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Los cora

Era un grupo indígena que habitaba hacia el suroeste de la bahía de La Paz. Tenían su propio dialecto guaicura. Los coras constaban de una sola ranchería, por lo que no eran muy numerosos. También eran mucho más pacíficos que los guaicura de la bahía, quizá por el hecho de que no confinaban con la zona de las playas, por lo cual no habían estado tan sujetos al abuso de los pescadores de perlas.

Por los testimonios de Kino y Atondo sabemos que los coras y otros grupos de guaicuras eran enemigos entre si, debido a la utilización de los recursos naturales de cada territorio. Cuando dichos recursos escaseaban, las distintas rancherías se veían obligadas a entrar en territorios de otras, lo cual era ocasión de violencias, que con el tiempo distanció a muchas de las rancherías vecinas volviéndolas enemigas.

Fue durante la segunda entrada por tierra, en mayo de 1683, que Atondo y el padre Goñi hacen los primeros contactos con los cora, encontrándolos bastante amigables y confiables. Pronto empezaron a frecuentar el Real de Nuestra Señora de Guadalupe, llegándose a quedar a dormir entre los soldados, (32) cosa que jamás ocurrió con los guaicura debido a sus recelos.

Tanto Atondo como Kino describen a los coras como muy mansos y afables y enemigos de los guaicuros… eran… pacíficos… y muy amigos de la nación española. (33) No nos dan una descripción física de ellos ya que seguramente eran muy parecidos a los guaicura. La amistad con este grupo fue muy importante ya que, cuando los guaicuras planearon su segundo ataque a Nuestra Señora de Guadalupe, invitaron a los Coras, quienes aparentaron aceptar pero lo que hicieron fue dar aviso a los españoles. (34)

Fue el padre Goñi quien empezó a aprender la lengua Cora, para ello emprendió el trabajo de hacer un vocabulario del que en nuestros días se desconoce su paradero. Al ser mucho menor el tiempo de contacto con los coras que con los guaicuras, el aprendizaje que se llegó a tener de su lengua debió ser muy limitado.


Mapa 4. Mapa del puerto de La Paz en las Descripciones Geographicas e Hydrographicas de Nicolás de Cardona, 1632. Biblioteca Nacional de España. En 1615 Cardona intentó establecerse en dicho puerto, fracasando. La visión que presenta de la bahía, debió ser muy cercana a la que tuvieron Atondo y Kino 68 años después.

Los primeros contactos

Durante los primeros días de la expedición los guaicuras no se dejaron ver. El contacto inicial ocurrió al momento de la construcción del fuerte. En eso estaban los españoles cuando escucharon una serie de gritos y alaridos que los puso en alerta. Observaron que se aproximaba un grupo de treinta y cinco guaicuras que venían alineados en forma de media luna; tenían el cuerpo pintado y estaban armados con arcos, flechas y dardos, exigiendo por señas a los expedicionarios que se fueran de la bahía. Igualmente por señas, el Almirante y sus capitanes les indicaron que se tranquilizaran, que no venían a hacer guerra, sino a tener amistad con ellos, pidiéndoles que pusieran sus armas en el suelo, lo cual ellos harían igual. Sin embargo los guaicuras no aceptaron.

Fue entonces que el padre Kino y el padre Goñi, de una manera cariñosa pero temeraria fueron hacia los indios ofreciéndoles comida y abalorios. Al principio los indios tuvieron mucha desconfianza y no querían aceptar los regalos, pero poco a poco fue desapareciendo el recelo, hasta que los padres lograron tranquilizar a los guaicuras, al grado que dejaron las armas y comieron con ellos. En reciprocidad, los guaicuras dieron a los misioneros mezcales tatemados buenos, redecillas muy bien hechas y plumas de pájaros que tenían en sus cabezas. También les obsequiaron carne de venado que era de los alimentos favoritos de los californios. El encuentro duró casi hasta el anochecer, en que se retiraron los guaicuras.

