Kitabı oku: «Las profecías y revelaciones de santa Brígida», sayfa 14
Por lo tanto, o caballeros, regresen a mí, su padre, quien los crió con amor. Piensen en mí, su hermano, quien se hizo uno de ustedes por su propio bien. Regresen a mí, su Señor amable. Es altamente deshonesto prometer su fe y alianza a otro señor. Me prometieron que defenderían mi iglesia y que ayudarían a los necesitados. ¡Vean ahora cómo le prometen alianza a mi enemigo y tiran mi bandera e izan la bandera de mi enemigo!
Por lo tanto, oh caballeros, regresen a mí en verdadera humildad, ya que me desertaron por medio del orgullo. Si algo parece ser difícil de soportar por mí, ¡tomen en cuenta lo que yo sufrí por ustedes! Por sus bienes, fui a la cruz con mi pies sangrando; mi manos y mis pies fueron perforados por ustedes; no escatimé extremidad alguna por ustedes. Y sin embargo, ignoraron todo esto alejándose de mí. Regresen, y les daré tres clases de ayuda. Primero, fortaleza, para que puedan soportar a sus enemigos físicos y espirituales. Segundo, una generosidad valiente, para que no teman a nada más que a mí y que consideren una alegría el esforzarse por mí. Tercero, les daré sabiduría para que puedan comprender la verdadera fe y la voluntad de Dios. Por lo tanto, ¡regresen y pronúnciense como hombres! Porque yo, que les doy esta advertencia, soy el mismo a quien sirven los ángeles, el que liberó a sus primeros padres que eran obedientes pero que sentenciaban al desobediente y humillaban a los orgullosos. Fui el primero en la guerra, el primero en el sufrimiento. Síganme, entonces, para que no sean derretidos como la cera por el fuego. ¿Por qué están rompiendo sus promesas? ¿Por qué desdeñan su juramento? ¿Soy de menor valor o más indigno que algún amigo mundano de ustedes a quien, una vez le prometen su fe, lo cumplen? A mí, sin embargo, el dador de la vida y del honor, el conservador de la salud, no le rinden lo que han prometido.
Por esta razón, buenos caballeros, cumplan su promesa y, si son demasiado débiles para hacerlo por medio de obras, ¡por lo menos tengan la voluntad de hacerlo! Siento compasión por la esclavitud que el demonio ha impuesto sobre ustedes, así que aceptaré su intención como una obra. Si regresan a mí en amor, entonces afánense en la fe de mi iglesia y saldré a encontrarlos como un padre amoroso junto con todo mi ejército. Les daré como recompensa cinco cosas buenas. Primero, en sus oídos sonará siempre una alabanza sin fin. Segundo, el rostro y la gloria de Dios siempre estarán delante de sus ojos. Tercero, la alabanza a Dios nunca dejará sus labios. Cuarto, tendrán todo lo que sus almas puedan desear, y no desearán nada más de lo que tienen. Quinto, nunca serán separados de su Dios, pero su alegría perdurará sin fin alguno y vivirán sus vidas en alegría sin final.
Así serán sus recompensas, mis caballeros, si defienden mi fe y se esfuerzan, más por el bien de mi honor que por su propio honor. Si tienen algún sentido, recuerden que he sido paciente con ustedes y que ustedes me han insultado de tal manera que ustedes mismos no tolerarían. Sin embargo, a pesar que puedo hacer todas las cosas por razón de mi omnipotencia, y a pesar que mi justicia clama vengarse en ustedes, aún así mi misericordia, la cual está en mi sabiduría y bondad, los perdona. Por lo tanto, ¡pidan misericordia! En mi amor otorgo lo que una persona me pide en humildad.”
Las palabras fuertes de Cristo a la novia en contra de los caballeros de hoy y sobre la manera apropiada de crear caballeros y sobre cómo Dios da y confiere fortaleza y ayuda en sus acciones.
