sea hombre o mujer, y encontrarás en ella o en él un montón de virtudes: no se asustan cuando el enemigo se acerca; no dudan, ni pierden la compostura; siempre se muestran firmes y atentos… Por todo eso, la gente ama a estos paladines, cada uno con su respectivo disfraz. Son un torbellino de bondades. Superman rara vez dudaba de su propia fuerza y, aunque lo hiciera, perseveraba. El tipo solo salía a la calle con su obligación de hacer lo correcto.

Ahora, en tu caso personal, la pelea con el enemigo no es tan divertida. No hay robots de seis metros de altura, ni multitudes de ninjas agazapados en tu puerta. Se te opone una banda de miedos, dudas y culpas sin fundamento, y no es posible noquear a esos chicos malos. Tu enemigo lo sabe y se aprovecha. ¿Cómo se puede luchar contra sensaciones y sentimientos? Entonces, comienzas a flagelarte tú mismo, y a Satanás le encanta. Él quiere que te asustes y te sientas incapaz de defenderte. Es ahí cuando te golpea la cruda realidad: no puedes defenderte solo. En tu caso, las virtudes de los héroes de película brillan por su ausencia, son pura ficción.

Sin embargo, hay una fuerza increíble que está de tu lado. Tus pruebas quizá no son tan espectaculares como las de las películas, pero tampoco deben serlo. Recuerda que, en el melodrama aparentemente interminable de tu vida, este caos no es tu dominio natural. Tú provienes de un Creador que dejó las sábanas dobladas en la tumba cuando resucitó. El caos no va con él. Satanás es el que es caótico. En silencio, reconoce que es Dios el que te guía, y tu confianza se fortalecerá al saber que te estás dejando dirigir por él.

Tu fuerza reside en Aquel en quien confías pero, sabías que esto vendría, ¿verdad? Así que, cuando estas temibles fuerzas se abalancen sobre ti y la tormenta comience a convertirse en un tifón, no intentes luchar por ti mismo. Confía en Cristo.

BP

17 de febrero - Misión

Guía de una sola página para testificar

“Dios prueba que nos ama, en que, cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rom. 5:8).

“¿A qué iglesia vas?” Si te preguntan esto, ¿qué responderás? Si dices: “Soy adventista del séptimo día”, ¿qué añadirás? ¿Explicarías que tenemos buenos hospitales, comemos carne vegetal y tenemos la creencia “exclusiva” de que hay que guardar el sábado? Entonces te preguntan: “¿Qué son todas esas historias de bestias que salen del mar, una mujer que es engañada por una serpiente, espíritus, sangre y vírgenes con lámparas de aceite?” Y esa es solo la punta del iceberg.

Tratando de alejarte del incómodo interrogatorio, pareces un ciervo asustado en plena carretera mirando a una camioneta que se acerca a gran velocidad. Tal vez tratas de restarle importancia a la conversación. Incluso puedes terminar defendiendo argumentos, solo para darte cuenta de que tratar de justificar aquello que los demás no entienden solo trae más confusión. Simplemente respira y deja que el oxígeno y el Espíritu Santo tomen el control de la conversación.

Deja de parecer un loco y comienza con la verdad. Comienza a hablar de un hombre que nació con una combinación de ADN humano y divino. Habla sobre su vida como carpintero, sobre cómo le enseñaron a cortar y juntar madera y cómo él mismo fue luego cortado y colocado sobre un madero. Vivió hace dos mil años, e inmediatamente se desató un movimiento de seguidores.

Lo seguían porque habían escuchado historias de lo que hizo antes de ser capturado y, por demanda popular, ejecutado. Sus seguidores más cercanos escribieron que sanó a ciegos y paralíticos. ¡Alimentó a miles con una simple oración y una canasta de pescado! Podía resucitar a los muertos; y no solo a los que acababan de morir, ¡en una ocasión resucitó a uno que llevaba cuatro días en el sepulcro!

Pero el hombre que resucitó a los muertos fue asesinado por no ser lo que la gente esperaba de él. No pudieron lidiar con la verdad. La verdad era que él era el Hijo de Dios y que, tres días después, resucitó. Ahora está en el cielo esperando regresar y crear un mundo nuevo. Él te ama y quiere que seas parte de ese mundo. Si te encuentras con alguien que se empeñe en confrontarte, recuérdale que los adventistas somos seguidores de Jesucristo. Si eso lo perturba y comienza a presionarte con información errada y rumores infundados, haz una oración pidiendo la dirección divina. El Espíritu Santo acudirá a respaldarte.

BP

18 de febrero - Innovación

La relación amor-odio contigo mismo

“Todos los que temen al Señor odiarán la maldad. Por eso odio el orgullo y la arrogancia, la corrupción y el lenguaje perverso” (Prov. 8:13, NTV).

–No entiendo la clase. Odio ser tan tonto –dijo uno de mis alumnos.

–¿Sabes? El mundo se va a esforzar en tratar de hacerte sentir tonto –le respondí–. No debes creer esa mentira.

