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El poder de la música - 19 de enero

Secretos de rodillas

“Los cielos cuentan la gloria de Dios y el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Sal. 19:1).

Los niños prestan especial atención cuando nos arrodillamos frente a ellos, a su altura. Con muchos alumnitos me ha pasado que, al posicionarme de esta forma, ellos se animan a contarme sus secretos. Se acercan y con su cálido aliento y aguda vocecita me cuentan las verdades más importantes de su vida: que tienen un gatito nuevo, que fueron invitados a una fiesta de cumpleaños, que ayer se rasparon la rodilla, etc.

A niños como ellos, Isaac Watts quería enseñarles del amor de Dios, de la creación, de la salvación y del gran sacrificio que significó que Jesús viniera a esta Tierra, el mayor motivo de alegría para el mundo.

Escribió el primer himnario para niños y uno de los himnos que hoy cantamos, trescientos años después, enseña del maravilloso poder de Dios.

En nuestro himnario mantiene una melodía inglesa, pero con la letra del español José Zorrilla, del poema “Las nubes”. Esta extensa y magnífica obra narra el comienzo de una tormenta y toda la respuesta de la naturaleza ante ella. Pero sobre todo, resalta la presencia del “Hacedor supremo del Universo”.

La grandeza del Creador, la maravilla de un amor tan profundo, que atraviesa los cielos y atravesó las manos de quien nos dio vida para siempre, puede ser algo que reconozcamos inmediatamente al contemplar su obra natural.

Su oído atento quiere escuchar nuestras alegrías y tristezas, pero también tiene la capacidad de escuchar cuando no tenemos más palabras. A punto de desatarse una tormenta en nuestra vida, él nos recuerda que está por encima de todas las cosas, controlando todo.

El Universo entero lo adora y nosotros muchas veces nos damos el lujo de ni dirigirle la palabra.

Ojalá hoy podamos cantar:

“Señor, yo te conozco, mi corazón te adora, mi espíritu de hinojos ante tus pies está; pero mi lengua calla, porque mi mente ignora los cánticos que llegan al grande Jehová”.

Nos imagino arrodillados a su lado, listos para contarle algo en confianza, porque él se acercó a nosotros y se puso a nuestra altura. Pero al querer decir algo, quedamos mudos de asombro, gratitud, y reverencia en su presencia. Y disfrutamos simplemente del acto de alabar en silencio.

Historias de hoy - 20 de enero

La basílica de Santa Fe

“El Señor está cerca de quienes lo invocan, de quienes lo invocan de verdad” (Sal. 141:18, NVI).

La mujer tenía una mochila de Barbie rosada, una cartera marrón cargada de cosas grandes que no suelen llevarse en una cartera, una bolsa de plástico y una mirada perdida.

Abrimos juntas la puerta de la basílica y entramos con esa reverencia que caracteriza a los que saben que entran a un recinto sagrado no porque el edificio en sí tenga algo especial, sino porque saben a quién fueron a buscar.

Con la angustia, la desesperanza y la impotencia pintadas en un rostro de 35 años prematuramente avejentado, se arrodilló. Dejó sus bártulos a la misericordia de los cuidadores del lugar y se entregó completamente a rezar.

Era pleno mediodía.

Adentro estábamos solo nosotras dos y, aunque intercambiamos un par de frases cortas antes de entrar, decidí otorgarle ese espacio que me daba la impresión que necesitaba.

Me senté unos bancos más adelante y, aunque no recé y mis creencias probablemente diferían de las suyas, compartimos la sinceridad de corazón.

Cinco minutos después, se fue. Un hombre me invitó a retirarme también. Apagó las luces, movió las llaves y cerró.

Salí en silencio, pensando que ese día había conocido a una Ana moderna, pero también consciente de que no hay iglesias, ni catedrales, ni monasterios, ni mezquitas que puedan contener al Dios en el que creemos.

Nadie puede venir a echarnos si nos dimos cita con el Rey. Podemos conversar con él adentro, pero también del lado de afuera.

Todos aquellos con quienes nos crucemos este mediodía estarán sumidos en sus preocupaciones y vivencias, y tienen una necesidad.

Presta atención. Quizá te encuentres con alguna Ana moderna por quien interceder. Quizá necesites volcar tu corazón como lo hizo ella.