Capítulo 13
“Yo soy un Dios junto con el Padre y el Espíritu Santo en una trinidad de personas. Ninguna de las tres puede separarse o dividirse de las otras, pero el Padre está tanto en el Hijo como en el Espíritu y el Hijo está tanto en el Padre como en el Espíritu y el Espíritu está en ambos. La Divinidad le envió su Palabra a la Virgen María a través del ángel Gabriel. Sin embargo, el mismo Dios, tanto el que enviaba como el enviado por sí mismo, estaba con el ángel y él estaba en Gabriel y él estaba en la Virgen antes de Gabriel. Después que el ángel entregó su mensaje, el verbo se hizo carne en la Virgen. Yo, que hablo contigo, soy esa Palabra.
El Padre me envió a través de sí mismo, junto con el Espíritu Santo, al vientre de la Virgen, a pesar que no de tal manera que los ángeles quedasen sin la visión y la presencia de Dios. En vez, yo, el Hijo, quien estaba con el Padre y con el Espíritu Santo en el vientre virginal, permanecí siendo el mismo Dios ante la vista de los ángeles en el cielo, junto con el Padre y el Espíritu, rigiendo y sosteniendo todas las cosas. Sin embargo, la naturaleza humana asumida por el único Hijo estuvo en el vientre de María. Yo, que soy un Dios en mis naturalezas divina y humana, no menosprecio hablar contigo y manifestarte mi amor y fortalecer la santa fe.
A pesar que mi forma humana parece estar acá ante ti, habla contigo, no obstante es más verdadero decir que tu alma y tu conciencia están conmigo y en mí. Nada en el cielo o en la tierra es imposible o difícil para mí. Soy como un rey poderoso que llega a una ciudad con su tropa y toma todo el lugar, ocupándolo todo. De igual manera, mi gracia llena todas tus extremidades y las fortalece todas. Estoy dentro de ti y sin ti. A pesar que puedo estar hablando contigo, permanezco igual en mi gloria. ¿Qué podría ser difícil para mí que sostengo todas las cosas con mi poder y arreglo todas las cosas en mi sabiduría, sobrepasando todo en excelencia? Yo, que soy un único Dios junto con el Padre y el Espíritu Santo, sin principio ni fin, que asumió una naturaleza humana por el bien de la salvación de la humanidad, permaneciendo intacta la naturaleza divina, quien sufrió, resucitó y ascendió al cielo, ahora realmente hablo contigo.
Te conté previamente sobre los caballeros que una vez me fueron de mucho agrado porque estaban comprometidos a mí por el vínculo de la caridad. Ellos se obligaron por medio de su juramento a ofrecer su cuerpo por mi cuerpo, su sangre por mi sangre. Es por esto que les di mi consentimiento, el por qué los uní a mí en un único vínculo y una única compañía. Ahora, sin embargo, mi agravio es que estos caballeros, que deberían ser míos, se han alejado de mí. Yo soy su Creador y redentor, así como quien los ayuda. Hice un cuerpo con todas sus extremidades para ellos. Hice todo en el mundo para que lo usaran. Los redimí con mi sangre. Traje una herencia eterna para ellos con mi pasión. Los protejo en todo peligro.
Ahora, sin embargo, se han alejado de mí. A ellos nada le vale mi pasión, desatienden mis palabras que deberían de deleitar y nutrir sus almas. Ellos me desprecian, prefiriendo con todo su corazón y alma ofrecer sus cuerpos y dejar que los hieran a cambio de la alabanza humana, derramar su sangre por satisfacer su avaricia, felices de morir por una locución mundana, demoníaca y vacía. Pero aún así, a pesar que se han alejado, mi misericordia y mi justicia están sobre ellos. Los vigilo misericordiosamente para que no sean entregados al demonio. En justicia soporto con ellos pacientemente y si llegaran a regresar, les daría la bienvenida felizmente y gozosamente saldría a su encuentro.
