Kitabı oku: «Psicología y psicoterapia transpersonal», sayfa 5

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Para ella el proceso interno que comienza en el nivel existencial como una búsqueda del sentido de la vida termina conduciendo a una desidentificación del ego y al despertar transpersonal, e incluso concreta que el desarrollo transpersonal comienza en el cuarto chakra y finaliza cuando los siete chakras están abiertos, estableciendo una diferencia entre las enseñanzas provisionales que trabajan con la autoconsciencia egoica y dualista para aliviar el sufrimiento, mejorar la calidad de vida y favorecer la evolución de la consciencia, y las enseñanzas definitivas, que, por el contrario, nos recuerdan la unidad subyacente del espíritu presente en todos los seres tras cualqier actividad y bajo cualquier forma. Entre éstas estarían las experiencias cumbres pues llevan consigo un cambio de actitud, cambian enteramente los puntos de vista y crean una nueva apreciación e intensificación de la consciencia del mundo.

Hacia el entendimiento de esas dos concepciones tendería el comentario de Grof, preocupado por la coherencia del nuevo paradigma y por la necesidad de un cambio global armónico, atribuyendo a Arthur Young ese mérito de salvar la brecha entre ciencia, mitología y filosofía perenne.

El colapso del mecanicismo newtoniano abre la vía a estudios antes ridiculizados entre los que Grof señala las investigaciones sobre estados de consciencia, terapia psiquedélica, experiencial, parapsicología y tanatología, etc., estudios que se incrementan desde que Jung abriera paso a lo transpersonal con el inconsciente colectivo, trascendiendo las fronteras del individuo, transpasando las barreras del espacio y del tiempo, valorando el papel de las plantas psicotrópicas en las culturas del planeta. Estados de consciencia en los que la identidad se puede expandir más allá de la imagen corporal, abarcando a otras personas, grupos, otros seres y animales, a la humanidad y al cosmos, que en estados ordinarios se encuentran fuera del ámbito del sujeto. (Adelantemos que un síntoma pertenece en su nivel a un estado modificado de consciencia.) Experiencias que llevan consigo visiones arquetípicas con secuencias mitológicas de diferentes culturas: las más abarcadoras son de índole cósmica y trascendental, es decir emergencias espirituales y crisis transpersonales que la ciencia occidental rotuló como procesos psicóticos y los psicoanalistas como regresivos, considerando lo religioso como lo neurótico-compulsivo. El psicoanalista Franz Alexander llegó a tachar a la meditación budista como catatonía inducida. Para los antropólogos occidentales los chamanes son enfermos mentales, esquizofrénicos. Todo esto, fruto de la rigidez mental y de la ignorancia, –es decir, de nuestro propio miedo– puede ser rebasado si esa nueva ciencia abre los caminos para entender que la razón occidental no tiene la panacea ni la posesión absoluta de la verdad. Es cuestion de abandonar o no la soberbia.

Hace unos días tuve que hacer una reseña para un congreso de lo que creo que es la psicología transpersonal. Lo incluyo como aporte que pretende clarificar los caminos transpersonales en los que, por su juventud, a veces se producen lógicas interferencias.

Cuerpo-consciencia-cosmos

Las orientaciones de la psicología nacen en el seno de las necesidades de su tiempo. En el presente, lo transpersonal es respuesta a una búsqueda tan actual como ancestral, es la de rasgar el velo que cubre la trama, desde lo individual a lo universal.

Como disciplina presenta:

Una transmentalidad: el hombre no está en un estado terminal de evolución, en su hoy trastocado mundo ansía un nuevo instrumento interno que revalide y transvase una mente dualista y febril. Supone una apertura, para que la consciencia-energía emerja y ofrezca un nuevo orden en el caos.

Una trascendencia: reconocida en lo intuitivo o espiritual como principio y guía desde lo cotidiano a lo infinito. Lo transpersonal prepara el acceso a los nuevos planos evolutivos de conocimiento, donde lo inefable marca el límite. En la trascendencia hay una dirección sublime que impide engancharse en el camino. La consciencia-energía hace que cada acto sea en sí mismo un escalón hacia ella, continuo flujo de vida.