No dejes pasar aunque sea un rato para conversar con él. Está cerca de quienes lo invocan.

“La oración de Ana no fue escuchada por oídos humanos, pero llegó al oído del Dios de los ejércitos. Fervientemente le rogó a Dios que le quitara su afrenta [...]. Ana había estado en comunión con Dios. Creía que su oración había sido escuchada, y la paz de Cristo llenaba su corazón” (La oración, p. 134).

Que esa misma paz llene tu corazón hoy, donde sea que estés.

Valores - 21 de enero

Agua en la madrugada

“Pero el que beba del agua que yo le daré no volverá a tener sed jamás, sino que dentro de él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna” (Juan 4:14, NVI).

Como algunas madrugadas me despierto con mucha sed, adopté la costumbre de tener una botella de agua al lado de la cama. Al lado también tengo mi Biblia.

Una madrugada, desperté con sed y pensé que, ya que estaba despierta, podía comenzar a hacer mi culto más temprano. Pero al final opté por dormir un rato más hasta que sonara el despertador. La verdad es que después ya no pude dormir muy bien.

¿Te pasó alguna vez?

Ese día aproveché e hice mi culto con la lectura de la historia que nos habla de la importancia de beber del agua de vida.

Me di cuenta de que, como esa madrugada, a veces pospongo mi hidratación espiritual, como si fuese algo sin consecuencias.

La enciclopedia médica MedlinePlus nos muestra algunos datos interesantes acerca de la hidratación.

Te invito a leerlos y a pensar cómo podrías aplicar cada uno de esos consejos a tu vida espiritual.

 La deshidratación ocurre cuando el cuerpo no tiene tanta agua y líquidos como debiera. Puede ser leve, moderada o grave, según la cantidad de líquido corporal que se haya perdido o que no se haya repuesto. La deshidratación grave es una emergencia potencialmente mortal.

 Expectativas (pronóstico): Si nota signos de deshidratación y los trata a tiempo, debe recuperarse completamente.

 Prevención: Tome mucho líquido todos los días, incluso cuando esté bien de salud. Beba más cuando el clima esté cálido o si está haciendo ejercicio.

“El que trate de aplacar su sed en las fuentes de este mundo, bebe tan solo para tener sed otra vez. Por todas partes hay hombres que no están satisfechos. Anhelan algo que supla la necesidad del alma. Un solo Ser puede satisfacer esa necesidad. Lo que el mundo necesita, ‘el Deseado de todas las gentes’, es Cristo. La gracia divina, que solo él puede impartir, es como agua viva que purifica, refrigera y vigoriza el alma” (El Deseado de todas las gentes, p. 157).

Prueba comenzar este día hidratado física y espiritualmente.

Vas a ver que Jesús es mucho más que agua en la madrugada.

Encuentros con Jesús - 22 de enero

Cuatro actos

“Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo. Habiendo dicho esto, fue y llamó a María su hermana, diciéndole en secreto: El Maestro está aquí y te llama” (Juan 11:27, 28).

Esta es una historia en cuatro actos. Si estudiamos los encuentros de las personas con Jesús, muchas veces encontramos este mismo patrón. En el caso de Marta y María, se dio así:

Primer acto

Marta, la que antes levantaba la voz y se quejaba de que su hermana no la ayudaba, le llevó a María buenas noticias en secreto. Probablemente en ese momento no era lo más sensato armar mucho revuelo por la llegada de Jesús. También podemos aprender que algunos corazones solo son receptivos a los llamados en secreto, con dulzura y tacto.

Segundo acto

María, al oír esto, se levantó de prisa y fue a él (Juan 11:29).

Tercer acto

Jesús se acercó a la tumba y llamó a Lázaro, quien resucitó y salió (Juan 11:41-44).

Cuarto acto

Muchos de los judíos que habían ido para acompañar a María, vieron lo que Jesús hizo y creyeron en él (Juan 11:45).

En resumen:

1 Él llama.

2 Alguien va corriendo a él.

3 Él obra un milagro.

4 Otros creen.

Historias así a veces toman más de un día. Pueden resultar incomprensibles y estar plagadas de interrogantes sin respuesta; pero no dudes de que él quiere que todos esos actos se cumplan en tu vida.

