Kitabı oku: «Psicología y psicoterapia transpersonal», sayfa 6

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Primero su arduo aprendizaje, después sus enseñanzas, fundando centros donde investigar, a fin de abrir a la humanidad a esa enorme fuerza de Kundalini: una energía activa en millones de seres inteligentes de todas las naciones, que crea incluso trastornos físicos y psíquicos, en gran parte debido a la ignorancia de las modernas terapias sobre este proceso. En fin, todo una vía de construcción por parte de la Naturaleza de un nuevo centro de consciencia de alta potencia en el cerebro. Es preciso que una corriente de energía psíquica potente suba desde la base de la espina dorsal hasta la cabeza para que la consciencia humana pueda trascender los límites ordinarios y el sistema cerebroespinal se someta a un cambio radical en un proceso biológico que conduce a cambios bioquímicos en la composición de la energía psíquica que alimenta el sistema nervioso y el cerebro, lo cual resulta en una transformación de la consciencia. Ésta sería la fase final del actual impulso evolutivo del hombre que guía a la humanidad, según Gopi Krishna. Sus experiencias conectan con las investigaciones sobre fisio-Kundalini del psiquiatra Lee Sannella. Todo esto no tiene nada que ver con el deseo incontrolado de poderes y dones psíquicos y milagrosos.

Dentro del legado de los indios americanos no quisiera olvidarme, por su impacto, de Alce Negro. El relato que hizo el maestro Alce Negro, hombre de conocimiento de la tribu de los oglala (sioux) a John Neihardt en 1931, representa una biblia chamánica que se regaló a la humanidad. Enseñanzas que posteriormente van a tener una enorme resonancia en las experiencias que Don Juan indujo en Carlos Castaneda, creándose una saga que despertará a millares de personas hacia el chamanismo y la búsqueda. En las enseñanzas de Alce Negro se pone de manifiesto el respeto vital por la tierra, por sus animales, sus plantas, sus ciclos, etc., en el mejor sentido que hoy se le pueda dar a la palabra “holista”, también en la esperanza de un reverdecer ante el holocausto indígena que se engendraba con la conquista y que tiene su escena patética en la matanza colectiva, en el hambre, y en el asesinato de Caballo Loco. Alce Negro le comunica a John su conexión con las fuerzas de la naturaleza, con los seres del trueno y de la lluvia, le relata su proceso de “locura terrorífica” durante su aprendizaje hacia el conocimiento, pero… «el mundo, compréndelo, es más feliz después del terror de la tormenta», sus canciones de energía y, lo que es más sorprendente, un proyecto futuro de reverdecimiento de un mundo real, al que Alce Negro tiene ya acceso y del que la existencia no es más que «un mortecino sueño remedado». Por eso tal vez Alce Negro habla de la ascensión del lucero del alba, hermosísimo y apacible: «lo ceñían nubes de cara de niño que me sonreían, las caras de los que no habían nacido aún». También de que diga que Wanekia (quien hace vivir) –el hijo del Gran Espíritu– «les narró que se aproximaba otro mundo, como una nube. Surgiría en un torbellino del oeste y destrozaría todo lo viejo y moribundo que hay en la Tierra».

Alce Negro viaja a Europa, conoce el origen de los wasichus (blancos), conoce Occidente y habla del hijo del Gran Espíritu que ya se presentó en época inmemorial a los wasichus, pero éstos le habían matado. En la visión de esa Tierra Nueva, Alce Negro la describe como un hermoso pais, límpido y verde en la luz viviente, además continúa con que «doce hombres me abordaron… veía a nuestro padre, el jefe bípedo… era un hombre erecto, con los brazos abiertos… le miré con atención y no pude descubrir a qué pueblo pertenecía, no era wasichu ni indio».

Vemos, pues, que no es la raza física lo que lo caracteriza.

Como despedida, Alce Negro lleva a sus discípulos a un monte sagrado –Harney Peak– para realizar su última oración; su fracaso fue su triunfo. Sus enseñanzas no podían estar reducidas a una tribu, su pueblo es toda la Tierra, en ella no caben wasichus ni indios, pues no caben separatividades. Neihardt, observando la oración del viejo guerrero en la montaña describe: «quienes escuchábamos advertimos que finas nubes se habían acumulado sobre nosotros. Empezó a caer lluvia menuda y fría, y resonó sordo, murmurante, un trueno sin relámpagos; mientras, Alce Negro ora: “En la angustia alzo mi voz ¡Oh seis poderes del mundo!… ¡haced que mi pueblo viva!” El anciano estuvo callado durante varios minutos, con la faz alzada, llorando bajo la llovizna… y poco después el firmamento se aclaró.»

