Kitabı oku: «Kino en California», sayfa 2
Símbolo muy propio de la cristiandad –mentalidad generalizada en la Iglesia de estos siglos– son las grandes edificaciones, las sólidas estructuras que reflejan la tradición y la doctrina, paralelas al poder temporal, de modo que se vuelven el lenguaje en el que se reconocen como complemento para seguirse sosteniendo mutuamente; por su parte muchos misioneros han dejado aquella mentalidad y pocos alcanzan a figurarse en el imaginario futuro para estas tierras. Aquí se dan cuenta de la tensión entre esa “cristiandad” –identificada con un modelo o sistema político– y el verdadero cristianismo más acorde al Evangelio, que tiene como punto de partida una experiencia de Dios que acompaña en las dificultades, dudas y limitaciones que se van imponiendo: No me eligieron ustedes a mí; yo los elegí a ustedes y los destiné para que vayan y den fruto, un fruto que permanezca; así, lo que pidan al Padre en mi nombre él se lo concederá (Jn. 15, 16). Descubrir esto lleva su tiempo y sus caminos y se requiere el cultivo de una mística, muy presente en el autorizado perfil del padre Eusebio Francisco Kino.
El trabajo de Carlos Lazcano y Gabriel Gómez Padilla nos ofrece una aproximación que toca las raíces de lo que hoy somos quienes vivimos o transitamos en estos territorios, empresa en la que se empeña esta publicación desentrañando la profundidad de los archivos históricos descodificando las voces de antaño encontradas aún en los caminos y testimonios de una conciencia colectiva de los pueblos. Dicha aproximación es relatada aquí como el ejercicio de hacerse prójimos, gente cercana, en la cual confiar y que es capaz de hacerse responsable de quien está en medio del camino con una necesidad. Los misioneros saben que en eso consiste principalmente su labor que se signa, sobre todo, en la unción del bautismo, una vez realizado no se puede ser indiferente o dejar en el abandono. La misión de san Bruno testimoniada en esta obra da fe de esto: bautizar es reconocer la misma gracia operante en ambas partes, de modo que ya no son extraños, sino hermanos de la misma dignidad. El Evangelio es bastante específico en invitar a reconocer en el rostro del hambriento, sediento, desnudo, enfermo, peregrino errante, preso… el mismo rostro de Dios y la misión ahora emprendida sería el lugar donde este rostro se hace presente a diario; este fue también el escenario de la renovación de una promesa que ahora va adquiriendo rostro de indio, cuando en una calurosa tarde de agosto de 1684 Kino hace sus votos empeñando de nuevo su palabra ante Dios, la Virgen María, la corte celestial y los testigos presentes. Su testimonio de vida da fe de que aquellas palabras eran auténticas y habría que tomarlas en serio. La misión en California configura la renovada promesa de Kino.
La falta de bastimentos, las escasas cosechas iniciales por falta de lluvias, el debilitamiento de la tropa, la humana incertidumbre que se da ante las pocas seguridades, son elementos que a unos los llevan a alejarse de tal propósito, para los misioneros el rostro concreto de aquellos indios que estaban a la espera, sería suficiente motivo para empeñarse en “aderezar” caminos nuevos para asegurar una presencia considerada necesaria en este encuentro: la del Evangelio.
Es recurrente en Gabriel Gómez Padilla acudir a aquel soneto del argentino Francisco Luis Bernárdez: lo que el árbol tiene de florido, vive de lo que tiene sepultado, y lo aplica con frecuencia a este empeño de acercarse a la vida y obra de Kino como el camino para recobrar, para conseguir, para enamorar, para bien sufrir y bien gozar… lo que hoy somos, porque cuando la vida es concebida como misterio sagrado, nace y se conserva una fuerza que se vuelve atrayente y tercamente persuasiva. Y así esa terca esperanza también llega a inocularse en quien se acerca a este personaje en cuestión, así le pasó al padre Salvatierra quien acercándose al padre Eusebio para explicarse lo que ese “árbol tiene de florido” terminó convencido por sus palabras y testimonio de aquello que ya estaba sepultado en el corazón: una promesa a la que él sabía solo aportaría un pequeño peldaño en el camino, pero un gran paso para la misión, por ello los afanes apostólicos en California deben retomarse y con urgencia. Se trata de una promesa y la Virgen de Loreto también ya lo sabe. Cada paso dado por Kino dejaba profunda huella como parte de un engranaje más amplio, la misión no terminaba donde se agotaban sus fuerzas o donde alcanzara su visión. Siempre estuvo presente una prospectiva que le llevaba a ver más allá y al intento de prolongar sus fuerzas en nuevos aliados. Se vale de sus habilidades de un hombre de su época un tanto singular: cartógrafo, astrónomo, explorador, ganadero, agricultor… en fin, este hombre de cuya fama se decía que el solo valía por un presidio, pero ante todo se vale de su pretensión de ser un padre para los pobres, movido por el amor que actuaba interiormente en su docibilidad de espíritu.