Hemos abusado tanto de la palabra “odio”, que ha perdido su significado. En serio, aparte del pecado, ¿odias algo realmente? ¿Odias levantarte temprano? ¿Odias esas etiquetas de las camisas que pican? ¿Odias los correos electrónicos no solicitados? ¿Realmente odias esas cosas o, simplemente, no te gustan? La razón por la que no deberías “odiar” nada, y mucho menos a ti mismo, es porque odiar no es de Dios.

La frase “el lenguaje perverso” de Proverbios 8:13 pareciera describir a alguien que tiene una lengua muy sucia, pero la realidad es que la perversión comienza en el momento en que comienzas a rebajarte a ti mismo. ¿Te das cuenta? Si Dios nunca te llamaría tonto, ¿por qué tienes que catalogarte tú mismo de esa manera? Dios no hará eso jamás, pero ¿sabes quién sí lo hará? Satanás, el acusador. Y Satanás usará cualquier herramienta para neutralizar las habilidades y los dones que Dios te dio.

Hay gente que de verdad se odia a sí misma. Y aunque no recuerdes ninguna ocasión en la que te hayas rebajado a ti mismo, piensa en un jardín de infantes. Cuando un maestro pregunta a la clase quién sabe dibujar, todos levantan la mano. Avancemos rápidamente hasta la secundaria. El profesor hace la misma pregunta y solo tres levantan la mano. ¿Levantarías tú la tuya?

Un amigo mío de la secundaria podía dibujar cualquier personaje de caricaturas que veía. Y creaba nuevos escenarios para los héroes e incluso nuevos personajes. Dibujaba las caras y las formas del cuerpo extraordinariamente. En la clase de arte trabajaba en acrílico, puntillismo e incluso arcilla, con resultados sorprendentes. Pero incluso cuando la clase incentivaba y alababa sus habilidades, él rechazaba los cumplidos. Decía que era “malo”. Se enfocaba mucho en rebajarse a sí mismo (el lenguaje perverso), permitiendo que eso envenenara todo su ser. Los maestros alentaban su habilidad e incluso lo animaban a que estudiara arte, pero él respondía que no. Lo último que supe de él fue que estaba trabajando como empleado de almacén en una tienda de comestibles.

Dios no creó bombillas tenues, sino seres iluminados con pasión y capacidades. Si actualmente estás escondiendo tu luz, enciéndela y deja que brille.

19 de febrero - Adventismo

Las repercusiones

“La visión de las tardes y las mañanas te ha sido revelada, y es verdadera; pero tú mantenla en secreto, pues se cumplirá cuando haya pasado mucho tiempo” (Dan. 8:26).

El día que Elena Harmon y su familia esperaban que Jesús regresara (22 de octubre de 1844), el famoso actor que se hacía llamar “general Tom Thumb”, de apenas 64 centímetros de altura, se presentó en su ciudad con entradas que apenas costaban 12 centavos de dólar. El legendario Phineas T. Barnum había entrenado al niño, de siete años, para cantar, bailar e imitar a personas famosas. En un mundo sin televisión ni radio, esta clase de espectáculos eran opciones de entretenimiento muy concurridas.

Mientras el famoso enano saltaba y corría por el escenario, Jesús no apareció. Los milleritas cayeron desde la nube en la que estaban hasta el fondo del mar. Elena de White contó más tarde: “Era difícil retomar las angustiosas preocupaciones de la vida que pensábamos que se acabarían para siempre. El chasco que experimentó el pequeño rebaño, cuya fe había sido tan fuerte y cuya esperanza había sido tan elevada, fue tremendo. Pero nos sorprendió que nos sintiéramos tan libres en el Señor, y que su fortaleza y su gracia nos sostuvieran como lo hicieron”.

A los milleritas les costaba entender el vuelco que había dado su mundo, ese mismo mundo del cual pensaban que saldrían. Las profecías eran claras. ¿Tenían que esperar un poco más? ¿Habían sido engañados? ¿Qué estaba pasando realmente?

Algunos dijeron que Jesús sí había venido, solo que espiritualmente. Como describe el historiador George Knight, algunos se volvieron como locos. “Otros afirmaron no tener pecado; otros se negaron a trabajar, argumentando que estaban en el sábado milenario. Otros, siguiendo el mandato bíblico de que debemos ser como niños, desecharon usar tenedores y cuchillos y comenzaron a gatear” (A Brief History of Seventh-day Adventists, p. 29).

Otros se quedaron con la sensación de que algo había sucedido el 22 de octubre de 1844. Daniel 8:14 predecía que el “santuario” sería “purificado”. Pero, ¿dónde? ¿Cómo? El granjero metodista Hiram Edson fue el primero en sugerir una respuesta. Después de orar con varios amigos el 23 de octubre, caminaba por el campo cuando de repente se le cruzó una idea por la cabeza: el santuario estaba en el cielo. Era como Josiah Litch había dicho: antes de que Jesús regresara por segunda vez, primero tenía que realizar un juicio.

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