Kitabı oku: «Susie», sayfa 5
Lo primero que Susie necesitaba era sopesar las promesas de Dios y luego debía actuar en conformidad a ellas. Tenía que introducir la llave, abrir la puerta y volver al «Camino Real».117 Servir a otros era parte de andar por el «Camino Real». Charles animó a Susie y luego se regocijó en su alegre testimonio de fe. Con el cuidado de no halagarla, compartió con ella su convicción de que era una cristiana verdadera: «Dios, en Su misericordia, me ha mostrado que de verdad eres elegida». Charles llegó a esa conclusión respecto a la espiritualidad de Susie al observar su vida, leer su testimonio de conversión y presenciar su buena disposición a escuchar consejos sabios.
Susie alcanzó la madurez espiritual con rapidez, tanto así que Charles la describió como «profundamente instruida en las lecciones del corazón» y «cabalmente versada en el saber del alma».118 Cuando Charles vio el amor robusto que Susie tenía por Cristo, se desbordó de emoción. Declaró: «Querida adquisición de la sangre del Salvador, eres para mí un don del Salvador, y mi corazón está lleno y rebosante con la idea de tal bondad continua». Charles nunca dudó de que Dios era bueno, pero, al leer el testimonio de fe de Susie, no pudo evitar «alzar la voz de gozo por Sus muchas misericordias».119 Los sentimientos de Charles deben leerse, en primer lugar, como el gozo de un pastor por el testimonio de fe en Cristo de otra cristiana y, en segundo lugar, como el gozo doble que expresó porque se trataba de su prometida. Susie fue bautizada el 1 de febrero de 1855, y se transformó en miembro de la iglesia el domingo 4 de febrero. Ella describió su bautismo: «Fui bautizada allí [en la New Park Street Chapel] por mi amado, tras profesar arrepentimiento para con Dios y fe en nuestro Señor Jesucristo».120
Charles estaba encantado con Susie: era la compañera que necesitaba, por la que había orado y de la que dependía cada vez más. En abril de 1855, visitaron a los padres de Charles en Colchester, donde Susie fue acogida con calidez. El padre de Susie le permitió realizar el viaje con reticencia, y luego ella lamentó: «Tras algunos problemas y desilusiones, se obtuvo el consentimiento de mi padre y partimos».121 Quizás, R. B. Thompson solo estaba actuando como un padre cuidadoso, preocupado por la idea de mandar a su hija con un joven que aún no era su esposo, o quizás sentía, como parece indicar la historia de más adelante, que Charles no lo había honrado lo suficiente. De todas maneras, los sentimientos de Thompson hacia Spurgeon fluctuaban, lo que queda claro en esta carta que Charles le escribió a su madre en noviembre de 1854, dos meses después de comprometerse con Susie:
Dover Road 75
1 de noviembre de 1854
Mi querida madre:
Polly [probablemente una pariente] fue al Crystal Palace ayer, y espero que haya disfrutado el día. Nos reunimos con la Sra. Thompson y su hija, y, tras haber sido invitados insistentemente por el Sr. Thompson [R. B.] nos fuimos a casa, a Brixton.
Dejé a Eliza [la hermana menor de Charles] allí y ahora voy a pasar el día en dicha casa. El joven Kilvington [hijo de Henry y Mary] se va a Australia mañana, y toda la familia se reunirá hoy, incluso la anciana Sra. Knott. Espero que disfrutemos sin pecar. Dios sigue haciéndome bien. Solo piensa en las más de £800 que fueron donadas de una sola vez para nuestra capilla. Donar £100 fue como arrancarme las plumas, pero, con la ayuda de la providencia, pronto volverán a crecer…
No es frecuente que salga y, cuando lo hago, me adapto a los demás. El Sr. Thompson de pronto se ha vuelto extremadamente amable y no sabe cómo atenderme lo suficiente. Dice que debió haberme querido antes, pero nunca vine a verlo; como ves, no soy muy dado a visitar.
