Kitabı oku: «Introducción al Nuevo Testamento», sayfa 8

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Cuadro 4.2
El reino de Dios en las enseñanzas de Jesús

Jesús enseña frecuentemente acerca del «reino de Dios». A veces parece que habla del reino presente de Dios en las vidas humanas; otras veces parece que habla de un reino futuro donde la gente vivirá por siempre con Dios en el cielo. A menudo, parece que sus referencias al «reino de Dios» conllevan ambos significados. El reino de Dios es un fenómeno que ni el tiempo ni el espacio pueden limitar; es tanto un reino presente como un reino futuro.

•»Busquen primeramente el reino de Dios y su justicia» (Mt. 6:33; cf. Lc. 12:31).

•»Si expulso a los demonios por medio del Espíritu de Dios, eso significa que el reino de Dios ha llegado a ustedes» (Mt. 12:28; cf. Lc. 11:20).

•»Se ha cumplido el tiempo —decía—. El reino de Dios está cerca. ¡Arrepiéntanse y crean las buenas nuevas!» (Mr. 1:15; cf. Mt. 4:17).

•»El reino de Dios se parece a quien esparce semilla en la tierra. Sin que este sepa cómo y sea que duerma o esté despierto, día y noche brota y crece la semilla» (Mr. 4:26-27).

•»Les aseguro que algunos de los aquí presentes no sufrirán la muerte sin antes haber visto el reino de Dios llegar con poder» (Mr. 9:1; cf. Mt. 16:28; Lc. 9:27).

•»Más te vale entrar tuerto en el reino de Dios que ser arrojado con los dos ojos al infierno» (Mr. 9:47).

•»Dejen que los niños vengan a mí, y no se lo impidan, porque el reino de Dios es de quienes son como ellos» (Mr. 10:14; cf. Mt. 19:14; Lc. 18:16).

•»El que no reciba el reino de Dios como un niño de ninguna manera entrará en él» (Mr. 10:15; cf. Mt. 18:3).

•»¡Qué difícil es para los ricos entrar en el reino de Dios!» (Mr. 10:23; cf. Mt. 19:23; Lc. 18:24).

•»No volveré a beber del fruto de la vid hasta aquel día en que beba el vino nuevo en el reino de Dios» (Mr. 14:25).

•»Dichosos ustedes los pobres, porque el reino de Dios les pertenece» (Lc. 6:20).

•»Allí habrá llanto y rechinar de dientes cuando vean en el reino de Dios a Abraham, Isaac, Jacob y a todos los profetas, mientras a ustedes los echan fuera» (Lc. 13:28).

•»La venida del reino de Dios no se puede someter a cálculos. No van a decir: “¡Mírenlo acá! ¡Mírenlo allá!” Dense cuenta de que el reino de Dios está entre ustedes» (Lc. 17:20-21).

•»Quien no nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios» (Juan 3:3).

Compare estas referencias de las cartas de Pablo:

•»Porque el reino de Dios no es cuestión de comidas o bebidas, sino de justicia, paz y alegría en el Espíritu Santo» (Ro. 14:17).

•»El reino de Dios no es cuestión de palabras, sino de poder» (1 Co. 4:20).

•»El cuerpo mortal no puede heredar el reino de Dios» (1 Co. 15:50).

El Nuevo Testamento también presenta a Jesús enseñando sobre sí mismo, es decir, acerca de su identidad como alguien que tiene una relación única con Dios, y que habla prolépticamente, es decir, de una manera que anticipa los asuntos de interés para los cristianos en la vida de la iglesia primitiva (véase, p. ej., Mt. 18:15-18). Frecuentemente, se refiere a sí mismo en tercera persona como «el Hijo del Hombre», y también quiere que se le identifique (por lo menos en privado) como el Mesías y como el Hijo de Dios. En general, parece que Jesús indica que la posibilidad y necesidad de vivir bajo el gobierno de Dios es una realidad nueva, que ahora está disponible debido a él: Jesús es el mediador por medio del cual las personas experimentan el poder y la presencia del gobierno de Dios.

parábola: historia o dicho figurado que transmite una verdad espiritual a través de la referencia a fenómenos rutinarios y terrenales.

