Kitabı oku: «Y va a caer... como decíamos ayer. Tomo 1: Informes mensuales de coyuntura política 1980-1984», sayfa 4
OPOSICIÓN: ¿QUIÉN ES DUEÑO DE LA UNIDAD?
Si bien es cierto que el plebiscito constitucional mostró claramente la unidad de la oposición para enfrentar al Gobierno, esta unidad desde el comienzo presentó problemas y su continuidad seguirá presentándolos.
En primer lugar, hay que tener presente que en gran medida esta unidad es impuesta según los términos de la DC, que es la que en las actuales circunstancias tiene la capacidad de hacer política con publicidad tolerada.
Tanto la decisión de concurrir a votar NO como el proyecto de transición política son puntos que la DC propone y a los que la izquierda adhiere.
Por otra parte, tampoco se puede olvidar que durante todo el período autoritario la DC ha mantenido una actitud oscilante entre la unidad con la derecha o la unidad con la izquierda, que se define momentáneamente según la correlación de fuerzas y factibilidad de volver a tener presencia política significativa en la vida nacional. En tales circunstancias, la DC pretendería definir su propia política frente al régimen sabiendo que ni siquiera necesita solicitar el apoyo de la izquierda, pues este es obligado (algo similar a lo que hizo con la derecha en 1964).
No obstante, este cálculo político de la DC se vio con dificultades en la movilización misma en torno al plebiscito. Al parecer –y la concentración en el Caupolicán sería una muestra–, la izquierda, aún políticamente desarticulada, cuenta con una capacidad social de movilización que no puede dejar de preocupar a la DC, en cuanto a su liderazgo de la oposición, y que puede afectar la adhesión de sus propias bases sociales.
Dicho en otros términos, ciertas capas medias que apoyan a la DC en su programa de democratización y que han creído que cuenta con algunos «contactos» de alto nivel que lo hacen factible, vacilarían en su apoyo si ven que esa finalidad requiere de una vigorosa movilización popular.
En cuanto a la izquierda política y a los sectores sociales que se suelen orientar por ella en este país, la unidad con la DC tiene vigencia en el corto plazo ante la expectativa de lograr cambios significativos en la situación política.
Desde el momento en que la DC demuestre no tener capacidad para negociar cambios desde arriba, y que la vía de la participación política aparezca cerrada, es posible que abandone su adhesión a la unidad con la DC en condiciones desmedradas.
Como ya ha sido señalado por muchos, no sería extraño que en la izquierda adquirieran cierta vigencia procedimientos de acción política en que la violencia no esté excluida. Naturalmente que los resultados de tal tipo de acción parecen actualmente inciertos.
¿CUÁNTOS VOTOS TIENE USTED?
El plebiscito se planificó y realizó de acuerdo a las condiciones que el Gobierno impuso.
Los resultados de la votación publicados favorecieron al Gobierno en una proporción que corresponde exactamente a lo que este requería: suficientemente alta como para resultar aplastante, pero no demasiado como para resultar inverosímil.
Ahora bien, dados los planteamientos enfrentados respecto a la validez del plebiscito, resultaba lógico esperar que, una vez conocidos los resultados, el Gobierno los presentara como intachables y la oposición denunciara el fraude.
También era de esperar que, en los sectores de la oposición, el peso de la tradición electoral provocara un sentimental desaliento por la «derrota», no obstante se hubiera denunciado previamente al acto como una maniobra fraudulenta cuyos resultados estaban predeterminados.
Lo que sí pudiera parecer extraño es que en torno al resultado se produjeran dudas o debate, entre los personeros políticos de la oposición y los intelectuales, respecto a si la distorsión de ellos corresponde a un fraude electoral directo o es la consecuencia de la manipulación ideológica que puede hacer un gobierno autoritario que cuenta con todos los medios adecuados.
En términos generales, tal discusión no afecta a la descalificación del acto que hace la oposición. Sin embargo, puede tener enorme importancia respecto a la planificación de la acción política de esta.