Soy
Tu hijo que te ama,
Charles122
La carta, escrita al comienzo de la relación de Charles y Susie, indica que R. B. Thompson se demoró en aceptar al joven prometido de su hija, pero al momento de la carta parecía más inclinado a mostrarle hospitalidad e incluso a «atender» a su futuro yerno. Aun así, Thompson volvió a mostrar reticencia hacia Charles en la primavera de 1855, cuando dudó en autorizar que Susie fuera a visitar a los padres de Charles con él. Aunque tenía casi veintidós años, resulta obvio que Susie no tomaba decisiones al margen de su padre. De todas formas, es posible que las dudas de R. B. solo se hayan debido al hecho de que le preocupaba que su hija soltera viajara tan lejos con un hombre que aún no era su esposo. A Susie le pareció frustrante la renuencia de su papá.
Los padres de Charles, John y Eliza, no expresaron duda alguna respecto a la novia que escogió. Quedaron encantados con la visita de Susie y la recibieron jubilosos. «Toda la familia recibió, mimó y entretuvo» a Susie «con mucho afecto» y la llevaron «a ver todos los lugares y objetos de interés de Colchester y los alrededores». Susie se mostró muy agradecida por el tiempo prolongado que pudo pasar con Charles esos días y por «el gozo de estar todo el día» con su amado. Ese tiempo con Charles, dijo, «bastó para llenar mi corazón de alegría y hacerme olvidar todos los otros placeres».123 Después de visitar a John, Eliza y los hermanos de Charles, volvieron a Londres. Como de costumbre, Charles volvió a enfocarse de inmediato en su trabajo.
Esa semana de vacaciones les permitió pasar momentos significativos juntos, pero volver a Londres significó que tendrían menos oportunidades de verse. Sin embargo, como era su costumbre, intercambiaban cartas todas las semanas, además de las visitas de Charles a la casa de Susie. Él le escribió a ella: «Ora por mí, mi amor, y que nuestras peticiones unidas ganen una bendición por el mérito del Salvador». Por eso, poco después de pasar varios días alegres con su amada prometida, Charles tuvo la sabiduría de entender con aún más claridad que era posible que se vieran tentados a elevar su amor mutuo a un nivel idólatra. La instó: «Tengamos cuidado de no colocarnos en una posición demasiado prominente dentro de nuestros corazones, sino encomendemos nuestro camino al Señor».124 Tan intenso era su amor por Susie que le daba miedo idolatrarla y que ello obstaculizara su relación con Dios.
Otra sección de su carta también demuestra una de las luchas más frustrantes de Charles. Durante gran parte de su vida, sufrió de depresión, y esta carta que le envió a Susie revela que en ese momento tenía «el espíritu muy abatido». Sin embargo, miraba a la Escritura para encontrar alivio en su desaliento. También reconoció que necesitaba orar. A medida que su fama iba creciendo, también lo hacía su sentido de dependencia de Dios.
Susie respondió con mucho cariño a la carta de Charles:
Mi querido:
Te agradezco calurosa y sinceramente por la nota que acabo de recibir. Es inútil que intente decirte cuánta felicidad tuve durante la última semana. Las palabras no son más que platos fríos para servir los pensamientos y sentimientos que salen cálidos y fulgurantes del corazón. Me gustaría expresarte mi aprecio por toda la ternura y el cuidado que me mostraste durante esta feliz semana, pero me da miedo entristecerte al agradecerte por lo que sé que fue un placer para ti. Me imagino que hoy tus pensamientos han estado ocupados en las «joyas de la corona» [me había dicho que iba a predicar de ese tema –Susie Spurgeon]. Las gemas pueden variar en tamaño, color, riqueza y hermosura, pero incluso las más pequeñas son «piedras preciosas», ¿no?