Quien aborde esta obra tendrá la garantía de encontrar una experiencia emotiva porque nos acerca a la conciencia y a la interioridad más íntima del misionero, nos hace posible nuevas hermenéuticas para nuestra propia historia, a partir de lo que fue principio y fundamento en el corazón de un hombre atento a lo que el Espíritu va trazando en el mapa de su vida de forma indeleble:
— Los pueblos indios son ese “barro” en el cual se esculpe de manera nítida el rostro mismo de Dios: mansos y por extremo amigos, afables y familiares; a ellos ha sido enviado para compartirles la Buena Nueva a partir de su propia experiencia.
— La Paz experimentada en este compartir le lleva a tener presente la misericordia de la que el mismo ha sido objeto.
— Las hostilidades y resistencias (internas y externas) son parte de esta ruta y se requiere la luz del Espíritu para nombrarlas y enfrentarlas.
— Gloria Dei viven homo, vita autem homini visio Dei (est), como diría san Irineo, se vuelve un imperativo que se traduce en su deseo de servirlo en los más pobres hasta ver en ellos los mismos sentimientos de Cristo.
El derrotero presentado en esta obra es claro y ayuda a trazar el mapa de comprensión de Kino en la anatomía de su espíritu. La devoción expresada en una ritualidad de Kino, de la que siempre los autores toman nota, nos habla de la armonía del trinomio que daba cuerpo a la misión: culto, cultivo y cultura. No había ocasión o gesto benevolente que no fuera reconocido o agradecido por los misioneros. El santoral del calendario litúrgico funcionó a manera de memorial o bitácora de viaje, pues con él se iba configurando la nueva toponimia llena de fechas y significados.
La visión de futuro marcada por el optimismo y la esperanza le da una mirada única a lo que van encontrando: muy lindas tierras, amenos valles y llanadas para sementeras, aunque los primeros frutos son raquíticos dado el incipiente proceso de adaptación, no dejan de colocarlos siempre al pie del altar como augurio de buenos tiempos.
Una importante estación en este mapa, es que en cada entrada se dan a la tarea de convivir lo más cercano posible con los pobladores; aquel hagamos tres chozas fue una realidad que les permitió poner su morada entre ellos para aprender su lengua con puntualidad y paciencia y llamando a los indios por su nombre.
Ibimuhueite: la creatividad en estas circunstancias es de vital importancia, la exploración del territorio, y la necesidad de ir nombrando las cosas y lugares dieron pie a que los encuentros fueran marcados por la confianza recíproca, aspecto que les brindó la ocasión de poner en práctica los métodos que la misionología de la época les proporcionaba: cómo elaborar los conceptos con señas o imágenes para explicar los misterios de la fe a partir del marco de comprensión de los indígenas. El canto, el dibujo, el juego, el reconocimiento de la práctica de la buena conducta… estaban presentes en su obra evangelizadora.
