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10 de enero
¿Transpiración o milagros?

“Apedrearon a Pablo y lo arrastraron fuera de la ciudad, pensando que estaba muerto” (Hechos 14:19).

La transpiración es un líquido (compuesto por dióxido de carbono y vapor de agua) que segregamos naturalmente por los poros de la piel, y en mayor cantidad cuando la temperatura del ambiente es elevada. Se puede dar también porque el cuerpo genera calor (como cuando hacemos ejercicio) y ante situaciones de estrés.

Entre las funciones de la transpiración, podemos destacar la termorregulación –lo que mantiene nuestro organismo en una temperatura estable e ideal–, la eliminación de toxinas y la refrigeración.

Más allá de lo fisiológico, también usamos la expresión para ilustrar el grado de identificación con un ideal o con una causa. Si decimos que alguien “transpira la camiseta” es porque está identificado, apasionado, centrado y totalmente comprometido con una actividad.

Por su parte, un milagro es una intervención divina. Es un acto sobrenatural que se percibe o recibe a través de la fe. Para otros, es tan solo una hipótesis que pretende explicar ciertos fenómenos sin ninguna comprobación científica posible. Y, para los que no quieren creer, un milagro es un defecto o una debilidad del necesitado corazón humano.

Pablo fue apedreado en Iconio y arrastrado fuera de la ciudad. Auxiliado por hermanos, Pablo se levantó, y se dirigió a Derbe para seguir predicando. Todavía las manchas de sangre no se habían secado en su túnica, y él seguía adelante con su misión.

Después de anunciar el evangelio en aquella ciudad y de hacer muchos discípulos, volvió a Listra, Antioquía e Iconio, para seguir predicando, aun en medio de tribulaciones, a fin de extender el Reino de Dios.

De este modo, Pabló visitó algunas de las principales ciudades de aquel entonces. Es verdad que muchos milagros acompañaron el ministerio de Pablo, pero también es verdad que él se entregaba por completo a la causa.

¿Estamos hoy precisando más transpiración, más identificación y más compromiso? ¿Necesitamos más comunión, más foco en la misión y más milagros? ¿Acaso no necesitamos desintoxicar nuestro organismo del egoísmo y el orgullo, manteniendo la temperatura ideal del primer amor, refrigerada permanentemente por Cristo, nuestra Fuente de la vida?

“Los que logran los mayores resultados son los que confían más implícitamente en el Brazo todopoderoso” (Elena de White, Patriarcas y profetas, pp. 508, 509). El Señor hizo muchos milagros de la nada, pero también hizo muchos milagros sobre la base de la transpiración. Actuemos como si todo dependiera de nosotros, confiemos como si todo dependiera de Dios.

11 de enero
¿Pasar o posar?

“Si habéis juzgado que yo sea fiel al Señor, hospedaos en mi casa” (Hechos 16:15).

En Filipos no había creyentes suficientes para organizar una sinagoga. Se necesitaban diez jefes de familia para que eso ocurriera. Entonces, cuando eso sucedió, un grupo de oración al aire libre, cerca de un río, congregaba a los pocos creyentes.

Lidia, original de Tiatira, era vendedora de púrpura. Los tejidos de púrpura eran raros y costosos; por lo tanto, eran utilizados por personas de la realeza y por los ricos. Era un negocio sumamente lucrativo. La casa de Lidia era muy amplia, con lugar suficiente para albergar creyentes y cobijar una naciente iglesia. Antes de abrir su casa a la difusión del evangelio, abrió su corazón, recibió el mensaje, fue bautizada y se constituyó en una adoradora de Dios. Ella pidió que tanto Dios como el mensaje quedaran en su casa, en su familia... y en su vida. No le interesa al Señor, y no nos sirve a nosotros, que él tan solo pase por nuestra casa o nuestra vida; necesitamos que él pose, que permanezca para siempre.

Mientras tanto, una joven esclava, que tenía espíritu de adivinación y que producía un gran negocio para sus dueños, salió al encuentro de Pablo con alaridos estruendosos, que la gente consideraba como oráculos divinos. Los dueños de esta esclava habían descubierto el extraño poder, y lo estaban explotando para su propio beneficio. La muchacha interrumpía el caminar misionero de los apóstoles. Aun poseída por el demonio, gritaba animando al pueblo a seguir la enseñanza apostólica presentada por los siervos del Altísimo, un Dios más alto que Zeus, el dios más supremo que ellos tenían.