El periódico The Standard ciertamente no tiene por lema «excelencia» ni puede tener por enseña «Buena voluntad para con los hombres», pero no importa; sabemos que todo está bajo el control de Aquel del que Asaf dijo: «Ciertamente la ira del hombre te alabará; Tú reprimirás el resto de las iras». Que Su bendición repose especialmente sobre ti esta noche, mi querido amado, y también el próximo domingo, cuando te pares ante la gran congregación. ¡Que estés «lleno de toda la plenitud de Dios»! Buenas noches. Cariñosa y fielmente tuya, Susie.125
Susie brilla en su carta para Charles. Cuando él reconoció que tenía «el espíritu abatido», hizo algo más que solo orar por él, aunque ciertamente también hizo eso. Lo animó mientras enfrentaba las críticas injustas de la prensa religiosa y secular.
Susie, que seguía exultante por los momentos que pudo pasar junto a Charles en Colchester, aludió específicamente en su carta a cómo él la cuidó. Le garantizó que estaba interesada en la preparación de su sermón y lo consoló con su conocimiento bíblico, especialmente evidente en su entendimiento del control soberano de Dios sobre todas las cosas. Le ofreció sus oraciones mientras se preparaba para predicar el domingo. Es una carta encantadora que debe haber levantado a Charles de su tristeza. Obviamente, él anhelaba hablar con Susie. Escribió: «Mi amor, si estuvieras aquí, cómo me consolarías, pero como no lo estás, haré algo aún mejor: ir a solas al segundo piso y derramar mis penas en los oídos de mi Salvador».126 Charles hizo lo que acostumbraba a hacer en los tiempos de prueba: orar. También le dio el ejemplo a Susie de que el «oído del Salvador» está abierto para escuchar las peticiones de Sus siervos.
Las cartas de amor de Charles y Susannah (1855-1856)
En junio de 1855, Charles partió a Escocia. Su intención era encontrar descanso y alivio, a la vez que cumplir con varias predicaciones que tenía agendadas. Al final, tuvo poco tiempo para descansar. El tiempo que estuvo lejos, anheló su hogar y deseaba estar cerca de su prometida. En una carta a Susie, le pidió: «Ora por mí, mi amor».127 Más adelante, cuando narró su historia de amor en la Autobiografía de Charles, Susie experimentó tensión al pensar en cuánto debía revelar sobre su relación con Spurgeon. Sin embargo, optó por dejar entrar suficiente luz a su relato con las cartas de Charles para que el lector pudiera ver un poco de la ternura, dulzura e inmenso gozo de su relación.128
Charles no solo le derramó su corazón para pedirle que orara por él; quería que escuchara las palabras de un «amante devoto».129 Susie describió su afecto mutuo y habló de los «arroyitos de ternura que corren entre todas las oraciones».130 Dijo que esas oraciones eran «como las aguas que cantan y danzan entre las piedras del arroyo, y no puedo silenciar completamente la música».131 Las palabras cariñosas de Charles para Susie no se «secaron» con el paso de los años, afirmó ella, sino que «el curso se volvió más ancho y profundo, y el ritmo de su canto se volvió más dulce y vigoroso».132
Desde Escocia, el 17 de junio de 1855, Charles describió el éxito de sus predicaciones y los desafíos de su trabajo. Sin embargo, pronto llevó sus pensamientos de vuelta a Susie y su amor por ella: «Ahora, para volver a ti otra vez, te soñé despierto mientras iba en el coche, pensé que estabas cerca mío. Mi querida, no pasará mucho tiempo antes de que vuelva a gozar de tu dulce compañía, si así lo permite la providencia de Dios».133 Para los que solo están familiarizados con los sermones de Spurgeon, resulta un poco sorprendente escucharlo comunicarse de esa forma. «Te soñé despierto mientras iba en el coche» parece demasiado para el predicador del que se ha dicho que no ha tenido igual desde el apóstol Pablo.134
Susie estaba constantemente en la mente de Charles, pero él reconocía que su relación, y cualquier reunión futura que pudieran tener, dependía en última instancia de la providencia soberana de Dios. Sus cartas a Susie revelan lo mucho que la veía como una verdadera compañera para él: «Antes, sabía que te amaba mucho, pero ahora siento lo necesaria que me eres».135 Él dependía de ella, pero era igualmente pronto para considerar a Susie y lo mucho que ella también lo extrañaba: «Mi querida, acepta el amor más profundo y puro de un hombre que no es dado a exagerar, pero siente que aquí no hay lugar para la hipérbole».136
Aunque estaba somnoliento cuando redactó esa carta, no quería que Susie se imaginara que «me fatigo al escribir».137 La razón por la que no veía como una carga escribirle a su amada era esta: «es mi deleite complacerte».138 Concluyó su carta de amor enfatizando la importancia de la oración: que, aunque estuviera cansado y su cuerpo necesitara desesperadamente dormir, no podía dejar ni dejaría de buscar a Dios en oración y orar por Susie, cuyo nombre era «dulce para él».
