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Una lectura de la trayectoria intelectual de José Carlos Mariátegui: a propósito de la sociología y las ciencias sociales en la contemporaneidad

Juan Sebastián Cristancho Rojas

Introducción

El presente artículo es una propuesta de interpretación gramsciana de la trayectoria intelectual y del pensamiento de José Carlos Mariátegui. Retomando las observaciones hechas por Gramsci (1999), para el entendimiento de una concepción del mundo y, por tanto, para la comprensión del pensamiento de determinado creador (o recreador) de dicha concepción, es necesario reconstruir su trasegar práctico y teórico, y visualizar dentro de este tres momentos del hacer intelectual: primero, cuando es absorbido y estimula su intelecto con las teorías que estudia; segundo, cuando construye un equilibrio crítico con respecto a las teorías de las que principalmente bebe resaltando sus limitaciones y sus vigencias, y tercero, cuando elabora pensamiento propio al hacer suyas con beneficio de inventario las ideas con las cuales ha estimulado su intelecto, de lo que parte para aplicar dichas ideas, complementarlas, incluso proponer nuevas premisas.

Cabe aclarar que en ningún caso estos tres momentos representan tres etapas del pensador y su obra, en las que la superación absoluta de una anterior es requisito necesario para el desarrollo de la siguiente; son, como ya se indicó, momentos que se interrelacionan en una lógica de proceso dentro del hacer intelectual, expresando, sin embargo, el segundo y el tercer punto de maduración de las ideas de un autor, ya sea en ciertos aspectos de su obra, ya sea en su totalidad.

Teniendo en cuenta lo anterior, en el presente artículo se realizará en la primera parte una reconstrucción de la trayectoria intelectual de Mariátegui, exponiendo el proceso de adopción y maduración de sus ideas a lo largo de su vida a partir de un lente gramsciano, para detenerse, en la segunda parte del artículo, en lo que se puede considerar su momento de producción de pensamiento propio como marxista e intelectual orgánico de las clases subalternas del Perú. Resaltando, en este punto de sus ideas, brevemente algunos aspectos que se consideran determinantes en su trayectoria intelectual para posibilitar su aspecto teórico innovador, desarrollar sus principales planteamientos en lo que corresponde a sus propuestas filosóficas, metódicas, políticas y económicas,1 estos dos últimos ejes en relación con la realidad peruana, considerando para todo ello tres obras que, por el lugar que ocupan cualitativa y cronológicamente en su vida, son suficientes para cumplir con el objetivo propuesto.

Se presentará como resultado la definición de Mariátegui como un pensador marxista latinoamericano, es decir, como un pensador que se remite al marxismo clásico en sus elaboraciones y que está situado en su producción intelectual dentro del territorio de América Latina (Sánchez, 1987); dialéctico y socialista, coherente y en desenvolvimiento, que se dio un acento específico en diálogo con la realidad material e intelectual en la que se forjó como pensador. Esta lectura, como interpretación alternativa de su legado, diferenciándose y en discusión con varias de las formas que se han institucionalizado académica y políticamente para interpretar sus ideas, y que lo han expuesto como un pensador compartimentado, contradictorio en sus contenidos, mecanicista, estático, subordinado o ideólogo de otro tipo de propuesta de sociedad diferente de aquella que parte de un punto de vista revolucionario comunista.

De acuerdo con lo anterior, y a manera de conclusión del presente escrito, se resaltará las vigencias de lo expuesto como su pensamiento propio en relación con la sociología y las ciencias sociales en la actualidad, desde donde se sugerirán algunas agendas investigativas.

Trayectoria intelectual de Mariátegui2

Para visualizar los momentos gramscianos dentro de la trayectoria intelectual de Mariátegui, se debe entender desde Marx (1973) y Sánchez (1980) que un individuo es producto de un contexto configurado histórica y socialmente, pero que, en esa medida, la estructura que lo constriñe igualmente posibilita su desenvolvimiento y la trayectoria personal, la libertad individual, bajo los márgenes estructurales, hace que la persona construya y practique una posición con respecto al momento histórico que le correspondió vivir. Por tanto, no se puede entender el pensamiento de un individuo si no se interpreta simultáneamente en su contexto general y como trayectoria particular.

