Kitabı oku: «Camino al Armagedón», sayfa 5

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Lucifer intensifica su rebelión

Habiendo escogido seguir sus sentimientos en vez de seguir aquello que sabía que era verdad, Lucifer abandonó “su lugar en la inmediata presencia del Padre, [y] salió a difundir el espíritu de descontento entre los ángeles [...]. La exaltación del Hijo de Dios como igual con el Padre fue presentada como una injusticia hacia Lucifer, quien, según alegaba, tenía también derecho a recibir reverencia y honra. Si este príncipe de los ángeles pudiese alcanzar su verdadera y elevada posición, ello redundaría en grandes beneficios para toda la hueste celestial; pues era su objeto asegurar la libertad para todos. Pero ahora, aun la libertad que habían gozado hasta ese entonces llegaba a su fin, pues se les había nombrado un Gobernante absoluto, y todos ellos tenían que prestar obediencia a su autoridad”.42

Nota la intensificación de los sentimientos de Lucifer. Aparentemente, antes de la gran reunión a la que Dios el Padre llamó para explicar el verdadero papel de su Hijo, los ángeles no habían entendido completamente quién era Cristo. Dios tuvo que explicarles eso a ellos, y Lucifer disputó la explicación. También, antes de la aclaración de Dios, Lucifer ostensiblemente acababa de hablar acerca de su insatisfacción con la autoridad de Cristo; pero después de que Dios había hablado, Lucifer comenzó a volverse hacia una rebelión total. Al principio, sin embargo, se esforzó por no encontrarse en ese camino con los demás ángeles.

“Trabajó con misterioso sigilo, y por algún tiempo ocultó sus verdaderos propósitos bajo una aparente reverencia hacia Dios [...]. Mientras aseveraba tener perfecta lealtad hacia Dios”, a la vez “secretamente fomentaba discordia y rebelión, con pericia consumada aparentaba que su único fin era promover la lealtad y preservar la armonía y la paz”.43

Desgraciadamente, “muchos ángeles fueron cegados por las supercherías de Lucifer”.44 Afortunadamente, no todos los ángeles fueron engañados por las astutas falsedades de Lucifer. “Los ángeles leales podían ver solo terribles consecuencias como resultado de esta disensión, y con férvidas súplicas aconsejaron a los descontentos que renunciasen a su propósito y se mostrasen leales a Dios mediante la fidelidad a su gobierno”.45

Los ángeles no eran los únicos que buscaban sacar a Lucifer de su rebelión. “Para convencerlo de su error, se hizo cuanto esfuerzo podían sugerir la sabiduría y el amor infinitos. Se le probó que su desafecto no tenía razón de ser, y se le hizo ver cuál sería el resultado si persistía en su rebeldía. Lucifer quedó convencido de que se hallaba en el error. Vio que [...] los estatutos divinos son justos, y que debía reconocerlos como tales ante todo el cielo”.46

“Lucifer mismo, al principio, no entendía la verdadera naturaleza de sus sentimientos”.47 Eso nos sucede a todos nosotros. En un repentino destello de perspicacia, reconocemos dónde hemos sido egoístas, irritables o celosos. De repente, entendemos algo que no sabíamos antes. Y ahora tenemos que tomar una decisión. ¿Seguiremos nuestra nueva percepción, que sabemos que es la elección correcta, o seremos guiados por nuestros sentimientos? Desafortunadamente, Lucifer eligió ser guiado por sus sentimientos.

Para entonces, había ganado un gran número de seguidores entre los ángeles del cielo; hasta un tercio de la “vasta e innumerable muchedumbre” de la que hablaba Elena de White.48 Apocalipsis 12:4 sugiere que alrededor de un tercio de los ángeles se pusieron del lado de Lucifer, y eso fue suficiente para convencerlo de que, si persistían, podría ganar. Él declaró a sus leales seguidores que si “se mantenían firmes de su parte [...] podrían conseguir todo lo que deseaban [...]. El gobierno de Dios incluía no solo los habitantes del cielo sino también los de todos los mundos que había creado; y Lucifer llegó a la conclusión de que, si pudiera arrastrar a los ángeles celestiales en su rebelión, también podría arrastrar a todos los mundos”.49

¡Lucifer realmente tenía grandes ambiciones!

En ese momento, Lucifer “defendió persistentemente su conducta, y se dedicó de lleno al gran conflicto contra su Creador”, y declaró que “nunca más reconocería la supremacía de Cristo”.50

Los ángeles leales advirtieron a Lucifer y a sus seguidores que “el que los había creado podía abatir su poder y castigar severamente su rebelde osadía”.51 Tenemos que preguntarnos cómo Lucifer pudo ser tan insensato para pensar que podría oponerse con éxito al gran Dios del cielo, el Todopoderoso, el Anciano de días, en cuya presencia había estado y cuyos mandatos había llevado a cabo. Pero él se negó a doblegarse. Tal es el poder de una fuerte emoción que se niega a escuchar la lógica y la razón.