Dos días después llegó un grupo de 80 indios con muchas muestras de amistad, quienes se quedaron hasta el atardecer. En los siguientes días llegaron más grupos de indios, siempre con amistad, pero pronto empezaron a tomarse numerosas libertades, entre ellas, de una manera muy sutil, algunos robos. Ante esto, el Almirante decidió hacerles, de una manera amistosa, una demostración de la fuerza y potencia de las armas españolas comparada con la de los arcos y flechas que los guaicuras utilizaban. La demostración fue contundente y los guaicuras dejaron de tomarse tales libertades, pidiendo siempre permiso o preguntando ante lo que no sabían.

El desconocimiento de la lengua era una barrera que pronto los misioneros empezaron a superar. Al respecto comenta uno de los cronistas que los padres de la Compañía… deseosos de entender la lengua de los californios, andan con el tintero en la mano, en viniendo indios, oyendo sus palabras, asentando sus vocablos y notando sus pronunciaciones, para ir aprendiendo su idioma. Y el padre Eusebio Kino dice la van ya entendiendo, que es muy clara y que tiene todas las letras del abecedario, y que los naturales pronuncian muy claramente la nuestra… (35) De hecho no pasó mucho tiempo para que el padre Kino elaborara un pequeño vocabulario con quinientos términos de la lengua guaicura, (36) del cual se desconoce su paradero.

Sobre los guaicuras estos primeros misioneros comentaron que son… muy dóciles y afables y festivos y que sus muchachos juegan y se entretienen con los nuestros con tanta amistad y llaneza, como si se hubiesen criado entre ellos. (37) Kino, siendo un gran optimista, sobre todo con respecto a los nativos, agrega que estos indios me parecen los más dóciles, afables, risueños y joviales que tiene toda la América (38) y en una carta a su protectora, la duquesa de Aviero agrega que son de tan buenas prendas que parece, en ninguna otra parte del mundo, se pueden emplear mejor los muchos gastos reales y santos celos de la Europa, etc., que ahora en esta dilatadíssima California. (39) Desde luego, esta no fue la apreciación de los soldados, quienes veían en los guaicuras a enemigos en potencia. Al respecto de los guaicura Atondo observa que demuestra esta nación ser muy guerreros, según las señales de heridas. (40)

Como prueba de esa amistad y fácil acercamiento con los guaicuras, el padre Kino da el testimonio de la confianza que llegaron a tenerle algunos de ellos… un buen viejo de ellos se puso a contarles en su lengua, acompañada de señas, que daban bien a entender lo que decía, cómo él tenía 5 hijos y que e1 chiquito se le había, pocos días antes, muerto; y para explicar que lo había enterrado, hizo un hoyo en la tierra, y cogió un palito que representaba a su niño, y lo enterró. Con que se consoló de haber dado a entender su pena, y los padres se consolaron más de ver la familiaridad con que conversaban con ellos, porque, a este modo, contaban y decían otras cosas suyas que fuera largo referirlas. (41)

En una carta al padre Francisco Castro, (42) Kino nos obsequia con un resumen de su visión sobre los guaicura: Estos indios son de muy vivo y buen natural, de buena estatura, fuerzas y salud; muy alegres, risueños y joviales. Los hombres no usan de vestido ninguno si no es de un cupi (43) de plumas en la cabeza. Las mujeres usan de unos pellejos que les llegan desde los pechos hasta el suelo. Son de color algo más blanco que los indios de la Nueva España… su sustento de ellos es el marisco y otras frutas de la tierra, venados, conejos, pájaros, que los hay en abundancia… sus armas de los indios son arco y flecha con pedernal, sin ponzoña, que no la conocen… los más principales de ellos traen unas flautas de carrizo colgadas del pescuezo, pero no se sirven de ella sino cuando actualmente están peleando, y por eso tampoco no gustan de nuestra guitarra o arpapitos o flautas. Estiman en mucho los cuchillos y cualquier cosa de hierro, los coscates o abalorios y todo género de cuentas de cositas, o cintas coloradas. Recelan mucho sus mujeres y sus chiquillos. Su lengua, que no es muy dificultosa de aprender, tiene todas las letras del abecedario fuera de la s y la f; pero la aprenden y cortan lindamente la salutífera palabra Jesús y otras semejantes palabras de la lengua castellana, aunque tenga la s; y son muy curiosos en preguntarnos de cualquier cosa que ven, cómo se llama en nuestra lengua. (44) Casi todos estos tienen sus mujeres, y algunos, aunque pocos, más de una, y muchos hijos, y esto se entiende hablando solamente de los guaicuros más cercanos a este Puerto de La Paz, que es gente más belicosa. (45)

