Kitabı oku: «Camino al Armagedón», sayfa 4
Poniéndolo todo junto
Cada uno de los pasajes que hemos considerado en Apocalipsis, Ezequiel e Isaías mejora nuestro entendimiento; y al juntarlos todos, obtenemos un cuadro mucho más completo de lo que sucedió en el cielo. Resumiré la contribución de cada fuente.
Apocalipsis
Lucifer se llevó hasta un tercio de los ángeles a su lado.
Un conflicto serio estalló entre los ángeles de Lucifer y los ángeles que eran leales a Dios.
Finalmente llegó un enfrentamiento y estalló la guerra entre las dos partes. La guerra es el esfuerzo de usar la fuerza para alcanzar los objetivos. Sin embargo, Apocalipsis no nos dice cómo se ejerció esa fuerza ni la naturaleza de las armas que se usaron.
Satanás (Lucifer) era el líder -el general- de la rebelión, y Miguel (Cristo) era el líder general de las fuerzas leales a Dios.
Miguel y su ejército ganaron la guerra, y Satanás y sus ángeles fueron expulsados del cielo a la Tierra.
Ezequiel
Lucifer fue un ángel creado, no un ser divino.
Era un ángel muy bello, ya que estaba adornado con muchas joyas preciosas engastadas en oro.
Él fue creado como un ser perfecto e intachable.
Estuvo en el Santo Monte, en la misma presencia de Dios como un querubín guardián.
Se enorgulleció de su belleza.
Dios lo expulsó del cielo a la Tierra.
Isaías
Lucifer fue asignado a una posición particular, pero aspiraba una posición más alta.
Quería gobernar sobre el resto de los ángeles (estrellas) en el cielo.
Él quería ser como Dios.
Dios lo arrojó al abismo.
Hay un hilo común que atraviesa cada uno de estos pasajes. Todos dicen que Lucifer comenzó la vida en el cielo y que Dios lo echó fuera. Y al combinar la evidencia de estas tres fuentes, llegamos a un entendimiento mucho más completo de lo que realmente sucedió en el cielo. Lucifer trató de tomar la posición de Dios en el cielo. Quería gobernar sobre los ángeles. Como señalé en el capítulo anterior, consiguió que un gran número de ángeles se unieran a su lado. Sin embargo, no los obligó a unirse a él; los convenció para que se unieran a él. El hecho de que hasta un tercio de los ángeles se le unieran le dio una razón para creer que tendría éxito en su ambición de hacerse cargo de la posición de Cristo. No es de extrañar que las tres fuentes estén de acuerdo en el destino de Lucifer y sus ángeles: Apocalipsis dice que fueron arrojados del cielo a la tierra; Ezequiel dice que Dios arrojó al querubín protector “del monte de Dios”, “de entre las piedras de fuego”; e Isaías dice que Lucifer fue “arrojado al sepulcro, a las profundidades del abismo”.
Sacaré una conclusión final de estos tres pasajes. Hoy entendemos lo que Isaías casi con certeza no entendió: que la Deidad consiste en tres Personas, no solo una. Así que, aquí hay una pregunta para reflexionar: Lucifer ¿aspiraba a hacerse cargo de la posición de los tres miembros de la Deidad o solo de uno de ellos? Y si fuera solo de uno, ¿de quién era? Propongo que Lucifer codició solo la posición de Cristo, no la del Padre o el Espíritu Santo. Explicaré por qué.
Creo que hay una razón por la cual a Miguel, es decir, a Jesús, el segundo miembro de la Trinidad, se le da el título de Arcángel. No puedo probar esto con la Biblia, pero creo que es correcto. Cuando la Deidad decidió crear seres inteligentes como ángeles y humanos, reconoció que habría una gran diferencia entre la inteligencia y el poder de los seres que crearían y la propia inteligencia y el poder de ellos. Esta diferencia sería tan grande que resultaría imposible para estos seres creados comprender a la Deidad. Así que, acordaron que uno de los miembros de la Deidad asumiera la forma de un ángel y, al menos, apareciera como uno de ellos. Esto haría posible que los seres creados vieran el carácter de la Deidad materializado entre ellos.25 Y el segundo miembro de la Deidad es el que tomó esta posición. Asumió el papel de un ángel.26 Sin embargo, Lucifer, con su belleza y la posición elevada que Dios le había dado, no podía distinguir entre él y Cristo; él pudo haber estado más adornado que Cristo. No obstante, Cristo tenía mayor autoridad sobre los ángeles que Lucifer; entonces Cristo asistió a las reuniones del concilio con la Deidad, de las cuales Lucifer fue excluido. Todo esto despertó los celos de Lucifer y desafió la posición de Cristo como miembro de la Trinidad. Él desafió la posición de Cristo como Dios.
