Kitabı oku: «100 personas que han hecho único al Atleti», sayfa 3
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PABLO BEDOYA: «CADA LUNES YO IBA AL COLEGIO CON LA CAMISETA DEL ATLETI»
«El viaje a Londres (para la ida de la semifinal de la Liga Europa de 2018 frente al Arsenal) fue muy importante para mí porque me lo hice yo solo, me hice una hora y media en tren desde donde yo vivía en Alemania (Münster) hasta Dortmund, allí estuve esperando cinco horas para cogerme un bus que tardaba doce horas a la ida (tardó casi 24 horas en total) y luego estaba dispuesto a hacer lo mismo a la vuelta, pero me encontré con Carmen y Henrick (dos aficionados atléticos de Colonia, Alemania, que también fueron a Londres y que aparecen en el capítulo 26 de este libro) a la salida del estadio, y me llevaron ellos en su furgoneta. Fue un viaje de locura que hice solo, había veces que no tenía ni batería en el móvil ni un sitio para dormir. No sabía ni volver a la estación de autobuses y tenía que dormir allí. Supuso algo muy importante para mí tal y como se dio el partido. Estuve animando sin parar, con todas mis fuerzas, a más no poder, hasta que la voz no me salía por mucho que intentase seguir gritando. Venían los de seguridad de vez en cuando a pedirme tranquilidad. En el minuto 9, nos expulsaron a Vrsaljko y todo el partido que nos salvamos; que podíamos haber quedado 4-0 y cuando metió el gol Griezmann, me puse hasta a llorar.»
Este relato, que podría parecer más o menos normal para cualquier buen aficionado, cobra su verdadera dimensión si tenemos en cuenta que Pablo va en una silla de ruedas.
«Para mí es difícil explicar qué es ser del Atleti. Tú lo sientes o no lo sientes. Yo lo relaciono mucho con mi situación personal, con el tema de la silla de ruedas. Yo nací con una parálisis cerebral y desde pequeño he utilizado muchos aparatos en las piernas para poder andar lo poquito que podía, la silla de ruedas, operaciones, hospital. Para mí el Atleti es derrochar coraje y corazón, es que las cosas no son fáciles como sería ser del Madrid o del Barça. Que al final estás acostumbrado siempre a ganar, siempre a estar arriba y siempre a ser mejor que los demás. Pero el Atleti no es eso, es que las cosas no son fáciles, que nadie te va a dar nada hecho, que con fuerza de voluntad puedes llegar a donde te propongas y que hay veces que hay cosas que llegan más lejos que los millones. Hay más cosas: el orgullo de perder una final con el Madrid y salir a la calle con la camiseta. Yo hasta la final de la Copa del Rey (de 2013) no vi al Atleti ganar al Madrid y tenía 14 años. Esos 14 años, cada lunes yo iba al colegio con la camiseta del Atleti más orgulloso que nadie, cuando era el único de toda la clase y de los tres del colegio que eran del Atleti. Es sentirte orgulloso de lo que eres. Yo siempre lo comparo con un padre y sus hijos, yo quiero que el Atleti triunfe y gane siempre. Mis padres siempre quieren que saque sobresalientes, pero no me van a querer menos si no los saco. Me van a querer incluso más en la adversidad. Lo único que molesta es si los jugadores no se esfuerzan, si veo que no llevan la camiseta con orgullo, con coraje y con corazón, y eso también molestaría a los padres si no te esfuerzas.»
Así me explica Pablo qué es ser colchonero para él y también me cuenta que tras una de las operaciones a las que se ha sometido se despertó de la anestesia cantando nuestras canciones del Atleti. «Yo te quiero Atleti, lo lololo…»
PD: Bedoya es el aficionado que esperaba a Godín tras un entrenamiento después de que este anunciara el 7 de mayo de 2019 que dejaba el club. Diego cuando le vio detuvo su coche para abrazarle y darle las gracias.
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ENRIQUE COLLAR, EL PRIMER «NIÑO»
Antes que Fernando Torres jugó en el Atleti otro «niño», «el Niño Enriquito», es decir don Enrique Collar Monterrubio (San Juan de Aznalfarache, Sevilla, 2-11-1934), uno de los mejores zurdos que ha vestido la camiseta rojiblanca en la historia de este club centenario.