Esa es una característica del deseo y la emoción de la cual también debemos estar atentos. Podemos pensar que no permitiremos que nuestras emociones dominen tan fácilmente lo que sabemos que es verdad. Pero día tras día, cada uno de nosotros se enfrenta a elecciones, a menudo muy pequeñas y que parecen insignificantes. Pero a medida que cedemos a nuestros deseos en lugar de nuestro conocimiento en estas situaciones menores, establecemos gradualmente un patrón. Ceder al deseo se vuelve más fácil cada vez; y cuando llega la gran elección, cedemos una vez más. Eso es lo que les sucedió a Lucifer y a sus seguidores.

El amor, la ley y la autoridad

Señalé en el capítulo 1 que es fácil para nosotros, los seres humanos, en nuestra manera de pensar, tener miedo a la autoridad. Eso es en parte porque a menudo se abusa de la autoridad en nuestro mundo. A escala nacional y mundial, piensa en Hitler, Corea del Norte e ISIS. En una escala doméstica, piensa en el abuso conyugal e infantil. Cuando una figura de autoridad nos ordena, ¿temblamos por dentro, quizá nos encogemos de miedo o atacamos con ira (una respuesta que también se desencadena por el miedo)? ¿O podemos mantenernos firmes? O, por otro lado, ¿tenemos una presencia dominante y la utilizamos para liberarnos de las personas tímidas? De cualquier forma, estamos permitiendo que nuestras emociones controlen nuestro comportamiento, en lugar de seguir lo que sabemos que es correcto.

¿Cómo crees que se sienten los ángeles leales en el cielo respecto a la autoridad? Puedo asegurar que no tienen miedo de eso. Por el contrario, ¡creo que lo aceptan! Estoy bastante seguro de que aprendieron a apreciarlo aún más viendo el caos que la rebelión de Lucifer causó en el cielo cuando se rebeló contra la autoridad de Cristo. Pablo fue un firme defensor de la autoridad gubernamental. Aconsejó a los cristianos en Roma: “Sométase toda persona a las autoridades [...] por Dios han sido establecidas” (Rom. 13:1). La única vez que la Biblia nos da permiso para desobedecer a la autoridad gubernamental es cuando entra en conflicto con nuestro deber de obedecer a Dios (Hech. 5:29).

El propósito principal de la autoridad es hacer cumplir las leyes. Esto incluye la autoridad de los funcionarios gubernamentales para exigir que los ciudadanos obedezcan las leyes de la tierra; la autoridad de las empresas para exigir que los empleados obedezcan sus políticas; y la autoridad de los padres para exigir que sus hijos obedezcan las reglas familiares. El respeto a la autoridad es una de las claves de una sociedad ordenada y pacífica.

Dios ha establecido leyes en el cielo, y usa su autoridad para hacerlas cumplir. Dios también delega a algunos de los ángeles la autoridad para hacer cumplir sus leyes. Él delegó especialmente esta autoridad a Lucifer antes de su caída. Señalé en el capítulo 1 que Elena de White habló acerca de que los ángeles estaban “bajo sus órdenes [de Lucifer]” y que “los ángeles se deleitaban en cumplir sus órdenes”.52 Esto, de hecho, puede ser lo que causó problemas a Lucifer en primer lugar. Disfrutó de la autoridad que tenía sobre los otros ángeles, y le molestaba el hecho de que Cristo, que en lo que a él concernía era simplemente otro ángel como él, tuviera mayor autoridad sobre los ángeles que él (Lucifer). De hecho, Cristo tenía autoridad sobre Lucifer, ¡y a Lucifer realmente le molestaba eso! Y ahí es donde comenzó su rebelión contra Dios y sus leyes.

La rebelión de Lucifer

Es importante entender que Lucifer se rebeló contra algo más que un código moral escrito. La Ley de Dios se basa en el amor; un principio que involucra todos los aspectos del ser: mental, físico, emocional y espiritual. Es lo que una persona es, no solo el modo en que se comporta. A eso se refería Jesús cuando dijo que el primer mandamiento es “amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas [...] [y] a tu prójimo como a ti mismo” (Mar. 12:30, 31).