Una transindividualidad: que permite el paso a una identificación amorosa, natural y espontánea del hombre con su entorno: los demás hombres, animales, vegetales, cosas… para que la puerta de la sinergia descifre la aparente casualidad y se conecte con ese mecanismo que rige las cosas que pasan.

Una transpsicología: Que supere el modelo médico-psicológico, taxonómico y dramático-enfermista dedicado a un “fichaje” que incrusta a la persona en sus síntomas, imposibilitándole deshacerse de ese corsé y aceptando con resignación su papel de enfermo. Este modelo trata como patológica toda conducta que no coincida con el modelo de “normalidad” imperante, una terminología que descarta la reducción del espíritu al psicologismo.

En psicología transpersonal, el cuerpo es consciencia, a años luz del re-duccionismo de la perspectiva newtoniana-cartesiana, en el que el cuerpo es sólo una máquina biológica, y a años luz de la lúgubre perspectiva freudiana. La psicología transpersonal nace en una perspectiva cuántica y energética, en la que la vida es un proceso de consciencia, tras las sucesivas vivencias de muertes y renacimientos como mecanismos de trabajo, en los que la crisis sólo significa cambio; siendo avalada por un principio de complementariedad, sinergia, en el que la oscuridad es el combustible de la luz. Lo vivencial y lo emergente son el contexto direccional en el que cuerpo-mente y emociones alineados saltan al vacío de lo no instituido, zona virgen marcada por los propios límites personales.

Quizá convendría recalcar, dado el auge actual de otras materias, que la psicología transpersonal, aunque respete y se relacione con ellas, no es parapsicología ni ninguna de las mancias hoy tan extendidas. Digamos que en su propósito de curación como acceso a la consciencia personal tiene como objetivo el conectar con la matriz ordenadora del universo que se expresa en la vida, en lo ordinario y en lo no ordinario, en el mercado, el café, fenómenos perinatales, tanáticos, oníricos, etc., donde la transmentalidad deja pasar el flujo de consciencia-energía, consciencia cósmica, que atraviesa y contiene todo lo que existe.

Para acabar este apartado, y aunque represente un avance prematuro, quisiera dejar caer unas notas a fin de darnos cuenta de que dentro de las concepciones transpersonales hay ya divergencias que enriquecen el proceso hacia ulteriores clarificaciones. Michael Washburn introduce una tesis al respecto, al contrastar los modelos dinámico-dialéctico y el estructural-jerárquico. M. Washburn concibe la psicología transpersonal como un desarrollo de las potencialides humanas que sobrepasan los límites del ego, partiendo de que ese ego existe en relación con una fuente superior de la que es un instrumento. La psicología transpersonal para Michael Washburn. es menos una subdisciplina que una investigación multidisciplinaria y sintetizadora que se relaciona con asuntos religiosos como la caída y la trascendencia, filosóficos como la individualidad, la existencia, etc., por lo que propone como más adecuado el hablar de teorías transpersonales, siendo el principal objetivo el integrar la vivencia espiritual con una amplia comprensión de la psique humana pero sin caer en la reducción en uno de los lados. Sin embargo, lo que comenté como avance tal vez prematuro, puesto que los autores clave serán expuestos posteriormente, es algo sobre la posición crítica del autor que se decanta por una posición dinámica (Freud y Jung fundamentalmente), en contra de la estructural-jerárquica defendida por Wilber.

M. Washburn afirma que libido y espíritu provienen de la misma fuente y esta unificación será clave en su perspectiva. Para todo ello tenemos que presentar los tres estados: “pre-yoico”, que corresponde aproximadamente al pre-edípico y en el que la Fuente Vital “Pleroma” Dynamic Ground (término usado por el autor) domina sobre un yo subdesarrollado; el estado yoico que corresponde desde la tardía infancia hasta la adolescencia, en que el yo maduro es disociado represivamente de la Fuente Vital y el trans-yoico que corresponde con el adulto (en el caso de que este nivel aparezca). Este tercer estado conlleva que el yo maduro se reintegre con la Fuente Vital. Para Washburn éstos son los dos paradigmas básicos en las teorías transpersonales: el psicodi-námico o dinámico-dialéctico está basado en una concepción bipolar de la psique, el desarrollo de las tres fases expuestas se relacionan dialécticamente en dos polos –tesis y antítesis– hacia la conjunción de los opuestos; en Freud, con la perspectiva clásica ello-yo-superyó en la que este último forma parte de la esfera del yo; en Jung, con la bipolaridad inconsciente colectivo–yo y consciencia.