Procedente del lejano Tibet, Chögyam Trungpa Rimpoché conecta con la visión del guerrero del corazón, senda que lleva a Shambhala. Trungpa, que huyó con la invasión china, es otro maestro de esa diáspora que nutrió a Occidente con las enseñanzas milenarias. Maestro de meditación, fundó el instituto Naropa en Boulder, Colorado, y fue presidente de la asociación Vajradatu, asociación budista que abarca más de cien centros en todo el mundo. Sus enseñanzas inciden en la vida cotidiana, concretándolas en el ajetreo occidental que él llega a conocer muy bien, y elevando la experiencia cotidiana al nivel de la sacralidad. Por ello son de gran valor. Reconoce que estas enseñanzas tienen una estrecha relación con los principios budistas, y su origen se remonta a las antiguas enseñanzas preindustriales del Tíbet, India, China, Japón y Corea.

Shambhala es lo que el mundo hoy necesita, algo de lo que ha sido privado, enseña Trungpa, algo que une los principios de lo sagrado, lo digno y lo guerrero para crear una sociedad iluminada. Como Alce Negro, las enseñanzas de Trungpa pertenecen a toda la humanidad. El mito de Shambhala nos quiere llevar hacia la bondad y la sabiduría naturales que el ser guarda en su interior, y su despertar es llegar al reino de Shambhala, a esa sociedad iluminada, reconociendo que este mundo que tenemos es básicamente bueno. Enseñanzas necesarias para salir de una manera colectiva de la confusión que reina en nuestros tiempos, enseñanzas cuya clave reside en no tener miedo de quienes somos, no tener miedo de nosotros mismos. Que la vida cotidiana sea buena y auténtica sin desesperar de nada ni de nadie, pregona este maestro cuya disciplina se basa en la meditación sentada. Una bondad fundamental que es incondicional o primordial y que conecta con ese orden natural que nos permite sobrevivir, que conecta con el bodhicitta, que significa corazón despierto. Trungpa explica con una gran claridad el proceso del guerrero, lo que es de una gran utilidad para los buscadores de hoy. Critica a una sociedad que se medica o se evade para ocultar el miedo, expresando así una cobardía que intenta vivir la vida como si no se conociera la muerte. Por eso luchamos contra un aburrimiento angustioso que nos acerca a nuestro miedo. Sin embargo, el guerrero se arma de intrepidez no exenta de tristeza y ternura y se encamina hacia la visión del Sol del Gran Este, consciente de que el mundo que le rodea de comidas envasadas y vacaciones organizadas, de la cerrazón oscura, pertenece a la oscuridad del sol poniente, donde no hay lugar para la vivencia plena y adecuada de la realidad.

El guerrero jamás descuida su disciplina, que es la expresión de la bondad fundamental, sin engaños, para soltarse en el descubrimiento de la energía fundamental: el caballo del viento. El guerrero no abandona y mantiene su lealtad hacia los seres sintientes que se hallan presos del sol poniente. Todos estos mensajes están dirigidos a una sociedad que ha abaratado el placer, disminuido el gozo y automatizado la felicidad, para que recupere la magia de la realidad con el espíritu práctico de la Tierra, en un mundo que tiene un orden, un poder y una riqueza que pueden enseñarnos el arte de dirigir nuestra vida con bondad hacia los otros y hacia nosotros mismos, respetando la presencia del espacio, del vacío libre de referencias bajo las dignidades de lo manso, lo vivaz, lo desmesurado y lo insondable.