El estilo o la conducta del ministerio de Jesús también merece atención. Concretamente, a él le gusta contar parábolas, aunque también usa proverbios, aforismos y otras formas memorables del lenguaje, asociadas con la tradición de la sabiduría judía. Además, se le describe realizando lo que podría llamarse «acciones proféticas» (exhibiciones públicas poco convencionales con el propósito de aclarar un asunto en particular). El Antiguo Testamento narra que Isaías anduvo desnudo por tres años para ilustrar la vergüenza que le llegaría a Israel cuando la nación fuera llevada al exilio (Is. 20:3), y que Jeremías llevó puesto un yugo (Jer. 27:1-7) y quebró un cántaro (Jer. 19:1-11). Los hechos proféticos que se le atribuyen a Jesús incluyen cenar con recaudadores de impuestos (Mr. 2:15-17), entrar a Jerusalén montado en un burro (Mr. 11:1-10) y voltear las mesas de los cambistas de dinero en el patio del templo (Mr. 11:15-17).

Figura 4.1. Niños en el mercado. Jesús se comparó a sí mismo y a Juan el Bautista con los niños que tocan música en un mercado. No importa qué clase de música toquen —cantos fúnebres o bailes festivos—, la mayoría de la gente no pone atención. De igual manera, Jesús y Juan tenían estilos de ministerio muy distintos, pero ambos fueron desestimados por muchos (véase Mt. 11:16-19; Lc. 7:31-35). (Lalo García)

Otro aspecto prominente del ministerio de Jesús en el Nuevo Testamento es su práctica regular de sanar a los enfermos. Él purifica a los leprosos; hace que el mudo hable, que el sordo oiga y que el ciego vea, permite que el cojo o paralítico camine. Frecuentemente, estas curaciones se llevan a cabo por actos de exorcismo. Las personas sufren de diversas aflicciones porque están poseídas por demonios, pero cuando Jesús obliga a los espíritus inmundos a irse, la gente se cura instantáneamente. Jesús dice que es capaz de hacer esto porque el reino de Dios ha llegado (Mt. 12:28); de esa manera, sus curaciones y exorcismos también se convierten en hechos proféticos, que ilustran su mensaje central en cuanto a la presencia y al poder del gobierno de Dios. En unos cuantos casos, hasta le devolvió la vida a la gente. También hace lo que a veces se llama «milagros de la naturaleza», y realiza cosas que comúnmente son imposibles para un ser humano: camina sobre el agua, multiplica una cantidad limitada de comida, transforma el agua en vino, controla el clima, marchita una higuera. En la medida en que estos milagros son hechos proféticos, sirven para ilustrar el poder de la fe en Dios (véase Mt. 14:28-31; Mr. 11:21-24); a veces, también parece que tienen significado simbólico, por ejemplo, el agua transformada en vino simboliza una transformación de la vida rutinaria a la vida abundante (véase Jn. 2:1-11).

exorcismo: la acción de expulsar un demonio de una persona o cosa.

demonio: espíritu malo (o «impuro»), capaz de poseer a las personas y de incapacitarlas con alguna clase de enfermedad o incapacidad.

De cualquier manera, el ministerio de Jesús lo pone en conflicto con los líderes religiosos de Israel. No están de acuerdo con él en muchos asuntos en cuanto a la interpretación de la ley (p. ej., las regulaciones del día de reposo, el criterio para el divorcio) y la práctica apropiada de la piedad (p. ej., el ayuno, el lavado ritual de las manos, el dar ofrenda, el uso de filacterias). Según el Nuevo Testamento, estos líderes están celosos de la popularidad de Jesús entre la gente, y están escandalizados, porque se relaciona en público con los pecadores; también están ofendidos por su afirmación de que habla con una autoridad divina que sobrepasa nuestro propio juicio. Pero para Jesús, ellos también son ofensivos: los considera insensatos pedantes, falsos e hipócritas y parangones pomposos de arrogancia, por lo que los denuncia en público, precisamente con esos términos.