Por cierto que la demostración de uno u otro argumento, como decisivo en el resultado electoral, resulta actualmente imposible. De todas maneras, es lícito señalar los antecedentes que hacen más plausible alguno de ellos y que a la larga pueden imponerse en la conciencia opositora.
Al respecto, quizás, lo más importante consista en señalar que el NO al plebiscito se constituyó socialmente antes de su realización. Lo que se quiere indicar con esto no es sólo el consenso político opositor en torno a una iniciativa, sino el apoyo que ella encontró en diversos sectores sociales (agrupaciones sindicales de mayor importancia, iglesia, organizaciones estudiantiles, personalidades, etc.).
A su vez, el apoyo al proyecto gubernamental aparece bastante débil, incluso desminuido frente a otras oportunidades en que el Gobierno solicitó la adhesión ciudadana.
Esta situación se revela incluso en la orientación de la campaña publicitaria del Gobierno, que pone énfasis en que lo apoyará «el hombre solo, enfrentado a su conciencia en el secreto acto de marcar el voto».
Talvez el peso de la argumentación de los que piensan que fue primordial la «manipulación de las conciencias», radica en la «fuerza de los hechos». Vale decir, el Gobierno desafió e incitó a la oposición a ir a ver el recuento de votos, y los que fueron contaron sólo un poco menos que los que publicó el Gobierno; sólo parecería alegable el fraude no decisivo.
Lo que es de una importancia crucial es que la aceptación de estos hechos implica considerar que el Gobierno del general Pinochet asumió realmente el riesgo de perder la elección, estuvo dispuesto a irse si perdía el juego, un juego en que, por muchas encuestas que haya hecho, no podía predecir el resultado.
En todo caso, mientras se mantenga la creencia de que el Gobierno tiene capacidad de «manipular» un apoyo mayoritario, aumentarán las dificultades para impulsar una movilización opositora unida, puesto que no se vislumbrarían posibilidades de éxito en el corto plazo.
DEFINICIONES EN COMPÁS DE ESPERA
El plebiscito, no obstante las grandes decisiones que se supone significa, no logra aún cristalizar en opciones políticas claras tanto en el Gobierno como en la oposición. Por el contrario, en el período que nos ocupa parecen subsistir variadas expectativas.
En cuanto al esquema de Gobierno, lo que se plantea es fundamentalmente su prolongación sin mayores alteraciones, salvo el señalar plazos que por su extensión no tienen una incidencia inmediata.
La proposición de un vago programa de Gobierno, que sólo proyecta el actual modelo económico y no define aún el esquema político social que se pretende institucionalizar, parece dejar las cosas en el lugar que estaban.
Por su parte, la oposición, a pesar de haber intentado trazar una línea alternativa al proyecto que el Gobierno ratifica en el plebiscito, encuentra crecientes dificultades en mantener no sólo la unidad política difícilmente alcanzada, sino que no logra implementar una línea alternativa en la medida que encuentra problemas para articularse con los sectores sociales que supuestamente representa.
En términos gruesos, se podría afirmar que durante el período se produce un triple triunfo del Gobierno en relación a la oposición: logra hacer participar a la oposición en la votación del plebiscito; logra que la oposición entre en la campaña electoral; logra introducir dudas en la veracidad del fraude electoral masivo, relegándola a la discusión del pequeño fraude.
Este triple triunfo tiene importancia en la medida que sirve de base para plantear la legitimidad del período gubernamental que se inicia.
El costo es la unidad de la oposición que, aún vacilante, pudiera comenzar a impulsar con más fuerza un proyecto alternativo al vigente. Además, corre el riesgo, talvez calculado, de empujar a sectores sociales y políticos hacia la desesperación.