Dile a ese hombre que desea poner a mi servicio su ser caballero que me puede agradar una vez a través de la siguiente ceremonia. Cualquier que desee hacerse un caballero deberá proceder con su caballo y armadura hacia el patio de la iglesia, dejar su caballo allí, ya que no se hizo para el orgullo humano sino para que sea útil en la vida y en la defensa y para pelear contra los enemigos de Dios. Entonces, que se ponga su capa, colocando su broche en su frente, similar a lo que hace un diácono cuando se pone su capa como señal de obediencia y santa paciencia. De igual manera, así deberá ponerse su capa y colocar el broche en su furente como señal, tanto de sus votos militares como de la obediencia tomada para la defensa de la cruz de Cristo.
Delante de él deberán cargar una bandera del gobierno secular, recordándole que deberá obedecer su gobierno mundano en todas las cosas que no estén en contra de Dios. Una vez ha ingresado al patio de la iglesia, los sacerdotes deberán salir a encontrarlo con la bandera de la iglesia. En ella deberán estar representadas la pasión y las heridas de Cristo, como un signo que él está obligado a defender la iglesia de Dios y cumplir con sus prelados. Cuando él entra en la iglesia, la bandera del gobierno temporal deberá permanecer afuera de la iglesia mientras que la bandera de Dios deberá ir delante de él, dentro de la iglesia, como un signo que la autoridad divina precede a la autoridad secular y que uno debe de preocuparse más por las cosas espirituales que por las cosas temporales.
Cuando se celebra la Misa y se ha llegado hasta el Agnus Dei, el oficiante que preside, es decir, el rey o alguien más, deberá llegar hasta el caballero en el altar y decir: ‘¿Quieres que se te haga caballero?’ Cuando el candidato responde, sí,’ el otro deberá agregar las palabras: ‘Prométele a Dios y a mí que defenderás la fe de la Santa Iglesia y obedecerás a sus líderes en todas las cosas que pertenezcan a Dios!’
Cuando el candidato responde ‘Sí, quiero’ el otro deberá colocar una espada en sus manos diciendo: ‘Contempla, coloco una espada en tus manos para que no escatimes ni tu propia vida por el bien de la iglesia de Dios, para que puedas aplastar a los enemigos de Dios y proteger a los amigos de Dios.’ Entonces deberá darle el escudo y decir: ‘ Contempla, te doy un escudo para que puedas defenderte en contra de los enemigos de Dios, para que puedas ofrecer ayuda a las viudas y los huérfanos, para que puedas añadirle a la gloria de Dios de todas las maneras posibles.’ Entonces deberá colocar su mano sobre el cuello del otro, diciendo: ‘Contempla, ahora estás sujeto a obediencia y a la autoridad. Ahora, entonces, ¡debes de realizar en la práctica a lo que te has obligado con tus compromisos!’ Después de esto, deberán colocarse la capa y sus broches sobre él para recordarle diariamente tanto de sus votos a Dios como que, por su profesión ante la iglesia, se ha comprometido a hacer más que los demás para defender a la iglesia de Dios.
Una vez se han hecho estas cosas y se ha dicho el Agnus Dei, el sacerdote que celebra la Misa deberá darle mi cuerpo para que pueda defender la fe de la Santa Iglesia. Yo estaré en él y él en mí. Le proporcionaré ayuda y fuerza y lo haré quemarse con el fuego de mi amor para que no desee otra cosa sino a mí y que no le tema a nada sino a mí, su Dios. Si llegase a estar en una campaña cuando emprenda este servicio para mi gloria y para la defensa de mi fe, aún así le beneficiará, siempre y cuando su intención sea justa.