Trungpa aboga por una introducción de las enseñanzas orientales con orden y concierto, teniendo en cuenta las diferencias culturales de los dos polos. Sobre las enseñanzas budistas del abhidharma opina que ya adelantaban lo que muchos psicólogos modernos acaban de descubrir. En ellas la creación del ego es un proceso neurótico basado en la ignorancia. Trungpa enlaza estas enseñanzas que entroncan con los conocimientos psicológicos occidentales. Así pues, comenta los skandas en relación con los bloqueos de todo tipo, de manera que resulta una joya indispensable para profundizar en los procesos psicológicos humanos de una manera clarificadora y sintetizadora, así como de una profundización en los procesos del despertar, cuando el miedo enseña de verdad sus amenazadoras garras por temor al vacío y a la falta de referencias, en ese delicado momento del proceso. Las enseñanzas se encaminan hacia un descanso del guerrero en sí mismo, sin temor a lo desconocido, a lo manifestado y sin las barreras de la esperanza. Así describe los cinco skandas: la forma, la sensación, la percepción, el intelecto, la consciencia. La verdadera comprensión, según Trungpa, reside en que ésta es en sí una apreciación directa y simple, siendo la demencia una distorsión de la consciencia (quinto skanda) que ocurre cuando se pierden todos los criterios en este nivel y cuando se distorsiona la medida interpersonal, lo cual tendría que ver con el egocentrismo. Pero la curación es posible partiendo de un nivel de relación de supervivencia.

Las enseñanzas del abhidharma explican que se ha de empezar por abajo, por el trabajo sucio. Por eso el proceso comienza por el dolor, lo cual es imprescindible para poder subir posteriormente. Incluso se pueden combinar los dos enfoques, el erudito y el del practicante, bajo los cuales está la responsabilidad y la capacidad de entender del practicante, entrando así en una enseñanza milenaria que, sin embargo, cada vez que se produce es como el buen pan recién salido del horno, haciendo frente a la multiplicidad de opciones que podemos tener por delante, pero sólo una de ellas está esperando en el medio del camino.

Taisen Deshimaru nos hizo vivir el zen japonés. Llegó a París a finales de 1967 y con ello aportó a Europa la práctica del zen –el zazen– ya que antes predominaba un conocimiento intelectual. De nuevo Oriente-Occidente. Su misión transmisiva se extendió por todos los países europeos y algunos americanos. Es un zen al que me gusta llamar marcial, es el de sentarse como un capitán frente a su ejército y no como un saco de patatas, con una atención en el vacío que no permite enredarse en el circo del fenómeno. Es decir, cuidar una postura cuya elegancia se extienda al cuerpo y al espíritu. El roshi Deshimaru fue superior del soto zen para toda Europa, un zen -en la línea soto– que se basa en la práctica, como hemos dicho, y que no utiliza el koan. También nos legó todo su camino de aprendizaje y peregrinación hasta llegar a su destino europeo, e incluso al parecer hasta dar charlas en la calle al principio, asisitir a reuniones y fiestas para dar a conocer su legado. Estando de visita en Japón en un intercambio cultural del gobierno francés Taisen la aprovechó para morirse. Atrás había dejado la semilla de la práctica.

En España, Dokushô Villalba fue discípulo y seguidor. El zazen es una práctica sencilla que cuida la postura y que se basa simplemente en la expiración e inspiración sentado sobre el zafu (cojín). Se expira lenta y poderosamente, mientras el pensamiento consciente se para y el inconsciente puede despertar, armonizando con todo lo que te rodea, con el universo entero; y al abandonarlo todo se crea la verdadera vida, nos dice Taisen. El valor del contacto con un maestro está en que puede transmitir directamente las enseñanzas e imprimirles el sello de esa transmisión. Éste es el gran valor del teisho (la enseñanza) con Taisen, que se centra en la práctica de la vigilia, del despertar que, anclado en lo concreto, apunta a una transfomación física y psíquica, como toda verdadera práctica. De este modo la enseñanza milenaria de la iluminación del Buda llega en su esencia hasta nuestros días.

Deshimaru también nos orienta en cuanto a las difundidas artes marciales (senderos de meditación) que hoy día, sacadas de su contexto sagrado, degeneran en la matonería de nuestros egos occidentales. A niveles ordinarios, hoy día el zen es respetado y practicado por numerosas personas, e incluso la palabra zen está revestida de un enigma atrayente. Por suerte numerosos grupos de personas en Occidente se juntan hoy para meditar escuchando la campana de la tarde que entona el canto del Inmediato Satori.