Los ojos me duelen de sueño, pero seguirán abiertos hasta que haya invocado bendiciones de lo alto –misericordias temporales y eternales– para que reposen sobre la cabeza de una persona cuyo nombre me es dulce y que también ama el nombre del que es suyo, de su muy amado,
C.H.S.139
Las cartas que le escribió a Susie desde Escocia contienen reportes de sus predicaciones y excursiones, como también reflexiones sobre toda la experiencia. No obstante, es imposible pasar por alto el amor creciente por su prometida que está plasmado en ellas. La humildad, honestidad y necesidad espiritual que sentía eran aspectos en común con su futura esposa; Susie era la amiga y compañera que Charles necesitaba. Contaba con sus oraciones y esperaba que ella escuchara gustosa sus dolores, lo animara con palabras de aliento y lo fortaleciera para los desafíos que debía enfrentar. Charles era un hombre sensible, y lo peor que podía imaginar era tener un corazón frío hacia el Dios que había sido tan bueno con él.140 De forma conmovedora, expresó:
Me sentiré en gran deuda contigo si oras fervientemente por mí. Me temo que no estoy tan lleno de amor por Dios como solía estarlo. Lamento mi triste declive en las cosas espirituales. Quizás tú y los demás no lo hayan observado, pero ahora yo estoy consciente de él, y sentirlo ha puesto amargura en mi copa de gozo. ¡Oh! ¿De qué vale ser popular, ser exitoso, tener abundancia, incluso contar con un amor tan dulce como el tuyo, si Dios me deja caer y apartarme de Sus sendas? Tiemblo al ver la enorme altura en la que estoy y desearía ser desconocido, pues de hecho soy indigno de todo mi honor y fama. Confío en que ahora volveré a comenzar y ya no vestiré estas prendas con mezclas de hilos. Sin embargo, te imploro que entremezcles tus ruegos fervientes con los míos, para que seamos dos los que estemos de acuerdo y así promuevas la utilidad, santidad y felicidad del que amas.141
En efecto, la oración fue el pegamento que lo unió con Susie cuando estaban separados por kilómetros de distancia.
En la época navideña de 1855, Charles salió de Londres para visitar a sus padres en Colchester, a poco más de dos semanas de su boda. Al poco tiempo, le escribió a Susie:
Dulzura, ¡cuánto te amo! Anhelo verte, aunque apenas ha pasado media hora desde que te dejé. Consuélate en mi ausencia pensando que mi corazón está contigo. ¡Que mi Dios clemente te bendiga en todas las cosas: en el corazón, en los sentimientos, en la vida, en la muerte, en el cielo! Que tus virtudes se perfeccionen, tus expectativas se materialicen, tu celo persista, tu amor por Él aumente y tu conocimiento de Él se profundice, enaltezca y ensanche… ¡de hecho, que más de lo que mi corazón puede desear o mi esperanza anticipar sea tuyo para siempre!142
Antes de partir a Colchester, Charles le dio otro libro a Susie. Esta vez, no era de Bunyan, Tupper ni Brooks; venía del propio puño de Charles. Años después, cuando Charles ya había muerto, Susie escribió sobre ese obsequio:
Hay una sola reliquia de ese tiempo memorable. En mi escritorio, mientras escribo este capítulo, hay un libro titulado The Pulpit Library [La biblioteca del púlpito]. Es el primer volumen que se publicó de los sermones de mi amado, y tiene la siguiente inscripción en su primera hoja:
En unos pocos días me resultará imposible hacerle un obsequio a la señorita Thompson. Que este sea un recuerdo de nuestras alegres reuniones y dulces conversaciones.