La carrera del Jesús terrenal llega a un clímax cuando se le arresta en Jerusalén, en lo que el Nuevo Testamento presenta como cargos inventados. Él quiere preparar a sus discípulos para este trauma al exponer conocimiento previo de lo que ocurrirá, prediciendo exactamente lo va a pasar y llevando a cabo una comida final con sus seguidores, llena de últimas palabras y consejos para ellos, a fin de que los sigan en los días venideros. Su muerte se presenta en el Nuevo Testamento como resultado del mal colectivo: los oponentes judíos de alto rango lo quieren fuera del camino y manipulan a un gobernador (Poncio Pilato) que, como era de esperar, era injusto, para que ordene la tortura y ejecución de un hombre que él sabe que es inocente. Hasta los propios discípulos de Jesús contribuyen a su muerte vergonzosa, ya que uno de ellos lo traiciona, todos lo abandonan y el hombre que era su mano derecha (Pedro) niega saber quién es Jesús. Clavado en una cruz, Jesús sufre y muere; su cuerpo es colocado en una tumba donada por un compasivo miembro de la élite judía. Entonces, así como lo predijo, resucita de los muertos y se les aparece a varios de sus seguidores.

Figura 4.2. El Jesús universal. A lo largo de la historia, la gente de distintas culturas frecuentemente ha concebido a Jesús (y a veces a la Virgen María) desde el punto de vista apropiado a su contexto particular. No han tratado de representar a María y a Jesús como «realmente eran» en la Palestina del siglo I, sino como pueden parecerles a los devotos a través de los ojos de la fe. Cp. fig. 4.3. (izquierda, Rose Walton; derecha, Bridgeman Images)

El Jesús terrenal como lo entienden los autores individuales del Nuevo Testamento

El esbozo anterior del Jesús terrenal se parece a lo que frecuentemente se enseña y se cree de Jesús en las iglesias cristianas y en las clases de escuela dominical. Sin embargo, el estudio académico del Nuevo Testamento le da un enfoque un poco distinto al tema: la meta principal de semejante estudio no es entender lo que los cristianos creen de Jesús, sino entender los escritos del Nuevo Testamento en sí. Este no es un tema totalmente distinto; obviamente hay mucho traslapo entre «los escritos del Nuevo Testamento» y «lo que los cristianos creen de Jesús», ya que las creencias cristianas se basan en esos escritos. Aun así, los temas no son exactamente los mismos, y vamos a ver algunas de las formas más importantes en las que típicamente difieren.

Las creencias cristianas acerca de Jesús generalmente buscan abarcar todo lo que el Nuevo Testamento enseña en cuanto a él, todo lo que se afirma en los distintos libros combinados. Sin embargo, para entender cualquier escrito particular del Nuevo Testamento, es necesario enfocarse en lo que un libro o autor dice, al margen de la consideración de lo que se dice en otros libros. De esa manera, en los estudios del Nuevo Testamento es usual hablar del «Jesús de Mateo» o del «Jesús mateano», del «Jesús de Juan» o del «Jesús juanino», del «Jesús de Pablo» o del «Jesús paulino», y así sucesivamente. Eso puede ser un poco confuso o impresionante para un estudiante principiante, por lo que unos cuantos ejemplos ilustrarán el asunto.