Estoy en todos lados por virtud de mi poder, y todas las personas pueden complacerme con una intención justa y una buena voluntad. Yo soy amor y nadie puede venir a mí más que una persona que tenga amor. Por lo tanto, no ordeno a nadie a que haga esto, ya que en ese caso me estarían sirviendo por temor. Pero aquellos que desean emprender esta forma de servicio de caballero serán de mi agrado. Sería apropiado que ellos mostraran a través de la humildad que ellos desean regresar al verdadero ejercicio de la caballería, en tanto la deserción de la profesión de un verdadero caballero ocurre por el orgullo.”
EXPLICACIÓN
Se cree que este caballero fue Sir Karl, el hijo de Santa Brígida.
Sobre Cristo simbolizado por un orfebre y las palabras de Dios como oro, y sobre cómo deberán transmitirse estas palabras a las personas con el amor de Dios, una conciencia justa y sus cinco sentidos bajo control, y sobre cómo los predicadores de Dios deberían ser diligentes en vez de perezosos al vender el oro, es decir, en transmitir la palabra de Dios.
Capítulo 14
“Yo soy como un orfebre habilidoso que envía a su sirviente a vender su oro por todo el país, diciéndole: ‘Debes de hacer tres cosas. En primer lugar, no debes de confiar mi oro a nadie excepto a aquellos que tienen ojos calmados y límpidos. En segundo lugar, no lo confíes a personas que no tienen conciencia. En tercer lugar, ¡pon mi oro a la venta por diez talentos pesados dos veces! Una persona que rechaza pesar mi oro dos veces no lo obtendrá. Debes tener cuidado de tres armas que usan mis enemigos en tu contra. Primero, él quiere volverte lento en poner mi oro en exhibición. Segundo, desea mezclar un metal inferior con mi oro para que aquellas personas que lo vean y lo prueben piensen que mi oro es tan solo arcilla podrida.
Tercero, instruye a sus amigos a que te contradigan y que reclamen constantemente que mi oro no es bueno.’ Yo soy como ese orfebre. Yo forjé todo lo que está en el cielo y en la tierra, no con martillos y herramientas sino con mi poder y fuerza. Todo lo que es y que era y que será me es previamente conocido. Ni siquiera la lombriz más pequeña o el grano más pequeño puede existir o continuar existiendo sin mí. Ni la cosa más pequeña escapa a mi presciencia. Entre todas las cosas que he hecho, sin embargo, las palabras que he dicho con mis propios labios son lo de más valor, así como el oro es más valioso que los otros metales.
Es por eso que mis sirvientes, a quien despaché con mi oro por todo el mundo, deben de hacer tres cosas. Primero, no deben de confiar mi oro a personas que no tiene ojos calmados y claros. Se pueden preguntar: ‘¿Qué significa tener una vista clara?’ Bueno, una persona con visión clara es aquella que tiene sabiduría divina junto con la caridad divina. Pero, ¿cómo has de saber esto? Es obvio. Una persona es de visión clara y se le puede confiar mi oro si vive de acuerdo a la razón, quien se remueve de la vanidad y la curiosidad mundanas, quien busca nada más que a su Dios. Pero una persona es ciega si tiene el conocimiento pero no pone en práctica la caridad cristiana que comprende. Parece tener sus ojos puestos en Dios pero no, porque sus ojos están en el mundo y le ha dado su espalda a Dios.
Segundo, mi oro no ha de confiarse a alguien que no tiene conciencia. ¿Quién tiene conciencia si no la persona que maneja sus bienes temporales y perecederos con vista a la eternidad, quien tiene su alma en el cielo y su cuerpo en la tierra, quien sopesa diariamente cómo va a dejar el mundo y le responderá a Dios por sus actos? Mi oro deberá confiársele a tal persona. Tercero, deberá poner mi oro a la venta por diez talentos pesados dos veces. ¿Qué simboliza la balanza con la cual se pesa el oro sino la conciencia? ¿Qué simbolizan las manos que pesan el oro si no una buena voluntad y un buen deseo? ¿Para qué han de usarse los contrapesos sino para las obras espirituales y corporales?
