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El Caos
Capitulo 8
“No hay necesidad de fuego.
El infierno son los otros”
Jean Paul Sartre, filósofo francés.
En un instante la vida puede dar un giro de 180 grados.
Uno, o varios.
Valencia quedaba media hora. Barcelona a tres y media.Y Madrid a cuatro horas.
Esas eran las distancias a las que se encontraba de los focos de esa nueva epidemia.
Distancias que irían disminuyendo en cuestión de pocos días, siendo optimistas.
En pocas horas, siendo realistas.
Marco era un tipo previsor. La experiencia del Bernabéu le empujó a ello.
Daba por hecho la aparición de futuros problemas. Sabía que la masacre de Madrid hacía poco más de un año era el comienzo . Razón demás para estar preparado.
En su casa disponía de lo suficiente para aguantar atrincherado durante tres meses al menos.
Había ideado una solución para cada uno de los problemas que suponía llegarían con el tiempo.
Ante un más que seguro problema de suministro de agua potable, Marco había excavado un pozo dentro del recinto vallado que comprendia La Casona. 400 metros donde había plantado distintos cultivos, en un principio mas como hobby que por necesidad, hasta el cambio de perspectiva propiciado por las circunstancias que envolvieron el atentado del Bernabéu de hacia más de un año.
Aquellos cultivos servían para cubrir una parte importante de suministros a su despensa. Incluso daba para alimentar en parte a unos pocos animales que había acomodado en una pequeña alquería a medio construir de unos cuarenta metros, tras La Casona. Varias gallinas, y varios conejos constituían su reserva de carne y huevos para los tiempos difíciles por venir.
Había previsto también un posible fallo en el suministro. En el tejado de La Casona había instalado 12 paneles solares que le proporcionaban lo necesario para abastecer de energía los pocos electrodomésticos de los que disponía.
El depósito de combustible de la Toyota Hilux estaba lleno. Preveyendo así la posibilidad de tener que abandonar todo aquello de un modo precipitado.
Quizás el pasado reciente le estuviera alarmando más de lo normal, pero para Marco todo aquello parecía el comienzo de algo más gordo.
La televisión y la prensa hablaban de atentados. Pero aún habrían de encontrar un culpable, real o ficticio, al que arrojar a los perros.
Sabía por experiencia propia que en esos casos no siempre coincidía el nombre del culpable real con el propuesto a la opinión pública.
Chasqueó la lengua. Negando un par de veces con la cabeza. Viendo la necesidad de dar con su hermana.
No sabía nada de Mónica desde hacía tres meses. El tiempo transcurrido desde la última visita que hizo a La Casona. Una visita que no pasaría a la historia por estar entre las mejores, precisamente.
Los dos tenían carácter.
En el caso de Mónica, ėsta además solía acompañar sus momentos de mal carácter con una lengua suelta. Lo cual no solía llevar a buen puerto la mayoría de las veces.
Pero eso ya no importaba.
Debía localizar a su hermana. Y traerla aunque fuese arrastras a La Casona.
El lugar donde estaba emplazada la vivienda y su construcción particular la convertían en punto estratégico para aguantar al menos un tiempo la tempestad que se avecinaba. No estaba a la vista de posibles turbas. Pocos en el pueblo sabían que habia sido rehabilitada. Los muros de tres metros que cerraban el perímetro de los cuatrocientos metros cuadrados del recinto suponían una defensa extra.
Según sus cálculos, dosificando sabiamente el alimento, cinco o seis personas podrían aguantar durante tres meses al menos.
Las plazas ya estaban asignadas. Había sitio para Roberto y su padre. Quizás para su hermano también, si decidía unirse a ellos. Y por supuesto para Vasia, quien se había convertido prácticamente en un hermano.
Sólo faltaba Mónica.
En ese momento no sabía muy bien como habría de hacer para mantener en la misma casa a su hermana y Roberto. La relación de esos dos no acabó tan bien como hubiera deseado. Una de las razones de sus dolores de cabeza.
Recordó que el supermercado del pueblo abría los domingos hasta las dos de la tarde.
Sería buena idea valorar la situación real alli dentro.
Nada como ver el estado de las estanterías de un supermercado para calibrar el nivel de miedo que tenía la población, y la capacidad de reabastecimiento de la que disponía el Sistema.
