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EL COMERCIO DE TRÁNSITO

Además de su relevancia para el comercio nacional, Valparaíso había pasado a ser el puerto más importante de la costa del Pacífico ya a fines de la década de 1820. Era centro redistribuidor de mercaderías europeas y norteamericanas a los puertos de la costa sudamericanas, especialmente las del Perú y Chile, además de exportador de frutos del país a toda la región circumpacífica, y lugar de acopio de productos de retorno para ser reembarcados a Europa551. Las facilidades para depositar mercaderías en el puerto, sin necesidad de pagar derechos de importación, fueron establecidas inicialmente durante el gobierno de Bernardo O’Higgins. El reglamento de Aduanas de 1822 permitía depositar mercadería en Valparaíso sin exigencia de internarla al país, pudiendo dejarla a bordo de naves o pontones, mientras se construían almacenes en tierra. Estas franquicias fueron restringidas en 1824, limitando a ocho meses el plazo de depósito y exigiendo el pago de un derecho mensual por cada bulto. En 1830 el nuevo gobierno aumentó a un año el plazo para depositar las mercaderías. Sin embargo, la mayor liberalización vino con las reformas del ministro de Hacienda Manuel Rengifo aplicadas a partir de 1832, que extendió hasta tres años el plazo para mantener productos en los almacenes fiscales mediando el pago de un derecho de depósito de tres por ciento sobre el precio de avalúo el primer año; dos por ciento el segundo, y uno por ciento el tercero, con la posibilidad de una prórroga por igual lapso. En el caso de bienes más voluminosos y artículos inflamables, estos se podían depositar en bodegas particulares mediando el pago de un derecho de dos por ciento al reembarcarse. La buena acogida que tuvo esta franquicia pronto copó los almacenes fiscales y el Estado tuvo que arrendar bodegas a particulares, mientras se construían nuevos depósitos552.

No hay cifras del volumen de este comercio de tránsito para los decenios de 1830 y 1840, pero era lo suficientemente significativo para que las alteraciones en los países de la región afectaran al comercio porteño. Los intentos de Perú y Bolivia para romper la posición de Valparaíso como entrepuerto, mediante franquicias a los productos importados directamente, perjudicaron a este comercio, situación que se vio agravada a raíz de la guerra contra la Confederación553.

Conforme a lo que venía sucediendo desde la Independencia y aun antes, las exportaciones chilenas estaban constituidas preferentemente por minerales y metales de cobre y plata y, en menor medida, por productos agropecuarios, en especial trigo y harina.

El siguiente gráfico muestra los principales artículos de exportación entre 1844 y 1876, como porcentaje del total.

1810-1850”, separata de Les Grandes Escales III. Recueils de la Societé Jean Bodin, tomo 34, Bruselas, 1974, pp. 170-171.

Gráfico No 6
Principales productos de exportación como porcentaje del total. 1844-1876.


Fuente: Estadística Comercial de la República de Chile, 1876, II, pp. 245-251.

Los datos de cobre comprenden las exportaciones en barras, ejes semirrefinados y minerales, incluyendo aquellos que contienen algún porcentaje de plata; esta última incluye lo exportado en forma de barras, plata piña y minerales. De los restantes productos mineros exportados, el más importante era el carbón de piedra, que tomó relevancia a partir de la década de 1850. El trigo y la harina representan la mayor parte de los productos vegetales exportados, seguidos muy de lejos por la cebada. En cuanto a los productos animales, estos comprenden principalmente animales vivos, lana, cueros y suelas, carnes, sebo y grasa, y productos lácteos.

Las importaciones son mucho más diversificadas. Una estadística de importaciones en 1883 clasificada por sectores —la más temprana que encontramos publicada— da una idea de su composición, ilustrada en el gráfico No 7.

Si se excluyen las importaciones por Arica, que no aparecen clasificadas y que no corresponden al territorio nacional antes de 1880, resulta que el sector más importante corresponde a tejidos, con un 25 por ciento del total, seguido por animales y productos alimenticios, materias primas, maquinarias e instrumentos, categorías que en su conjunto representan el 68 por ciento del total.

