Kitabı oku: «Un mensaje de @Dios para ti», sayfa 4
«Él o yo»
«Todo el mundo los odiará a ustedes por causa mía; pero el que se mantenga firme hasta el fin, se salvará». Mateo 10: 22
Cuando conoció a Jesús, lo aceptó inmediatamente como su Salvador personal y le entregó su vida a través del bautismo. Lo hizo llena de gozo, pero la felicidad le duró poco. Su esposo la emplazó y le dijo:
—Debes elegir, o Cristo o yo.
Ella no podía creerlo. Le respondió que ahora que conocía a Jesús sería una mejor esposa y madre.
—Yo te amo —le dijo a su esposo— y a Jesús también. No hay conflicto en mi corazón.
Pero el esposo insistió en que debía definirse: o Jesús o él. No había otra opción.
—No podemos estar ambos en tu corazón —aseveró.
Ella oró intensamente para poder dar una respuesta a su marido y, cuando llegó el día, le dijo:
—Amor, hasta ahora he sido una muy buena esposa. Al aceptar a Jesús en mi vida me he propuesto ser mejor aún. Puedo amarlos a los dos, no debe haber competencia entre mi Salvador y tú. Dame la oportunidad de demostrártelo.
Pero él fue determinante.
—Él o yo, no hay más, elige.
—Siendo así —le dijo ella— prefiero a Cristo.
La separación fue muy dolorosa. Estuvo al borde de la depresión crónica. Así que hizo un pacto con Jesús: «Ayúdame a superar este dolor tan intenso, llena mi soledad, ocupa el vacío de mi corazón. Sé mi compañero y mi todo. Yo me dedicaré a servirte y a contarle a otros de tu amor». Cuando la conocí era la mujer más feliz del mundo y se dedicaba a predicar el evangelio a tiempo y fuera de tiempo. ¡Jesús había cumplido su promesa, y ahora ella estaba cumpliendo la suya!
Es muy triste ver cómo a veces la ignorancia ciega a las personas. Hoy, en pleno siglo XXI, hay más intolerancia que nunca contra la fe y contra el cristianismo que en el pasado. Pero ya @Jesús lo había advertido y nos dejó una promesa en la Biblia: «Todo el que por mi causa haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o terrenos recibirá cien veces más y heredará la vida eterna» (Mateo 19: 29, NVI). Si algún día debes escoger, escoge a Jesús. No te arrepentirás.
22 de enero
Salvemos a los niños
«Y el que recibe en mi nombre a un niño como este, me recibe a mí». Mateo 18: 5, NVI
Aquel domingo a las 9 de la mañana, Yuliana Samboní, de siete años, jugaba en la puerta de su casa en el barrio Bosque Calderón, en Bogotá. Horas después, a las 7: 30 de la tarde, fue encontrada muerta, con signos claros de tortura y violación. El autor del crimen fue un arquitecto de 38 años, perteneciente a una reconocida familia de la sociedad, que la había raptado en la puerta de su hogar. Este caso es solo uno de miles que ocurren a diario en el mundo entero. Las cifras en torno al grado de violencia que padecen los niños son escalofriantes.
Su vulnerabilidad los expone a asesinatos, violaciones, abusos, mutilaciones genitales, trabajos forzosos, maltrato, reclutamiento para la guerra y otros males que ni siquiera quiero mencionar. El mundo se ha enloquecido, y muchas veces los que más sufren las consecuencias son los niños. Cerca de 1,000,000,000 de niños padecen maltrato de parte de quienes deben cuidarlos. En Australia, se reporta que una de cada diez familias aboga por castigar a sus hijos con bastones, palos o cinturones, mientras que en el Reino Unido unos 17,000 niños deben recibir atención especial cada año tras haber sufrido abusos y maltratos. La cifra de niñas casadas asciende a 14,000,000 por año.