22 de diciembre de 1855
C. H. Spurgeon143
La razón por la que Charles ya no podría hacerle un obsequio a la «señorita Thompson» es que el 8 de enero de 1856 se transformaría en la Sra. Spurgeon. Ser la esposa de C. H. Spurgeon iba a ser complicado. Quizás, el refrán «ojos que no ven, corazón que no siente» era aplicable para Susie, pues la esperaban muchas pruebas, no solo porque iba a perder su propia salud doce años después, sino también porque le aguardaban muchas otras pruebas que vendrían por estar casada con Charles Spurgeon.
Uno de los obsequios que Susie le entregó a Charles justo antes de su boda fue un cuadro del joven predicador. Le puso «el regalo de una amada». Recordaba los gratos pensamientos que tenía de su futuro esposo y que solía «mirar el dulce rostro del muchacho y pensar que ni aun un ángel podía ser la mitad de encantador».144 Más adelante, ese cuadro fue enmarcado y colgado en un sitial de honor en las paredes de la primera casa que tuvieron juntos. Posteriormente, cuando la fama de Charles creció aún más y él estaba lejos de casa, el retrato consolaba a Susie y «su expresión de fe confiada y serena le fortalecía el corazón». Susie expresó que, en ese cuadro, «el dedo elevado de Charles [que era bien conocido por los estudiantes de Spurgeon] apuntaba a la fuente donde debo buscar el consuelo en mi soledad».145
Ya que su abuelo y su padre eran pastores, Spurgeon estaba consciente de las múltiples dificultades que acompañaban el rol del pastor y sus efectos sobre la familia. Sin embargo, en la antesala de su matrimonio, ni Charles ni Susie podrían haberse imaginado las pruebas, pero también las bendiciones, que les aguardaban.
l aire de Londres estaba frío y húmedo el 8 de enero de 1856. Sin embargo, el tiempo no impidió que las multitudes cubrieran las calles, bloquearan los caminos e inundaran el santuario de la New Park Street Chapel. Fue necesario sacar a más de dos mil personas del atiborrado edificio, las que luego se unieron al resto de la muchedumbre que llenaba las calles y hacía presión buscando acercarse lo más posible a la capilla. La gente se reunió con la esperanza de lograr ver a los recién casados, que eran famosos en todo Londres.