“Cristo no solo tenía que pensar en quienes amaba en Betania; tenía que considerar la educación de sus discípulos. Ellos habían de ser sus representantes ante el mundo, para que la bendición del Padre pudiese abarcar a todos. Por su bien permitió que Lázaro muriese. Si le hubiese devuelto la salud cuando estaba enfermo, el milagro, que es la evidencia más positiva de su carácter divino, no se habría realizado” (El Deseado de todas las gentes, p. 486).

Confiémosle nuestra vida a Jesús. Dejemos que él escriba la historia. Corramos hacia él en respuesta a su llamado, sabiendo que él ve todo y sus propósitos se cumplirán para que la historia sea de mayor bendición para todos.

Aroma a sábado - 23 de enero

Un corazón limpio

“Purifícame con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve” (Sal. 51:7).

Cierto viernes de noche, me encontraba en un aeropuerto. Era mi tercera noche durmiendo ahí y esperaba ansiosamente que hubiese lugar en algún vuelo.

Verónica se acercó corriendo con su equipaje de mano y con ella llegó el aroma a un perfume de marca. Ya nos habíamos visto la noche anterior y estaba al tanto de mi situación.

Yo estaba sucia, sin perfume, con la misma ropa de cuatro días (aunque la lavaba y secaba cada día en el baño). Esa noche, el vuelo se canceló otra vez. Verónica volvió a su casa; yo, a mi rincón en el piso.

Al día siguiente, la encontré nuevamente y me trajo un paquete de toallas húmedas: uno de los regalos más valiosos de mi vida.

Desde esa vez, no volví a acostarme sucia un viernes de noche, hasta que unos años después, en un camporí, me pasó otra vez.

No es que sea pecado no estar bañado cuando comienza el sábado, pero es lindo comenzar este día limpios.

En medio de tantas actividades del camporí, ese viernes no había tenido tiempo para bañarme y el agua ya se había cortado... pero había llevado las toallas húmedas que me habían sobrado del regalo de Verónica aquella vez.

En el silencio de la madrugada, mientras a oscuras me limpiaba los pies, pensé en la humildad que debemos tener y cuán difícil es querer limpiar el exterior si en nuestro corazón aún albergamos pensamientos negativos, desánimo y falta de fe. Dios puede limpiarnos por fuera y por dentro. Me recordó que, así como me había cuidado esos días en el aeropuerto, y así como había provisto un detalle para hacerme sonreír aquella vez, volvía a asegurarme que lo verdaderamente importante ese día era comenzar con el corazón limpio, y pasar tiempo con él.

Con su “nada”, un simple paquete de toallas, me demostró que es mi todo.

¿Qué detalles pequeños te recuerdan el amor y el cuidado divinos?

¿De qué malos sentimientos te tiene que limpiar Dios hoy?

¿Qué cosas necesitas entregarle?

Hoy quiere limpiarnos. Hagamos la oración del salmista y permitámosle a Dios que, aunque sea con algún gesto mínimo, nos recuerde cuánto nos cuidó hasta ahora y que lo poco o mucho que nos da, en sus manos, significa todo lo que realmente necesitamos.

Objetos cotidianos - 24 de enero

Pensamientos robados

“Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado” (Isa. 26:3, énfasis añadido).

Era la medianoche y ya habíamos cerrado y apagado todo, pero mientras leía tranquilamente, escuché que un auto paraba enfrente de casa y unos pasos apresurados se acercaban a mi ventana. Sentí un ruido de algo que rozaba contra la persiana. Enseguida, se cerró fuertemente la puerta del auto, que arrancó nuevamente. Me pareció muy raro todo, así que salí para ver qué pasaba, y lo primero que le dije a mi hermano, al ver el porche vacío, fue: “Nos robaron los pensamientos”. Me sonó extraña la frase. Nunca imaginé decir algo así, pero me estaba refiriendo a una maceta con las flores que tienen ese nombre.

Me acosté y comencé a pensar en esa frase y me di cuenta de que muchísimas veces nuestro enemigo, también de forma muy rápida, roba nuestros pensamientos. De hecho, en ese momento, en vez de agradecer porque no nos habían robado otra cosa o nos habían hecho algo peor, pensé en la maldad tan innecesaria de esas personas.