En el Evangelio de Mateo, Jesús no pide información de sus discípulos ni de otra gente. En el Evangelio de Marcos, Jesús les hace preguntas a sus discípulos como: «¿Cuántas hogazas tienen ustedes?» (6:38) y «¿Qué están discutiendo con ellos?» (9:16). Las historias en las que aparecen estas preguntas se encuentran también en el Evangelio de Mateo, pero en Mateo las historias se cuentan de una manera que no se hacen preguntas (véase 14:16-18; 17:14-16). Hay varios ejemplos más de esto. ¿Qué debemos hacer con semejante fenómeno? Definitivamente, Jesús sí le pidió información a la gente, el Nuevo Testamento aclara eso. Pero el Jesús de Mateo no le pide información a la gente. Reconocer este hecho quizá no nos ayude a saber algo de Jesús (una meta de la teología y fe cristiana), pero sí nos ayuda a entender el Evangelio de Mateo (una meta del estudio del Nuevo Testamento). Para obtener una comprensión firme del Evangelio de Mateo debemos preguntar: «¿Por qué este libro no presenta a Jesús pidiendo información? ¿Es simplemente una coincidencia que no lo haga? ¿O el autor está tratando de demostrar algo?».

Tomemos otro ejemplo. En el Evangelio de Juan, Jesús no realiza ningún exorcismo y no cuenta ninguna parábola. Por los demás Evangelios, sabemos que Jesús sí hizo exorcismos y contó parábolas. Por lo que el Jesús de los Evangelios sinópticos hace esas cosas, pero el Jesús juanino no. De nuevo, saber esto probablemente no enriquezca nuestra comprensión de la vida y misión del Jesús terrenal, pero puede contribuir significativamente a nuestra comprensión de un libro en particular del Nuevo Testamento: los eruditos que estudian el Evangelio de Juan quieren saber por qué este libro no incluye exorcismos ni parábolas.

Los estudiantes del Nuevo Testamento tienen que acostumbrarse a escuchar declaraciones como las siguientes:

•El Jesús mateano insiste en que todos los mandamientos de la ley permanecerán válidos hasta el fin de los tiempos (Mt. 5:18).

•El Jesús marcano es incapaz de hacer milagros para los que carecen de fe (Mr. 6:5; cf. Mt. 13:58).

•El Jesús lucano promete que Dios dará el Espíritu Santo a quienes lo pidan (Lc. 11:13; cf. Mt. 7:11).

•El Jesús juanino frecuentemente usa metáforas para describirse a sí mismo (Juan 6:35; 8:12; 10:7, 11; 11:25; 14:6; 15:1).

Para algunos estudiantes, particularmente los que están más empapados en la fe y tradición cristiana, son más preocupantes las declaraciones que parece que indican que un libro contradice las creencias o valores del cristianismo. Por ejemplo, los eruditos del Nuevo Testamento dirán: «El Jesús marcano no nació de una virgen». Para los principiantes, eso podría sonar como una negación de la doctrina cristiana del nacimiento virginal, pero los eruditos simplemente declaran un hecho: no hay referencias del nacimiento virginal de Jesús en el Evangelio de Marcos. El autor del Evangelio de Marcos no sabía la historia del nacimiento virginal, o deliberadamente decidió omitirla. De cualquier manera, si queremos entender lo que el autor del Evangelio de Marcos quería comunicar a través del libro que escribió, debemos enfocarnos o interpretar ese libro como fue escrito, en lugar de suplementarlo con información de otras fuentes. A un nivel introductorio, la meta de los estudios del Nuevo Testamento siempre es entender cada libro de acuerdo a sus propios términos; la integración posterior de temas e ideas de todos los escritos del Nuevo Testamento generalmente se asocia con un campo avanzado de estudio llamado «Teología del Nuevo Testamento».

Figura 4.3. ¿El Jesús histórico? Esta «cabeza de Cristo reconstruida» fue producida por Richard Neave, un científico forense y artista médico en la Universidad de Manchester. El doctor Neave trabajó con tres cráneos de hombres galileos semitas del siglo I e. c. para componer un facsímil razonable de cómo era realmente Jesús. Además, Neave sugiere que Jesús habría medido alrededor de 1.6 m y habría pesado alrededor de 50 kilos. Probablemente, tendría barba porque era común entre los maestros, y habría tenido cabello rizado, más o menos hasta la nuca, porque en los hombres el cabello largo hasta los hombros se consideraba deshonroso (1 Co. 11:14). (Foto de la Biblioteca de la BBC)