Susie había pasado gran parte de la mañana en oración. R. B. Thompson tomó de la mano a su única hija y la ayudó a subirse al coche; luego, iniciaron el corto trayecto que separaba Falcon Square y la entrada principal de la New Park Street Chapel, al otro lado del Támesis. Susie recordaba que, durante el camino a la iglesia, ella, que iba sentada junto a su padre, se preguntaba si los que la veían pasar tenían siquiera una remota idea de «cuán maravilloso era el novio con el que iba a encontrarse».146
La policía, que fue requerida en esta ocasión especial, tuvo que abrirse paso entre la gente para que R. B. y Susie pudieran ingresar a la iglesia, que los espera con su capacidad máxima. Si en algún momento el Sr. Thompson tuvo dudas respecto a Charles Spurgeon, ahora aprobaba el matrimonio de su hija con el joven predicador inmensamente popular. Aunque las nubes cubrían el cielo de ese frío sábado, fue un día de gran gozo, pues en él se celebró la boda de Charles Spurgeon y Susannah Thompson.147
Años después, Susie meditó en la boda y catalogó lo que sintió ese día como «una alegría profunda y tierna». Ella y Charles «se tomaron las manos y luego las colocaron en las del Maestro». Veía su boda como el comienzo de un «viaje», y estaba «segura de que [Dios] sería su guía».148 Susie consideraba a Charles como «el mejor hombre de la tierra de Dios».149 Recordó con suma ternura los eventos de ese día maravilloso, que comenzó temprano en la mañana, de rodillas en oración:
Veo a una jovencita arrodillada junto a su cama temprano en la mañana; está asombrada y profundamente conmovida porque siente el peso de las responsabilidades que asumirá ese día, pero también está inexpresablemente feliz porque el Señor la ha favorecido tanto. Y allí, sola con Él, busca con fervor la fuerza, bendición y guía para la vida nueva que se abre ante ella.150
Esta dependencia de Dios para que Él supliera los recursos que ella y Charles necesitarían en su matrimonio da cuenta de la piedad de Susie, una piedad que la caracterizaría por el resto de su vida. Charles se dio cuenta de que Susie no era una mujer común, y la valoraba como su esposa, amiga y asistente en el ministerio.
Tom Nettles, biógrafo de Spurgeon, nota:
Descubrir la profundidad de la experiencia cristiana de Susie hizo que Spurgeon valorara aún más el don de sus manos, pues sabía que si Dios mismo amaba el don, él también podía amarlo… Las cartas que Spurgeon le escribía a «Susie» siempre mostraban una combinación indivisible de espiritualidad ardiente, un amor intenso por ella, un deseo profundo de ser más útil y un amor irrestricto por Dios y el evangelio, además de la conciencia de que necesitaba más pureza y determinación en su amor por Cristo.151
La boda fue la clase de ceremonia saturada del evangelio que Charles habría aprobado. Fue presidida por Alexander Fletcher, pastor de la Finsbury Chapel, y comenzó con la congregación cantando el himno «Salvation, O the Joyful Sound» [¡Salvación, oh, gozoso son!].152 Un himno así, que exaltaba tanto la salvación, era una forma apropiada de iniciar el matrimonio de los Spurgeon, y acentuaba la mentalidad evangélica tan característica de Susie y Charles. Después de leer el Salmo 100, Fletcher le recordó a la congregación que su pastor había hablado muchas veces sobre las sonrisas de Cristo en sus predicaciones: «Él [Cristo] seguramente sonrió al ver a la novia y el novio cuya boda recibió la gracia de Su presencia». Luego, abordando a la pareja, Fletcher los exhortó, asegurándoles que Dios tenía «más bendiciones reservadas para su disfrute, felicidad y utilidad».153
Thomas Spurgeon habló de la dulce boda y el matrimonio de sus padres poco después de la muerte de Susie en octubre de 1903: «Así comenzó la unión “hasta que la muerte nos separe”, que duró treinta y seis años y fue de suma ternura y amor de principio a fin. La esposa de mi amado padre fue una verdadera ayuda, y eso quedó demostrado por el testimonio reiterado de su valor que él expresó verbalmente y también plasmó en papel y tinta en repetidas ocasiones».154 Citando a Tennyson, Thomas reflexionó: «Ella se adaptaba a él cual melodía perfecta para una letra noble».155
Para Susie Thompson, los años 1854-1856 fueron un período de cambio. Aunque en un comienzo las formas rústicas de Charles la desconcertaron, cuatro meses después de ese primer encuentro recibió un regalo de su parte. Pasaron dos meses más, y el «niño predicador de los Fens» le reveló sus sentimientos románticos. Y seis semanas después, Charles Spurgeon, que era dos años y medio menor que ella, pidió en matrimonio la mano de Susannah Thompson, que tenía veintidós años. Por último, el 8 de enero de 1856, cerca del púlpito donde predicaba todos los domingos, le puso una argolla en el dedo para el deleite de la muchedumbre que atiborraba la New Park Street Chapel.