Es muy difícil entender cuán importantes son los pensamientos en nuestra vida y en cuántas cosas influyen. Y es que no nos damos cuenta de que los pensamientos son los que nos llevan a las acciones, las acciones a los hábitos y los hábitos a nuestro estilo de vida.

Quien los domine o controle, ciertamente tendrá un rol prominente en nuestra vida. De esto dependerá el desencadenamiento de muchas cosas, buenas o malas.

En Mente, carácter y personalidad, tomo 1, leemos: “La razón por la que Satanás tiene tanto control sobre la mente y el corazón de los hombres, es porque no han hecho de la Palabra de Dios su consejero, y todos sus caminos no han sido probados mediante la prueba verdadera. La Biblia nos mostrará el curso que debemos seguir para llegar a ser los herederos de la gloria” (pp. 89, 90).

En la concordancia bíblica hay cerca de cien referencias a los pensamientos. Busca algunas hoy y ora específicamente para que el enemigo no se adueñe de tus pensamientos, ni robe la atención que debe estar puesta en Jesús.

Dios pregunta - 25 de enero

¿Qué te pasa?

“Cuando Dios oyó al niño sollozar, el ángel de Dios llamó a Agar desde el cielo y le dijo: ‘¿Qué te pasa, Agar? No temas, pues Dios ha escuchado los sollozos del niño. Levántate y tómalo de la mano, que yo haré de él una gran nación’ ” (Gén. 21:17, 18, NVI).

El desierto era árido. Ella era un personaje secundario, muchas veces sin voz; esclava de la casa, pero también de las circunstancias.

Conociendo el comienzo de su historia, quizá podríamos pensar que su vida estaba destinada al fracaso.

Sin embargo, Dios no olvidó ni dejó abandonada a esta mujer extranjera, privada de libertad, sin riquezas ni honra. Él se le manifestó, no una, sino dos veces. Ambas en el desierto. La primera vez Agar había huido, pero después regresó a las tiendas de Canaán y se sometió al mandato de su ama Sara, por orden de un ángel del Señor. Con el reproche, también se mezcló la consolación de la promesa de la multiplicación de su linaje (Patriarcas y profetas, p. 142).

Aproximadamente quince años después, con una hogaza de pan y un odre de agua que Abraham les entregó con pesar, Agar e Ismael salieron del “confort” de su conflictivo hogar y se internaron en el desierto yermo con rumbo incierto.

Dios había prometido que haría de Ismael una nación grande. Agar, a lo largo de los años, probablemente había visto a Dios actuar un sinnúmero de veces. Sin embargo, en ese momento Agar había abandonado a Ismael bajo un arbusto, porque no podía soportar verlo morir, como si toda esperanza estuviese perdida, como si años atrás no hubiese reconocido que Dios ve las necesidades de sus hijos aun en los lugares más recónditos del planeta. Olvidó que había nombrado un lugar como recordatorio del auxilio divino (Gén. 16:13, 14).

A veces nos encontramos en la misma situación.

Dios, en su infinita misericordia, nos hace reaccionar, nos abre los ojos y nos pregunta: “¿Qué te pasa?”

Hoy recordemos que no somos esclavos, sino hijos amados, depositarios de grandes promesas, a quienes no abandonará.

Pero también recordemos que sus ordenanzas y preceptos son santos y, al obedecerlos, nos ahorraremos muchos dolores innecesarios.

“La instrucción impartida a Abraham tocante a la santidad de la relación matrimonial debía ser una lección para todas las edades. [...] Los derechos y la felicidad de esta relación deben resguardarse cuidadosamente” (ibíd., p. 143).

El poder de la música - 26 de enero

Sublime gracia - I

“Nos dio vida con Cristo, aun cuando estábamos muertos en pecados. ¡Por gracia ustedes han sido salvados!” (Efe. 2:5, NVI).

John Newton nació en 1725 en Londres. Su mamá murió antes de que él cumpliese siete años. Creció sin una formación religiosa sólida. Su padre, un duro capitán de barco, se lo llevó con él al mar cuando tenía once años. Después de muchos viajes y una juventud en el alcoholismo, Newton entró a las fuerzas navales inglesas. Intentó desertar, pero lo azotaron 96 veces y lo sublevaron.