¡No podemos quedarnos de brazos cruzados! Eso no es lo que @Dios desea para sus criaturas y, como sus representantes en la Tierra, hemos de colaborar con los ideales del Cielo. Me siento afortunado de saber que le estoy escribiendo a una de las generaciones más conscientes en materia de justicia social y a una generación que vez tras vez se ha levantado en favor de los más débiles. Hoy tú y yo podemos elevar una oración por los niños del mundo. Podemos dedicar nuestro tiempo, dinero y energías a instituciones que proporcionan el cuidado necesario a niños vulnerables, pero sobre todo podemos amar a los niños que tenemos cerca, a esos que sufren en las calles de tu ciudad y de la mía. En Mateo 18 Jesús se identificó con los niños. ¿Tendrás tú el valor de amarlos como a Jesús?
23 de enero
Dos o tres reunidos
«Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos». Mateo 18: 20
Se estaba llevando a cabo una serie de reuniones de evangelización en San Pascual, Antioquia, un pueblo enclavado en las montañas. El caserío había sido construido en el lomo de una cordillera, con una sola calle y las casas ubicadas a ambos lados, casi en el vacío. Pero la predicación de la verdad, como a menudo ocurre, estaba levantando malestar en las autoridades religiosas del pueblo, y desde el altar de las otras iglesias se advertía del mensaje que se estaba predicando y se pedía no asistir a las reuniones ni abrir las puertas al expositor, porque era «un enviado del diablo».
Una noche el programa inició como de costumbre. Por la configuración del lugar, el predicador quedaba de espaldas a la puerta principal. Aquella noche comenzó su exposición igual que cada noche. Al mismo tiempo, observaba el rostro de los asistentes para asegurarse de que estaban comprendiendo lo que decía.
Repentinamente, el predicador observó un cambio abrupto en los rostros de la audiencia. El espanto se apoderó de todos. Él no entendía lo que estaba pasando ¿será que había dicho algo ofensivo? No, todos miraban con terror hacia la puerta del local. Cuando se volteó, vio a un hombre con un machete, tratando de meter su caballo al local y blandiendo su arma contra el predicador.
El hombre espoleó al caballo para que avanzara. El brioso animal obedeció la orden de su jinete y avanzó, introduciendo la cabeza y la mitad del cuerpo en el local. Pero repentinamente retrocedió de manera precipitada, como si hubiese observado algo que le produjo terror. El jinete picó de nuevo al caballo con la espuela, pero el animal se resistió. Entonces Mercedes, la dueña del local, corrió hacia la puerta, la cerró de golpe y la aseguró con un fuerte madero. El hombre reaccionó con violencia y descargó toda su furia y frustración dándole machetazos a la puerta y lanzando toda clase de improperios contra los que estaban dentro. Pero al final se rindió, y aquella y todas las demás noches la verdad se proclamó en San Pascual.
La promesa de @Jesús sigue vigente hoy: «Donde hay dos o tres en mi nombre, ya sea bajo techo o por Zoom, como pasó durante la pandemia, yo estoy ahí. Mi presencia te protege y mi verdad transformará tu corazón».
24 de enero
Un vaso de agua
«Cualquiera que les dé a ustedes aunque solo sea un vaso de agua por ser ustedes de Cristo, les aseguro que tendrá su premio». Marcos 9: 41
El pastor había llegado recientemente a aquella población donde trabajaría al frente de un nuevo distrito. Durante varios días recorrió las calles buscando una vivienda para mudarse, pero no obtuvo ningún resultado. Una calurosa tarde, después de otra infructuosa búsqueda aquel dirigente cristiano dio por terminada la tarea. Sacó su pañuelo para secarse el sudor de la frente y justo en ese momento vio a un caballero en la puerta de su vivienda, mirándolo fijamente.
Lo saludó respetuosamente y, como respuesta, el hombre le preguntó:
—¿Está buscando algo, cree que puedo ayudarlo?
El pastor le contó todo. Después de escucharlo atentamente, lo invitó a pasar y le ofreció un vaso de agua. Luego le hizo varias preguntas:
—¿Cuándo trae a su familia? ¿Cuántas personas son ustedes? ¿Cuál es la cantidad de dinero que puede pagar por el alquiler?