Aunque los Spurgeon gozaron de mucha felicidad, la pareja tuvo que enfrentar dificultades desde el comienzo. Además de los desafíos del ministerio, tanto Susie como Charles experimentarían problemas de salud prolongados con posterioridad. En 1888, Susie describió un año de sufrimiento, señalando que les trajo «una serie de pruebas variadas, y tanto mi amado esposo como yo nos vimos asolados por un gran combate de aflicciones».156 Un año así no era inusual, pero aunque enfrentaron pruebas a nivel personal y también como pareja, Susie afirmó que quería «alabar al Señor, con todo mi corazón, alma y fuerza, pues nos ha sido “un pronto auxilio en las tribulaciones”».157
Al comienzo de su matrimonio, Susie experimentó las dificultades propias de la popularidad de su marido y las exigencias de su vocación. Realmente detestaba los múltiples viajes que hacía para predicar y a veces se abatía porque lo extrañaba. Sin embargo, determinó que jamás le sería un obstáculo para el ministerio.158 Charles le escribió: «He servido al Señor mucho más y nunca menos por tu dulce compañía».159 A lo largo de su vida adulta, Charles sufrió episodios de depresión tan severos que su salud mental se vio en serio peligro. Lewis Drummond sostiene que Susie fue una de las razones principales por las que Spurgeon conservó su cordura.160 Su apreciación recalca una vez más lo necesaria que Susie era para Charles.
Charles y Susie comenzaron su matrimonio con corazones ardientes en oración, fundados en la Escritura y unidos en los lazos del santo matrimonio. Emprendieron sus labores con el corazón gozoso y la convicción valiente de que duraría toda la vida. Bien entrada su viudez, Susie analizó su boda y sus treinta y seis años de matrimonio con Charles: «Pero el anillo dorado que entonces me puso en el dedo, aunque ahora está gastado y adelgazado, da cuenta de un amor más allá de la tumba, y es la prenda preciada de una unión espiritual que durará por toda la eternidad».161 Aunque Susie entendía que el matrimonio humano no forma parte del cielo, la «unión espiritual» que los creyentes comparten en la tierra es solo un comienzo que no terminará jamás. Se daba cuenta de que, en Charles, tenía un compañero con el que adoraría a Dios por toda la eternidad.
Vale la pena analizar la naturaleza excepcional de la unión de los Spurgeon. Susie y Charles se unieron con fines espirituales, utilizaron medios espirituales el día de su boda y se mantuvieron juntos a lo largo de los años debido a sus objetivos espirituales. Miraron a Dios, buscaron Su ayuda, y unieron sus manos en servicio a Él. En la boda, Alexander Fletcher clamó a Dios en oración: «¡bendícelos con utilidad creciente, con felicidad creciente y con un disfrute creciente de Tu comunión!».162 Charles solía hablar de la bondad de Dios al colocar a Susie a su lado. Se refería a ella como «la esposa ideal» y decía que Dios la había diseñado «para que fuera la mayor de todas las bendiciones terrenales para él».163
El biógrafo Russell Conwell analizó el matrimonio de los Spurgeon y creía que Susie y Charles eran especialmente idóneos el uno para el otro. Charles invitaba a Susie a ayudarlo a superar sus «excentricidades rústicas» y «corregir sus errores de lenguaje o historia». Ella pudo asistirlo, y, según Conwell, Spurgeon «nunca podría haber llegado a la eminencia que alcanzó» sin la ayuda de su esposa. Aunque la opinión de Conwell puede ser exagerada, Susie fue inestimablemente valiosa para Spurgeon. Conwell aseguraba que si Charles se hubiera «aliado con una esposa menos piadosa y sincera», su reputación y ministerio habrían terminado dañados. En cambio, Susie «trabajó con él, oró con él, creyó en él y lo amó intensamente durante esos múltiples años de trabajo».164