INFORME MENSUAL DE COYUNTURA POLÍTICA Nº 5
Santiago, noviembre de 1980
SABOREANDO EL TRIUNFO Y LA DERROTA
Como suele suceder, después de un período de fuerte activación política, se entibia la leche y se acomodan las sillas. En el caso, el Gobierno definió los plazos y los procedimientos del llamado período de transición y pretende que se acepte que ello ha quedado definitivamente ratificado con el plebiscito. Para la oposición pública, esto es un dato que no se puede eludir. Y la calma se extiende como la mantequilla en el pan. Para los grupos en el poder es la solidez y confianza; para los opositores, un desencanto y golpearse el pecho con duras realidades.
Es el momento, después de la arremetida opositora contra el régimen, el plebiscito, el general Pinochet y todo; antes que se produzcan definiciones maduras respecto al futuro de la acción política. Podría decirse que subsiste y se ensancha aquella sensación de derrota que provocó en la oposición la publicación de los resultados electorales por el Gobierno. En efecto, a medida que han transcurrido los días, los personeros políticos e intelectuales de la oposición han llegado a aceptar, casi unánimemente, que el resultado electoral oficial corresponde al que la ciudadanía emitió el 11 de septiembre. En esta visión, las inconexiones o fraudes que pudieran haberse cometido no alterarían sustancialmente el resultado.
En el informe anterior se hizo un análisis más extenso de este problema. Si se vuelve a él, es por la fundamental incidencia que está mostrando en términos de proyecciones de acción política.
Para la oposición, aparece como distinto el tipo de acción política a adoptar según piense que hubo un fraude electoral masivo que alteró sustancialmente las cifras, o que las cifras oficiales son aproximadamente reales, no obstante ellas se hayan logrado a costa de una «manipulación de las conciencias» debido a las circunstancias bajo las cuales se realizó el plebiscito (estado de emergencia, proscripción de partidos, mínimo acceso a los medios de comunicación para la oposición y casi monopolio de ellos para el Gobierno, «campaña del terror», etc.).
Es sabido que los sujetos orientan su acción según lo que creen que es, independientemente de lo que objetivamente sea. Y lo que importa señalar aquí es que la oposición (al menos los personeros e intelectuales de quienes se tiene noticias) tiende a aceptar el hecho de que, en las circunstancias que se produjo, la ciudadanía apoyó mayoritariamente al Gobierno y su proyecto.
Lógicamente, los representantes políticos de los grupos en el poder creen aún con mayor firmeza en este apoyo ciudadano. De aquí que el Gobierno exija acatamiento a los opositores si es que pretenden entrar al juego político.
Y TALVEZ VAYAN A FORMAR PARTIDOS
Uno de los elementos que mayor fuerza tienen para definir el reciente mes como de reflujo de la lucha política, parece ser la notoria desaparición de la disidencia interna. Que haya «duros» y «blandos» dentro de los grupos en el poder llega a encontrarse, a lo menos, dudoso. Los grupos en el poder parecen haber encontrado la unidad en torno a la figura del general Pinochet y al proyecto de transición y Constitución plebiscitado. El Gobierno se muestra ahora monolítico y se cierran las aparentes fisuras que pudieron llevar la esperanza, a ciertos sectores de la oposición, de que existían aliados potenciales, al interior del régimen, que eventualmente podrían ser favorables a un cambio político. Incluso el planteamiento de Frei, de crear un gobierno de transición cívico-militar, hizo creer a más de alguno que había contactos con grupos en el poder que hacían viable tal planteamiento. La muy publicitada pugna duros-blandos en los meses inmediatamente anteriores presentaba esto como verosímil.
Después de la definición institucional del 11 de agosto cesó esa pugna o, al menos, sus expresiones visibles. Después del plebiscito del 11 de septiembre duros y blandos aceptaron todas y cada una de las características de la nueva institucionalidad.
No obstante, las diferencias entre los grupos en el poder no han desaparecido, sino que han cambiado de objetivos. Ya no se trata de las diferencias respecto a la nueva institucionalidad. Ahora de lo que se trata es de prepararse para jugar, dentro de esa institucionalidad, un papel protagónico.
