Kitabı oku: «El odio y la clínica psicoanalítica actual», sayfa 3

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Sin embargo, en el Sr. C el ataque al pensar tenía una cualidad más continua, al empujarlo una y otra vez a representar el mismo escenario central. Aquí la desmentalización se logró a través de constantes ataques contra su propio yo, al recrear en el mundo externo las relaciones de objeto familiares generando sutilmente una parálisis en el trabajo analítico, parecido al Modelo 2. Aunque esto debe haberse originado como una defensa, me pareció que adquiría un carácter de excitación en sí mismo, de la manera como lo he descrito más arriba. Se hace evidente aquí el apoyo probatorio del concepto de Freud sobre la pulsión de muerte, por el mero hecho de la compulsión a la repetición.6

El sueño también puede interpretarse como la demostración de una actividad continua en la que el paciente se aferra a cualquier debilidad que ve en mí. De esta manera, él mantiene su limitada visión de sí mismo y de sus objetos. El placer cruel que obtiene en aferrarse a lo que él considera mi punto débil y, de esta forma, paralizar el trabajo, es sugerente al Modelo 3.

Me produjo interés la manera en cómo la buena sesión previa con dejos de cierta normalidad (la imagen de un trabajo duro y meticuloso), se había transformado en una versión mía logrando un vasto patrimonio sin ningún costo ni esfuerzo. Podría pensarse que esto generaba envidia, pero creo que esta visión de mí es más bien el resultado de la envidia. No hay necesidad de ser envidioso de un objeto que no tiene capacidades propias y que solo las adquiere como una herencia.

Una nota acerca del placer en la destrucción

Segal sugiere que el placer en la destrucción se deriva parcialmente de la ‘libidinización’ y ‘sexualización’ de la pulsión de muerte, pero también reconoce que existe un tipo de placer que surge como una satisfacción natural y concomitante a la pulsión de muerte. Algunos autores han tendido a equiparar el placer con el Eros, explicado por el placer derivado de la destructividad solo a través del concepto de fusión de instintos. No obstante, esto se vuelve tautológico (es decir, cualquier placer proviene de Eros, y así es por definición). Sin embargo, si descolgamos el placer de Eros, entonces podemos permitir un lugar al placer en la destructividad.

Laplanche (1976) señaló que no podemos escapar al problema del masoquismo ubicando el placer en otras partes, por ejemplo, sugiriendo que el masoquista obtiene el placer mediante la identificación con el sádico que ataca al objeto; en otras palabras, el dolor se sufre como una manera de obtener un placer en otra parte. Laplanche sostiene que si eso fuera así, no habría un “problema económico del masoquismo”. El placer que él señala debe estar donde el dolor se encuentra.

Pienso que un argumento similar puede darse con respecto al placer en la destrucción, es decir, el placer no está en cualquier parte, sino donde está la destrucción. Aquí, nuevamente podemos distinguir dos tipos de placer: el que deriva de la destrucción en sí misma y el que proviene del continuo empuje hacia un estado de desmentalización pasajero.

Conclusión

Algunas veces se ha sugerido que el descubrimiento de Freud sobre la pulsión de muerte proviene de factores ajenos, tales como el hecho biográfico de su cáncer y de la deprimente coyuntura histórica de la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, este tipo de argumentos parten desde la premisa que se quiere demostrar, es decir, que el concepto no tiene sentido para luego justificar lo que es visto como una desviación bizarra de Freud con un poco de ‘análisis salvaje’. Aun cuando fuera cierto que estos factores ajenos jugaron un rol en sensibilizar a Freud en la importancia de la actividad destructiva, esto no constituiría un argumento contrario al concepto. Uno podría argumentar fácilmente que la constelación familiar de Freud estaba relacionada de alguna manera con su descubrimiento del complejo de Edipo, pero sin duda esto no sería considerado un argumento contra la veracidad del concepto. La procedencia de una idea no tiene una relación transparente con su contenido de verdad, más aún muy buenas ideas pueden provenir de lugares muy extraños. Un concepto como el de pulsión de muerte debe demostrar que proporciona una mejor explicación para fenómenos clínicos que no han sido explicados adecuadamente por otras teorías existentes, debiendo llevarse a cabo el trabajo teórico necesario. Wollheim (1971), en su magistral pequeño libro sobre Freud, argumentó convincentemente que el concepto de pulsión de muerte trató un problema teórico existente desde el trabajo del narcisismo, que amenazaba el dualismo necesario para la teoría de Freud. Wollheim argumenta que la teoría de la pulsión de vida y la pulsión de muerte restituyeron una profunda dualidad de la vida mental. De modo muy interesante Norman O. Brown (1959) hace un planteamiento muy similar. Sugerí que el uso del concepto de pulsión de muerte en la teoría kleiniana contemporánea, cubre tres procesos diferentes cuya fenomenología es distintiva.