«El joven extremo izquierdo Collar explica sin ninguna vacilación ni un fallo cómo hay que darle a la pelota para que le hagan a uno internacional. Veamos: se recibe la pelota del extremo derecha, se regatea al defensa por un lado, ahora por otro, chuta y ya está. ¡Gol!» Así narraba Matías Prats (padre, claro) un tanto del protagonista de este capítulo en la temporada 1955-56 en el Santiago Bernabéu, en el que el delantero colchonero volvía loca a la defensa blanca. Así de simple debía ser el fútbol en aquellos tiempos. Así de bonito.
Collar fue un delantero de gran personalidad dentro y fuera del terreno de juego, y tuvo una de las carreras más longevas en el Atlético de Madrid, cuya plantilla integró desde la temporada 1953-54 hasta la 1968-69. Dieciséis cursos en los que, nada más y nada menos, disputó 339 encuentros de Liga, 80 de Copa y 51 partidos internacionales, además de ser 16 veces internacional (las cifras de encuentros y goles cambian según las fuentes en cuanto al número total debido, supongo, a los partidos amistosos). Marcó 71 goles en la Liga, 22 en la Copa, 12 en encuentros internacionales con la camiseta del Atleti y 5 con la de la selección nacional.
De regate fácil y veloz, Enrique fue una de las estrellas de los últimos años en los que el equipo disputó sus encuentros en el Stadium del Metropolitano y de los primeros tras la mudanza al Vicente Calderón, denominado en aquellos años estadio del Manzanares.
Collar formó junto con Joaquín Peiró, «el Galgo del Metropolitano», una pareja mítica en la banda izquierda del ataque rojiblanco que fue llamada el Ala Infernal —nombre en el que tuvieron que ver las alas del antiguo escudo de la entidad cuando el Atlético se fusionó en 1939 con el Aviación Nacional dando paso al Atlético Aviación— y que fue decisiva en la conquista de las dos primeras Copas, la de 1960 y la de 1961, ambas ante el Real Madrid, y de la Recopa de 1962 ante la Fiorentina, el primer título continental del club. Precisamente, el rival italiano de esa final hizo que el fútbol transalpino se fijara en los jugadores rojiblancos y el Torino fichó a Peiró poniendo fin a la pareja del «Niño» y «el Galgo». Su éxito supuso de alguna forma su fin.
Cabe destacar que la forma de conseguir ese primer trofeo europeo no deja de ser un tanto rocambolesca, algo que ha marcado el devenir del club desde su fundación en 1903, ya que hubo que jugar dos partidos tras empatar el primero y que, debido a la celebración del Mundial de Chile 62, el segundo de los choques debió aplazarse hasta después del verano. Una final que «duró» cuatro meses. La Fiorentina y el Atleti empataron a uno en Glasgow, un resultado que le llevó tras el verano a Stuttgart, donde entonces sí batió a la escuadra viola.
Un año más tarde, al comienzo de la temporada de 1963-64, Enrique, entre otros jugadores, se enfrentó a la directiva debido a que una cláusula de su contrato exigía que se le pagase la misma cantidad que al mejor remunerado del equipo, Ramiro. Finalmente, según cuenta Bernardo de Salazar en su obra Cien años del Atlético de Madrid, editada por As, el club y el delantero llegaron a un acuerdo en noviembre después de un inicio de Liga lamentable en el que el cuadro colchonero llegó a ser colista.
Enrique ha sido uno de los capitanes más longevos de la entidad y llevó el brazalete en dos encuentros históricos: la final continental ante la Fiorentina y el partido inaugural del Manzanares. Y es, tras Adelardo, Aguilera y Koke, el cuarto jugador que más ha vestido la camiseta del Atleti. Y eso teniendo en cuenta que en su época se disputaban muchos menos partidos que ahora.
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AMANDA SAMPEDRO, HASTA EL INFINITO Y MÁS ALLÁ
La capitana del Atlético de Madrid, Amanda Sampedro, representa mejor que nadie el increíble cambio que ha dado el club en todos los sentidos y en todas sus estructuras. Y, en particular, la progresión de la escuadra femenina y este deporte en general, además de la relación entre la mujer y el deporte en España.