La preeminencia de los tejidos aparece en las primeras estadísticas comerciales chilenas. Las importaciones de textiles en 1845 ya representaban un cuarto del total, siendo los principales artículos los géneros surtidos de algodón, los “quimones” o telas estampadas que venían en cortes, los tocuyos y las bayetas, en especial la bayeta de pellón para fabricar las tradicionales “mantas de Castilla”. Llama la atención la gran variedad de tejidos individualizados en la estadística, con más de 50 diferentes clases y calidades554.

Gráfico No 7
Importaciones por rubro 1883.


Fuente: Estadística Comercial de la República de Chile correspondiente al año de 1884, Imprenta del Universo de G. Helfmann, Valparaíso, 1885, pp. 455-477.

EL COMERCIO DE GANADO

Si el comercio por mar resultaba difícil de controlar, mucho más lo era el terrestre. Uno de los artículos más activos de importaciones clandestinas era el ganado traído desde el otro lado de la cordillera, aprovechando su abundancia en las pampas argentinas. Sin embargo, es preciso distinguir entre las importaciones en la zona centro y norte del país y las internaciones al sur del Maule.

Respecto de las primeras, Claudio Gay escribía a comienzos de la década de 1860 que “se ha introducido en todo tiempo un pequeño número de ellos (bueyes) de las pampas de Buenos Aires”, especialmente en las provincias del norte. Agregaba Gay que los bueyes de Argentina, más grandes y largos, costaban tres o cuatro pesos menos que el ganado nacional, pero debían ser engordados después de su internación. La mortalidad de los animales debido al viaje a través de la cordillera hizo que muchos hacendados renunciaran a este tráfico, aunque se mantuvo el comercio en Copiapó con animales traídos desde San Juan, donde eran engordados antes de hacer el cruce de los Andes555.

De acuerdo a las estadísticas oficiales, el valor aduanero del ganado argentino aumentó de menos de 10 pesos por cabeza antes de 1853 a más de 20 pesos entre 1855 y 1867. Luego, retornó a las magnitudes anteriores y después de 1874 volvió a subir hasta a más de 30 pesos cada uno por el resto de la década. La aplicación de un gravamen a la internación de ganado experimentó cambios conforme a los precios vigentes. El impuesto existente fue abolido en 1813 y repuesto en 1832 a razón de cuatro pesos por cabeza. La escasez de ganado producida con motivo de las exportaciones a California durante la fiebre del oro, hizo que se derogara nuevamente este gravamen en 1853. Este derecho no aparece mencionado en la tarifa de avalúos de 1863, y desde 1879 se especifica que su importación está libre de derechos556.

En el sur, en cambio, el tráfico de ganado transandino era muy activo y lo realizaban tanto las diversas parcialidades indígenas como los chilenos de la frontera. Hay que tener presente que durante el periodo estudiado la red de resguardos aduaneros en la cordillera solo se extendía hasta el paso del Planchón, a la altura de Talca, es decir, hasta la zona bajo el control del gobierno argentino en la banda oriental de los Andes. Más allá de ese boquete, el tráfico escapaba al control de las autoridades.

El origen de este comercio estuvo en la captura de ganado cimarrón en las pampas argentinas por parte de los indios ranqueles y otros, los cuales, ante el agotamiento de ese recurso, optaron por recurrir al robo de ganado, atacando las estancias de los criollos, en los llamados malones557. Las autoridades rioplatenses intentaron sin mucho éxito reprimir por la fuerza las depredaciones de los indios, al mismo tiempo que solían negociar con ellos la entrega de raciones de animales y otros artículos (los llamados “vicios”), bien a cambio de mantener la paz con ellos, bien por el pago de servicios militares. El excedente de ese ganado, y del que criaban los propios indios, era objeto de comercio por parte de los mapuches, pehuenches y otros grupos que lo arreaban a través de los pasos cordilleranos hasta la Araucanía, donde los animales se reponían del viaje. Posteriormente eran vendidos a los chilenos de la frontera558.