En tal sentido, los distintos sectores en el poder tienden a la constitución de agrupaciones políticas y, eventualmente, partidos políticos. El tránsito entre duros y blandos se hace cada vez más difícil, en la medida que los grupos logran mayor organicidad. Asimismo, es posible advertir que en cada uno de estos sectores se forman subsectores que entran en la dinámica de la organización política.
Como ya se ha señalado otras veces, talvez lo más expresivo de esta orientación está en la carrera por el control de medios de comunicación de masas. El alineamiento del diario La Tercera hacia los sectores duros, la reorientación del diario Las Últimas Noticias hacia una posición más popular y con capacidad de una cierta crítica del gobierno. De la misma manera los grupos constituidos alrededor de las revistas Qué Pasa (Cubillos), Realidad (Jaime Guzmán) y Ercilla.
Naturalmente que estos grupos no se forman este mes, pero sí puede percibirse en este momento una evolución hacia dentro, hasta cierto punto organizacional, realizada teniendo en la perspectiva el proceso de institucionalización ya trazado. Estos movimientos políticos se inscriben dentro de los límites trazados por el Gobierno y su perspectiva apunta a la futura vigencia de una institucionalidad donde pasarían a desempeñar un papel preponderante. Ello en la perspectiva de que el proyecto institucional se siga desarrollando en ese sentido y no se congele en un puro predominio militar que excluya el partidismo político.
LA OPOSICIÓN A SU RINCÓN
Definida la institucionalidad futura, la oposición tiene que ser ubicada. De acuerdo a lo que se indicaba antes, el hecho de que los personeros políticos de oposición, fundamentalmente demócrata cristianos, tiendan a optar por la idea de la «manipulación de conciencia» antes que por la de «fraude masivo» respecto a los resultados electorales presentados por el Gobierno, implica opciones también determinadas en cuanto a estrategia política.
Consciente de esto, el Gobierno trata de forzar la decisión de la DC exigiendo acatamiento. El «caso Zaldívar» se explica en este contexto. Lo que al Gobierno le interesa es ratificar su legitimidad, particularmente la legitimidad futura cuyo fundamento estaría en el plebiscito y los resultados que presenta.
En tanto la DC retrocede aceptando la realidad de los resultados electorales –por mucha «manipulación de conciencia» que haya habido–, el Gobierno le corta espacio, le exige la aceptación de su legitimidad si es que quiere postular a participar en el nuevo juego político como oposición.
La prohibición de retorno de Zaldívar al país, si bien puede haber sido impulsada por los sectores más duros para quitarle interlocutores a los blandos con la DC, parece ser más bien una política generalizada de los grupos en el poder tendiente a reafirmar el modelo institucional.
Frente a este hecho, lo que la DC reclama es justamente que se le fijen los límites dentro de los cuales pueda actuar válidamente como oposición.
Hasta cierto punto, la argumentación sería aproximadamente la siguiente: si los resultados del plebiscito son reales, y si lo fueron en las circunstancias determinadas en que funciona el autoritarismo, entonces la posibilidad de mejorar posiciones radica justamente en lograr la aceptación de la calidad de oposición en el interior del régimen, para tener acceso a los mecanismos que influyen en la conciencia ciudadana. Dicho en otros términos, llegar a ser una especie de partido similar al MDB (el partido opositor en el régimen brasileño).
Por cierto que esta es una alternativa que aún no se ha constituido, y es difícil pronosticar su éxito. Sin embargo, la actitud que asume la iglesia en el período analizado es significativa al respecto. La asistencia del cardenal a la firma del decreto que promulga la nueva Constitución, y la posterior invitación que le hace al general Pinochet para que asista a la clausura del Congreso Eucarístico, «como representante de la Nación», indican un cambio de actitud en la misma dirección.
BUSCANDO EL ESLABÓN PERDIDO
En cuanto a los otros sectores de oposición, tanto social como política, la situación parece diferente. La unidad de la oposición, formada en torno a los planteamientos de la DC frente al plebiscito, se ha ido diluyendo paulatinamente.