Amanda, desde pequeña en el Atleti hasta ganar una Copa de la Reina y tres Ligas consecutivas. El Atlético féminas ha sido el conjunto hegemónico en el fútbol español entre 2015 y 2019.
Ella y sus compañeras han logrado hitos que trascienden lo deportivo y se han convertido en todo un símbolo para la afición y la ciudad. Llenar el Metropolitano y batir el récord mundial de asistencia a un partido femenino de clubes o conseguir que al día siguiente de la Copa de la Reina de 2018 se hablara de esa final en las oficinas o los bares: «¡Qué pena aquel gol!», «¡qué grande aquel pase!» o «¿vas a ver al femenino?». Estadios llenos, partidos en directo en televisión, camisetas propias, exposiciones de fotos, autógrafos, grandes patrocinadores, torneos internacionales, mundiales y, en definitiva, popularidad.
Sampedro, el corazón del equipo, una de las nuestras, tanto o más que Gabi o Torres.
Una amiga atlética, Mónica, cuando le pregunté qué pensaba de la protagonista de este capítulo, qué le inspiraba, me respondió que ya quisieran alguna de las estrellas del equipo masculino poder limpiarle las botas a Amanda.
La centrocampista (Madrid, 26-6-1993) puede presumir de haber llegado al club siendo una niña —no hay muchos ni muchas que puedan decir lo mismo— y disputar un partido con el primer conjunto con 15 años, algo que ella misma ha reconocido que pudo ser una desventaja por su juventud y un hándicap para su progresión. Amanda ha sido comparada con Fernando Torres, al que ha calificado como su referente, por su precocidad y por haber sido elegida muy pronto capitana. Así, su carrera transcurrió paralela al desarrollo y los éxitos del equipo.
La historia deportiva de la centrocampista es la consecución de un sueño, que obtuvo su primer título de peso en 2016 cuando el Atleti se impuso por 3-2 en la final de la Copa de la Reina al Barcelona en la Ciudad del Fútbol de Las Rozas. A este trofeo seguirían tres Ligas consecutivas, desde 2017 hasta 2019, temporadas en las que a punto estuvieron de conseguir el doblete.
El paralelismo con Torres también encuentra réplica en la selección nacional con su participación en las categorías inferiores, donde la número 10 llegó ya a formar parte de la sub-17 en la Eurocopa de 2009 y 2011. En la primera fueron subcampeonas y dos años más tarde, campeonas continentales y, en el Mundial de Trinidad y Tobago de 2010, las españolas fueron medalla de bronce. La centrocampista rojiblanca debutó con la absoluta en 2015 después de haber sido convocada en diferentes ocasiones y disputó el Mundial de Canadá de ese año y la Eurocopa de los Países Bajos en 2017.
El 2019 marcó otro hito en su carrera. Su segunda participación en un Mundial y la primera vez que la selección nacional se metió en los octavos de la máxima competición de este deporte.
Porque, como dice otra amiga mía también, claro, atlética, Carmen, «con Amanda hasta el infinito y más allá». La «Buzz Lightyear del Atleti».
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DON JUANFRAN TORRES O LA HUMILDAD
Si alguien ha representado la humildad en los años recientes del Atleti, ese ha sido Juanfran Torres.
Si alguien ha dado todo por el equipo, sin pedir nada a cambio, muchas veces desde un segundo plano, ese ha sido don Juan Francisco Torres Belén (Crevillente, Alicante, 9-1-1985).
Ha sido tan humilde que, incluso, el día de la despedida de Diego Godín, el 12 de mayo de 2019 ante el Sevilla, evitó todo protagonismo a sabiendas de que este sería su último encuentro ante su afición al igual que el del central uruguayo. Prefirió dejar a su compañero todo el reconocimiento del Metropolitano y no anunció su adiós hasta una semana y media después.
El defensa alicantino llegó al club mediada la temporada 2010-11 para sustituir al portugués Simão Sabrosa. Canterano del club blanco, había jugado en el Espanyol y en el Osasuna, entidad en la que había estado desde 2006. La afición no se tiró precisamente a la calle para recibirle debido a su pasado madridista y a que venía a sustituir al luso, una de las estrellas de aquella época y con el que el Atleti se acababa de proclamar, en mayo de 2010, campeón de la Liga Europa con Quique Sánchez Flores en el banquillo.