Un informe sobre el territorio de Arauco a fines de la década de 1860 observa que “la venta de ganado [es] el principal ramo de comercio al que se dedican los indios” y que la mayoría de los vacunos presentan características propias del argentino puro o mestizado, y solo minoritariamente las del chileno559.

Este tráfico también se realizaba directamente con la región de la Laja, tanto por comerciantes chilenos que se internaban al otro lado de los Andes como por los indígenas que vendían los animales en los puestos fronterizos. El coronel argentino Manuel José Olascoaga informaba haber visto animales con las marcas de estancieros argentinos en algunas haciendas chilenas, sin que ello generara escrúpulo alguno entre los compradores560.

Al no existir un control sobre el comercio de ganado a través de la cordillera del centro y sur del país, no hay un registro del mismo en las estadísticas comerciales. Los testimonios, empero, concuerdan en que era muy superior a las internaciones desde Argentina que se realizaban más al norte y que se registran en el siguiente gráfico:

Gráfico No 8
Importación de ganado vacuno desde Argentina 1849-1884.
Número de animales y valor unitario.


Fuente: Estadística Comercial de la República de Chile 1849-1884. Las importaciones desde Argentina corresponden al 99,9 por ciento del total

El ocaso del tráfico de ganado con los indígenas de la Araucanía se produjo a comienzos de la década de 1880. En ello confluyeron dos factores. Por una parte, la llamada “conquista del desierto”, es decir, el sometimiento y dispersión de las parcialidades indígenas en la zona del río Negro por parte del gobierno de Buenos Aires, que interrumpió el suministro; por la otra, el reordenamiento de la propiedad de la tierra en la Araucanía, a raíz de la ocupación militar que privó a los mapuches de las extensiones de tierra que sustentaban la actividad ganadera.

EL CONTRABANDO

El contrabando de artículos importados y de minerales y metales preciosos, que había tenido un impacto significativo en los años de la Independencia, continuó durante las décadas de 1830 y 1840 y aun después. El contrabando más considerable parece corresponder a las exportaciones de minerales de plata y cobre, gravadas con impuestos. Las estadísticas de comercio exterior para el periodo muestran un déficit en la balanza comercial desde 1840 hasta 1856. Dado que no hay un ingreso de préstamos, sino más bien una salida de dinero por pago de intereses, la diferencia solo se pudo haber saldado con embarques clandestinos de cobre y pastas de plata, además de las extracciones de oro y plata consignadas en las estadísticas. La exportación de productos agropecuarios, que no estaban sujetos a gravamen, no parece haber sido objeto de este ocultamiento, y con las grandes exportaciones de trigo y harina a California y Australia a partir de 1848, la balanza comercial tendió a nivelarse, aunque también es probable que haya mejorado la fiscalización561.

El trabajo de Luz María Méndez sobre el comercio entre Chile y Filadelfia consigna el cargamento de 27 naves que ejercieron dicho tráfico entre 1818 y 1843 y compara el total exportado desde diferentes puertos chilenos con destino a Filadelfia con lo registrado en la aduana de dicho puerto como procedente de Chile, que es una cantidad sensiblemente mayor. Esta diferencia en los valores registrados debería corresponder al contrabando. A los montos de las mencionadas exportaciones la autora resta los cargamentos desviados a otros puertos, lo que aumenta la proporción de las exportaciones ilegales.

La autora considera los envíos de cobre, plata y oro, que representan la mayor parte de este comercio. Tomando los valores promedio de las importaciones, en el caso del cobre —el artículo más importante de este tráfico—, la diferencia corresponde al 47 por ciento de lo embarcado; en el caso de la plata, exportada como “plata piña”, esta diferencia llega al 49 por ciento, y para el oro alcanzaría al 58 por ciento de lo remitido. Las proporciones se aprecian en el gráfico No 9:

Antonio García Reyes, ministro de Hacienda, escribía sobre el contrabando el 28 de enero de 1850 desde Algarrobo a Manuel Antonio Tocornal, quien lo subrogaba en el cargo.