El amor tiene que ver con nuestras actitudes. Es una forma de pensar y sentir. Es una mentalidad. En el sistema de la Ley de Dios, las acciones amorosas surgen de una mentalidad amorosa. Hablando a través de Jeremías, Dios dijo que escribiría sus leyes en las mentes y los corazones de su pueblo (Jer. 31:33). Cualquiera que haya cursado el segundo o tercer grado de escuela puede leer los Diez Mandamientos, pero eso no significa que los apreciará y querrá obedecerlos. Es razonable suponer que Dios creó a Lucifer con la Ley del amor escrita en su mente y corazón. Así que, cuando Lucifer se puso celoso de Cristo, violó su propia mente, su propio corazón y sus propias emociones; al hacerlo, violó el principio más fundamental de las leyes de Dios.

Uno de los argumentos que Lucifer hizo en su esfuerzo por ganar a los ángeles a su lado fue que “aunque las leyes pudieran ser necesarias para los habitantes de los mundos, los ángeles, siendo más elevados, no necesitaban semejantes restricciones, porque su propia sabiduría bastaba para guiarlos. Ellos no eran seres que pudieran acarrear deshonra a Dios. Todos sus pensamientos eran santos; y errar era tan imposible para ellos como para Dios mismo”.53

Es un argumento muy interesante. Es el mismo que sugerimos cuando preguntamos por qué Dios no hizo seres inteligentes de tal manera que no pudieran pecar. Podríamos desear que él hubiera hecho a los ángeles y a nosotros de esa manera. Pero Lucifer dijo que Dios hizo a los ángeles de esa manera. Esa es una mentira muy sutil y, a la vez, muy peligrosa, porque inculca en las mentes de los seres inteligentes la idea de que no tienen que proteger sus mentes y emociones. Pueden hacer lo que quieran, porque cualquier cosa que quieran hacer está bien. Lucifer trató a las leyes de Dios como si fueran un mero código moral externo. No se dio cuenta de que sus celos por Cristo eran en sí mismos una violación del principio de amor que yace en el fundamento de la Ley de Dios. No hay tal cosa como la obediencia a una ley divina si la mente y el corazón no está en ella.

La autoridad en el Reino de la Luz está fundada sobre el amor. Los ciudadanos del Reino tienen que apreciar sus relaciones de autoridad y someterse a ellas con gusto. Y su aprecio tiene que ser dado libremente. Dios puede, y a veces ocurre, hacer cumplir sus leyes como un código moral externo que controla el comportamiento (como el diluvio, Sodoma y Gomorra, y los ejércitos de Egipto en el Mar Rojo), pero se niega absolutamente a forzar a sus criaturas inteligentes a amar sus leyes y su autoridad. Las criaturas tienen que elegir; no obstante, él les da la libertad de no elegir amar sus leyes y su autoridad. Lucifer tomó esa decisión y, en todo nuestro mundo, los seres humanos todavía la están tomando.

Afortunadamente, Dios ha hecho posible que los seres humanos pecadores volvieran a amar sus leyes y su autoridad. Sin embargo, no podemos simplemente chasquear los dedos un día y decir: “¿Sabes? Creo que me encantarán las leyes de Dios. Creo que le daré la bienvenida a su autoridad”. En nuestro estado natural, los seres humanos encontramos que las leyes de Dios son muy desagradables. Se necesita un acto sobrenatural de parte de Dios para ayudarnos a amar sus leyes. A este acto sobrenatural lo llamamos “conversión”. Tendré mucho más que decir sobre esto en capítulos futuros.

Resumen sobre el reino de las tinieblas en el cielo

En el capítulo 1 describí cuatro características del Reino de la Luz: amor, ley, autoridad y libertad. En este capítulo he descrito una característica de nuestra naturaleza humana: las emociones. Esta es también una característica de Dios mismo y de todos los seres inteligentes que él creó. Hasta los animales tienen emociones.

Al establecer su reino de las tinieblas, Lucifer violó todas estas características. Se supone que nuestras emociones están bajo el control de la razón, pero Lucifer permitió que su orgullo impusiera su actitud hacia Miguel. Al hacer esto, violó el principio fundamental de la Ley de Dios, que es el amor. Dios dejó muy en claro a todos los habitantes del cielo el hecho de que Miguel tenía una posición más alta que cualquiera de los ángeles, pero el orgullo hizo que Lucifer rechazara esa declaración y se rebelara contra la autoridad de Dios. Veremos este patrón repetido una y otra vez a lo largo de la historia del conflicto entre el Reino de la Luz y el reino de las tinieblas, que terminará con el Armagedón.

Sin embargo, antes de continuar con la historia de este conflicto, necesitamos pasar unos momentos reflexionando sobre la creación de Dios en nuestro mundo.