El modelo defendido por Wilber es estructural porque combina una orientación piagetiana y un desarrollo cognitivo con una orientación jerárquica (budismo-vedanta) que presenta una estructura de multiniveles ascendentes e incorporativos, de tal modo que el aspecto trifásico expuesto anteriormente es aquí más bien una gran unidad de niveles y subniveles.

Pero la dificultad aparece al escoger entre estos dos paradigmas en los que Michael Washburn encuentra cinco puntos de desacuerdo:

El primero es sobre el rol que se juega en el estado pre-egoico, en el que la posición dinámica afirma la existencia del conflicto como asunto primario en este estado; aquí la mente es volátil e inestable, el yo debe luchar con las potencias desestructurantes, figuras arquetípicas de la gran madre o el padre edí-pico. Sin embargo, el estructural-jerárquico no enfatiza aquí el conflicto aunque lo considera un nivel crítico, sobre todo como preparación base para niveles posteriores. El segundo punto de desacuerdo es sobre si los potenciales pre-yoicos son perdidos o retenidos en la evolución. El punto de vista dinámico sostiene que la transición hacia el estado yoico es de tipo disociativo, con la pérdida de muchos de los resortes psíquicos asequibles en el estado pre-yoico, pero también con la liberación de sus influencia, sumergiendo lo pre-egoico en el inconsciente. En el estructural-jerárquico se da, por el contrario, de una forma incorporativa, envolviendo y reteniendo las estructuras pre-yoi-cas hacia un nivel superior, edificando sobre ellas más que sumergiéndolas. El tercer punto vendría a plantear si la etapa yoica, la del yo mental, se aleja de sus orígenes y de sus verdaderos fundamentos. Sería afirmativo en la posición dinámica que se alinea en parte con el existencialismo al señalar el sufrimiento que supone el alejamiento de la Fuente Vital, aunque matizada como correspondiente a lo yoico; mientras que, para el modelo estructural-jerárquico este tercer punto supone una evolución sobre el nivel pre-yoico, asumiendo, según critica M. Washburn, que en ese período yoico no se es responsable de los problemas existenciales, sino más bien de una falta de realización de futuro en los niveles consiguientes. El cuarto punto se dirige hacia lo trans-yoico, planteando si ello supone una reintegración del yo. En la posición dinámica, bipolar, mantiene que la trascendencia del yo implica un re-encuentro, re-enraizarse con los potenciales pre-yoicos para renacer integrados en el nivel trans, lo que no está exento de peligros. En el modelo estructural-jerárquico lo trans supone de nuevo un ascenso claro y unidireccional hacia un mayor nivel de consciencia, lo que conlleva el sufrimiento de morir al nivel viejo para ascender al siguiente. En una quinta y última proposición, este autor se pregunta si se considera que en el estado transyoico existen dos yoes (self) o ninguno. La posición dinámica sostiene que hay un pequeño yo que ha de ser transformado en un yo superior, lo cual supone regresión e integración. Para este modelo la existencia de un yo en el período yoico es real, aunque parcial y distorsionado por no estar en contacto con la Fuente Vital. En la estructural-jerárquica este pequeño yo es una ilusión virtual que ha de ser disipada y, por lo tanto, no es materia de crecimiento ni transformación. La verdadera unidad es Brahman, Dios, etc.

Mientras la meta se da en la unión de los opuestos en una integración superior en lo dinámico, en lo estructural-jerárquico se da en disipar la radical ilusión de la individualidad. Como vemos, y además lo señala el autor, escoger no es fácil, aunque M. Washburn se decante por lo dinámico, pues según él le ofrece una lectura más sensible de las bases y de las potencialidades. Sin embargo, entiendo que ambos son dos modelos teóricos, dos mapas, que pueden ser buenos faros para un mismo territorio. Todo va a depender de la práctica, pues primero es la vivencia y después el concepto. Sólo que, aceptando que la erudición es uno de los polos del conocimiento, no caigamos –entiendo yo– en quedarnos simplemente aquí con la consiguiente disipación en discusiones teóricas huérfanas del territorio de la práctica, ya que hay experiencias que, a partir de cierto punto, sobrepasan el lenguaje.