En lo macro, se tiene que afirmar que la vida de Mariátegui transcurrió en el periodo de 1894 a 1930, espacio de tiempo que se caracteriza por explicitar el proceso de transición de una sociedad colonial a una sociedad en la cual se hace dominante el capital monopólico de control imperialista en el Perú. Y que en el ámbito mundial se destaca por ser el periodo de disputa imperialista, principalmente entre los Estados Unidos e Inglaterra, donde el primero se vuelve hegemónico en el orden mundial capitalista a causa de su acelerado desarrollo industrial, que lo pone a la cabeza, y gracias a la inestabilidad económica, política y cultural europea generada al concluir la Primera Guerra Mundial.

En esta primera parte del artículo, se expondrá cómo Mariátegui, ubicado en dicho momento histórico y social determinado nacional e internacionalmente, se acercó a las ideas socialistas por medio de su formación literaria y su labor periodística, en especial por la afinidad religiosa que sintió con el pensamiento revolucionario de Sorel; de ello, desarrolló una inquietud que con su exilio voluntario se concretó como formación marxista en Europa, transitando en estas dos primeras partes de su vida por una oscilación entre los dos primeros momentos gramscianos resaltados para interpretar su trayectoria como pensador.

En diálogo con el panorama material e intelectual de la época, apuntalando un equilibrio crítico en sus ideas con su retorno al Perú, afloró su producción original desde el marxismo, se consolidó como intelectual orgánico de las clases subalternas de su país, es decir, partiendo de lo definido por Gramsci (2001), como un especialista difusor, inclusive, un alto creador de ideas que tenían como objetivo dar homogeneidad y conciencia de la función de grupos sociales que desempeñan una labor importante en la reproducción material y espiritual de una sociedad, pero que los subalternos, a diferencia de los hegemónicos, no se encuentran unidos ni dirigen el sentido de un determinado momento histórico, no son Estado, aunque como explotados y oprimidos pueden llegar a construir y ejecutar una acción política unificada e independiente y, por tanto, convertirse en bloque histórico emancipador y hegemonía alternativa (Gramsci, 2000), permitiéndosele en general la formulación de una innovadora lectura de su realidad nacional y el planteamiento de una solución socialista a las problemáticas que presentaba, que lo llevaron a ubicarse en el final de su vida en un momento cada vez más definido de elaboración de pensamiento propio.

La inquietud socialista

En el siglo XIX, con un repunte en el mercado internacional del guano y el salitre, el territorio costero del Perú empezó a desarrollar núcleos primitivos de acumulación capitalista, a los que posteriormente se empezaron a unir la producción de azúcar y algodón. Dichos capitales estimularon el comercio interno, que evidenciaba la dependencia nacional a la burguesía industrial europea en cuanto a las importaciones que realizaba para su funcionamiento, que, además, afianzaban la dependencia ya existente debido a la deuda por empréstitos hechos a Inglaterra y Francia.

La desorganización y corrupción administrativa de los sucesivos regímenes militares hizo que la burguesía naciente influenciada por la difusión del positivismo se hiciera al gobierno en 1872 a través del recién creado Partido Civil, sin tocar bajo su mandato los intereses de los terratenientes ni tampoco la deuda externa a pesar de las penurias económicas. A final de la misma década y principios de la siguiente, con la pérdida de los territorios costeros con Chile a causa de la guerra del Pacífico, se enterró cualquier proyecto de desarrollo nacional capitalista, el recurso natural motor que impulsaba localmente esas relaciones de producción se perdió o se concesionó a empresas extranjeras en cubrimiento de la deuda externa, profundizada a causa del episodio bélico.

El Partido Civil se plegó en adelante al régimen militar y señorial que asumió la conducción del país y que fue derrocado por el Partido Demócrata al mando de Nicolás de Piérola bajo una sublevación triunfante en 1895, en un periodo de relativa reactivación económica, que posibilitó la construcción de una nueva pero precaria estructura política e institucional que permaneció hasta 1919.

