Kitabı oku: «Susie», sayfa 2

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1891: entre octubre de este año y enero de 1892, Charles se dedica principalmente a completar su libro The Gospel of the Kingdom [El evangelio del Reino].

1892: el 8 de enero, Charles y Susie celebran su trigésimo sexto aniversario de bodas, y el 15 de enero, el sexagésimo cumpleaños de Susie.

17 de enero de 1892: Charles preside su último culto público en su hotel de Menton. El 20 de enero, Charles cae en cama y permanece allí hasta su muerte, once días después.

31 de enero de 1892: Charles muere en un cuarto del Hotel Beau Rivage a las 11:05 p.m. Lo acompaña Susie, además de su hermano, su cuñada y Elizabeth Thorne, una amiga de Susie. Se realiza un servicio fúnebre en Menton, y luego el cuerpo de Charles es trasladado a Londres. Susie no regresa a Londres, sino que se queda un mes en la propiedad de Thomas Hanbury para recuperarse.

11 de febrero de 1892: Charles es enterrado en el cementerio de Norwood.

Marzo de 1892: Susie vuelve a Londres desde Italia y reanuda el trabajo de su Fondo del Libro.

Marzo de 1894: Thomas Spurgeon es elegido oficialmente como pastor del Tabernáculo Metropolitano. Hay discrepancias considerables. Acepta el pastorado el 2 de abril.

1895: Susie publica Ten Years After!: A Sequel to “Ten Years of My Life in the Service of the Book Fund” [¡Diez años después!: una secuela de «Diez años de mi vida al servicio del Fondo del Libro»].

Primavera de 1895: Susie descubre que no hay ninguna congregación bautista en Bexhill-on-Sea y, luego de un período de oración, decide plantar una iglesia allí.

1896: abre sus puertas el primer edificio de la Iglesia Bautista Beula de Bexhill-on-Sea, que era una escuela-capilla. La iglesia se constituye oficialmente el 31 de enero de 1897.

1896: Susie publica A Carillon of Bells [Un órgano de campanas].

1897-1900: Susie coedita y realiza aportes importantes a los cuatro volúmenes de la Autobiografía de C. H. Spurgeon.

12 de abril de 1897: Susie da la primera palada para la construcción de la capilla de Bexhill. El 7 de julio, fija la placa conmemorativa.

1898: Susie publica A Cluster of Camphire [Un ramillete de alheña].

20 de abril de 1898: el Tabernáculo Metropolitano es destruido por un incendio.

17 de agosto de 1898: la Capilla Bautista Beula de Bexhill-on-Sea abre sus puertas sin ninguna deuda.

8 de febrero de 1899: Susie lidera una campaña de recolección de fondos en el sótano del Tabernáculo Metropolitano. Lo hace contra las recomendaciones de su médico y consigue 30.000 USD para la reconstrucción del Tabernáculo.

Septiembre de 1900: el Tabernáculo Metropolitano vuelve a abrir sus puertas.

1901: Susie publica A Basket of Summer Fruit [Canasta de fruta estival].

22 de octubre de 1903: Susie muere en Westwood a las 8:30 a.m.

27 de octubre de 1903: se realiza un servicio conmemorativo en la biblioteca de Westwood y luego un culto fúnebre en la Capilla Bautista Chatsworth Road. El entierro es en el cementerio de West Norwood.

1903: Charles Ray publica The Life of Susannah Spurgeon [La vida de Susannah Spurgeon].

1904: se coloca una placa en memoria de Susie dentro de la Capilla Bautista Beula, Bexhill. El Fondo del Libro continúa bajo el liderazgo de Elizabeth Thorne en Westwood.

17 de octubre de 1917: muere Thomas Spurgeon.

13 de diciembre de 1926: muere Charles Spurgeon Jr.