Bajo el culto a los antepasados

Habiendo desarrollado los conceptos de las cuatro fuerzas, bien está hacer un alto en el camino que recoge lo hasta ahora desarrollado como un culto respetuoso a todas las personas y movimientos que han hecho posible la emergencia de lo transpersonal. Pero además hemos de tener en cuenta que cada fuerza propone un «modelo de hombre» y que la psicología transpersonal, que marcha hacia el desarrollo de las más altas potencialidades humanas, destaca al ser humano como un flujo de cuerpo-psique y espíritu, que en sí no son compartimientos estancos, sino una división cartográfica que incide en la interacción totalizadora y compleja del individuo consigo mismo y con el cosmos. Así hemos llegado a la psicología transpersonal, a su concepto, y aún seguiremos en esta segunda parte con el culto a otros antepasados y precursores que se acercaron ya al corazón de lo transpersonal. A partir de aquí concretaremos que en este tipo de psicología se ha desarrollado una gran influencia por parte de los llamados maestros y, por otra, de las investigaciones del nuevo paradigma científico: la física moderna, lo morfogenético, lo holográmico y lo disipativo. Todo ello tendrá cabida en los próximos apartados. Y efectivamente a este tipo de psicología le corresponde un tipo de psicoterapia y una perspectiva no exenta de críticas. Todo ello estará contenido en esta segunda parte.

La senda de los maestros

Siguiendo en la dinámica del apartado anterior y profundizando en lo transpersonal, en la necesidad de ese salto cuántico, entramos en el porqué de esa necesidad en Occidente. La respuesta viene dada sobre el creciente deterioro de una vida desacralizada que no colma las ansias de conocimiento del ser. Este rasgo primero proviene de un Occidente que abandonó su “entre-guismo” religioso medieval, donde la vida se concebía como valle de lágrimas y la responsabilidad se delegaba en manos del juicio de Dios, en cuanto a los aspectos negativos e infantiles de aquella época. No olvidemos que fue una época de intuición profunda. De ahí se embarca hacia un desarrollo de ese yo –capaz de hacer–; con lo que nace el maravilloso Renacimiento que inicia un poder individualizador y creador, y así surgen un Leonardo, un Miguel Ángel, etc. El hombre comienza a inventar y a creer –crear–, en sus posibildades. En la actualidad estamos apurando ese empuje, cuando la soberbia se enseñorea y el individualismo se ahoga en un materialismo consumista, olvidando el recogimiento de las catedrales góticas. Si es el fin de la historia, como algunos promulgan desde un cielo productor-consumidor, más bien será el fin por su fracaso. El hombre ha apurado ese enyoimiento que tuvo su razón adquiriendo su responsabilidad ante la naturaleza del Renacimiento, pero hoy ese péndulo se ha extralimitado en su función y ha perdido el sentido sagrado de su entorno. En la búsqueda de ese sentido ha encontrado un hueco muy importante la tradición oriental, allí donde la occidental lo deja por comulgar con un materialismo todopoderoso y ciego. En fin,

Un segundo rasgo es la progresiva síntesis Oriente-Occidente. Se piensa que Oriente es cerebro derecho, Occidente izquierdo. Lo que a simple vista es cierto, es que Oriente se ha preocupado más por el Ser esencial, y Occidente por el yo existencial. Posiblemente nos encaminemos en esta progresiva simbiosis a una interconexión de conocimientos, espiritualizando Occidente, abriendo su corazón, y materializando Oriente, para que se dote de infraestructuras frente a las calamidades, llegando con ello a un equilibrio gradual y progresivo en el que la esencia lo cubra todo definitivamente.

La sincronicidad Oriente-Occidente de los maestros. Los maestros emplean un lenguaje y unas palabras cuya exacta traducción vendrá dada por cómo resuenen en la persona que “escucha”. De todos modos, además de las palabras de los maestros se han de conocer los hechos y cómo los transmiten. Hoy abismados por tantas lecturas, guerra de palabras y conceptos, digamos que prestamos atención cuando las palabras nos inquietan y rompen nuestra tendencia a situarlas en el molde de alguna lógica.