Sirvió por muchos años en un barco de esclavos. Cuando estaba volviendo a su hogar, el barco quedó atrapado en una horrible tormenta cerca de la costa de Irlanda y casi naufragó. Newton oró a Dios y el cargamento se salvó milagrosamente. Tomó esto como una señal de que el Todopoderoso estaba con él y marcó ese día como el de su conversión al cristianismo. No cambió radicalmente su estilo de vida; su transformación fue más gradual. Comenzó a leer la Biblia y comenzó a ver a los esclavos con más simpatía.

Siguió con el tráfico de esclavos unos años, pero luego se retiró para estudiar teología. Fue ordenado como sacerdote anglicano y escribió 280 himnos para acompañar sus servicios. “Sublime gracia” fue escrito en 1772. Él publicó un artículo al renunciar a su cargo de barquero de esclavos. Mencionó que ese siempre sería un tema que lo haría temblar, pero la gracia de Dios era un tema del que siempre cantaría.

Se han hecho muchísimas versiones e interpretaciones de este himno. Te invito a que busques algunas y las escuches, meditando en la letra.

Tu historia seguramente es muy diferente a la de Newton, pero quizá hoy puedes pensar en momentos en que la gracia de Dios se manifestó en tu vida.

El apóstol Juan, conocido como “hijo del trueno”, también vivió una transformación. “Semejante transformación de carácter como la observada en la vida de Juan, es siempre resultado de la comunión con Cristo. Pueden existir defectos notables en el carácter de una persona, pero cuando llega a ser un verdadero discípulo de Cristo, el poder de la gracia divina le transforma y santifica. Contemplando como por un espejo la gloria del Señor, es transformado de gloria en gloria, hasta que llega a asemejarse a Aquel a quien adora” (Los hechos de los apóstoles, p. 461).

¡Sublime gracia!

Historias de hoy - 27 de enero

El ayuno verdadero

¿No es acaso el ayuno compartir tu pan con el hambriento y dar refugio a los pobres sin techo, vestir al desnudo y no dejar de lado a tus semejantes? (Isa. 58:7, NVI).

Hacía mucho calor. Yo corría para no llegar tarde a una reunión, y acarreaba un bolso y una bolsita con sándwiches, papas fritas y un vaso grande de té helado recién comprado. En medio de esa corrida, recordé el libro que tenía para regalar dentro del bolso. Haciendo malabarismos, me las arreglé para sacarlo y, casi sin aire, le extendí el libro.

Por su aspecto, me di cuenta de que estaba bastante perdido y que probablemente no era la mejor idea, pero sí definitivamente la más arriesgada, acercarme tan espontáneamente a hablar con él. Me miró con desconfianza y al extenderle el libro, comencé con mi discursito de presentación en el que, entre otras cosas, le decía que ese libro me había ayudado mucho y quería regalárselo. Me sorprendió un poco que lo rechazara tan fríamente. Intenté explicarle que era un regalo y que no tenía que pagarme nada, pero él no quitaba la vista de la bolsa de comida y, con una mirada y una frase que nunca voy a olvidar, me preguntó si tenía algo para comer o tomar. Hacía calor, estaba drogado y hambriento, ¡y yo quería darle un libro!

Jesús se acercaba a las personas buscando hacerles el bien. Satisfacía sus necesidades inmediatas porque conocía su condición (El ministerio de curación, p. 92).

No sé si alguna vez te pasó como a mí, que con buenas intenciones te saltaste pasos importantes, pero Dios nos vuelve a dar oportunidades para compartir su amor. No sé con quién nos vamos a encontrar hoy, pero ojalá sigamos el método de Jesús.

Te invito a leer todo el capítulo de Isaías 58, y a meditar en esta cita de Elena de White, en El ministerio de la bondad: “Con la labor de defender los mandamientos de Dios y reparar las brechas que se han hecho a la ley de Dios, debemos mezclar la compasión por la humanidad doliente. Hemos de mostrar el supremo amor de Dios. Hemos de exaltar su monumento conmemorativo, el cual ha sido hollado por pies sacrílegos. Y con esto hemos de manifestar misericordia, benevolencia y la más tierna piedad por la raza caída. [...] El amor revelado hacia la humanidad doliente da significado y poder a la verdad” (pp. 35, 36).

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