El trato cotidiano con afabilidad y la admiración gozosa de los detalles que son indicadores de la aceptación de la misión en los que Kino encuentra consuelo, deja ver la ternura de quien se siente un verdadero padre. Esta virtud es descrita por el padre Juan Antonio Baltazar como la agradable afabilidad que mostraba a aquellos bárbaros, del tierno sincero cariño con que les trataba y del amor que les descubría…
Tal relación le permitía ver verdad en ellos, por lo que se afanó como un hombre conciliador y de paz. La defensa de lo justo y verdadero serían el aval por lo que habrían de creer en su palabra. Si bien el marco de referencia sobre derechos humanos no se tenía como tal, pero si un fundamento más profundo, como lo es su concepto de dignidad humana basada en el reconocimiento de los otros como hijos de Dios. Su profetismo ante los abusos con los indios cometidos por los españoles es ejercido mediante la denuncia clara y contundente, aunque eso le acarree incomprensiones y rechazos. Abogar por los indígenas es una clara demostración de la prioridad del misionero, lo que se le retribuyó en confianza y consolidación en la misión.
Momento muy significativo y de reivindicación de que “ha quemado las barcas” en pro de la misión lo será la profesión de sus últimos votos como jesuita, que incluye además de la vivencia los tres consejos evangélicos, la especial obediencia al Sumo Pontífice, acerca de las misiones según se contiene en las cartas apostólicas y las constituciones. Tal promesa hecha en el día de la Asunción, fortalece en un contexto de crisis ante la escasez de comida, enfermedades y ánimos apocados, una grande convicción de no vivir de la improvisada respuesta a las circunstancias basadas en la mundanidad o deseo pragmático del fruto inmediato. Y como le escribe el padre Chales de Noyele, prepósito general, con ocasión de los votos: la misión ahora es estimulada no solo por su ardiente celo, sino también por esta nueva obligación de comportarse con un verdadero espíritu apostólico es decir bajo la consigna de que él es un enviado. Se sabe colaborador de una obra más grande, en la que su trabajo es un eslabón que habría de fortalecer. De seguro seguía latiendo aquella primera promesa de misionar en Asia, a la que hay que dar cumplimiento a través del apoyo para que se desarrollen condiciones que faciliten la comunicación entre este continente y el otro, tal era el caso de encontrar un camino viable a la bahía Magdalena del lado del Pacífico, solo así entenderemos su terca esperanza, pues sabemos que tan a pecho se había tomado la promesa reivindicada ahora en su cuarto voto.
Me viene a la mente aquella verdad: la cadena es tan fuerte como el eslabón más débil. Su empeño en ponerse del lado de los más pobres y débiles obedece muy bien a esta lógica con el fin de que no se ponga en duda la continuidad de la misión. La fortaleza no radicaría en las armas, los aprovisionamientos, la prosperidad material inmediata, sino en la confianza y en el testimonio de que los naturales en ella encuentran vida, vida en abundancia. Su mirada contrasta esta utopía evangélica con lo que va encontrando y describe con abundantes detalles de todo género, sea respecto a los naturales como a su entorno. En su optimismo no dejaba pasar de registrar la cantidad de almas que poblaban cada ranchería así como su carácter: Pero la perla y margarita más preciosa que hay en estas sierras es la mansedumbre, docilidad, paz y apacibilidad… de la gente de buenos gestos. Una mirada así se empeña en contar con ese valor a la hora de inventariar el capital requerido para la misión, así como los logros obtenidos en California, que serían de mucho bien para los de oriente. “Mies madura” le llega a llamar Kino a las conversiones logradas.
El valor de la solidaridad, presente en los indígenas, sería el garante que amalgame el eslabón débil, pues ante la disyuntiva de abandonar la misión o salvar su propia vida, Kino ve la solución en los mismos pueblos, y llega a formular la propuesta de reforzar la comunicación entre las costas de Sinaloa, Mayo y Yaqui con las costas de California a fin de trabajar las tierras con personal de ambos lugares y así ejercer una labor subsidiaria para socorrer a los más pobres; valores que la enseñanza social de la Iglesia los considera como principios para un desarrollo justo y en paz. Ampliar la mirada hacia otros horizontes es una razón de peso para no quedarse en la versión del fracaso. La mente en el oriente no le permite abandonar esta empresa y encuentra fundamentos suficientes en el testimonio de otros exploradores. Obviamente no estamos ante un aferramiento o soberbia de Kino, sino ante una osadía de quien se deja conducir por el Espíritu y demostrar con el tiempo y con procesos constantes y cuidados el poder de autonomía que tendrían dichas misiones.