Por lo tanto, cuando Isaías dice que Lucifer quería “hacerse [a sí mismo] como el Altísimo”, propongo que el papel de Cristo en la Deidad era a lo que aspiraba, no el del Padre o el Espíritu Santo. Por eso, cuando estalló la guerra en el cielo, fue Miguel, Cristo, contra quien Lucifer y sus ángeles lucharon. Esta conclusión será mucho más evidente en el próximo capítulo.
13 Para leer las creencias fundamentales basadas en la Biblia, ver las doctrinas en la web de la Iglesia Adventista (disponible en https://www.adventistas.org/es/institucional/creencias/).
14 Patriarcas y profetas, p. 342.
15 Francis D. Nichol, ed., The Seventh-day Adventist Bible Commentary (Washington, DC: Review & Herald, 1955), t. 4, p. 675.
16 Ezequiel no usó el nombre Lucifer. Ese nombre viene de Isaías, que examinaremos en un momento.
17 Ibíd.
18 La palabra Shekinah no aparece en la Biblia. La obtenemos de los escritos judíos después de la destrucción del Templo en el año 70 d.C. Elena de White usó esa palabra en la página 360 de Patriarcas y profetas, y tomó un párrafo para describirla.
19 Acerca del “santo monte de Dios”, el Comentario bíblico adventista, t. 4, página 676 dice: “Monte Santo. Aquí se representa el lugar de gobierno de Dios, el cielo mismo, representado figurativamente como un monte”.
20 Ibíd., p. 170.
21 Ibíd.
22 Ver, p. ej., las versiones inglesas KJV, NKJV, NASB, RSV; y las versiones españolas LBLA, DHH, NVI, RVR, etc.
23 Ver, p. ej., Daniel 8:10 y 12:3 donde las estrellas representan al pueblo de Dios, y Apocalipsis 1:20 y 12:4 donde las estrellas representan a los ángeles.
24 Ibíd., p. 171.
25 Esta es una de las razones por las cuales Jesús vino a nuestro mundo como ser humano; para vivir el carácter de Dios entre nosotros. Por eso, cuando Felipe le pidió a Jesús “muéstranos el Padre”, Jesús le respondió: “¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14:8, 9).
26 No sabemos si Miguel se convirtió en un ángel además de ser divino, o si solo apareció como ángel sin serlo. Sin embargo, cualquier forma sería teológicamente aceptable, dado el hecho de que Jesús fue completamente humano y completamente divino mientras estuvo en la Tierra.
Capítulo 4
Cómo comenzó el reino de las tinieblas – Parte 2
A veces me pregunto cómo será el cielo. La Biblia nos da algunas vislumbres de la nueva tierra: no habrá dolor, sufrimiento o muerte (Apoc. 21:4); construiremos casas y plantaremos viñas (Isa. 65:21); y no habrá animales salvajes con los que tengamos que luchar (vers. 25). También sabemos que habrá un árbol de la vida y que disfrutaremos comiendo sus frutos al menos una vez al mes. ¡Apocalipsis incluso sugiere que nos comeremos las hojas! (Apoc. 22:2). Pero casi no tenemos información sobre el lugar donde pasaremos el Milenio. Sabemos que es el hogar de Dios (la Trinidad) y de los ángeles, y sabemos que está libre de pecado y maldad. Sin embargo, uno de los grandes rompecabezas de la teología cristiana es cómo y por qué el mal se originó en el cielo.