El Gobierno de Piérola tuvo como bandera la atracción de la inversión extranjera al país, continuando el régimen económico dependiente que se venía consolidando. El Perú, inserto en el tránsito de los siglos XIX al XX, hizo que con la pérdida social de una posibilidad de desarrollo autónomo capitalista en adelante este fuera impulsado en el ámbito nacional por la iniciativa del capital extranjero, haciéndose esta la relación de producción dominante en el país a finales del siglo XIX.

Con el capital extranjero controlando mayoritariamente el desenvolvimiento económico nacional y la burguesía local obligada a una acumulación dominada o marginal, el capitalismo de iniciativa extranjera no rompió con las relaciones precapitalistas existentes, sino que las condicionó de manera que le fueran favorables en la obtención de mayores márgenes de ganancia, quedando una vez más intacto el terrateniente, que se inclinó en este proceso a desarrollar la producción agropecuaria (que en una porción se enfocaba a satisfacer las necesidades de los enclaves y los centros urbanos en crecimiento), y a partir de su actividad también comercializar los productos industriales importados de las economías de los países hegemónicos mundialmente.

Mariátegui nació el 14 de junio de 1894 en Moquegua, en el seno de este contexto. Su madre Amalia la Chira y su padre Javier Mariátegui y Requejo, quien abandonó el hogar desde muy temprano debido a cuestiones de estatus y prejuicios religiosos hacia él, al ser nieto de un apóstata dirigente de la independencia peruana dentro de una sociedad profundamente religiosa.

Mariátegui de niño sufrió un accidente que le lesionó una pierna y lo llevó a enclaustrarse en una clínica en Lima, abandonando la escuela a mediados del segundo año. Debido a su incapacidad física, que se hizo permanente, desarrolló una predilección particular por la lectura; el sufrimiento que le causaba su limitación además lo llevó a una profunda creencia religiosa. Para 1905, la lectura de la Biblia y de poesía, en especial la de Amado Nervo, ocupaban el centro de su formación intelectual.

Con la partida de la casa de su hermana Guillermina en 1906, bajo una pobreza agobiante en el hogar, y con la presencia de su hermano menor Julio César, decidió buscar trabajo para ayudar a su madre, y por medio de Juan Manuel Campos, linotipista del periódico La Prensa y admirador de González Prada, logró entrar a desarrollar este mismo oficio en el mismo periódico.

En su trabajo asistía a reuniones de los grupos anarquistas conformados por obreros, y por medio de ellos llegó a conocer directamente a Manuel González Prada, acercándose a él desde un interés más literario que político. Manuel González Prada representaba una corriente de pensamiento en el ámbito nacional que denunciaba la incapacidad y corrupción de la oligarquía, reflejaba la exclusión de las masas indígenas y su problemática económica y social, hacía un llamado a una nueva generación, y con las nacientes luchas obreras, incursionó el anarquismo en el Perú. Por medio de su hijo, Alfredo González, Mariátegui accedió a la biblioteca del maestro y a través de ella estimuló su intelecto. En casa de los González conoció a lo más representativo de las letras del Perú.

A sus 16 años, por una recomendación de su doctor al director de La Prensa, Alberto Ulloa Cisneros, al ser políticamente copartidarios en oposición a Leguía, quien fue primer magistrado de 1908 a 1912, Mariátegui pudo desempeñar otro trabajo en el periódico que le exigía menos físicamente: fue el encargado de recoger los originales en las casas de los autores y llevarlos al periódico para su compilación. Con la complicidad de su nueva función, pasó clandestinamente un artículo que fue publicado y por el cual además fue duramente reprimido; sin embargo, abrió la posibilidad para que, en 1911, bajo el seudónimo de Juan Croniqueur, presentara un artículo formalmente y fuera incluido en la edición. Desde este momento fue ascendido a cronista en reemplazo de su maestro en dicho oficio, Hermilio Valdizán.