Septiembre de 2018: se publica en inglés Susie: vida y legado de Susannah Spurgeon.

usie Spurgeon terminó de escribir la nota –había escrito cientos así a lo largo de los años–, y la colocó con cuidado dentro del libro The Gospel of the Kingdom [El evangelio del Reino]. Su fallecido marido Charles Haddon Spurgeon, el pastor bautista inglés conocido como «el príncipe de los predicadores», había escrito el volumen. Envolvió el paquete y se lo pasó a Elizabeth Thorne, su amiga y asistente de toda la vida, para que ella lo enviara por correo. Al igual que los múltiples paquetes que había enviado antes, la nota y el libro terminarían en manos de un pastor gracias al Fondo del Libro de la Sra. Spurgeon.

Este pastor en específico, que ahora vivía en otro país, en algún momento se sentó en las salas del Colegio de Pastores y escuchó atento las lecciones de su fundador: Charles Spurgeon. El libro, un comentario del evangelio de Mateo, fue la última obra de Spurgeon, y Susie la describió como «el último trabajo dulce y amoroso para la gloria del Maestro que realizó el corazón y la mano que ahora están frías por la muerte».1 Con posterioridad, el mismo pastor le respondió a Susie con una nota: «La última labor de ese cerebro maravilloso y esas manos ocupadas… la aprecio más de lo que puedo expresar con palabras. Pegué su carta dentro de la portada».2

En cierta ocasión, otro pastor le escribió: «Que Dios la bendiga muchísimo a usted y a la obra que hace para Sus ministros; que alegre su corazón cuando la desolación de la soledad irrumpa sobre usted al observar la silla vacía y los muchos objetos de la casa que le hablan de su amado. ¡Cobre ánimo!».3


Luego de la muerte de su esposo, el 31 de enero de 1892, y mientras aún lloraba su profunda pérdida, Susie se preguntó qué era lo que el Señor haría con ella, una viuda frágil y sola. ¿Seguiría con el ministerio de libros para pastores pobres que había conducido durante diecisiete años? Decidió que sí: «Dios me constriñó y me fortaleció para el servicio, a fin de evitar que mi corazón y mente se centraran demasiado en mi soledad y pérdida».4 Charles fue quien la animó a comenzar el ministerio de libros, que Susie describió como «un ángel de luz que me apunta al poder consolador del servicio activo al Señor y Sus siervos pobres».5

Cuando los libros escritos por su esposo pasaban por sus manos, suscitaban recuerdos en la mente de Susie. Recordaba los primeros días de su matrimonio, cuando viajó junto a Charles por el continente europeo. Esbozaba una sonrisa en el rostro cuando recordaba que remó en una góndola junto a su amado en el Gran Canal de Venecia. El romance les llenó el corazón en la ciudad que ella describió como «de ensueño». Incluso los días comunes eran de gozo. Charles la trataba con ternura y le decía «mi querida» y «mi amor precioso». A veces, se reían tanto que terminaban llorando. Pero ahora, Susie estaba secándose las lágrimas de los ojos. Extrañaba a su marido.

Se deleitaban mutuamente, a pesar de sus muchas pruebas. Susie recordó los primeros síntomas que percibió del deterioro de su salud, los dolores agudos que le golpeaban el cuerpo. A la postre, se sometió a una cirugía que la dejó confinada en su casa la mayor parte del tiempo, y se preguntó si volvería a ser útil para su marido o su Salvador. Luego, vinieron años de enfermedad.

Desde entonces, la salud de Susie le impidió acompañar a su esposo cuando este viajaba. Cada vez que Charles salía de la casa en dirección al sur de Francia, la miraba con amor a los ojos, triste porque no podía ir con él. Susie sabía que para Charles, que también era enfermizo, era difícil dejarla y viajar a mil seiscientos kilómetros de su hogar.

En medio de su propio dolor, Susie muchas veces consoló a Charles, que sufría por sus aflicciones personales de la depresión, la gota y la insuficiencia renal. A veces, lo encontraba llorando sin saber por qué; así de oscura podía ser su depresión. Susie consolaba a Charles leyéndole poemas de George Herbert.