Los siervos de Dios, en el nombre del Altísimo, liberaron a aquella mujer de la presencia del demonio, y abrieron para ella una nueva vida. Esto generó bendición para la mujer y una fuerte oposición para los misioneros, porque no solo afectaron el negocio de aquellos dueños sino también los del mismo enemigo de Dios.

Para Dios no hay primeros ni últimos. Tanto para la acaudalada empresaria como para la joven esclava, existen los mismos ofrecimientos y oportunidades de salvación; como así también el mismo escozor en las huestes del mal.

“Por los esfuerzos de Satanás para destruirla, la simiente incorruptible de la Palabra de Dios, la cual vive y permanece para siempre, se esparce en los corazones de los hombres; por el oprobio y la persecución que sufren sus hijos, el nombre de Cristo es engrandecido y se redimen las almas” (Elena de White, El discurso maestro de Jesucristo, p. 32).

Renueva ahora tu compromiso de fidelidad con Jesús y con su Palabra. No pases de largo. ¡Quédate con él!

12 de enero
¿Qué significa “creer”?

“Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo tú y tu casa” (Hechos 16:30, 31).

El enemigo quiso acallar la voz de los predicadores, y envió a Pablo y a Silas a la cárcel. Dios podía haberlo impedido, pero lo permitió para cumplir propósitos que iban más allá de lo visible. Los misioneros confiaron porque sabían que a los que aman a Dios todas las cosas les ayudan para bien.

El carcelero tenía la orden de mantener bajo suprema vigilancia a esos dos presos especiales, y tomó todos los recaudos necesarios. Pablo y Silas fueron azotados y encarcelados en las peores celdas, en el fondo, en un lugar oscuro, con escaso aire y con ajustados cepos que atrapaban sus pies. De repente, sucedió lo inesperado: la tierra se movió. El carcelero presupone que ese es su fin, y saca su espada y decide matarse. Después de todo, la única razón y misión de su función era mantener a los presos a salvo, es decir, presos. Cuando Pablo le dice que nadie se escapó y que todos estaban ahí, él percibe que Alguien más está detrás de toda esta historia, y entonces pregunta qué debe hacer para ser salvo.

Él estaba totalmente confundido. Nunca antes había visto ni escuchado a presos cantar y alabar a Dios en paz. No era muy lógico. Más que presos parecían ángeles. Es evidente que el enemigo quiso desanimar a los predicadores, pero aun presos ellos seguían animados, orando, cantando y testificando. “Aunque el cuerpo está encarcelado, aunque la carne está en prisión, todas las cosas están abiertas al espíritu. La pierna no siente la cadena cuando la mente está en el Cielo”, declaró Tertuliano.

El enemigo puso cárceles y custodios para evitar la predicación, y la cárcel fue abierta; y los custodios y sus familias, convertidos y bautizados. Un terremoto termina en fiesta, en la que se celebra la nueva vida.

Para ser salvo, solo había que creer. ¿Qué significa eso realmente? Creer es reconocer nuestra total insuficiencia y aceptar y confiar en la suficiencia de Dios. Es reconocer nuestra absoluta indignidad, mientras aceptamos la total dignidad del Señor para salvarnos. Es reconocer que es nuestra independencia lo que nos lleva a la muerte, y que es la dependencia permanente de Jesús lo que nos lleva vida.

Que esta pueda ser hoy tu oración: “Señor, dejo de lado mi insuficiencia, mi indignidad e imposibilidad. Ayúdame a depender permanentemente de ti y que, sin importar las circunstancias que tenga que enfrentar, viva una vida de oración y estudio de tu Palabra todos los días”.

13 de enero
Diligentes y perseverantes

“Estos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así” (Hechos 17:11).

Aquel ataque terrorista destruyó casi por completo el edificio y terminó con la vida de casi un centenar de personas. Recuerdo que nos acercamos con un grupo de voluntarios para ofrecer ayuda a quienes estaban removiendo escombros, con la esperanza de encontrar con vida y rescatar a las personas. Recuerdo el ir y venir de un joven. Me acerqué a él y me dijo que su esposa estaba debajo de los escombros. Estaba angustiado porque ya habían pasado trece horas del atentado, y la esperanza de rescate se desvanecía.