27 Patriarcas y profetas, p. 16.

28 Elena de White, El conflicto de los siglos (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2015), p. 547.

29 Patriarcas y profetas, p. 14.

30 Elena de White, Primeros escritos (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2014), p. 177.

31 Patriarcas y profetas, p. 16.

32 Ibíd., p. 14.

33 Íbíd.

34 Íbíd.

35 Véase especialmente el capítulo 1 de Patriarcas y profetas; El conflicto de los siglos, pp. 483-493; y Primeros escritos, pp. 145-147.

36 Patriarcas y profetas, pp. 14, 15.

37 Ibíd., p. 15.

38 Íbíd.

39 Ibíd., pp. 15, 16.

40 Ibíd., p. 15.

41 Íbíd.

42 Ibíd., p. 16.

43 Ibíd., p. 17.

44 Íbíd.

45 Ibíd., p. 18.

46 Íbíd; énfasis añadido.

47 Íbíd.

48 Ibíd., p. 15.

49 Ibíd., pp. 19, 21.

50 Ibíd., p. 19.

51 Ibíd., p. 20.

52 Ibíd., p. 16.

53 Ibíd., p. 16.

Capítulo 5
La creación del mundo

Cien trillones de ángeles, o cuantos haya en realidad, no fueron suficientes para Dios. Quería más, muchos más seres inteligentes a quienes pudiera amar. Entonces creó a los seres humanos. Pero antes de poder hacer eso, tuvo que crear un planeta en el cual pudieran vivir. ¡Y logró la hazaña en seis días literales! No tengo que contarte la historia (supongo que la has escuchado muchas veces).54

Mi propósito en este capítulo es reflexionar sobre el significado de la Creación.

Es fácil para nosotros, que estamos en círculos cristianos conservadores, decir que “Dios es el Creador” sin detenernos a reflexionar sobre todo lo que implica esta afirmación. Así que, reflexionemos.

Cuando las personas en los tiempos de la Biblia se referían a “los cielos”, no tenían idea de la inmensidad del universo. Lo pensaron en términos de lo que podían ver: el sol durante el día, y la luna y miles de estrellas en el cielo nocturno. Algunos estudiantes de la Biblia sugirieron que las personas pensaban que el cielo consistía en una cúpula hecha de una sustancia sólida, como el bronce, y que el sol, la luna y las estrellas consistían en agujeros en la cúpula que permitían que la luz del salón del Trono de Dios brillara. Los antepasados en realidad no pensaron en el cielo en esos términos,55 pero la idea sugiere la visión limitada del universo que tenían. ¿Cómo podría ser de otra manera? Podemos entender la naturaleza solo por la forma en que la percibimos con nuestros cinco sentidos, incluidos los instrumentos científicos que se hayan creado para extender el alcance de nuestros sentidos. Pero nuestros antepasados no tenían tales instrumentos. Estaban limitados a lo que podían ver con sus ojos y escuchar con sus oídos.

Avance rápido de dos o tres milenios. Los telescopios se inventaron en 1608. Cuando Galileo se enteró un año después, desarrolló uno propio, lo usó y descubrió que algunas de esas estrellas que brillaban en realidad eran planetas, mundos enormes como el que él habitaba. De repente, el concepto humano del universo cambió drásticamente. Sin embargo, eso fue solo el comienzo. A medida que los telescopios se hicieron más y más poderosos, los astrónomos y otros científicos se dieron cuenta de que la mayoría de esas pequeñas manchas en el cielo nocturno eran en realidad estrellas como nuestro sol. También se dieron cuenta de que el planeta Tierra estaba ubicado dentro de un grupo de estrellas que llamaron galaxia. Descubrieron que nuestro mundo está cerca del borde de esa galaxia y que lo que los seres humanos habían llamado la Vía Láctea era lo que vemos cuando miramos a través de esa galaxia, al otro lado. Allí se encontraba nuestra comprensión humana del universo a principios del siglo XX.

Pero luego vinieron naves espaciales, que pusieron un telescopio llamado Hubble en órbita alrededor de nuestro planeta, y de repente la visión del universo de los astrónomos explotó. ¡Ahora sabemos que hay miles de millones de galaxias en el universo y que la galaxia más lejana a la nuestra está a 13.400 millones de años luz de nosotros! Cuando hacemos una pausa para recordar que la luz viaja a una velocidad de 300.000 kilómetros por segundo, la distancia desde la Tierra hasta los confines del universo está más allá de la capacidad de nuestra imaginación para comprender.