Muy pronto, a Susie se le abrió la oportunidad de servir a los demás de forma activa, el día en que Charles le pasó el primer volumen de su libro más reciente: Discursos a mis estudiantes. Estaba tan encantada con esa obra magistral que quiso que todos los pastores de Inglaterra pudieran contar con una copia sin ningún costo.

Charles miró a su esposa y le dijo: «Bien, Susie, ¿harás que eso pase?».

Sorprendida por el desafío de su marido, Susie se retiró a un cuarto del segundo piso, se detuvo para recobrar el aliento y después sacó una pequeña suma de dinero que tenía guardada en un cajón. «Quizá el Señor use esta pequeña ofrenda para abastecer de libros a algunos pastores», pensó. Sin embargo, nunca se imaginó que esa experiencia la llevaría a invertir el resto de sus días sirviendo a los pastores y sus familias.


Con la certeza de que el paquete estaba en buenas manos con la señorita Thorne, Susie meditó en sus casi veinte años de servicio a los pastores pobres a través de libros, dinero e incluso ropa para sus esposas e hijos. Dios usó a Charles para incentivar ese trabajo, y Susie estaba agradecida. Su deseo principal era honrar a Cristo, pero también creía que su servicio a los pastores era «la mejor conmemoración de la vida maravillosa [de Charles] al servicio de Dios».6

Con esos recuerdos frescos en la mente, Susannah, que estaba sentada en la silla del escritorio de su esposo, se inclinó hacia delante y pensó en sus treinta y seis años de matrimonio. Hace apenas doce meses, el 31 de enero, Charles había muerto en un cuarto del Hotel Beau Rivage, de Menton, Francia, a los cincuenta y siete años. Al borde de su cama, Susie inclinó la cabeza y «agradeció al Señor por el tesoro precioso que le prestó durante tanto tiempo, y buscó, ante el trono de la gracia, fuerzas y guía para el futuro».7 El año posterior a la muerte de Charles, Susie sintió las fuertes punzadas de su vida de viuda, separada del «príncipe de su vida».8

Susie tomó con cuidado una pluma de su amado, la sumergió en la tinta, y puso la punta con delicadeza en el papel:

Estoy escribiendo en el estudio de mi esposo, donde él pensaba, oraba y escribía. Cada centímetro de este cuarto es tierra santa. Todo sigue tal como lo dejó. Sus libros (que ahora son mis posesiones más valiosas) reposan sobre los estantes en hileras brillantes, en el mismo orden en que él los puso, y uno casi podría imaginarse que el cuarto está listo y esperando a su señor. Pero ¡oh! ¡Esa silla vacía! ¡Ese retrato serio sobre la puerta! ¡Esas ramas de palma que ensombrecen el reloj! ¡El silencio extraño y solemne que permea el lugar ahora que ya no está en la tierra! A veces me arrodillo junto a su silla y, colocando la cabeza en los brazos acolchados que durante tanto tiempo soportaron su amada figura, derramo mi dolor ante el Señor y le digo una y otra vez que, aunque me quedé sola, sé que «Él ha hecho todo bien». Entonces, yendo de un cuarto a otro, mirando con los ojos llenos de lágrimas los tesoros hogareños que mi amado apreciaba y admiraba, casi aguardando oír el sonido de sus pasos tras mí y el tono dulce de su voz tierna saludándome con amor–¡ay!–,debo volver a notar lo ciertas que fueron las palabras del rey David cuando dijo en su dolor: «Yo voy a él, mas él no volverá a mí».9

Mientras trabajaba, la rodeaban los doce mil libros de su marido; la mitad de ellos habían sido escritos por los puritanos que tanto amaba o trataban de ellos.10 Los libros de Spurgeon, las «posesiones más preciosas» de Susie, seguían dispersos en tres cuartos: el estudio; la biblioteca adyacente, y otro cuarto cercano, que era más pequeño.