Por otro lado, los especialistas y el equipo de rescatistas trabajaban con toda diligencia, sin pausa y con prisa, con responsabilidad, con esfuerzo y con compromiso. Así, fueron rescatadas varias vidas.

Pablo visitó a los creyentes de Berea y, al compararlos con los de Tesalónica, dijo que eran más nobles que ellos. Es decir, eran distintivos, leales y generosos porque recibieron el mensaje sin prejuicios, y escudriñaban, profundizaban, investigaban y comparaban por sus propios medios la palabra escuchada de Pablo con la Palabra escrita. Los bereanos fueron instruidos por la Palabra y fortalecidos por la Palabra. Estudiaban las Escrituras con toda solicitud, con diligencia y con el intenso anhelo de obtener más conocimiento. El diccionario define “diligencia” como cuidado, prontitud, agilidad, prisa, solicitud, disposición, eficiencia y búsqueda incesante hasta alcanzar el objetivo. “Si deseas que tu esperanza de salvación crezca en fortaleza y solidez, estudia con diligencia la Palabra de Dios. El cristiano es concebido por la Palabra y debe alimentarse de ella”, expresó William Gurnal.

En un tiempo de superficialidad y de falta de profundidad, cada vez se piensa, se reflexiona y se medita menos. Por eso, como los bereanos, debemos ser perseverantes en el estudio de la Biblia, y debemos hacerlo cada día.

“El estudio de la Biblia requiere nuestro más diligente esfuerzo y nuestra más perseverante meditación. Con el mismo afán y la misma persistencia con que el minero excava la tierra en busca del tesoro, debemos buscar nosotros el tesoro de la Palabra de Dios” (Elena de White, La educación, p. 170).

Como aquellos voluntarios que buscaban vida en la profundidad de los escombros, necesitamos un compromiso mayor con el estudio de la Palabra. Seamos diligentes y perseverantes en su estudio y en su aplicación.

14 de enero
Un dios desconocido

“El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra” (Hechos 17:24).

Atenas era la capital de la antigua Ática y de la moderna Grecia. Existían en aquellas colinas cerca de tres mil estatuas, mayormente dedicadas a sus ídolos y divinidades. Fue en esta ciudad donde Pablo, frente a filósofos e incrédulos, presentó una defensa de la fe y del evangelio. Hechos 17:16 al 34 relata cómo empezó hablando de la doctrina de Dios y de la Creación, y presentó al Dios viviente como Creador, Soberano y Padre. Luego siguió con la doctrina del hombre, animando a vivir una vida no centrada en el ser humano sino en Dios. Finalmente, concluyó con la doctrina del Juicio y de la Resurrección.

Pablo fue a la gente donde la gente estaba, enfrentó la filosofía epicúrea (que sostenía que el objetivo principal de la vida es evitar el dolor) y les habló en su propio lenguaje. Los griegos no negaban la existencia de Dios, pero pensaban que estaba demasiado ocupado y demasiado lejos como para interesarse en el quehacer diario de cada criatura. A su vez, los estoicos enseñaban el autodominio. Así, el objetivo principal era entrenar a las personas para alcanzar un lugar de indiferencia tanto al placer como al dolor. Además, los atenienses creían en alguien superior, desconocido, que actuaba sobre las leyes naturales.

Era tanto el fervor de los atenienses por complacer a todas sus divinidades que existían algunos altares dedicados “al dios no conocido”, con el objeto de no caer en el pecado del descuido o del olvido. Entonces, Pablo les hace un juego de palabras: ustedes tienen un dios no conocido; ese dios que adoran sin conocer es el Dios que yo conozco, adoro y anuncio. Por eso, a Pablo lo llamaron el anunciador o proclamador de nuevos dioses: “Con un tacto nacido del amor divino, apartó cuidadosamente sus mentes de las deidades paganas, y les reveló el Dios verdadero, que era desconocido para ellos” (Elena de White, Los hechos de los apóstoles, p. 195).

¿Qué y cuánto conoces de Dios? En tu vida, ¿Dios es Dios “por si acaso”? En los días de la Reforma protestante, Lutero caminaba por una calle cuando fue sorprendido por una persona que debajo de su abrigo tenía un arma. “¿Por qué caminas solo?”, le increpó el atacante. Y Lutero respondió: “Estoy en manos de Dios, él es mi amparo y mi fuerza”.