En el capítulo 1 señalé que Dios dio a los ángeles y a los seres humanos inteligencia: la habilidad de razonar, reflexionar, debatir y hacer preguntas, incluyendo la habilidad de interrogarlo. También nos dio otra cualidad: las emociones, que hacen posible que experimentemos sentimientos como la alegría y la tristeza, el amor y la ira, la paz y el miedo. Además, nuestras emociones y nuestra inteligencia interactúan. Lo que sabemos puede influir en cómo nos sentimos, y lo que sentimos puede influir en lo que pensamos y creemos. Por ejemplo, si me informan que conseguí un trabajo que solicité (un hecho intelectual), me sentiré feliz (una respuesta emocional).
Cómo se originó el mal
He aquí un concepto crítico para entender el origen del mal: nuestras mentes; nuestros poderes intelectuales, se supone que están a cargo de nuestros sentimientos. Pero es posible que nuestros sentimientos anulen lo que nuestro intelecto nos dice que es cierto. Por lo tanto, si alguien más consigue el trabajo para el cual me entrevisté, mis sentimientos de desilusión pueden hacerme creer que el posible empleador tiene algo personal contra mí; pero si reflexionara por un momento, me daría cuenta de que esta conclusión carece de fundamento. Mis sentimientos están por encima de mi intelecto.
También recordarás que en el capítulo 1 compartí cuatro características del Reino de la Luz: amor, ley, autoridad y libertad. El pecado surgió a través de la distorsión de Lucifer de cada una de estas características. Centrémonos en la libertad por un momento.
La libertad genuina significa que podemos hacer preguntas, incluyendo preguntas acerca de Dios y sus decisiones y acciones, sin ningún temor a represalias. Y Lucifer hizo preguntas sobre el segundo miembro de la Deidad. Elena de White nos dijo exactamente cuál fue esa pregunta: “¿Por qué –se preguntaba el poderoso ángel– debe Cristo tener la supremacía? ¿Por qué se le honra más que a mí?”27 Ten en cuenta que esta es una pregunta perfectamente razonable: “Dios, ¿hay alguna razón por la cual Miguel tenga autoridad sobre mí? ¿Puedes explicar por qué él puede asistir a tus concilios divinos y yo no?” La respuesta fue muy simple: Cristo (Miguel) tenía supremacía sobre Lucifer y fue honrado sobre Lucifer porque Cristo era un miembro de la Deidad, mientras que Lucifer era un ser creado. La Biblia deja muy en claro que Cristo es un Ser divino: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios” (Juan 1:1). Elena de White dijo que “Cristo el Verbo, el Unigénito de Dios, era uno con el Padre Eterno –uno en naturaleza, carácter y propósito–, el único ser en todo el universo que podía entrar en todos los consejos y propósitos de Dios”.28
El problema no era la pregunta de Lucifer. El problema radicaba en la motivación que lo llevó a preguntar. Fue el orgullo lo que motivó la pregunta de Lucifer. Ezequiel lo dijo claramente: “Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor” (Eze. 28:17).
Lucifer preguntó por qué Cristo tenía una posición superior a la suya ya que estaba celoso de Cristo y codiciaba la posición más elevada de autoridad sobre los ángeles. Como Isaías lo dijo, Lucifer quería ser “semejante al Altísimo” (Isa. 14:14). Elena de White dijo que, “codiciando la gloria con que el Padre infinito había investido a su Hijo, este príncipe de los ángeles aspiraba al poder que solo pertenecía a Cristo”.29 Ella también dijo que Satanás y los otros ángeles “se rebelaron contra la autoridad del Hijo”, y “Satanás sintió celos de Jesús”.30
Anteriormente señalé que Dios tiene la intención de que nuestro intelecto y nuestra razón controlen nuestras emociones. Pero según Ezequiel, Lucifer dio marcha atrás a esos dos. El orgullo por su belleza (emoción) le hizo corromper su sabiduría (intelecto).
Pablo dio consejo sobre este tema a los cristianos en Roma. Dijo: “Por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura” (Rom. 12:3). Imaginar que eres importante puede sentirse realmente bien. Sin embargo, ese es un pensamiento emocional, que es exactamente lo que Lucifer se permitió tener. Pablo aconseja: “Que piense de sí con cordura”. En otras palabras, ¡usa la cabeza! Deja que tu intelecto esté a cargo de tu autoestima. No permitas que tus emociones anulen su buen juicio. Ese es un consejo muy sabio para cada uno de nosotros hoy.