El Jesús terrenal como lo entienden los historiadores modernos

Los historiadores también están interesados en estudiar al Jesús terrenal que se presenta en el Nuevo Testamento, y usan los escritos del Nuevo Testamento de la misma manera en que usan otros escritos de la antigüedad. Consideran estos escritos como fuentes principales para analizar, con el fin de extraer información pertinente para una reconstrucción creíble de quién fue Jesús y qué ocurrió en el mundo debido a él. Al usar el Nuevo Testamento con este propósito, debemos observar que los historiadores no lo usan de la misma manera que los teólogos cuando buscan explicar lo que los cristianos deben creer acerca de Jesús ni lo usan de la misma manera que los eruditos, cuya meta es entender los mensajes de los libros individuales. El objeto de la búsqueda del historiador no es «el Jesús del Nuevo Testamento», que es importante para le fe cristiana ni es el «Jesús mateano», ni «el Jesús juanino», ni ninguna otra figura semejante que frecuentemente es el foco del estudio del Nuevo Testamento. Ellos buscan al «Jesús histórico», es decir, la persona que surge de un análisis de fuentes de acuerdo a principios de la ciencia histórica generalmente aceptados. En este sentido, el estudio histórico de Jesús es un campo decididamente distinto a los estudios del Nuevo Testamento: es un campo que usa el Nuevo Testamento para entender la historia y no un campo que ve la interpretación del Nuevo Testamento como un fin en sí mismo. Aun así, el traslapo de intereses entre estos dos campos es considerable, a tal punto que algunas discusiones de lo que se llama «estudios del Jesús histórico» pueden ser apropiadas.

Lo primero que hay que decir es que el «Jesús histórico» no debe equipararse con Jesús, el hombre real que vivió en Galilea. Los historiadores reconocen que Jesús, la persona real, dijo e hizo muchas cosas que son desconocidas para nosotros. También aceptan que él pudo haber dicho y hecho cosas que se narran en el Nuevo Testamento, que no se pueden considerar como históricas, simplemente porque no hay prueba suficiente que verifique o confirme lo que se narra allí. La ciencia histórica es escéptica por naturaleza. Por ejemplo, los historiadores generalmente no están dispuestos a aceptar aseveraciones de que la gente hacía milagros u otras proezas sobrenaturales que desafían las leyes conocidas de la ciencia. No niegan necesariamente que esas cosas hayan ocurrido, pero generalmente sostienen que esas afirmaciones no se pueden confirmar de maneras que les permitan ser consideradas como hechos históricos. No son asuntos que se puedan verificar basándose en lo que cuenta como prueba histórica.

Cuadro 4.3
La biografía de Jesús por un historiador: Un extracto

Aún es un desconocido cuando llega a una aldehuela de la Baja Galilea. En él se clavan las miradas frías y duras de los campesinos, que llevan viviendo en el nivel mínimo de subsistencia el tiempo suficiente para saber con toda exactitud por dónde pasa la línea divisoria entre la pobreza y la miseria. Tiene todo el aspecto de un mendigo, aunque a su mirada le falta el encogimiento propio del pedigüeño, en su voz no se oye el típico soniquete quejumbroso y anda sin arrastrar los pies. Habla acerca de la ley de Dios, y los que lo escuchan lo hacen más que otra cosa por curiosidad. Ya saben ellos todo lo que hay que saber acerca de la ley y el poder, del reino y del imperio; en una palabra, saben perfectamente lo que son los impuestos y las deudas, la desnutrición y la enfermedad, lo que es ser un campesino oprimido o estar poseído por el demonio. Lo que a ellos les gustaría saber es qué puede hacer ese reino de Dios por el hijo que está cojo, por el padre ciego, por un alma demente gritando su torturado aislamiento entre las tumbas que marcan los límites del poblado. Jesús pasea con ellos entre los sepulcros y, en el silencio que se produce al concluir sus exorcismos, los aldeanos escuchan una vez más su voz, aunque ahora la curiosidad cede paso a la ansiedad, al temor, al embarazo. Es invitado, como exige el protocolo, a casa del principal personaje de la aldea, pero él prefiere quedarse en la de la mujer desposeída. No está bien, desde luego, pero no sería prudente criticar a un exorcista ni censurar a un mago.