El reconocimiento de la tierra

Durante los primeros días en La Paz, los españoles estuvieron explorando la bahía tanto por tierra, por medio de cortos recorridos, como por mar por medio de lanchas. Una vez que la construcción del fuerte estuvo avanzada, Atondo empezó a efectuar varias entradas de mayor alcance en los alrededores de la zona, especialmente hacia la parte sur, con el fin de reconocer la región y ver la posibilidad de otros asentamientos. Estas primeras entradas tenían como objetivo buscar agua, es decir manantiales o arroyos permanentes, tierras con potencial para cultivar, y grupos o rancherías indígenas. Otro objetivo, aunque secundario, era ver la posible existencia de minas o minerales de atractivo económico. Las entradas fueron cortas, ya que en ese momento Atondo no disponía de caballos, y fueron hechas a pie. Precisamente, una de las razones por la que Atondo envió a la Almiranta al puerto del Yaqui, el 25 de abril, fue para traer caballos y poder hacer entradas de mayor penetración.

Uno de los objetivos más importantes de Atondo era el de cruzar por tierra hacia el Pacífico para localizar una ruta a la bahía Magdalena, ya que creían posible ahí fundar un asentamiento que pudiera dar apoyo al Galeón de Manila o Nao de China.

Para el primer recorrido a pie el Almirante envió a nueve soldados, quienes recorrieron alrededor de doce kilómetros. Aunque no encontraron indígenas, desde lo alto de un cerro pudieron observar algunas humaredas que supusieron eran de rancherías que estaban algo alejadas de la costa. Observaron lo árido del paisaje y cómo se abrían algunas llanuras. También notaron la presencia de fauna terrestre factible de ser cazada, como conejos y venados. Fueron varias las entradas cortas de este tipo.


Mapa 5. Exploraciones en los alrededores de la bahía de La Paz (abril-junio 1683). Diseño de José Luis García.

Entradas más formales, en las que participó el mismo Atondo, acompañado por un mayor número de soldados, así como de los misioneros, fueron cuatro. En la primera de ellas salió el Almirante Atondo y el capitán Francisco Pereda (capitán de la Almiranta) con 25 soldados, algunos peones para abrir camino, el padre Kino y fray José de Guijoa. Se fueron en dirección sureste de la bahía de La Paz debido a que era el rumbo por donde llegaban los guaicuras a visitarlos a Guadalupe, y desde luego, esperaban encontrar sus rancherías. Fueron alrededor de 30 kilómetros los que avanzaron, entre rodeos y pasos difíciles, ya que no estaban acostumbrados a los caminos de los californios. Venegas nos dice que: El fin principal de aquella entrada era acariciar a los indios y familiarizarse con ellos hasta conseguir que trajesen sus hijos al presidio de los soldados, para que pudiesen los padres misioneros con su frecuente comunicación aprender la lengua. Porque, aunque es verdad que venían los indios al real, pero siempre se habían portado con desconfianza y cautela, sin querer traer consigo a sus hijuelos y mujeres. (46)

El padre Venegas nos habla sobre el encuentro que se tuvo en esta entrada:… vieron en un llano las rancherías de los indios, que luego trataron de esconder a sus hijos y mujeres; y para lograrlo, hicieron que se adelantasen algunos a recibir a los españoles y entretenerlos, diciendo: que no estaba allí el aguaje, que retiradas ya las familias les mostraron después. Hicieron allí noche los nuestros, agasajando y acariciando a los indios, que no por eso dejaron las armas de las manos. Los nuestros tampoco olvidaron el orden que debían tener en tierra de enemigos; y al día siguiente se volvieron al real, viendo que era imposible penetrar más en la tierra por su aspereza y falta de aguajes y bastimentos. Sospechose que los indios hubieran acometido a los nuestros, si no hubieran temido a los que quedaban en La Paz. Dio motivo a esto la cautela que usaron al ver a los españoles en sus ranchos, porque enviaron secretamente doce de los más ligeros, con su capitán, a reconocer el presidio; los cuales fueron y volvieron en pocas horas con notable celeridad, sin que los echase menos el Almirante, ni otro alguno de su comitiva. (47)

En la segunda entrada participó el padre Goñi y fue de más trabajo debido a lo difícil del terreno. Tomaron el rumbo oriente y en una cañada tuvieron los primeros contactos con los indios cora, a quienes encontraron más amigables y confiados que los guaicura, y fue a partir de este contacto que empezaron a ir a Nuestra Señora de Guadalupe.