El pastor respondió todas las preguntas y al final, el caballero dijo:
—Durante mucho tiempo he querido construir un apartamento aquí en mi casa. Sería un honor tener un pastor viviendo con nosotros. Si me da un mes puedo construir la vivienda que necesita.
Justo un mes después aquel hombre entregó las llaves del apartamento a la familia pastoral, y el pastor pudo vivir allí cómodamente. Mucho tiempo después, el pastor se encontró en peligro. Mientras predicaba en una zona montañosa, grupos armados tomaron aquel pueblo. Cuando se acercó al comandante para pedirle que por favor no impidiera la reunión de la noche, fue retenido y obligado a quedarse con ellos para almorzar en compañía de las autoridades del pueblo y otras figuras importantes.
Mientras almorzaban, unas jóvenes combatientes trajeron a una compañera que sangraba abundantemente. Acostumbrado a servir, el pastor se levantó instintivamente a ayudar y cuando terminó, las damas le agradecieron y añadieron:
—Conocemos tu nombre, sabemos dónde vives, nos tocó hacerte un reconocimiento de inteligencia. Debe saber que eres como un ángel para el dueño del apartamento donde vives. Recibimos la orden de ponerle explosivos a esa casa, pero cuando te mudaste allí, desistimos de hacerle daño.
¡Ofrecer un vaso de agua al pastor le salvó la vida! Un vaso de agua es el servicio mínimo que podía brindársele a una persona. Puede parecer insignificante, pero a la vista de Jesús la amabilidad es sumamente importante. @Dios te dice hoy que «a veces, las acciones más pequeñas pueden acarrearnos grandes bendiciones». ¿Estás dispuesto a ofrecer hoy al menos un vaso de agua a alguien que lo necesite?
25 de enero
Dios nunca me abandonará
«Aunque mi padre y mi madre me abandonen, tú, Señor, te harás cargo de mí». Salmo 27: 10
Aquel día, con solo una caja de cartón debajo del brazo, abandonó su casa para siempre. Había entregado su vida a Jesús hacía apenas un mes. Como sucede en muchos desafortunados casos de ignorancia e intolerancia religiosas, su madre lo había puesto entre la espada y la pared:
—Escoge, o tu familia o ese tal Jesús.
Y él había escogido a Jesús. Así que lo echaron a la calle con lo poco que tenía, que cabía en una caja de cartón. ¿Qué harías en una situación así? Él no vaciló. Sabía que enfrentaría situaciones difíciles: por Cristo estaba perdiendo a su familia, un techo, el sustento diario y la posibilidad de estudiar. Apenas tenía 16 años, pero no sentía miedo. Así que se dirigió al templo donde unas semanas antes había sido bautizado. Volteó a mirar el rostro de su madre, sus hermanos, sus primos y sus tías. Los extrañaría. Y luego se marchó.
Pasó un año completo durmiendo en las bancas de la iglesia o debajo de ellas. En ese tiempo disfrutó la soledad con Dios a través de la oración en el tejado de la iglesia. Allí muchas veces lloró buscando la dirección del Señor. Un día, el joven que lo invitó a la iglesia se enteró de lo que le estaba pasando y decidió acompañarlo en las noches hasta que sus padres le preguntaron por qué estaba durmiendo fuera de casa. Al explicarles lo que le sucedía a su compañerito, ellos invitaron al joven a vivir con ellos. De esa manera pudo seguir estudiando, tener una nueva familia y hasta consiguió ropa nueva gracias a la generosidad de los hermanos.
Al terminar la escuela, sintió el llamado para irse a la Universidad Adventista a prepararse para ser un pastor. Estudió con mucho sacrificio durante cuatro años. Muchas veces vio cómo Dios proveyó recursos mediante donaciones de desconocidos. Al finalizar su preparación todos sus compañeros recibieron un llamado para trabajar, pero él no. Sin desesperar, esperó y oró hasta que la respuesta divina llegó y fue empleado para servir como pastor asociado en una iglesia.