Susie fue una amiga y asistente fiel para Charles. Un ministerio como el de su marido, que atraía enormes multitudes, se prestaba para calumnias y malentendidos. Las iglesias grandes y los predicadores populares no eran escasos en Londres, pero el evangelismo apasionado, la teología puritana y la metodología práctica de Charles contrastaban con los pastores de Londres, que eran más refinados. Según Conwell, Susannah era un consuelo alentador para Spurgeon cuando enfrentaba ataques de los oponentes: «Se ponía como un escudo entre él y las flechas de la impiedad, apagando fácilmente esos dardos de fuego con el escudo del amor doméstico».165
La académica Patricia Kruppa señala: «El matrimonio de Spurgeon contribuyó a sostenerlo en ciertas experiencias muy ásperas de sus primeros años».166 Quizás no es exagerado suponer que si Charles Haddon Spurgeon no hubiera conocido a Susie Thompson ni se hubiera casado con ella, su vida y ministerio nunca habrían llegado al nivel que alcanzaron tanto en su vida como después de ella. La soltería no era un don con que contara Charles. Sin embargo, Charles no solo requería una esposa; necesitaba una esposa muy específica: necesitaba a Susie Thompson.
Luego de la boda, Charles y Susie salieron con dificultad de la New Park Street Chapel, se subieron a un tren en dirección al puerto de Dover, y allí tomaron un barco hacia París, donde estarían nueve días de luna de miel. En la romántica ciudad, se alojaron en las inmediaciones de primera clase del Hotel Meurice. Este hotel era tan maravilloso que muchos millonarios y famosos se registraron en él a lo largo de los años. Era conocido como «el hotel de los reyes y las reinas».
En 1835, el hotel Meurice fue trasladado a «una de las locaciones más elegantes de la ciudad, frente al histórico Jardín de las Tullerías».167 El hotel ofrecía «entretención lujosa» con cenas abundantes y platos extravagantes. En 1855, justo un año antes de que Susie y Charles se registraran en su fabulosa habitación del hotel Meurice, la reina Victoria se había alojado en él. El compositor Tchaikovsky también había sido uno de sus huéspedes y hacia finales del siglo XIX, el hotel Meurice solía acoger a «la élite de la aristocracia».168 Para la estadía de Susie y Charles resultó relevante la atmósfera británica del hotel. El lugar estaba repleto de huéspedes británicos, su personal hablaba inglés y el apodo del lujoso edificio era «Ciudad de Londres».
El famoso escritor inglés W. M. Thackeray describió el hotel Meurice:
Si no sabes ni una pizca de francés, si te gusta la comodidad inglesa, las habitaciones limpias, el desayuno y los recepcionistas… si en el extranjero quieres estar rodeado de tus coterráneos, de tu cerveza oscura, de tu amigo y de tu coñac—también de tu agua—, no escuches a ningún mensajero, sino grita enérgicamente «¡Meurice!» con tu mejor acento británico, y, de inmediato, aparecerá alguien que te llevará directo a la rue de Rivoli.169
Los recién casados se hospedaron en la opulencia. El hotel, que asombraba por su belleza arquitectónica y tenía una ubicación ideal a corta distancia del río Sena y en las cercanías de las galerías de arte y las catedrales de París, sirvió como un oasis romántico perfecto para los jóvenes amantes. Uno podría preguntarse cómo es que un pastor recién casado logró costear un hospedaje así. Susie escribe: «Utilizamos una suite de habitaciones acogedoras (por un favor especial) en el entresuelo del hotel Meurice».170 El comentario «por un favor especial» podría indicar que la estadía hotelera de los Spurgeon fue un regalo de bodas de su familia, sus amigos o la iglesia. O, quizás, como la fama de Charles iba en aumento, el mismo hotel le ofreció la suite a un costo muy reducido con la intención de ganarse su favor.
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