Otro maestro, Seon Sa Nim, nos trasmite el zen coreano. Seon Sa Nim, maestro reconocido por la tradición, es un hombre afable, accesible, cuya enseñanza se basa en la meditación con koans, otra de las formas de la tradición zen. Con el palo de mando Seon señala el centro (hara) como un punto que ha de ser “strongo” –strongo=fuerte– para llega a ser un Buda. Sus koans, como “tirando cenizas en el Buda”, atraviesan el Atlántico en los centros que este hombre ha ido montando por todo el mundo, desde que, de friegaplatos en los Estados Unidos, fuera expandiendo las enseñanzas milenarias. De nuevo Oriente-Occidente. Seon nos aconseja que no le demos importancia a nada de lo que pase por nuestra mente y que mantengamos, junto a la respiración y al koan, la atención en nuestra práctica. Entonces surge la postura correcta. Oyendo el sonido de la campana todo pensamiento es cortado, dice el canto de la campana de la tarde. Sus enseñanzas están basadas en ese handicap y en la paradoja que busca el chispazo de “la mente no sé”, utilizando los antiguos relatos zen, como el del Buda con zapatillas de paja –la historia de Ko Bong– también charlas sobre el dharma, sutras y preguntas y respuestas, etc. Compone poemas como: «Después de tanto sufrimiento en los castillos nirvánicos/ ¡qué alegría hundirse en este mundo!/ Gentes que llevan ropas de seda, / Budas vestidos de harapos, / un hombre de madera caminando en la tarde/…» Toda una enseñanza que apunta al giro de los 360 grados donde reside el Gran Yo y el pensamiento no apegado, y donde de nuevo forma es forma y vacío es vacío.

Su lema es llegar a la ilumiación para salvar a los hombres del sufrimiento.

No podíamos dejar de hablar de Bhagwan Shree Rajneesh, quien fue tal vez el maestro moderno que más ha removido Occidente. Es considerado por muchos como un provocador, que se rodeó de Rolls Royces, que gastaba, y de numerosos seguidores que se extienden literalmente todavía hoy por los cinco continentes. Las túnicas naranja entre los jóvenes occidentales se prodigaron durante un tiempo, viajando de ashram en ashram y siguiendo el dinamismo de la meditación. Bhagwan provocó incluso a las mismísimas autoridades de los EE.UU., quienes al final le expulsaron. Algunos opinan que murió de una forma lenta y extraña. De Poona surgió su núcleo al que llegaban de todas partes incluso los ejecutivos estresados de Wall Street, y a Poona regresó, donde hoy prosiguen sus enseñanzas que pretenden romper con todos los tabúes, lo que encoleriza a los puritanos. En sus ashrams se investigó muchísimo sobre las dinámicas grupales, técnicas caóticas removedoras, respiraciones, catarsis, danzas, juegos, etc., buscando la dimensión festiva basada en el gozo de momento a momento, a fin de romper los hábitos mecánicos condicionados. Todo ello contenido en lo que se llama la “meditación dinámica” que tiende al despertar de la fuerza de Kundalini y a hablar de corazón a corazón.

Se dice de Rajneesh que revolucionó los esquemas clásicos del pensamiento oriental. Lo que sí es cierto es que este maestro estaba al tanto de cómo se estaba desarrollando el proceso de la práctica en Occidente, y conoce y critica a los maestros imperantes. Critica a Maharishi Mahesh Yogui y a Krishnamurti como dos polos opuestos, en el sentido de que el primero te ofrece la escuela primaria y si te detienes ahí estarás perdido, y el segundo te hace entrar en la universidad sin pasar por la primaria. Rajneesh afirma que el zen es lo último, se encamina hacia la natural simplicidad, que es cuando Tilopa y su discípulo Naropa dicen que sólo entonces aparece Mahamudra, el final, el postrer orgasmo con la existencia, lo que representa el centro de la Gran Enseñanza Tántrica que se originó en el Tíbet milenario.

Muchas de sus enseñanzas relativas a las dinámicas grupales son de gran valor en psicoterapia.