La tendencia de la DC, reseñada previamente, implica un cierto alejamiento de las posiciones izquierdistas, un nuevo intento de mostrarse «limpia» para el Gobierno, depurada de cualquier relación con el sector político que queda definitivamente fuera del régimen. La diferencia es que ahora no pretende entrar en el gobierno o formar alianza con un sector de éste para plantear un proyecto alternativo, sino que tiende al aislamiento para ganar el papel de oposición permitida en el nuevo esquema. El problema radica en que tal actitud podría, eventualmente, acarrearle ciertas dificultades en cuanto al control de los movimientos sociales.
Por lo pronto se puede señalar que la unidad opositora, que se ha ido constituyendo hace ya tiempo en el ámbito de los movimientos sociales, se sigue mostrando bastante activa.
En el ámbito universitario se han producido nuevas acciones opositoras unitarias, particularmente en la Universidad de Concepción y la Federico Santa María.
En el plano sindical, el pronunciamiento en defensa de la nacionalización de las minas por parte de dirigentes del cobre y del petróleo, el unánime movimiento de protesta en Caletones (Cobre) que culminó exitosamente para los trabajadores, así como la persistencia de la huelga legal en PANAL, muestran la vitalidad unitaria de la oposición.
En la esfera propiamente política de la izquierda también parecen producirse algunos efectos relacionados con los acontecimientos que se inician el 11 de agosto con los anuncios del general Pinochet respecto a la nueva Constitución, la transición y el plebiscito, y que el Gobierno hace culminar con la presentación de los resultados de este último.
En alguna medida, aquí también se enfrenta el dilema de si tales resultados corresponden a un «fraude masivo» o a una «manipulación de conciencia», puesto que a corto y mediano plazo la aceptación de una u otra tesis tiene connotaciones de importancia respecto a la estrategia a optar. Pero no parece haberse adoptado una resolución definitiva al respecto por todos los grupos.
Aquellos más ligados a la DC por centrismo tienden a seguir los planteamientos de ésta en cuanto a reclamar que se fijen los límites (los más anchos posibles) dentro de los cuales pueda actuar legalmente la oposición.
Las grandes corrientes de la izquierda en Chile, socialistas y comunistas, se saben fuera del esquema institucional. En consecuencia, si no deciden suicidarse políticamente, su interés central sigue siendo el cambio del régimen político. En la medida que la DC tienda a integrarse como oposición al régimen y que la llamada «derecha democrática» se muestre cada vez más débil, se aleja la posibilidad de jugar políticamente como apoyo para que esos sectores logren una apertura en la cual puedan tener cabida. Es lógico esperar que se mantengan en primer plano los problemas de organización política y es difícil que se produzca una línea unitaria en cuanto a la acción. Al menos mientras alguna no se muestra exitosa.
En este punto resulta importante consignar la denuncia del Gobierno de que los últimos actos de violencia política opositora –la ola de incendios intencionales en locales claves– sería obra de miembros del Partido Comunista. Si esto se confirmara, significaría un cambio de importancia en la orientación de ese partido –hasta ahora bastante pacifista y reiteradamente buscando un acuerdo, aún desmedrado, con la DC–, talvez acorde con la declaración de Luis Corvalán, respecto a la eventualidad de una alternativa violenta para Chile.
En todo caso, y tal como se ha señalado en informes anteriores, las posiciones más proclives a la «acción directa» pueden adquirir mayor atractivo para ciertos sectores de la oposición en circunstancias que las acciones orientadas en otro sentido se muestren inútiles.
Por otra parte, la estrategia actual de la DC y la convergencia que buscan todos los grupos socialistas produce el aislamiento del PC, frustrando sus viejos anhelos de política de alianzas. Es posible aventurar que para lograr una mejor ubicación dentro de la oposición, los comunistas no sólo se interesen en problemas de su propia organización, sino que, de alguna manera, pretendan mostrar eficacia en la acción política. Tradicionalmente sería de esperar en la movilización sindical, pero nada descarta técnicas novedosas.