Susie se alejó del escritorio y recordó lo mucho que su esposo la animaba. No podía dejar su ministerio; no, no lo haría, a pesar de su soledad y su mala salud. Extrañaba muchísimo a Charles, pero Dios le había permitido servirlo en su aflicción física y ahora también la ayudaría a servirlo como viuda.

Susie administraba un fondo de libros y un ministerio de ayuda que suministraba libros, dinero, ropa y otros artículos a los pastores necesitados. También era una autora prolífica que escribió cinco libros y contribuyó enormemente a otras publicaciones (entre ellas, la enorme Autobiografía de C. H. Spurgeon, que consta de cuatro volúmenes). El biógrafo Richard Ellsworth Day, en su popular libro sobre Charles Spurgeon, se imaginó que, si Susie no hubiera decidido subyugar su individualidad a Charles y su ministerio, «podría haber ascendido al nivel de Elizabeth Barret Browning» en sus propios escritos.11 Además, Susie apoyó el Tabernáculo Metropolitano, abrió las puertas de su casa para la hospitalidad, sirvió como la «madre» del Colegio de Pastores e incluso tuvo un papel clave en la plantación de una iglesia.

Aunque las esperanzas, sueños y servicio de Susie estuvieron ligados a Charles durante su vida y ministerio, ella también vivió una vida llena de alegrías, dolores, esperanzas y sueños durante veintidós años antes de conocer al gran predicador y casi doce años después de su muerte. Dios le proveyó padres, una familia, líderes cristianos, amigos y experiencias, y eso fue lo que contribuyó a moldearla para que se transformara en la mujer piadosa y perseverante que tanto llegó a amar su esposo y tan útil llegó a ser para el Reino de Dios. Y la gracia de Dios fue lo que la sostuvo en los años posteriores a la muerte de Charles.

Cuando Susie meditaba en su vida y ministerio, alababa a Dios:

¡Cuán inexpresable es la gratitud que ahora siento por la gracia sustentadora que me sostuvo y me permitió testificarles [a los pastores que recibían los libros que enviaba] por experiencia propia que todas las promesas de Dios son verdad, y que incluso en las profundidades del dolor y las tinieblas, Su luz brilla alrededor de los que ponen su confianza en Él!12


Diez años después, un frío día de octubre de 1903, Susie, que murió a los setenta y un años, fue colocada en un ataúd cubierto de lirios, situado con cuidado al centro de la biblioteca que estaba justo a la salida del estudio de Charles, donde tantas veces se había sentado en su escritorio para escribir palabras de aliento a los pastores y meditar en la mano de Dios en su vida.

Recordando que el nombre Susannah significa «lirio», su hijo Charles le escribió un homenaje a su amada madre, en el que expresó que su «carácter cristiano tenía la naturaleza y la belleza de esa dulce planta».13 Su hermosa madre, que tenía ojos marrones y una larga cabellera color castaño oscuro, vivió una vida igual de hermosa. Amó a su marido, amó a Jesús y sirvió a Dios con fidelidad.

Aunque es imposible pensar en Susie al margen de Charles Spurgeon, ella fue una mujer notable por derecho propio. Charles Ray, el único biógrafo que escribió sobre ella con anterioridad, concluyó que Susie seguiría viva «no solo como la esposa de Charles Haddon Spurgeon… sino como ella misma»14.

a temperatura era de apenas un grado, pero el sol brillaba con vigor fuera de la casa de los Thompson el 15 de enero de 1832, cuando nació Susie. Sin embargo, la calidez de acoger a una recién nacida en la familia contrarrestó con creces las temperaturas invernales para Robert Bennett (R. B.) y su esposa Susannah Knott Thompson, que solo llevaban nueve meses de casados.15

La casa de los Thompson, situada en Old Kent Road, Londres, no estaba lejos del lugar donde varios disidentes religiosos fueron acusados de traición y colgados en el siglo XVI. El río Támesis fluía justo al norte de la primera residencia de Susie, pero en distintas ocasiones a lo largo de su vida, ella habitó a ambos lados de ese célebre curso de agua.