El supermercado no quedaba lejos del Racó. A solo a unos cien metros, bordeando una de las calles que desembocaba en la plaza que ya comenzaba a dejar atrás.
Le llamó la atención la cantidad de gente que había en la puerta de entrada. No alcanzarían la docena. Pero guardaban cola escrupulosamente siguiendo las directrices de una de las cajeras reconvertida en guardia de seguridad. Coordinando la entrada y salida de los clientes, y facilitando gel hidroalcohólico a todo el que cruzaba la puertas.
La mayoría cubrían su boca con mascarillas o pañuelos, siguiendo más o menos las recomendaciones de los medios.
Pensó que no perdía nada por improvisar una protección con un pañuelo.
Dentro ya, la zona de cajas mostraba bastante movimiento.
El pasilllo que ofrecía productos refrigerados estaba prácticamente vacío. Apenas quedaban uno o dos paquetes de cuajadas, un paquete de queso fresco, y algún yogurt bailando solo.
El resto de congeladores, refrigeradores y demás en los pasillos contiguos mostraba aspecto parecido.
En el resto de pasillos que ofrecían productos de alimentación, las estanterías habían quedado desiertas prácticamente en su totalidad. Desde las de aperitivos, hasta las de conservas, pasando por las de comida preparada, y por todas las que ofrecieran cualquier cosa que llevarse a la boca.
La gente iba de un lado a otro como poseída.
Allí dentro imperaba la ley del “salvese quien pueda”.
Igual que pasaría fuera, si aquel problema duraba mucho.
Visto que con el suministro de alimento no iba a tener suerte, tomó rumbo al pasillo de belleza, buscando algo en el rincón dedicado a Parafarmacia. Necesitaba alcohol, vendas, y apósitos para heridas.
Al menos podría rellenar su botiquín.
En el pasillo dedicado a droguería hizo acopio de productos de limpieza. El aseo de la Casona no era una prioridad. Pero las posibilidades que ofrecían esos productos químicos para una posible defensa no eran nada desdeñables.
Malhumorado por el poco éxito , se dirigió a las cajas.
Observó que los cuatro que había delante tampoco habían conseguido gran cosa. Ninguna de las cestas estaba llena.
Buenas noticias para quien dirigiera el supermercado . Había hecho el agosto. Lo había vendido todo.
Malas noticias para el resto.
Poco aprovechable quedaba en la tienda. La situación era, por tanto, delicada. Prueba de la alarma social. La gente tenía miedo.
Pero había algo más preocupante que eso. Sabía del carácter voluble y fácilmente manipulable de las masas. Ese miedo no era más que el resultado de ver demasiadas noticias. Nada más. No era preocupante
Lo preocupante era otra cosa. Recordaba uno de sus últimos trabajos al frente de la empresa de construcción. Hacía poco más de un año estuvo reformando una de las casas que lindaban con la fachada principal del establecimiento.
Hubieron de colocar un contenedor de unos seis metros cúbicos de capacidad para dar cabida a todo lo que iban desalojando de la vivienda. Escombros y demás residuos. Recordó las discusiones continuas con el encargado del supermercado a la hora de elegir la ubicación exacta del contenedor.
En una de las posiciones, el contenedor obstaculizaba el acceso a la puerta principal. En otras, el contenedor bloqueaba la entrada o el aparcamiento a los camiones que traían, diariamente , los suministros de otras partes de la provincia, o del país, para así poder mantenerse al día con todo lo que ofrecía a los clientes, además de contar con un remanente de productos para ir renovando cada estante entre suministro y suministro.
La conclusión, tras ver aquello, no era precisamente positiva.
Eso sí era preocupante.
Si el local se encontraba en tal situación de desabastecimiento era debido a algo más que al ataque colectivo de pánico de las gentes del pueblo. Mas bien indicaba que hacía varios días que no llegaban suministros para reponer la mercancía de los estantes.
Eso indicaba que estaban aislados. Por lo que la situación era bastante peor de lo que se quería hacer mostrar en las noticias.
El que no llegaran esos suministros indicaba que las vías de acceso estaban cortadas. Toda intención de entrar o salir del pueblo se quedaría en eso, en una intención.
O peor aún, la logística necesaria para mantener activa la red de suministros había fallado.