Es de agradecer en esta obra la presentación de Kino y su trabajo como la génesis de una nueva cultura, no tratándosele como a un personaje solitario y que a motu proprio se decidió realizar esta empresa, sino como a un hombre que sabía trabajar en equipo y que tenía en gran aprecio la amistad, así como los naturales le reconocían. También en gran estima le tuvieron algunos compañeros suyos a quienes persuadió de colaborar en la misión entre los californios y la base de ello fue el ofrecimiento de su amistad. Su honestidad, transparencia, empeño y otras virtudes también le ganaron el respeto y el reconocimiento de su autoridad en el lugar de la misión.
Podremos descubrir en la lectura de estos textos, la documentación cartográfica y los testimonios a favor y en contra, el modelo peculiar de las misiones emprendidas por los jesuitas y el aporte del carisma de Eusebio Francisco Kino y compañeros que vieron en la cooperación entre los pueblos de Sonora: misiones yaquis y pimalteñas, la solución a la viabilidad del proyecto en California.
Recientemente la Congregación para las Causas de los Santos en su decreto de venerabilidad de nuestro personaje destaca después de sus notas biográficas cómo vivió las virtudes evangélicas en grado heróico: evangelizó California, donde adquirió un profundo conocimiento de la población indígena, que se benefició de la enseñanza y de las técnicas de cría de ganado y algunos cultivos, y gracias a esta contribución del Siervo de Dios logró defenderse de abusos de los soldados españoles. Enfatizo del texto de promulgación el término de profundo conocimiento en su sentido teologal que se logra con base en el amor que se experimenta y entrega a las personas conocidas, que es donde radica el respeto a la dignidad humana. Su opción por lograr el empoderamiento y la autonomía de sujetos en los pueblos indígenas fue el camino elegido por Kino para su propia santificación, intentó vivir en todo como ellos, poniendo a su servicio lo que tenía: sus energías y habilidades intelectuales para defender la dignidad de los nativos y promover su bien. Y así no dejaba de intervenir convincentemente y muchas veces para defender a los nativos, sus derechos y su dignidad, hacia quienes su servicio se caracterizó por la denuncia y la contestación del abuso de los españoles…
De la misión en la Pimería Alta, destaca como virtud las excelentes relaciones con los pueblos indígenas, aspecto que le acarreó incluso enemistades con los españoles que tenían otros intereses, pues su defensa de los nativos se basaba en el reconocimiento de ellos como nuestros hermanos en Cristo. Los peregrinos, especialmente los indígenas que lo visitan siguen reconociendo en él al Siervo de Dios como “gran padre”, su más tierno y amoroso padre.
A la raíz de esta heroicidad están las virtudes de la fe, que se alimenta de la oración, especialmente en la adoración nocturna, la recitación del breviario y la lectura de vida de santos. Su esperanza se destaca por la confianza en la providencia divina a quien le reconoce su intervención como los favores celestiales y su caridad, misma que se manifestó en una intensa actividad misionera en un territorio caracterizado por la complejidad de las situaciones políticas. Unido a ello está el espíritu de pobreza con la que se identificó con el Maestro, no teniendo donde reclinar su cabeza más que la silla de caballo como almohada, un par de pieles y mantas ásperas como cobijo, por lo que el “olor a oveja” le era demasiado familiar; los suyos lo reconocían como tal, alguien cercano, amable y en quien se podía confiar. Así le era fácil desprenderse de humanas ambiciones y tener mayor entrega a los pobres, sus prójimos en pleno sentido evangélico. La promulgación lo define como: columna de la nueva Iglesia, consejero y defensor de los pobres, ejemplo, modelo y ánimo para todos los que conoció. Y efectivamente así es para nosotros.