Guillermo IV era el rey de Inglaterra, y Victoria, su joven sobrina, era la heredera a la corona cuando nació Susie. Después de una larga enfermedad, Guillermo murió en 1837, y Victoria, de dieciocho años, ascendió al trono, que ocupó hasta su muerte en 1901. Susie tenía cinco años para la coronación de Victoria y murió dos años después de la muerte de la monarca; toda la vida de Susie estuvo marcada por la cultura victoriana. El reino de Victoria fue más que nada ceremonial, pero ella ejerció una influencia importante sobre Inglaterra, en especial como promotora de la moralidad y la vida familiar. Victoria, su marido Alberto y sus nueve hijos fueron objetos de admiración, curiosidad y críticas durante el siglo XIX. Su extenso mandato abarcó dos siglos, y fueron muchos los primeros ministros que sirvieron durante él, entre ellos Melbourne, Disraeli y Gladstone. Aunque es improbable que haya conocido a la reina, Susie vivó en su misma época.

Susie no solo era victoriana en un sentido cronológico, sino también en un sentido cultural. Durante sus setenta y un años de vida, se familiarizó con la literatura de su época, por ejemplo, con las obras de Charles Dickens, y la prosa de aquel popular autor inglés incluso influenció sus escritos posteriores.16 Al igual que muchas otras jóvenes de la clase media-alta, Susie leía mucho y era muy prolija en cuanto a literatura, música, artes y lenguaje.

Fue testigo de muchos cambios en el Londres victoriano, cambios que incluyeron ciertos progresos para las mujeres, como el movimiento sufragista, que ganó terreno a fines del siglo XIX. Sin embargo, durante gran parte de la era victoriana, las mujeres eran valoradas principalmente en el plano doméstico. Al contraer matrimonio, el marido pasaba a controlar legalmente la mayor parte de la vida de su esposa. No obstante, durante la vida de Susie, hubo avances hacia la obtención de derechos cada vez mayores para las mujeres.

Susie prosperó social y educacionalmente, y cuando se casó, se contentó con ser la esposa de Charles Haddon Spurgeon. Tuvo la bendición de contar con un marido que no solo la valoraba como esposa, sino también como amiga, igual y compañera en los esfuerzos evangélicos, a pesar de que vivían y ministraban en una sociedad dominada por los hombres.

La generación de Susie presenció desarrollos tecnológicos masivos que trajeron lámparas de gas a las calles de la ciudad, un tránsito expedito gracias al ferrocarril, y finalmente la luz eléctrica y el teléfono, a fines del siglo XIX. Londres era una ciudad de cambios.

Cuando nació Susie, los viajes estaban limitados a lo que uno podía caminar o transitar a caballo, en coche o en barco, pero en la década de 1840 se construyeron muchos kilómetros de vías férreas en Europa, y en 1850, los trenes ya corrían por los paisajes de Inglaterra y también por los de Francia. A Susie le gustaba realizar caminatas largas, y cuando tenía que decidir entre recorrer los pasadizos pintorescos en coche o a pie, elegía caminar. Cruzó la mayoría de los pasos de los Alpes y, siempre que le era posible, se bajaba del coche o de la mula para caminar, pues le encantaba estar de pie y ver las imponentes montañas sobre ella y los hondos desfiladeros bajo ella.

Gracias a la Revolución Industrial, Inglaterra pasó de tener una población principalmente rural a que la mayoría de sus ciudadanos vivieran en entornos urbanos. Desde comienzos del siglo XIX y hasta mediados de la década de 1850, los líderes de la ciudad se vieron enfrentados a desafíos casi insuperables que atormentaban a los ciudadanos. Las calles de Londres, llenas de nuevos residentes en busca de oportunidades, provocaron problemas que la ciudad real no estaba preparada para abordar.