Una persona que desea comprar y guardar mi oro, es decir, mis palabras, deberá examinarse correctamente en las balanzas de su conciencia y considerar cómo ha de pagarlo con diez talentos pesados cuidadosamente de acuerdo a mis deseos. El primer talento es la visión disciplinada de la persona. Esto lo hace considerar la diferencia entre la visión corporal y la visión espiritual, qué uso hay en la belleza física y la apariencia, cuánta excelencia hay en la belleza y la gloria de los ángeles y de los poderes celestiales que sobrepasan a todas las estrellas del cielo en cuanto a esplendor, y qué deleite gozoso posee un alma en los mandamientos de Dios y en su gloria.
Este talento, quiero decir, la visión física y la visión espiritual, que se encuentra en los mandamientos de Dios y en la castidad, no han de medirse con la misma balanza. La visión espiritual vale más que la clase corporal y pesa más, en tanto que los ojos de una persona deben de estar abiertos a lo que es benéfico para el alma y necesario para el cuerpo, pero cerrados a las tonteras y a la indecencia.
El segundo talento es escuchar bien. Una persona debería considerarse digna de un lenguaje indecente, tonto y burlón. Ciertamente, no vale más que un soplo vacío de aire. Es por esto que una persona debería escuchar las alabanzas e himnos de Dios. Debería escuchar las obras y los dichos de mis santos. Debería escuchar lo que necesita para poder educar su alma y cuerpo en virtud. Esta clase de escucha pesa más en las balanzas que el escuchar indecencias. Esta buena clase de escucha, cuando se pesa en las balanzas en contra de la otra clase, hundirá las balanzas hasta abajo, mientras que la otra clase vacía de escuchas será levantada y no pesará nada.
El tercer talento es de la lengua. Una persona deberá pesar la excelencia y la utilidad de un diálogo edificante y medido en las balanzas de su conciencia. También deberá tomar nota del daño e inutilidad del diálogo vano e indolente. Entonces deberá guardar el diálogo vano y amar el diálogo bueno.
El cuarto talento es el gusto. ¿Qué es el gusto del mundo si no la miseria? Trabajar al inicio de una empresa, penar a medida que continúa, y sentir amargura al final. Acordemente, una persona debería pesar cuidadosamente el gusto espiritual en contra del tipo mundano y el espiritual sobrepasará al gusto mundano. Nunca se pierde el gusto espiritual, nunca es aburrido, nunca disminuye. Esta clase de gusto comienza en el presente a través de la restricción de la lujuria y a través de una vida de moderación y dura para siempre en el cielo a través del disfrute y dulce deleite de Dios.
El quinto talento es el del sentido del tacto. Una persona deberá pesar cuánto cuidado y cuánta miseria siente debido al cuerpo, a todas las preocupaciones mundanas, a todos los muchos problemas con su prójimo. Entonces él experimenta miseria en todos lados. Que también sopese qué gran paz la del alma y de una mente bien disciplinada, cuánto bien hay en no preocuparse sobre posesiones vanas y superfluas. Entonces experimentará consuelo en todos lados. Quien quiera medirlo bien deberá poner en la balanza los sentidos espirituales y físicos del tacto y el resultado será que lo espiritual sobrepasa a lo corporal. Este sentido espiritual del tacto comienza y se desarrolla a través de resistencia paciente a los contratiempos y a través de la perseverancia en los mandamientos de Dios, y dura para siempre y felicidad y un descanso pacífico. Una persona que le da más peso al descanso físico y a los sentimientos mundanos de felicidad que a aquellos de eternidad, no es digno de tocar mi oro ni de disfrutar mi felicidad.
El sexto talento es el trabajo humano. Una persona deberá pesar cuidadosamente en su conciencia tanto el trabajo espiritual como el trabajo material. El primero lleva al cielo y el segundo al mundo; el primero a una vida eterna sin sufrimiento y el segundo a un dolor y un sufrimiento tremendos. Quien desea mi oro deberá darle más peso al trabajo espiritual, el cual se hace en mi amor y por mi gloria, en vez de al trabajo material, ya que las cosas espirituales perduran mientras que las cosas materiales pasan.