Gráfico No 9
Estimación de contrabando en el comercio entre Chile y Filadelfia 1818-1843.


Fuente: Luz María Méndez Beltrán, El comercio entre Chile y Filadelfia (1810-1850), Puntángeles. Universidad de Playa Ancha editorial, Valparaíso, 2001 pp. 36-63 y 78-81.

A propósito de una petición de Edward Alison, apoderado de José Tomás de Urmeneta, para exportar cobre por el puerto de La Herradura, afirmaba:

Los cobres pagan un derecho fuerte y es fácil contrabandearlos cuando se sacan por un puerto en que no hay establecidas fiscales de respeto. Desde luego, se me hace duro confiar el despacho del cobre a simples guardias. Por otra parte, la solicitud es contraria a un artículo de la ley de exportación que prohíbe hacer la extracción por un puerto que no sea mayor.

Respecto de un fraude del que había sido advertido indicaba:

El fraude se hace trayendo dos cargamentos o facturas, perfectamente iguales, por dos caminos diferentes, y ambas con una sola guía de la Factoría de Valparaíso. Esta guía sirve para las dos partidas, de modo que, si pillan la una, la salvan con la guía original, y si caen sobre la otra, la misma guía les sirve, por supuesto, en copia y falsificada. Para descubrir el contrabando es preciso caer sobre ambas a un tiempo y ver si de los libros de la factoría constan dos guías o una sola de que se ha servido para ambos cargamentos562.

A propósito de una introducción clandestina de 180 quintales de tabaco habano desembarcado en Concón y repartido entre varios estanquillos de Santiago y

Lampa, le explicaron que no era fácil sorprenderlos con una inspección, porque los estanquilleros

tienen la precaución de guardar el contrabando en dos o más lugares apartados, y mostrar en los despachos la cantidad que consta haber comprado en la Factoría. Esta cantidad la van reponiendo con los depósitos de contrabando y siempre está conforme con aquel documento, de modo que nunca se descubre el exceso, a no ser que sorprendan todos los depósitos563.

García Reyes había oído que el Factor General del Estanco, que estaría en relación con los contrabandistas, depuso a un estanquillero de Lampa por malversación. Pocos días más tarde y estando en Valparaíso, supo que estaría involucrado el factor y los administradores de Santiago, Rancagua Lampa y otros. Las noticias remitían a la persona que condujo el cargamento de tabaco habano al llano de Peñuelas564.

En Algarrobo, García Reyes estuvo tratando de averiguar sobre los contrabandos que se hacian por los puertos de Yunquén [Tunquén], Quintay y La Laguna y, pese a la reserva de los vecinos, se enteró por un tal Flores, buzo de profesión, que Francisco Ramírez, dueño de una hijuela en la hacienda Las Tablas, vecina a Quintay, era sospechoso de contrabando y “que ha hecho alejar a los pescadores, a pretexto de que le impiden el negocio de leña, para el que tiene constantemente en el agua dos lanchas”. Se propuso, pues, contratar un hombre que conociera las costas, quebradas y caminos de la zona para desenmascarar el contrabando565.

Una parte de la solución del problema fue el aumento de la dotación de las aduanas y en especial del personal de los resguardos. Conforme a la ley de organización de las oficinas de Hacienda de 1875, la mayor parte del personal de dicha secretaría de Estado estaba destinado a las aduanas. De los 899 cargos consignados en la planta, 599 correspondía a la red de aduanas, dos tercios del total, sin contar a las seis personas que formaban la dirección general en Santiago. Del personal de aduanas, los más de ellos —alrededor del 60 por ciento— estaban asignados a los resguardos, incluyendo boteros, marinos y soldados, lo que apuntaba al intento de reducir el tráfico clandestino566.