Las condiciones sanitarias empeoraron. El agua del Támesis se contaminó. Como los pozos se infectaron y el río estaba inmundo, las bombas de agua hacían que la muerte fluyera hacia los hogares de la ciudad.17 El brote de cólera resultante hizo que se escuchara el lloro en casi todos los vecindarios de Londres. Es probable que Susie Thompson y su familia sintieran algo de temor por la muerte generalizada que hubo en la ciudad durante las varias epidemias de cólera que asolaron a Londres.

Aunque las riquezas de algunos aumentaron gracias a los avances de la manufactura y la expansión del comercio, la pobreza afligía a muchas personas que vivían en los barrios sobrepoblados y a menudo insalubres de Londres durante la primera mitad del siglo. La prostitución y otras formas de vicio contrastaban fuertemente con la era de la moralidad victoriana, que constaba de una ética sexual estricta, la ley y el orden y una visión romantizada de la mujer como el «ángel de la casa». Los valores religiosos permeaban la cultura victoriana y su ética laboral aventurera estimuló la industria.

Susie permaneció en la ciudad en el período que Dickens catalogó como el «mejor de los tiempos y el peor de los tiempos».18 Sin embargo, logró evadir la enfermedad, la muerte y el trabajo arduo en las fábricas, y experimentó muchos beneficios inaccesibles para las niñas londinenses menos favorecidas. A pesar de sus problemas, el victorianismo entró a su era dorada gracias a su economía en expansión y a que, con la excepción de la Guerra de Crimea, el continente europeo gozó de un período de relativa paz.

El Londres victoriano fue el contexto principal de toda la vida de Susie. Cuando se aventuró a salir de la ciudad durante su juventud, lo hizo en busca de experiencias culturales y oportunidades educativas en Francia. En esos viajes, Susie, acompañada de una chaperona, se dirigía hasta Dover en coche, cruzaba el Canal de la Mancha en barco y seguía su curso hacia el resplandor de París, con sus galerías de arte, catedrales y monumentos conmemorativos de victorias militares. Allí aprendió a hablar francés, y, al observar las torres de Notre Dame, caminar junto al río Sena y transitar cerca del Louvre, su sensibilidad inglesa se refinó aún más. Quizás la «ciudad de las luces» fue tan importante para moldear la calidad poética del habla de Susie y posteriormente su escritura como el Londres victoriano. Sin duda alguna, ambas ciudades contribuyeron a sus propensiones culturales y desarrollo educacional.

Susie brilla en «La Ciudad de las Luces»

Al igual que la mayoría de las niñas de Londres, Susie aprendió música (era pianista), artes plásticas, modales, protocolos y economía doméstica. Sin embargo, de joven, también pasó un tiempo considerable buscando educarse en París.

El siguiente aviso publicado en un periódico londinense nos da indicios de la causa por la que Susie se dirigió a París y cómo fue que, a la postre, se relacionó con el Rev. Jean-Joël Audebez, uno de los líderes del movimiento reformado francés, y su familia.

Se informa a las damas y jovencitas que deseen pasar algunos meses en París que encontrarán un hogar feliz y cómodo en la familia del Rev. J. J. Audebez, pastor francés. Disfrutarán de todos los beneficios de la interacción social y religiosa. Sus tres hijas las instruirán a diario en la lengua francesa.19

Si el aviso es un indicio fiel del momento en que Susie comenzó a estudiar en París, probablemente tenía unos dieciocho años. Sin embargo, es probable que haya visitado París antes, y, como ya existían oportunidades de estudio en París antes, puede que haya tenido apenas dieciséis años cuando realizó su primera visita.