Al parecer fue la tercera entrada en la que más pudieron penetrar, ya que avanzaron unos treinta y cinco kilómetros en cuatro días. Sobre esta entrada Atondo nos dice que encontraron un pozo de agua manantial, y aunque ciento y cincuenta indios [guaicura], de arco y flecha, nos la quisieron embarazar, facilitó el remedio de nuestra necesidad darles a entender íbamos a pelear contra sus enemigos los coras, que estaban a la parte del poniente, a que los convidamos no nos quisieran seguir, pero logramos reconocer tres leguas más la tierra adentro. (48)

De la cuarta entrada nada dicen las crónicas, solo que se efectuó y que no fue la más larga ni la más fructífera.

Uno de los resultados de estas entradas fue, como nos lo dice Atondo, que en toda la [tierra] que descubrimos no se halló río con agua, ni tierras a propósito para sembrar, aunque rasas cuanto alcanzaba la vista, las cuales producen mezquites muy gruesos, otros árboles que llaman maotos, otros de copal, cardones y pitayas, de que están los campos vestidos. (49)

Al respecto Kino concluye…en las tres o cuatro entradas que por tierra hemos hecho al oriente, al sur y al poniente, hemos reconocido como seis o siete leguas de tierra, con dos o tres buenos aguajes; aunque la mayor parte de lo que vimos es monte, no faltan buenos manchones de buena tierra para sembrar, y no se duda que si, en viniendo los caballos, se entra mucho más adentro, se hallarán aún mejores llanadas, valles y quizá ríos, que hacia la contracosta se divisa una grandísima llanada, con arboleda verde aún ahora, en tiempo de seca… (50)

Las islas de la bahía de La Paz y alrededores también fueron exploradas. Kino nos informa que también en una de las islitas de esta gran bahía, hallamos una lindísima salina o laguna de sal. Tendrá la islita como dos leguas de box, (51) y la laguna de sal como un cuarto de legua de box. Se ha llamado esta isla la isla de Santo Tomás de la Laguna, (52) y desde el principio de su descubrimiento se ha dedicado al excelentísimo señor virrey don Tomás de la Laguna, (53) etc. Se puede de esta laguna sacar muchísima y muy linda sal para cargar muchos navíos en este puerto, y en toda esta gran bahía hay grandísima cantidad de muy buen pescado y se saca mucho, casi todos los días con el chinchorro y con los cordeles y anzuelos. (54)

Agrega Atondo que descubrieron alrededor de dicha isla cinco comederos de perlas que con no haber buzos sacaban a la bajamar conchas en que hallaban granos menudos pero de buen oriente, de que se discurre que si su Majestad envía buzos y ministro de confianza, recuperará para los grandes gastos de esta armada empresa y conversión. (55)

La evangelización

Como ya lo mencionamos, el objetivo más importante de esta expedición era iniciar la evangelización de los grupos indígenas de la Antigua California. Para esto, los jesuitas habían nombrado al padre Kino como superior de este proyecto misional.

Kino apenas había llegado a la Nueva España en 1681, y aunque su sueño era ser misionero en China, sus superiores lo embarcaron en la expedición de Atondo para que fuera misionero en California. Así, Kino se inició como misionero en la Antigua California, y no solo eso, Kino fue el primer misionero de las Californias.