Ese sería el último curso de Quique en el club. Gregorio Manzano aterrizó en la dirección del equipo en verano de 2011 y se dio cuenta de que la velocidad de Torres podría llevarle a ser un buen lateral derecho, un lugar de la defensa en el que ya probó al alicantino. La destitución de Manzano y la contratación de Diego Pablo Simeone sirvió, entre otras cosas, para que Juanfran encontrara la titularidad en un once que estaba destinado a entrar en la historia de la entidad y del fútbol español.
Así, el 20 ha sido desde la llegada del Cholo uno de los jugadores que más encuentros ha disputado en los casi nueve años que ha estado en la entidad. Clave en la defensa rojiblanca, algo habrá tenido que ver en todos estos años en los que el equipo ha sido el menos goleado de la Liga y en los que Jan Oblak ha sumado un Zamora tras otro, y se hizo con su primer título internacional en 2012 en la Liga Europa cuya final disputamos al Athletic de Bilbao en Bucarest.
Le siguieron otros seis títulos: la Supercopa continental del mismo año ante el Chelsea en Mónaco; la Copa del Rey de 2013 en el Bernabéu ante el Real Madrid; la Liga 2014, conseguida en el Camp Nou frente al FC Barcelona; la Supercopa de España ante el cuadro blanco, en 2014; la Liga Europa de 2018 de Lyon, en la que batimos al Olympique de Marsella, y la posterior Supercopa de Europa en Tallin, en la que derrotamos al vecino blanco.
Juanfran también ganó la Copa de 2006 con el Espanyol y fue internacional español en la Eurocopa de Polonia y Ucrania de 2012, en la que España se proclamó por tercera vez campeona de Europa, y en el Mundial de Brasil en 2014.
Siempre quedará en mi memoria una jugada de un partido de marzo de 2012, al mediodía, en la que propició un tanto de Radamel Falcao, en un choque contra el Granada en el Vicente Calderón. Ese Juanfran que siempre parece a punto de no salir de un regate o de no llegar a un balón imposible. Y siempre sale y siempre llega. Y te hace empujarle desde la grada, como si tú vistieras ese número 20. Entonces fue una formidable carrera cargada de fuerza e ímpetu por la banda derecha para que el colombiano marcara el 2-0. ¿Pero cuántas se dio durante esos años?
Nunca he hablado con él, no le conozco, pero probablemente uno de los mejores «trofeos» en todos estos años haya sido que se agotaran las camisetas con su nombre después de fallar el cuarto penalti en la final de la Liga de Campeones de 2016, en Milán.
La mayoría de las aficiones contrarias —se me ocurre alguna muy cercana y vecina para más señas— no entenderá nunca, nunca, que la gente se compre masivamente la camiseta con el número y el nombre de un jugador que falló un penalti decisivo en una final de la Liga de Campeones. Estoy seguro de que no lo comprenderán jamás porque «no lo puedes entender, muchacho».
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LA INCREÍBLE HISTORIA DE PETER KAMPS
Peter Kamps, un alemán de Fürth, en Franconia (Baviera), sin vinculaciones familiares ni laborales con España, es del Atleti.
No habla español ni inglés, pero si tienes la fortuna de conocerle entiendes que tiene una pasión y unos colores en su corazón: el rojo y el blanco, a rayas, y con un poco de azul.
Pero yo no sabría explicar mejor que Peter por qué es uno de los nuestros. Así que, gracias a la traducción de Carmen García (ver capítulo 26), nos lo explica el propio Peter:
[P. K.:] En tiempos de la República Democrática Alemana era, como ya se supone, muy complicado obtener información sobre el equipo, pero cada uno conocía los trucos para ello. El estadio me gustaba mucho (entonces solo lo conocía por fotos) pero, sobre todo, la forma de ser del Atleti, ese «ratón gris» que decimos en Alemania, condenado a estar siempre por detrás del Real Madrid. Ser del club de los currantes me atraía, igual que lo era el club de mi ciudad, el BSG Chemie Leipzig.