PESOS Y MEDIDAS

Chile heredó el sistema español de pesos y medidas el que, por cierto, no era uniforme entre las diferentes provincias del imperio. A estas medidas oficiales se agregó el uso de un conjunto de prácticas comerciales según las cuales la cantidad se basaba en el envase o envoltorio, como la botija, la botella, el costal, el bulto, la caja o el zurrón, o en cargas o carretonadas, que podían o no tener equivalencia567. A este sistema de medidas se agregaron algunas de uso en los países anglosajones, como el galón o la yarda.

La estadística comercial para 1845 refleja bien esta diversidad: la importación de tejidos, por ejemplo, está registrada tanto en yardas como en varas o incluso en piezas; los líquidos están registrados en galones, si llegaban a granel, o en docenas de botellas si estaban envasados; el azúcar y la yerba mate se registraban en arrobas. Para lo que se medía según su peso se usaba, mayoritariamente, la libra y el quintal, incluyendo el tabaco, salvo en el caso del tabaco de Saña, en que la cantidad se indicaba en mazos. A estas medidas se agregaban los bultos y las cajas; las onzas y marcos para los metales preciosos; las resmas para las importaciones de papel, además de las unidades, docenas y gruesas (12 docenas)568.

Por ley de 29 de enero de 1848 el gobierno del presidente Bulnes aprobó una nueva ley de pesos y medidas que estableció el sistema métrico decimal. El metro, con sus múltiplos y submúltiplos, pasó a reemplazar a las leguas, cuadras, varas y pulgadas; los litros, a las arrobas y cuartillos como medida de volumen de líquidos, y a las fanegas y almudes para los áridos, y, como medida de peso, el kilo sustituyó a las libras y a las onzas. La ley indicó las equivalencias entre las antiguas y las nuevas medidas, y consultó un plazo de 10 años para continuar con el uso de las medidas antiguas en el comercio. De las medidas inglesas nada se dijo569.

Al parecer, la ley no surtió efecto. Las estadísticas de comercio exterior solo comenzaron a usar el sistema métrico a partir de 1863, es decir, 15 años después de promulgada la citada ley, sin perjuicio de registrar la cantidad de algunos productos en unidades y sus múltiplos, cajones y bultos. En el caso del mercado interno, las medidas tradicionales se siguieron empleando en los decenios siguientes, y en el siglo XX continuaban vigentes en diversos lugares del país. En su informe sobre Chile a raíz de la exposición de 1875, Edouard Sève advirtió que, no obstante la ley que imponía el sistema métrico, se seguía usando la antigua fanega, una medida de volumen cuya equivalencia en kilos variaba de acuerdo al producto. En la lista de precios de productos del país registra los valores en fanegas, quintales o unidades; y cuando lo hace para las bebidas alcohólicas, convierte a litros los galones y arrobas originales, y así, por ejemplo, da el precio del vino en unidades de 4,54 litros570.

EL COMERCIO MAYORISTA

Tal como venía sucediendo desde los años de la Independencia y aun antes, el comercio de importación en Chile se fue concentrando en Valparaíso en detrimento de Concepción y Coquimbo. En el caso de las exportaciones, en especial las de la minería, esta tendencia es menos marcada debido al alto costo que significaba el traslado por tierra de los productos desde su lugar de origen hasta el puerto de salida. Para facilitar este comercio, el gobierno autorizó desde temprano la exportación de cobre desde puertos del norte, como Huasco o Caldera, además de Coquimbo, donde se habían establecido algunos de los principales exportadores, como Agustín Edwards o Carlos Lambert. Sin embargo, si bien las exportaciones continuaron realizándose en los puertos más próximos a los centros de producción, el eje de los negocios se fue desplazando a Valparaíso, como sucedió con Edwards, que trasladó allí su base de operaciones, o derechamente al extranjero, como fue el caso de Lambert, radicado en Gran Bretaña en la década de 1850.