El periódico y las tertulias literarias fueron su escuela, siendo, además, la meditación y el refugio en conventos una de sus actividades permanentes en dicha etapa de su vida. Dentro del contexto nacional también existían capas sociales influenciadas por el positivismo liberal con tendencia modernizante, que querían adecuar el país de la mejor manera para el desarrollo del capitalismo, a las cuales pertenecían políticos como Guillermo Billinghurst. Bajo el apoyo que dio La Prensa a la candidatura presidencial de Billinghurst, conoció en 1912 a Valdelomar, dirigente estudiantil con grandes cualidades literarias, quien fue enviado a Italia en tareas diplomáticas después de la victoria electoral, país donde también residía Valdizán, manteniendo Mariátegui correspondencia con ambos, lo cual lo puso en contacto con la realidad de este país.

Para 1913, Mariátegui colaboraba con notas sociales en revistas como Mundo Limeño y Lulú, se interrogaba por lo culto y la belleza aristocrática, lo cual chocó en 1914 cuando a sus 20 años se convirtió en cronista parlamentario, oficio desde el cual se burlaba del gobierno de José Pardo, quien asumió el poder presidencial en este año después de que Billinghurst fuera tumbado por un golpe militar dirigido por Benavides. Su choque entre notas políticas y notas sociales se hacía más profundo; mientras que, por un lado, rendía culto al ambiente aristocrático peruano asimilándolo como lo culto, por el otro, desde un punto de vista literario y político, se inclinaba por las corrientes antiacademicistas y antitradicionalistas, afín con una voluntad renovadora.

En un ambiente influenciado por Rubén Darío y Enrique Rodó, perfeccionando su oficio de la crónica, se volvió famoso con su seudónimo a los 21 años. Se sumó en 1916 al movimiento Colonida, que como agrupación literaria seguía a González Prada, tenía un afán reformista y reaccionaba contra la oligarquía y su academicismo, despreciaba la política y la cultura colonial, desafiando todo lo que se consideraba culto.

Mariátegui ganó un premio en Lima con la crónica La procesión del Señor de los Milagros, asumió la dirección de la revista de notas sociales El Truf, y junto con Valdelomar, que había regresado al Perú después del golpe militar de 1914, publicó el drama histórico La mariscala. Además, tuvo la intención de publicar, bajo el título de Tristezas, los poemas decadentistas, intimistas y esteticistas que había escrito hasta entonces.

Desarrolló una especial amistad con César Falcón, periodista políticamente de izquierda, con el que renunció a La Prensa cuando esta decidió apoyar al gobierno de Pardo, y juntos entraron a trabajar en el recién creado periódico de oposición leguista El Tiempo. Mariátegui dio paso a la creación de su columna “Voces”, que tenía por objeto comentar la política peruana, y por medio de la cual su interés por este campo se agudizó y le permitió adentrarse en el mundo de los subalternos conociendo a los parlamentarios socialistas y a dirigentes estudiantiles y obreros.

Reportando las luchas de los obreros por la jornada de trabajo de ocho horas y adentrándose de esta manera en la función de intelectual orgánico, organizó, junto con unos compañeros, una presentación de la bailarina Norka Rouskaya en el cementerio, espectáculo que los círculos aristocráticos sin diferenciar una profanación de un evento artístico cuestionaron duramente, razón por la cual Mariátegui desarrolló una decepción con respecto a la cultura aristocrática, objeto de sus notas sociales en El Truf, y una afinidad mayor por los sectores populares que lo respaldaban. Para 1918, Falcón y Mariátegui intimaron con Víctor Maúrtua, diputado de filiación socialista, quien empezó a hacer las veces de guía ideológico de los jóvenes periodistas, a los que presentó la revista España, dirigida por Luis Araquistaín, y comenzó a enseñarles a Marx y a Sorel; por medio de aquel, Mariátegui empezó a introducirse en el pensamiento socialista y revolucionario.

Los vientos del triunfo de la Revolución rusa llegaban a América, la exigencia de religiosidad que expresaban las ideas socialistas de Sorel provocaba una identidad en Mariátegui que le hacía enfocar en esa dirección la profunda fe que había cultivado desde niño, y que, por lo mismo, se distanciaba de la irreligiosidad promulgada por el anarquismo de González Prada. Es por esta razón que junto con Falcón se vincularon a la construcción de un Comité de Propaganda Socialista, Mariátegui convirtiéndose en un ensayista, y desde El Tiempo expresaron su solidaridad con las luchas obreras y estudiantiles, estas últimas por la reforma universitaria.