Por aquellos tiempos, en la RDA se intentaba, por supuesto únicamente en el mercado negro, obtener algo del Atlético. Lo primero que conseguí fue un banderín, por el que pagué 50 marcos y del que me sentía especialmente orgulloso.
Cuando cayó el muro, en 1989, intenté poco después, en 1990, viajar a Madrid. Del primer partido que vi en el Calderón, la verdad es que no me acuerdo muy bien; solo sé que estuve con la boca abierta allí, delante de nuestro templo y que no podía salir de mi asombro. Con mi básico inglés de escuela intenté comunicarme como pude. Recuerdo que el ambiente era espectacular, canté incluso sin saber ni media palabra de español. Pero en ese momento todo me daba igual, lo único que me importaba era estar allí presente.
Pasaron algunos años sin que me fuera posible viajar; me limité a comprar revistas deportivas y publicaciones similares. Y, entonces, el 26 de julio de 2006, vino el Atlético a Dessau a jugar un amistoso contra el Energie Cottbus. El partido terminó con un resultado final de 1-1 (gol de Agüero). Ese fue el momento en el que me atacó de verdad la fiebre atlética y decidí acudir a todos los partidos internacionales siempre que me fuera posible.
Entre ellos, por ejemplo, la clasificación para Champions contra el Schalke en 2008, de la Champions League; 2010 en Hannover, Leverkusen y en Madrid contra el Leverkusen. También solía acudir regularmente una o dos veces al año a algún partido de Liga en el Calderón. En 2014 viví la amarga derrota en Lisboa en la Final de Champions. Pude hacerme con una entrada por casualidad, y encima por canales oficiales de la UEFA. La derrota me dolió muchísimo, pero los rojiblancos estamos acostumbrados a mucho, y cada derrota nos hace más fuertes.
Allá por 2012 me crucé casualmente con alguien que llevaba una bufanda de la Peña Atlética Centuria Germana, así que me puse a investigar en Internet, contacté con el presidente y me hice socio de inmediato. Fue en un partido de preparación contra el Wolfsburgo en la temporada 2014 cuando conocí a algunos miembros de la peña, y me pareció que nos conocíamos de toda la vida. Me sorprendió mucho ver desde dónde habían venido algunos hinchas del Atleti, aunque solo se tratara de un partido de preparación: Inglaterra, Polonia, Noruega… y no pasó más de un año desde esa fecha hasta que me hice socio del Atleti. Era la primera vez que me hacía socio de un club, no lo soy ni siquiera del BSG Chemie Leipzig. Pero eso me hizo entender que ser del Atleti se había convertido para mí en algo que me salía del corazón, algo que yo llevaba muy adentro. A partir de entonces me dije: «Quiero más Atleti», y por eso acudo a casi todos los partidos de Champions que juegan fuera. A veces es una lucha que me den libre en el trabajo, como me sucedió contra el Leicester, Moscú y Arsenal, o en la segunda Final de Champions que jugamos en Milán, partidos a los que lamentablemente no pude acudir. Pero sí he estado en partidos contra el Copenhague, Sporting de Lisboa —donde, si no llega a intervenir la policía, le abro la cabeza a un hincha del club portugués que me quería quitar la bufanda—, Chelsea, Mónaco, Brujas…
La final de Europa League en Lyon fue increíble. Ya en la zona habilitada para los fans el ambiente era insuperable, pero el ambiente en el estadio superó todo lo esperado. A pesar de que tres cuartas partes de los hinchas que estaban en el estadio iban con el Marsella, nosotros los superamos en decibelios. Literalmente me pasé el partido con el vello de punta y cuando el árbitro dio el pitido final por primera vez las lágrimas rodaron por mis mejillas por el Atleti.
Estos son los momentos que no olvidaré jamás, por y para eso vivo el sueño atlético.
Otro momento en el que también lloré fue cuando ganamos la final de la Supercopa en Tallin. Solamente fuimos tres de la Peña Atlética Centuria Germana, pero pasamos unos días maravillosos y la victoria sobre el Madrid fue grandiosa, como solo el Atleti sabe hacerlo.
Espero que pueda seguir viendo muchos partidos del Atleti y que pueda acompañarle muchas veces en la victoria. Para ello un enorme «¡vamos, Atleti!» y saludos desde Alemania.