De todas formas, el aviso de Audebez resultó ser una oportunidad perfecta para que Susie expandiera su educación y se involucrara en conversaciones teológicas y sociales. París se transformó en su sala de clases y su segundo hogar, pues viajó allá con frecuencia hasta cumplir veintidós años.

La capital francesa fascinaba a Susie, que se sentía atraída por sus hermosas catedrales y galerías de arte. Los colores, ventanas y chapiteles de los edificios antiguos le parecían celestiales. Conocía muy bien la historia de Francia, y en sus escritos posteriores, recordó con nostalgia los días de gloria de París antes de lo que ella describió como los «fuegos comunistas» que «quemaron y ennegrecieron sus calles» y las «multitudes turbulentas» que «saquearon sus templos y palacios».20 Sus múltiples viajes a París incluían excursiones en las que recorría sus atracciones famosas, además de aprender la lengua gala. Fue durante esas aventuras parisinas que estuvo meses viviendo en el hogar cristiano del pastor Audebez.21

Susie llegó por primera vez a la casa del pastor Audebez después de la muerte de su primera esposa en 1840 y su matrimonio con la hermana de su esposa en 1842. Seguramente, su hija Clary Pauline y su hijastra María se hicieron amigas de Susie, pues eran más o menos de su edad. También cumplieron el rol de tutoras de francés para ella. Audebez fue un escritor, predicador y líder de misiones que además pastoreó varias congregaciones independientes en París.22

El reverendo John Yeardly, en su Memoir and Diary [Autobiografía y diario], escribe con afecto sobre el pastor Audebez:

Nos sentimos muy inclinados a escucharlo por nosotros mismos, así lo que asistimos a Rue St. Maur la tarde del domingo, y este es nuestro testimonio: que escuchamos el evangelio predicado a los pobres. Primero leyó el Salmo 25 y luego una parte de la Epístola a los Romanos, que constituyó la base de su exhortación. Me hizo recordar [lo que he leído sobre] la predicación de los cristianos primitivos. Mi propio corazón fue impactado por su exhortación impresionante a que creyéramos en el Señor Jesucristo como el único medio de salvación y que entendiéramos lo necesario que es dar frutos de santidad.23

Audebez también fue uno de los fundadores de la Sociedad Evangélica de Francia. Durante la década de 1840, visitó Londres varias veces para informar sobre el movimiento del Espíritu de Dios en Francia y conseguir fondos para apoyar los esfuerzos evangelísticos en ese país. Es posible que durante sus viajes a Londres Audebez conociera a R. B. Thompson, que terminó sintiéndose cómodo con la idea de encomendar a Susie a la escuela del pastor. Vivir en el hogar piadoso de la familia Audebez fue una influencia cristiana sólida para Susie, ya que aumentó su educación, profundizó su comprensión del evangelio y ella asistió a la iglesia junto a la familia.

Las múltiples incursiones de Susie en París le brindaron oportunidades que resultaron muy útiles a lo largo de su vida. Años después, tendría contactos frecuentes con misioneros y pastores de todo el mundo, y sus experiencias multiculturales en Francia sin duda alguna contribuyeron a mejorar su comunicación internacional con los obreros evangélicos. París terminó siendo aún más memorable para Susie, pues ese fue el lugar donde pasó su luna de miel con Charles.

Las experiencias culturales y educativas que Susie tuvo en su juventud contrastan con las del varón con que se casaría. Charles Spurgeon era un hombre de libros y educación, pero sus primeros años estuvieron impregnados de la cultura rural de pastos verdes, caminos sucios y aldeas pequeñas. Aunque había visitado Londres, se sentía más cómodo en el terreno de su abuelo, ubicado en la comunidad agrícola de Stambourne; en el hogar de sus padres, situado en el pueblo de Colchester, y en el mundo puritano de Cambridge, con sus aldeas remotas, donde vivió de adolescente. Incluso después de trasladarse a Londres y casarse, buscaba casas fuera de la ciudad que tuvieran aire fresco, cielos más despejados y estuvieran ubicadas a mayor altura. La vida campestre caracterizó las primeras experiencias de Spurgeon, y eso fue patente en su habla, escritura y predicación hasta que murió a los cincuenta y siete años de edad.