Dhiravamsa es otro maestro que recorre Occidente desde que en 1971 colgara los hábitos en un monasterio de Tailandia. Este maestro, en una enseñanza muy cercana al zen, dentro de un concepto budista y de su profunda experiencia, presenta la meditación vipasana como renovación de la consciencia. En líneas generales la misión real del maestro es inspirar la búsqueda hacia la verdad, animar a la gente a seguirla, afrontando cualquier dificultad. Apela siempre a los consejos clásicos del Buda para que el practicante compruebe por sí mismo y no se fíe de las comprobaciones ajenas. El maestro, para Dhiravamsa, es la personificación de la vía. El maestro real despide amor y compasión a través de su ser y de sus actos de un modo natural sin ser alguien en especial. Algo que nunca debe de hacer un maestro espiritual es crear dependencia entre sus estudiantes, pues perpetúa la imagen del buscador en algo que está fuera de él. Pero además Dhiravamsa sorprende por su claridad en la exposición de los conceptos, lo que es de inestimable ayuda para la comprensión del occidental que necesita de ese aspecto intelectual por su formación cultural aunque no ha de estancarse en ese estadio.

En primer lugar hemos de agradecerle a este maestro el bajar a la investigación occidental, a sus luchas, nudos y divisiones, a la vida frenética; así pues, Dhiravamsa aparece como un maestro de carne y hueso, lo que es de agradecer. Dhiravamsa nos habla de los conceptos de animus o energía yang en las mujeres, y anima o energía ying en los hombres, los arquetipos junguianos; patrones dinámicos de energía colectivamente presentes, esos compañeros invisibles que pueden convertirse en partes conflictivas o completivas. Nos habla de un ego que ha de ser herido hasta que no pueda resistir el dolor a fin de liberarnos de eso que produce miedo y sufrimiento. Todo ello representa el proceso de crecimiento, ya que sin alcanzar estas profundidades no hay posibilidad de libertad total y sabiduría iluminada. El ego apegado o herido puede huir hasta llegar a la esquizofrenia catatónica, no habiendo calma para la autoobservación, y en donde también el ser intermedio, el intelecto o mente posesiva, busca codiciosamente una posición, dividiéndonos en segmentos separados sin lugar para la comunicación y el amor. Así que Dhiravamsa expresa tajante que la dirección está en nuestras manos. Establece que actuamos como percibimos en un momento dado, de acuerdo con nuestras ideas preconcebidas que están envueltas en nuestra memoria perceptiva, y es el ser consciente lo que nos permitirá ver tanto el exterior como el interior, la proyección reflejada y la realidad, el conflicto producido por la impermanencia, la insatisfacción y el vacío. También la ignorancia que se establece en la duda, la perplejidad y la confusión. La libertad total y verdadera no existe en el nivel de consciencia ordinaria; la libertad total es inconmensurable, absoluta, y ha nacido del espacio claro y vacío de la nada. Hemos de saber enfocar la crisis de consciencia que actúa como factor desequilibrador en los seres humanos, lejos de buscar una compensación o elusión tras lo que se paga un precio mayor que si se enfoca directamente, es decir, si ampliamos nuestro nivel de consciencia. Y si vemos la totalidad, el conflicto que tiene su origen en el dualismo desaparece. Así el conflicto de la mente condicionada, informatizada, desaparece. En la más pura tradición budista, Dhiravamsa nos habla de la codicia de los fantasmas hambrientos, de los infiernos, etc., lo que puede ayudar a comprender la naturaleza de ciertas vivencias. En esas perspectivas de acercamiento al nivel en que se mueve Occidente, Dhiravamsa nos habla de las metas de la psicoterapia occidental y de la tendencia de ésta a enraizar al individuo, a equilibrarlo, a solventar los conflictos familiares, la personalidad condicionada, etc. De este modo este maestro repasa las más importantes escuelas de psicoterapia occidentales con sus aciertos y errores hata llegar a la transpersonal, que ve como encuentro entre Oriente y Occidente, estableciendo una simbiosis coordinadora entre la meditación y la propia psicoterapia.

Para acabar este apartado, quisiera nombrar a otros maestros que, aunque menos conocidos en algunos casos, son influencias importantes en el curso de la búsquedad.

Harruchika Nogushi, en la tradición japonesa a través de sus discípulos, como Katsumi Mamine, nos ha legado un trabajo psico-corporal y energético de gran valor. Por una parte, el Katsugen como método para organizar las vivencias que se esconden en lo involuntario, teniendo en cuenta que la única alternativa para vivir sanos es tener consciencia de la propia fuerza interior y desplegarla. Hacia ello apuntan las enseñanzas del Katsugen Undo. El estudio de las tendencias habituales no conscientes en el hombre y su movimiento propició el descubrimiento del Taiheki, donde se hace un estudio exaustivo de las proporciones y de las tipologías corporales.