John Dominic Crossan, Jesús: Vida de un campesino judío (Barcelona: Crítica, 1994), 9.

Los historiadores también son cautelosos en cuanto a aceptar reportes no corroborados de autores que narran cosas que ellos habrían querido que fueran ciertas o que habrían ayudado a promover su causa en particular. De esa manera, desde la perspectiva del historiador, los documentos del Nuevo Testamento deben clasificarse como «propaganda religiosa»; fueron escritos con el propósito expreso de promover la fe cristiana y de persuadir a la gente a creer ciertas cosas acerca de Jesús. Por ejemplo, los Evangelios de Mateo y Lucas informan que Jesús (que generalmente se decía que era de Nazaret) en realidad había nacido en Belén. Pero esto es algo que los cristianos habrían querido que la gente creyera de Jesús; un nacimiento en Belén habría ayudado a fomentar sus credenciales como el Mesías judío, quien se esperaba que naciera allí (véase Mt. 2:4-6; cf. Mi. 5:2). Por consiguiente, los historiadores son cautelosos en cuanto a aceptar semejante relato como un hecho histórico.

Ese uso escéptico del Nuevo Testamento no tiene nada que ver con la apreciación teológica que concuerda con los escritos de la gente que cree que son Escrituras inspiradas. Aun así, los estudiantes no deben asumir que los «eruditos del Jesús histórico» necesariamente son irreligiosos. Muchos pueden ser cristianos devotos que simplemente están comprometidos con la honestidad en cuanto a la práctica de su disciplina (la ciencia histórica); se dan cuenta de que, aunque crean personalmente en Jesús (en un sentido espiritual, teológico o religioso), no deben falsear la prueba, ni tratar los materiales históricos en cuanto a él de manera distinta a como lo harían si estuvieran estudiando a cualquier otra persona del mundo antiguo.

Mapa 4.1. Galilea en la época de Jesús

A los estudiantes frecuentemente les parece complicado pensar en las afirmaciones bíblicas de esa manera. Puede parecer sacrílego admitir que algunas cosas que ellos creen de Jesús, cosas que se presentan claramente en el Nuevo Testamento, no superan la prueba de la ciencia histórica. Pero puede haber un sentido en el que ya sabemos que ese es el caso. En los Estados Unidos, se pueden enseñar ciertas cosas acerca de Jesús en las escuelas públicas: un maestro de historia puede decirles a los estudiantes que Jesús fue judío, que enseñó la Regla de oro, que llamó a sus discípulos, que fue crucificado, eso se considera como «hechos históricos» de Jesús, que se pueden presentar sin ninguna sospecha de que el maestro esté promoviendo la religión cristiana. Aun así, la mayoría de la gente en Estados Unidos se da cuenta de que sería inapropiado que un maestro de la escuela pública les dijera a los estudiantes que Jesús nació de una virgen, que era el Mesías, o que murió por los pecados de la gente. Un maestro que dijera esas cosas, probablemente, se metería en problemas por enseñar creencias religiosas en lugar de presentar simplemente información histórica. Por supuesto, las categorías de los «hechos históricos» y las «afirmaciones religiosas» se ponen confusas, pero la mayoría de nosotros probablemente tiene cierto grado de conciencia de que ciertas cosas acerca de Jesús son verificables dejando a un lado la fe, en tanto que otras no. La búsqueda del «Jesús histórico» básicamente es una búsqueda por el «Jesús verificable históricamente».

Regla de oro: nombre tradicional que se le dio a las palabras de Jesús en Mateo 7:12: «Así que en todo traten ustedes a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes».

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