En los años sesenta y setenta aparecieron algunos maestros con grandes aureolas, riadas de personas se juntaban para escucharles, constituirse en discípulos y corretear por el mundo. Son los hijos de los combatientes de la segunda guerra mundial quienes se moverán en un clima de apertura y permisividad como nunca hasta entonces se había conocido. El efecto de esta tempestad mundial será una tendencia a la libertad tan puesta en entredicho por las armas, y tal vez como unas ansias de recorrer otros caminos que los establecidos por los himnos nacionales. Algo nuevo se había despertado en aquella juventud que seguía a los gurus orientales y a la búsqueda del misterio vital que su medio natural ya no podía ofrecer. Los centros se abrieron por doquier, los viajes a la India y a sitios de enjundia espiritual se prodigaron, también las flores, sus músicas y el LSD. Todo ello es capítulo conocido.

Sobre los maestros hay diversas opiniones, desde la que defiende su necesidad imprescindible hasta lo contrario, en aras de encontrar al propio maestro interno. Por lo tanto hay opiniones que abarcan desde quienes les ensalzan hasta quienes les denigran por sus abusos. También quienes moderadamente les dan el nivel que de ellos se supone. Adelantamos que es primordial conocer el mensaje en el propio contexto en que es emitido, con todas las concomitancias y matices; lógicamente para ello se dependerá de la claridad, capacidad y experiencia para entender ese contexto en que se mueve un maestro determinado, sea en el contacto personal, en sus libros, exposiciones, etc. Tal vez esa postura moderada buscando el equilibrio de las posiciones opuestas sin caer en la tibieza debilucha pueda darnos la clave, contando lógicamente con que maestro concreto y alumno concreto pueden encontrarse en el chispazo que el devenir de la búsqueda encuentre oportuno para un momento que siempre será relativo. Así pues no habría reglas generales ni categóricas. Lo que es cierto es que el maestro no es un sustituto de la verdad interna, sino su “despertador” para que el alumno camine por sí solo. Creo que el principio de incerti-dumbre planea de alguna manera en un encuentro de estas características.

Muchos de los personajes de hoy día que despuntan en la búsqueda nos hablan de sus contactos enriquecedores con los maestros. Científicos como Deepak Chopra se refieren en sus obras a las enseñanzas recibidas de Maharishi Mahesh Yogui, fundador de la meditación trascendental, que hizo meditar hasta a las amas de casa.

Muktananda sembró Occidente de centros, consiguiendo multitud de seguidores. Digamos que junto con otros gurúes famosos puso de moda la espiritualidad, sin obviar la búsqueda necesitada en muchos casos por personas angustiadas que ansiaban la salida a sus traumas, más allá de una retórica o una pastilla; aparecieron multitud de seguidores y en cierta medida muchos de ellos encontraron una salida al síncope de sus vidas. Hoy día, después de su desaparición, muchos opinan que Muktananda extendió la práctica incorporándola como natural a la vida cotidiana y haciéndola vibrar con grandes dosis de responsabilidad. El sidha yoga hoy continúa en los centros que dirigen sus dos principales discípulos. En el Juego de la consciencia, Muktananda nos legó el proceso de su propia transformación hacia la maestría, una cartografía de los avatares y del sendero del aprendizaje de los sidhas en donde la práctica tiene un carácter gratificador pero también su lado terrorífico en el cual se atraviesa su filo cortante, causa de situaciones de pánico y muchas veces de abandono. A requerimiento de sus discípulos, el maestro con gran sinceridad explica sus procesos duros y solitarios durante su aprendizaje para que sirva de ejemplo y reconfortación en los zigzagueos del despertar de Kundalini y las diversas vivencias, ya sea a través de shaktipat o de forma espontánea. Es toda una disertación explicativa de los procesos de la respiración –pranayama–, del despertar de los chakras, del estado de Tandra, de la visión de Chandraloka, de Siddaloka –el mundo de los sidhas–, de la Perla Azul. Todo un aprendizaje inmerso en la devoción a su Gurudeva: Nityananda. Todo un universo de vivencias impresionantes que describen la riqueza del mundo de la Shakti interna, un buen antídoto para quienes se pudren por concebir una vida inmersa en la rutina gris y desesperanzada.