El pueblo tendría alrededor de treinta mil habitantes. Muchos de los cuales no tenían medio alguno de conseguir alimento extra aparte del que ofrecían las tiendas del pueblo. La gente con una huerta, o un campo para cultivo, o con algún tipo de animal para alimento eran minoría.
Esos serían el objetivo de las turbas violentas cuando con el paso de los días los estantes siguieran vacios.
Retornó el camino de vuelta al Racó. Dejando la escasa mercancía en el suelo del bar.
Volvió su rincón.
Apenas una mirada le bastó al ucraniano para entender lo que necesitaba Marco. Una barretxa.
La mejor del pueblo, según se decía.
Necesitaba un trago para digerir lo que estaba pasando. Bien era verdad que esperaba algo así desde hacía tiempo, pero eso no lo hacía más asimilable.
- ¿Ya has despertado? - Preguntó. En alusión al estado despreocupado que presentaba poco tiempo antes. Con su inconfundible acento del este.
Marco acabó de un trago su barretxa. Exponiendo después las conclusiones a las que había llegado, incluyendo los detalles que había visto en la tienda.
Quería conocer la opinión de su amigo. Saber que pensaba hacer.
En vista de la situación, lo más lógico era cerrar el bar y acuartelarse dentro. Razonaba el ucraniano. El caos parecía apoderarse del país por momentos.
En cuanto a suministros, en las cámaras de la cocina y en el la alacena disponía de comida y bebida suficiente para varias semanas. Cinco. Seis quizas.
Pasado ese tiempo esperaba que todo se hubiera aclarado. Vasia era del parecer de que tras los atentados había algo más que saldría a la luz en ese periodo de tiempo. Solucionando el problema del alimento. O provocando un caos mayor. En cuyo caso ya no habría porqué preocuparse por todo aquello.
En ese aspecto era de la opinión de Marco.
En principio, el bar era un lugar seguro. O al menos más seguro que la mayoría de viviendas o locales del pueblo.Una gruesa puerta de madera protegería a los de dentro de visitas no deseadas. En caso de autoinvitarse algún amigo de lo ajeno, Vasia siempre podría echar mano de las escopetas de caza que tenía en la trastienda.
Marco le comentó la posibilidad de ir con el a La Casona. Allí estarían más aislados. El Racó estaba en una de las plazas principales del pueblo. Demasiado a la vista. Demasiado accesible. Si el problema se alargaba, podría convertirse fácilmente en objetivo de aquellos que buscaran alternativas para llenar sus platos con algo caliente.
Vasia agradecía el gesto de su amigo. Pero estaba bien alli.
- Este es mi hogar. Sé que lo entiendes. -Dijo. Esperando ver una respuesta afirmativa. Forzando una sonrisa. Bajando ligeramente la cabeza. -Ya conoces nuestra historia. Mi historia. Allá en mi país, lo perdí todo. Llegue aquí sin nada. Pero pude construir esto con Katia. Con mucho esfuerzo, pero lo coseguimos, ¿recuerdas? - Miró a Marco a los ojos, consciente de la carga emocional que tenía para él oír el nombre de su hermana. -En esta vida el dinero va y viene. -Continuó- No vale nada. No quiero quedarme por conservar esto. -Indicó, señalando de modo inespecífico con su mano al aire. - Es sólo ladrillo y cemento. Quiero quedarme por que éste es mi hogar. Después de muchos años sin uno. Cada rincón de este sitio me recuerda tiempos pasados bastantes mejores. Cada rincón me recuerda a mi hermana. Esto es todo lo que me queda de ella. Lo que me queda de mi hogar. -Concluyó. Exhalando un sonoro suspiro.
Marco le devolvió la mirada. Dando a entender con una sonrisa y los ojos vidriosos que le comprendía.
Para él ese era, en parte, tambien su hogar.
Juntos habían transformado un viejo almacén, abandonado durante años, en un acogedor bar restaurante, donde la buena comida era uno de los reclamos. Antes de la muerte de Katia.
Los dos construyeron un pequeño apartamento en la parte de arriba, donde viviría Vasia con su hermana, una vez consiguiera llegar a España.
Allí conoció a Katia, pocos años atrás .