Mariátegui y Falcón asistían a las tertulias de los obreros en los barrios populares, allí conoció a Victoria Ferrer, madre de su primera hija. En 1918, sacaron una revista titulada Nuestra Época, en la que publicaban sus opiniones sin las censuras que, de todas formas, sufrían en El Tiempo. Después, Mariátegui, que ya se había distanciado de las revistas El Truf y Lulú, renunció en Nuestra Época al seudónimo de Juan Croniqueur. Sin embargo, tras la segunda publicación, fue impedida a esta revista una nueva edición por los contenidos políticamente críticos que expresaba.

Esta censura se debe al episodio que se presentó debido a la publicación del artículo “El deber del Ejército y el deber del Estado”, de Mariátegui, y por culpa de la solidaridad expresada a las luchas sociales desde El Tiempo, el Gobierno censuró el periódico, el director culpó a los jóvenes periodistas (Mariátegui y Falcón), presentando estos su renuncia en 1919, con la intención de sacar un vocero independiente en el que no pudieran ser censurados y pudieran acompañar y estimular la lucha revolucionaria. El Comité de Propaganda Socialista decidió apoyar el ambiente patriotero que se desató debido a la agresión a comunidades peruanas por parte del Gobierno de Chile, razón por la cual los jóvenes en oposición definieron renunciar bajo la acusación que se les hizo de anarquistas por no sumarse a la posición oficial del Comité, inspirado más que todo en sus definiciones por las orientaciones de la Segunda Internacional.

En 1919, con la instalación de un comité proabaratamiento de la subsistencia en el Perú, por medio de préstamos y de la indemnización por la salida de El Tiempo, Mariátegui y Falcón, para hacer seguimiento al movimiento, lograron sacar el primer número (el 14 de mayo) de un periódico denominado La Razón. Desde La Razón acompañaron las huelgas obreras y luchas estudiantiles sin precedentes que se realizaron contra Pardo y contra Leguía, una vez que este último, a pesar de haber ganado las elecciones, asumió la presidencia por medio de un golpe de Estado.

Terminada la Primera Guerra Mundial, la fracción de la burguesía peruana más proimperialista y menos señorial, encabezada por Augusto Leguía, tomó la iniciativa y en 1919 se hizo a la presidencia, el Partido Civil se desintegró, y así se cerró un periodo de disputa en la clase dominante por la conducción nacional, y las capas influenciadas por el liberalismo modernizante empezaron a desarrollar una afinidad con un bergsonismo que les permitía desempeñar un papel crítico frente al régimen que se instauraba definitivamente. El gamonalismo fue la forma de gobierno y economía en lo regional, y con un estado excluyente nacionalmente e indefinido clasistamente, lo que predominó hasta 1930, año en que finalizó el gobierno de Leguía. Este fue un régimen altamente represivo que se tecnificó y perfeccionó en esta mate-ria con el transcurso de los años.

Sin importar la represión, el encarcelamiento y la censura del periódico, los dos jóvenes periodistas estimularon y siguieron el movimiento de proabaratamiento de la subsistencia, siendo conscientes de la imposibilidad que tuvo este de transformarse de un movimiento económico en un movimiento político, a falta de una claridad en sus objetivos y sus aspiraciones ideológicas, lo cual marcó su derrota. Una vez terminado el conflicto, Mariátegui y Falcón fueron colocados bajo vigilancia policial, y posteriormente bajo detención domiciliaria.

Junto con su amigo, decidieron aceptar la propuesta de exilio voluntario enviada por Leguía, que les permitía salir del país como agentes propagandistas del Perú o, al contrario, quedarse y afrontar la más dura represión. Mariátegui definió partir hacia Italia, país con el que ya estaba familiarizado, y Falcón hacia España, ambos con el objetivo de cualificar su formación para contribuir de manera más clara a los subalternos del Perú en sus luchas, reivindicaciones y proyectos. Se embarcaron el 8 de octubre siguiendo la ruta Perú, Panamá, Nueva York y Europa. En Nueva York conocieron a dirigentes obreros e intercambiaron con el movimiento sindical y político revolucionario, llegando posteriormente a Europa a la capital francesa.