El séptimo talento es el uso ordenado del tiempo. A una persona se le da cierto tiempo para que se dedique únicamente a las cosas espirituales, otro tiempo para las funciones corporales, sin las cuales es imposible la vida (si se usa razonablemente, se cuenta como un uso espiritual del tiempo), y otro tiempo para una actividad física útil. Debido a que una persona debe rendir cuentas de su tiempo así como de sus acciones, por lo tanto debe de darle prioridad al uso espiritual del tiempo antes de recurrir al trabajo material, y manejar su tiempo de tal manera que se les dé más prioridad a las cosas espirituales que a las cosas temporales para que no se permita que tiempo alguno pase sin el examen y la balanza correcta requeridos por la justicia.
El octavo talento es la administración justa de los bienes temporales que se dan, lo que significa que una persona rica, en tanto lo permitan sus medios, deberá darle a los pobres con caridad divina. Pero puedes preguntarte: ‘¿Qué debe de dar una persona pobre que no posee nada?’ Deberá tener la intención correcta y tener los siguientes pensamientos: ‘Si tuviese algo, gustosamente lo daría generosamente.’ Tal intención le vale como una obra. Si la intención del hombre pobre es tal que quisiera tener posesiones temporales como los demás pero tiene la intención de sólo dar una pequeña suma y meras bagatelas a los pobres, esta intención le es reconocida como una obra pequeña. Por lo tanto, una persona rica con posesiones deberá practicar la caridad. Una persona necesitada deberá tener la intención de dar y le ganará méritos. Quien quiera que le dé más peso a lo temporal que a lo espiritual, quien quiera que me dé un chelín a mí y al mundo cien y para sí mismo mil, no usa un estándar justo de medición. Una persona que usa un estándar de medición como eso, no merece tener mi oro. Yo, dador de todas las cosas, quien también puede quitar todas las cosas, merezco la porción más valiosa. Los bienes temporales fueron creados para uso y necesidad humanos, no para la superfluidad.
El noveno talento es el examen cuidadoso de los tiempo que ya pasaron. Una persona deberá examinar sus obras, qué clase de obras fueron, su número, cómo las ha corregido y con qué mérito. También deberá tomar en cuenta si sus buenas obras fueron menos que sus obras malas. Si encuentra que sus actos malos fueron más numerosos que sus buenos, entonces deberá tener un propósito perfecto de enmienda y estar realmente contrito por sus obras malas. Esta intención, si fuese verdadera y firme, pesará más a los ojos de Dios que todos su pecados.
El décimo talento es tomar en cuenta el tiempo venidero y la planificación del mismo. Si una persona tiene la intención de no querer amar nada más que las cosas de Dios, de no desear nada más que lo que sabe es agradable a Dios, de abrazar voluntaria y pacientemente las dificultades, aún los dolores del infierno, si eso le diera a Dios cualquier consuelo y fuese la voluntad de Dios, entonces este talento excede a todos los demás. A través de este talento, todos los peligros se evitan fácilmente. Quien quiera que pague estos diez talentos obtendrá mi oro.
Sin embargo, como lo dije, el enemigo quiere impedir de tres maneras que las personas entreguen mi oro. Primero, desea hacerlos lentos y perezosos. Existe una pereza física y una espiritual. La física es cuando un cuerpo se cansa de trabajar, de levantarse y así sucesivamente. La pereza espiritual es cuando una persona enfocado en lo espiritual, conociendo el dulce deleite y gracia de mi Espíritu, prefiere descansar en ese deleite en vez de ir a ayudar a que los demás participen de ello con el. ¿No experimentaron Pedro y Pablo el dulce deleite desbordante de mi Espíritu? Si hubiese sido mi voluntad, hubiesen preferido mantenerse ocultos en la parte más baja de la tierra con el deleite interior que tenían, en vez de salir al mundo.