Desafortunadamente, Lucifer no se contentaba con reflexionar sobre sus sentimientos en su propia mente. “Salió a difundir el espíritu de descontento entre los ángeles”.31 El desafío de Lucifer a la autoridad de Cristo “despertó un sentimiento de aprensión cuando fue observada por quienes [ángeles] consideraban que la gloria de Dios debía ser suprema. Reunidos en concilio celestial, los ángeles debatieron con Lucifer. El Hijo de Dios [Miguel] presentó ante él la grandeza, la bondad y la justicia del Creador, y la naturaleza sagrada e inmutable de su ley”.32 Sin embargo, Lucifer rechazó el consejo.
“Pero la amonestación, hecha con misericordia y amor infinitos, solo despertó un espíritu de resistencia. Lucifer permitió que su envidia hacia Cristo prevaleciese, y se volvió más obstinado. El propósito de este príncipe de los ángeles llegó a ser disputar la supremacía del Hijo de Dios, y así poner en tela de juicio la sabiduría y el amor del Creador”.33
En el capítulo 2 señalé la evidencia bíblica de que Miguel es Cristo, y en el capítulo 3 obtuve la conclusión tentativa de que en su ambición de ser “semejante al Altísimo” (Isa. 14:14), Lucifer aspiraba tener la posición de Cristo, no la de Dios Padre. Elena de White confirmó esto cuando escribió que Lucifer permitió que sus celos por Cristo prevalecieran, volviéndose más firme en su decisión de disputar la supremacía de Cristo,34 y ella repitió el hecho muchas veces en varios de sus relatos sobre el origen del mal.35 Además, Lucifer no solo desafió la posición de Cristo mismo, trató además de conseguir que tantos ángeles como fuera posible se pusieran de su lado.
Dios interviene
El celoso desafío de Lucifer a la posición y la autoridad de Cristo finalmente se desarrolló hasta el punto de que Dios el Padre intervino para aclarar quién es Cristo realmente. “El Rey del universo convocó a las huestes celestiales a comparecer ante él, con el fin de que en su presencia él pudiese manifestar cuál era la verdadera posición de su Hijo y mostrar cuál era la relación que él mantenía con todos los seres creados [...]. Alrededor del trono se congregaron los santos ángeles, una vasta e innumerable muchedumbre”.36
No tenemos idea de cómo es el salón del Trono de Dios, pero debe ser enorme, porque Daniel vio “millares de millares” y “millones de millones” reunidos ante el Trono de Dios (Dan. 7:10; ver también Apoc. 5:11). “Ante los habitantes del cielo reunidos, el Rey declaró que ninguno, excepto Cristo, el Unigénito de Dios, podía penetrar plenamente en sus designios, y que a este le estaba encomendada la ejecución de los grandes propósitos de su voluntad. El Hijo de Dios había forjado la voluntad del Padre en la creación de todas las huestes del cielo, y a él, así como a Dios, debían ellas tributar homenaje y lealtad”.37
Imagina que tú eres Lucifer escuchando estas palabras mientras estás de pie entre esa enorme reunión de ángeles. Has desafiado la posición de Cristo y has reclamado igualdad con él. ¿Cómo te sentirías? ¿Qué estaría pasando por tu mente? “Los ángeles reconocieron gozosamente la supremacía de Cristo y, postrándose ante él, le rindieron su amor y adoración. Lucifer se inclinó con ellos, pero en su corazón se libraba un extraño y feroz conflicto. La verdad, la justicia y la lealtad luchaban contra los celos y la envidia”.38 Ponte en el lugar de Lucifer por un momento. Aquellos cuya lealtad habías buscado están dando su lealtad sincera a tu enemigo. Sin embargo, Dios el Padre ha hablado. Él ha revelado quién es realmente Miguel, de quien tú habías pensado todo este tiempo que era simplemente otro ángel como tú. Y te enfrentas a una elección: creer en Dios Padre o seguir tus propios instintos.
¿Alguna vez has experimentado un conflicto como ese, en el que tus deseos te arrastran hacia un lado, y la voluntad revelada de Dios te arrastra hacia otro? La respuesta es ¡por supuesto! Todos lo hemos vivido, si tomamos en serio nuestra relación con Dios y con Cristo. ¡Podemos entender exactamente lo que estaba pasando por la mente de Lucifer!