1. Actos violentos de destrucción/aniquilación, incluyendo el fenómeno interno como la aniquilación del pensar (Modelo 1).

2. La atrayente seducción en el mundo de no-pensamiento, al modo placentero del estado de ‘nirvana’ de Freud. (Modelo 2).

3. El control sádico de los objetos previniendo cualquier movimiento, esto asociado a un placer extraño (Modelo 3).

Estas actividades destructivas pueden ser consideradas como eventos (como en el Modelo 1) o procesos (como la atracción hacia un no-vacío, o una actividad sádica continua), Modelos 2 y 3. Más aún, el objetivo de destrucción puede ser un objeto o una función. Freud, lo ejemplifica en Fausto: “El Diablo mismo se define a sí como el adversario, no de lo que es sagrado y bueno, sino del poder de la Naturaleza para crear, la de multiplicar la vida: esto es Eros” (1930, p. 121, las cursivas son mías).7

Una mayor diferenciación se encuentra en aquellos procesos que son más ‘ruidosos’, manifiestamente destructivos, buscando aniquilar todos los límites y aquellos otros procesos que se desarrollan silenciosamente.

El concepto de la pulsión de muerte aún tiene mucha oposición, pero todavía cuando ahora podemos estar menos seguros de si es útil concebirlo en términos biológicos, la existencia de una fuerza psíquica que se opone a la vida y al desarrollo y en particular al pensar, me parece que posee una solidez sustancialmente empírica y ha entregado un convincente marco teórico para comprender la profunda dualidad que gobierna la vida psíquica. Las pulsiones de vida y de muerte pueden ser consideradas como las tendencias de poderosas fuerzas siempre presentes en la mente.

En el corazón de la visión trágica de la humanidad de Freud, se encuentra la ineludible lucha entre la vida y el odio a vivir, entre el pensar y el odio al pensamiento. Sugiero que el concepto de pulsión de muerte expresa esa visión trágica en su forma madura.

Referencias bibliográficas

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Brown, N. O. (1959). Life against death: The psychoanalytical meaning of history. Middletown, CT: Wesleyan University Press.

Feldman, M. (1997). Proyective identification: The analyst’s involvement. International Journal of Psychoanalysis, 78, 227-241.

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______ (1930). Civilization and its discontents. The Standard Edition of the Complete Psychological Works of Sigmund Freud. Volumen 21. Londres: The Hogarth Press and the Institute of Psycho-analysis, 1975.

______ (1937). Analysis terminable and interminable. The Standard Edition of the Complete Psychological Works of Sigmund Freud. Volumen 23. Londres: The Hogarth Press and the Institute of Psycho-analysis, 1975.

______ (1938). An outline of psycho-analysis. The Standard Edition of the Complete Psychological Works of Sigmund Freud. Volumen 23. Londres: The Hogarth Press and the Institute of Psycho-analysis, 1975.

Laplanche, J. (1976). Life and death in psychoanalysis. Baltimore, MD: Johns Hopkins UP.

Segal, H. (1997). The clinical usefulness of the concept of death instinct. En Psychoanalysis, literature and war. Londres: Routledge.

Wollheim, R. (1971). Freud. Londres: Fontana.

1 Publicado originalmente en The International Journal of Psychoanalysis 96(2): 411-423. Traducido del inglés por Rodrigo Rojas Jerez.