Para su proyecto como misionero novato, Kino escogió como patrona a la Virgen de Guadalupe. No es ninguna casualidad, de esta manera Kino adoptaba a la Nueva España como su tierra, y que mejor que una virgen propia de esta nueva tierra. Él mismo nos dice que: Sea esta soberana Señora servida de acompañarnos en todo con sus celestiales dones y favores. (56) Todo esto lo hacía por el bien de aquellas almas de dicha California… pues, con el mismo amor quiero querer aquellas almas que a la mía. (57)

Cuando Kino llegó a California ya sabía de los métodos que empleaban los jesuitas en su labor de misioneros de frontera, por eso en los barcos se traía gran cantidad de ropa, abalorios y dijes, y cosas que en indios son poderosos atractivos para ganarlos para Dios y para el rey. Igualmente, con el fin de aprender la lengua de los nativos, Kino traía consigo un pequeño vocabulario que anteriormente habían preparado los padres Jacinto Cortés y Andrés Báez durante las entradas de Cestín de Cañas y Porter y Casante a California en 1642 y 1648. Sin embargo, este documento no les sirvió de nada, ya que al parecer se trataba de otra de las lenguas guaicuras que se hablaban en la bahía de La Paz, diferente a las que Kino conoció.

Durante los primeros días de la expedición, nadie logró ver algún indígena, lo que tenía consternados a los misioneros. Sabían que por ahí andaban, ya que había numerosas huellas de su presencia. Con el fin de atraerlos y para ver si había indios escondidos en la espesura del monte, dejaron algunas cosillas de comer, como maíz, bizcocho y cuentas y se volvieron, sin embargo el intento resultó infructuoso ya que los guaicura no se dieron por enterados.

El obsequio de alimentos era una de las maneras más eficaces de atraer a los indios, y esto les funcionó para finalmente tener contacto con el primer grupo que se les acercó cuando estaban construyendo el fuerte. Este grupo, compuesto por 35 guaicuras llegó exigiéndole a los españoles se fueran de sus tierras. Atondo intentó sin éxito tranquilizarlos. Quien si lo logró fueron Kino y Goñi, quienes vencieron el recelo acercándose sin desconfianza, y sin armas desde luego, obsequiando comida y abalorios a los indios. Unieron a esto palabras suaves y conciliadoras y con ello los tranquilizaron y consiguieron que dejaran sus armas y comieran de lo que les invitaban.

Pasados dos días regresó un grupo más grande, y según nos dice Kino, todos de paz y con muestras de muchísima amistad y llaneza. El misionero les mostró un Cristo crucificado y la imagen de la Virgen de Guadalupe, de quienes los guaicura no sabían nada. También les enseñó a hacer la señal de la cruz. Fueron estos los primeros pasos que dio Kino en la evangelización de los guaicura.

En los siguientes días los indios siguieron visitando el campamento y los misioneros vencieron buena parte de los recelos de los guaicuras, no todos, ya que no llevaban a sus hijos y esposas, pero si fue suficiente para iniciar el aprendizaje de la lengua con la elaboración de un vocabulario. Para los jesuitas el aprendizaje de las lenguas nativas siempre fue parte esencial de su metodología evangelizadora.

Como en esos días tocó la semana santa de 1683, los guaicura tuvieron la oportunidad de conocer las primeras misas y celebraciones religiosas de los españoles, a las cuales asistían con mucho respeto, e incluso todos ellos, en especial los muchachos, repiten con muy buena y distinta pronunciación, las oraciones, y se persignan con los padres, que los juntan y rezan con ellos, aunque no entienden lo que rezan; pero, como en las palabras de las oraciones está Dios, solo de proferirlas materialmente, como el apóstol de la India san Francisco Javier tenía observado, hacen operación en las almas, ablandan y enternecen el corazón; son como el fuego que, si se toca con las manos, aún sin verlo ni saberlo, calienta y enciende. (58) También refiere que cuando a mediodía, se toca la oración y la rezamos de rodillas, ellos también se ponen de rodillas.