Sai Baba representa en la actualidad un mundo inexplicable.

El Dalai Lama, con su autoridad moral y los centros Nagaryuna contribuyen enormemente a la difusión organizada y responsable de las enseñanzas ti-betanas, tal vez la diáspora no sea más que una treta de nuestra naturaleza que busca esa interconexión planetaria que crea seres finalmente unidos por la Consciencia. Kalu Rimpoché, de los Kalyupas, dejó un inmenso legado.

Thich Nhat Hanh, representante del budismo comprometido, propuesto para el premio Nobel de la paz en 1967 por Martin Luther King, expande una vía respirable y caminante hacia la tierra pura partiendo de una felicidad que se experimenta hasta en los hechos más simples de nuestra vida cotidiana, manteniendo nuestra consciencia viva en unas enseñanzas budistas que se compromenten con esa vida cotidiana. La transformación interna en el individuo es ya el camino para la paz: una respiración y una sonrisa. Debemos caminar en paz para no estampar el dolor y la ansiedad sobre la faz de la tierra; al meditar caminando dejamos una estela de flores en nuestros pasos.

No podemos olvidar el legado tan estudiado de los mapas místicos de san Juan de la Cruz y santa Teresa, con su Noche oscura y su Cántico espiritual, sus Moradas y sus azarosas Vidas. Creo que su mensaje ha de ser rescatado para un mundo que no se resuma a erudición y literatura, ni tampoco a una religiosidad retórica y rutinaria, sino a la práctica reverdecedora y encarnadora de su mensaje. En el ámbito cristiano tampoco podemos olvidar al padre Lasalle, quien en un verdadero trabajo de síntesis Oriente-Occidente introdujo el zen en la práctica cristiana, lo que supone una renovación, tan necesaria para una iglesia que así pueda alejarse del representar, y por el contrario comienze a contactar con la humildad de las catacumbas. En España, Ana María Schlütter es una de las continuadoras de esa práctica de zen cristiano, no siempre comprendido por algunos que, encerrados en su anquilosamiento, se estremecen de espanto ante la actitud correcta.

Serge Raynaud de la Ferrière, alma de la Gran Fraternidad Universal, de origen francés, recorrió el aprendizaje de la India, de nuevo Occidente-Oriente, legándonos una sabiduría profunda y minuciosa del proceso yóguico.

Entre otros maestros reconocidos existe últimamente un grupo reducido de occidentales, relativamente jóvenes, que se colocarían entre las primeras promociones de personas que han pasado por las enseñanzas occidentales y que después lo hicieron por los maestros orientales, emergiendo de esta fusión. Entre ellos estarían Ram Dass (Richard Alpert), del que hablaremos en otras partes del libro, Da Love Ananda, Swamiji Maha, que trabaja en la encarnación de la consciencia. De origen coreano, Dae Poep Sa Nim desarrolla un budismo social muy acorde con nuestra sociedad, etc.

Da Love Ananda (antes Da Free John) se mueve en la paradoja radical. Critica el misticismo convencional que pertenece al ego, el cultivo de experiencias placenteras interiores que son componendas egoístas que nos apartan de Dios. Afirma que toda experiencia conspira para que la trasciendas y además exige que la cumplas. En estas necesidades bascula cada instante de la vida: «que uno deba liberase de un algo que no es necesario iniciar es totalmente absurdo. Entonces ¿por qué molestarse en iniciarlo?».

El proceso empieza en el nivel más bajo, miedo a perder el cuerpo, relación con la alimentación, sexualidad, que es lo que caracteriza a la persona corriente. Pero en la etapa de la iluminación comprendemos nuestra natural trascendencia de todo; entonces la gracia es el humor y la libertad si es que hay responsabilidad.

Da Love Ananda no está exento de duras críticas a su labor.

