Kitabı oku: «Psicología y psicoterapia transpersonal», sayfa 2
En realidad el científico racionalista, con amplios horizontes y con la consciencia de que vivimos en el enigma, es un buen candidato para entrar en los espacios transpersonales. Todos los acontecimientos que suceden en la actualidad nos llevan a una evolución posible hacia el próximo peldaño de la humanidad o por el contrario a un racionalismo exclusivista y poderoso que no tiene salida. Vivir este proceso de evolución, en palabras de Richard Moss, es: «nuestro más grande desafío es intentar apreciar la vida y nosotros mismos en completud, como partes indivisibles de una totalidad inombrable».
Desde la ventana la luz brilla con intensidad y todo lo recubre, los colores multiplican los destellos, una luz fina lo atraviesa todo, un silencio hecho de murmullo acogedor. Aparece un orden que todo lo contempla, el aire que se respira inflama el corazón. Todo es uno. La voz está en todas partes.
Los libros se acumulan por doquier, el recorrido por ellos ha sido acompasado por el tecleo del ordenador, las ideas de sus autores han sido envueltas en los sentimientos que las despertaron. Me encuentro –uno– con ellos, y a ellos en este momento remito una irreprimible emoción.
El libro que tienes en las manos ha surgido de un impulso imparable, que no ha cesado hasta la última palabra. Aún me quedan cosas por descubrir de este evento.
PRIMERA PARTE: LAS PSICOLOGÍAS TRADICIONALES
1. LA PRIMERA FUERZA: EL CONDUCTISMO
La primera fuerza de la psicología, el conductismo, es paralela a los avances en las ciencias naturales y a los descubrimientos empíricos. Desde la últimas décadas del siglo diecinueve, lo establecido como ciencia comienza a obtener unos resultados sin precedentes, desarrollando sus instrumentos precisos y sus métodos de investigación. La física y la química, la biología con sus dos ramas: la neurología y la fisiología, comienzan a dar el gran salto. La psicología deja de desvelar filosóficamente los misterios del alma desde la especulación metafísica y se lanza en pos de lo experimental, alineándose con el descubrimiento de los mecanismos empíricos bajo el impacto de la fisiología y el positivismo racionalista sobre los hechos experimentables que definen la conducta humana. Es decir, se vuelve hacia el hombre contemporáneo y su mundo cotidiano. El materialismo hace hincapié en todas las disciplinas, unido a un sentimiento generalizado del poder de la investigacion humana.
En 1898 Thorndike publica su Inteligencia animal, Pavlov, con su teoría del condicionamiento, llegará cuatro años más tarde. Tampoco Freud en gran medida escapará a esto. Wundt, como representante de la psicología científica, presenta que el objeto de la psicología es la experiencia misma, la experiencia imediata de la persona que responde a los estímulos externos como organismo viviente. Wunt, que potencia la autoobservación como modificador de los acontecimientos, sugirió la combinación de la introspección con la experimentación, reconociendo las limitaciones del método experimental. Kant y Schopenhauer están presentes en estos comienzos. Como desafío al intros-peccionismo y con la intención de medir las conductas y predecirlas aparecen los “test”. En esta época las observaciones de Darwin sugieren que existe una completa semejanza entre la conducta animal y la humana. Todo ello tiende a una psicología reduccionista y no introspeccionista. En el esfuerzo por llegar a una psicología rigurosamente científica se destierra la introspección y se introduce la observación, al igual que en la física y la química. Llegados al empirismo radical, ya no queda margen para el concepto de consciencia. Experiencia exterior, conducta manifiesta, estímulo y respuesta, acción y reacción, éstas eran las nuevas áreas de la psicología. La nueva investigación se dirige hacia los procesos glandulares y motores. Algunos, como Willian James, consideran al yo espiritual en el centro de toda acción y adaptación, tendiendo a una idea filosófica del pragmatismo y señalando la utilidad y el placer como motivos de conducta. Se considera que su asociacionismo mecanicista, no introspeccionista, condujo también al conductismo. Dewey está preocupado por el bienestar de los hombres, su adaptación física, social y moral, rechazando unos instintos específicos y esquematizados. Thorndike, con sus fundamentos fisiológicos y reduccionistas define el aprendizaje como un proceso de prueba y error: selección y conexión. Pavlov, con los reflejos condicionados en sus conocidos experimentos, centra su teoría en el refuerzo, aspecto que posteriormente alcanzará una notable difusión.