Hoy, 38 años después, no me arrepiento de haber escogido a Jesús. Él me bendijo y, de una caja de cartón, pasé a tener una hermosa familia y un ministerio que me ha bendecido y ha beneficiado a la iglesia. Querido joven, Dios nunca falla, él siempre cumple sus promesas, lo he experimentado en mi vida (más adelante te contaré más sobre mi testimonio personal). Por eso hoy te digo: «Que nada te haga desistir de tu fidelidad a @Dios. Sé firme y constante a pesar de las dificultades que encuentres en el camino».
26 de enero
«Todo» significa «todo»
«Pero estas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que al creer, tengáis vida en su nombre». Juan 20: 31, LBLA
Cada noche, el predicador insistía en la grandeza del amor de Dios, pero aquella noche lanzó una frase al auditorio que electrizó a todos los presentes:
–El amor redentor de Dios es tan grande que puede perdonar todos nuestros pecados, sin importar el tamaño de ellos.
Un hombre que esa noche asistía por vez primera se levantó de su asiento y, levantando la mano, preguntó:
—Señor, ¿puede hacerme el favor de repetir lo que acaba de decir?
—Por supuesto —dijo—. Acabo de decir que Dios puede perdonar todos los pecados de una persona sin importar el tamaño o la gravedad.
El hombre empezó a caminar por el pasillo del templo hasta llegar a la plataforma desde donde el evangelista presentaba la Palabra. Llevaba una mochila artesanal en sus manos, un sombrero vueltiao (prenda típica de las sabanas del Caribe colombiano). Se colocó frente al predicador y le preguntó:
—Lo que está diciendo ¿es verdad? ¿Hay pruebas en alguna parte?
—Las pruebas están escritas en este libro —dijo el pastor.
Acto seguido leyó Juan 20: 31: «Pero estas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios; y para que al creer, tengáis vida en su nombre» (LBLA). Y añadió 1 Juan 1: 9: «Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad» (RV95).
Al instante las lágrimas empezaron a brotar de los ojos de aquel caballero. Insistió:
—¿Cualquier pecado? ¿Incluso el asesinato?
—Sí, incluso el asesinato.
—¿Y si son muchos?
—Todo significa todo —replicó el ministro.
—Señor, si eso es así, yo quiero creer en Jesús y quiero ser perdonado. He asesinado a muchas personas.
Metió la mano en la mochila y sacó de allí un arma.
—Aquí está mi pistola, la entrego y entrego mi vida. Pídale a Dios que me perdone.
Aquella noche, ese señor nació de nuevo en Cristo Jesús.
¿Alguna vez has pensado en lo que quiere decir la Biblia cuando dice que Dios perdona todos nuestros pecados? Todos significa todos, sin excepción. @Dios hoy declara: «Si pude perdonar a Saulo el perseguidor, a Juan el orgulloso y al asesino de la historia de hoy, puedo perdonarte a ti también». Hay vida en Jesús. Acéptalo como tu Salvador personal y tu vida cobrará un nuevo sentido.
27 de enero
Invocar su nombre
«Pero todos los que invoquen el nombre del Señor, alcanzarán la salvación». Hechos 2: 21
Aprovechó que todos se habían ido a la casa de al lado para ver la telenovela de la tarde. Tomó un cuchillo de la cocina y se dirigió al dormitorio. Allí estaba la foto de su padre, que le habían tomado en el féretro. Entonces le habló:
—No quiero ser malo, no quiero matar, no soy capaz, no quiero ser como tú, ayúdame.
Matar era su destino, se lo había impuesto la vida. Por ser el hijo varón de mayor edad tenía que asumir la venganza por el asesinato de su papá. Así funcionaban las cosas en el clan familiar. Le tocaba la difícil tarea de acabar con la familia completa del hombre que le había disparado cinco veces a su padre. Por eso se marchó a la calle, se unió a una pandilla juvenil para aprender a manejar armas, adquirir valor y ejecutar la venganza. En la calle aprendió a robar, a asaltar y a abrir cualquier puerta. Allí se hizo fuerte, despiadado y resuelto. Le perdió el valor a la vida y también el temor al peligro. Ahora está en aquella habitación, experimentando desgracia, soledad y orfandad; y llorando desconsoladamente. Se sentía incapaz de tomar venganza. Pensaba que era mejor morirse. Por eso tenía el cuchillo en las manos. Se arrodilló, apretó el cuchillo y lo apoyó en el piso para dejarse caer sobre él. Eso lo había aprendido en la calle: directo al corazón para que sea una muerte rápida. Pero cuando sus glúteos tocaron sus piernas sintió algo en el bolsillo.