Sin embargo, para que los demás pudieran ser partícipes de su dulce deleite y para poder instruir a los demás junto con ellos, prefirieron salir por el bien de las demás personas así como por su propia mayor gloria, y no permanecer solos sin fortalecer a los demás con la gracias que les fue dada. De igualmente, mis amigos, a pesar que quisieran estar solos y disfrutar ese dulce deleite que ya tienen, ahora deben ir adelante para que los demás también puedan ser partícipes de su alegría. Así como alguien con posesiones abundantes no las usa para sí mismo sino las confía a los demás, así también mis palabras y mi gracia no deberán mantenerse ocultas sino deberán transmitirse a los demás, para que ellos también puedan edificarse.
Mis amigos pueden darle ayuda a tres clases de personas. Primero, a los condenados; segundo, a los pecadores, es decir, aquellos que caen en pecados y se levantan nuevamente; tercero a los buenos que se mantienen firmes. Pero puedes preguntar: ‘¿Cómo puede una persona darle ayuda a los condenados, viendo que no son dignos de gracia y que es imposible que ellos regresen a la gracia?’ Te contestaré por medio de un símil. Es como si hubiesen incontables agujeros en el fondo de cierto precipicio y cualquiera que cayese en ellos necesariamente se hundiría en las profundidades. Sin embargo, si alguien fuese a taponar uno de los agujeros, la persona que cae no se hundiría tan profundamente como si ninguno de los agujeros hubiese sido taponado. Esto es lo que le pasa a los condenados. A pesar que por razón de mi justicia y su propia malicia endurecida tienen que ser condenados a un tiempo definido y conocido de antemano, aún así su castigo será más leve si son retenidos por otros de hacer ciertas maldades y en vez urgidos a hacer algo bueno. Así es cuán misericordioso soy aún con los condenados. A pesar que la misericordia clama por indulgencia, la justicia y su propia maldad la contra-demandan.
En segundo lugar, ellos pueden darle ayuda a aquellos que caen pero se levantan nuevamente, enseñándoles a cómo levantarse, haciendo que tengan cuidado de no caer, e instruyéndoles sobre cómo mejorar y resistir sus pasiones.
En tercer lugar, pueden ser de beneficio para los justos y perfectos. ¿No se caen ellos mismos también? Claro que sí, pero es por su mayor gloria y la vergüenza del demonio. Así como un soldado que está levemente herido en la batalla se agita debido a su herida y se vuelve mucho más perspicaz para la batalla, así también la tentación diabólica de la adversidad agita a mis escogidos, más por la lucha espiritual y por la humildad, y hacen el progreso más ferviente hacia obtener la corona de la gloria. Por lo tanto, mis palabras deberán mantenerse escondidas de mis amigos, porque habiendo escuchado sobre mi gracia, se agitarán más en cuanto a la devoción hacia mí.
El segundo método de mi enemigo es usar el engaño para que mi oro parezca barro. Por esta razón, cuando se transcriben cualesquiera de mis palabras, el que transcribe deberá traer a dos testigos confiables o un hombre de conciencia demostrada para que certifique que ha examinado el documento. Solo entonces podrá ser transmitido a quien quiera, para que no llegue a ser no-certificado en manos del enemigo, quien pudiese agregar algo falso, lo que conllevaría a que las palabras de la verdad fuesen denigradas entre las personas sencillas.