Conductismo y reduccionismo. Con John B. Watson se centra la psicología como ciencia de la conducta, su sistema sebasa en el determinismo, empirismo, reduccionismo y ambientalismo. Maquinismo absoluto en el que, dado un estímulo, la psicología predecirá la respuesta. No habrá subjetividad ni influencias desconocidas. Watson defiende que «la conducta del hombre y la conducta del animal deben ser consideradas en el mismo plano». Estudia la conducta manifiesta y observable del organismo, sus músculos, glándulas y tejidos. La psicología descarta aquí toda referencia a la consciencia. En el llamado neoconductismo, el empirismo radical, la conducta puede establecerse en fórmulas mediante postulados que miden el potencial de reacción, el inhibitorio, la oscilación de la conducta, etc. Con B.F. Skinner, uno de los promotores más conocidos, llegamos al conductismo inductivo, donde el reflejo es la unidad simple de conducta. Se oponía a la tendencia tradicional de buscar la marca de la conducta dentro del organismo, estaba en contra de lo que el llama el animismo, proceso que inventaría un espíritu, un demonio, una personalidad, etc., capaz de cambiar el curso o el origen de la acción. Para Skinner, como para muchos otros científicos, el organismo solo reacciona al ambiente. Con él se llega al conductismo radical.
Apuntes. Dentro de lo conocido como conductismo se han desarrollado diversas tendencias que aún siguen su curso, sus bases teóricas siguen difundiéndose y se supone que renovándose y entrando en contacto y en identificaciones con otros tipos de psicología. Aunque sus investigaciones han sido con sujetos levemente afectados en laboratorios o en investigaciones semejantes, no existen estudios controlados de población con desórdenes complejos. Su tratamiento terapéutico se demanda en instituciones oficiales, compañías de seguros, organizaciones de consumidores, entrenamientos que ponen de manifiesto su eficacia empírica en determinados aspectos del aprendizaje. Sus investigaciones con animales hacen difícil que sus conclusiones se apliquen al sistema humano, lo que las convierte en una psicología animal. Sólo toca parcialmente al hombre, su cientifismo hace que el objeto de estudio se aleje del sujeto investigador, con una no implicación de éste como resultado.
Cognitivismo
La terapia cognitiva está basada en una teoría de la personalidad que establece que así como uno piensa, en gran parte determina cómo uno se siente y se comporta. La terapia es un proceso de colaboración de investigaciones empíricas, probando realidades y solucionando los problemas entre paciente y terapeuta. Con experimentos de conducta y procesos verbales se examinan interpretaciones alternativas que evidencien las contradiciones, hasta llegar a creencias más adaptadas que se dirijan al cambio terapéutico. Las modificaciones se producirán si el terapeuta considera que las creencias son irreales o irracionales. Las representaciones imaginarias son usadas para el reconocimiento y la evaluación de la distorsión y su reemplazamiento, hasta encontrar las más acertadas y funcionales. Se usan técnicas verbales para descubrir pensamientos automáticos, para que el paciente los reconozca y los identifique en el momento en que surjan.
Sin embargo, sería interesante puntualizar lo que son las ciencias cognitivas y el cognitivismo en general, según el enfoque de Francisco Varela, pues abre nuevas perspectivas muy en la línea de este libro. El enfoque de este autor se extenderá a otros capítulos. En primer lugar, Varela enfatiza dos puntos: el primero está en que el cognitivismo postula procesos mentales o cognitivos de los cuales no somos conscientes y, más aún, que no podemos serlo. El segundo punto está en que el cognitivismo abraza la idea de que el yo o sujeto cognitivo está fundamentalmente fragmentado o no unificado. Analizando elementos importantes, Varela afirma que en el cognitivismo las imágenes mentales, como cualquier otro fenómeno cognitivo, no pueden ser más que la manipulación de símbolos mediante reglas computacionales. Es decir que hasta ahora existe algo que Varela va a considerar como positivo en el proceso cognitivo: la falta de fundamento de un yo, es decir el encuentro con un vacío a la hora de buscar un soporte que no existe; y la existencia de representaciones que se interpondrían ante la experiencia, según se puede deducir de sus obras. Por ello, en cuanto a la utilidad de las ciencias cognitivas, Varela es tajante: «las ciencias cognitivas carecen de un método disciplinado para examinar e incluir la experiencia humana… las ciencias cognitivas nos ofrecen un descubrimiento puramente teórico de la mente sin yo, el cual permanece alejado de la experiencia humana real».