Sirva esta gran obra de Carlos Lazcano Sahagún como una mojonera actual y a la mano de las nuevas generaciones, que nos ponga en diálogo para comprender al misionero en su época, como lo ha dicho su coautor, Gabriel Gómez Padilla. Sus capacidades de observación propias de un explorador, el atrevimiento de un espeleólogo para escrutar misterios desde las mismas entrañas de la tierra, su condición de creyentes y sensibilidad ética que empatiza con el espíritu de Kino ante la situación actual de los pueblos indígenas y la cultura popular, hacen que este escrito compuesto de textos, cartografías y testimonios sea un verdadero aporte que ayude a mantener viva la visión de que entre los pueblos nos necesitamos; ante las crisis, la solidaridad entre iguales nos hace reinventarnos y la confianza en la providencia sea motor para seguirnos empeñando.
P. Claudio Murrieta Ortiz
Pimalteño en la cuenca del San Pedro
27 de julio de 2020, día del antropólogo/a en memoria agradecida de Raquel, loretana de corazón
Imagen 1. Eusebio Francisco Kino, primer misionero de las Californias. Fue en la Antigua California donde se inició como misionero. Buena parte del sentido de su vida fueron los indios californios. Detalle del monumento al padre Kino en Segno, Italia, su pueblo natal. Fotografía de Carlos Lazcano.
Exordio
EN SEPTIEMBRE DEL AÑO 2011, a convocatoria de la Sociedad de la Antigua California, realizamos en la ciudad de Ensenada (Baja California, México) un homenaje al misionero jesuita Eusebio Francisco Kino, con motivo de cumplirse 300 años de su muerte. Entre otros actos se llevó a cabo la Segunda Reunión de Historiadores sobre los Fundadores de la Antigua California, la que se dedicó enteramente a la obra de Kino en la península de Baja California.
En dicho evento nos reunimos varios estudiosos del famoso jesuita, comentándose el hecho de la falta de un texto que presentara de manera integral y exclusiva, la labor de Kino en la península californiana. El tema de Kino en California ya ha sido tratado por Bolton, Burrus, Mathes, y más recientemente por Gómez Padilla, quienes han reunido una impresionante colección de documentos sobre este tema. Es a partir de los trabajos de estos historiadores que este libro fue concebido. (1) El objetivo es presentar una visión amplia y detallada de la obra de Kino en la península de Baja California, tanto lo que hizo desde la península misma, como lo que realizó por ella desde sus misiones de la Pimería.
Kino es de los escasos misioneros que han trascendido a la conciencia popular, pero generalmente se le asocia a Sonora y Arizona, casi nunca, o muy poco, a Baja California. Por eso, al plantearnos este estudio, quisimos preparar un texto accesible a un público amplio en donde detalláramos la relación de Kino y California. Sin olvidarnos de los historiadores, académicos y estudiosos del tema misional en el noroeste novohispano de fines del siglo XVII y principios del XVIII, ya que seguimos una metodología apropiada y rigurosa, con el fin de aportar elementos e interpretaciones nuevas para el conocimiento de este gran misionero.
La relación entre Kino y California fue de gran trascendencia histórica, ya que marcó el rumbo del noroeste de México, al grado de que la Pimería no se explica sin California y lo contrario igualmente es válido, California no se explica sin la Pimería. En este libro profundizamos en dicha relación, ahondando en aspectos que poco han sido tratados, entre ellos el hecho de que su estreno como misionero se llevó a cabo en California, al mismo tiempo de que fue el primer misionero de esta región, fundando sus dos primeras misiones. Se considera a Juan María Salvatierra el fundador de Baja California, pero después de leer este libro, nos daremos cuenta de que sin Kino, Salvatierra difícilmente hubiera logrado lo que logró; es más, sin Kino Salvatierra nunca hubiera fijado sus ojos en California y su destino no hubiera pasado más allá de un ilustre provincial jesuita. También tenemos que Kino desentrañó la hidrografía del río Gila y de la cuenca baja del río Colorado, y precisamente fue nuestro misionero quien le puso su nombre a éste último río. Además de que Kino demostró que California es península, fue el primero en proponer que la larga extensión de las Californias se dividiera en dos provincias a las que nombró California Baja y California Alta. Pidió ser él quien iniciara la evangelización de la Alta California. Nuestro misionero fue además el primero en cartografiar de una manera precisa el Golfo de California, desentrañando correctamente la desembocadura del Colorado y demarcando por vez primera a la isla Ángel de la Guarda. Además Kino desterró varios de los falsos mitos geográficos que abundaban en su época, sobre todo los asociados a la creencia de la insularidad de California. Pero, más allá de estos aportes, se encuentra su relación, profundamente humana y amorosa, con los indios californios, tanto guaicura, cochimí como con los varios grupos que ocupaban la cuenca baja del Colorado. Fueron los indios la razón de su trabajo.