2 Freud tomó prestado el término de Barbara Low, pero es un nombre erróneo. ‘Nirvana’ se refiere a la capacidad de vaciar la mente de manera de acceder a los aspectos más profundos de la conciencia, por lo que es muy diferente de un tipo de aniquilación del pensar como la señalada por Freud.

3 La negación más benigna es un tipo que está a medio camino del conocimiento del self, como en la siguiente ilustración: un paciente relata un sueño en el cual él ve una mujer muy atractiva que está vestida seductoramente y le hace señas. Él estaba muy excitado. Luego de un silencio de varios minutos dijo: “Bien, no era mi madre”. La idea de que fuese su madre había entrado en su mente consciente, se hubo cesado la represión, pero la continuidad de la represión es indicada por el signo de la negación.

4 El desarrollo de la capacidad de pensar requiere que los “objetos se hayan perdido una vez que se ha logrado una satisfacción real” (Freud) lo que se compara fácilmente con “el no-pecho llega a ser un pensamiento” de Bion.

5 Bion describe un fenómeno similar en “Ataque al vínculo” (1977).

6 Esta situación me recuerda a un grupo de pacientes que parecían entender y coincidían con las interpretaciones del analista, pero nos damos cuenta que silenciosamente las alteran y, en consecuencia, las perciben de una manera muy distinta. Ellas no introducen nuevas preguntas ni posibilidades y solo confirman la imagen de mundo del paciente, solo le muestran lo que ya “sabe”. “Muestra” por ejemplo, que el analista está irritado o es seductor. Si el analista está alguna vez un poco irritado, entonces esto es todo lo que el paciente reconoce y cualquier otro aspecto es eliminado, confirmando así un cuadro interno de la situación analítica en el que el paciente cree, y que, en su fuero interno, estima que el analista comparte sin reconocerlo.

7 Lo primero (lo que es santo y bueno), lo entiendo como un objeto, lo segundo (el poder de crear) una función.

AMOR VERSUS ODIO. LA INSPIRACIÓN PARA VIVIR8

Robert D. Hinshelwood

El psicoanálisis clásico ha tendido a priorizar la analogía del flujo de energía y sus vicisitudes. Esta analogía dependía del descubrimiento del arco reflejo en siglo XIX y las teorías psicofísicas como las de Fechner (Elements of Psychophysics, así como Elemente der Psychophysik, publicadas en 1860). Recientemente ha habido un cambio lento, pero definitivo, que nos aleja del modelo de los instintos y del modelo energético y que nos acerca al estudio de los afectos y de sus significados. Como lo observó Brierly: “Con pocas excepciones, [nuestros pacientes] todos y cada uno de ellos se quejan de algún desorden en el plano de los sentimientos” (Brierly, 1937, p. 267). Este cambio de énfasis que está dirigido hacia los sentimientos y las significaciones va más en la línea de una teoría de la información, que de una teoría de la energía. Al mismo tiempo, está más dirigido hacia la tecnología de las computadoras, que hacia la analogía del sistema eléctrico.

Freud fue ambiguo acerca de su énfasis sobre la energía. A veces, parecía seguir a sus pacientes en el énfasis que ponían a sus sentimientos en relación a otros, así como en relación a sus objetos. De esta manera, en trabajos como “Duelo y melancolía” (Freud, 1917) priorizó las relaciones con objetos y los sentimientos asociados —en el caso del texto de melancolía, los afectos fueron los de tristeza y duelo—. En cambio, en su trabajo sobre las vicisitudes de los instintos (Freud, 1915), una de sus ideas centrales fue opuesta a lo anterior: “El amor no solo admite un opuesto, sino tres. Además de la antítesis ‘amor- odio’, hay otra que es ‘amar- ser amado’; y además de esto, amar y odiar tomados juntos, son lo opuesto a la condición de despreocupación o indiferencia” (p. 133).

Como esta cita insinúa, Freud habló de sentimientos como una manera de caracterizar los instintos. Sin embargo, la condición resbaladiza entre biología por un lado y experiencia mental por el otro, fue resuelta por él en el curso de la historia del psicoanálisis a favor de los instintos.