Hizo el cuchillo a un lado, y encontró una revista doblada varias veces para que pudiera caber allí. Entonces recordó el momento en que había recibido aquella revista de manos de una anciana mientras se disponía a asaltar un camión que distribuía desayunos escolares. Así que se sentó en el suelo y comenzó a leer. En la portada el titular decía: «Cómo gozar de paz interior». Eso era lo que necesitaba. El artículo finalizaba diciendo: «Si quieres gozar de paz, invita a Jesús a entrar en tu corazón». Entonces oró: «Señor Jesús, no sé quién eres, pero si eres real, entonces entra en mi corazón». Jesús entró y cambió su vida. Hoy, no importa tu situación, Jesús puede hacer lo mismo en ti. No importa si eres un delincuente o simplemente tu fe se ha enfriado, hay poder en invocar el nombre de @Jesús. Invítalo a entrar. Lo sé porque el joven de la historia de hoy era yo.
28 de enero
Fe en Jesús
«Lo que ha hecho cobrar fuerzas a este hombre que ustedes ven y conocen, es la fe en el nombre de Jesús. Esa fe en Jesús es la que lo ha hecho sanar completamente, como todos ustedes pueden ver». Hechos 3: 16
Llegó un miércoles, se sentó y sin inmutarse dijo:
—Tengo cáncer.
Era una indígena Embera. Venía de una zona muy distante. Cuando su salud se vio afectada fue al médico en Quibdó, donde la remitieron al hospital universitario de Cartagena. Allí, después de entregarle el diagnóstico, le entregaron la dirección de aquella vivienda donde cada miércoles se reunía un grupo de adventistas para orar por las necesidades de la comunidad.
Había asistido durante varios miércoles sin decir una sola palabra. El primer día llevaba todos los atuendos y adornos propios de su etnia, pero con el paso de las semanas los collares de huesos y colmillos desaparecieron de su cuello, aunque conservó sus vistosos y coloridos vestidos. Los «Embera Katíos» adoran a los dioses del sol, el aire, la luna, la tierra, el agua y el fuego, entre otros; pero ahora ella había conocido a Jesús, el Hijo de Dios y Salvador del mundo, y había escuchado que por la fe en su nombre podía obtener la sanidad.
Estudiando con nosotros aprendió a orar y a presentarle a Dios sus necesidades, especialmente sus problemas de salud. Pasó el tiempo y volvimos a escuchar su voz cuando nos presentó el resultado de otro de sus exámenes médicos:
—Estoy sanada, no tengo nada, aquí están los resultados.
Se bautizó el sábado siguiente en la iglesia, y nunca la volvimos a ver.
Pasó el tiempo, y un día, mientras conversaba con un colega, él me contó que había viajado a una zona muy distante, cerca de la frontera con Panamá, para realizar un gran bautismo. Todos los candidatos eran indígenas Embera. Cuando le pregunté quién los había evangelizado me contó que una dama de la tribu había contraído cáncer y en Cartagena había encontrado la salud. Regresó a su tribu y compartió con ellos el testimonio de un Dios llamado Jesús que tiene el poder de sanar cuando le oras con fe.
El mismo Jesús que expulsó demonios, calmó la tormenta y sanó enfermos hace dos milenios continúa siendo el Dios Todopoderoso hoy y siempre. @Jesús declara hoy: «Yo puedo sanar tus enfermedades físicas, mentales y espirituales. Yo puedo librarte de tus adicciones, de tus inseguridades, temores y angustias. ¿Te animarás a confiar en mí?».