Apenas hablaba español cuando llegó. Cierto era. Pero la ucraniana mostró ser un chica despierta, no solo por la rapidez con la que aprendía, sino por la velocidad con la que comenzó a adaptarse a su nueva vida, a las costumbres y la forma de hacer de las gentes del pueblo. A tal punto que hubiera pasado por una más del lugar sino fuera por el marcado acento del este con el que pronunciaba cada palabra. Un acento que a Marco le sonaba a música celestial, según le decía a Vasia, logrando arrancar mas de una carcajada, y todo tipo de burlas por parte de éste último.
Allí quedo prendado de ella, prácticamente desde el primer momento.
Allí comenzó su bonita historia con Katia.
Por eso entendía al ucraniano.
-¿Sabes algo de Roberto? - Cambió de tercio.
- Pasó por aquí el miércoles. Cuando las cosas no estaban tan mal. -Dijo. - En el ayuntamiento le habían dado jueves y viernes libre. De momento. Seguramente le darían más días. Dijo. Por el Estado de Alarma, ya sabes. Estaban arreglando unas aceras. Eso no es algo de primera necesidad, según dicen.
-Quiero hablar con él.
-No lo encontrarás en casa. Me dijo que pensaba irse unos días a la montaña. -Explicó. Dejando entrever cierto tono de burla. No entendiendo la necesidad de pasar voluntariamente la noche fuera de casa. Alejado de un buen colchón donde poder descansar los huesos.
El ya había tenido suficiente con sus años en el ejército.
-Ya que hablas de Roberto. ¿Sabes algo de Mónica? -Inquirió. Consciente de la preocupación de su amigo por su hermana en vista de la situación.
-No. Voy a casa. Dejé el movil cargando. En cuanto llegue a casa la llamaré.
- ¿Que piensas hacer?
-¿Tu que harías?
- Lo mismo que vas a hacer tu. Asegurarme de que esta a salvo. -Dijo.
- ¿Cómo piensas salir del pueblo?
-¿Salir del pueblo?
-¿No está aquí verdad? Tendrás que llegar hasta donde quiera que esté. Ahora todas las salidas del pueblo están cortadas. El Estado de Alarma y eso. ¿Recuerdas?
Era esa la razón principal para localizar a Roberto.
-Y si consigues salir.- Abundó-. ¿Cómo piensas llegar hasta tu hermana con el ejército desfilando por las carreteras ?
Marco aún no había elaborado plan alguno para conseguirlo.
-No sé como hacerlo.- Reconoció. Encogiéndose de hombros. Aunque ya tenía revoloteando en su cerebro un par de ideas, aún en estado embrionario. -Estoy pensando en algo. Pero necesito ver a Roberto.
El ucraniano lo miró un segundo. Arrugado el entrecejo. Pensando. Cayendo al poco de que pudiera estar rumiando el extremeño.
-Cuando tengas claro que harás, dímelo. - La experiencia del ucraniano en situaciones extremas ayudaría a conseguir más fácilmente el objetivo de Marco.
-¿Y todo esto? - Dijo Marco, en alusión al bar y la casa, acompañando sus palabras con un ademán de su mano volteando al aire.
-Esto es solo ladrillo y cemento. -Repitió. - Tal como están las cosas ahí fuera, puedo ser más útil a tu lado que aquí dentro.
Marco sonrió. No esperaba menos de su amigo.
-Primero debo localizar a Mónica. Hasta entonces no vale nada lo que planeemos. Y después a Roberto.
Vasia asintió. Tocaba esperar.
Mientras haría del Racó una Plaza Fuerte. Por si hubiera de resistir dentro si al final no hubiera de aventurarse con Marco en territorio en conflicto, como ya veía el todo de puertas afuera.
Marco abandonó su asiento.
Salió hacia su Toyota.
No estaba preocupado por la suerte que podría correr el ucraniano.
Su amigo sabía defenderse bien. Aparte de la guerra en la antigua Ucrania, Marco sospechaba que su amigo tenía experiencia en situaciones bastante más complicadas que las que tendrían que enfrentar. Aunque Vasia siempre guardaba especial hermetismo en todo aquello, a Marco eso no se le escapaba.
Era positivo. Desde el punto de vista estratégico, tener a Vasia en la Casona le hubiera hecho ganar enteros. En cuanto a una posible excursión en busca de Mónica, como parecia que habrían de hacer, contar con su demostrada destreza con las armas, y su experiencia como veterano de guerra daban a Marco un extra de tranquilidad.