El psicoanálisis británico siguió un curso diferente, y Melanie Klein encontró rápidamente una afinidad con ello cuando se instaló en Londres en 1926. Ellos tendían a mantenerse relativamente independientes de Viena. Cuando Anna Freud (1927) publicó su fuerte crítica a Klein, el psicoanálisis británico apoyó mayoritariamente a Melanie Klein (ver simposium en la International Journal of Psychoanalysis en 1927). Klein no se formó como médico o bióloga y, por lo tanto, no estaba constreñida por los modelos conceptuales clásicos que se derivan de la aproximación científica de la medicina y la psicología. Ella fue directo al sufrimiento de los pacientes:

Frecuentemente se me ha preguntado cómo fue que yo abordé a los niños de la manera que lo hice, la cual es una manera enteramente no ortodoxa y en muchos casos, opuesta a las reglas que existen para el análisis de adultos. Aún no puedo responder qué fue lo que me hizo sentir que la ansiedad era lo que debía tocar y porqué procedí de esa manera, pero la experiencia confirmó que yo estaba en lo correcto y hasta cierto punto, el comienzo de mi técnica de juego me remonta a mi primer caso. (Klein, 1959, p. 24)

Aparentemente su foco fue distinto desde un comienzo, y ella pensaba que ¡iba en contra las reglas! Klein se concentró en los afectos y realmente no entendía la naturaleza científica de los instintos, o quizás ella no estaba interesaba en tales abstracciones científicas. Nunca usó en sus escritos términos como ‘energía psíquica’ o ‘modelo económico’. Así es, como uno de los comentadores de la teoría psicoanalítica de los afectos concluyó: “Alguno de los conceptos centrales de la teoría de Klein puede provechosamente ser leído como un discurso sobre los afectos y sus leyes de funcionamiento” (Stein, 1999, p. 79).

Klein enfocó su atención en el sentimiento de ansiedad, y no solo en la teoría metafísica. La ansiedad fue también el foco de sus interpretaciones:

Klein enfocó su atención en el punto de máxima ansiedad en la transferencia […]. Inicialmente […] las interpretaciones pueden aumentar la ansiedad, la resistencia y la hostilidad, sin embargo, la ansiedad se reduce cuando el analista entrega la interpretación con el temple correcto y está dispuesto a adaptarse y corregir sus ideas de acuerdo a las respuestas del paciente. (Steiner, 2017, p. 16)

Más aún, las defensas y resistencias no son en contra de la energía instintiva, sino en contra de las ansiedades: “Klein principalmente atribuye la resistencia a los cambios en la producción de la ansiedad” (p. 26). De esta manera, las dinámicas psíquicas ocurren en relación a la ansiedad y los afectos, más que en relación a la energía o los instintos. Nunca fue parte de la práctica de Klein ni de la escuela de las relaciones objetables la evaluación cuidadosa por parte del analista de las investiduras versus las contrainvestiduras.

Entonces, ¿de dónde viene la ansiedad? Nuevamente hay supuestos distintos. Para Freud surge de la acumulación de la energía instintiva que es reprimida por las defensas del yo operando en relación a una realidad inclemente o sobre un superyó castigador. Para Klein, la ansiedad provocaba las defensas. Sin decirlo, ella reescribió los orígenes de la ansiedad en sus primeros trabajos. La ansiedad proviene del amor y odio, o, mejor dicho, del amor versus el odio.

La técnica de juego para niños y niñas

Como muchos psicoanalistas que siguen el trabajo de Freud (1909) con el Pequeño Hans, Klein observó a los niños que atendía incluyendo al propio. Sus observaciones eran detalladas y sensibles. Primero Ferenczi (su primer analista) y luego Abraham (su segundo analista) la animaron a desarrollar un método para analizar niños. Otros analistas de la época trabajaban adaptando el método psicoanalítico para infantes, pero principalmente con el objetivo de confirmar, como el caso del Pequeño Hans lo había hecho, las teorías elaboradas por los psicoanalistas de pacientes adultos.

Klein, hasta cierto punto, adoptó una aproximación más libre y observó las emociones que los niños expresaban. Le entregaba a cada uno un set de pequeños juguetes. Esto le permitía ser testigo de los dramas emocionales que preocupaban al niño, especialmente aquellos que lo perturbaban.