El tercer método de mi enemigo es hacer que sus propios amigos prediquen la resistencia a mi oro. Entonces mis amigos deben de decirle a aquellos que los contradicen: ‘El oro de estas palabras contiene, por decirlo así, únicamente tres enseñanzas. Ellas te enseñan a temer correctamente, a amar piadosamente, a desear el cielo inteligentemente. Prueben las palabras y vean por ustedes mismos y, si encuentran otra cosa allí, contradíganlo’”
Las palabras de Cristo a la novia sobre cómo el camino al paraíso se abrió con su venida y sobre el amor ardiente que él nos mostró al soportar tantos sufrimientos por nosotros, desde su nacimiento hasta su muerte, y sobre cómo el camino al infierno se ha vuelto ancho ahora y el camino al paraíso, estrecho.
Capítulo 15
“Estarás preguntándote por qué te digo estas cosas y por qué te revelo tales maravillas. ¿Será únicamente por tu propio bien? Claro que no, es para la edificación y la salvación de otros. Ves, el mundo era como una especie de selva o desierto en donde había un camino que llevaba hacia abajo, al gran abismo. En el abismo había dos cámaras. Una era tan profunda que no tenía fondo y las personas que bajaban a ella nunca subían de vuelta. La segunda no era tan profunda ni tan aterradora como la primera. Aquellas personas que bajaban en ella tenían un poco de esperanza de recibir ayuda; ellas experimentaban ansiedad y retraso pero no miseria, la oscuridad pero no el tormento. Las personas que vivían en esta segunda cámara enviaban diariamente sus lamentos a una ciudad magnífica que estaba cerca y que estaba llena de toda cosa buena y todo deleite.
Ellas clamaban audazmente porque conocían el camino a la ciudad. Sin embargo, el bosque salvaje era tan espeso y tan denso que no lo podían cruzar ni hacer avance algún debido a su densidad y no tenían la fuerza para hacer un camino a través del mismo. ¿Cuál era su clamor? Su clamor era el siguiente: ‘Oh, Dios, ven y ayúdanos, muéstranos el camino e ilumínanos, ¡te estamos esperando! No podemos ser salvados por nadie más que por ti.’ Este lamento llegó a mi en el cielo y me conmovió a la misericordia. Aplacado por sus lamentos, vine a la selva como un peregrino.
Pero antes de comenzar a trabajar y hacer mi camino, una voz habló delante de mí, diciendo: ‘El hacha ha sido puesta en el árbol’ Esta voz no era otra más que la de Juan Bautista. Fue enviado antes que yo y clamó en el desierto: ‘El hecha ha sido puesta en el árbol,’ es decir: ‘Que la raza humana se prepare porque ahora el hacha está lista, y ha venido a preparar el camino a la ciudad y está arrancando todos los obstáculos.’ Cuando vine, trabajé de sol a sombra, es decir, me dediqué a la salvación de la humanidad, desde mi encarnación hasta mi muerte en la cruz. Al inicio de mi empresa, me fui a la selva, lejos de mis enemigos, más precisamente, de Herodes quien me perseguía; fui probado por el demonio y sufrí persecución por parte de los hombres. Más tarde, mientras soportaba mucho trabajo, comí y bebí y sin cometer pecado alguno cumplí con las demás necesidades para poder formar la fe y mostrar que realmente yo había tomado la naturaleza humana.
Mientras preparaba el camino a la ciudad, es decir, al cielo, y arrancaba todos los obstáculos que habían surgido, zarzas y espinas rasguñaban mi costado y clavos ásperos herían mis manos y mis pies. Mis dientes y mis mejillas fueron maltratadas. Lo soporté con paciencia y no di la vuelta, sino fue hacia delante con más celo, como un animal que es llevado por la inanición que, cuando ve a un hombre que le apunta con una lanza, se deja ir contra la lanza en su deseo que atacar al hombre. Y entre más empuja el hombre la lanza en las entrañas del animal, más se tira el animal en contra de la lanza en su deseo que llegar al hombre, hasta que al fin sus entrañas y todo su cuerpo han sido perforados. De igual manera, ardía con tal amor por el alma que, cuando observé y experimenté todos estos ásperos tormentos, entre más ávidos estaban los hombres de matarme, más ardiente me volví por sufrir para la salvación de las almas.