Elena de White continuó escribiendo que “la influencia de los santos ángeles pareció por algún tiempo arrastrarlo con ellos [a Lucifer]. Mientras en melodiosos acentos se elevaban himnos de alabanza cantados por millares de alegres voces, el espíritu del mal parecía vencido; indecible amor conmovía su ser entero; al igual que los inmaculados adoradores, su alma se hinchió de amor hacia el Padre y el Hijo”. Desafortunadamente, Lucifer otra vez “se llenó del orgullo de su propia gloria. Volvió a su deseo de supremacía, y una vez más dio cabida a su envidia de Cristo [...]. Él [Cristo] compartía los designios del Padre, mientras que Lucifer no participaba en los propósitos de Dios. ¿“Por qué -se preguntaba el poderoso ángel- debe Cristo tener la supremacía? ¿Por qué se le honra más que a mí?”39
El verdadero problema
El punto crítico aquí son las emociones de Lucifer. Se había enorgullecido de su belleza y de la alta posición que ocupaba como querubín protector que estaba junto al Trono de Dios. Después de todo, él, Lucifer, hizo importantes mandados para el Dios Todopoderoso, ¡el Anciano de días y el Creador de todo lo que existe! Él, Lucifer, era el querubín protector que estaba junto a Dios en su Trono. Él, Lucifer, estaba bellamente decorado con muchas joyas que estaban engastadas en oro. Cómo debió de hincharse su pecho al pensarlo. ¡Cómo debió de pavonearse al mirar su reflejo en el mar de cristal!
El orgullo es una emoción, y si se usa correctamente es una buena emoción. Completar una tarea difícil se siente bien, y debería ser así. Crear una obra de arte hermosa se siente bien, ¡y debería ser así! El éxito se siente bien, y debería ser así. Todos estos son motivos poderosos. Lucifer seguramente tuvo esta buena clase de orgullo durante años, quizá siglos o incluso milenios, antes de su caída. Y estaba bien. Dios nos creó para tener estos sentimientos satisfactorios acerca de nuestros logros.
Pero entonces Lucifer observó que Miguel tenía privilegios que iban más allá de los suyos. Todos los ángeles adoraban a Miguel. Miguel asistía a los concilios de la Deidad. Miguel tenía mayor autoridad sobre los ángeles que Lucifer. ¡Miguel incluso tenía la autoridad para dar órdenes a Lucifer! Sin embargo, Miguel parecía ser un ángel como los otros ángeles. Al principio, Lucifer probablemente sintió una punzada de resentimiento: ¿Quién es él para mandonearme? Con cada orden que Miguel le daba, el resentimiento de Lucifer aumentaba. Luego comenzó a comparar su propia apariencia y su propia posición con la de Miguel, y llegó a la conclusión de que en realidad era más grande que Miguel. De hecho, puesto que la humildad es una de las características más particulares de Cristo (Fil. 2:5-11; Juan 13:2-17), es completamente posible que su apariencia fuera más simple que la de Lucifer. Pero aun así los celos se apoderaron de él.
Ahora, por favor, presta mucha atención a lo que estaba ocurriendo. Elena de White dijo que Dios el Padre había explicado muy claramente por qué Cristo tenía una posición más elevada que Lucifer. Esto significa que Lucifer tenía la información que necesitaba para entender por qué Cristo gozaba de una posición superior a la suya. Y “la influencia de los santos ángeles pareció por algún tiempo arrastrarlo con ellos [...]. El espíritu del mal parecía vencido; indecible amor conmovía su ser entero; al igual que los inmaculados adoradores, su alma se hinchió de amor por el Padre y el Hijo”.40 Lucifer no solo entendió el papel de Cristo, sino también por un tiempo se regocijó en él. Sin embargo, “en su corazón se libraba un extraño y feroz conflicto. La verdad, la justicia y la lealtad luchaban contra los celos y la envidia [...]. Pero luego se llenó del orgullo de su propia gloria. Volvió a su deseo de supremacía, y una vez más dio cabida a su envidia de Cristo”.41 Así que, Lucifer tuvo que tomar una decisión: seguir lo que él sabía que era verdad o seguir sus sentimientos. Desdichadamente, como todos sabemos, eligió seguir sus malos sentimientos.