Imagen 2. Inauguración del II Festival de la Antigua California, dedicado al padre Kino con motivo del tercer centenario de su muerte. Fue realizado en la ciudad de Ensenada en septiembre del 2011. De izquierda a derecha: el padre Gabriel Fierro, representante de don Sigifredo Noriega, primer Obispo de Ensenada; José Amado Fernández Ruiz, S.J., representante del provincial de la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús, Carlos Morfin, S.J.; doctor David Piñera, investigador emérito del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Autónoma de Baja California; don Enrique Pelayo, presidente municipal de Ensenada; maestro Sebastián Serra, rector de la Universidad Iberoamericana en Tijuana; doctor Gabriel Gómez Padilla, investigador de la Universidad de Guadalajara; y Carlos Lazcano, investigador de la Sociedad de la Antigua California y coordinador del Festival. Fotografía de Carlos Lazcano.
Estos son solo algunos aspectos, poco conocidos, de lo mucho que la península le debe a nuestro misionero. El lugar de Kino en nuestra historia regional y nacional debe ser revalorado.
La base de este trabajo fueron los numerosos documentos publicados por Burrus y Mathes, así como el impresionante libro de Kino Favores celestiales. Igualmente nos apoyamos en los trabajos de Bolton y Gómez Padilla, así como de diversos autores que en su momento irán siendo citados. Además, en diversos archivos fueron consultados algunos documentos aún inéditos o muy raros, como el caso del Diario de San Bruno. En este documento nuestro misionero relata sus actividades en la misión de San Bruno entre el 21 de diciembre de 1683 y el ocho de mayo de 1684. Se trata de un texto sumamente raro, publicado unicamente en 1857 dentro de la colección Documentos para la Historia de México, por lo cual es muy poco conocido, incluso entre los mismos especialistas en la figura de Kino. Se desconoce el original de este texto, por lo cual publicarlo dentro de este libro es una importante aportación.
El ensayo lo dividimos en dos partes. En la primera, dividida a su vez en tres capítulos, tratamos sobre los trabajos que Kino efectuó en la península californiana al participar en la expedición del Almirante don Isidro de Atondo y Antillón (1683-1685). La segunda parte cubre los capítulos 4 al 8. En los capítulos 4, 5 y 6 abordamos lo que Kino hizo por California desde sus misiones en La Pimería. En el capítulo 7 analizamos la visión de Kino y sus propuestas. En el último capítulo, el octavo, analizaremos que fue de los proyectos y propuestas de Kino en los años posteriores a su muerte.
Contrario a lo que muchos historiadores afirman, la misión de San Bruno no fue la primera establecida en California. (2) Este honor le cupo a la misión de Nuestra Señora de Guadalupe de Californias, iniciada por Kino en la bahía de La Paz en abril de 1683. En el primer capítulo de este libro veremos los detalles de esta fundación y el por qué fracasó. San Bruno fue la segunda misión californiana y en el capitulo dos se estudian los detalles de sus inicios y desarrollo, así como las exploraciones llevadas a cabo por Atondo y Kino en el interior de California. Se concluye tal capítulo con el abandono de San Bruno. En el tercer capítulo veremos los últimos y desesperados esfuerzos por parte de Kino y Atondo para que el proyecto de evangelizar California no fuera abandonado.
En el capítulo cuarto encontramos a Kino ya instalado en Sonora, y le damos seguimiento a sus esfuerzos por regresar a California. Incluimos como el padre Juan María Salvatierra se une a los esfuerzos de Kino y finalmente logra los permisos para regresar, fundando así esta tierra. A pesar de conseguir el permiso, Kino no pudo acompañar a Salvatierra, por lo que da inicio a las exploraciones de la desembocadura del río Colorado, las que lo conducirán al descubrimiento de la peninsularidad de California.