Para Pablo y para Lutero, Dios no era un Dios desconocido; era un Dios presente, actuante, cercano. Era un Padre y un Amigo. Que Dios sea en tu vida un Dios conocido y reconocido. Eso marcará toda la diferencia. Reconozcámoslo en todos nuestros caminos, y vivamos hoy y siempre en las manos de Dios.

15 de enero
Hagan todo lo que él dice

“Pablo salió de Atenas y fue a Corinto. Y halló a un judío llamado Aquila, natural del Ponto, recién venido de Italia con Priscila, su mujer” (Hechos 18:1, 2).

Julián y Marta estuvieron casados 68 años, siempre sirviendo juntos al Señor y a la iglesia. Marta, como directora de Dorcas–ADRA, y Julián como jefe de diáconos y predicador evangelista. Cuando tenían 56 años de casados, Julián se cayó de una escalera mientras pintaba la iglesia y sufrió una ruptura del bazo, con sangrado abdominal. La situación era grave. Su vida corría peligro. Lo llevaron de urgencia al hospital. El cirujano necesitaba hacer una tomografía, pero el equipo no funcionaba hacía dos semanas. No obstante, tal estudio era indispensable para confirmar el diagnóstico y resolverlo.

En ese momento, Marta, la familia y la iglesia oraban por Julián. Dios siempre se manifiesta cuando sus hijos oran. Ante el asombro del personal hospitalario, el tomógrafo funcionó para ese único paciente. Julián fue operado, le salvaron la vida y siguió junto con Marta sirviendo al Señor hasta descansar en sus promesas. Ejemplificadora es la entrega completa y el compromiso total de este fiel matrimonio dedicado al Señor.

En Hechos 18 encontramos otro matrimonio entregado absolutamente a la causa del evangelio. Aquila y Priscila conocieron a Pablo en su segundo viaje misionero. Ellos habían sido expulsados de Roma por un decreto del emperador Claudio contra los judíos. En Corinto, comenzaron a fabricar tiendas para ganarse la vida. Ellos ayudaron a Pablo en el trabajo de armar carpas, para que él tuviera su sustento; y él los ayudó en su vida espiritual y misionera. Ellos ofrecieron su casa en Corinto y, años más tarde, en Roma, como base para el crecimiento de la iglesia. Fueron ellos los que llevaron a Apolo a la conversión y a un compromiso misionero.

Aquila y Priscila nunca son mencionados en la Biblia de manera separada, siempre están juntos como matrimonio, ya sea en el trabajo como en la iglesia. Entre ellos se complementan. En ellos observamos ciertas cualidades prácticas: fuerte comunión con Dios y con la misión, flexibilidad, capacidad para establecer relaciones duraderas, motivación propia, habilidad para trabajar en equipo, hospitalidad, sabiduría y responsabilidad.

¿Hay algo que debe ser fortalecido, restaurado o hecho nuevo en tu matrimonio? Recuerda que nunca es tarde. El mismo Dios que creó el matrimonio, el mismo que realizó su primer milagro en la boda de Caná, puede y quiere marcar una diferencia en tu matrimonio presente o futuro. Recuerda las palabras que María indicó a los criados en aquella boda, con relación a Jesús: “Haced todo lo que él os diga”.

16 de enero
Uno planta, otro riega

“Llegó entonces a Éfeso un judío llamado Apolos, natural de Alejandría, varón elocuente, poderoso en las Escrituras. Este había sido instruido en el camino del Señor; y siendo de espíritu fervoroso, hablaba y enseñaba diligentemente lo concerniente al Señor” (Hechos 18:24, 25).

Apolos era natural de Alejandría. Esta ciudad era un gran centro cultural y poseía una de las bibliotecas más grandes del mundo antiguo. Apolos era erudito, capaz, fuerte, elocuente y un brillante orador. Había sido “instruido”, palabra de la que se deriva “catequizar” y significa que, además de haber estudiado por sí mismo, había sido enseñado por alguien. Había aceptado la enseñanza de Juan el Bautista acerca de Jesús y, con la ayuda de Aquila y Priscila, su conocimiento de la revelación de Dios, el ministerio de Cristo, la obra del Espíritu Santo y el papel de la iglesia fue ampliado. Eso lo llevó a ser aún más eficiente al enseñar diligentemente con precisión y con esmero.