Pero ese no es el final de la historia. Otros científicos descubrieron que toda la materia está compuesta de átomos diminutos, que son tan pequeños que solo los microscopios más poderosos pueden “verlos”. Y los átomos consisten en neutrones y protones que giran dentro de ellos. La materia inorgánica está compuesta de innumerables átomos; y la materia orgánica se compone de células, que están formadas por millones de átomos que trabajan juntos como fábricas en miniatura.

Los planetas y las estrellas están formados por estos pequeños átomos; y los seres vivos, desde la ameba más pequeña hasta el elefante más grande, están formados por células que trabajan juntas para mantener con vida y funcionando al organismo.

Ahora deténgase a pensar acerca de lo que esto implica: Dios creó esos pequeños átomos y los agrupó para crear planetas, soles y galaxias. Lanzó esas galaxias al espacio exterior, lo que llamamos universo. Dios también creó células y las juntó para hacer amebas, elefantes y seres humanos que están vivos.

¡No puedo concentrarme en estas ideas! La sabiduría y el poder de nuestro Dios Creador son asombrosos. Pero podemos entender lo suficiente como para que podamos arrodillarnos y, junto a las cuatro criaturas vivientes alrededor del Trono de Dios, decir: “Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, el que es, y el que ha de venir” (Apoc. 4:8). Con los veinticuatro ancianos, podemos, en nuestra imaginación, inclinarnos ante Dios y cantar: “Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas” (vers. 11).

¡Luego Dios creó a los seres humanos!

El acto supremo de la creación de Dios fue el de los primeros dos seres humanos: Adán y Eva. Ellos fueron la razón por la cual Dios creó todo lo demás durante esos seis días. Preparó un mundo que sustentaría la vida humana, la vida animal y la vida vegetal. El Dios que hizo las estrellas gigantes, los átomos diminutos y las células vivientes también creó una ecología que estaba en perfecto equilibrio para que pudiera sostener la vida.

Dios creó a los seres humanos porque quería más seres inteligentes a quienes pudiera amar. Él nos creó como seres con cerebros físicos que son conscientes y pueden experimentar emociones, y con intelectos que pueden tomar información, procesarla y sacar conclusiones racionales. El gran propósito de nuestra conciencia, intelecto y emociones es que podemos amar a Dios, y a cambio experimentar su amor.

¡Hay más! Dios creó a estos primeros seres humanos con la habilidad de reproducirse a sí mismos. Así que, cada vez que un bebé naciera, Dios tendría un ser inteligente más a quien poder amar y que podría amarlo a él. Este niño crecería, se casaría y tendría hijos propios, y Dios tendría muchos más seres humanos inteligentes a quienes podría amar, y que podrían amarlo.

Ahora hagamos una pausa de nuevo para considerar la implicancia de todo esto. Hoy en día, el planeta Tierra tiene 7.500 millones de habitantes,56 y el número sigue creciendo. Y eso que siempre hay una generación que va muriendo. Pero la muerte no hubiera existido en el mundo ideal de Dios. Entonces, ¿cuál habría sido la población mundial actual si nadie moría? A estas alturas, ¡solo habría lugar para estar de pie! Esto le presentaría a Dios un gran dilema: ¿qué hacer con todos esos seres humanos extra? Como yo lo veo, habría tenido dos opciones para resolver el problema:57

Después de varios cientos de años, cuando el planeta hubiera alcanzado su número ideal de habitantes, Dios podría hacer que cada ser humano fuera estéril (o al menos esterilizar un género).

Podría crear más planetas como nuestro mundo, que serían capaces de sostener la vida y trasladar a algunos seres humanos de la Tierra para poblar esos nuevos mundos.

Creo que Dios tenía la intención de implementar la segunda opción. Después de todo, estaba buscando seres inteligentes adicionales con quienes pudiera tener relaciones fraternales, y se le ocurrió la brillante idea de que en lugar de crear a cada nuevo ser humano individualmente, haría a dos seres humanos inteligentes, un hombre y una mujer, que pudieran reproducirse. Su descendencia, en parejas de machos y hembras, crearía más machos y hembras para reproducirse y crear más machos y hembras ad infinitum. Y ahora que entendemos la vastedad del universo y los billones y trillones de otros planetas que existen ahí fuera, podemos empezar a entender para lo que Dios estaba trabajando. Tuvo que empezar por crear este vasto universo de soles y planetas para tener lugares donde poner a la siempre creciente multitud de seres humanos. Luego creó la primera pareja humana que comenzó el proceso de reproducción.

Así que, ahora la pregunta es, ¿cuánto tiempo le tomaría a la raza humana crear suficiente descendencia para llenar todos los planetas en el universo? Ese es un problema que dejaré que Dios resuelva.

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