Las narrativas de los juegos de niños le entregaban un acceso directo a lo que Freud había llamado ‘fantasía inconsciente’ (Freud, 1910, p. 266). Al principio tendía a observar el núcleo de la principal fantasía que Freud describió, la historia de Edipo, con los juguetes representando las figuras clave, en todas sus formas. Sin embargo, observó más allá de eso y se dio cuenta de aspectos de la historia que perturbaban a los niños/as. Esta perturbación podía ser manifestada directamente como ansiedad, pánico o cólera. Pero, frecuentemente, era la inhibición del juego el punto en que la fantasía era sentida como peligrosa por el niño.

Una de sus niñas más pequeñas era Ruth, una niña de 4 años y medio que Klein atendió en 1924 (Frank, 2009). Ruth estaba tan ansiosa, perturbada y desconfiada de los otros, que no podía quedarse en la misma habitación con el analista extraño. De modo que su hermana adolescente tenía que permanecer en la habitación todo lo que durara las sesiones. La hermana había comentado a la analista que no tenía ninguna esperanza de que Ruth jugara con ella:

Un día, mientras Ruth nuevamente le daba toda la atención exclusivamente a su hermana, dibujó un vaso de vidrio con pequeñas bolas dentro y una especie de tapa encima. Le pregunté para qué era la tapa, pero no me respondió. Al repetirle su hermana la pregunta, ella dijo que era “para evitar que las bolas rodaran fuera”. Antes de esto ella había revisado el bolso de su hermana cerrándolo con fuerza “de manera que nada se cayera fuera”. Hizo lo mismo con el monedero dentro del bolso de manera de mantener las monedas seguras adentro. Más aún, el material que ahora me traía era muy claro, incluso en sus sesiones previas. Ahí me aventuré. Le dije a Ruth que las bolas en el vaso, las monedas en el monedero y los contenidos del bolso, significaban los bebés en el interior de su mami, y que ella quería mantenerlos seguros adentro para así no tener más hermanos y hermanas. (Klein, 1932)

Esta fue una interpretación profunda, alcanzando la profundidad de la ansiedad que claramente perturbaba mucho a Ruth. Aquí la interpretación es sobre el resentimiento hacia los nuevos pequeños hermanos y hermanas, y el percatamiento de la rabia de Ruth de la necesidad de embotellarlos para siempre. Klein estaba muy impresionada por el cambio que produjo la interpretación: “El efecto de mi interpretación fue increíble. Por primera vez Ruth puso su atención en mí y comenzó a jugar de una manera diferente, menos constreñida” (1932, p. 54).

Klein presentó este caso para demostrar no solo la ansiedad de esta pequeña niña, sino que también para mostrar que al hablar acerca de ello de manera realista tuvo, en cierto modo, un efecto dramático. No fue solo jugar con Ruth lo que permitió algún manejo de su ansiedad. También fue la forma cómo el analista expresó en palabras el drama que percibió a través del juego con sus juguetes. Ese drama le provocó tanta ansiedad que la transformó en una niña temerosa. Y poner este drama en palabras, marcó tal diferencia que dejó a Klein asombrada. Debe haber sentido que descubría un método de suma importancia para demostrar tanto la ansiedad como el trastorno que la causaba, y luego cómo interpretarlo. Ruth estaba perturbada por la constante ira que le producía la inminencia de nacimientos de hermanos y hermanas.

Este tipo de demostraciones tuvo un particular objetivo en sus escritos de esa época. El conflicto con Anna Freud desde 1927, desafió el modo de interpretar de Klein. Anna Freud enfatizaba que reconfortar era la primera prioridad en el análisis con niños, y que eso simplemente se lograba jugando con ellos. Debatían sobre las consecuencias de una interpretación que desplegaba el inconsciente y que para Klein demostraba que era lo que aliviaba la ansiedad de la niña, mientras que Anna Freud consideraba que causaba un sentimiento de persecución. Incluso recientemente en un debate con Angela Joyce, quien planteó el contraste entre simplemente jugar y hacer interpretaciones, Irma Brenman-Pick dijo:

¿Entramos en el dominio del antiguo conflicto del jugar versus la interpretación, entre Anna Freud y Melanie Klein? Concretamente, ¿está el analista obligado a encontrar una manera de llevar o de seducir al niño hacia el tratamiento, como defendía Anna Freud?, o ¿existe alguna manera de alcanzar el punto de urgencia/máxima de ansiedad e interpretarla a partir de ahí, como señalaba Klein? (2011, pp. 170-171)

De acuerdo a Klein, este énfasis en hablar de lo inefable es válido incluso en los niños y continúa siendo un punto crítico del psicoanálisis de niños que está en el tapete hasta el día de hoy. El propósito crucial es verbalizar la narrativa ansiosa, en contraste a la alternativa de Anna Freud. Esa alternativa era el manejar, de manera cuidadosa (cariñosa), la redistribución de la energía desde los intereses instintivos que preocupaban al niño/a, hacia actividades más egosintónicas como fuera, por ejemplo, el simple hecho de jugar con el analista de una manera libre de ansiedad.

Esta aproximación, como he sugerido, apunta decididamente hacia la relevancia de la fantasía y no del instinto, hacia las narrativas de los dramas de las relaciones de objeto, más que al flujo de la energía psíquica. Incluso la pequeña Rita, de tan solo 2 años y 9 meses, ya sufría de severos síntomas obsesivos y demostraba muy explícitamente en sus narrativas las batallas que le causaban ansiedad y ataques de pánico. Klein escribió: “Luego de un ceremonial que fue claramente obsesivo, arropó a su muñeca para irse a dormir y un elefante fue ubicado al lado de la cama de la muñeca. La idea era que el elefante evitara que la “niña” se levantara y se escabullera a la habitación de los padres, y les hiciera algún daño o les arrebatara algo”.

La niña estaba exponiendo la idea que algo en ella le podía hacer daño a sus padres. Incluso a su edad esto causaba un impulso para detenerse a sí misma:

El elefante (la imago del padre) estaba ahí para actuar como la parte de sí misma que (previene) impide que algo malo pase. En la mente de Rita, su padre, a través del proceso de introyección, ya cumplía con ese rol. Desde que tenía un 1 año y tres meses hasta los 2 años deseaba haber usurpado el lugar que tenía su madre junto a él, robar el bebé del cual su madre estaba embarazada y dañar y castrar a ambos padres. Las reacciones de furia y ansiedad que ocurrieron cuando el bebé era castigado en los juegos, mostraban que, en su mente, Rita representaba ambos roles: el de las autoridades que infligían castigo y el de la niña que lo recibía. (Klein, 1929, p. 136)

La niña se debate entre el deseo lleno de odio de cometer algún acto violento o un robo y, al mismo tiempo, queriendo impedir provocarle algún daño a quienes ama. La historia en el juego es muy explícita, aunque concreta en relación a la ansiedad de la niña por el daño que su odio podría ocasionar. Ella amaba y protegía a sus padres, pero también quería dañarlos. He aquí una narrativa ansiosa de amor y de odio expuesta de una manera muy explícita y detallada.

La ansiedad está directamente relacionada con equilibrar el amor y protección contra el daño encolerizado. En las presentaciones de su trabajo con niños, Klein mostró una y otra vez este patrón y el efecto de alivio cuando el analista podía mostrar su comprensión al poner en palabras este conflicto. De manera muy interesante podemos seguir con interés su avance desde el trabajo con niños hasta el trabajo con adultos. Esto ocurrió alrededor de 1930 cuando ella se convirtió en analista didacta de la Sociedad Británica. Existen algunas notas en los archivos de sus observaciones clínicas en 1934 con pacientes adultos que pueden ser datadas por referencias históricas de lo que ocurría en Alemania en ese tiempo. Su aproximación pareciera ser una reminiscencia de su técnica de juego basada en la observación de la narrativa ansiosa que ocupaba la mente de su paciente adulto. Replicaba su comprensión de las fantasías de los objetos en relación a uno y otro, narrando historias simples acerca de la amenazante intrusión del odio. De esta manera, Klein transfirió su método de observación de las narrativas del juego de los niños a aquellas que tiene el adulto en su proceso de pensar. Una ilustración breve de sus notas muestra a un paciente adulto que describe la narrativa en su mente, notablemente similar a las descripciones del despliegue de la narrativa ansiosa de los niños en sus juegos:

St […] se siente continuamente obstaculizado en su trabajo por su ansiedad, de que si tiene una buena idea, tan buena que valga la pena, esta podría ser robada por los enemigos que hay dentro de él. De manera que la ansiedad aumenta si la idea es realmente buena. Asociaciones de subir una montaña, pastoreando ovejas mientras él tiene que controlar a los enemigos que lo siguen y que requiere controlarlos continuamente para que no molesten a las ovejas. Entonces si es encontrado por los enemigos, será tumbado cerro abajo, pero podría ser ayudado si se encuentra con un amigo. (Notas publicadas en Hinshelwood, 2006, p. 31)

Uno observa aquí el ‘juego’ con los pensamientos como si estos fuesen juguetes. Ella está tratando de mostrar cómo interactúan los “buenos” pensamientos y los enemigos malos, como si fueran manipulados por un niño/a en el espacio del juego analítico. Este paciente era un adulto, y la pieza de juego, una sala interna donde las fantasías inconscientes estaban constantemente puestas en escena. Hay enemigos diabólicos a quienes él odia; se involucra como si estuviera en una batalla por quién poseerá los buenos pensamientos que él tiene y espera poder encontrar a un amigo quien lo apoye en su lado en la batalla.

Emociones primarias y secundarias

Este es un tipo interno de lucha que ha sido descrito frecuentemente por las mitologías religiosas y los sistemas éticos. Pareciera ser una parte de la condición humana y el teatro cósmico en el cual estos dramas ocurren; es el mundo interior de cada individuo. Para desarrollar la secuencia del pensamiento de Klein sobre estos poderosos estados emocionales, es necesario discutir la naturaleza de estos sentimientos que trataba de entender y evaluar.

En el transcurso de su carrera, Klein se refería constantemente a cómo su propio pensamiento se apoyaba en el de Karl Abraham. Abraham fue el segundo analista de Klein quien enfermó en el transcurso del primer año de análisis, falleciendo luego (en 1925). Sin embargo, ella continuó haciendo referencia a él y comenzó a usar sus ideas al menos hasta fines de los años cincuenta e incluso hasta su propia muerte en 1960. Abraham hacía una distinción entre lo que él llamó objetos ‘parciales’ y objetos totales. Más bien usó el término ‘amor de objeto total’, pero fue Klein quién desarrolló esa idea luego de las especulaciones iniciales de Abraham, al formular el concepto de posición depresiva y su relación con el principio de realidad. La idea de objetos parciales era que estos representan lo que el sujeto ve, pero deteriorado en parte por su mundo interno de necesidades y frustraciones. Por ejemplo, un objeto parcial es el pecho que alimenta y satisface. Más aún, es visto como pretendido a dar satisfacción y es apreciado por ese intento. Entonces, mutatis mutandis, un pecho que no alimenta es visto desde el punto de vista del sujeto frustrado, como diabólicamente intencionado tratando de provocar frustración y alguna catástrofe.

En consecuencia, los objetos no son solo objetos de satisfacción o frustración. Son sujetos en sí mismos quienes se convierten en foco de aprecio o de frustración. Esta reacción secundaria a la satisfacción parece ser lo que Abraham llamó ‘amor de objeto total’, es decir, el aprecio al objeto como un objeto generoso con intención en sí mismo. Klein fue responsable en reconocer esto como una tarea progresiva y del desarrollo. La realidad del objeto como dador, ya sea de satisfacción o de frustración, se convierte en el foco del principio de realidad en la teoría de las relaciones de objeto. En particular, la realidad de la capacidad del objeto total de satisfacer y también de frustrar en momentos distintos, implica la difícil mezcla de dos objetos en uno. Entonces, el objeto es un sujeto que puede tanto ser apreciado como también molesto. Esta ambivalencia Klein la llamó posición depresiva. Y por esto la realidad debe ser alojada, es decir, que el objeto que es necesitado y que amorosamente satisface es, al mismo tiempo, odiado por la frustración que a veces provoca.

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