Él era muy preparado e instruido, pero eso no cerraba las puertas a crecer en el conocimiento. Es necesario aprender, desaprender y reaprender. Nadie sabe tanto que no pueda aprender alguna cosa más, y nadie es tan ignorante que no pueda enseñar.

Después de ampliar sus conocimientos y la comprensión de la verdad, Apolo se transformó en el predicador favorito en Corinto, incluso en comparación superlativa por encima de Pablo, pero él nunca perdió de vista el objetivo, el foco y la misión.

Apolos tenía en claro su responsabilidad individual, pero al mismo tiempo sabía que el equipo, el mensaje y el Originador del mensaje estaban por encima de todo. No es el poder humano lo que asegura el éxito, es la unión de lo divino y lo humano, la bendición de Dios sobre nuestros esfuerzos.

“Un Pablo puede plantar y un Apolo regar, pero es Dios el que da el crecimiento. El hombre no puede hacer la parte de Dios [...]. Como agente humano, puede cooperar con los seres celestiales, y con sencillez y humildad hacer lo mejor que pueda, comprendiendo que Dios es el gran Artífice maestro” (Elena de White, Servicio cristiano, p. 322).

Apolos no se prestó a crear rivalidad ni enfrentamientos. Al contrario, buscó sumar, porque “ningún jugador es tan bueno como todos juntos”(Alfredo Di Stéfano). Pablo afirma que se necesita del que planta y del que riega, pero el crecimiento viene solo de Dios.

Por eso, te invito hoy a dejar de lado el individualismo y a que unas tus fuerzas luchando por el crecimiento. Ya lo decía muy bien Martin Luther King, Jr.: “O aprendemos a vivir juntos como hermanos o vamos a perecer juntos como necios”.

17 de enero
Afortunados

“Entonces descendió Pablo y se echó sobre él, y abrazándolo, dijo: No os alarméis, pues está vivo [...]. Llevaron vivo al joven, y fueron grandemente consolados” (Hechos 20:10–12).

Su nombre significa “Afortunado” y pasó a la historia por ser el joven que se quedó dormido mientras Pablo predicaba en Troas. Él se cayó de un tercer piso y falleció. Estamos hablando de Eutico; quien, “afortunadamente”, fue resucitado.

Pablo había estado una semana en esa ciudad predicando el evangelio. En la última noche, junto con la cena de despedida, predicó su último sermón antes de continuar su viaje. En el piso superior de la vivienda, repleto de gente, el humo de las velas que iluminaban el salón, la poca ventilación y la extensión de la reunión hicieron que este chico (que tendría entre diez y catorce años) buscara la brisa fresca sentado en el borde de la ventana.

A simple vista, podríamos decir que se trataba de un oyente distraído, en un ambiente tóxico, y con un programa intenso y extenso. Y que esta serie de factores llevaron a que Eutico cayera de la ventana hacia el patio exterior. Podemos imaginar la confusión en el auditorio: unos tratando de reanimarlo y otros procurando echar culpas.

Entonces Pablo, interrumpiendo su sermón, desciende y se echa sobre él, así como Elías lo había hecho con el hijo de la viuda y Eliseo con el de la sunamita. Pablo lo abrazó y dijo que estaba vivo, pues había resucitado. Así, se lo llevaron y todos fueron grandemente consolados.

Podríamos decir que hay tantos Euticos distraídos, con un pie “adentro y otro afuera” de la iglesia, tal como hay tantos adultos indiferentes, distantes y distraídos del proceder de las nuevas generaciones. Tal vez nuestros ambientes estén sobrecargados de las velas y el humo de los protocolos y las ceremonias, sin la buena ventilación de la participación y la integración. Acaso nuestros discursos y programas son tan intensos y extensos, centrados en procesos y no en las personas.

No es tiempo de buscar culpables. Es tiempo de renovar nuestro compromiso como adultos, como padres y como educadores para las nuevas generaciones. No podemos jugar al distraído y dejar que se balanceen entre la vida y la muerte en el borde de la ventana. No podemos ofrecer un ambiente que se hace tóxico por la falta de coherencia, ya que nuestros discursos quedan muy distantes de nuestros hechos.

“La gente joven necesita modelos, no críticos”, dijo John Wooden. Pablo ya no está para resucitar a nuestros “Euticos”, pero somos “afortunados” porque el Obrador de aquel milagro quiere repetirlo. Solo necesita contar contigo como su instrumento.

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