Quisiera continuar dando un perfil de los maestros más importantes que han visitado Occidente en las últimas décadas, desde aquella lejana presencia con la que Vivekananda impresionó al despuntar el siglo XX.

Krishnamurti, maestro y filósofo internacionalmente reconocido, penetró profundamente en la manera de comprender del occidental. Abrió la puerta de universidades, y científicos como F. Capra, Bohm, Pribram, Wilber, T. Brosse, recibieron su influencia. Krishnamurti, preparado en la teosofía, al parecer se desembaraza de un papel asignado y recorre el mundo expandiendo su mensaje sobre el vivir: la resolución del problema existencial de cada individuo por sí mismo, a través de un descubrimiento profundo y una trasformación individual, con planteamientos sobre cuestiones básicas como el miedo, que pasa por entender el deseo, y éste por entender el pensamiento. De él se dice que estaba cerca del budismo.

Durante sus seis décadas de tarea pública ha hablado a millones de personas, demostrando las rigideces de las doctrinas categóricas y examinando el funcionamiento de la mente humana. Nació en 1895 en la India y fue, como ya hemos señalado, educado en la teosofía, lo que le dio posibilidades de conocer y colaborar en la síntesis Oriente-Occidente. Su enseñanza se dirigía a desmantelar las creencias en la autoridad espiritual y hacer emerger el conocimiento puro que surge del fondo del ser, bajo el convencimiento de que la verdad es una tierra sin caminos y de que lo más importante es liberar la mente de la envidia, del odio y la violencia, y que para ello no se necesita ninguna organización.

En sus charlas públicas, conversaciones, entrevistas, etc., Krishnamurti propone con gran franqueza a sus contertulios el crear juntos –consciencia–. En sus entrevistas “marea” al entrevistador a través del handicap a fin de atravesar el encadenamiento pregunta-respuesta para llegar a aquello que ya no puede ser preguntado ni respondido, a ese “momento” en que desaparece el mi-tú, el percibidor y lo percibido: entonces llega el silencio. En su “juego”, Krishnamurti acorrala hacia la intuición. Puntualiza los conceptos sobre lo que es una realidad llena de ilusiones creadas por el pensamiento, que a su vez no puede crear un tigre. Esa realidad no es la verdad, en ésta la intuición transciende al pensamiento y no tiene nada que ver con él. Krishnamurti tiende hacia una perspectiva mundial, fuera de los condicionamientos de los nacionalismos parcialistas que pueden llevarnos a la destrucción, hacia un amor libre de miedos, una libertad que existe cuando no hay ninguna reacción condicionada, una iluminación que en sí significa libertad total; hacia una tierra de todos para vivir en ella y no para dividirla, producto esto de un pensamiento limitado que crea acciones limitadas, que crea miedo, soledades, depresiones; que crea especialistas expertos en cada cosa sin una visión global del conjunto, generando una humanidad que en su mayor parte se prepara para la guerra.

Por todo ello se necesita imperiosamente del cambio radical lejos de las rutinas formales, de los humanitarismos, acabando con el condicionamiento en sus múltiples formas a fin de llegar a una mutación radical de la consciencia. Ésta fue la siembra de aquel maestro.

Resumiendo sobre lo dicho, Krishnamurti expone que es la actividad mental lo que se interpone entre nosotros y nuestro fondo, enseñanza que se repite en otros maestros. Para ver cómo funcionan esos pensamientos se necesita, según Krishnamurti, de un espíritu extraordinariamente vigilante, alerta, estar siempre despiertos frente a la complejidad del proceso de ese pensamiento, sus reacciones, emociones, para desarrollar la consciencia. Douglas E. Harding considera a Krishnamurti como de una espiritualidad psicológica. Capra, siempre agradecido, expresa sin embargo que Krisnhamurti hablaba y que nunca escuchaba, y además no decía cómo obtener esa libertad a la que se llega al liberarse de los pensamientos. Wilber expresa que este maestro no entendió la dinámica de su propia transformación y por eso estaba mal preparado para transformar a los demás, debido posiblemente a su despertar espontáneo.