Apuntes. No han venido a jugar, el verdadero maestro ha venido con una función muy precisa que el occidental no puede confundir con el hacer deporte o asistir a una facultad. No, no es tomar café, el practicar; por ello cuando se alcanzan cotas de profundización y se rompen viejas estructuras, el practicante, o lo comprende y continúa su labor, o a veces se asusta y despotrica sobre las maldades de los maestros. Éstos son cada día más importantes por su influencia, y especialmente en las psicoterapias humanistas y transpersonales, que en ocasiones cuentan con su guía. La relación maestro-discípulo podría resumirse siguiendo a Claudio Naranjo, considerando que alguien que no ve con claridad busca la compañía de alguien que ve, en la esperanza de desarrollar su propia sabiduría. El maestro es alguien que está unos escalones por delante. El trono, en el buen maestro, no es más que un ritual generador de respeto, un antídoto contra la invalidación reactiva del otro. Naranjo, además, se pregunta por el sentido de la entrega: entregarse a un ser esclarecido que manifiesta poseer en profundidad la consciencia humana latente en todos nosotros puede ser entonces un paso hacia la liberación del yo que pretende entregarse a la divinidad interior. A buen entendedor pocas palabras bastan, y al mejor, ninguna. Y cita a Longchenpa: «y al mundo de los que debían ser instruidos vinieron maestros que los instruirán; en este orden, el maestro como estrato fundante de significado cobra forma concreta, el maestro que adiestra y el variado mundo como maestro». Por supuesto, el individuo que está al margen del camino espiritual hablará de superstición o de pensamiento mágico. Y Naranjo cita a Rumi: «¿habría oro falso si no hubiese oro verdadero?»

Por ello John White comenta cómo «aspirantes ingénuos se convirtieron en las víctimas de maestros sin escrúpulos, cuya conducta atrayente y mistificadora les sedujo de forma idealista y eficaz con la promesa de iniciarles en los misterios».

Personalmente y en mis experiencias con los maestros, la relación es tan fácil como la pregunta del niño que no sabe: ¿quién es el señor de estas tierras? Esa pregunta surge ante los planos que desconoces. A partir de ahí, si el camino te fuerza, desaparece el probador y entra el caminante, se abren puertas inimaginables para el verdadero cientifismo, el de la comprobación interior, el que definitivamente comprende para siempre el sentido de la vida y la muerte. Ya no se juega, el orden del firmamento se atisba con claridad y soporte. Parece mentira, tan presente y tan distante, ¡pero tan enfrente! Es entonces cuando surge la pregunta con asombro: ¿cómo es posible no verlo? La voluntad guía, y parece que uno no escoge, pero todo comienza a llegar y se abre una amplia perspectiva, la de cada cual. Se entra en el poder verse para poder ver con compasión, requisito imprescindible de quien ve para curar. El valor del maestro en las nuevas terapias humanistas y transpersonales es hoy incuestionable, porque ellos nos hablan del Ser, y su luz es sabiduría y a eso se le llama amor. Sin embargo, hay para el occidental una diferencia entre psicoterapia y espiritualidad, y sobre ello hablaremos. También sobre la relación con esa persona de enfrente que se sitúa en ese lugar de poder. No cabe duda de que hay maestros y maestros.

Frances Vaughan opina que el poder es un factor importantísimo en la relación maestro-discípulo. «Es uno de los obstáculos más difíciles para quienes alcanzan cierto grado de dominio en cualquier camino espiritual». Además avisa de que «aun los buscadores mejor intencionados pueden caer en manos de falsos maestros». Que la valoración del maestro puede tener en cuenta el que «nos encontremos en paz en su presencia». Adelantando un poco el apartado dedicado a los peligros de la psicología transpersonal, F. Vaughan opina que «en los casos de autoritarismo espiritual extremo, para recuperar la salud psicológica de los miembros del grupo es necesario retirar la confianza del poderoso líder y volver a depositarla en uno mismo». Incluso profundizando en lo terapeútico, F. Vaughan prosigue con firmeza: «lamentablemente pocos maestros espirituales están entrenados para manejar diestra y éticamente la transferencia… puesto que el problema surge cuando consideramos la espiritualidad como una alternativa al desarrollo psicológico, más que como su prolongación… la consciencia espiritual sólo contribuye a la totalidad cuando se basa en la salud psicológica.»

A todo esto debieran prestar atención quienes desde una posición alternativa, en la proliferación de profesores/as de yoga, de meditación, y un sin fin de nombres de técnicas corporales, ejerzan la posición de psicoterapeutas, sin una formación y un conocimiento del sutil y complejo proceso de una psicoterapia y su estrategia terapéutica de cara a abordar la emergencia de la estrategia inconsciente. La desconsideración de ello puede generar comportamientos peligrosos que distorsionen al cliente y ocasionen disturbios que se interpongan en momentos frágiles del proceso psicoterapéutico.

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