No en vano el ucraniano se había labrado en el pueblo un buen nombre por ser uno de los mejores cazadores de la comarca, no sólo por su buena puntería, si no además por la sabiduría que mostraba a la hora de colocar trampas en el lugar más oportuno.
Una vez en la Hilux, recordó que habría de encontrarse con los del puesto de control. Haría bien en escoger una ruta alternativa.
Se dispuso a ir al oeste del pueblo, hacia la Huerta. Si circulaba paralelo al pueblo, por el camino que atravesaba toda la zona de cultivos, y luego se desviaba al norte, podría tomar el camino forestal que estaba a quinientos metros de su casa. El camino de vuelta por esa ruta era bastante peor, teniendo que alternar la conducción por pistas de tierra en un lamentable estado y el circular campo a través. Mejor eso que pasar por el control de nuevo . Quizás no le dejaran salir del pueblo.
Como incentivo se dijo a si mismo que podría valorar el estado de la Toyota. Ver como respondía.
Y el plan le salió bien.
Tras bajar del vehículo pudo sentir de nuevo la bofetada de bienvenida que le daban las altas temperaturas. Un sol de justicia parecía olvidar que estaban a finales de septiembre.
11:00 h de la mañana. 29 grados y subiendo.
Textocorrido Textocorrido
El golpe
Capitulo 9
Pére notó como el sudor amenazaba con resbalar por sus sienes.
Aquello sería horrible, de ser cierto. De poder probarse. Pero hacía que algunos cabos sueltos que bailaban en su cabeza pudieran ser atados.
Si aquello era verdad, podría dar sentido a todo lo que estaba sucediendo.
De una tacada acabó con la mitad de la cerveza que aún quedaba, tibia ya, en el botellín.
-¿Recuerdas el congreso de Seguridad del año pasado en Tarragona? -El comisario hizo referencia al congreso que la Generalitat organizó seis meses después del atentado del Santiago Bernabéu, con los principales mandos del cuerpo de los Mossos, venidos de las cuatro capitales de Cataluña, y citados en La Boella, en Tarragona.
Pére asistió como invitado del comisario.
-Sí, claro. - Respondió Pére. Pensando qué relación podría tener aquello con el tema.
-¿Recuerdas a Fran, el comisario de Tarragona? Cenamos con el aquel sábado.
Pére asintió.
-Anoche fue asesinado.
-¿Cómo? ¿ Asesinado? No se nos ha comunicado nada. Quiero decir...
-Sé lo que quieres decir. -Cortó Oleguer.- Fran fue asesinado por sus hombres, por sus subordinados. Quizás por eso no lo sabes. -Razonó. -Recibió cierta información. De Madrid, al parecer. Estaban preparando un golpe de estado según el informe que recibió. Así que dispuso todo para trasladar sus efectivos fuera de Tarragona y así entorpecer el golpe. Uno de sus intendentes se rebeló y le descerrajó tres tiros en el pecho. Murió en el acto.
-¿Entonces... Tarragona?- Pére se temía lo peor.
-Tarragona ha caído, no de forma oficial claro, pero sí a todos los demás efectos. Está bajo el control de los golpistas.
No sabía si su familia en Mora d'Ebre corría peligro. Ahora todo cobraba una nueva dimensión.
-¿Cómo te enteraste de eso?
-¿Porqué crees que ha sido destituido el intendente Francesc? A él también le llegó esa información.
-Entiendo. ¿Y ahora qué?
-El plan sedicioso ha tenido éxito en Girona , y en Zaragoza. Hasta donde yo sé. Ahora toca posicionarse, claro. Yo ya lo hice al negarme a usar mi puesto para facilitar el golpe. Cuando recibí la llamada en la que me contó lo de Fran, decidí abandonar mi puesto. Quizás no fuera lo más apropiado, pero pensé que manteniéndome con vida habría más posibilidades de frenar el golpe más adelante.
-¿Más adelante? ¿Sólo y sin saber en quién confiar?
-¡No creo que la sublevación tenga éxito en todas las ciudades! Podemos unirnos a quienes se mantengan leales.
- ¿Cómo podemos saber eso? Ahora mismo estamos incomunicados. Si la mayoría lo apoyan, eso supondrá que se aplaste al resto. Nos buscaran para darnos caza. Pero si las fuerzas se equilibran, eso significará...-Pére enmudeció, sintiendo un escalofrío recorrer su columna vertebral.