Y aquí hay que añadir lo que Varela recuerda desde una neocognición plena y abierta quizás discutible, tal vez por un problema de terminología o visión de la experiencia, que los factores mentales perniciosos que refuerzan el apego y el afán son los que generan tendencias a la creencia (de un yo). A partir de todo ello, Varela apela al término de enacción para entrar en una nueva perspectiva de la cognición, en la que incluye la perspectiva budista, en el caso de que en el cognitivismo se acepte la experiencia personal anclada en lo cotidiano. Desde este punto de vista la cognición ya no se plantearía, según Varela, como resolución de problemas según las representaciones, sino que en su sentido abarcador consistiría en la enactuación de un mundo – en hacer emerger un mundo– mediante una historia viable de acoplamiento estructural. Aquí podemos entrever un punto crucial en este autor: “la acción corporizada”. Es lógico establecer que el cuerpo como estructura es el que acoge el proceso. ¿No es así a lo largo de la evolución simio-humana, e incluso antes? La enacción se situaría como la base de la acción cognitiva mediante el acoplamiento corporal, generando un mundo compartido de significación, ya que las representaciones pierden el papel central. Entiendo que todo este proceso conlleva una desintelectualización, de tal modo que la investigación se descarga de procesos intermedios para dirigirse rectamente al mundo: la vivencia personal cobra relevancia y produce un conexionismo con esperanza. Las ciencias cognitivas enactivas y el madhyamika se encuentran en la falta de fundamento de un yo monolítico.
Apuntes. Como teoría relativamente reciente, el cognitivismo ha alcanzado un notable crecimiento y popularidad. Ello se debe en gran parte a su soporte empírico, su marco teórico y a su gran número de estudios sobre la población clínica. De formación rápida, hace que se preparen terapeutas con un año de entrenamiento. Los cambios terapéuticos también se producen cuando el paciente está comprometido emocionalmente con sus problemas, por lo tanto la experiencia emocional durante la terapia es un hecho importante. Las reacciones entre terapeuta y paciente son importantes. La terapia cognitiva puede ofrecer una oportunidad para un acercamiento entre la terapia psicodinámica y la terapia conductual, y hay quien piensa que existe un común asiento prometedor para estas dos discisciplinas. Hoy, muchos terapeutas conductistas se definen como cognitivistas. La investigación continua en la relación entre la cognición y el afecto abre un campo interesante.
Conclusiones generales sobre estas dos teorías
No cabe duda, como hemos afirmado ya, de que la psicología moderna va unida al desarrollo simultáneo de las otras ciencias. La psicología abandona unos devaneos filosóficos manidos y se precipita hacia el hombre de carne y hueso, apurando su encauzamiento hasta llegar al hombre máquina, susceptible de ser controlado y determinado, como sucede en el conductismo radical. La soberbia del científico –según algunas críticas– toma cuerpo dramático cuando se refiere al hombre y lo reduce a un exclusivo producto fisiológico en el que los organismos sólo reciben pasivamente lo que les hacen. Tal vez ello inspiró a Orwell su 1984. Watson ya decía : dadme dos niños y haré de ellos lo que quiera. Maslow criticaba que los voluminosos libros conductistas no tienen importancia, al menos para el núcleo humano, el alma y la esencia humana. Realmente sabemos que trabajan con condicionamientos sobre la mente condicionada. Entiendo que incluyendo las diferencias evidentes entre cognitivismo y conductismo, ambas se definirían como terapias de superficie, pues se dirigen a la modificación del consciente. Son terapias rápidas que pretenden cambiar la capa conocida por otra más adecuada a la vida del paciente. En el caso más radical del conductismo no parece existir subjetividad, así que no podremos hablar seriamente de cambios. El hombre no es reducible a una máquina, en los nuevos paradigmas es considerado una totalidad ineludible. Por supuesto, tiene instintos animales, pero también razona e intuye, y además no podemos dejar ahí el listón, puesto que la evolución continúa. El problema radica en el reduccionismo soberbio, cerrado, que supedita que el hombre es aquello y solo aquello que determinada persona y su teoría establece.
El cognitivismo, donde se abordan sentimientos y pensamientos, aparece –bajo una crítica transpersonal– como una terapia que se acerca a una necesidad de solventar los problemas superficiales que molestan al consumidor, para sobrellevar una vida racional, adaptada a los parámetros medios de la sociedad occidental. De ahí su necesidad de rapidez y utilitariedad, por lo que se convierten en terapias industriales, adecuadas a una cierta demanda; creo que bastante interesante para personas que se inicien en el conocimiento de sí mismas o no deseen introducirse en sus espacios interiores; también son adecuadas para lo que ya decíamos antes, para los entrenamientos e instituciones donde se busca una rentabilidad operaria, y para acoplamientos de amplios sectores de la población. Los tratamientos parecen dirigirse al hemisferio izquierdo, a lo concreto y racional, y su carácter de utilidad es indiscutible y positivo siempre que no reduzcan lo demás a su perspectiva. Por ello las teorías cognitivas conductuales se mueven en términos de “destrezas”, “habilidades”, etc., evitando las causas. En ello siguen a la medicina alopática. El aspecto más preocupante de su encauce clínico es que se dirigen a curar síntomas, pero la boya esconde un anzuelo bajo el agua, y si desaparece la boya perdemos la poca orientación que teníamos, y un anzuelo escondido incrementa su peligrosidad. Sobre todo en patologías profundas.