La formación marxista

En París, los dos peruanos permanecieron 18 días, visitaron las instalaciones de periódicos y revistas de izquierda, se entrevistaron con dirigentes sindicales y socialistas, y siguieron la discusión en el seno del Partido Socialista Francés entre socialistas y comunistas. El 9 de diciembre, Falcón salió con destino a España y Mariátegui salió con destino a Nervi (Génova, Italia), donde se hospedó y conoció a Anna María Chiappe Giacomini, amor que lo acompañó por el resto de su vida y madre de sus otros cuatro hijos. En el distrito genovés, Mariátegui cultivaba su formación a partir de la lectura de periódicos, como L’Ordine Nuovo, dirigido por Antonio Gramsci, y el periódico socialista Avanti.

Bajo un contexto de profunda movilización obrera en Italia, Falcón viajó como corresponsal de un periódico español a Roma, allí se encontró con Mariátegui, quien estaba haciendo las veces de corresponsal de El Tiempo, donde narraba los sucesos acaecidos en Europa, artículos que representaron sus Cartas de Italia desde 1920, textos que evidencian la inquietud socialista que Mariátegui había cultivado en el Perú y la introducción al marxismo y al panorama intelectual en el que empezaba a inmiscuirse con su paso por Francia y su estancia en Italia. En Italia, Mariátegui militaba y frecuentaba los círculos obreros, prestaba especial atención a la disputa entre socialistas y comunistas en el interior del Partido Socialista Italiano y en el interior de la Central General de Trabajadores de ese país.

En sus viajes, dando cuenta de la realidad italiana, osciló entre Génova y Turín, donde se entrevistó con Gramsci; entre Génova y Milán, Génova y Venecia, Florencia, Livorno, Siena y Fiesole. En todas estas regiones y ciudades, visitaba los periódicos de izquierda, presenciaba el movimiento obrero de toma de fábricas y las movilizaciones campesinas a partir de las Ligas Rojas, se entrevistaba con dirigentes obreros y dirigentes comunistas y socialistas. También presenció la claudicación de las huelgas por parte del liderazgo socialista, así como el desarrollo del movimiento fascista.

En 1921, asistió como corresponsal al Congreso del Partido Socialista Italiano en Livorno, fue testigo de la disputa y la táctica de Gramsci y los comunistas de tomar el partido desde adentro, presenció la decisión de fundar el Partido Comunista Italiano por parte de los comunistas en dicho congreso, luego de su derrota al quedar como la segunda fuerza votada en el interior del Partido Socialista Italiano. Después de esto, contrajo matrimonio con Anna y fue a vivir en las cercanías de Roma hasta instalarse posteriormente en dicha ciudad. Allí frecuentaba el Café Arango, donde intercambiaba con dirigentes de izquierda e intelectuales, como Croce y Gobetti, entre otros, mientras militaba por su cuenta en el Partido Comunista Italiano.

De regreso a Génova, tras el asedio de los Camisas Negras en Roma, junto con algunos connacionales de afinidad socialista, adquirió el compromiso de dirigir el proceso de construcción del movimiento socialista y revolucionario en el Perú. Una vez definido su retorno al Perú para el 6 de mayo de 1922, teniendo inconvenientes legales para su materialización, se citó con Maúrtua en París, solicitando su ayuda para el regreso, debido a las funciones diplomáticas que este último desempeñaba para Leguía, su viejo maestro. Después de dos años y cinco meses de residir en Italia, Mariátegui, junto con su familia, salió para París en cumplimiento de lo señalado y allí aguardó mientras las gestiones correspondientes tienen lugar. Esperando una respuesta positiva, desarrolló un viaje para conocer las experiencias revolucionarias europeas inspiradas en el sistema soviético, pero que habían fracasado, así fue como visitó Múnich, Viena, Budapest, Praga y Berlín, permaneciendo en el último tiempo en Alemania, donde desarrolló un intenso momento de estudio.