Sabemos que Kino siempre fue un gran optimista y esta condición ya la manifiesta en estos sus primeros días como misionero de frontera. Así, a pesar de los recelos iniciales, para el 20 de abril, Kino escribía que confiamos que de aquí a pocos meses, podremos empezar a ir bautizando, pues estos indios me parecen los más dóciles, afables, risueños y joviales que tiene toda la América. (59) Incluso Kino menciona que ya había empezado a escribir un pequeño libro donde relataría el avance de la evangelización y daría en él noticias de los primeros bautismos. En los meses siguientes, mayo y junio, Kino y Goñi trabajaron en aprender la lengua de esta California, con agasajar a los naturales y instruirlos en algunas oraciones de nuestra santa fe. (60) Los misioneros querían ganarse la confianza de los indios, y para ello era indispensable aprender su lengua y tratarlos con mucha paciencia, cariño y comprensión. A diferencia de los soldados, que desconfiaban de todo, los misioneros estuvieron totalmente abiertos a los indios, demostrándoles un amor que solo se explica por la fe que tenían en su destino de misioneros, es decir fe en Dios, en Jesucristo. A diferencia de los soldados y colonos, que siempre tuvieron miedo de los indios, los misioneros demostraron una inmensa confianza en ellos, confianza que desde luego fue recíproca, pero que con su actitud, Atondo y sus hombres echaron a perder.

A los regalos que Kino y Goñi daban a los guaicura, maíz, coscates, cintas, listoncitos, navajitas, cuentas de vidrio, entre otros objetos, los guaicura correspondían con las cosas y comidas que más apreciaban, como pitayas, mezcales, carne de venado, plumas, entre otras cosas. Y desde luego, se prestaban para que los misioneros fueran elaborando un vocabulario, del cual llegaron a tener quinientas palabras, y dócilmente aprendían las oraciones que les eran enseñadas.

Una vez que el pequeño poblado de Nuestra Señora de Guadalupe de Californias fue terminado y fortificado, Atondo emprendió una entrada, acompañado por Kino, cuyo objetivo era acariciar a los indios y familiarizarse con ellos hasta conseguir que trajesen sus hijos al presidio de los soldados, para que pudiesen los padres misioneros con su frecuente comunicación aprender la lengua. Porque, aunque es verdad que venían los indios al real, pero siempre se habían portado con desconfianza y cautela, sin querer traer consigo a sus hijuelos y mujeres. (61)

Poco a poco los misioneros fueron teniendo avances: nos da muy buenas esperanzas la mucha docilidad y afabilidad de estos indios que estos días pasados llegaron con sus muchachitos a vivirse casi con nosotros, y durmieron de noche pegaditos a este nuestro fuerte o real; lo que, hasta ahora, nunca habían hecho. Y parece pronto vendrán con sus familias y chiquillos, y que de aquí, a unas semanas, podremos con el favor de su divina Majestad, empezar de los chiquillos a bautizar. (62)

Kino tenía prisa por evangelizar, ya que consideraba que el mejor bien que podría hacerle a los indios, era precisamente traerles la palabra de Dios, es decir, el Evangelio, y consideraba que con esto hacía un gran servicio a Dios; así, para nuestro misionero era prioritario aprender la lengua, y se dolía diciendo que: gran falta nos ha hecho y todavía nos hace un intérprete que si lo hubiéramos tenido, sin duda que ya hubiéramos negociado muchísimo, y tuviéramos ya muy muchos bautizados. (63)

Para junio de 1683, Kino y Goñi ya habían tenido algunos avances importantes, que de haber continuado sin lugar a dudas habrían vencido todos los recelos indígenas, sin embargo los soldados llegaron a ser un verdadero estorbo.

Kino informa al provincial Bernardo Pardo, (64) en agosto de 1683 que los guaicura habían dejado muchas cosas que… habíamos insinuado no nos parecían bien e iban ya rezando algunas cosas que les habíamos enseñado, como el bendito y alabado sea y se persignaban, y cuando a medio día rezábamos la oración de rodillas, ellos también se ponían de rodillas. Algunos ya vivían y dormían con nosotros con toda paz y amor, y nos tenían ya prometido de traernos cuanto antes sus familias y chiquillos, que de los chiquillos habíamos de empezar los bautismos. (65)

Contrasta enormemente la percepción que de los indios tenían los soldados y los misioneros. Para los primeros los gentiles de la nación guaicura siempre vinieron enemigos encubiertos. Para los misioneros eran almas que había que salvar, seres humanos con toda la dignidad de hijos de Dios, por lo cual los consideraban las mejores perlas de la California. Para ellos, la evangelización era el primer paso para dignificarlos e igualarlos con los españoles.

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