-La Guerra civil. - Concluyo el comisario
“La guerra civil”. Retumbó en el cerebro de Pére.
-Sin embargo, si he entendido bien, fue por parte del intendente que te enteraste de lo Fran. -Una vez superado el estupor, Pére comenzó a reaccionar. Había cosas que no le cuadraban.
-Exacto.
-¿Y no te dijo más? Quiero decir, un porqué...algo.
-¿Un porqué?
-Debe haber una razón detrás de todo. Una razón, una motivación. Algo que haya empujado a esa gente a la sublevación. Algo que tanto a ti como a él no os ha convencido. - Razonó. Necesitaba conocer la información completa.
-Entiendo. -Oleguer palideció- ¿Cómo resumirlo de forma sencilla? -Dijo, con voz temblorosa. -Quienes dirigen la sublevación creen que las cosas se pueden hacer mejor de como se han hecho hasta ahora. Creen que el gobierno es débil. Creen que pueden reconducir la situación, salvar el país y evitar más situaciones así.
-Pero...
-¿Pero?
-Eso que dices no está tan mal. Ya sabes lo que pienso de este gobierno. Pero creo que hay algo más. ¿Porqué no apoyarlos si no? -Tanto el como Oleguer eran de la opinión de que el gobierno español había mostrado una debilidad y tibieza decepcionantes en el manejo de las últimas crisis provocadas por ataques terroristas en los últimos años.
Pére era de la opinión de que cierta gente necesitaba mano dura para entender. Y que ellos desde Barcelona podrían hacerlo mejor si se les permitiera.
-Éste es el comienzo. Derrocar al gobierno. Instaurar una dictadura militar. Eliminar la democracia, con la excusa de proteger al país. De proteger a los ciudadanos, y con ello eliminar toda oposición. Colocar un nuevo gobierno. ¿Donde crees que quedamos nosotros, los catalanes, en esa nueva ecuación formulada por los militares?
-Entiendo. -Asintió. Nada convencido.- Pero dices que Girona se ha unido.
-Si. -Oleguer cayó en la pregunta trampa de Pére.
Josep Martí, el tipo que estaba al frente del cuerpo de los Mossos en Girona, era bien conocido por su fervor nacionalista. Pére dudaba que el último argumento del comisario fuera veraz.
-Yo también creo que hay algo más detrás de todo esto. -Se excusó. Viéndose acorralado. -Pero aún no sé qué es.
“Miente”, pensó Pére.
El comisario sabía más, pero por alguna razón no deseaba compartirlo.
Al indagar, Pére observaba como la calma que Oleguer mostraba en un principio fue tornándose en nerviosismo.
Parecía incluso mostrar miedo por algo. Eso llamó poderosamente su atención. Antes nunca vio signos de debilidad o temor en el comisario.
-Desde mi posición actual no puedo acceder a más información. Hace unos días, después del ataque a Barcelona, el me llamó a su despacho. Quería compartir conmigo información acerca del desarrollo de los acontecimientos. Información delicada. - Oleguer respiró profundamente, dando paso al momento a un lento y sonoro suspiro - Al parecer, Santiago Garzón, el Inspector General de la Guardia Civil , hace un tiempo, mando un mail a todas las comisarías advirtiendo de una posible rebelión, de una posible sublevación en ciernes. Tenía información de primera, según decia, de que un Golpe se estaba gestando desde hacía unos meses. Y que todo lo acontecido la última semana podría precipitarlo.
-¿Porqué no se informó?
-Esa información la habían de saber solo los comisarios. Y los intendentes, a lo sumo.
Como suboficial, Pére no tendría opciones de enterarse si no hubiera sido por el comisario. Era lo malo de ser solo sargento.
-Entiendo. ¿Algo más?
-Poco más. Tras citar varios artículos de la Constitución y del Reglamento, invitó a todos los oficiales a cumplir fielmente con su deber en el buen nombre de las Instituciones y en el beneficio del país y los ciudadanos.
-Ya sabías que pasaría..
-¡Solo eran sospechas! Estábamos en un estado permanente de sospecha. Desde hace un par de años la sombra de un Golpe planeaba por los despachos.
Negó con la cabeza. Pére veía hacia dónde se veían abocados.
-¿Y ahora qué podemos hacer?