Aunque Susie era una niña de ciudad, también apreciaba profundamente la naturaleza. En los años posteriores, cuando se vio asolada por el dolor físico y tuvo que quedarse confinada frecuentemente en Westwood, su hogar en la colina Beula, escribió que le hubiera encantado ser artista para «poder inmortalizar con el lápiz o el pincel algunas de las escenas encantadoras» que descubrió al pasear con Charles por los jardines de dicha propiedad. Esos recuerdos felices incluso la hicieron referirse a ese lugar como Dulce Domum, dulce hogar.24

La niñez y juventud de Susie fueron prósperas en el plano material y astutas en el plano social. Por otro lado, Charles era un hombre de menos recursos que, en especial gracias a su asombrosa mente cultivada por sus hábitos de lectura voraz, podía hablar con la gente de la aldea o la metrópolis, con el campesino y el arquitecto. Inicialmente, llegó a Londres vestido como predicador rural para pastorear la New Park Street Chapel (NPSC). Venía de una pequeña iglesia pueblerina, con un sueldo aún más pequeño; sin embargo, los miembros de la Waterbeach Chapel compartían alegremente con su pastor bivocacional todos los recursos con que Dios los bendecía. Spurgeon le contó a su amigo H. L. Wayland:

Pagaba doce chelines a la semana por mi cuarto en Cambridge, y me quedaban siete chelines para todos los otros gastos, pero cada vez que la gente venía al pueblo, me traía papas, nabos, repollos, manzanas y a veces un poco de carne, así que lograba subsistir.25

En contraste, la familia de Susie gozaba de condiciones más prósperas, que a veces mejoraban por los emprendimientos de su padre y, probablemente, por la generosidad de sus parientes.

Los padres y la familia de Susie

[Para evitar confusiones, puede ser útil notar que esta sección se refiere a tres personas distintas de nombre Susannah: Susannah (Susie) Thompson (más tarde Susie Spurgeon); su madre, Susannah Knott Thompson, y su prima, Susannah Kilvington Olney].

Susie Thompson apenas nos dejó un par de escritos sobre su niñez y adolescencia. Podemos unir los fragmentos de su trasfondo familiar gracias a los censos y archivos legales. La dirección de Susie en Old Kent Road era cercana a la residencia de sus abuelos, Sampson y Mary Knott. La casa de los Knott y su pequeño jardín llegarían a tener un papel importante en el romance de Susie y Charles.

En uno de esos pocos atisbos de su niñez, Susie recordó:

Cuando era niña y fastidiaba a mi madre, siempre le respondía a sus reprensiones o castigos con esta pregunta temblorosa: «Madre, ¿no me amas?». La respuesta de mi mamá siempre era la misma: «Sí, te amo, pero no amo tus malos caminos». ¡Pobre mi madre! Sin duda probé mucho su paciencia, y eso era lo mejor que podía decir su amor maternal ofendido, pero el Padre Celestial tiene palabras más dulces y oportunas para Sus hijos errantes. Su amor es divino, así que dice: «He visto sus caminos; pero le sanaré». ¡Oh, la dulce compasión de nuestro Dios! ¡Oh, ternura inexplicable! ¡Oh, amor que excede todo afecto agradable de esta tierra! ¿No se rinden nuestros duros corazones ante el poder de tal compasión? Dios conoce toda nuestra maldad. Él ha visto todos nuestros descarríos, pero Su propósito para con nosotros es el de sanarnos y perdonarnos, no el de enojarse y alejarse.26

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385 s. 42 illüstrasyon
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9781629463100
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