En relación con todo lo comentado, Frances Vaughan afirma que «la mayor parte de las psicoterapias breves suelen utilizar un enfoque cognitivo-conductista y pretenden cambiar las pautas habituales de pensamiento y reprogramar las repuestas».
La consciencia está también ausente en el conductismo. Sin embargo, es notable el estudio de lo manifiesto en las expresiones corporales que acompañan a las verbales y a sus contenidos, verdaderos enclaves de lo inconsciente, de ahí que las investigaciones cognitivas de esos procesos, como el de la construcción de hábitos, el de la construcción de los mecanismos proyectivos de imágenes etc., sean un buen punto de estudio beneficioso para el camino de esa deseada psicología integral, donde se encuentre todo lo sabido hasta ese momento, en beneficio de la salud y del conocimiento.
En pocas palabras podemos decir que si en el cognitivismo priva el pensamiento sobre el resto de los procesos, en el conductismo sólo reina ese pensamiento, absolutamente.
Vemos que estas teorías se asientan exclusivamente, aunque desigualmente, sobre el intelecto de la cuadrinidad de Hoffman que detallaremos más adelante: cuerponiño(ser emocional)-intelecto-ser espiritual. Las radicalizaciones, a veces, me parece que no son más que tretas de la naturaleza para apurar caminos y sacar lo provechoso de ello. Si el conductismo apuró lo externo, Freud intentó lo propio con lo interno; el cognitivismo se extiende a la emoción, pero ambos parten de una consideración positivista, racionalista de la vida, en la que no hay margen para la consciencia, puesto que ignoran la presencia de la semilla espiritual en el hombre. Si el marco es abierto, entonces se contribuirá a la sinergia investigadora. Si es reduccionista, se pueden generar síntomas de asfixia en sus propios representantes. Por lo tanto, la vida no puede reducirse a una cuestión exclusiva de “software” y “hardware”, ni tampoco todo desajuste de una persona frente a su medio tiene que pasar por una terapia que busque exclusivamente la readaptación al mismo. Si el cliente lo quiere así, todavía. Si no, después surgirán brotes más rebeldes. Conductismo y cognitivismo están unidos en buena parte a la producción consumista de nuestra sociedad y a la utilidad racional y productiva.
El terapeuta de la conducta asume, según Claudio Naranjo, que cuando la situación que provoca el síntoma se asocia con las recompensas presentadas, se está estableciendo una nueva respuesta condicionada. Sin embargo, parece improbable que una nueva respuesta condicionada, lo suficientemente fuerte como para reemplazar a la vieja, pueda surgir de unos refuerzos positivos tan suaves como un estado de relajación o la aprobación del terapeuta. El valor de las recompensas aportadas, que neutralicen lo desagradable es que, en el proceso de confrontación con lo evitado, el paciente aprende que su miedo era infundado. Las ansiedades son generalmente perpetuas para evitar la situación que las originó y así la persona pierde la oportunidad de aprender que no hay nada que temer. Se extingue, pues, una mayor apertura a experimentar la capacidad de confrontar la situación. Naranjo concluye que la terapia de conducta es ampliamente divergente de la meditación.
Walsh y Waughan reconocen en el conductismo la característica de su insistencia en la mensurabilidad y la verificación del comportamiento y el cambio. Aunque eficaz, su fuerza y su debilidad coinciden. Excluye lo subjetivo, la consciencia, y hasta hace poco los pensamientos y sentimientos. Así que poco tiene que decir sobre el nivel óptimo de salud y bienestar. Sin embargo, se está abriendo a lo cognoscitivo, se propone la eficacia del sí mismo como mediador en el cambio terapéutico, incluso con técnicas que ya el budismo practicaba en parte. Los transpersonalitas han reconocido la importancia de los modelos y la necesidad del rigor de los conductistas, aunque es obvia la diferencia en la sutileza de lo que ambos tocan: el conductista sobre comportamientos bastos y fáciles de medir, mientras que los transpersonalistas se dirigen a estados, vivencias y formas de comportamientos más sutiles.
Tart, investigador pionero de los estados modificados de consciencia, afirma que los conductistas no se atreven a proclamar que somos una máquina, la máquina gurdjieffiana, autohipnótica, en trance, dentro de la cadena de montaje consensual que hemos fabricado. Cadena que hemos de romper para llegar al “self”: el sí mismo.
Podemos concluir finalmente que en efecto, hay una realidad que tiende a crear a ese hombre robot-hombre industrial; hoy ya el hombre informático, pues es una sociedad basada en la huída del principal factor de desmontaje: la muerte, que no cabe en el mecanismo de estos presupuestos. El conductismo ha sido su teoría favorita para perfeccionar los procesos de ensamblamiento de las piezas. Es propio del momento coyuntural del pensamiento industrial. Hoy podemos concluir que sólo se valida como teoría de apoyo, como estudio del comportamiento general de poblaciones y como parte de otros tipos de terapia.