Estando en Alemania, recibió la noticia del triunfo del fascismo en Italia sobre sus compañeros el 20 de octubre de 1922. Para ese entonces, había renunciado a la corresponsalía en El Tiempo, por la censura, y era corresponsal de la revista Variedades. A la vez, recibió la carta de autorización que le posibilitaba su retorno al Perú. En Berlín, se despidió de Falcón, y el 11 de febrero de 1923 emprendió el viaje de regreso a su patria, hecho un marxista a partir de profundizar en el continente europeo en la inquietud socialista con la que había llegado de su país. Luego de esta experiencia, retornó con el compromiso, adquirido en Italia, de continuar con la tarea inconclusa que había dejado y por la cual se había tenido que exiliar.

Por una parada de escala, Mariátegui primero desembarcó en Ecuador y posteriormente llegó al Callao el 17 de marzo de 1923. Su intención era asumir un papel de difusor de ideas para ir fomentando el pensamiento socialista e ir formando una vanguardia que fuera capaz de liderar un movimiento revolucionario que, a mediano y largo plazo, aprovisionándose de las herramientas organizativas necesarias, lograra transformaciones profundas en el país.

Del equilibrio crítico al pensamiento propio

La Federación Obrera Local de Lima y la Federación de Estudiantes en unidad habían logrado impulsar bajo una influencia predominante del anarquismo las Universidades Populares González Prada, con el objetivo de que fueran una extensión educativa nacionalista enfocada en la justicia social. Víctor Raúl Haya de la Torre era el encargado de su dirección por parte de la Federación Estudiantil, y en entrevista con él, Mariátegui logró insertarse como maestro de la catedra Historia de la Crisis Mundial. También decidió colaborar en la revista Claridad como órgano de difusión de las Universidades Populares mientras trabajaba en la revista Variedades.

A partir de una manifestación en mayo y después de un encarcelamiento, Haya salió exiliado a Panamá, y desde entonces Mariátegui empezó a verse más claramente como un referente.

Mariátegui, pese a que dirigía en 1924 la revista Claridad, trabajaba en la idea de poder sacar una revista autónoma desde donde pudiera impartir una formación más definida hacia los sectores subalternos. Su pensamiento se iba perfilando de forma más específica hacia la comprensión de la realidad peruana, apoyando las diferentes movilizaciones, y en discusión principalmente con el anarquismo, la influencia de Haya y bajo la censura del gobierno, que en distintas ocasiones le costó la cárcel. En 1925, después de la fundación de la Sociedad Editorial Obrera Claridad, se le presentó una gangrena que hizo que le amputaran la pierna derecha, lo cual limitó en adelante el contacto que pudiera tener con otras regiones y realidades del Perú más allá de Lima, entonces fue cuando empezaron a ser fundamentales sus amistades y la correspondencia para sus elaboraciones intelectuales sobre el país y el entorno internacional.

Haya, que había lanzado la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) en mayo de 1924 en México, con el objetivo de que en el Perú funcionara como el paso al Frente Único que se venía gestando desde las Universidades Populares, viajó a los Estados Unidos y después a Rusia, pasó por Suiza e Italia, viajó a Francia y, finalmente, llegó a estudiar a Inglaterra. Haya tenía la intención de impulsar un proceso en el Perú de profundización del capitalismo nacional en contra de la feudalidad existente; no obstante, Mariátegui lo contradecía en la medida en que evidenciaba que el capitalismo en adelante solo iba ser posible, según la historia nacional y el orden internacional imperante, bajo los márgenes y el liderazgo del imperialismo, al ser esta la propuesta del régimen existente desde Leguía, la única solución para los sectores populares del Perú era el socialismo. Haya y Mariátegui mantenían una tregua, porque ambos pensaban que en el camino podrían sumar el uno al otro a su respectiva propuesta, por eso Mariátegui participaba en 1925 y mantenía comunicación con Haya para construir la Alianza Popular Revolucionaria Americana en el Perú.

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