En el capítulo 5 se analiza todo lo que realizó Kino a favor de California desde sus misiones en la Pimería, actualmente en los estados de Sonora y Arizona. Los esfuerzos que invirtió Kino en ello fueron muchos, grandes y de muy distintos tipos, los que son detallados en dicho capítulo. La presencia de Kino en la Pimería fue fundamental para California y sin ella no es posible explicar el establecimiento y consolidación del proyecto misional californiano. En este sentido consideramos que la fundación de California no se dio con Salvatierra, sino algunos años antes, con la expedición de Atondo y Kino, y gracias a la visión de Kino. Lo que hizo Salvatierra fue continuar lo que Kino ya había empezado y dejó trazado su rumbo cuando, contra su voluntad tuvo que abandonar. El de Kino fue un proceso interrumpido, no cancelado ni abortado, que Salvatierra prosiguió justo donde lo dejó Kino.
Kino fue un personaje visionario. Vio mucho más allá que la mayoría de sus contemporáneos. En la medida que fue expandiendo su trabajo, realizó una serie de propuestas que por desgracia no fueron escuchadas. De haberlo sido el destino de la Pimería y de todo Norteamérica hubiera sido otro. Tuvo una clara conciencia de que había que insertar las provincias del noroeste en la globalidad del mundo, pensando globalmente y actuando localmente. En los capítulos 6 y 7 analizamos las propuestas de Kino para la expansión hacia el norte y noroeste. Igualmente Kino hace algunas predicciones negativas, las que finalmente se cumplieron porque en su momento no se hizo caso de estos señalamientos. En el último capítulo se reflexiona sobre lo ocurrido con sus propuestas y proyectos después de su muerte.
Además de la interpretación que hacemos de los textos y estudios consultados, al final de cada capítulo incluimos una selección de documentos de los testimonios más importantes para nuestro estudio. Cartas, diarios, informes, cédulas, etc. Al poner al alcance de los lectores estos documentos podrán por si mismos corroborar nuestra interpretación, o sacar sus propias conclusiones. Poder leer los documentos es ciertamente una forma de acercar al lector a los acontecimientos y a los personajes. Ellos nos hablan de tierras que nunca antes habían sido vistas por europeos, dejándonos ver lo que los sorprendía y maravillaba, pero también lo que los atemorizaba. Ahí se plasman esperanzas y miedos de los protagonistas, sueños y ambiciones, encuentros y desencuentros. Son testimonios sorprendentes de cuando California aún era territorio indígena y su fundación apenas un ideal.
Al publicar estos textos les actualizamos la ortografía con el fin de que a los lectores, sobre todo aquellos que no son historiadores, se les facilite su lectura. Igualmente cabe mencionar que a lo largo del texto que preparamos intercalamos en numerosas ocasiones citas de los mencionados documentos, con la finalidad de que sean las palabras de los actores principales las que, en la medida de lo posible, vayan relatando la historia que presentamos.
Un aspecto de suma importancia en este ensayo es la serie de mapas, más de 30, en donde mostramos las rutas de exploración que tienen que ver con California, tanto en la misma península, como las que realizó desde la Pimería. En esta serie cartográfica presentamos cada una de las entradas, tanto por mar como por tierra, que se efectuaran dentro de la expedición de Atondo. También mostramos en forma individual todas las entradas que Kino realizara a los ríos Gila y Colorado desde sus misiones de la Pimería, incluyendo aquellas en las que subió a unos volcanes para apreciar mejor la desembocadura del Colorado.
Desde luego, en este trabajo no podían faltar reproducciones e interpretaciones de los mapas que el mismo Kino elaboró sobre sus entradas a Californias y exploraciones desde la Pimería. Los mapas antiguos son una herramienta de primer orden en el estudio de la evolución histórica de las regiones. Sin embargo, estos documentos suelen ser poco consultados por los historiadores del noroeste de México. Igualmente consultamos, e incluimos en este estudio, numerosos mapas, anteriores y posteriores a Kino, con el fin de contextualizar su obra cartográfica y geográfica.