-En este momento solo cabe esperar. No tenemos opción de saber nada de primera mano. Al menos yo. Hemos de esperar noticias.
-Supongo que esperarás esas noticias de tus contactos.
-¿De quien si no? La prensa, y los medios están vendidos hace tiempo. Imagino que más capitales se habrán unido a la rebelión. Y otras más resistirán.
-¿Qué crees que dirán los medios? -Desencantado, Pére no esperaba gran cosa de la prensa.
-El gobierno informará de la situación, de la sublevación, invitando a las fuerzas leales y a la población a resistir.-Explicó. -O bien, los militares informarán de la instauración de un nuevo régimen.
-No creo que sea buena idea volver por comisaría.
-Quizá sea lo mejor por tu seguridad. -Dijo Oleguer, sabedor de que la simpatía que se profesaban ambos era conocida allí, y que ello ya le habría granjeado a Pére antipatías en la nueva dirección.
-Haré uso de mis contactos. Para ver que se puede hacer.
-Sin embargo, aún hay algo que no entiendo.
-¿El qué? -Oleguer, a pesar de hacerse el tonto, imaginaba por donde podría ir Pére.
-Las cosas ya estaban bastante mal hasta hace unas semanas. Desde lo del Bernabéu. ¿Verdad? Preguntó retórico. - Quizás habría bastado con dar el golpe.
-No entiendo. - Mintió de nuevo.
-Es sencillo. -Pére empezaba a desconfiar más cuanto más hablaba Oleguer. -Los militares y todos los demás ya tenían la excusa. La motivación. Lo que sea que les mueva. No hacía falta provocar tres atentados bacteriológicos para ello. Creo yo, ¿no?
-¿Y quien ha dicho que fueran ellos los de los atentados?
-¡Vamos hombre! -Pére comenzaba a ponerse nervioso -Hace un momento tú mismo lo dijiste. Dijiste que son quienes lo han preparado todo estos días. Que son quienes darán un Golpe de Estado. ¿Acaso no te acuerdas?
Era evidente el empeoramiento que progresivamente iba sufriendo el humor de Pére. Y así lo percibió Oleguer.
-¡Tranquilízate! - Pidió. Apoyando su frente entre las manos, dejando medio oculta la cara - Los militares darán el golpe, sí, pero son sólo una marioneta. -Informó, sin levantar la cabeza.
-No entiendo.
-Sí, una marioneta de un poder mayor. De un poder oculto. De Ellos. De quienes quieren controlar todo y a todos.
-¿Un poder oculto?- ¿ Qué mierda contaba el comisario ? Parecía desvariar por momentos.
No pudo recibir respuesta.
-¡Vienen más policías! -Gritó Hamid, irrumpiendo en la cocina.- Acaban de aparcar dos coches frente a la puerta principal.
-Será mejor continuar la conversación en otro momento. -Dijo el comisario. Visiblemente nervioso.
Pére asintió. Levantándose como si un resorte lo empujará del culo. Contagiado aparentemente por el estado emocional de su amigo.
-Salgamos por atrás. A ver si podemos ganar así unos minutos.
Oleguer salió primero, seguido del sargento. Al poco de avanzar unos metros en el callejón, se oyeron dos disparos.
El comisario recibió un impacto en la frente, cayendo desplomado cual fardo de paja.
Pére tuvo más suerte.
La bala que en un principio llevaba su nombre impactó en el lateral de la puerta de hierro, desviando así su trayectoria y salvándole la vida.
Enfrente, a tan solo tres metros, seguía su Harley oculta tras un gigantesco contenedor rebosante de basura. A solo cinco metros de la moto, una esquina doblaba a la izquierda.
El tirador estaría apostado en el primer piso del edificio que cerraba el callejón, en virtud del ángulo de los disparos.
Quizás tuviera una oportunidad de escapar, pensó.
En esos cinco metros, debido a la escasa visibilidad desde el punto del tirador, podría intentar escapar con la Harley.
Debía hacerlo ya.
Los otros policías ya habían entrado por la otra puerta. Y no parecían querer dialogar. En virtud de los golpes que escuchaba dentro desde su posición.
De una carrera, y tras oír dos o tres disparos, llego hasta la Harley, congratulándose por la mediocre puntería del francotirador.
Arrancando la moto salió pitando de allí.
Tal como estaba el tema, lo más sabio era no volver a la comisaría. Pensó.