Lo que es innegable es la gran influencia de Krishnamurti que, aunque sin discípulos que lo sigan, ha marcado caminos de personas que son hoy influyentes en el avance de la consciencia. Creo que es muy difícil enjuiciarlo. Como si cada maestro auténtico, como perteneciente a esa especie de sembradores de la verdad, escogiera una adecuada vía de enseñanza para él, y de aprendizaje para el discípulo que se le acerca.

Otros maestros que desde el siglo pasado han marcado la espiritualidad hindú como Ramakrishna, Vivekananda, Aurobindo, van día a día penentrando en el buscador occidental.

Ramakrishna dio el mensaje final del hinduismo al mundo, dice de él Au-robindo: «un fulgurante océano de consciencia, fuerza, dicha (sat-chit-ananda)». Añadió el camino del raja yoga. Murió en 1886, pero Vivekananda, su mensajero, lo explicó por el mundo hacia 1902.

Ramana Maharshi enseña que la auténctica naturaleza del hombre es la felicidad, la desdicha proviene de que la gente ignora su verdadero yo, los actos del hombre se vuelven de reflejo contra él. Para Ramana M. el yo mental no existe, pues no hay nada fuera del ser.

Aurobindo encierra el mensaje planetario jamás conocido hasta ahora, el mensaje de que el vértice de la existencia biológica es el mensajero evolutivo de la supramentalidad, el secreto de los antiguos rishis. Sri Aurobindo y Madre, de nuevo síntesis Oriente-Occidente, nos legaron todo un proceso de evolución física como evolución de la supraconsciencia en la Tierra, descubriendo la consciencia-fuerza, la consciencia-alegría, la consciencia planetaria-solar-cósmica, en el cuerpo. En los últimos tiempos y a través de Satprem nos ha llegado una minuciosa explicación de esa inmersion de la fuerza supramental en el cuerpo y de su proceso de transformación en esa ley de expansión de la vida que encuentra en la muerte uno de sus principales obstáculos. También a través de él nos ha llegado la vibración íntima de Madre, sus relatos de Agenda, el escalofrío de un ser impresionado e impresionante que holla un mundo apenas revelado, que salta como un anfibio desde lo mental a lo supramental llevando sus células consigo, yendo más abajo de la mente física, más abajo de la materia, en una aventura de la consciencia que transgrede la mentira de la enfermedad y de la muerte, arribando desde un mástil terrenal a una salvación que es física, que arrastrará morfogenéticamente al resto de la especie: el secreto de los antiguos rishis, lo que lleva consigo un crepúsculo y un nuevo ser que investiga la fuerza de las mutaciones celulares. Todas sus enseñanzas son el acercamiento cauteloso a esa potencia.

Con la divulgación de las vivencias de Gopi Krishna (India, 1903-1984) se produjo una avalancha de practicantes de Kundalini, en comunidades o en solitario. También desde una perspectiva científica en el centro que fundó en Nueva Delhi (India) –Institute for Kundalini Research–, se investiga todo el proceso. Gopi Krishna reaviva el yoga, el yugo-unión con el cosmos a través de la unión con la Tierra. Critica las torturas autoinfligidas para conseguir saciarse de experiencia espiritual porque ello está lejos del conocimiento de una naturaleza que no tiene principio ni fin.

Gopi Krishna meditaba todas las mañanas antes de la salida del sol. Se le puede imaginar en esa placidez y quietud que da la India, sentado en algún lugar silencioso en su modesta casa; sin embargo, después de una subida de Kundalini «accidental», de una fulgurante explosión de luz, todo cambió y además todo se trastocó. A partir de aquí Gopi soportó un proceso doloroso que le hizo incluso dudar de su cordura y que le acercó a la enfermedad y la muerte, hasta que después de varios años llegó a comprender la naturaleza de su propio despertar: iluminación. De haberle sucedido en Occidente, probablemente se habría consumido en el rincón de un psiquiátrico… pero sucedió en la India. Tal vez, como él expone, el proceso tuvo que ser así, recorriéndolo y redescubriéndolo por sí mismo, para comprenderlo en su totalidad sin la mediación de las guías, sin la ayuda de los aparentemente sabios del lugar. Desde el día en que la luz estalló en su cabeza, Gopi Krishna no ha parado hasta su muerte.

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9788472457843
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